La plataforma Hazte Oír ha puesto en circulación un autobús con un mensaje tránsfobo: “Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo”. El autobús actualmente está en Madrid, pero recorrerá varias ciudades españolas. La asociación sostiene en Actuall, su página web, que las frases del autobús están ratificadas “por la ciencia médica”. Hemos hablado con una psiquiatra, una pediatra y una psicóloga para hacerles algunas preguntas muy básicas sobre la transexualidad y lo cierto es que Hazte Oír no da ni una.
¿Es cierto lo que dice el autobús? ¿La identidad sexual se corresponde con los órganos sexuales?
“No tiene nada que ver -afirma al teléfono María del Pilar González Solano, pediatra y vicepresidenta de la Sociedad de Pediatría de Madrid y Castilla-La Mancha-. Una cosa es el sexo biológico, el que se asigna socialmente al nacer según nuestros órganos sexuales, y otra cosa es la identidad, es decir, si te sientes hombre o mujer. La identidad depende del cerebro”.
Como apunta por correo electrónico la psicóloga Marta Pascual, “cuando nacemos nos asignan un sexo en función principalmente de unos caracteres primarios (genitales externos e internos, entre otros)”. Pero lo que nos llevará a definirnos como niños o como niñas “es la experiencia vivencial; es decir, el cómo sentimos ese cuerpo que somos”. En el caso de las personas transexuales, “la vivencia de su cuerpo no se corresponde con las estructuras que tiene”.
Como recuerda la doctora Harriet Hall en este artículo, los órganos sexuales no son los únicos factores que “determinan el sexo y el género, y ninguno de ellos es un simple blanco y negro”. Hall menciona los cromosomas, los efectos de las hormonas intrauterinas, la educación, el comportamiento, la identidad e incluso el aspecto social (por ejemplo, ¿qué pronombre usa esa persona para referirse a sí misma?).
“No hay un test simple que lo determine. No es una dicotomía, sino un espectro multidimensional”, escribe Hall. Ni siquiera hay una regla biológia clara para determinar el sexo de cada persona, recordaba EL PAÍS: ni cromosomas ni hormonas. Esto no quiere decir que la clasificación binaria no sea útil a menudo, ni que no sea habitual la concordancia de los factores que determinan el género, sino que estas categorías “no son absolutas”.
¿Cuándo se forma esta identidad sexual?
“Aunque es posible que se dé antes, se empieza a palpar a partir de los dos años -explica González-. A partir de esa edad nos reconocemos como niños, niñas, los dos o ninguno”. La edad a la que se nota esta identidad puede variar para cada persona. La doctora compara este proceso con aprender a caminar, que comienza a ocurrir a los 12 meses, pero también puede darse de un modo normal a los 9 o a los 15.
Esther Gómez, psiquiatra del Hospital Clínic de Barcelona, nos explica por correo electrónico que “la mayoría de las personas transexuales, no todas, explican que ya en la infancia se sentían diferentes, y tenían comportamientos, intereses o preferencias más características del otro sexo”.
Un error habitual en este tema es creer que la transexualidad solo es cosa de adultos, como recuerda Pascual: “La vivencia de una identidad trans aparece en la infancia”. Pascual apunta que a partir de los 6 años los niños adquieren la llamada “constancia sexual, que supone una autoclasificación clara”.
¿Es lo mismo identidad sexual y orientación sexual?
No. Como explica Pascual, “identidad sexual es cómo nos definimos, sentimos y experimentamos como mujeres o como hombres”, mientras que la orientación sexual se refiere a “nuestro deseo erótico o sexual”. Por ejemplo, un hombre trangénero puede verse atraído por mujeres (e identificarse como heterosexual), pero también por hombres o por ambos.
¿Qué efectos tienen mensajes como los de Hazte Oír en los niños y niñas transgénero?
“El mismo que cuando les persiguen en el patio del colegio o les desprecian los profesores, o cuando son estigmatizados y arrinconados por padres y hermanos”, explica González, que se pregunta por las personas que han participado en el diseño de ese autobús: “Si tienen en su casa a un niño o a una niña trans, ¿qué trato le van a dar? Le van a reprimir, a machacar, a martirizar”.
Según datos recogidos por la Fundación Daniela, el 49% de los niños y adolescentes trans cuenta con apoyo de su familia, en comparación con el 79% en el caso de los CIS (cuya identidad se corresponde con el sexo asignado al nacer). En España, el 90% de los niños y adolescentes LGTB ha sufrido acoso escolar. Además de eso y según recogía EL PAÍS, más del 70% de los adultos transgénero está en paro. Las tasas de suicidio y de depresión son ocho y seis veces más altas en el caso de las personas transgénero que en la media de la población.
Pero esta exclusión no es inevitable: González nos remite a un estudio publicado en la revista científica estadounidense Pediatrics, según el cual los niños trans que reciben el apoyo de su entorno no sufren más depresión que otros niños “y solo elevaciones mínimas en su ansiedad”. González nos recuerda que “los niños lo aceptan y lo entienden todo. El problema lo tenemos los adultos”. En Verne recogimos también la experiencia de Cristina Palacios, madre de una niña transgénero: “Mi hija es trans y me gustaría que jamás le robásemos su alegría”.
Además de eso, este mensaje de Hazte Oír “no tiene ningún fundamento, y solo es fruto de una ideología no soportada por una realidad muy bien conocida. Genera confusión social”, apunta la doctora Gómez.
¿Cuál es la diferencia entre transgénero e intersexualidad?
Algunos, como la asociación Hazte Oír, confunden a menudo estos términos. Las personas con genitales intersexuales tienen una anatomía que no encaja en las definiciones típicas, lo que ocurre en uno de cada 2.000 nacimientos, según el National Center for Transgender Equality.
Hay muchas clases: “Por ejemplo, algunas personas nacen con genes XY [definidos como hombres], pero tienen genitales femeninos”. Otras personas “pueden tener cromosomas XX, pero no un útero o una anatomía externa que no parezca ni masculina ni femenina de forma clara”. En Verne publicamos la experiencia de Gabriel J. Martín, en un artículo titulado “La barba me dio la razón: aunque me criaran como una niña, yo era un niño”.
En cambio, la transexualidad tiene que ver con la identidad. Por lo general, una persona transexual nace con un cuerpo que encaja con lo que identificamos como hombre o mujer, pero sabe que su identidad de género es diferente.
¿Qué pueden hacer los padres para ayudar a su hijo transgénero?
Gómez destaca la labor de muchos padres, tanto de forma individual como con asociaciones de padres como Chrisalys y la Fundación Daniela: “Están haciendo una gran labor de asesoramiento a otros padres y en las escuelas”, ayudando a “entender los sentimientos de estas personas, prevenir su sufrimiento, y facilitar la aceptación social de la diversidad”.
Pascual recuerda que padres y madres deben acompañar a sus hijos “en su proceso de construirse como personas únicas”. Y les recuerda que “van a sentirse perdidos, no entenderán nada al principio, pero tienen que empezar por ver y reconocer lo que su niña o su niño les dice”, además de “buscar toda la información y el apoyo que necesiten para poder comprender y aceptar cómo se siente y quién es su hija o hijo”.
Es decir, como resume González, “los padres deben ser padres. Deben cuidar y atender a sus hijos, para que crezcan sanos física y psicológicamente”.
¿La transexualidad es una enfermedad mental?
“No, por supuesto que no es una enfermedad mental -explica la doctora Gómez, psiquiatra-, pero sí suele producir un importante sufrimiento psicológico”.
González añade que gran parte del sufrimiento causado a las personas transgénero ha venido causado por la “patologización” de la transexualidad. La pediatra subraya que “la transexualidad no es una moda. Existe desde siempre”, pero durante mucho tiempo “ha estado muy oculta, al estar prohibida o inhibida, lo que provocó mucho sufrimiento a muchas personas”.
En cuanto a las supuestas terapias para que estas personas acepten el sexo asignado al nacer, “tienen la misma validez que las que pretenden modificar nuestra orientación sexual -afirma Pascual-. Son absolutamente estériles”. Gómez añade que estos métodos fueron abandonados”.
Entonces, ¿qué es la disforia sexual?
Se trata de un término médico incluido en el DSM-5, el manual de psiquiatría de referencia. Este término se utiliza, como explica González, cuando una persona “se siente realmente mal con el género asignado, llevando a síntomas como la angustia y la desesperación”. La doctora recuerda que “no le pasa a todas las personas trans. Muchas admiten su cuerpo y no quieren operarse, por ejemplo”. Este manual de trastornos psiquiátricos no incluye el trastorno de identidad de género como enfermedad desde su quinta edición, publicada en 2013. Se trataba de una antigua reclamación de los transexuales, incluidos los entre 7.000 y 12.000 que viven en España.
¿Qué es el proceso de transición?
“Es el proceso que viven aquellas personas transexuales que inician tratamientos a distintos niveles (estéticos, médicos, quirúrgicos, etcétera) para modificar sus caracteres sexuales primarios y secundarios, y pasar del sexo asignado al sexo vivido”, explica Pascual.
Como recoge la web de la Fundación Daniela, que lucha contra la discriminación de niños y menores transexuales y con la que colabora la doctora González, “no hay una manera correcta de realizar la transición. Algunos niños y/o adultos llevan a cabo una transición social, realizando cambios en su manera de vestir, eligiendo el nombre con el que se sienten identificados, algunos también realizan tratamientos hormonales”. Cuando son adultos, pueden pasar por procedimientos médicos, como la reasignación de sexo. “Elegir o no pasar por cualquiera de estos tratamientos es algo que cada persona decide en función de sus necesidades o expectativas”.
Por cierto, desde 2007, las personas transexuales pueden cambiar su nombre y sexo en sus documentos de identidad españoles sin necesidad de someterse a una operación de reasignación de sexo y sin procedimiento judicial. En algunos casos ya se ha admitido este cambio en documentos de niños.
¿Por qué es importante que una persona trans pueda escoger el baño público que le corresponde?
“Todas las personas necesitan vivir y moverse en un entorno con el que se sienten identificados”, recuerda Pascual, a lo que González añade que se trata de “un derecho fundamental”. Y explica: “Todos los tratados internacionales sobre los derechos de los niños incluyen el derecho a ser quien es en todos los aspectos de su vida. Se trata además de un derecho de personalidad, no civil, por lo que no se puede ejercer por representación”.
Hazte Oír se niega a esta medida con el argumento de que si las personas trans pueden usar el baño que quieran, los agresores sexuales aprovecharían para hacerse pasar por mujeres transgénero y colarse en su baño. Como explica PolitiFact, una web que se verifica la veracidad de declaracioes políticas, esto no es más que un mito: no ha habido incrementos en los delitos sexuales en los Estados y en los distritos escolares estadounidenses en los que se permitía a cada persona escoger el baño que considerara adecuado.
Es más, como añade la revista Time, lo habitual es lo contrario: “El 70% de las personas transgénero han sido víctimas de insultos en un contexto de baños segregados y casi el 10% ha denunciado violencia física”. Las agresiones son consecuencia de no poder ir al baño que se corresponde con su identidad y parecer, precisamente, fuera de lugar. La revista añade: “Probablemente ya has coincidido en el baño con una persona trans sin saberlo”.
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