Las pastorales de la transfobia de los obispos de Alcalá y Getafe
Ante la perplejidad y asombro leo una carta de los obispos de Getafe y Alcalá de Henares de Madrid, contra la Ley Integral de Transexualidad aprobada por la Asamblea el pasado 17 de marzo, que solo rezuma odio, intolerancia y desprecio social hacia las personas transexuales y sus derechos fundamentales. Colectivo que históricamente ha sido y es discriminado en todos los ámbitos sociales, habiendo aumentado alarmantemente las tasas de ataques violentos por razón de su identidad de género.
Cuestión que, en un primer momento, da lugar a pensar que quienes dicen defender el amor y respeto al prójimo habrían celebrado con satisfacción que esta normativa entrará en vigor al día siguiente de que sea publicada en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid. Hecho que provoca estupor después de leer la misiva del obispo de Alcalá de Henares y el de Getafe, ya que parece que el arzobispo de Madrid se ha negado a rubricarla. Aunque de la consternación pasas a la conclusión de que no son dignos representantes de la doctrina de su magisterio.
Pero entrando en materia en cuanto al texto legislativo se refiere, ya sean los firmantes de “las reflexiones pastorales” genuinos o falsarios, habría que recordarles que en la Tierra están sometidos al Imperio de la Ley del hombre y no de lo divino, por lo que hacer un seudo-llamamiento al incumplimiento de la normativa ya en sí es un hecho delictivo, donde dicen que es una “ley injusta y que, por tanto, a nadie obliga en conciencia”. Por otro lado, decirles igualmente que vivimos en un estado aconfesional y que sus pretensiones son una gravísima injerencia de la Iglesia en las cuestiones legislativas del Gobierno Autonómico de la Comunidad de Madrid.
Tampoco ahorran en calificativos, desde “marxistas liberales, ecología idolátrica y fragmentada, pornificación de las relaciones personales y de la cultura, sexualidad sin verdad, usurpación deliberada de la filiación natural de los niños, manipulación hormonal, amputación y extirpación de órganos sanos, reasignación de la identidad personal, realidad virtual sustitutiva”, hasta su sorprendente conclusión de que las personas transexuales no podemos afirmar nuestra identidad sobre el que llaman “sexo biológico”. Hecho llamativo, ya que en otra parte piden para sí mismos espacios de “justicia y libertad”, una más de las paradojas conceptuales de la Iglesia, el arte de la afirmación y negación en un mismo principio para producir el desconcierto.
Hay varias cosas llamativas en el texto. Una es la cantidad de improperios y rienda suelta a un odio desmedido con el que trufan la carta de principio a final, y lo burlesco que es que digan hacerlo desde el “respeto”. La otra es su profundo distanciamiento de los problemas y de la realidad cotidiana de las personas, su falta de empatía y desconexión total de los rasgos inherentes del ser humano, como es la solidaridad con quienes sufren y lo están pasando mal.
Ya lo ha dicho el papa Francisco, en varios ocasiones, invitando a la curia a que salgan de sus palacios, riquezas y boatos, aunque parece que todavía muchos se aferran a su jaula de oro inconexa de la realidad.
Aunque lo realmente alarmante en toda su proclama es la retórica de la incitación al odio hacia las personas transexuales, en su punto número doce hace un llamamiento y apelan a la “emergencia cívica de los católicos” a no mirar hacia otro lado con esta ley porque si no estarían “pecando de omisión”. Con lo que la Fiscalía tendría que actuar de oficio, ya que una vez más nos han marcado con la estrella de David, y ahora solo hace falta que vengan a por nosotras y nosotros.
Por último, destacar que hacen especial hincapié que esta norma es fruto de “un pensamiento ideológico y totalitario”. Contestarles que no, que esta Ley es fruto del trabajo y consenso de los colectivos transexuales de la Comunidad de Madrid, de sus demandas y problemas de discriminación añadida diaria al resto del tejido social. Pero que dos obispos hablen de esta ley como -pensamiento ideologico y totalitario- tal como se ha escrito la historia de la humanidad los últimos dos mil años, no deja de ser paradójico y artero.
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