Cada día se producen en España casi cuatro ataques de media por razones de identidad, orientación sexual, raza o religión de la víctima
Un niño, sobre los hombros de su padre, participa en Belgrado en una manifestación contra los homosexuales. / REUTERS
Un hombre español, adulto, es el principal agresor en delitos de odio. Los varones son responsables del 93% de los ataques motivados por la identidad u orientación sexual, la raza o la religión de la víctima. De los más de 1.200 casos que identificó la Policía en 2014, las agredidas fueron en su mayoría mujeres. Y en una proporción elevadísima, menores de edad. Por ser quienes son sufrieron palizas, abusos y agresiones sexuales, robos y amenazas. Gais y lesbianas fueron el objetivo de ataques que, en muchas ocasiones, no se atrevieron a denunciar.
Los delitos de odio son aquellos en los que el atacante elige a su víctima por la pertenencia de esta a un determinado grupo. Transexuales, homosexuales, personas de otras etnias y religiones, gente sin hogar o discapacitados entre otros colectivos. Desfavorecidos, desprotegidos y aislados, durante muchos años han sido víctimas fáciles e invisibles.
Desde 2013, el Gobierno recopila los casos de los que tienen conocimiento las fuerzas de seguridad y elabora un informe con el objetivo de llamar la atención sobre el problema. «Tenemos que construir esta sensibilización», aseguró el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, durante la presentación del documento.
«Tenemos que lograr que afloren estos casos, que tanto las víctimas como la sociedad civil denuncien estos delitos. Hay que sacarlos a la luz y tenemos que conocer el índice real de los delitos de odio, y a partir de ahí lograr que las víctimas se sientan protegidas y denuncien».
El informe, reconoce el ministro, solo refleja una pequeña parte del problema. Nadie sabe su magnitud exacta. En 2014, el conjunto de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado identificaron 1.285 delitos, casi un 10% más que un año antes. De este aumento en las estadísticas, aclaró Fernández Díaz, no se puede deducir que aumentasen esta clase de agresiones, sino que se identificaron más. Han aumentado tanto el número de fuentes como la diligencia de los policías a la hora de registrarlos como delitos de odio. «Solo representan la punta del iceberg», asegura Rubén López, miembro de la ejecutiva de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB).
Policía más sensible
El colectivo más afectado fue, precisamente, al que busca dar apoyo esta organización. Sufrieron cuatro de cada diez delitos de odio de los registrados. «El año pasado elaboramos un informe en el que identificamos que entre el 60% y el 90% de esta clase de agresiones nunca se denuncian», explica López. «Por miedo a la Policía, a que se rían de ellos o a que se entere la gente». Reconoce que la situación poco a poco mejora -la Policía es más sensible a esta situación y los agredidos están más concienciados a denunciar-, pero aún son mayoría los que sufren palizas sin ponerlo en conocimiento de las autoridades.
Otros colectivos, asegura, puede que lo tengan todavía peor para llamar la atención sobre su situación. «Un indigente no tiene a quién recurrir. Es casi imposible saber las agresiones que sufren», recalca López. Según el informe del Ministerio, en 2014 solo se identificaron once casos en toda España.
Según el informe elaborado por Interior, los menores son un colectivo especialmente sensible a los delitos de odio. De los 1.285 casos identificados, en casi uno de cada cuatro la víctima era menor de edad. «Es un porcentaje muy elevado», aclaró Fernández Díaz. Cuando se analizan todos los delitos penales que ocurren en España, aseguró, estos solo son víctimas en un 3,27% del total de los casos. «Esto indica que los menores son un colectivo de riesgo cuando hablamos de delitos de odio», recalcó. También esto lo percibe la FELGBT.
Algo más de la mitad de víctimas de delitos de odio que registró el ministerio fueron mujeres, el 54%. Ellas sufrieron sobre todo agresiones y abusos sexuales. Ellos, por su parte, padecieron palizas, amenazas y otra clase de vejaciones. La mayoría de estos ataques se cometieron dentro de una vivienda, aunque no pocos ocurrieron en la calle o en locales de ocio. Tanto en el caso de los afectados como de los agresores, el perfil más frecuente es del de un adulto español de entre 26 y 40 años.
«Queda mucho camino por andar», aseguró Fernández Díaz. «Pero hacemos camino al andar y el ambicioso proyecto de recopilar datos ha permitido que España se encuentre entre los cinco países de referencia en la Europa».