David Reimer, el «niño cobaya» al que criaron como una mujer hasta los 15 años

Tras perder el pene a los pocos meses de vida, un psicólogo convenció a sus padres para que le ocultaran la verdad

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David Reimer, en la imagen de un documental sobre su vida en la BBC

Brenda no supo que había nacido siendo un varón hasta que tuvo 15 años. Fue una tarde de 1980 cuando su padre, torturado por el sufrimiento que veía, le reveló el historia que habían estado manteniendo en secreto: había nacido en Canadá siendo Bruce, junto a su hermano gemelo Brian, pero una negligencia médica durante una circuncisión en 1965 había destruido sus genitales.

En un intento desesperado porque la vida de su hijo fuera satisfactoria, sus padres se pusieron en contacto con un psicólogo que aseguraba que la condición sexual no es innata, sino que es asignada mediante la educación en los primeros años de vida. Es decir, que si trataban a Bruce como Brenda, este se convertiría en una mujer plena, en vez de sufrir como un hombre sin pene. Se trataba de John Money, un psicólogo del hospital Johns Hopkins (Baltimore) famoso por sus teorías sobre el género. Además, era una oportunidad inigualable para Money de demostrar sus teorías, ya que tendría un sujeto de control: Brian, con la misma carga genética que su hermano, pero que tendría una orientación diferente.

El 3 de julio de 1967, los médicos sometieron a Bruce a una castración quirúrgica (quitándole los testículos) y le modelaron una vagina. Bruce se convirtió en Brenda a la vez que en un conejillo de indias. Mientras, las instrucciones para sus padres, Janet y Ron, fueron claras: no contarle jamás lo que había ocurrido.

Los niños fueron creciendo y la situación se fue complicando. Según contaría Janet ya en los años 90 al periodista de la revista «Rolling Stone» John Colapinto, la primera vez que trató de ponerle un vestido a Brenda intentó arrancárselo. «Recuerdo que pensé: “¡Dios mío, sabe que es un chico y no quiere que le vista como a una chica!”». Pero no solo fue aquello. Cuando su hermano jugaba a afeitarse con su padre, Brenda también quería. «Mi padre me dijo: “No, no. Tú vas con tu madre”. Me puse a llorar, “¿Por qué no puedo afeitarme también?”», contó él mismo. Desde pequeña incluso insistía en orinar de pie.

Por su parte, su gemelo identificaba a Brenda como a una hermana. «Pero ella nunca actuó como tal», reconoció al periodista de «Rolling Stone». «Si le regalaban una comba, para lo único que la usaba era para atar a la gente o para azotarla como si tuviera un látigo. Nunca la usó para su propósito real. Jugaba con mis juguetes mientras que los suyos, como una lavadora, solo los usaba para sentarse».

«Estudio John/Joan»

Sin embargo, para cuando cinco años después el doctor Money publicó el primer libro sobre el «estudio John/Joan» (como lo había bautizado) bajo el título «Man & Woman, Boy & Girl», las conclusiones que reflejaban eran las opuestas. Money aseguraba que tras haber enfatizado en el uso de la ropa femenina, Brenda ya tenía una clara preferencia por los vestidos. Que se sentía orgullosa de su pelo largo. Que por Navidades había pedido una casa de muñecas y un carrito de paseo. Que la orientación de género se había impuesto.

Para cuando Brenda llegó a la adolescencia sufría depresión y se había intentado suicidar al menos una vez. También tomaba estrógenos. Cuando el doctor Money le instó a que se sometiera a otra cirugía, se negó rotundamente. Fue entonces cuando sus padres decidieron contárselo. Fue entonces cuando Brenda pudo volver a ser un chico.Eligió de nombre «David» en honor al héroe bíblico que, desafiando todas las probabilidades, mató al gigante Goliat. Se sometió a una faloplastia y se quitó los pechos que le habían crecido gracias a las hormonas. Para cuando cumplió 23 años, se casó.

Sin embargo, su familia había quedado destrozada. Su madre Janet cayó en depresiones clínicas repetidas que requerían hospitalización. Su padre Ron se convirtió en un alcohólico. Su gemelo Brian abandonó los estudios y trató de suicidarse en varias ocasiones hasta que lo consiguió en 2002. Dos años después, con 38 años, David hacía lo mismo tras haberse divorciado años atrás de su mujer.

La historia de David Reimer saltó a la luz en 1997 gracias al doctorMilton Diamond de la Universidad de Hawai, quien convenció a David de que contar su caso ayudaría que no le ocurriera a nadie más. Meses después salía publicado también el artículo de John Colapinto que en el año 2000 se editaría en un libro titulado «Tal como la naturaleza lo hizo». La reflexión del doctor Milton Diamond fue: «Si todos estos esfuerzos médicos, quirúrgicos y sociales combinados no tuvieron éxito en hacer que este niño aceptara una identidad de género femenina entonces, tal vez, tengamos que pensar que hay algo importante en la constitución biológica del individuo».

Donde el amor es ilegal: 8 testimonios brutales que te revolverán las tripas

El fotógrafo Robin Hammond documenta historias de intolerancia, persecución y supervivencia LGTBI alrededor del mundo. Sus experiencias dejan sin habla

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Color, orgullo, desfiles, celebración y baile… pero también vejación, intolerancia, persecución y muerte.

Bajo la bandera arcoiris caben muchas realidades distintas. Algunas son vistosas, y otras… no tanto. Mientras la sociedad occidental celebra los avances en materia de derechos y visibilidad para la comunidad LGBTI, miles de gais, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersex siguen sufriendo abusos brutales cada día en muchas regiones del mundo.

Es algo que sabemos, algo de lo que se habla a menudo, pero no es lo mismo leer un informe de Naciones Unidas, Amnistía Internacional o ILGA queescuchar el dolor quemando en las bocas de sus protagonistas.

Where Love Is Ilegal nace para dar voz y poner cara a esas víctimas, para contar las historias que aún no han sido contadas.

El fotógrafo Robin Hammond tuvo la idea de crear Where Love Is Ilegal cuando, en uno de sus frecuentes viajes por África, tuvo la oportunidad de entrevistar a cinco jóvenes nigerianos arrestados y apaleados en público por su condición homosexual.

Hammond siguió viajando por Uganda, Sudáfrica y Camerún, recolectando historias para el proyecto. Con ayuda del activista Harold Smith-Franzen, llegó a Malasia, Rusia y Líbano.

En todos los lugares escuchó testimonios tremendos, recuentos de agresiones brutales, realidades vitales que oscilaban entre la devastación total y el empoderamiento de quienes saben que su única opción es permanecer fieles a sí mismos.

“Quedé profundamente conmovido por la experiencia de escuchar estas 65 historias“, asegura Hammond en una reciente entrevista con National Geographic.

A continuación puedes leer fragmentos de ocho de los testimonios recogidos hasta el momento en Where Love Is Ilegal. El resto te esperan aquí.

Vas a necesitar estómago para digerir tanta violencia.

Jessie, Líbano.

Jessie, Líbano

“Cuando era pequeño mis padres me vieron jugando con una Barbie junto a una niña. Me golpearon. Hay tabús, y los chicos no deben jugar con las chicas. Mi padre me dijo que era como un burro, un perro. ‘Eres una desgracia para mí’, dijo…

Cuando tenía 6 o 7 años, aprovechaba cuando mi familia salía para sentarme frente del espejo y maquillarme como mi madre. En ocasiones mi familia me pillaba; entonces me insultaban y me pegaban.

Mi tió me violó cuando tenía 11 años y me dijo que no se lo contara a nadie. Me violó tres veces. Me sentí destruido. Era fuerte y me forzó a hacerlo contra mi voluntad. Cai en depresión. Fue un período horrible de mi vida. Solía gritarle y pedirle que se fuera. No podía contárselo a nadie porque no me creerían al ser él una persona religiosa.

Mi hermano siempre se ha avergonzado de mí. Aún lo está. Muchas veces a lo largo de mi vida me ha pegado e insultado. Cinco o seis veces, con el apoyo de mi padre, ha intentado matarme. Mi hermano ha intentado acuchillarme, pero nunca lo ha conseguido. Una vez mi padre intentó estrangularme, pero logré escapar… Solía llegar a la escuela con la cara llena de arañazos. Los profesores me preguntaban que había pasado. Yo lloraba y no decía nada. Estaba asustado”.

Amanda, Sudáfrica.

Amanda, Sudáfrica

“Mi nombre es Amanda. Soy lesbiana. En 2007 fui violada mientras viajaba en compañía de un amigo. De camino a visitar a otro amigo, me puse a buscar una tienda para comprar cigarillos. Vi a este chico en una esquina y le pregunté. Me mostró dónde podía comprar lo que buscaba. Me acompañó hasta el lugar, y en el camino de vuelta se volvió contra mí.

Primero me preguntó si salía con chicas, y le dije que sí. Luego me preguntó si era lesbiana, y le dije que sí. Luego dijo que me iba a demostrar que yo era una mujer, sacó una pistola y me ordenó que me desnudara. Me forzó a tener sexo con él.

(…)

Ahora odio a los hombres por lo que me pasó aquel día”.

Gad, Siria.

Gad, Siria

“Dejé Homs porque mi vecindario estaba siendo atacado, fue bombardeado en múltiples ocasiones. Me mudé a Líbano con la esperanza de poder encontrar un empleo. Encontré trabajo en un baño árabe dando masajes… Me vi obligado a aceptarlo para poder ayudar a mis padres en Siria.

Solía trabajar durante dos meses, luego volvía a Homs a pasar unos días, y luego de vuelta Líbano. Una noche de agosto de 2004 mi casa fue asaltada por la policía. Recibí puñetazos y patadas. Me pusieron una bolsa de tela negra en la cabeza. Siguieron pegándome y dándome patadas. No sabías de dónde te venían los golpes. Vi cómo trataban a otros de la misma manera. A veces estabas tú solo en una habitación, otras veces estabas con otras dos o tres personas. Podíamos oír cómo torturaban al otro. Aquello continuó durante tres días”.

Ruslan, Rusia.

Ruslan, Rusia

“Mientras estaba en el instituto, mis compañeros nunca desperdiciaban una oportunidad de llamarme maricón y hacer todo tipo de comentarios que subrayaban mi homosexualidad para ridiculizarme. Nunca entendí por qué lo hacían, porque yo nunca expresé en la escuela que era gay.

Un día, mientras iba caminando con una amiga de una escuela cercana, aquellos chicos comenzaron a seguirnos. Se reían y nos lanzaban insultos. De repente, uno de ellos me empujó bajo las ruedas de un coche que pasaba en aquel momento. El conductor me vio y frenó, pero las ruedas me pasaron por encima de la pierna. El doctor me dijo luego que me había roto varios huesos y que si no hubiera sido por las botas que llevaba, la rueda me hubiera machacado la pierna.

(…)

La segunda vez que fui atacado, sucedió en mi primer año de universidad. Estaba paseando a mi perro en el patio. Apareció un grupo de skinheads por allí. Era el blanco perfecto porque tenía el pelo largo y llevaba ropa vistosa. Todo pasó muy rápido. Me reventaron la cabeza con un bate de béisbol.

(…)

La consecuencia de múltiples conmociones cerebrales son desmayos frecuentes, dolores de cabeza, sangrados por la nariz. Un médico me dijo una vez que le sorprendía el hecho de que me no me hubieran dejado inválido.

El último ataque afectó también a mis amigos. Estábamos cerca de un club cuando fuimos atacados por los patrones de ese mismo establecimiento. Nos dijeron que ‘los maricones no deben bailar al lado de nuestras novias’. Saltaron sobre nuestras cabezas hasta que nos dejaron inconscientes.

Ir a la policía no ayuda. No hacen nada”.

Simon, Uganda.

Simon, Uganda

“El 11 de septiembre de 2012, mi novio y yo estábamos en nuestra habitación de alquiler teniendo sexo. Uno de los vecinos nos oyó. Él siempre había sospechado que éramos gais. Según oyó nuestros gemidos, salió corriendo hacia la comisaría y de camino se dedicó a advertir a los vecinos del pueblo de que nos había oído teniendo sexo. Luego se plantó con todos los hombres del pueblo y la policía en nuestra puerta. No abrimos, así que la policía forzó la puerta para entrar.

Nos encontraron aún desnudos, nos esposaron y nos lanzaron fuera. Inmediatamente la muchedumbre nos empezó a golpear con piedras y con palos con clavos diciendo que estábamos malditos y que debíamos morir. Luego la policía nos llevó a través del pueblo desnudos, arrastrándonos sobre piedras que nos causaron pérdidas de sangre severas.

Al llegar a la comisaría no se nos prestó ningún tipo de auxilio médico. Nos tiraron en las celdas. Les dijeron a los reclusos que éramos gay, y estos también comenzaron a golpearnos hasta que les entró el sueño. Doy gracias a Dios de no haber muerto aquel día, porque el dolor era insoportable. Al día siguiente, cuando nos llevaron al hospital, estábamos en estado crítico “.

Nisha, Malasia.

Nisha, Malasia

“Nunca hubiera imaginado que acabaría siendo una expresidiaria. Siempre pensé que las prisiones son lugares para la gente que hace daño a otros. Yoestuve en prisión simplemente por mi identidad como mujer transexual musulmana que vive en Malasia. Me metieron allí para corregir mi comportamiento y cambiar mi identidad de género a lo que ellos consideran correcto, que es que yo sea hombre.

Estar allí fue un infierno para mí. Mis derechos como ser humano me fueron arrebatados. Sufrí todo tipo de abusos hasta el punto de que quise suicidarme. Un día en prisión era como un año para mí, pero a pesar de lo mucho que se esforzaron, siempre permanecí fiel a la persona que soy.

Dejé la cárcel sin mi máximo atractivo, que es mi pelo, como superviviente.Dejé la cárcel como mujer transexual“.

Khalaf, Jordania.

Khalaf, Jordania

“Vine a Líbano escapando de mi familia. Cuando salí del armario, mi hermano mayor apareció en mi casa con tres de mis otros hermanos. Me enseñó una pistola y dijo ‘has destruido el honor de nuestra familia, prepárate para morir’. Me golpearon, me dieron patadas y puñetazos. Perdí mucha sangre por la nariz”.

Khalad proviene de una tribu beduina en la que el honor familiar se considera algo muy importante. Cuando se enteraron de su homosexualidad, sus hermanos se reunieron en la casa de los padres para hablar sobre de qué manera debían matarle. Su esposa y su madre pudieron oír esa conversación desde una habitación contigua. Su mujer subió al piso de arriba a avisarle: “Tus hermanos quieren acabar contigo. Espera a que se hayan ido, coge tu pasaporte y vete”.

Khalaf reveló su homosexualidad de forma pública durante una entrevista que se pudo ver a través de las redes sociales. “Toda mi familia y la gente que me conocía vio la entrevista. Por primera vez me acepté a mí mismo, por primera vez en mi vida el Khalaf real estaba hablándole al mundo“.

En Líbano, Khalaf no ha conseguido encontrar trabajo y vive en la pobreza. Sobrevive gracias a donaciones de amigos. “La vida aquí es difícil, he perdido a mi familia, pero no me arrepiento. Aquí me siento libre de aquella opresión”.

M, Siria.

M, Siria

“Todo empezó cuando Jabhat Al Nusra secuestró a varios gais en nuestra área. Primero secuestraron a algunos de sus amigos, obtuvieron sus fotos de los teléfonos de aquellas personas y empezaron la caza.

A mí intentaron secuestrarme con la ayuda de un chico que se hizo pasar por gay y quería conocerme. Después de salir un día juntos, decidimos ir a casa de sus amigos. Tenían planeado secuestrarme allí, en la calle. Era una encerrona.

Me amenazaron con cortarme la cabeza o dispararme. Ponían un cuchillo en mi cuello y me decían ‘¿estás preparado para morir?. Luego hicieron lo mismo con una pistola. Sugerí que negociaran con mi familia. Me tuvieron encerrado durante dos semanas. Al final mi familia pagó 13.000 dólares por mi liberación.

Cuando volví a mi casa, el guarda de la finca estaba temblando. Me dijo, ‘¿Por qué estás aquí? ¡ISIS te está buscando! ISIS se había llevado mi documentación.

Llamé a uno de mis tíos que se puso en contacto con ellos. La gente de ISIS le dijo: ‘Lo necesitamos. Es un homosexual y debe ser asesinado. Es un fugitivo. No tiene permiso para estar en nuestro estado’.

Mi tío llegó a un acuerdo para que me dejaran escapar. Me dieron dos horas para salir de allí. Me marché con lo puesto a una ciudad que permanecía bajo el control del régimen sirio, luego a Damasco, luego a Beirut.

Las noticias de que era gay se diseminaron por el entorno de ISIS y llegaron a mis familiares. Ahora mis familiares quieren mi cabeza“.

“Más allá del arcoíris, la gente sigue sufriendo por su condición sexual. ¿Hasta cuándo?”

El joven gay agredido en Almería: “Empezaron a gritarnos y tras el golpe no recuerdo nada”

J.J.S, el joven homosexual de 24 años que fue agredido en la madrugada del lunes en el recinto ferial de Almería cuando se encontraba con su pareja en la parte trasera de la caseta del colectivo Colega, ha señalado que aún no entiende los motivos por los que fue atacado y ha pasado hospitalizado casi dos días con fractura de mandíbula y en una mano.

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“Pasó un grupo de chicos y empezaron a gritarnos, no recuerdo que decían, y ya de ahí, solo recuerdo que me llevaron hasta la caseta y pedí ayuda a mis compañeros. Tras el golpe apenas no recuerdo nada”, ha explicado a Europa Press la víctima, quien ha afirmado que no tuvo la oportunidad de defenderse ya que la agresión le vino a él y su pareja “por sorpresa” y sin cruce de palabras previo.

El joven, que ha sido de alta este mismo miércoles, asegura que aún está “un poco mareado” por todo lo ocurrido y a causa de las lesiones, por las que le han puesto dos placas fijas en las mandíbulas y un tornillo en la base del pulgar izquierdo. “Solo puedo comer líquidos con una pajita”, se ha lamentado.

Según su relato, él se encontraba trabajando como camarero en la caseta de Colega, de forma que sobre las 3,00 horas aprovechó para hacer un descanso y salir a charlar con su pareja, de manera que fueron a la parte posterior del establecimiento. “Él tampoco recuerda mucho, nos pilló todo de imprevisto”, ha apuntado.

Así, según su versión, en un momento dado “pasó un grupo de chicos” que comenzó a gritarles, con lo que posteriormente se produjo una agresión. “Solo recuerdo los gritos y que me ayudaron a ir a la caseta, donde me vi sangrando por la boca”, ha explicado.

Fue su pareja, que resultó herido leve, quien consiguió llevarlo casi a rastras al interior de la caseta, donde se alertó a policía y servicios sanitarios, antes de su traslado al hospital, donde fue intervenido quirúrgicamente.

La Diócesis de Bilbao recogió las opiniones dos mil personas para el Sínodo de la Familia

BILBAO Acercamiento, conocimiento, acogida y misericordia. Cuatro palabras que encierran, sin embargo, el vademecum de la feligresía vizcaina para abordar asuntos tan relevantes para el futuro de la Iglesia como la familia, las rupturas y nulidades matrimoniales y las uniones entre personas del mismo sexo, por ejemplo. Así se lo han transmitido al Papa Francisco, dispuesto desde un inicio a saber de primera mano cuáles son las inquietudes, pensamientos, inclinaciones y sensibilidades de las bases de la cristiandad y no solo las de la jerarquía eclesiástica.

Lo han hecho respondiendo a dos encuestas -la primera en 2014 y la segunda este mismo año- cuyas conclusiones han sido enviadas al Vaticano con vistas a preparar el próximo Sínodo sobre la Familia. Una de las principales conclusiones es que la mayoría de la base eclesial de Bizkaia respalda el discurso del pontífice en cuestiones como la conveniencia de amparar y comprender a los matrimonios que atraviesan dificultades y no marginarlos de las eucaristías, como sostienen los sectores más conservadores.

En la redacción del primer documento -remitido por el propio Vaticano- tomaron parte 35 parroquias, 32 miembros de organismos diocesanos, 15 asociaciones de fieles y comunidades, 11 comunidades religiosas, 8 equipos de pastoral familiar, 8 miembros del Consejo Pastoral Diocesano y 8 equipos ministeriales de unidades pastorales. A modo de resumen, la feligresía vizcaina subraya la necesidad de tener una “actitud fundamental de acogida y misericordia” a la hora de afrontar, precisamente, esas situaciones matrimoniales complicadas en las que, por las causas que sean, la pareja decide separarse sí, pero también seguir manteniendo su fe cristiana.

De hecho, abogan por desarrollar una labor social [pastoral] en el seno de la comunidad que sea “cercana y personal” para aproximarse a esos individuos y que ninguno sea apartado de las eucaristías, tal y como sostiene el Papa Francisco.

Las bases eclesiales vizcainas también dejaron patente en esa primera encuesta la conveniencia de revisar las prácticas de la Iglesia acerca de las nulidades matrimoniales, así como que “debería seguirse una actitud de acercamiento, conocimiento y acogida como hijos o hijas de Dios” en lo relativo a las uniones de personas del mismo sexo. En definitiva, se insistía desde la Diócesis, el propósito es acordar y establecer las bases de una Iglesia más participativa y también más implicada en los problemas familiares. “Es preciso -se apostillaba en el documento enviado al Vaticano- repensar el papel de la mujer y de la familia como protagonistas y no solo como destinatarios de la pastoral”.

La televisión normaliza la transexualidad

  • ‘Orange Is the New Black’, ‘Transparent’ o ‘I Am Cait’ ayudan a dar visibilidad al colectivo
Laverne Cox, en una imagen de la tercera temporada de 'Orange Is the New Black'.

Laverne Cox, en una imagen de la tercera temporada de ‘Orange Is the New Black’.

De la misma forma en que la figura de un presidente de EE UU negro en la Casa Blanca se hizo popular en numerosas series de televisión antes de la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, el cine y la televisión también han tomado la delantera a la sociedad estadounidense a la hora de cambiar el sexo de su programación. La transexualidad tiene una visibilidad sin precedentes en las producciones televisivas, algo que se hizo notar incluso antes de queCaitlyn Jenner hiciera público su nuevo cuerpo como mujer.

“Llegué sin expectativas, confiando en contar con otro trabajo. Y, de repente, es un fenómeno cultural”, asegura Laverne Cox a EL PAÍS, recordando ese punto de partida hace algo más de dos años en el que para esta actriz transexual comenzó a rodar el balón. La intérprete de Orange Is the New Black se ha convertido en el rostro de los transexuales. Lo mismo que ocurre con Jenner, conocido durante años como el atleta olímpico Bruce Jenner y patriarca del clan Kardashian antes de completar este año su cambio de sexo. Oincluso con Jeffrey Tambor, actor ganador del Globo de Oro por dar vida a un transexual en la serie Transparent. El de su personaje fue un look popular entre los aficionados en la Comic-Con de San Diego el pasado julio, donde muchos optaron por ponerse las ropas de Maura, su personaje.

¿Moda pasajera o reflejo de una realidad social? Todos los mencionados prefieren ver este auge público de transexuales en la pequeña pantalla como una evolución cultural en la que esperan que no haya vuelta atrás y que ofrezca nuevos modelos con los que identificarse a aquellos entre el público que luchan por encontrar su identidad sexual.

“Estamos enamorados de Caitlyn”, afirmó Tambor ante la Asociación de Críticos de Televisión al presentar la segunda temporada deTransparent, programa que defiende este año un total de 11 candidaturas a los premios Emmy, incluida la de este actor. “Nuestra cultura ya comprende al menos las bases de la transexualidad”, añadió Jill Soloway, creadora de la serie, para la que se inspiró en sus propias vivencias, cuando su padre anunció que era transexual.

Viendo las cifras de audiencia con las que debutó en julio el programa de telerrealidad I Am Cait, centrado en la transformación de Bruce en Caitlyn Jenner, la televisión ha sacado algo más que un mero aprobado en su transformación sexual. La serie arrancó con más de 2,7 millones de telespectadores, cifra a la que hay que sumar el éxito no sólo de crítica, sino de público, de Orange Is the New Black o de Transparent. La tendencia se extiende al cine: el papel del transexual de Dallas Buyers Club llevó a Jared Leto al Oscar hace un año, y esta edición podría situar de nuevo entre los candidatos a Eddie Redmayne por su trabajo como mujer en The Danish Girl.

Claro que aquellos que sólo ven en la transexualidad televisiva una moda prefieren fijarse en el desplome de audiencia que vivió I Am Cait tan sólo una semana más tarde, cuando bajó a 1,29 millones de telespectadores.

O las frustraciones de las que se hizo eco la propia Soloway cuando recordó ante la crítica estadounidense que los transexuales deben contar sus propias historias. “El problema es que hay muy pocos transexuales en la industria”, recordó alguien que, queriéndoles dar una voz, ha contratado a un guionista transexual para que trabaje enTransparent en esta segunda temporada.

Pasos dentro de un mundo tradicional

Pese a la popularidad que ha conseguido gracias a Orange Is the New Black, Laverne Cox todavía tiene que pelear por lograr alguno de los pocos papeles de transexuales en Hollywood.

Tanto Cox como Trace Lysette, transexual que trabaja en Transparent, han participado en capítulos piloto. Ninguno de ellos ha pasado a serie, pero el hecho de haber intervenido ha resultado gratificante. “De natural, este negocio es muy tradicional y no se arriesga”, recuerda Cox antes de elogiar a medios como Netflix, plataforma que ve como gran factor en esta apertura al hacer una televisión más arriesgada.

Cifuentes abordará las agresiones homófobas con los colectivos gais

La presidenta de la Comunidad de Madrid pretende que dos oficinas judiciales de atención al ciudadano presten una atención integral a las víctimas de violencia LGTB

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. / KIKO HUESCA (EFE)

MADRID.- La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ha anunciado este martes que está trabajando con el Ministerio de Justicia para que las oficinas judiciales de atención al ciudadano de Plaza de Castilla y de Julián Camarillo presten una atención integral a las víctimas de violencia LGTB, coordinando más eficazmente para ello todos los recursos regionales.

Tras una reunión mantenida esta mañana con la alcaldesa de Aranjuez, Cifuentes ha mostrado su “condena unánime en nombre de todos los madrileños” hacia la recienteagresión homófoba registrada en la madrileña calle de Alcalá. Considera que se trata de delitos de odio y que deben ser tratados como tal.

Asimismo, ha recordado que su Gobierno está trabajando en la elaboración de una ley específica contra la homofobia y de protección de las personas LGTB. Además, ha avanzado que los próximos días mantendrá una reunión con diferentes colectivos LGTB para tratar esta y otros problemáticas, tras la agresión de Madrid y otra reciente en Alcalá de Henares.

Según datos de la Oficina de Atención LGTB de la Comunidad de Madrid, situada en el número 22 de la calle Alcalá, en lo que va de año se han registrado 20 agresiones físicas o verbales a personas de este colectivo. Se trata de ataques de distinta importancia, que no siempre son objeto de denuncia.

Sin embargo, las asociaciones gais consideran que en España buena parte de los ataques no llegan a hacerse públicos y que sólo se denuncian dos de cada diez agresiones.

Agredida una pareja gay en Almería

Colega denuncia que una de las víctimas fue hospitalizada e intervenida quirúrgicamente.

El colectivo de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales de Almería, Colega Almería, ha denunciado la agresión que sufrieron una pareja de jóvenes homosexuales en las inmediaciones de la caseta que la asociación mantiene en el recinto ferial de la ciudad andaluza. Una de las víctimas ha tenido que ser hospitalizada e intervenida quirúrgicamente.

Fuentes de la entidad han explicado que los hechos tuvieron lugar en torno a las 3,00 horas en el recinto ferial de la Vega de Acá, cuando la pareja, de menos de 26 años cada uno, se encontraba en las proximidades de la caseta. En este sentido, se estima que los chicos fueron atacados por al menos tres personas que, hasta ahora, no han sido plenamente identificados.

En esta línea, desde la asociación se sospecha que la agresión pueda tener tintes homófobos, ya que poco antes de que se produjera el ataque, los jóvenes se habían mostrado en actitud afectiva.

A consecuencia de la paliza, uno de los heridos, que además pertenece a la asociación, tuvo que ser atendido por una ambulancia in situ, si bien posteriormente fue trasladado hasta el Hospital Torrecárdenas ante las fractura en un brazo y la mandíbula que presentaba. El otro joven sufrió un ataque de ansiedad. La asociación espera a la recuperación del joven, aunque ya estudia tomar medidas legales contra los agresores, que aún no han podido ser denunciados.

Recientemente, fueron agredidos una pareja en Madrid y varios jóvenes en Alcalá de Henares. Buena parte de las agresiones permanecen invisibles, como aseguran los colectivos gais, que sostienen que sólo se denuncian dos de cada diez agresiones.

La invisibilidad de las agresiones homófobas: sólo se denuncian dos de cada diez casos

La última pareja gay agredida en Madrid acudió a la policía, pero la mayor parte de los ataques son silenciados y no llegan a engrosar las estadísticas, según las asociaciones

“¿Sois maricones?”, preguntaron antes de pegarles. Venían abrazados desde Chueca, el barrio gay de Madrid, y sufrieron una agresión homófoba nada más poner un pie en la Gran Vía. Su experiencia engrosará las estadísticas de 2015, porque la pareja decidió presentar una denuncia, pero buena parte de los casos motivados por la identidad sexual de las víctimas permanecerá estancada en el limbo de la impunidad. Del silencio.

Sólo dos de cada diez víctimas denuncian las agresiones, según el último informe del Observatorio de Redes contra el Odio, elaborado por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB). “Hacerlo supone visibilizar una orientación sexual que mucha gente oculta”, justifica Charo Alises, miembro del grupo de trabajo que ha arrojado luz sobre esta lacra invisible. “Una persona de raza negra, por ejemplo, cuenta con el apoyo de su familia, pero en nuestro caso hay familiares que no saben que el agredido es gay”.

Hay otras razones, como apunta Inmaculada García de la Fuente, directiva de la asociaciónDeFrente de Sevilla. “Temor a que tus vecinos descubran tus inclinaciones, sentir que es una pérdida de tiempo porque no vale para nada y miedo a las represalias de los atacantes”. Alises, que también preside la asociación malagueña Ojalá, insiste en la necesidad de acudir a la policía. “Soy abogada y mi experiencia me dice que cuando se denuncia, el agresor deja de actuar, por lo que nuestra misión es poner los medios para que se atrevan a hacerlo. La única forma de visibilizar el problema es ponerle freno”.

Pero las cifras son magras. El Informe sobre incidentes relacionados con los delitos de odio en España, difundido por el Ministerio del Interior, señala 188 casos en Andalucía el año pasado, muy por encima de los 43 de Catalunya y Galicia. Los colectivos LGBT creen que son muchos más, por lo que Alises no duda en recordar que sólo el 10% de los gais españoles ha denunciado el último incidente sufrido, pese a que un 38% se sintió perseguido o discriminado en el último año, según un estudio de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. “Como estos delitos no son visibles, también sufrimos la falta de atención de la sociedad”, se queja la presidenta de Ojalá. “Estamos en pañales”.

Es necesario, según Yago Blando, ponerlo en conocimiento de las autoridades para que las instituciones sean conscientes de la magnitud del problema. “Más allá de hacer justicia, si no se denuncia la agresión, las administraciones desconocen su existencia y, en consecuencia, no lucharán contra ellas”, afirma el coordinador de Arcópoli, una asociación estudiantil que trabaja en las universidades Autónoma y Complutense. “Si nos atenemos a los datos de Interior, en 2014 hubo en Madrid 26 agresiones, cuando sólo nosotros tenemos constancia de una cifra similar, que finalmente se tradujo en apenas dos denuncias”. Es la punta del iceberg, asegura Blando, que advierte de que el número real podría ser alarmante.

El informe del Observatorio de Redes contra el Odio indica que la mayoría de las víctimas son hombres (tres de cada cuatro), jóvenes (el 60% tiene entre 18 y 35 años) y que desconocen al agresor (64,3%). Sólo un 17% presentó denuncias, cuyo número se redujo respecto a 2013. Frente a ellos, según los datos de Interior, la mayoría de los detenidos o imputados por delitos de odio tenían entre 18 y 40 años. En 273 ocasiones, el motivo de la agresión fue la orientación o identidad sexual de la víctima, frente a las 84 por racismo o xenofobia.

Aunque los últimos casos registrados en Alcalá de Henares y en Madrid refuerzan el estudio de la FELGTB, que refleja que la mayoría se produjeron en núcleos urbanos y grandes ciudades, ambas activistas subrayan que la homofobia es mayor en las zonas rurales. “Asistimos a un chico que tuvo que irse de su pueblo por el acoso que estaba sufriendo él y su familia”. Primero, los insultos. Luego, el coche rayado. “Llegó un momento en que no podía salir a la calle”, recuerda García. Tampoco saldrá en las estadísticas.

Prostitución y ciudadanía

La legalización y regulación de la prestación de servicios sexuales puede ser deseable, toda vez que las mujeres están mucho peor en la clandestinidad y en la alegalidad. El Estado velaría para evitar situaciones de abusos y coacciones

mercado laboral

Si existe un debate difícil, ese es el debate sobre prostitución, en parte por la complejidad del tema, en parte por la marginación y el estigma de las personas que podrían estar más interesadas en el desarrollo del mismo, o también por el desinterés en la existencia de un debate serio de quienes obtienen ingentes beneficios de esta actividad, o, más importante todavía, por la existencia de un poderoso sector de la ciudadanía que podríamos calificar de impecable e implacable. Lo cierto es que en nuestro país todo lo anterior da como resultado una situación de alegalidad e indefensión de un número importante de mujeres. Hay hombres y transexuales también en esta actividad, pero hablar en femenino refleja mucho mejor la realidad. Por supuesto, los indispensables clientes adoptan el papel de ciudadanos irresponsables.

El primer escollo importante en este debate, para muchos insalvable, es el de definir de qué hablamos cuando hablamos de prostitución o, mejor, de qué no hablamos. No hablamos aquí de trata de personas con fines de explotación sexual, ni de esclavitud, ni de ejercicio forzado, ni de tráfico, o de inmigración. Vamos a hablar de prostitución definida como “prestación voluntaria y negociada de servicios sexuales remunerados” (Maqueda). Adoptar una definición como la anterior supone una clara toma de posición.

La posibilidad de un ejercicio voluntario de esta actividad no es admitida pacíficamente. Es cierto que vivimos en una sociedad patriarcal y sexista en la cual las mujeres han ocupado tradicionalmente y todavía ocupan en buena medida posiciones de subordinación con respecto a los varones. Y por tanto no estamos en una sociedad igualitaria. En este contexto, puede ser que cierto tipo de elecciones y de preferencias, en ocasiones, tengan que ver en alguna medida con preferencias adaptativas, es decir, con ese tipo de preferencias que por decirlo de algún modo más coloquial “hacen de la necesidad virtud”. Las personas acaban prefiriendo algo que en un contexto diferente no sería una opción deseable. En este caso, consentir en el ejercicio de una actividad como la prostitución reflejaría los deseos deformados por las condiciones del sexismo cultural y unas determinadas condiciones socioeconómicas. Si llevamos esta posibilidad al extremo, no cabría una presunciónprima facie de que se ha consentido libremente en ninguna relación sexual que podamos identificar con actividades de prostitución.

No se trata meramente de despenalizar, sino de regular con una finalidad de proteger

Sin embargo, hemos de ser conscientes de que si admitimos lo anterior, y puesto que la desigualdad patriarcal permea por completo todas nuestras sociedades y todas nuestras actividades, la conclusión lógica sería que el consentimiento, cualquier consentimiento otorgado por las mujeres, al seguir inmersas en sociedades patriarcales y en situaciones de desigualdad, carecería de valor, pues nunca sería un consentimiento genuino. Si damos este paso, las consecuencias serían devastadoras y completamente indeseables, fundamentalmente para las mujeres, pero también para el resto de la sociedad. Dejaría a las mujeres inermes e incapacitadas para actuar como personas y como ciudadanas.

La prostitución es una actividad mercantil y aunque podríamos calificar a ciertos mercados como mercados nocivos, sin embargo, de tal calificación no se seguiría siempre que un mercado de ese tipo haya de prohibirse, pues en ocasiones esa prohibición intensificaría los problemas que nos han llevado a condenar ese mercado en un primer análisis. En la evaluación de los mercados no hay que olvidar nunca los efectos sobre ricos y pobres, sobre hombres y mujeres, y sobre los más y menos poderosos. Las preguntas pertinentes a la hora de realizar evaluaciones van desde cuestionar en qué medida contribuyen a una mayor igualdad, qué tipo de regulaciones y de límites son deseables y cuál es su relación con una idea de igual ciudadanía. En los análisis acerca de la prostitución, sin dejar de atribuir a esta actividad, tal y como se realiza actualmente, una influencia negativa en la persistencia de la imagen de subordinación de las mujeres y por tanto favorecedora de la desigualdad, aun así, su legalización y su regulación pueden ser deseables, pues las mujeres se encuentran en una posición mucho peor en la clandestinidad y en la alegalidad. Y el poder que pueden lograr las mujeres a partir de una regulación que las tome en consideración y castigue severamente los abusos y las coacciones, contribuiría a que alcancen una situación más simétrica en ese mercado y más igual en la sociedad.

Una prostituta no se vende ella misma, ni renuncia a su dignidad, si tal cosa pudiera hacerse

La consideración de la prostitución como un trabajo podría ser una manera de formalizar una actividad ejercida por unas mujeres, que posiblemente no sean las que pueden optar por un abanico de elecciones más amplio, y que al dedicarse a esa actividad van a quedarse desprotegidas y privadas de derechos y por tanto completamente vulnerables. La laboralización de esa actividad es lo que permitiría clarificar de una vez por todas que una prostituta no se vende ella misma, ni renuncia a su dignidad, si tal cosa pudiera hacerse, simplemente vende un servicio. Sin olvidar que el reconocimiento de su actividad como trabajo permitiría a estas mujeres acceder a la ciudadanía con plenitud de derechos, en igualdad de condiciones que los demás trabajadores, acceso que de otro modo se les niega con las implicaciones de marginación y discriminación que conlleva tal negativa. No se trata meramente de despenalizar, sino de regular con una finalidad de proteger, y esto implicaría un tipo de legislación especialmente cuidadoso con la especificidad de la actividad que se aborda. Regular esta actividad tiene que suponer, además, el firme compromiso por parte del Estado de no permitir ninguna situación de coacción y de vigilar y castigar con rigor cualquier violación en este sentido.

Para terminar, nos encontramos actualmente en una situación de regulación de la prostitución por defecto. No hay apenas regulaciones, excepto tímidos intentos municipales, pues las Administraciones no están dispuestas a asumir el coste que supone una regulación frente a la ciudadanía impecable e implacable. Así, el resultado es que ciertos grupos de presión fuertemente organizados van imponiendo sus intereses y logrando una completa impunidad e ingentes ganancias, y en la confusión, a veces interesada, en torno al tema de la prostitución, las mujeres que ejercen esta actividad siguen sometidas a los poderes mafiosos y completamente desprotegidas. Ante la incomodidad del tema, y lo bronco que puede llegar a ser este debate, tenemos que pensar con Rafael del Águila, que “hemos de resistir la tentación de convertirnos en satisfechos ciudadanos (y ciudadanas) implacables o impecables, para arrostrar la más modesta tarea de ser ciudadanos reflexivos a secas. Y no hay ley, regla o derecho que nos exima de esa responsabilidad y de los riesgos que comporta”.

Elena Beltrán es profesora titular de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid.

Suscriben el presente texto Alfonso Ruiz Miguel, Antonio Arroyo Gil, Antonio Rovira, Blanca Mendoza, Blanca Rodríguez Chávez, Borja Suarez, Elena García Guitián, Enrique Peñaranda, Esther Gómez Calle, Fernando Martínez, Fernando Molina, Gregorio Tudela, Ignacio Tirado, José Luis López, José Ramón Montero, Juan Antonio Lascuraín, Juan Carlos Bayón, Julián Sauquillo, Laura Beck, Luis Rodriguez Abascal, Manuel Cancio, Manuel Sánchez Reinón, María Moreno, Mario Maraver, Marisa Aparicio, Marta Lorente, Mercedes Pérez Manzano, Pablo de Lora, Pilar Benavente, Pilar Pérez Álvarez, Soledad Torrecuadrada, Susanne Gratius y Yolanda Valdeolivas, profesores de la Facultad de Derecho de la UAM y miembros del Colectivo DeLiberación.

Agreden en Madrid a una pareja de homosexuales tras preguntarles si eran “maricones”

El colectivo Arcópoli pide que haya más seguridad para las personas LGTB en la capital.

MADRID.- El colectivo Arcópoli ha denunciado este lunes una agresión homófoba que tuvo lugar la madrugada del pasado sábado en el centro de Madrid, cuando dos chicos de 25 años fueron increpados y uno de ellos golpeado al grito de “maricones”, según un comunicado de esta asociación.

Los agresores, que también tenían la intención de robar a estos dos jóvenes, fueron disuadidos por un viandante que acudió ante la llamada de auxilio de los agredidos.

Cuando los dos chicos volvían a casa abrazados después de tomar algo por Chueca (el barrio gay de Madrid), en la confluencia de las calles Alcalá y Gran Vía, se les acercaron dos personas que, tras preguntarles si eran “maricones”, propinaron un puñetazo a uno de ellos.

El mismo sábado, en cuanto el colectivo Arcópoli tuvo constancia de la agresión, atendió a una de las víctimas y le animó a poner una denuncia, que, según ha explicado, ha interpuesto hoy en el complejo policial de Moratalaz.

Arcópoli ha insistido en la necesidad de un plan de choque con las administraciones local y autonómica para frenar “el incremento en la inseguridad” de personas LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) en el centro de Madrid.

“La mayoría se producen en las inmediaciones de Chueca, cuando las parejas del mismo sexo siguen visibilizándose de forma espontánea, pero sin estar ya en el barrio”, ha señalado.

Cabe recordar que el pasado 17 de agosto se produjo otra agresión de este tipo también en la capital, concretamente en Alcalá de Henares. Entonces un grupo de neonazis agredieron e insultaron a varios jóvenes homosexuales dentro de uno de los locales de la ciudad al grito de “maricones”. En este caso no hubo denuncia, pues los neonazis fueron expulsados del bar y los jóvenes LGTB, lejos de acobardarse, continuaron bailando.