Adversario, pero nunca enemigo

ANA BOTELLA

Aunque sabíamos que no había vuelta atrás en su enfermedad y que el fin estaba próximo, conocer esta mañana (por ayer) la noticia de su fallecimiento ha sido un golpe para todos los que compartimos con él la política municipal. Vivió hasta el último momento con la ilusión de trabajar por lo que creía y hacerlo desde las instituciones como servidor público. Fue sin duda un activista, un luchador y un valiente. Defendió a ultranza la igualdad de oportunidades así como todas sus convicciones y jamás defraudó a los que creyeron en él y le dieron su voto de confianza.

Zerolo fue adversario, pero nunca enemigo. A pesar de nuestras discrepancias ideológicas, siempre nos tuvimos respeto y afecto. Fue una persona cariñosa con la que era difícil no empatizar. Coincidimos en mis comienzos en el Ayuntamiento en 2003, cuando fui elegida Delegada de Gobierno de Empleo y Servicios a la Ciudadanía y él era el concejal designado por el PSOE para llevar estos asuntos.

Tuve multitud de ocasiones de debatir con Pedro las políticas sociales de la ciudad de Madrid y hacerlo desde distintos puntos de vista. Siempre he creído que la confrontación de ideas y proyectos contribuye a fortalecer la democracia y a mejorar las propuestas que los partidos presentan ante los ciudadanos, porque con ello, además, evitamos caer en falsas satisfacciones y alejarnos de la realidad más cercana. Y con ese espíritu trabajamos durante cuatro años por el único objetivo de mejorar la vida de los madrileños, especialmente de los más vulnerables.

El ejercicio de la discusión política y de las ideas que Pedro y yo mantuvimos desde el principio siempre fue educado y la vez intenso. Era un político de gran capacidad dialéctica. Realizaba su labor crítica de las acciones de Gobierno, no exenta de dureza, pero siempre reconociendo los aciertos y valorando positivamente la labor que llevaban a cabo los funcionarios y el personal de los servicios municipales. Desde la firmeza de sus convicciones en el debate institucional, con él siempre se podía mantener un fluido diálogo más allá de la controversia política.

Pedro Zerolo es un ejemplo de cómo Madrid acoge a todas las personas que llegan a nuestra ciudad para formarse, desarrollar su actividad vital, profesional o política. Una ciudad libre que no es sino el fruto de la aportación de todos.

Y como Alcaldesa de esta gran capital ha sido para mí una satisfacción haber contribuido a cumplir uno de los últimos deseos del que fue su concejal: volver a la Casa de la Villa, donde se ha instalado su capilla ardiente para darle el último adiós. Una casa, la de todos los madrileños, por los que trabajó hasta el último aliento, haciendo regates imposibles a una enfermedad a la que como a la vida, también supo darle la cara. Querido Pedro, descansa en paz.