Condenan a un pastelero por negarse a hacer una tarta con un lema a favor del matrimonio gay

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Una tarta como esta se negaron a hacer en la pastelería que ha sido condenada por discriminación sexual. Queerspace Belfast (Facebook)

Noticia publicada en La Información

La Justicia de Irlanda del Norte ha confirmado la sentencia condenatoria contra los propietarios de una pastelería que se negaron a elaborar una tarta con un lema favorable al matrimonio homosexual.

Los tribunales habían condenado por el mismo motivo el año pasado a los dueños de la pastelería ‘Ashers Bakery’, la familia McArthur. Ellos apelaron la sentencia aduciendo que sus creencias cristianas les impedía contribuir a la promoción del matrimonio gay. Pero los tribunales no admitieron sus planteamientos, y les ha obligado a pagar 500 libras (554 euros) por discriminación sexual.

Los hechos se remontan a mayo de 2014, cuando el activista gay Gareth Lee entró al local y pidió una tarta con la imagen de Epi y Blas, populares marionetas de la serie infantil Barrio Sésamo que también son símbolos del matrimonio homosexual en ambientes LGTB. Quería partir el pastel en un evento del día internacional contra la Homofobia de aquel año.

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Los dueños de la pastelería se negaron a ejecutar el encargo por razones de conciencia, puesto que ellos eran “profundamente cristianos”, y su religión no admite el matrimonio entre personas del mismo sexto. Tampoco querían que el público se llevase la impresión de que su establecimiento estaba a favor del matrimonio gay.

Un negocio de comida, no un grupo religioso

Gareth Lee decidió entonces denunciar al negocio ante la Comisión de Igualdad de Irlanda del Norte. En 2015, la juez encargada del caso sentenció que la pastelería tenía la obligación de satisfacer la demanda, pues era un negocio de comida y no un grupo religioso.

Los pasteleros apelaron pero el Tribunal encargado de revisar el caso volvió a fallar en contra de los comerciantes. Y ha puesto un ejemplo con fechas cercanas. “El hecho de que un pastelero confeccione un pastel con imágenes de brujas en Halloween no significa que apoye esta fiesta“.

Daniel McArthur, portavoz de la familia de pasteleros, declaró que “lasentencia socava la libertad religiosa, la libertad democrática y la libertad de expresión”. Un exministro norirlardés apoyó a la familia y calificó de “horrible” la decisión judicial.

McArthur recordó que los jueces habían admitido que los pasteleros desconocían que Lee era homosexual, y que por tanto no se podía hablar de discriminación: “Siempre hemos dicho que no era por el cliente, sino por el mensaje, y el tribunal aceptó eso, pero ahora se nos dice que tenemos que promover un mensaje que va contra nuestra conciencia”.

“A todos o a ninguno”

Uno de los jueces encargados de redactar la sentencia manifestó que “el comerciante puede proporcionar el servicio a todos o a ninguno, pero no a una selección de clientes basándose en prohibiciones. Los pasteleros podrían negarse a hacer tartas con mensajes políticos o religiosos, pero no en función de su propia visión de las orientaciones sexuales”.

El activista gay que interpuso la demanda celebró la resolución judicial con varios compañeros y declaró sentirse “aliviado y agradecido por la sentencia”.

El gobierno autónomo de Irlanda del Norte aprobó en 2005 una ley que avala la unión civil entre personas del mismo sexo. A efectos prácticos, garantiza los mismos derechos y obligaciones que los matrimonios heterosexuales. Pero esta unión no recibe el nombre de “matrimonio”, por lo que continúa siendo una reivindicación del colectivo de homosexuales.

Denuncian una agresión homófoba en Madrid al grito de “maricón, ¿tú eres chico o chica?”

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Manifestación contra la homofobia / EFE EFE

Una nueva agresión homófoba ha sido denunciada en Madrid. Ocurrió en la madrugada del pasado sábado, a las puertas de un local de ocio en las inmediaciones de Plaza España. Según el relato del chico y las dos chicas que han interpuesto una denuncia ante la Policía, se encontraban en la puerta de la discoteca –considerada para “público LGTBI”– cuando un grupo de entre ocho y diez personas empezaron a increpar al hombre.

“Maricón, ¿tu eres chico o chica?”, le gritaban. La organización LGTB Arcópoli, que ha hecho públicos los hechos, asegura que acto seguido uno de los agresores le agarró del pelo y le gritó “eres un personaje, ¿vas de putita o de transexual?”. Además, “le abofeteó en la cara” y “le tiraron un vaso lleno de bebida por la cara”.  Con esta, son 198 el número de agresiones homófobas o tránsfobas registradas solo en la Comunidad de Madrid en lo que va de año.

“Cuando otro de los agresores que estaba insultando se acercó a la víctima con intención de agredirle, las amigas le protegieron y evitaron la embestida. Finalmente las víctimas consiguieron escapar y los agresores siguieron increpando y amenazando a otros grupos de chicos en las inmediaciones del local”, cuenta la organización en un comunicado.

El hombre ha destacado “la gran profesionalidad  de la Policía Municipal al tratarles y su concienciación desde el primer momento con los delitos de odio”. Por su parte, el Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia se ha trasladado lo sucedido a la Fiscalía de Delitos de Odio, al Comisario de Delitos de Odio de la Comunidad de Madrid y a la Unidad de Gestión de La Diversidad de Policía Municipal.

“Las agresiones homófobas se siguen produciendo con absoluta sensación de impunidad y es algo contra lo que tenemos que luchar con contundencia.”, asegura  Yago Blando, responsable del Observatorio, que hace hincapié en que los agresores acudieron a un lugar “donde sabían que había integrantes del colectivo LGTB con  la clara intención de infundir el miedo y agredir para transmitirnos un mensaje de odio muy claro que vamos a combatir con todas nuestras fuerzas”.

Denuncian una nueva agresión homófoba frente a una discoteca de Madrid

Arcópoli asegura que uno de los supuestos agresores cogió a la víctima del pelo y le gritó: “Eres un personaje, ¿vas de putita o de transexual?”. Después, le agredió

MADRID.- La asociación Arcópoli ha denunciado una nueva agresión homófoba que tuvo lugar este fin de semana cerca de la Plaza de España, en Madrid, en la que “varios grupos” de personas que estaban frente a una discoteca “recibieron insultos y agresiones físicas por su orientación sexual”.

Con este suceso, el observatorio madrileño contra la LGTBfobia ha contabilizado en lo que va de año un total de 198 agresiones homófobas. “Un dato preocupante, máxime cuando no notamos ninguna disminución durante estos meses en el índice de agresiones”, apuntan desde Arcópoli.

La supuesta agresión tuvo lugar en la madrugada del pasado sábado en un local “de ambiente”, según ha señalado en un comunicado esta asociación que trabaja en la defensa de los derechos de colectivo LGTBi (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales).

En este caso, J.P., de 20 años, y dos amigas estaban en la puerta de una discoteca cuando un grupo de entre ocho y diez personas “empezaron a increparlo al grito de maricón” y con preguntas como “¿Tú qué eres chico o chica? ¿De qué vais?”.

Arcópoli asegura que uno de los supuestos agresores cogió a J.P. del pelo y le gritó: “Eres un personaje, ¿vas de putita o de transexual?”. A continuación, las amigas de J.P. pidieron a este grupo que lo dejase en paz, pero uno de ellos, sin hacerles caso, “cogió a la víctima, le abofeteó en la cara” y le tiró “un vaso lleno de bebida”.

“Cuando otro de los agresores que estaba insultando se acercó a la víctima con intención de agredirle, las amigas le protegieron y evitaron la embestida”, apuntan desde la asociación. Con todo, según la versión de las supuestas víctimas, “los agresores siguieron increpando y amenazando a otros grupos de chicos en las inmediaciones del local”.

J.P. y sus amigas, que consiguieron escapar, han interpuesto una denuncia en la comisaría de Moncloa y desde el observatorio madrileño contra la LGTBfobia se ha trasladado lo sucedido a la Fiscalía de Delitos de Odio, al Comisario de Delitos de Odio de la Comunidad de Madrid y a la Unidad de Gestión de La Diversidad de Policía Municipal.

“Las agresiones homófobas se siguen produciendo con absoluta sensación de impunidad y es algo contra lo que tenemos que luchar con contundencia”, ha declarado el coordinador de Arcópoli y responsable del observatorio, Yago Blando.

Denuncia acoso por ser transexual

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Daniel Román muestra la denuncia presentada en los Juzgados de lo Social.

«Han vuelto a lo mismo. Desde que puse en conocimiento de la dirección que era transexual y estaba esperando mi cambio de nombre no lo respetaron, hubo un acoso y derribo tremendo hacía mí. Me despidieron y, tras demandarles, me readmitieron, pero ahora lo están volviendo a hacer». La vida laboral de Daniel Román es un tiovivo desde que en 2013 comunicara a la dirección de la ONG Nuevo Futuro Sirio, donde trabaja como enfermero en turno nocturno, que era transexual.

La citada ONG se encarga de la tutela de niños y adolescentes (entre 10 y 17 años) que salen del Instituto del Menor de la Comunidad de Madrid para su reinserción en la sociedad. De hecho, la Consejería de Asuntos Sociales de la Comunidad tiene un importante concierto con la ONG por su labor en dos pisos tutelados, en uno de los cuales trabaja Daniel.

El joven fue despedido en 2013 después de que la ONG le ofreciera una excedencia en repetidas ocasiones ya que, según la institución, podría afectar a los niños su proceso de cambio de sexo. «Me llegaron a decir que no daba el perfil psiquiátrico, aunque hasta entonces nunca había tenido problemas. ¿Qué pasa?, ¿que ahora con las hormonas se ha borrado el título de enfermero?», se preguntaba entonces el afectado.

Después de una denuncia de UGT y el apoyo de la diputada socialista Carla Antonelli, el joven fue readmitido, y todo iba bien hasta principios de este año, cuando ha comenzado a percibir que la actitud hacia él de la dirección ha cambiado paulatinamente. «Hice una solicitud de vacaciones a principios de año para irme 15 días en diciembre y todavía no sé si me las puedo coger, cuando otros compañeros lo han hecho», señala el joven.

«Hasta julio he tenido silencio administrativo; ese mes me dicen que son malas fechas para el centro, y les da un poco igual que sea parte de mis derechos y que me venga bien por cuestiones personales y familiares», relata Daniel, que les pidió una respuesta para finales de este mes con la advertencia de que, si no se zanjaba el tema, iba a denunciarles.

Poco después de su reclamación, recibió cartas de amonestación, según su versión, por no ir a un determinado número de reuniones de equipo, muchas de las cuales se celebraban por la mañana, cuando su horario de trabajo es de 20.30 a 10.00 horas. «Tengo derecho a descansar, me acojo a lo que marca el convenio», explica Daniel, que asegura que con otros trabajadores que no suelen acudir a esas reuniones «no tienen el mismo nivel de exigencia».

A finales de agosto, Daniel fue sancionado por cogerse dos días de permiso por el nacimiento de su sobrino, cuando avisó con 15 de antelación que necesitaba un par de días libres por asuntos familiares explicándoles que desconocía la fecha exacta. El día del parto volvió a comunicárselo por la mañana a la dirección, que le denegó el permiso y acabó sancionándole al no poder encontrar a un sustituto. En la carta que le remitieron explicaban que «he actuado de mala fe cuando según mi abogado tenía derecho a cogerme dos días por ingreso hospitalario de un familiar».

Por todo ello, y ante la posibilidad de que si recibe otra amonestación le despidan de forma procedente, Daniel denunció a la empresa en los Juzgados de lo Social de la Comunidad de Madrid el pasado día 19. «Ellos se ratifican en que soy indisciplinado y desobediente, y yo me ratifico en que no doy por buenas esas amonestaciones», añade el enfermero, que ahora se encuentra de baja por «ansiedad y depresión». «Es que su actuación no tiene excusa», zanja.

Denuncian una nueva agresión homófoba frente a una discoteca de Madrid

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Concentración contra la homofobia en el centro de Madrid. OLMO CALVO

La asociación Arcópoli ha denunciado una nueva agresión homófoba que tuvo lugar este fin de semana cerca de la Plaza de España, en Madrid, en la que “varios grupos” de personas que estaban frente a una discoteca “recibieron insultos y agresiones físicas por su orientación sexual”.

Con este suceso, el observatorio madrileño contra la LGTBfobia ha contabilizado en lo que va de año un total de 198 agresiones homófobas.

“Un dato preocupante, máxime cuando no notamos ninguna disminución durante estos meses en el índice de agresiones”, apuntan desde Arcópoli.

La supuesta agresión tuvo lugar en la madrugada del pasado sábado en un local “de ambiente”, según ha señalado en un comunicado esta asociación que trabaja en la defensa de los derechos de colectivo LGTBi (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales).

En este caso, J.P., de 20 años, y dos amigas estaban en la puerta de una discoteca cuando un grupo de entre ocho y diez personas “empezaron a increparlo al grito de maricón” y con preguntas como “¿Tú qué eres chico o chica? ¿De qué vais?”.

Arcópoli asegura que uno de los supuestos agresores cogió a J.P. del pelo y le gritó: “Eres un personaje, ¿vas de putita o de transexual?”.

A continuación, las amigas de J.P. pidieron a este grupo que lo dejase en paz, pero uno de ellos, sin hacerles caso, “cogió a la víctima, le abofeteó en la cara” y le tiró “un vaso lleno de bebida”.

“Cuando otro de los agresores que estaba insultando se acercó a la víctima con intención de agredirle, las amigas le protegieron y evitaron la embestida”, apuntan desde la asociación.

Con todo, según la versión de las supuestas víctimas, “los agresores siguieron increpando y amenazando a otros grupos de chicos en las inmediaciones del local”.

J.P. y sus amigas, que consiguieron escapar, han interpuesto una denuncia en la comisaría de Moncloa y desde el observatorio madrileño contra la LGTBfobia se ha trasladado lo sucedido a la Fiscalía de Delitos de Odio, al Comisario de Delitos de Odio de la Comunidad de Madrid y a la Unidad de Gestión de La Diversidad de Policía Municipal.

“Las agresiones homófobas se siguen produciendo con absoluta sensación de impunidad y es algo contra lo que tenemos que luchar con contundencia”, ha declarado el coordinador de Arcópoli y responsable del observatorio, Yago Blando.

Un joven gay agredido a la salida de una discoteca en la plaza de España

Un grupo de unos 10 agresores le insultaron, le abofetearon y le tiraron la bebida de un vaso por la cara

Un joven de 20 años, J. P., resultó agredido la madrugada del pasado sábado cuando salía de una discoteca destinada a lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (LGTB), según ha denunciado la asociación en defensa de este colectivo Arcópoli. Un grupo de unas 10 personas se acercaron a él y, tras insultarle, le abofetearon y le arrojaron a la cara la bebida de un vaso. Sus acompañantes evitaron que le pegaran.

Los agresores empezaron a increparle al grito de “maricón. ¿Tú qué eres chico o chica? ¿De qué vais?”. Uno de los agresores cogió al joven del pelo y le gritó:“ Eres un personaje, ¿vas de putita o de transexual?”. Las dos amigas de J.P. pidieron a los agresores que les dejasen en paz y uno de ellos cogió a la víctima y le abofeteó en la cara. Siguieron con la agresión y le tiraron un vaso lleno de bebida por la cara, según el relato de Arcópoli. Cuando otro de los agresores que estaba insultando se acercó a la víctima con intención de agredirle, las amigas le protegieron y evitaron la embestida. Finalmente las víctimas consiguieron escapar y los agresores siguieron increpando y amenazando a otros grupos de chicos en las inmediaciones del local.

Los jóvenes agredidos han denunciado el caso en la comisaría de Moncloa. El Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia ha trasladado lo sucedido a la Fiscalía de Delitos de Odio, al Comisario de Delitos de Odio de la Comunidad de Madrid y a la Unidad de Gestión de La Diversidad de Policía Municipal. Esa misma noche varios efectivos de la Policía Nacional acudieron al lugar de los hechos y detuvieron a varios agresores. El Observatorio, además va solicitar una reunión con esta comisaría próximamente para poder establecer sinergias en la lucha contra los delitos de odio LGTB.

Esta agresión homófoba es la número 198 que ha sido registrada por el Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia en lo que llevamos de 2016, dato preocupante, máxime cuando no notamos ninguna disminución durante estos meses en el índice de agresiones.

Afortunadamente la víctima sabía perfectamente el protocolo de actuación en caso de agresión por ser LGTB ya que es miembro de UC3M LGTB, asociación integrada en el Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia. Asimismo la víctima ha querido destacar la gran profesionalidad de Policía Municipal al tratarles y su concienciación desde el primer momento con los delitos de odio.

Un joven de Ayamonte denuncia una agresión homófoba en Huesca

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Paco Abreu muestra las lesiones en su cara, fruto de la agresión, según su denuncia. @pacoabreugarca

Un joven de 18 años de edad natural de Ayamonte (Huelva), Francisco Abreu, ha denunciado ante la Policía Nacional la presunta agresión por motivos homófobos que sufrió en la noche del pasado jueves cuando salía de un bar de Huesca, donde reside.

El joven, según narra en un vídeo que ha difundido en las redes sociales, se encuentra en la ciudad aragonesa estudiando Medicina, y señala que cuando salía de un bar con un grupo de amigas le dieron un puñetazo en la cara, del que fue atendido en el Hospital San Jorge.

Como consecuencia del golpe sufrió una contusión en cara y cuero cabelludo, como consta en la denuncia, que indica que se inició una discusión después de que un joven intentase alternar con una chica que le acompañaba, “cuando mi amiga le ignoró y él se enfadó, y como no le puede pegar, pues le pega al chico afeminado que la acompaña”. Afirma que antes de la agresión sintió “un puñetazo en el hombro, de arriba a abajo”, y ya fuera del bar tuvo lugar la agresión que denunció, que no fue a más porque el presunto agresor fue alejado de allí por quienes le acompañaban.

“Quién me pegó estaba diciendo que tenía ganas de pegarle a alguien, asoció ser gay a ser débil y fue a por mí”, explica el joven, que lamenta que es la segunda agresión que sufre por el mismo motivo, tras la que le infligió en su pueblo un hombre de unos 40 años de edad.

El Movimiento Feminista critica la actitud de la Ertzaintza y Policía Municipal tras agresión lesbófoba

El Movimiento Feminista de Gasteiz ha denunciado la agresión lesbófoba sufrida por dos mujeres que fueron expulsadas de un bar por besarse. Una manifestación ha partido a las 20.00 de la Virgen Blanca para terminar frente a dicho local.

El Movimiento Feminista de Gasteiz ha denunciado «la expulsión a empujones», este pasado sábado, de dos mujeres que se besaban de un bar de la capital alavesa por los responsables del establecimiento.

En una rueda de presa, este colectivo ha criticado que quienes expulsaron a las dos mujeres les explicaron que lo hacían porque, al estar besándose, «molestaban». «Nos parece absolutamente inaceptable y lo consideramos una agresión», han añadido.

Según ha precisado, cuando ocurrieron los hechos, las dos expulsadas llamaron a la Policía Municipal, que tan solo les recomendó que lo denunciaran «si lo consideraban necesario». Ambas decidieron interponer denuncia ante la Ertzaintza, pero, según el Movimiento Feminista, «como viene siendo habitual», éstas «recibieron un trato inadecuado, ya que cuestionaron su testimonio y no dieron validez a que hubiesen sido agredidas».

Ante ello, este colectivo ha asegurado que no tolerarán «este tipo de agresiones de odio, que no sólo se han dado en Gasteiz, sino que hace unas semanas también sufrieron dos compañeras en un bar de Bilbo».

«Que dos mujeres se besen debe estar absolutamente normalizado. No somos enfermas, ni molestamos cuando nos visibilizamos. Las agresiones no son únicamente los asesinatos, golpes y violaciones. Recriminar, agredir o no permitir que dos mujeres muestren señas de afectos en un espacio público también son agresiones, ya que atentan directamente contra nuestra libertad y suponen una discriminación por orientación sexual», ha apuntado.

Ya por la tarde se ha llevado a cabo una manifestación que, bajo el lema «Lesbofobiarik ez», ha partido a las 20.00 desde la Virgen Blanca para terminar ante el local denunciado.

Ser transexual en Uganda: morir en vida

En uno de los países más homófobos del mundo, la comunidad transgénero pelea por sus derechos con mucho miedo y pocas perspectivas

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Miss Pride, 18 años. Sus fotos salieron publicadas en los periódicos, se vio obligada a irse de su casa y empezó a trabajar de prostituta. TOMASO CLAVARINO

Hajjati está sentado con las piernas cruzadas. Una alfombra de plástico cubre el suelo de tierra y una cortina cierra la entrada a la habitación. Esta habitación es su escondite desde hace dos meses. Tuvo que huir de su casa y buscar refugio aquí, en las chozas de hojalata de los alrededores del centro de la ciudad de Kampala. Primero sus padres, luego sus amigos; uno tras otro, todos lo abandonaron. No podían aceptar que Hajjati fuese transexual. No podían aceptarlo. No en Uganda, uno de los países más homófobos del mundo, en el que el perpetuo presidente Museveni llama a los homosexuales ekifiire (muertos vivientes), y en el que, cíclicamente, se proponen nuevas leyes para criminalizar y castigar la homosexualidad.

“Era 2013. Yo tenía 19 años”, cuenta Hajjati. “Al principio ni siquiera sabía qué significaba ser transexual. Creía que era gay, pero la verdad es que me sentía una mujer, me gustaba maquillarme en secreto. Entonces investigué un poco y ese fue el mejor momento de mi vida”. Un momento muy breve, sin embargo, porque, desde ese momento, su existencia se transformó en una auténtica pesadilla. “Hablé con mi familia, pero su reacción fue cruel. Me echaron de casa. Intenté hablar con algunos amigos, pero ellos tampoco querían saber nada de mí”, prosigue Hajjati. “Varias veces tuve que pedir cobijo a diferentes personas. Luego encontré un apartamento en Rubaga, pero alguien le prendió fuego”. Estuvo vagando de un sitio a otro para encontrar un lugar seguro donde quedarse, donde poder vivir su vida. Expulsado de casa, sin ninguna fuente de ingresos ni posibilidad de encontrar empleo, porque aquí, en Uganda, nadie contrataría jamás a una persona transexual, Hajjati se vio obligado a lo que todos, o casi todos, los jóvenes trans hacen en este país: vender su cuerpo para sobrevivir.

Los occidentales, los chinos y muchos ugandeses son los clientes de estos chicos que se esconden en sus casas durante el día y salen a toda prisa para no ser vistos y dirigirse a los hoteles y los apartamentos de los alrededores de la capital. Clientes que a menudo les pegan, los violan, les roban, y, aun así, quedan impunes. “La gente sabe que puede hacer lo que quiera con nosotras, que tenemos muy pocas armas para defendernos”, se lamenta Edwine, de 19 años, que vive en 20 metros cuadrados con otras seis jovencísimas chicas transexuales. Se maquillan unas a otras, se intercambian la ropa, se hacen fotos para publicar en las redes sociales, porque solo entre esas cuatro paredes pueden ser ellas mismas. “Si intentamos ir a la policía nos maltratan, nos encierran en una celda y se ríen de nosotras”. Además, también son víctimas de la violencia y del robo en sus propias casas. Las bandas de los suburbios irrumpen en sus viviendas, les cogen lo poco que tienen, las pegan y se van.

Alicia va caminando por el mercado de Nakesero. De repente se detiene, agacha la cabeza y aguza el oído. En la radio, un predicador evangélico arremete contra los homosexuales. Los llama “seres inhumanos”, “contra natura”. Todo el mundo la mira fijamente. “Ya lo ve. Pasa cada día. Salgo de casa y la gente me mira. En el mejor de los casos, se ríen de mí, pero la mayoría me insulta”, dice con pesar.

Hace unos años, Alicia empezó a trabajar con Transgender Equality Uganda, una organización que ofrece ayuda legal y asistencia médica a la comunidad transexual del país. Efectivamente. Porque, en Uganda, las personas transexuales no son bienvenidas en los hospitales. “Cuando vamos al hospital, los médicos y las enfermeras empiezan a preguntarnos si somos hombres o mujeres, se burlan de nosotras y nos ignoran”, cuenta Alicia, “así que no tenemos más remedio que irnos sin que nos hayan hecho ninguna prueba ni nos hayan dado tratamiento. Todos los sectores de la sociedad nos discriminan y nos marginan”. Incluso la comunidad LGBT, que luchó y sigue luchando duramente contra los proyectos del Gobierno de Kampala y sus discriminaciones.

Puesto que las personas trans son más evidentes, les resulta más difícil pasar desapercibidas en una sociedad sexista y homófoba; les cuesta más ocultar su identidad y no expresar su feminidad. Sin embargo, justo en esa comunidad defenderlas públicamente o acogerlas puede llegar a ser realmente autodestructivo, incluso para quienes comparten con ellas la carga de la discriminación y la violencia.

Muchas veces, la violencia la provocan y la alientan los medios de comunicación del país, que, junto con la Iglesia, siembran el odio contra los transexuales y contra el colectivo LGBT en general. Eso fue lo que le pasó a Shamim, de 20 años, registrada como Richard: “Siempre me he sentido una mujer, así que, siempre que podía, me vestía como tal. Una vez fui a un hotel con un cliente, y cuando descubrió que en realidad era un hombre, llamó a la policía. Me golpearon hasta que perdí el conocimiento, luego llamaron a la televisión y mostraron mi cara a toda Uganda y la publicaron en las redes sociales”. Fue entonces cuando su familia descubrió la verdadera identidad de Shamim y que era seropositiva. No dudaron ni vacilaron un momento: “Me echaron de casa. Ahora mi familia son mis hermanas transexuales”.

Esta es una comunidad obligada a vivir con miedo, sin derechos, esperanza ni perspectivas. Sueñan con el día en que podrán acceder a la terapia de hormonas para cambiar de sexo, pero en Uganda eso es imposible. Tienen que irse a Kenia, pero muy pocas pueden permitírselo, así que siguen comerciando con sus cuerpos para sobrevivir, escondiéndose como ladronas, ocultando su identidad.

El calvario de las minorías sexuales en Japón

Publicado en Nippon.com por Nagayasu Shibun

 

El juicio a raíz del suicidio de un estudiante de posgrado de la Universidad Hitotsubashi tras revelarse su homosexualidad ha arrojado luz sobre el arraigo de los prejuicios y la discriminación de las minorías sexuales en Japón, a pesar de que se considere que se trata de una sociedad tolerante para con estos grupos. Esta noción se debe en parte a la popularidad de varias personas transgénero en el mundo del entretenimiento.

Sacado del armario por la aplicación de mensajería Line

Un estudiante de Derecho de la Escuela de Posgrado de la Universidad Hitotsubashi se suicidó en agosto de 2015, meses después de que un amigo suyo lo sacara del armario mediante la aplicación de mensajería Line. Un año después, la familia del fallecido presentó, ante un tribunal de distrito de Tokio, una querella contra el centro académico y el joven que reveló su homosexualidad. Según el pedimento a la corte, entre otros documentos –medios de comunicación como el periódico Asahi también informaron al respecto–, en abril de 2015 el estudiante le había confesado a un compañero sus sentimientos hacia él, y este había procedido a contárselo a otros siete amigos en una conversación en grupo en la citada aplicación. La parte demandante exige una indemnización por considerar que la universidad no respondió de la manera adecuada cuando el estudiante acudió a la oficina encargada de atender los casos de acoso para pedir asesoramiento por el daño psicológico que le había infligido su compañero, y a este último por ser el autor de dichos daños. A raíz de estos hechos, la redacción de Nippon.com le pidió al autor de este artículo que escribiera sobre la aceptación de las minorías sexuales en Japón, quizás porque este es abiertamente homosexual y trata la cuestión como parte de su actividad profesional.

La tolerancia para con las minorías sexuales en Japón: una concepción errónea

Al hablar de discriminación en Japón, se dice con frecuencia que el país es tolerante para con las minorías sexuales. Por lo que respecta a la homosexualidad, desde la Edad Media se habla del amor por los jóvenes que profesaban los samuráis y los monjes budistas, que se tilda de práctica. Además, es bien conocida la relación que existía entre el shogún Ashikaga Yoshimitsu (1358-1408) y el afamado actor de nō Kanze Motokiyo (1363-1443), así como entre el señor feudal Oda Nobunaga (1534-1582) y su vasallo Mori Ranmaru (1565-1582). En estos casos se utilizaba el término danshoku, que podría traducirse como “sodomía” o “pederastia”. En tiempos modernos, en el período Edo (1603-1868), el poeta Ihara Saikaku (1642-1693) escribió sobre la práctica de la sodomía entre las clases populares. En cuanto a las personas transgénero, la caracterización como individuos del sexo opuesto no resulta extraña en Japón: los actores de teatro kabuki que interpretan papeles de mujer y las actrices de la compañía teatral Takarazuka que se visten de hombre son ejemplos representativos. Además, es frecuente ver a hombres “convertidos” en mujeres y viceversa en festivales y otros acontecimientos fuera de la vida cotidiana.

En la actualidad, personajes como la drag queen Matsuko Deluxe y la transgénero Haruna Ai gozan de gran popularidad, con apariciones en programas de variedades y anuncios publicitarios. Además, novelas y cómics estetas cuya historia gira en torno a las relaciones homosexuales entre hombres –género conocido como BL o Boys Love­– ven aumentar su fama, incluso en el extranjero, como manifestaciones de la faceta más moderna de la cultura japonesa. Por otro lado, se señala también que el amor entre personas del mismo sexo no es motivo de violencia ni castigado por la ley en Japón; a este respecto, tampoco existen tabúes similares a los de religiones como la cristiana y la musulmana.

Por este motivo, se cree que las minorías sexuales no están discriminadas en el país, y que los japoneses las aceptan, pero hay quienes cuestionan la veracidad de esta afirmación, dado que solo se tiene en cuenta un aspecto de la cuestión.

Minorías sexuales: un aborrecimiento que abarca del ridículo a la ignorancia

¿Qué ocurre en Japón cuando una persona hace pública su homosexualidad o su condición de transgénero? Se la considera anormal; se la ridiculiza; se la aborrece; es blanco de la violencia; además, se la ignora.

Hasta 1991, en el Kōjien, el diccionario por excelencia de la lengua japonesa, se describía la homosexualidad como una conducta sexual anormal. Además, la Sociedad Japonesa de Psiquiatría y Neurología, una entidad de renombre en su ámbito, no dejó de considerarla un trastorno mental, teniendo en cuenta los criterios de diagnóstico internacionales, hasta 1995. Sin embargo, no puede decirse que la noción de perversión que se tiene de las relaciones carnales entre personas del mismo sexo, que data de la era Taishō (1912-1926), haya desaparecido completamente entre la opinión pública.

En Japón la respuesta generalizada al surgimiento de fenómenos y personajes relacionados con las minorías sexuales es, por “compromiso”, un chiste ridículo, quizás porque ridiculizar en grupo a estas personas se convierte en una prueba de que no se es una de ellas. Los programas de espectáculos y entretenimiento, representativos de la televisión, se encargan de reproducirlos, y las bromas se van repitiendo en diversas comunidades: en los centros escolares, los lugares de trabajo… Sin embargo, en el momento en que se tiene consciencia de que las personas objeto de burla no viven solo en televisión, sino que son reales y forman parte del entorno de uno, las minorías sexuales de carne y hueso tienden a ser blanco de aborrecimiento y aversión.

El rechazo en los lugares de trabajo

Según datos publicados en noviembre de 2015 por el Instituto Nacional de Investigación sobre Población y Seguridad Social, adscrito al Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, y por un grupo de investigadores de universidades, entre otros, a la pregunta de qué pasaría si una persona de su entorno fuera homosexual, el 39 % de quienes respondieron dijo que no le gustaría –o que no le gustaría hasta cierto grado– si se tratara de alguien de su vecindario; esta fue también la respuesta del 42 % si fuera un compañero de trabajo; y del 72 % en el caso de un hijo o una hija. Más del 70 % de los hombres con edades comprendidas entre los 40 y los 49 años dedicados a puestos de gestión manifestó que sentiría repulsa si un compañero de trabajo fuera gay.

Además, en agosto de 2016, la Federación de Sindicatos de Trabajadores de Japón, el organismo central de los sindicatos en el país, divulgó los resultados de un estudio según el cual una de cada tres personas siente rechazo hacia la presencia de homosexuales o bisexuales en su lugar de trabajo. Este rechazo se traduce en diversos tipos de acoso, e incluso en violencia. En el año 2000, varios jóvenes y mayores de edad atacaron, e incluso asesinaron, a homosexuales en el parque de Shin-Kiba, en Tokio. Durante el juicio, los autores de los hechos contaron que las agresiones contra estas personas no se denuncian ante la policía. Tras esta actitud reside el hecho de que las minorías sexuales no se consideran un problema de la humanidad en su conjunto, sino una mera cuestión de una decisión personal respecto a lo que ocurre entre las sábanas. La existencia de las minorías sexuales es un tema del que se habla en voz baja; las leyes y el sistema las ignoran. En los centros escolares, en los lugares de trabajo y en los hogares, la tónica reinante es su inexistencia.

La demanda de 1991 por la negativa del Gobierno Metropolitano de Tokio a que un grupo de homosexuales se alojara en la Casa de la Juventud de Fuchū se tradujo en el primer juicio en Japón en el que se cuestionaban los derechos humanos de estas personas y arrojó luz sobre cómo la sociedad las ignora. Seis años después, el Tribunal Superior de Tokio dictaminó que la Administración debe tener en consideración a la minoría homosexual y tratarla con sumo cuidado, y que no se puede permitir un trato sin interés ni conocimiento por parte de quienes ejercen el poder público. Sin embargo, 20 años después de todo esto, no existe todavía una ley sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, ni para la protección de sus derechos humanos.

Superando el aislamiento y la exclusión sociales

Si se analizan aspectos como la percepción de anormalidad, la ridiculización, el aborrecimiento y la ignorancia, se constata que es totalmente erróneo decir que Japón es un país tolerante para con las minorías sexuales. En la mayoría de los casos, estas personas ocultan férreamente su condición y viven el día a día temiendo la reacción de su entorno. El apoyo por parte de la sociedad es escaso; apenas existen recursos para la asistencia. Perduran el aislamiento y la exclusión sociales, y son muchas las personas que se plantean el suicidio como opción.

En una sociedad como la japonesa, con peculiaridades como las mencionadas, cabe pensar que el estudiante de la Universidad Hitotsubashi se vio empujado hacia el suicidio tras haberse revelado, por un descuido, su homosexualidad y ante las sucesivas respuestas inadecuadas de aquellos a quienes acudió en busca de consejo.

No obstante, nos llegan algunas noticias buenas: la sociedad comienza a actuar, e incluso se puede hablar de un auge del movimiento LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales), con medidas como la creación, por parte de varias autoridades locales, de un certificado que equipara las uniones entre personas del mismo sexo al matrimonio, al igual que los cambios que han realizado algunas firmas al conocer esta medida. En las elecciones locales de 2015, así como en los comicios al Senado, celebrados un año después, se notó una mayor presencia de candidatos y partidos que hablaban de mejoras en los derechos humanos de las minorías sexuales. Cabe pensar que en la sesión extraordinaria de la Dieta, en el tercer trimestre de 2016, estará presente, en cierta medida, la cuestión de una legislación para la protección de los derechos humanos de estas personas. No obstante, lo más importante es, al fin y al cabo, la tranquilidad que inspira el que haya aumentado el número de individuos de estos grupos que se enfrentan a la discriminación y los prejuicios y han comenzado a moverse en este sentido.

Está claro que el optimismo no tiene cabida aquí, pero con estas acciones, pueden desaparecer las malinterpretaciones y los prejuicios también entre la población, y es posible esperar que se vaya extendiendo la noción de que la presencia de las minorías sexuales en los lugares de trabajo, los centros escolares, las comunidades y los hogares es algo natural en una proporción determinada, así como las oportunidades de interactuar con estas personas en la vida diaria. Quizás todo esto pueda ayudar al descanso del alma del estudiante que se vio empujado hacia la muerte sin quererla.

(Traducción al español del original en japonés del 21 de septiembre de 2016)

Imagen de la cabecera: Participantes en el Tokyo Rainbow Pride 2016. El 8 de mayo de 2016, 5.000 personas, entre miembros de minorías sexuales y quienes los apoyan, desfilaron por el distrito tokiota de Shibuya a favor de la diversidad de la vida y de la sexualidad (Jiji Press).

Escribano, escritor y editor freelance nacido en la prefectura de Ehime en 1966. Se gradúa en Literatura China por la Universidad de Tokio. Tras trabajar en una editorial dedicada a las humanidades y los libros de texto, en 2001 se hace autónomo. Además de participar en actividades de la comunidad gay, en su faceta de escritor aborda temas como el problema de las personas portadoras del VIH y la vejez de los homosexuales. En 2013 obtiene la licencia para ejercer de escribano y crea su propia notaría en Higashi-Nakano, en Tokio, a través de la cual brinda asistencia a las minorías sexuales. En ese mismo año, funda también la organización sin fines lucrativos Purple Hands, de la que es secretario general. Entre sus obras, destacan Futari de Anshinshite Saigomade Kurasu tame no Hon (El libro para llevar una vida en pareja con tranquilidad hasta el final; editorial Tarōjirō, 2015) y Dōsei Partner Seikatsu Dokuhon (Libro de lecturas sobre la vida en una pareja homosexual; editorial Ryokufū, 2009).