Óscar Espirita: De ‘niño marica’ a ‘adolescente maricón’
Publicado en El Asombrario por Anna María Iglesia
Óscar Espirita ha publicado este verano su primer poemario. El título no deja indiferente: ‘Niño marica’. A través de sus versos, Espirita narra la experiencia de un niño señalado con el dedo por desear cintas de gimnasia artística, por cruzar las piernas, por no jugar al fútbol. Lo que sigue es una interesante y valiente conversación con el autor en torno a lareivindicación de la pluma y la defensa de tantos niños cohibidos en su comportamiento para que no les llamen nenazas. No se trata de exigir aceptación, sino absoluta normalización y respeto.
Y el “niño marica” con los años se convierte en un “adolescente maricón”, un adolescente que descubre con entusiasmo y dolor la sexualidad, definida por Espirita como un regalo peligroso, un regalo que provoca tanto placer como profundo dolor y miedo. A través de su poemario, Óscar Espirita da la vuelta al término “marica”, lo vacía de su contenido despreciativo porque “nada hay de malo en ser homosexual”, porque en verdad “lo que envuelve la palabra marica es una realidad maravillosa”, es la realidad de quien ama a alguien de su propio sexo.
Siguiendo la tradición queer, Óscar Espirita da la vuelta al término, y en Niño Marica (ediciones Hidroavión) convierte el insulto en elogio y nos demuestra que lo verdaderamente insultante es aquel que mal utiliza las palabras para insultar y despreciar aquello que le resulta diferente.
En una entrevista en torno a tu poemario ‘Niño marica’ comentabas que a través de la escritura el término “marica” había dejado de ser un insulto para ti. Sin embargo, sigue siendo una palabra altamente despreciativa.
Para mí siempre ha sido una palabra difícil, una palabra que me ha provocado mucho dolor. Las primeras veces que escribía en el folio “niño marica” me resultaba una expresión fuerte y todavía hoy, habiendo ya terminado el poemario, me sigue resultando una expresión fuerte. Sin embargo, independientemente de esto, lo que yo he intentado hacer, retomando la tradición Queer, es coger el insulto y utilizarlo en mi favor, como algo positivo, para así desactivarlo. A fuerza de usar el término “marica” y de relacionarlo con elementos positivos, creo que sí es posible desactivarlo como término insultante.
¿Crees sinceramente que es posible que algún día el término “marica” se desactive y deje de ser percibido y utilizado como un insulto?
Es más fácil que esto pase dentro de ciertos movimientos culturales que de forma general: veo socialmente complicado que se extienda su uso positivo de forma amplia y generalizada, puesto que es todavía demasiado frecuente su uso como insulto. Yo trabajo como profesor y compruebo que es muy frecuente utilizar el término “marica” como agresión y creo que desgraciadamente se seguirá utilizando de esta manera. Sin embargo, sí creo que no se debe negar la posibilidad de desactivarlo en tanto que insulto, aunque no sea una desactivación completa.
No podemos obviar el hecho de que a través del lenguaje se expresa la homofobia, el racismo, el machismo… El lenguaje nunca es inocente.
Sí, esto es evidente, aunque creo que gestos como el mío pueden ayudar, al menos, a poner sobre la mesa esta cuestión. Los lectores entienden el uso y el motivo del uso de la palabra “marica” en el libro, entienden que se trata de describir una experiencia y sobre todo de asociar este término despectivo a cosas bonitas, se trata a fin de cuentas de utilizar el término con orgullo. Si te paras a pensar todo lo que envuelve la palabra “marica”, son todas cosas bonitas y cuesta pensar que alguien pueda ver como algo negativo el hecho de ser un niño marica: ¿qué tiene de malo jugar con muñecas, desear tener una cinta de gimnasia rítmica o cruzar las piernas? No tiene ningún sentido y no hay motivo algo de que todos estos deseos y preferencias sean motivo de mofa y de insulto. Hay que darse cuenta de que aunque muchos lo utilicen como insulto, todo aquello que envuelve la palabra “marica” es maravilloso.
“¿Ves cómo no fuimos tan distintos? / El agua hacía con nuestros cuerpos / lo mismo que nos hará el paso del tiempo”. Con estos versos pareces negar la diferencia que el niño homosexual vive.
Cuando eres niño y te llaman “marica” no se refieren tanto a una determinada orientación sexual cuanto a que tu comportamiento es distinto respecto al de los otros niños; subrayan que no te comportas como teóricamente se debería comportar un niño, sino que te comportas como una niña. Con estos versos lo que quería transmitir es la idea de que a pesar de las diferencias, los niños no dejan de ser niños: por mucho que yo me comporte de forma algo diferente, no dejo de ser un niño.
Los niños viven esta supuesta diferencia por cuestiones educacionales…
El problema es que la diferencia se señala, de ahí que muchos niños se reprimen y no se muestran tal cual son. Yo, de hecho, era un niño que me reprimía en mis comportamientos y la represión no es sino consecuencia del hecho de que te ponen la señal encima, te recriminan por tu actitud diferente. Existen recriminaciones explícitas, el “no te portes así” o el “no hagas esto”, pero existen, y son las más frecuentes, las recriminaciones sutiles, implícitas, aquellas que se realizan a través de una mirada o de los comentarios a la espalda. Son sutiles, pero son señalizaciones que, aunque seas un niño, entiendes y percibes.
En esta señalización se remarca siempre negativamente la actitud femenina del niño. ¿No crees que en este reproche, junto a la homofobia, hay un gran poso de machismo?
Sí, yo creo que es absolutamente así, pues ¿qué problema hay que me comporte como una chica? Se utiliza como un desprecio decir que un niño o un joven se comporta como una chica, como si el hecho de comportarse como una chica fuera algo negativo. Lo que sucede es que todavía hoy se considera que para un hombre el ser como una chica implica ser débil, frágil y se relaciona la “feminización” con elementos negativos. En el fondo, se trata de una cuestión de machismo, aunque tampoco hay que olvidar que a las chicas se les suele atacar definiéndolas despectivamente como “marimacho”, porque se considera que una mujer no puede adoptar características propias del hombre. Ambos casos responden a la necesidad de marcar la diferencia.
Se obliga a los niños a definirse en esquemas muy fijos de roles y actitudes.
Aún seguimos anclados en el rosa y en el azul, en este binarismo de género, y todo lo que se escapa de estas dos categorizaciones es señalado y es susceptible de ser objeto de mofa.
Se trata de un binarismo que no sólo exige determinarse en uno o en otro polo, sino que borra todos los posibles matices que pueden definir a la persona.
Todo lo que sale de estos esquemas es señalado y, como profesor que trabaja diariamente con niños, te puedo decir que este binarismo sigue estando muy presente. Basta ver un catálogo de juguetes: todavía hoy sigue habiendo la parte rosa y la parte azul, todavía hoy los niños son fotografiados jugando con coches y las niñas con muñecas. En una ocasión, para ponerte un ejemplo, mi sobrino deseaba una casita, pero como se trataba de un juguete catalogado como “para niñas”, entonces lo rechazó porque precisamente “era de niñas”. Este rechazo de mi sobrino es la prueba de que los niños, desde muy pequeños, perciben que se les impone unas diferencias y que si eres niño hay cosas que no puedes hacer porque son “cosas de niña”.
Estamos hablando de los niños, pero ¿no deberíamos poner el foco en los adultos? A fin de cuentas, el niño imita la conducta de los adultos.
Los niños actúan a partir de lo que ven, intentan moverse sin ser dañados y, por tanto, escapan de toda posible conducta que pueda ser criticada. Es fundamental que desde los adultos se deje de utilizar este binarismo y se amplíen las miradas; es necesario romper con la idea de que existen unos comportamientos ligados a los hombres y unos comportamientos ligados a las mujeres.
¿Crees que todavía hay muchos padres que temen que sus hijos no respondan a estos esquemas impuestos?
Las madres asumen y entienden con más facilidad que su hijo no responda a lo que se supone que es la norma; a los padres les cuesta más. Con lentitud, cada vez más los padres tienen menos reservas y dejan que sus hijos elijan sus propios juguetes, independientemente de si son niños o niñas. Pero es un proceso muy lento y muy dispar, porque depende muy mucho del ambiente social: yo he trabajado en colegios de curas y allí encuentras una mentalidad más tradicional y completamente distinta a la mentalidad que puedes encontrar entre los padres de un colegio público.
En relación a los padres, en el poemario describes cómo el niño se siente cohibido incluso en el ambiente familiar.
En la infancia yo me he sentido cohibido, a pesar de que mi familia no era particularmente tradicional. Lo que sucede es que tú como niño temes no ser querido igual si te comportas realmente como eres, temes no ser aceptado. Es muy difícil crecer con este sentimiento, creyendo que si eres verdaderamente tú mismo vas a ser rechazado. Y este temor no nace necesariamente dentro del ambiente familiar, al menos no en mi caso; el temor nace de la realidad que te rodea, de lo que ves en la sociedad: terminas pensando que si la sociedad rechaza determinadas conductas, tus padres indudablemente también las van a rechazar.
“Ellos creen que duermo / ellos no saben nada de mi cueva de feldespato / ellos no saben que bajo las sábanas se celebran grandes bailes / de carpa y candelabro”. Entre el niño y los padres hay un muro que separa dos vidas.
La orientación sexual es algo que surge, algo a lo que te enfrentas de golpe, de forma natural, sin que tú la decidas, y es algo que debes asumir y desarrollar: yo podía desarrollarla o a escondidas o dentro de mi imaginación. Todo lo que no podía hacer de cara al exterior lo hacía a través de la imaginación.
¿La imaginación fue el medio a través del cual comenzar a vivir y aceptar tu homosexualidad?
Sí, fue algo así. Cuando yo crecí no había apenas referentes de cultura homosexual, no había películas o series en las que se narraran relaciones homosexuales y, por tanto, la única opción era recurrir a la imaginación. Y para mí, sin duda, la imaginación fue crucial para inventarme un mundo que no existía para mí; escuchaba canciones y no hablaban de mí, veía películas y no hablaban de mí… Así que decidí imaginarme historias que sí hablaran de mí y de mi realidad. De pequeño las imaginaba y de adolescente empecé a escribirlas.
Óscar Espirita ha publicado este verano su primer poemario. El título no deja indiferente: ‘Niño marica’. A través de sus versos, Espirita narra la experiencia de un niño señalado con el dedo por desear cintas de gimnasia artística, por cruzar las piernas, por no jugar al fútbol. Lo que sigue es una interesante y valiente conversación con el autor en torno a lareivindicación de la pluma y la defensa de tantos niños cohibidos en su comportamiento para que no les llamen nenazas. No se trata de exigir aceptación, sino absoluta normalización y respeto.
Y el “niño marica” con los años se convierte en un “adolescente maricón”, un adolescente que descubre con entusiasmo y dolor la sexualidad, definida por Espirita como un regalo peligroso, un regalo que provoca tanto placer como profundo dolor y miedo. A través de su poemario, Óscar Espirita da la vuelta al término “marica”, lo vacía de su contenido despreciativo porque “nada hay de malo en ser homosexual”, porque en verdad “lo que envuelve la palabra marica es una realidad maravillosa”, es la realidad de quien ama a alguien de su propio sexo.
Siguiendo la tradición queer, Óscar Espirita da la vuelta al término, y en Niño Marica (ediciones Hidroavión) convierte el insulto en elogio y nos demuestra que lo verdaderamente insultante es aquel que mal utiliza las palabras para insultar y despreciar aquello que le resulta diferente.
En una entrevista en torno a tu poemario ‘Niño marica’ comentabas que a través de la escritura el término “marica” había dejado de ser un insulto para ti. Sin embargo, sigue siendo una palabra altamente despreciativa.
Para mí siempre ha sido una palabra difícil, una palabra que me ha provocado mucho dolor. Las primeras veces que escribía en el folio “niño marica” me resultaba una expresión fuerte y todavía hoy, habiendo ya terminado el poemario, me sigue resultando una expresión fuerte. Sin embargo, independientemente de esto, lo que yo he intentado hacer, retomando la tradición Queer, es coger el insulto y utilizarlo en mi favor, como algo positivo, para así desactivarlo. A fuerza de usar el término “marica” y de relacionarlo con elementos positivos, creo que sí es posible desactivarlo como término insultante.
¿Crees sinceramente que es posible que algún día el término “marica” se desactive y deje de ser percibido y utilizado como un insulto?
Es más fácil que esto pase dentro de ciertos movimientos culturales que de forma general: veo socialmente complicado que se extienda su uso positivo de forma amplia y generalizada, puesto que es todavía demasiado frecuente su uso como insulto. Yo trabajo como profesor y compruebo que es muy frecuente utilizar el término “marica” como agresión y creo que desgraciadamente se seguirá utilizando de esta manera. Sin embargo, sí creo que no se debe negar la posibilidad de desactivarlo en tanto que insulto, aunque no sea una desactivación completa.
No podemos obviar el hecho de que a través del lenguaje se expresa la homofobia, el racismo, el machismo… El lenguaje nunca es inocente.
Sí, esto es evidente, aunque creo que gestos como el mío pueden ayudar, al menos, a poner sobre la mesa esta cuestión. Los lectores entienden el uso y el motivo del uso de la palabra “marica” en el libro, entienden que se trata de describir una experiencia y sobre todo de asociar este término despectivo a cosas bonitas, se trata a fin de cuentas de utilizar el término con orgullo. Si te paras a pensar todo lo que envuelve la palabra “marica”, son todas cosas bonitas y cuesta pensar que alguien pueda ver como algo negativo el hecho de ser un niño marica: ¿qué tiene de malo jugar con muñecas, desear tener una cinta de gimnasia rítmica o cruzar las piernas? No tiene ningún sentido y no hay motivo algo de que todos estos deseos y preferencias sean motivo de mofa y de insulto. Hay que darse cuenta de que aunque muchos lo utilicen como insulto, todo aquello que envuelve la palabra “marica” es maravilloso.
“¿Ves cómo no fuimos tan distintos? / El agua hacía con nuestros cuerpos / lo mismo que nos hará el paso del tiempo”. Con estos versos pareces negar la diferencia que el niño homosexual vive.
Cuando eres niño y te llaman “marica” no se refieren tanto a una determinada orientación sexual cuanto a que tu comportamiento es distinto respecto al de los otros niños; subrayan que no te comportas como teóricamente se debería comportar un niño, sino que te comportas como una niña. Con estos versos lo que quería transmitir es la idea de que a pesar de las diferencias, los niños no dejan de ser niños: por mucho que yo me comporte de forma algo diferente, no dejo de ser un niño.
Los niños viven esta supuesta diferencia por cuestiones educacionales…
El problema es que la diferencia se señala, de ahí que muchos niños se reprimen y no se muestran tal cual son. Yo, de hecho, era un niño que me reprimía en mis comportamientos y la represión no es sino consecuencia del hecho de que te ponen la señal encima, te recriminan por tu actitud diferente. Existen recriminaciones explícitas, el “no te portes así” o el “no hagas esto”, pero existen, y son las más frecuentes, las recriminaciones sutiles, implícitas, aquellas que se realizan a través de una mirada o de los comentarios a la espalda. Son sutiles, pero son señalizaciones que, aunque seas un niño, entiendes y percibes.
En esta señalización se remarca siempre negativamente la actitud femenina del niño. ¿No crees que en este reproche, junto a la homofobia, hay un gran poso de machismo?
Sí, yo creo que es absolutamente así, pues ¿qué problema hay que me comporte como una chica? Se utiliza como un desprecio decir que un niño o un joven se comporta como una chica, como si el hecho de comportarse como una chica fuera algo negativo. Lo que sucede es que todavía hoy se considera que para un hombre el ser como una chica implica ser débil, frágil y se relaciona la “feminización” con elementos negativos. En el fondo, se trata de una cuestión de machismo, aunque tampoco hay que olvidar que a las chicas se les suele atacar definiéndolas despectivamente como “marimacho”, porque se considera que una mujer no puede adoptar características propias del hombre. Ambos casos responden a la necesidad de marcar la diferencia.
Se obliga a los niños a definirse en esquemas muy fijos de roles y actitudes.
Aún seguimos anclados en el rosa y en el azul, en este binarismo de género, y todo lo que se escapa de estas dos categorizaciones es señalado y es susceptible de ser objeto de mofa.
Se trata de un binarismo que no sólo exige determinarse en uno o en otro polo, sino que borra todos los posibles matices que pueden definir a la persona.
Todo lo que sale de estos esquemas es señalado y, como profesor que trabaja diariamente con niños, te puedo decir que este binarismo sigue estando muy presente. Basta ver un catálogo de juguetes: todavía hoy sigue habiendo la parte rosa y la parte azul, todavía hoy los niños son fotografiados jugando con coches y las niñas con muñecas. En una ocasión, para ponerte un ejemplo, mi sobrino deseaba una casita, pero como se trataba de un juguete catalogado como “para niñas”, entonces lo rechazó porque precisamente “era de niñas”. Este rechazo de mi sobrino es la prueba de que los niños, desde muy pequeños, perciben que se les impone unas diferencias y que si eres niño hay cosas que no puedes hacer porque son “cosas de niña”.
Estamos hablando de los niños, pero ¿no deberíamos poner el foco en los adultos? A fin de cuentas, el niño imita la conducta de los adultos.
Los niños actúan a partir de lo que ven, intentan moverse sin ser dañados y, por tanto, escapan de toda posible conducta que pueda ser criticada. Es fundamental que desde los adultos se deje de utilizar este binarismo y se amplíen las miradas; es necesario romper con la idea de que existen unos comportamientos ligados a los hombres y unos comportamientos ligados a las mujeres.
¿Crees que todavía hay muchos padres que temen que sus hijos no respondan a estos esquemas impuestos?
Las madres asumen y entienden con más facilidad que su hijo no responda a lo que se supone que es la norma; a los padres les cuesta más. Con lentitud, cada vez más los padres tienen menos reservas y dejan que sus hijos elijan sus propios juguetes, independientemente de si son niños o niñas. Pero es un proceso muy lento y muy dispar, porque depende muy mucho del ambiente social: yo he trabajado en colegios de curas y allí encuentras una mentalidad más tradicional y completamente distinta a la mentalidad que puedes encontrar entre los padres de un colegio público.
En relación a los padres, en el poemario describes cómo el niño se siente cohibido incluso en el ambiente familiar.
En la infancia yo me he sentido cohibido, a pesar de que mi familia no era particularmente tradicional. Lo que sucede es que tú como niño temes no ser querido igual si te comportas realmente como eres, temes no ser aceptado. Es muy difícil crecer con este sentimiento, creyendo que si eres verdaderamente tú mismo vas a ser rechazado. Y este temor no nace necesariamente dentro del ambiente familiar, al menos no en mi caso; el temor nace de la realidad que te rodea, de lo que ves en la sociedad: terminas pensando que si la sociedad rechaza determinadas conductas, tus padres indudablemente también las van a rechazar.
“Ellos creen que duermo / ellos no saben nada de mi cueva de feldespato / ellos no saben que bajo las sábanas se celebran grandes bailes / de carpa y candelabro”. Entre el niño y los padres hay un muro que separa dos vidas.
La orientación sexual es algo que surge, algo a lo que te enfrentas de golpe, de forma natural, sin que tú la decidas, y es algo que debes asumir y desarrollar: yo podía desarrollarla o a escondidas o dentro de mi imaginación. Todo lo que no podía hacer de cara al exterior lo hacía a través de la imaginación.
¿La imaginación fue el medio a través del cual comenzar a vivir y aceptar tu homosexualidad?
Sí, fue algo así. Cuando yo crecí no había apenas referentes de cultura homosexual, no había películas o series en las que se narraran relaciones homosexuales y, por tanto, la única opción era recurrir a la imaginación. Y para mí, sin duda, la imaginación fue crucial para inventarme un mundo que no existía para mí; escuchaba canciones y no hablaban de mí, veía películas y no hablaban de mí… Así que decidí imaginarme historias que sí hablaran de mí y de mi realidad. De pequeño las imaginaba y de adolescente empecé a escribirlas.
Por tanto, crees que la presencia pública de referentes hoy en día ayuda especialmente a los adolescentes homosexuales a aceptar su condición y vivirla con mayor libertad.
Estoy seguro de que la presencia pública de referentes debe ayudar muchísimo, ver modelos de conducta sana es esencial. Cuando yo era adolescente, dichos modelos de conducta sana eran casi inexistentes: la primera película que yo vi con un protagonista homosexual era Philadelphia, donde se narra la muerte de un hombre por sida. En literatura, lo que leía era a Jean Genet o a Cocteau, autores magníficos que, sin embargo, en sus narraciones te llevan a los extremos de la conducta humana. De ahí que para mí era fácil relacionar mi realidad con un mundo sórdido. Hoy, por el contrario, es posible acceder a una gran cantidad de material que transmite una visión sana de lo que es la homosexualidad.
E Internet, ¿qué papel ha jugado en el proceso de visibilización de nuevos referentes?
Ha sido muy importante la irrupción de Internet, puesto que consigue que las minorías se unan aun estando lejos o aisladas en pequeñas ciudades y consigue que, por ejemplo, alguien pueda ser un marginado en clase pero una estrella en Internet. Hay youtubersadolescentes que hacen gala de su pluma a los que empecé a seguir al escribir el libro, que tienen millones de seguidores e incluso son apoyados públicamente por grandes estrellas como Lady Gaga; te pongo como ejemplo a Lohanthony, que tiene un millón y medio de seguidores. Este chico ha hecho de su diferencia, de su feminidad, una bandera, y me parece un ejemplo perfecto de lo que reivindica Niño marica. En parte se ha terminado aceptando al colectivo siempre y cuando consigan mimetizarse con la heteronormalidad, siempre que no llamen demasiado la atención; he escuchado un montón de veces cómo me decían: “A mí los homosexuales que son así como tú no me importan, pero con las locas no puedo”. La pluma es rechazada incluso dentro del colectivo homosexual, los perfiles de las páginas de contactos piden que no se tenga pluma. ¡Me encantaría que con Niño Marica la gente consiguiese reafirmarse y aprendiese a valorar su diferencia!
Resulta, sin embargo, paradójico que la mayor presencia pública de referentes sea paralela a un auge de la homofobia entre los más jóvenes.
Lo que sucede es que en las aulas no se habla de la homosexualidad; yo no me canso de repetir que es imprescindible que en los libros de texto de los niños aparezcan representadas familias homosexuales con total normalidad; es necesario que a los niños se les lean cuentos y se les enseñen películas en los que haya personajes homosexuales porque, de lo contrario, la homosexualidad seguirá apareciendo como algo extraño, como algo de lo que no se debe hablar. Si no se cambia el modelo educativo de los más pequeños, poco se puede hacer en la adolescencia para combatir la homofobia: los adolescentes no homosexuales viven al margen de esta realidad, siguen sin acceder a materiales como películas o libros que hablen del tema y, si no la condenan, la viven desde la indiferencia.
Si antes decíamos que había que poner el foco en los adultos, ahora podríamos decir que hay que poner el foco en la educación de la comunidad heterosexual para que consuman dichos materiales a los que aludes.
Exacto, hay que poner el foco en los niños y sobre todo en los adultos heterosexuales. Yo nunca he tenido ningún problema cuando he dicho que soy homosexual, pero creo que todavía hoy para muchos heterosexuales la cultura homosexual es una cultura ajena y, por ello, se sigue preguntando a los niños si tienen novia y a las niñas si tienen novio; en ningún momento se piensa que puede haber otras opciones. Aquí es donde hay que atacar el problema para que se asuma como algo habitual el hecho de que hay otra forma de amarse y otras formas de relaciones.
Un amigo homosexual me comentaba que el término “aceptación” que utilizan muchos heterosexuales para referirse a la homosexualidad es la prueba evidente de la falta de normalización.
A mí el término “aceptación” me pone muy nervioso, porque yo no quiero que me acepten, yo no necesito la aceptación del otro, necesito el respeto. La aceptación implica un proceso de acogimiento, incluso de relajación frente a un determinado hecho, la aceptación implica siempre que hay un problema que debe ser asumido. Y en el tema de la homosexualidad no hay problema alguno.
El poemario, dividido en dos partes, pasa de ‘Niño Marica’ a ‘Adolescente Maricón’, en el que se describe no muy amable el descubrimiento de la sexualidad.
Cuando llegas a la adolescencia te das cuenta de que el apelativo “marica” que te ha acompañado desde la infancia tiene que ver con el hecho de que te gustan los chicos, algo que no está del todo bien visto por mucha gente. El adolescente se da cuenta de que está descubriendo algo maravilloso como es el deseo y la atracción sexual, pero a la vez percibe este descubrimiento como algo doloroso; yo, de hecho, en el poemario defino el deseo sexual como un regalo peligroso: es algo que seduce, pero que muerde. De adolescente observaba cómo cuando se veía un beso entre dos hombres en televisión, el comentario de algunos miembros de mi familia era “¡qué asco!”, y recuerdo especialmente una experiencia en el cine: fui a una sala con un par de amigas a verKrampack. La sala estaba llena de adolescentes y lo que viví allí fue horrible, porque, por un lado, me sentía identificado con la película e incluso sentía placer erótico por lo que estaba viendo, y, por otro lado, era testigo de cómo la sala empezaba a gritar “maricones” en contra de los protagonistas. Ante esto, lo que te surge es temor al rechazo, vives la sexualidad de forma muy problemática.
En cierta manera este temor lleva a preguntas del tipo de: ¿por qué me ha tocado a mí?, ¿por qué yo no soy como los demás?
Es terrible, sobre todo porque son preguntas que no tienen ni sentido y ni motivo de ser. ¿A quién le importa lo que a mí me gusta? Con el paso de los años, me ha dado rabia haberlo pasado tan mal durante esos años y, precisamente por esta rabia, he escrito el poemario: con Niño marica he querido hacer algo bonito de toda aquella experiencia, necesitaba desprenderme de todas aquellas cosas negativas que estaban ligadas a algo, la homosexualidad, que sin embargo es maravilloso.
“Era tan fácil cuando aún podíamos tocarnos”, escribes remarcando una vez más el dolor que supone el descubrimiento de la sexualidad.
En la adolescencia, abrazarte con un chico o tocarte significa otra cosa, ya no es tan inocente como en la infancia. La adolescencia es aquel momento en el que te das cuenta de que tu amigo, con el cual has jugado hasta ahora, ya no es sólo un amigo, porque hay algo en su mirada y algo en la tuya que hace que ni él ni tú seáis los mismos de antes.
Y respecto a la mirada, escribes: “Soy invisible a los ojos / de los hombres a los que amo”.
Creces con la sensación de que estás absolutamente solo y que eres el único homosexual; los chicos que te gustan forman parte de tu grupo de amigos y la mayoría son heterosexuales, así que la posibilidad de elegir es poca. Y esto se acrecienta en las pequeñas ciudades: te conviertes en invisible porque los demás chicos no te ven desde una perspectiva sexual, que es como tú sí que los ves a ellos.
No crees que, junto a la invisibilidad, por cuestiones de perspectiva sexual, se añade una invisibilidad motivada; todavía hoy hay lectores que, ante libros de temática LGTBI, se sienten incómodos. Todavía la cultura LGTBI no cala en la formación del heterosexual.
Para una persona homosexual es normal crecer y formarse con libros y películas que reflejan la realidad heterosexual y, sin embargo, parece ser que para enfrentarte a un libro de temática homosexual debes ser homosexual. Y no nos damos cuenta de que el lector se abstrae de la historia y se queda con los sentimientos y con la idea que sustenta la historia: cuando yo leo o veo películas que gravitan en torno de personajes heterosexuales me identifico y me emociono, porque voy más allá de la historia. Las historias son concretas, pero las emociones son universales, de ahí que la tendencia sexual de los personajes sea lo de menos. Sin embargo, sí es cierto que hay un rechazo frontal por parte del público heterosexual ante la ficción homosexual y, al final, lo que se consigue es que la literatura LGTBI se circunscriba a un gueto.
De hecho, ‘Niño Marica’ puede leerse también como la experiencia de un niño que sufre el aislamiento y una experiencia similar a la del ‘bulling’, que no tiene que ver únicamente con la homofobia, sino con el racismo o con el desprecio, por cuestiones físicas o estéticas, por el diferente.
Yo no he sufrido un verdadero bulling tal y como se lo define hoy en día. Mis compañeros de clase se metían conmigo, me llamaban “marica”, pero no era algo muy patente. He sufrido alguna agresión, pero fueron excepciones. De hecho, con el libro, más que debulling así entendido, quería hablar de la represión que un niño siente por el ambiente y la realidad que le rodea y por la conciencia de que lo que él tiene es algo malo. Yo, como te decía, disimulaba y me cohibía, pero veía chicos mucho más afeminados a los que se les pegaba porque resultaban mucho más visibles. Verlo resultaban violento porque te hacía temer todavía más, tenías miedo a ser descubierto y conseguía que te cohibieras aún más.
Pero no podemos pensar sólo que el ‘bulling’ se define por la violencia física: el insulto, el aislamiento, la mofa son también formas de violencia.
Sí, es verdad. Lo que sucede que el término bulling remite a la agresión física, pero sí es cierto que la violencia y la represión se ejercen de formas distintas.
De ahí, el miedo a reconocer pública y abiertamente la propia orientación sexual…
Sí, además, con Niño Marica quería plantear que definir a los niños desde muy pequeños por sus gustos y actitudes puede llevar a grandes errores. Ser niño marica no impide ser de mayor un adolescente y un adulto heterosexual; hay mucha gente que tiene pluma y es heterosexual y para ellos es un absoluto martirio que constantemente se esté dudando de su heterosexualidad. Pienso en casos como el de Mario Vaquerizo, porque debe de ser muy duro que constantemente se ponga en cuestión tu tendencia sexual por tu forma de comportarte o por tu amaneramiento.
En este sentido, son interesantes los ‘queer estudies’ al replantear categorías como la del género y la tendencia sexual.
Yo sigo bastante los queer studies, me interesan particularmente en tanto que desmontan la definición de hombre y mujer y sus supuestos comportamientos. Los queer studiesparten de la idea de que la identidad de género es una construcción social como también lo son los comportamientos sociales que adopta cada uno de los dos géneros. A mí me parece fascinante lo que se propone desde estos estudios, pero la sociedad está tan lejos de todo lo que ellos proponen que resulta muy difícil que estas teorías calen.
Yo no me imagino a la sociedad en tropel leyendo a Judith Butler.
No, desde luego que no.
Ojalá…
Ojalá algún día.