Una asociación vasca crea el primer material didáctico para estudiar la transexualidad

Chrysallis Euskal Herria busca que se trabaje en las aulas, a través de unas fichas, «el conocimiento sobre la identidad y el cuerpo para poder comprender los hechos de diversidad»

Chrysallis Euskal Herria, la asociación que agrupa a familias de menores transexuales de Euskadi y Navarra, ha publicado el “primer material didáctico específico para trabajar en las aulas el tema de la transexualidad con menores”.

Según explica en una nota este colectivo, se trata de unas fichas que “ya se han hecho virales” en las redes sociales y que en los dos primeros días desde su publicación han llegado a 120.000 personas y han sido compartidas más de 800 veces.

Chrysallis ha aclarado que se trata de seis fichas ideadas por el sexólogo Aingeru Mayor e ilustradas por Mattin Martiarena que “muestran las figuras de niños y niñas con sus genitales y proponen a los menores ejercicios para ahondar en la idea de que existen niñas con pene y niños con vulva”.

El material, publicado en euskera y en castellano, es pionero en España y está siendo traducido al italiano, aunque Chrysallis ha recibido peticiones para volcarlo también a otros idiomas.

El objetivo de las fichas es “trabajar el conocimiento sobre la identidad y el cuerpo para poder comprender los hechos de diversidad”, así como “la relación entre la identidad sexual y los genitales”.

“Hasta ahora -señala Chrysallis- en los centros escolares se ha transmitido el planteamiento: ‘chico-pene’ y ‘chica-vulva'”, algo que, a su juicio, “no es correcto y niega la existencia de una parte de las niñas y los niños”.

“Con este material -que puede se descargado a través de Facebook- se pretende aclarar que la identidad sexual es un hecho subjetivo que solo cada uno puede relatar”, insiste este colectivo.

 

“Mamá, ¿yo soy chica?”

Familiares de menores transexuales piden que se desarrolle la ley de no discriminación por motivo de identidad de género

Familiares de menores transexuales piden que se desarrolle la ley de no discriminación por motivo de identidad de género

Imagina que el colegio de tu hijo te anuncia que va a llegar a dar clase un nuevo profesor, te invitan a conocerlo en una charla y, en la reunión, descubres que se trata de una persona negra. Cuando vuelves a casa, con suerte, tu hijo te pregunta qué tal la reunión. ¿Te sentirías en la obligación de advertirle que su nuevo profesor es negro? ¿O te sentirías más inclinado a explicarle lo que su nuevo profesor ha expuesto sobre sus planes para el curso?

Este mismo ejemplo ha sido planteado a cerca de un centenar de padres de un centro educativo público en Navarra, para invitarles a reflexionar sobre qué debían contar a sus hijos después de una reunión a la que les citó la dirección del centro. El tema a tratar, la situación de un menor transexual que ha decidido presentarse ante sus compañeros de curso, y ante la sociedad en general, como lo que es: un chico con vagina.

Tras escuchar el testimonio de la madre del chico, de un sexólogo que trabaja en el acompañamiento de los menores transexuales, y después de valorar los consejos y las pautas de comportamiento que se expusieron, uno de los padres pregunta: “Y ahora, ¿qué les decimos a nuestros hijos?”.

La reflexión sobre el supuesto profesor negro sirve de ejemplo para explicar que los niños aceptan con naturalidad la realidad en la que viven. Seguramente, los compañeros del menor transexual han asumido su situación con mucha más normalidad que la que emplean los adultos para hacerse cargo de un asunto que les resulta extraordinario. Así que lo más sencillo es no hacer artificioso un tema que los niños ven natural. Si no piden explicaciones sobre su compañero de clase, no hay por qué dárselas. Y si las piden, todo puede explicarse desde el respeto. En la reunión se dieron multitud de pautas para hacerlo.

Genitalidad e identidad sexual

“Si yo te pregunto, Joseba, ¿tú por qué eres hombre? Seguramente lo primero que te sale responder es ‘porque tengo pito y los huevos bien puestos’, que es lo que responderíamos la mayoría de los hombres. Porque los huevos seguro que los tenemos bien puestos, pero los conceptos no sé si tanto”. Aingeru Mayor, sexólogo y responsable de Chrysallis, tiene perfectamente estudiado el impacto que causa en los alumnos y padres el comienzo de su charla. Necesita ese impacto, porque requiere toda la atención del auditorio para conseguir transmitir su mensaje a través de la emoción.

Prosigue su coloquio: “Vamos a hacer un experimento. Yo traigo aquí mi bisturí recién afilado. Vamos a suponer, Joseba, que te tumbas sobre esta mesa y yo te corto el pito y los huevos, luego te coso, te curas, y dentro de unas semanas volvemos y te haré esta pregunta: Joseba, ¿tú eres hombre o mujer?”. Se escucha alguna risa entre los asistentes a la reunión y el aludido Joseba se sonroja, pero Mayor acude en su ayuda: “Posiblemente sigas respondiendo que eres hombre, pero posiblemente también te sientas menos hombre que antes. ¿Por qué? Porque en esta sociedad se le da mucha importancia a lo de tener el pito bien grande y los huevos bien puestos. Pero tú te seguirías sintiendo hombre”.

Este preámbulo sirve a Mayor para que calen profundo dos de los mensajes más importantes que transmite en sus charlas. El primero tiene que ver con el proceso de sexuación. “Las personas nos vamos haciendo hombres, o mujeres, desde el momento de la concepción hasta nuestra muerte”, recalca Mayor. Y el segundo mensaje: nos vamos haciendo hombres o mujeres con elementos de ambos sexos, es decir, tenemos elementos masculinos y femeninos. “Y todos estos rasgos entrelazados van construyendo el hilo argumental de nuestra propia biografía”.

Por lo tanto, no es la genitalidad la que marca nuestra identidad sexual. “Ser un hombre con pene y testículos o ser una mujer con vulva es lo habitual. Pero no lo normal. Existen los hombres con vulva y las mujeres con pene. No es lo habitual, pero sí es normal”. Según los datos de la Asociación de Familias de Menores transexuales Chrysallis, la cifra de menores transexuales en Navarra ronda el centenar. Mayor es sexólogo de esta asociación y sabe bien de qué habla. Tiene dos hijas y una de ellas es transexual.

Dudas e incertidumbres

La historia que los padres de menores transexuales cuentan sobre sus hijos es similar en muchos aspectos. Las dudas iniciales, la incertidumbre, la rebeldía ante los rasgos masculinos o femeninos impuestos por la sociedad, el miedo, el no saber bien a qué se están enfrentando. En la reunión del centro educativo navarro, la madre del menor relata su historia a los padres de los compañeros de su hijo. Nació con vulva, pero desde que tuvo conciencia de sí mismo tuvo muchas dudas. “Mamá, ¿yo soy chica?”, le preguntaba con insistencia, extrañado de que se le adjudicase esa identidad.

Prefería jugar al fútbol, vestir siempre con pantalón, estar con otros niños y llevar el pelo corto. Sus padres aceptaron esas preferencias y le acompañaron en su proceso de elección. Con el tiempo, el menor se atrevió a decirles que, en casa, le tratasen siempre como a un chico. Fue un primer paso muy importante, relata su madre, una decisión que le costó adoptar pero que le hizo ser muy feliz.

Tanto, que el menor descubrió que podía hacer más grande el ámbito en el que se presentaba como chico. Ocurrió primero con la familia, después con los amigos y los conocidos. Se iba ampliando el círculo. Su madre cuenta que el camino hacia la verdadera identidad de su hijo ha estado repleto de etapas en las que sólo daba el siguiente paso cuando se sentía plenamente seguro, aceptado y respetado.

La historia de Leo

La etapa final, la que ha supuesto que él mismo cambiase su nombre y que se presentase ante sus compañeros de clase, ante sus vecinos y ante todo el mundo como lo que es, un chico, llegó después de ver un vídeo. En él se relata la historia de Leo, el primer niño transexual de Euskadi tratado con inhibidor de la pubertad. Para este menor, el testimonio que prestaba un sexólogo en el vídeo fue revelador. Pidió a sus padres ver al profesional para poder hablar con él. Dicho y hecho.

La dirección del centro, en coordinación con el Departamento de Educación, ha colaborado en todo momento para que la situación de este menor se asuma con normalidad en el colegio. Se habló con el personal del comedor, con el profesorado y, por último, con los padres de los compañeros del niño. La madre del menor sólo pidió al resto de los padres una cosa: respeto. Ella no estaba allí para decir a nadie cómo tiene que pensar. Estaba allí para explicar la realidad de su hijo y para pedir a todos el respeto con el que se trata a cualquier otro compañero.

Navarra fue pionera al aprobar en 2009 una ley foral de no discriminación por motivos de identidad de género y reconocimiento de los derechos de las personas transexuales. Otras comunidades autónomas tomaron la norma foral como referencia para regular legalmente esta materia. Sin embargo, el contenido de la ley no ha terminado de desarrollarse en la práctica. Sí, hay aspectos que recoge la ley y que funcionan correctamente, como la Unidad de Transexuales e Intersexos, que cuenta con sexólogos y psicólogos que realizan un seguimiento y acompañamiento a los menores transexuales.

Pero hay otros muchos artículos de la ley que se han quedado solo en enunciado, y eso impide que la atención que reciben estos menores pueda ser integral. El Parlamento foral ha aprobado recientemente el compromiso de todos los grupos para la puesta en marcha de todos los recursos públicos que contempla la ley. Mientras tanto, desde el departamento de Educación, el de Salud, desde los centros educativos y con la colaboración de la Asociación Chrysallis, se va haciendo frente de la mejor manera posible a los casos que se ponen de manifiesto en las aulas. No es lo habitual, pero sí es lo normal. Por eso se intenta la implicación de todas las personas que rodean al menor. Para pedir respeto hacia su situación.

«Podría perder mis pezones. Ese es mi mayor miedo»

Un joven británico relata sus temores antes de someterse a su primera operación de cambio de sexo

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“Podría perder mis pezones. Ese es mi mayor miedo”. Esto es lo que confesó Romario Wanlis, un transexual británico de origen jamaiquino, antes de someterse a su primera operación de cambio de sexo, una extirpación de senos, que finalmente salió con éxito. “Las cicatrices podrían no cicatrizar bien, lo que me deprimiría al tener un pecho irreconocible”, agregó.

“Es importante para mi someterme a esta operación, porque, estéticamente, creo que va a ayudar en mi autoconfianza”, reconoció Wanlis en declaraciones a la BBC.

“Es la oportunidad de sentirme un hombre común”.¡Seré capaz de llevar una camisa! Mi sueño siempre ha sido el de vestir una camisa tradicional africana estampada que se deslice por mi pecho de forma recta”, manifestó el joven.

“En serio, esta operación es un momento crucial en la vida de un transexual, porque tendré la oportunidad de sentirme como un hombre corriente. Por ejemplo, si quiero ir a un vestuario a cambiarme la parte de arriba, no tendré que ocultar los pechos”, recalcó.

“Someterme a la operación no es una cuestión de validez, en términos de si la gente me va a considerar un hombre”. “Si soy honesto, la cirugía para mi es algo más estético. Es una cuestión de vanidad”, admitió.

“Mi mayor preocupación es que mis pezones no estén a la misma altura”, manifestó. Sin embargo, esa preocupación se desvaneció despues de que le médico le quitara los puntos. Dos semanas de la operación, Wanlisa ha relatado a la BBC cuál ha sido su sensación al vestirse su camisa favorita. “Siempre quise que esta camisa me quedara perfecta. Ahora se ve tan diferente”, ha indicado orgulloso

La transexual Izaro Antxia juega su primer partido oficial como mujer

La joven, de 35 años, se ha convertido hoy en la primera jugadora transexual federada en España que ha disputado un partido oficial

Izaro Antxia, en primer término, animando a su equipo

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Izaro Antxia, de 35 años, se ha convertido hoy en la primera jugadora transexual federada en España que ha disputado un partido oficial, en su caso alineada con su equipo, el Leioa Maia, en un encuentro de fútbol sala de la categoría territorial femenina de Bizkaia jugado en Bilbao.

Poco antes de saltar al terreno de juego, en el polideportivo del barrio bilbaíno de San Ignacio, Izaro ha dicho a Efe que la noche anterior estaba “nerviosa” por el debut, aunque ya en los prolegómenos del partido se encontraba “más relajada”.

Izaro, quien fue bautizada como Gorka, ha podido disputar su primer partido oficial como mujer tras recibir hace un par de semanas el DNI con su nuevo nombre y después de que su equipo tramitase la ficha federativa con su identidad femenina.

La transexual, que está casada con una mujer y que hace dos años empezó un proceso de reasignación de sexo que aún continúa, ha confesado que el camino es “largo; duro en ocasiones, pero sobre todo largo”.

Izaro Antxia, informática de profesión y residente en la localidad vizcaína de Portugalete, ha destacado que “siempre” ha contado con el apoyo de su familia y de sus compañeros y compañeras en el fútbol.

Para quien pueda encontrarse en una situación similar a la suya, Izaro ha recomendado que “hay que intentarlo. Si te quedas esperando a que algo se cumpla, no se cumple”.

Minutos más tarde, vestida con la camiseta de color fucsia y los pantalones negros del Leioa Maia, Izaro Antxia ha saltado al campo para jugar su primer partido -hoy contra el Bilbo B- ya siendo considerada una mujer.

Un centenar de menores transexuales no recibe atención integral por parte de la Administración

Todos los partidos, a favor de desarrollar la ley que recoge los derechos de las personas transexuales en Navarra

Navarra fue una comunidad pionera en la aprobación, en 2009, de la ley de no discriminación por motivos de identidad de género y reconocimiento de los derechos de las personas transexuales. La norma, que fue referencia legal para otras comunidades, supuso la puesta en marcha de una unidad específica en materia de transexualidad (Unidad Navarra de Transexuales e Itersexos) dentro del servicio público de salud.

Sin embargo, lo que parecía un prometedor principio para la atención integral de este colectivo, quedó más tarde diluido entre los recortes presupuestarios y la falta de voluntad de los gobiernos de UPN para implantar su desarrollo. Reconociendo la parálisis a la que ha estado sometido el contenido de esta ley, todos los grupos de la Cámara han aprobado este jueves por unanimidad una resolución presentada por Bildu para instar al Gobierno de Barkos al “cumplimiento íntegro de la ley”, especialmente en lo relativo a las campañas de sensibilización, atención y acompañamiento a las familias de menores transexuales, así como lo relacionado con acciones en el ámbito educativo.

Se trata, como señala la resolución, de que exista voluntad política para “promover el conocimiento y el respeto hacia esta realidad”. Una situación que afecta a un centenar de menores en la Comunidad foral, según los datos de la Asociación de Familias de Menores transexuales Chrysalis, que recientemente mantuvo una sesión de trabajo con los grupos políticos y que ha sido el origen de la resolución presentada por Bildu en el Pleno.

Bildu recordó que “la transexualidad es la condición por la que el sexo de una persona no se corresponde con el sexo que se le asignó al nacer en atención a sus genitales”. Según los datos ofrecidos por Chrysalis, la tasa de suicidio entre menores “a quienes en su infancia se les negó su identidad” es del 41%, mientras que la tasa de la población general baja hasta el 1,6%. “La diferencia entre acompañar a un menor en situación de transexualidad o negar su identidad puede ser abismal”, mantiene la asociación.

Por ello, Bildu pidió ayer el compromiso de los grupos para desarrollar la ley de 2009 y dotarla de contenido para que, como reclama la asociación, estos menores puedan “recibir de la Administración foral una atención integral y adecuada a sus necesidades médicas, psicológicas, jurídicas y de otra índole, en igualdad de condiciones con el resto de la ciudadanía, dentro del ámbito competencial que corresponde a Navarra”.

Así es la vida de Eli, una de las primeras niñas transexuales de España

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Reportaje fotográfico de Marika Puicher

Eli tiene 12 años, el pelo largo, la voz dulce… y es una niña alegre. No siempre fue así: durante un tiempo, de los tres a los seis años, se enfadaba a menudo. Pero cuando hizo el tránsito -como llaman en argot al momento en el que se pasa del sexo biológico al sexo sentido cuando ambos no concuerdan- el sofocón se le pasó de golpe.

Ahora vive con sus padres, Violeta y Miguel Ángel, y sus dos hermanos, Jaime y Nacho, en Fuenlabrada (Madrid). Su piso luminoso acusa el caos de alojar a tres preadolescentes: juegos, libros, revoltijos de ropa… En el salón reina una reproducción del Guernica de Picasso, una oda a la barbarie y la resistencia.

El padre trabaja en seguridad de salas del Museo del Prado. Quizá esta cercanía con el arte influyó en la idea inicial de Eli de ser diseñadora. Después se interesó por la Biología, pero ahora le tira más el Periodismo. Puede que por sus ganas de que la «vean y entiendan», como le dice a su madre cada vez que toca algún papeleo. «Un esfuerzo constante», apostilla Violeta.

Eli fue la primera niña diagnosticada con disforia de género en la Comunidad de Madrid, hace ya ocho años. Es una pionera en España: ahora se cuentan por decenas, incluso centenares, dicen los expertos. Y hoy tiene una vida plenamente normalizada. Todo gracias a una familia que optó por la visibilidad desde el principio. El reportaje fotográfico que acompaña este texto, que ganó el último Pride Photo Award, el más prestigioso de fotografía de diversidad de género y sexual, es una muestra de ello. «Participar es una forma de visibilizarnos, y de que las familias encuentren entidades y no se vean solas», explica Violeta.

Solos como ellos se vieron una vez. La historia de Eli comienza como la de muchos niños. Con dos años, ya preguntaba: «¿Estoy guapa, mamá?». También cogía la ropa y las muñecas de sus primas. «Ahí es donde me di cuenta de que algo pasaba», rememora Violeta, antigua propietaria de un salón de belleza.

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Eli aborrecía la ropa de chico y se las arreglaba para no ponérsela. «Montaba unos pollos impresionantes», dice la madre. «Le ponía camisas y me decía que se ahogaba, con los pantalones que no podía cerrar las piernas». Su tía materna empezó a darle vestidos, porque, si no, escondía los de sus primas: «Me preguntaba que qué había sido yo de pequeña, si niño o niña, y se tapaba la colita».

Hoy, a Eli le encantan los vestidos y las faldas, con las que luce sus largas piernas. También le gustan el rosa y los estampados de flores. «Para los niños es algo natural y siempre encuentran una forma de expresarse», dice la psicóloga infantil Laura Aut. «Ellos son así, no estamos hablando de nada fingido, inculcado, son demasiado pequeños».

Aquellos primeros años fueron de incertidumbre, de falta de información y demiedo al qué dirán, reconoce Violeta, socia de la Fundación Daniela y de COGAM (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid). «Un día, cuando tenía cuatro años, le corté el pelo después de una visita al psicólogo, porque me dijo que quizás yo quería una niña después del niño…», explica. «Luego me sentí tan mal… Entonces decidimos que era muy pequeña, y que dejaríamos que se expresara como quisiera».

Fue una vuelta de tuerca en la vida de Eli, mucho antes de que las administraciones emprendieran cambios en las políticas de identidad de género que aún no han llegado a todas las provincias de España. En 2012 el DSM-5, el manual de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría, referencia mundial en la materia, dejó de considerar la transexualidad como una patología. Pero no fue hasta octubre pasado cuando la Unidad de Identidad de Género del Hospital Ramón y Cajal quitó la palabra trastorno de su nombre. Aún hoy la Organización Mundial de la Salud (OMS) todavía incluye la disforia en su lista de enfermedades mentales.

Hoy los días de Eli transcurren entre la escuela, los deberes, y la familia. Después de clase aprovecha para jugar un rato con su dos mejores amigas, con las que forma una piña. «Antes iba a más actividades extraescolares, pero ahora la economía no nos lo permite», explica su madre. «Pero no las echo en falta, hago muchas cosas con mis hermanas y sus primos».

A Eli le encanta dibujar y se le da especialmente bien escribir. Con su padre y sus hermanos juega a squash y va a la piscina los fines de semana (con el cole prefiere evitarla). También visitan el Prado. «Le llama especialmente la atención El jardín de las delicias de El Bosco por la diversidad que representa, porque no hay un estereotipo de hombre y mujer», cuenta Miguel Ángel.

De princesa, de hada… Eli va al cole vestida como quería. Al principio, sus padres le advirtieron de que quizás sus compañeros se meterían con ella. «Me da igual», respondió. Y así, sin saberlo, se convirtió en uno de los primeros menores activistas de su condición.

Intervenir precozmente es clave en el desarrollo de los niños transgénero, segúnJose Luis Pedreira Massa, doctor en Psiquiatría Infantil. «No existe tratamiento de rectificación, sino ayuda, progresión y tomar determinaciones para beneficio del niño y para compresión por parte de las familias», dice. «Al adolescente con dudas de identidad sexual hay que orientarle, explicarle la respuesta sexual humana con claridad, no moralidad».

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Violeta cuenta que no siempre ha encontrado buenos profesionales. Desde que Eli tenía tres años, los psiquiatras le decían que la niña era muy pequeña para decidir. «Dicen que el 80% puede cambiar de opinión», dice. «Pero, ¿qué estadísticas usan? ¡Si no existen! Hay niños a los que se les ha diagnosticado esquizofrenia, o se les ha recetado medicación para la hiperactividad».

También menciona estas cifras Nuria Asenjo, psicóloga de la Unidad de Identidad de Género del Hospital Ramón y Cajal (Madrid), pero las pone en su contexto. «Son estadísticas de uno de los pocos países que tiene datos, Holanda», dice. «Hicieron un estudio con 900 niños de los que se mantienen sólo el 20% de los que entraron con 12 años. Sin embargo, no son cifras muy fiables, porque no hubo filtros previos».

Hoy, en el Ramón y Cajal atienden a 100 personas, entre ellas Eli, una de sus primeras pacientes. «El crecimiento ha sido exponencial», dice Asenjo. «En parte gracias a la labor de visibilización de colectivos y medios de comunicación. Ahora las familias pueden identificarse. Estamos desbordados».

A los seis años, Eli ya iba a clase como niña. Sus padres pidieron a los profesores que dejaran de dirigirse a ella como a un varón. La madre recuerda con ternura la explicación que uno de los maestros dio a los alumnos: «A partir de ahora Fernando se llamará Eli: sus padres se habían confundido y era una niña».

Ni profesores, ni médicos, ni psicólogos tenían experiencia. También hablaron con los padres de los alumnos. «Les comentamos que lo único que pedíamos era respeto», dicen los padres. «Si a un niño le llaman gordito un día no pasa nada. Pero si sucede cada día, eso es acoso, y es denunciable».

Fue entonces cuando las rabietas y los terrores nocturnos que había tenido desde los tres años desaparecieron. «Mis primeros años me fueron muy bien, cuando hice el cambio a nadie le costó asimilar que yo era Eli. Y mis amigas me apoyaban y me defendían».

Por desgracia no siempre es así. Laura Aut explica que la mayoría de casos llegan a su consulta por el estigma social. «Los síntomas más depresivos, más ansiosos, no se dan por el cambio de género, sino por el no sentirse aceptado. Esto sería lo más importante, que la sociedad lo aceptara. Pero en los coles, por ejemplo, no existen recursos, y los profesores no tienen a dónde ir», explica.

La Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) afirma que más de la mitad de los jóvenes de este colectivo sufre acoso escolar. El porcentaje aumenta en los transexuales porque son más visibles. «Es un sufrimiento para ellos, pero la enfermedad la tienen los demás: se llama intolerancia», afirma, rotundo, Miguel Ángel, el padre de Eli.

Familias y colectivos como la Fundación Daniela reclaman así mismo una ley estatal integral, que incluya los avances de las normas autonómicas de Navarra, País Vasco, Extremadura o Andalucía. «Eli tiene la documentación con nombre unisex desde los 7 años», dice Violeta. «Según quién te toque puedes conseguir el cambio de nombre en el DNI o no. Dependes de la buena fe de los jueces. Algunos permiten poner el nombre que quiere el niño, mientras que en otras ocasiones, como hicimos nosotros, aceptan porque es un nombre unisex. Necesitas 10 documentos, un certificado de la unidad de trastorno de identidad, para lo cual debes llevar al menos un año en tratamiento, otro forense que certifica que padre y madre estamos sanos mentalmente…».

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Según la fundación Chrysallis sólo 30 menores han conseguido completar este proceso en España. Eli lo recuerda como «una de las cosas» que la han hecho «más feliz» en estos años. «Fui a Segovia sólo para hacerme el DNI para el tema del cambio de nombre, y además estuvimos pasando el día», explica.

Para cambiar la casilla del género tendrán que esperar. La ley establece que hay que ser mayor de edad, y cumplir dos requisitos: el informe que acredite la disforia y otro que certifique que el solicitante lleva dos años de tratamiento para acomodar su físico. «Para la reconstrucción genital también hay que esperar hasta los 18, pero antes hay que tomar las hormonas cruzadas, estrógenos, antiandrógenos… Hasta los 18, nada», explica Violeta.

Eli toma bloqueadores hormonales desde los 11 años, que paralizan el desarrollo de los caracteres masculinos hasta que tenga edad para decidir si quiere un tratamiento hormonal definitivo. Su efecto es reversible. Ellos lo pagan de su bolsillo, miles de euros al año, como ocurre en la mayoría de comunidades autónomas.

También acude cada dos meses al psiquiatra del Ramón y Cajal. «Aunque no lo necesita, pero para que conste», cuenta su familia. «Queremos tenerlo todo cubierto. Es necesario para el tratamiento de los bloqueadores».

Eli no tuvo dificultades para que le recetaran los inhibidores porque tenía informes desde los cuatro años, pero Violeta se queja porque los endocrinos los desaconsejan a niños de su condición, mientras que en otros casos los recomiendan. «Nos dicen que hacen que los niños se queden pequeños y no crezcan, que les puede afectar el desarrollo cognitivo… Sin embargo, se usan habitualmente para casos de desarrollo precoz, para parar la menstruación por ejemplo. Así qué, ¿cuál es la verdad? Vamos a una unidad especializada y no nos la explican».

Cada año, durante una semana, madre, hija, y el resto de la familia comparten experiencias en el campamento de la Fundación Daniela, una especie de paraíso para Eli. Aunque su vida transcurre tranquila, Violeta reconoce que la niña no va al viaje de fin de curso del cole «porque no se siente cómoda». La fundación organiza campamentos para jóvenes trans, de los 8 a los 18 años. «Ahí están muy cómodos, en la piscina con su pantaloncito, sin que nadie mire, con niños y niñas como ella. Hablan de cosas como si se van a arreglar el pecho, etc…», dice la madre. «La sociedad está preparada para entender todo esto: es la administración la que va atrasada, y no da información ni herramientas».

Las dificultades de ser mormón y transgénero: “No estoy loco. Es lo que soy”

  • Emmett Claren podría ser excomulgado por su activismo trans, pero cree que dejar su iglesia tendría consecuencias peores:  “¿Cómo voy a ayudar a la gente y cambiar las cosas si me voy?”
  • “El género forma parte de la identidad eterna que nos ha dado Dios. Por eso, la Iglesia no bautiza a quienes planean someterse a operaciones transexuales”, defiende un portavoz de la institución mormona
  • “En lugar de tener miedo a lo que no conocemos, me gustaría que aceptáramos a todo el mundo y amáramos incondicionalmente”, pide Brigit Pack, que ha creado un grupo de Facebook de apoyo a los mormones trans
Emmett Claren, hombre transgénero y mormón, de pequeño pedía a Dios todos los días 'Conviérteme en un chico ahora mismo'

Emmett Claren, hombre transgénero y mormón, de pequeño pedía a Dios todos los días: “Conviérteme en un chico ahora mismo” INSTAGRAM

A los 13 años, Emmett Claren solía tumbarse en medio de un campo de fútbol que había detrás de su casa, mirar al cielo y suplicar a Dios que le golpeara con un rayo y cambiara su cuerpo. “Le decía: ‘Tengo mucha fe. Creo en ti. Sé que puedes hacer cualquier cosa'”, recuerda Claren, que ahora tiene 22 años.

Este habitante de Utah y miembro de la Iglesia mormona es un hombre transgénero. Eso significa que al nacer se le asignó el sexo femenino, pero que desde muy pequeño supo que se identificaba como chico, aunque no aprendió el término “transgénero” hasta muchos años después. “Conviérteme en un chico ahora mismo”, dice Claren que le pedía a Dios todos los días. Pero sus oraciones nunca tuvieron respuesta.

Tras batallar con su fe y su identidad durante años y sufrir épocas de grave angustia mental, salió del armario como transgénero a los 21 años, y ahora presiona para que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (SUD) acepte a miembros trans. Claren pertenece a un movimiento cada vez mayor de mormones trans de Utah que luchan públicamente por la aceptación en una iglesia conservadora que lleva mucho tiempo marginando a las personas LGTB.

El activismo de Claren, en YouTube y en entrevistas en medios de comunicación de Utah, es arriesgado. Podría enfrentarse a medidas disciplinarias e incluso a la excomunión de una iglesia que siempre ha sido una parte fundamental de su comunidad, su fe y su identidad. Pero Claren también sabe de primera mano que, si los mormones trans no alzan su voz y si la iglesia no cambia de opinión sobre sus miembros LGTB, las consecuencias seguirán siendo nefastas y, en algunos casos, mortales.

La iglesia SUD –cuya sede principal está en Salt Lake City, a unos 60 km al norte de donde vive Claren, en Orem– provocó un rechazo significativo en noviembre de 2015. Desveló una nueva política anti-gays que establecía que los hijos de parejas del mismo sexo no pueden entrar en la iglesia hasta que cumplan los 18 años y no serán bautizados salvo que se vayan de casa de sus padres y repudien las relaciones homosexuales. Estas normas generaron preocupación sobre un posible aumento de la depresión y los suicidios entre los mormones LGTB y llevó a muchos a abandonar esa iglesia.

Ese es un motivo por el que el caso de Claren es único: se niega a irse. Al contrario, espera que su historia anime a otros miembros transgénero a salir del armario y quedarse en la iglesia, o a plantearse volver si ya han renunciado por miedo a la discriminación y a la excomunión. Mientras que la institución lleva tiempo oponiéndose al matrimonio entre personas del mismo sexo, no tiene una postura clara sobre las personas trans.

Personas trans excomulgadas

Presionados por este tema, los líderes mormones manifestaron hace poco que la iglesia no está familiarizada con asuntos trans y que tiene que aprender más sobre el tema. Algunos activistas LGTB han interpretado esas declaraciones con optimismo y esperan que la iglesia pueda plantearse aceptar a miembros trans.

Al ser preguntado por la política de la iglesia SUD sobre este tema, su portavoz Eric Hawkins responde por email que los obispos “reconocen que estas situaciones son difíciles y sensibles”, pero añade: “Creemos que el género forma parte de la identidad y el destino eternos que nos ha dado Dios. Por eso, la la Iglesia no bautiza a quienes planean someterse a operaciones transexuales, y quienes optan por ese proceso pueden ver en peligro su pertenencia a la institución”.

Bajo esas ambiguas directrices, algunos miembros transgénero de la iglesia, como Claren, han podido seguir activos bajo el amparo de obispos tolerantes. Pero, según Brigit Pack, que cofundó un grupo de Facebook de apoyo a los mormones trans y a sus familias, ha habido otras personas que han afrontado medidas disciplinarias, que en algunos casos implicaban tener que comprometerse a no presentarse según su identidad de género. Cuenta que otros miembros trans han sido excomulgados, es decir, formalmente expulsados.

“En la mayoría de los casos quieren de verdad seguir activos en la iglesia”, afirma Pack, una mujer de 37 años de Syracuse (Utah) cuya pareja salió del armario hace poco como transgénero. “En lugar de tener miedo a lo que no conocemos, me gustaría que aceptáramos a todo el mundo y amáramos incondicionalmente”.

No hay datos fiables sobre mormones transgénero. Pack dice que su grupo de Facebook tiene ya 87 miembros que se identifican como trans, y es probable que haya muchos más que aún no han descubierto el grupo o que se han dado a conocer.

Claren afirma que siempre supo que no era una chica, pero que pasó muchos años en su infancia intentando amoldarse a las normas de género y a las expectativas de su iglesia y de sus padres. A los catorce años intentó suicidarse por primera vez. No fue hasta los 17 cuando oyó a un amigo hablar de las personas transgénero, e inmediatamente supo que encajaba en esa identidad. “Fue algo como: ‘No soy el único que se siente así. No estoy loco. Es lo que soy'”, relata.

Después fue misionero mormón en Salt Lake City y entró en la Brigham Young University, un centro de educación superior gestionado por la iglesia SUD. Pero aún tenía dificultades para darse a conocer como transgénero, y al menos unaterapeuta le aconsejó lo contrario: “Me dijo: ‘Si este es el camino que vas a tomar, no puedo ayudarte’, y me abandonó”, recuerda Claren.

Cayó en una profunda depresión y volvió a intentar suicidarse a los 21. “Mi vida estaba acabada”, cuenta. “Rogaba a Dios para que me mantuviera vivo”.

Sin embargo, en un momento en el que estaba solo rezando en el campus, tuvo una revelación: que Dios lo amaba y lo aceptaba. Sabía que la universidad lo expulsaría en el momento en el que empezara a presentarse como un hombre e iniciase un proceso de transición, así que dejó la institución. El portavoz de la universidad Brett Crandall confirma por email esa normativa: “Vestirse o presentarse deliberadamente como miembro del sexo biológico opuesto es una expresión incompatible con el Código de Honor de la institución”.

Claren se trasladó a Utah, cambió de nombre y de pronombres y empezó a tratarse con testosterona. Este mes de abril tiene cita para someterse a un proceso de cirujía para que le quiten los pechos. Explica que sus padres han tenido dificultades para entenderlo y aceptarlo, pero que lo están intentando. Añade que, si la iglesia diera a su familia una orientación positiva, tendrían mucha más facilidad para aceptarlo.

Esa es una de las razones por las que permanece en la iglesia. “¿Cómo voy a ayudar a la gente y cambiar las cosas si me voy? Tengo que estar aquí para defenderme a mí y a otras personas como yo”. En este tiempo, Claren ha encontrado una comunidad de apoyo de mormones trans en Utah, y más personas en esta situación están alzando la voz.

“Nos apoyamos los unos a los otros”

“Todos nosotros sabemos lo que es estar solo y creer que eres el único”, afirma Ann Pack, la pareja de Brigit, que pasó por un proceso de transición hace dos años y sigue activa en la Iglesia mormona. “Acabar conectando no solo con otras personas trans, sino con personas trans en la iglesia, y ver que han pasado por experiencias similares a las tuyas, es muy grande”.

Grayson Moore, hombre transgénero de 21 años que pasó por su transición cuando tenía 16, da gracias a Dios por ayudar a los mormones trans de Utah a contactar y animarse unos a otros. “Parece que el señor de verdad está haciendo su trabajo al reunirnos a todos”, dice. “La comunidad SUD trans ahora existe. Cuando pasé por mi transición, no había nada”.

El lento crecimiento del activismo trans mormón ha sido emocionante de presenciar pero también estresante, cuenta Sara Jade Woodhouse, mujer trans de 50 años que vive en South Ogden, al norte de Salt Lake City. Espera que sus esfuerzos animen a la iglesia a acoger a las personas trans, pero teme que pueda tener el efecto contrario y llevar a la creación de una política anti-trans explícita. “Hemos visto lo que ha ocurrido con los mormones gays y lesbianas. Podrían hacer lo mismo con nosotros y emprender algunos cambios terribles”.

Moore dice que quiere ver un cambio en las actitudes de los líderes y miembros de la iglesia. No obstante, para él la principal prioridad por el momento es ayudar a los mormones trans a quererse y aceptarse a sí mismos: “Estamos muy centrados en apoyarnos y mantenernos vivos los unos a los otros”.

ERIKA SALVATIERRA SEXÓLOGA “Hay mil formas de ser mujeres y hombres”

PAMPLONA – Erika Salvatierra, sexóloga de Chrysallis, participó en el congreso científico celebrado por la Sociedad Vasco-Navarra de Pediatría, donde informó sobre los niños y niñas en situación de transexualidad ante un centenar de profesionales.

Erika Salvatierra, sexóloga

Erika Salvatierra, sexóloga. (OSKAR MONTERO)

Son cada vez más los casos que están viendo la luz de niños con vulva y niñas con pene, ¿por qué?

-La transexualidad siempre ha ido unida a una imagen de algo marginal y oscuro, y que solo se daba en adultos. Hasta ahora, ha sido una cuestión oculta y desconocida pero cada vez son más los menores en esta situación y, por ello, es muy importante visibilizar e informar a toda la sociedad sobre este tema. Desde nuestro nacimiento, y en relación a nuestros genitales, nos dicen si somos niños o niñas y cómo tenemos que ser, que jugar o que vestir, pero lo que tenemos que entender es que hay mil formas de ser mujeres y hombres.

¿Qué importancia tiene dar cabida a esta realidad en la infancia tanto para las familias como para los menores?

-Cada día que se le niega su verdadera identidad a un niño o niña, para ellos es un mundo. Cada etapa de la vida hay que vivirla plenamente y una infancia negada puede traer dificultades en un futuro. En cuanto los padres y madres, es habitual que tengan miedo porque existe un gran desconocimiento. Por eso, es importante que conozcan el relato de otras familias para que vean que no son los únicos y así poder escuchar y acompañar a sus hijos e hijas. – A.A. / Foto: Oskar Montero

El sexo sentido, su verdadera identidad

BEÑAT, DE 4 AÑOS, BUSCABA “DÍA TRAS DÍA” QUE SU FAMILIA Y ENTORNO ACEPTARA SU VERDADERO SER: UNA NIÑA CON PENE

Edurne Koch y Carlos Betelu, de Aizarotz, posan junto a su hija Beñat, de 4 años de edad

Edurne Koch y Carlos Betelu, de Aizarotz, posan junto a su hija Beñat, de 4 años de edad. (CEDIDA)

“Estos niños no deciden lo que quieren ser, sino que son. No es un capricho ni una opción, es su verdadera identidad”. Son palabras de Edurne Koch, madre de Beñat, una niña con pene de 4 años de edad.

La pequeña Beñat vive con sus padres, Carlos y Edurne, y junto con sus dos hermanos, Garazi y Unax, de 12 y 10 años, en la localidad del valle de Basaburua de Aizarotz. Ellos, su entorno más directo, han sido testigos directos de la “lucha y obsesión de Beñat” en su “reclamación por su verdadera identidad”, desde antes de poder expresarse con palabras.

“Siempre nos ha dado pistas”, señala su madre, Edurne Koch. “A los 2 años empezó a pedir regalos que socialmente conocemos como fememinos, a ver dibujos animados de princesas y sirenitas. Tenía una gran obsesión por el rosa, las mallas o por llevar faldas”, cosa que a los de casa “no nos preocupaba ya que siempre hemos apoyado una educación libre de nuestros hijos. Pensábamos que su comportamiento hacia la estética y el juego femenino era parte de su crecimiento y cuestión de gusto”.

Al comenzar el segundo año de la escuela, Beñat comenzó a expresarse verbalmente con soltura y es entonces cuando empezó a “reclamar claramente un día si y otro también su identidad”, cuenta Edurne. Así, la pequeña preguntaba a su madre constantemente “Ni neska naiz ama?”(¿Soy una chica mamá?) “Buscaba una afirmación pero yo siempre le decía: ‘Tú serás lo que tú sientas y quieras Beñat” pero la niña no se contentaba con eso. “Me pedía que me dirigiera a ella en femenino”, destaca Koch.

Asimismo, la pequeña decía ser “una princesa” o “Beñat guapa” y hasta empezó a rechazar a su padre por ser “mutikoa”(chico). En busca de respuestas, Edurne, en una visita a la pediatra, vio la ocasión de preguntar sobre la situación que estaban viviendo en casa. “La pediatra me dijo que esta tendencia de Beñat parecía no ser un juego y me habló sobre Chrysallis. Tras ver un vídeo de una conferencias sobre transexualidad infantil, lo vi claro ya que estaba contando la historia de Beñat. Llegué a casa e inmediatamente le dije a mi marido que tenía que verlo”.

Tras ello, “lo vimos tan claro que no teníamos dudas de lo que estaba ocurriendo. Beñat nos estaba contando su relato y quién era”. Así, por fin llegó el día más esperado por la pequeña cuando preguntó a su madre “¿soy una niña?”, a lo que esta le respondió: “Bai maitia, tú eres una neska con pene y hay muchas niñas como tú”. “Su repuesta fue indescriptible y me la quedo para mí pero fue muy especial. Esto me hizo estar convencida al 100% de todo lo que estaba ocurriendo”, asegura Edurne. Carlos compartía la misma convicción que su mujer al igual que sus otros dos hijos, que no se vieron sorprendidos sino que exclamaron: ¡Ya lo sabíamos! “Decidimos dejarle que hiciera lo que sintiera. Beñat comenzó a relajarse y expresar con más fuerza su identidad al resto de familia, vecinos y escolares”, manifestó su padre.

“Al principio sientes miedo y pánico porque no lo entiendes, llegas a pensar: yo siendo su padre ¿qué he hecho mal?”, afirma Carlos. “Piensas que la transexualidad es algo marginal y no quieres eso para tu hija”. De esta manera, el matrimonio cuenta que “lloramos mucho porque, como padres, quieres lo mejor para tus hijos e hijas. ¿Cómo podemos educar negándoles quiénes son? Hemos vivido una especie de duelo, despides a tu niño para dar la bienvenida a una niña”.

“Es como si Beñat me hubiera puesto boca abajo, me hubiera sacudido y me habría vaciado los bolsillos de prejuicios para mirarle con ojos nuevos. Ahora lo miro y veo que es natural lo que siente y me pregunto: ¿quién soy yo para juzgar esto?”, se cuestiona Carlos. “Soy su padre y lo que tengo que hacer es acompañarle para que tenga una vida lo más feliz posible”. Actualmente, su familia ya se dirige a Beñat como a una niña y ella, de momento, no ha expresado ninguna intención de cambiar su nombre.

ENTORNO SOCIAL “Es verdad que notábamos miradas al llevar a Beñat con vestidos”, cuenta Edurne. “Como entendíamos que esa tensión para la pequeña no era buena, decidimos realizar el tránsito social lo antes posible. Primero, al resto de la familia, la cual tuvo una reacción de respeto y luego, al entorno escolar y a los vecinos del pueblo”.

El matrimonio, junto con Chrysallis, organizó una charla a la cual acudió abundante público para “conocer esta realidad y el caso de Beñat”. “Queríamos hacerles entender que, cuando naces, te miran si tienes vulva o pene y te asignan un sexo. Pero ¿acaso al estar vestidos vamos mirando qué genitales tiene uno y otro para referirnos a ellos?”, pregunta Carlos. Lo que necesitan los niños y niñas es que la sociedad acepte esta diversidad, los quieran tal y como son.

Un centenar de menores, en situación de transexualidad

La Asociación de Familias de Menores Transexuales Chrysallis Euskal Herria, en su visita al Parlamento foral

La Asociación de Familias de Menores Transexuales Chrysallis Euskal Herria, en su visita al Parlamento foral. (JAVIER BERGASA)

PAMPLONA -Alrededor de 100 menores en Navarra se encuentran en situación de transexualidad, que “no es ni una enfermedad, ni un trastorno” sino que “una variante más de la diversidad humana”. Así lo manifestó el pasado 11 de marzo en el Parlamento foral la Asociación de Familias de Menores Transexuales Chrysallis Euskal Herria, de la que forman parte ocho familias navarras “con niños con vulva y niñas con pene”.

“La transexualidad es la condición por la que el sexo de una persona, su sexo sentido, no corresponde con el sexo que se le asignó al nacer en atención a sus genitales”, según recalcó la asociación, la cual también aseguró que la prevalencia de la transexualidad, según informes oficiales, “es de 1 de cada 1.000 personas y que supondría en Navarra la existencia de unos 100 menores en situación de transexualidad”. Son en total 24 familias con menores en situación de transexualidad las que forman parte de Chrysallis, que agrupa a familias de Navarra, Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, de las cuales 8 son navarras.

Otras de las cuestiones que trató la Asociación de Familias de Menores Transexuales Chrysallis Euskal Herria fue la tasa de suicidio de estos menores: “A quienes en su infancia se les negó su identidad es del 41% mientras la población general es de un 1,6%”. “La diferencia entre acompañar a un niño o una niña en situación de transexualidad o negar su identidad puede ser abismal”, manifestaron representantes de Chrysallis. “En cambio, los resultados de una investigación que se realizó con jóvenes transexuales a quienes se respetó su identidad y se les acompañó desde sus familias se observó que los indicadores de calidad de vida, autoestima y felicidad”, entre otras cuestiones, “fueron similares o incluso mejores que el resto de chicos y chicas de su edad”, destacaron.

PETICIÓN DE CHRYSALLIS La Comunidad Foral fue pionera al aprobar en 2009 la ley de no discriminación por motivos de identidad de género y de reconocimiento de los derechos de las personas transexuales en Navarra. Esta ley se convirtió, por aquel entonces, en referente para otras comunidades autónomas. Así, tal como establece la ley, se puso en marcha la unidad de referencia en materia de transexualidad dentro del Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea, bajo el nombre de Unidad Navarra de Transexuales e Intersexos (UNATI).

Sin embargo, la mayor parte de las medidas y disposiciones que se aprobaron junto con esta normativa, según la asociación, “no han sido posteriormente desarrolladas, lo que resulta imprescindible para que se haga cumplir con los objetivos planteado con la ley”. De este modo, Chrysallis exige que se garantice “el derecho de las personas cuya identidad sexual no coincide con el sexo que se les asignó al nacer en atención a sus genitales”, además de “recibir de la Administración Foral una atención integral y adecuada a sus necesidades médicas, psicológicas, jurídicas y de otra índole, en igualdad de condiciones con el resto de la ciudadanía, dentro del ámbito competencial que corresponde a Navarra”.

El Post-it

Chrysallis. Desde 2015 agrupa a familias de Navarra y de la CAV para la atención, ayuda, asesoramiento y formación sobre menores transexuales, así como una red de apoyo mutuo. Por otro lado, se dedica a la defensa de los derechos de estos menores en todos los ámbitos además de la formación, transmisión de información y visibilización de esta realidad a profesionales del ámbito educativo, sanitario y jurídico, entre otros. El número de contacto de la asociación es 685 767 790 o a través de euskadi@chrysallis.org.es.