Homofobia en el fútbol: ningún jugador español se ha atrevido a salir del armario
El diario francés L’Equipe le ha plantado cara a la homofobia en el deporte. Bajo una foto de dos waterpolistas besándose, un titular a favor de la diversidad sexual: “Besad a quien queráis”. El especial, que salió a la venta el pasado fin de semana, subraya que ningún futbolista de élite en activo ha hecho pública su homosexualidad.
Nada nuevo en España, donde la revista Zero amagó en 2006 con un reportaje donde varios futbolistas salían del armario, daban la cara o, al menos, apoyaban la visibilidad en el deporte. Las presiones que sufrieron su director, Miguel Ángel López, pero sobre todo los futbolistas por parte de sus representantes dieron al traste con la propuesta.
“El tema motivó una polémica que se prolongó durante años y alimentó el morbo. Desde entonces, todo el mundo, incluso el presidente Zapatero, me preguntaba quiénes eran los futbolistas gais”, recuerda el responsable del desaparecido mensual. “Sin embargo, no era un reportaje al uso sobre la salida del armario de un jugador, sino un primer paso para lanzar un mensaje positivo a los jóvenes”.
Un fotógrafo vasco, explica López, contactó con varios jugadores del Athletic de Bilbao y de la Real Sociedad, quienes a su vez tiraron de colegas de otros equipos, como el Real Madrid, el Barcelona y el Atlético. “Apalabró con ellos que posarían en un reportaje coral, bonito y de camaradería. Conviene aclarar que no sólo eran homosexuales, sino también héteros gay friendly. Ellos habían aceptado previamente, conscientes de las dificultades que pondrían los clubes, pero la portada no salió porque sus representantes pusieron el grito en el cielo”.
El director de Zero, quien actualmente ejerce como asesor de comunicación, considera que aquellos futbolistas fueron “valientes” y recuerda con humor las anécdotas sobre las presiones que se sucedían al otro lado del teléfono. “Los del Madrid, más o menos, vinieron a decirme: En nuestro equipo no hay homosexuales y, si los hubiese, nos los habríamos cargado. Y si los hubiese…”, ironiza López. “Otros optaron por el silencio o cortaron por lo sano: ¿Quiénes se creen esos niñatos de la revista marica?”. Curas y militares habían protagonizado la capa de la revista, pero sacar a la luz la homosexualidad en el fútbol resultó imposible.
“En los clubes cunde la homofobia”
¿Hay (más) rechazo en los vestuarios, en los despachos o en las gradas? “En los clubes cunde la homofobia y la prueba más evidente es que no hay un referente homosexual”, señala José Luis Lafuente, coordinador del grupo de Deporte de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). “Tampoco ves a nadie con su pareja, otro reflejo de que detrás de esas actitudes hay ocultamiento, miedo, discriminación y homofobia”.
Lafuente desgrana la situación en los tres escenarios, que serían cuatro si considerásemos el bar y el salón de casa como una prolongación de las bancadas. “La bandera arcoíris en las camisetas del Rayo Vallecano y el Guadalajara, en el brazalete del capitán del Leganés o en los cordones de la plantilla del Racing de Santander y de algunas estrellas del Atlético ayudaron a visibilizar la homosexualidad. Los jóvenes aficionados lo vieron como un referente positivo”.
Desde 2015, cuando lanzamos la campaña #LaLigaArcoIris, nos han llamado niños pidiéndonos cordones porque se los habían visto a sus jugadores: ¿Por qué voy yo a discriminar a los gais si mis ídolos deportivos favorecen la diversidad?”. La FELGTB percibió entonces la apertura de algunos directivos y jugadores. Sin embargo, el Madrid y el Barça rechazaron la invitación.
El acoso de la grada
“Si la afición podría rechazar a un jugador que hiciese pública su homosexualidad, la grada ajena sería aún peor”, cree Lafuente, quien recuerda los insultos proferidos a algunas estrellas. Desde el “¡Guti maricón!” hasta el “¡Sal del armario, Cristiano sal del armario!”, que se escuchaban en algunos fondos. Un aficionado del Real Madrid también remite al caso de otro madridista de renombre, a quien las aficiones contrarias no dejaron de recriminarle una anécdota durante un partido contra el Valladolid en la temporada 91-92: “Mira lo que le pasó a Míchel… Lo siguieron llamando maricón por tocarle los huevos a Valderrama”. El portavoz de la FELGTB cree que esas actitudes se enmarcan en el “discurso del odio, que genera a la larga un delito de odio”.
Miguel Ángel López afirma que el fútbol sigue siendo el opio del pueblo. “Las aficiones necesitan pedagogía, porque sin referencias éticas o morales se pierde el norte. El público podría reclamar un deporte más evolucionado, pero su prioridad no es ésa, sino escapar de sus problemas, volcar las tensiones diarias y liberar emociones”, explica el fundador de la revista Zero. “O sea, es una válvula de escape, de ahí que también le llamen al árbitro hijo de puta y le digan que lo van a matar”.
En el caso del colegiado Jesús Tomillero, ese machismo subyacente se unió a una homofobia desatada cuando salió del armario en 2015. Recibió insultos y amenazas, que lo llevaron a fundar la asociación Roja Directa. Un año después, durante una invitación del Barcelona, habló con Iniesta, quien según el árbitro le comentó que “es normal” que los futbolistas no salgan del armario. “Mira lo que te pasa a ti, imagínate lo que nos pasaría a nosotros”, le confesó el barcelonista, según aseguró en el programa La porteria (Beteve) el colegiado gaditano, quien terminaría colgando las botas ante el acoso sufrido.
“Cada uno puede tener la orientación sexual que quiera, juegue al fútbol o haga halterofilia. Y si es del Badajoz y se proclama pichichi, si hace falta me acuesto con él”, ironiza un aficionado del club blanquinegro, como restándole importancia a la orientación sexual. Sin embargo, su actitud varía si el gay es un contrincante. ¿Llegaría a insultar a un jugador de otro equipo? “Si es un rival, claro. Haría de todo para sacarlo del partido. La afición contraria usa cualquier debilidad de un jugador para desconcentrarlo. Lo que sea”.
Homofobia sobre el césped
Ese mismo argumento podría reproducirse en el terreno de juego. “¿Dónde te puedo atacar para bajar tu rendimiento deportivo?”, se preguntaría un rival. “Y el jugador, claro, ataca por ese flanco”, responde Lafuente, quien rememora la confesión de Cristiano Ronaldo a sus compañeros en el vestuario, después de un bronco partido contra el Atlético. Según la Cadena Cope, en 2016 Kokesupuestamente lo llamó “maricón” y el delantero le respondió: “Un maricón, sí, pero lleno de pasta, cabrón”.
El caso del londinense Justin Fashanu refleja como su homosexualidad le generó graves problemas en el Nottingham Forest, que derivaron en una carrera errática con final trágico, como veremos más adelante. La homofobia en el vestuario también se refleja en la película Mario, que relata la relación entre un jugador que se enamora del nuevo delantero del equipo. El director suizo Marcel Gislert se inspiró en Marcus Urban, un futbolista alemán que se negó a llevar una doble vida, aunque eso supusiese abortar el despegue de su carrera.
La FELGTB no ha recibido quejas de ningún jugador de élite, aunque esa reacción quizás responda a que, de algún modo, supondría una salida del armario, aunque fuese en un entorno afín, comprensivo y limitado. “Sin embargo, sí que nos han llamado de categorías inferiores y de ligas base para denunciar que están siendo discriminados o para preguntarnos por equipos donde puedan practicar su deporte más protegidos”, explica Lafuente. “De hecho, hay clubes LGTBI —cuyas plantillas también están integradas por jugadores héteros— que les permiten desarrollar su carrera con la seguridad de no sentirse marginados”.
¿Por qué no se atreven a salir el armario?
Tampoco ha llegado a contactar ningún jugador con la Asociación de Futbolistas Españoles para exponer problemas derivados de su orientación sexual o para pedir consejo sobre una hipotética salida del armario, según María José López, codirectora de la asesoría jurídica de la AFE. “No ha habido casos, aunque reconocerlo o no públicamente es una decisión que se circunscribe a la privacidad personal. Resulta complicado e, insisto, corresponde a su ejercicio de libertad”, añade la abogada especializada en Derecho Deportivo. “Los colectivos dicen que es positivo para ayudar a normalizarlo, pero depende de cada individuo. El mundo del deporte es machista y homófobo, por lo que eso intimida a quien pudiese manifestarse”.
Además de la reacción de la grada, los jugadores también se plantean otros interrogantes, según Lafuente: “¿Perderé patrocinios? ¿Mi club no me renovará el contrato? ¿Me seguirán fichando equipos de primera división? ¿Me harán el vacío mis compañeros? ¿Sufriré el rechazo de la grada? ¿No dejarán de insultarme en los estadios rivales?”. Y se dan a sí mismos algunas respuestas, como la de llevar una vida pública aparentemente heterosexual, para camuflar su orientación sexual. “Nadie nos ha dicho que su club o su representante le obligase a tener una pareja femenina, aunque sí conocemos casos de falsas novias”, explica el portavoz de la FELGTB.
Miguel Ángel López, aunque ahondará más adelante en otras causas, focaliza el problema en la autocensura. “La homofobia internalizada —o sea, la de de los propios jugadores— es la que más peso tiene. Es un problema transversal, porque en el deporte hay un rechazo muy fuerte, pero los futbolistas son los primeros que no rompen esta dinámica, cuando son ellos quienes podrían abrir el melón”, explica el exdirector de la revista Zero.
“Son vidas soterradas, no sólo por la homosexualidad, sino también por otros temas como el dopaje, los matrimonios de conveniencia, el silencio de la privacidad… En definitiva, por todo lo que afecta al negocio, porque cuidan mucho la cuenta de resultados”, critica el asesor de comunicación, quien carga contra los tres ángulos del triángulo de la homofobia en el fútbol.
Un problema social
“Esa homofobia internalizada pesa más que las directivas, una oligarquía ultramontana formada en ocasiones por mafiosos legales e ilegales”, prosigue López. “Si juntas el rechazo de los propios futbolistas al de los dirigentes, tienes la receta perfecta contra la implantación de un modelo positivo que destierre la discriminación y contra el aperturismo a la diversidad sexual por parte de los aficionados, que son conservadores nada más entrar por la puerta del estadio, porque se convierten en una masa de borregos que van a descargar sus frustraciones”.
Homofobia, xenofobia y machismo, enumera el fundador de Zero. “Esto no acaba nunca”.
Jugadores, dirigentes y público, enfatiza el orden. “La homofobia es culpa de todos”.
“Y transversal, igual que el machismo”, añade. “Son conceptos que se creen superados, pero cuando rascas un poco en la sociedad ves que el machismo está presente desde la educación. Eso provoca que luego afecte a todos los ámbitos, de la familia al trabajo. Lo mismo pasa con la homofobia: por más que hayamos tenido etapas de visibilización, va por oleadas. Ahora bien, en el deporte jamás se ha superado, porque nunca ha habido un gran debate ni un cambio de paradigma”.
López cita las campañas de sensibilización de algunos clubes y peñas —la última, protagonizada por el Montakit Fuenlabrada, cuyos baloncestistas lucieron el pasado domingo una equipación arcoíris “por una sociedad más inclusiva” con motivo del del Día Mundial contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, que se celebra el 17 de mayo—.También la lucha para que “personajes de sectores homófobos, como el Ejército y la Iglesia, saliesen del armario” para posar en la portada de su revista. “Luego se han visto más casos, pero no ha habido una gran eclosión”.
¿Las mujeres sufren menos la homofobia?
La homofobia no es exclusiva del balompié, como tampoco afecta sólo a los hombres. “Es similar en todos los deportes, pero como el fútbol es el más multitudinario, se visibiliza más, tanto en el estadio como en la televisión”, cree José Luis Lafuente, quien considera que las deportistas sufren todavía una mayor discriminación. “Además de lesbianas o transexuales, son mujeres. Incluso se cuestionan sus elevados niveles naturales de testosterona, como refleja la sentencia en contra de la atleta olímpica Caster Semenya”, ejemplifica el coordinador del grupo de Deporte de la FELGTB.
Lafuente opta por responder con varios interrogantes cuando se le pregunta si cree que las gradas son más homófobas con las mujeres: “¿Por qué el fútbol femeninono está en igualdad de condiciones que el masculino? ¿Por qué no se ponen al mismo nivel? Eso es lo que tendríamos que plantearnos. Hablamos de homofobia, pero también debemos denunciar el machismo”. María José López, abogada especialista en Derecho Deportivo, cree en cambio que el acoso es menor, dado que a su juicio el público es diferente.
“En el deporte femenino, incluido el fútbol, muchas mujeres han salido del armario. En ese aspecto, está más liberada, aunque desconozco si se debe a que la repercusión mediática es inferior”, especula la codirectora de la asesoría jurídica de la AFE, quien denuncia que la paridad brilla por su ausencia en “un mundo dominado por los hombres, empezando por sus órganos colegiados”. Esa masculinidad influiría, según ella, en que los varones eviten salir del armario. “La exposición pública tiene sus servidumbres, no sólo sobre la condición sexual, sino también sobre la orientación política. Y el fútbol tiene un efecto más intimidatorio”.
Mapi León, defensa del Barcelona y de la selección española, salió mediáticamente del armario el año pasado, días antes del Orgullo Gay. En una entrevista a La Otra Crónica, de El Mundo, declaraba: “Cuando eres alguien conocido, tienes una responsabilidad. Creo que es importante dar la cara por los derechos de todos, no hay por qué esconderse. Muchas veces oímos cosas muy feas en los campos de fútbol, insultos no sólo homófobos sino también racistas, y yo creo que en el deporte necesitamos lanzar un mensaje claro de tolerancia y en contra del odio”. Como ellas, otras compañeras de La Roja también han manifestado públicamente que son lesbianas, como Lola Gallardo, portera del Atlético, y Laura del Río, delantera del Madrid CFF.
Combatir la discriminación
María José López cree que la única forma de combatir la homofobia en las gradas es “frenándola seriamente”, pues considera que la Ley 19/2007 contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte no ha resuelto el problema. “Yo llevaría la lucha a los códigos, los estatutos y los protocolos de La Liga y de la Real Federación Española de Fútbol, pues en los campos sigue habiendo comportamientos que atentan contra los valores que fomenta el deporte”.
Precisamente, José Luis Lafuente resalta que la legislación no hable de homofobia, sino de intolerancia, empezando por su propio enunciado. “La ley se ha quedado bastante antigua y no recoge concretamente los casos de homofobia, por lo que debería evolucionar. La norma vigente no puede regular o no se está llevando a efecto, porque no hay multas graves, ni cierres de estadios, ni prohibiciones de entrar en un recinto”. Mientras, se alimenta el discurso del odio al que se refería el portavoz de la FELGTB.
“Una persona se muestra tal y como verdaderamente es en un ambiente festivo”. Su lado oscuro o su cara reprimida, al descubierto. “Y cuando profiere insultos, tenemos un problema, porque la ley se ha quedado anticuada”, insiste Lafuente. “Algunos comportamientos son delictivos, porque incitan al odio”, abunda la codirectora de la asesoría jurídica de la Asociación de Futbolistas Españoles, quien reconoce que no existen protocolos contra el acoso. “Si alguien saliese del armario y fuese insultado, sería denunciable. En pleno siglo XXI, es inconcebible que se estigmatice una orientación sexual. Los insultos son negativos, peyorativos e hirientes, aunque queda claro que quienes los profieren se están calificando por sí solos”, concluye López.
Besos y abrazos sobre la hierba
Si tomásemos un campo de fútbol o una cancha de baloncesto como un entorno laboral, la relación entre los trabajadores sería muy estrecha, sobre todo cuando celebran un gol o una victoria. El saludo trasciende el apretón de manos y sobrepasa el beso y el abrazo, una práctica infrecuente entre hombres que desempeñan su labor en otros sectores. “Es una reacción en caliente y una exaltación de las emociones, que se traduce en expresiones de júbilo y alegría, igual que sucedería durante un concierto o un evento anímicamente intenso”, apunta la psicóloga del deporte y la salud Patricia Ramírez.
“Es algo lógico en el ambiente deportivo”, concuerda Javier Aguado, responsable de Comunicación de la Asociación Española de Protocolo, consciente de que la actitud de los profesionales varía dentro y fuera del terreno de juego: “Sobre el césped, se dan besos, pero también se quitan la camiseta. En caliente, las reacciones son así, como el famoso cabezazo de Zidane, quien en condiciones normales no mataría ni a una mosca”. Un aficionado del Barça también considera los besos y abrazos como algo “natural”, aunque reconoce que fuera del terreno de juego hay homofobia y esos gestos no se verían con los mismos ojos: “Eso en una sauna no lo harían, pero durante un partido resulta masculino”.
¿Una cuestión de registros? Porque su comportamiento puede ser diferente lejos del campo, cuando desaparecen los roces y el contacto físico. “Ese saludo no va ligado a ningún otro significado”, añade Ramírez, descartando la cercanía en el campo y un comportamiento que deja patente su hombría, o sea, su imagen de macho heterosexual. “No hay que darle mayor importancia a su reacción dentro del terreno de juego, porque si en una empresa se cierra un gran proyecto, la gente se abrazará y se dará besos igual que en el fútbol, porque se está cumpliendo un objetivo grupal”, razona la experta en psicología del deporte. “Además, en España, ese contacto físico está permitido entre hombres, pero también entre mujeres o entre ambos sexos”.
“¿Para qué exponerse?”
Ramírez no cree que haya homofobia en el vestuario. “Todos los deportistas que conozco tienen un amigo o un familiar gay, por lo que no rechazarían a un compañero por su orientación sexual”, añade la psicóloga del deporte, quien considera que puede haber más homosexuales en disciplinas artísticas, como el patinaje o la gimnasia rítmica, aunque descarta que los jugadores eviten salir del armario porque practiquen deportes de equipo. “Simplemente, los futbolistas no lo hacen por vergüenza o por la falta de aceptación de sus compañeros, sino por la falta de necesidad de exponerte ante una afición que lo usará para atacarlos durante los partidos con el objetivo de desconcentrarlos. Un juego sucio”.
No se trataría tanto del significado del insulto, según ella, como de un ataque deliberado. “Porque un homosexual incluso podría llamarle a otro maricón”, subraya Patricia Ramírez. “¿Por qué van a exponerse en un deporte altamente competitivo y con tanta visibilidad? Hoy juegan aquí, pero mañana pueden fichar por un equipo americano, por lo que deben ser prudentes. Un jugador no está obligado a ondear la bandera arcoíris, del mismo modo que otro no sale en rueda de prensa diciendo que es heterosexual. Se sobreentiende que cada uno es lo que le da la gana, sin necesidad de dar explicaciones ni de pregonarlo”.
Contacto físico y cultura del saludo
Alejo García-Naveira, coordinador de la Sección de Psicología del Deporte del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COPM), descarta la homofobia. Antes de centrarse en el debate —ningún futbolista de élite ha salido del armario en nuestro país—, describe la cultura del saludo en España. “El contacto físico, el tocarse cuando hablas con alguien, las caricias, los besos y abrazos… Todas estas son diferentes muestras de afecto que son esenciales en las relaciones que tenemos con los demás. También una forma de comunicarnos. En nuestra identidad como seres vivos también somos seres sociales que necesitamos estar con otras personas y relacionarnos con ellas. Y la reacción o el saludo dependen en parte de cómo es la propia persona y con quien se relaciona, de su situación deportiva y de la cultura en la que vive”.
Dependiendo del contexto donde se muevan, la forma de mostrar el afecto es diferente, añade este psicólogo del deporte. “No es lo mismo como expreso a un compañero de equipo mi cariño en su cumpleaños dentro del vestuario, como luego, una vez fuera, en el bar. Como tampoco lo expreso igual a mis padres, a mis hermanos, a mis amigos o a mi pareja”. García-Naveira deja claro que también responde a una cuestión cultural propia de cada país, aunque en el caso que nos ocupa influye la estrecha relación entre los trabajadores de un club. “Hay un vínculo afectivo con las personas —compañero de equipo, amigo, entrenador, etcétera— y situaciones emocionales deportivas —antes de una competición, tras un gol o después de una victoria—”.
El coordinador de la sección de deporte del COPM rechaza que cunda la homofobiaen los deportes de equipo, sean baloncesto, balonmano o fútbol. “Desde mi experiencia, no. Creo que, con educación y respeto, cada uno puede ser libre para vivir su vida fuera de los terrenos de juego. Un jugador es valorado por su talento deportivo y profesionalidad. El esfuerzo, el trabajo, la fortaleza, el cumplimiento a las normas, el rendimiento, el ser buen compañero… Ésos son los aspectos importantes. Si un jugador cumple con ello, el reconocimiento del equipo hacia él será mucho mayor que cualquier cuestión política, religiosa o de orientación sexual”, concluye Alejo García-Naveira, quien recuerda casos de deportistas españoles que salieron del armario, como el patinador Javier Raya, el waterpolista Víctor Gutiérrez o el jinete Kike Sarasola, hoy empresario hotelero.
“Ellos lo hicieron en su día y no ha pasado nada. No obstante, hay que tener claro que es una decisión personal que debe respetarse”, concluye el psicólogo. Luego estaría la cultura del saludo en la grada, así como las muestras de afecto. Una pareja de chicos besándose en un estadio colombiano desató una ola de homofobia en las redes sociales que fue atajada por el exportero René Higuita con el siguiente comentario: “Hombre, ¿y cuál es el problema? Dejen a los muchachos ser felices, no le están haciendo daño a nadie”.
El caso de Justin Fashanu
El aficionado del Madrid que sacó a colación los insultos que recibió Míchel también recuerda otra experiencia homófoba con un final menos feliz. Porque el centrocampista merengue triunfó en el Bernabéu, jugó en la selección española y ha entrenado al Rayo, al Getafe, al Sevilla y al Málaga, así como al Olympiacos de Atenas y al Olympique de Marsella. Hace tres años, un usuario de Twitter intentó tocarle las pelotas, pero Míchel estuvo más vivo que Valderrama. Su respuesta, en vídeo: “Hola, Javi, me preguntas si soy maricón. No, no lo soy. Prefiero otra tendencia, pero la respeto totalmente […]. No tengo nada en contra de los homosexuales, ni mucho menos. Estaría bueno. ¿Y tú?”.
Sin embargo, la orientación sexual de Justin Fashanu y su salida de armario en 1990 motivaron que su carrera fuese errática. Entonces, el diario The Sun tituló en portada: “La estrella del fútbol que costó un millón de libras: Soy gay”. El hincha madridista explica que el entrenador del Nottingham Forest, Brian Clough, le recriminaba sus hábitos, como dejó escrito en su biografía, donde refleja que había recibido varias llamadas para chivarse de que su delantero frecuentaba un bar de ambiente:
– ¿Adónde vas si quieres una rebanada de pan?
– Al panadero, supongo.
– ¿Adónde vas si quieres una pierna de cordero?
– Al carnicero.
– ¿Entonces por qué sigues yendo a ese maldito club de maricones?
Fashanu, nacido en el barrio londinense de Hackney, tardaría varios años en dar la exclusiva a The Sun. “Entonces se decía que la plantilla no lo encajaría muy bien: los vestuarios, las duchas, la testosterona…”, añade el aficionado blanco. “Si ningún jugador se declara gay, por algo será. Los pocos que salieron del armario lo hicieron al final de su carrera”, añade. El delantero del Nottingham Forest le echó valor cuando ya había pasado por varios clubes de categorías inferiores, británicos y extranjeros. “Gastamos un millón de libras en Fashanu y debe haber sido el dinero que peor invertimos”, escribió su entrenador en Clough: The Autobiography.
Pero el destino sería todavía más cruel: un chico de diecisiete años lo acusó de agresión sexual y, aunque la policía no encontró pruebas, el goleador se suicidó en 1998. Según él, ya había sido condenado por la sociedad y no quería hacer más daño a su familia. Su hermano, de hecho, lo consideraba un monstruo, aunque años después se arrepintió de haberle dado la espalda y de no haber contestado a sus llamadas antes de ahorcarse.
“Hay que tener en cuenta que era otra época”, concluye el aficionado merengue respecto a las hostilidad de Brian Clough hacia su jugador. “La homofobia sigue presente en la sociedad”, subraya María José López. En todo caso, tampoco se sabe qué pasaría hoy, en esta época, si un futbolista se atreviese a salir del armario. Sencillamente porque en España nadie lo ha hecho.