Transexualitate egoeran dagoen 4 urteko ume baten izen aldaketa onartu dute

Tolosako Instrukzioko 3. Epaitegiak aintzat hartu du adingabearen familiaren eskaria. 2013an Gasteizko epaitegi batek berdin ebatzi zuen

Katalunian suizidatutako gazte transexuala omendu zuten abenduan

Katalunian suizidatutako gazte transexuala omendu zuten abenduan. J.C.R. / ARP

Luciaren izena eta haren sena bat datoz Erregistro Zibilean, 2015eko urriaren 28tik geroztik. Egun hartan, Tolosako Instruzioko 3. Epaitegiak (Gipuzkoa) izen aldaketa aitortu zion adingabe transexualari, haren familiak galdeginda. 4 urte ditu haurrak. Epaileak «bidezko arrazoia» antzeman du gurasoen eskaeraren atzean; «erregistroaren datuak haurraren errealitate sozialera egokitzeko beharra» ikusi du.

Epaileak frogatutzat jo du Luciaren «sexu morfologikoa» ez zetorrela bat bere «genero nortasunarekin». Egoera hori egiaztatu zuten gurasoek, txosten bidez: Luciak «genero disforia» du diagnostikatua. Halaber, neskatoaren klasekide baten lekukotasuna aintzat hartu zuen; eskolan zein herrian denek Lucia deitzen dutela azaldu zuen umeak.

Chrysallis Euskal Herriko adingabe transexualen familien elkarteak eman du albistearen berri. Gipuzkoan ildo horretan ematen den lehen ebazpena dela argitu du, eta 2013an Araban beste bat izan zela oroitarazi du. Dena den, salatu dute ez dagoela irizpide bakarra kasu horien gainean ebazterakoan: «Espainiako Estatuan izena aldatzearen aldeko 30 auto inguru daude, baina erabakia epaile bakoitzaren esku geratzen da». Hots, Luciaren eskaera beste epaile batek hartu izan balu emaitza bestelakoa izan zitekeela azaldu du Chrysallisek.

Hori dela eta, transexualitate egoeran dauden adingabeen egoera aintzat hartu eta araudia aldatzea galdegin du elkarteak. Izena aldatu ez ezik, Erregistro Zibilean ageri den sexua ere aldatzeko aukera izan dezaten.

Una familia inmune al VIH

Una alteración genética provoca en un linaje una distrofia muscular mortal que también les protege de infectarse del virus del sida

Algunas noches Abrahán Guirao tiene miedo a morir. Un temor que crece al acostarse: “Así fue como falleció mi padre: una noche se metió en la cama muy flojo y nunca despertó”, recuerda Guirao, que tiene 31 años. Como toda su familia, nació con una mutación genética que le provoca una distrofia muscular degenerativa; todos los músculos de su cuerpo van perdiendo fuerza poco a poco. “Va siempre con nosotros, en nuestros genes, y cuando se despierta, empiezan los problemas”, explica. La mutación lleva acompañando a su familia ocho generaciones —actualmente hay un centenar de personas diagnosticadas y calculan que unas 200 tienen el gen alterado—, pero hace tres algo cambió: no solo identificaron el origen de su enfermedad , sino que descubrieron que Guirao y su familia eran prácticamente inmunes al VIH. Su maldición genética les protegía del virus del sida.

Con seis años Guirao ya se dio cuenta de que no corría como los otros niños. Con 12, que le costaba subir escalones. A los 24 requirió los servicios de la silla de ruedas en la que se desplaza actualmente. “Es complicado porque te cuesta todo: caminar, sostener objetos, respirar…”, cuenta Guirao. Su padre falleció a los 54 años, tres décadas después de que la enfermedad despertara en su cuerpo. “Sin querer, haces cálculos, pero no te puedes obsesionar”, añade. Él no se deja amilanar. Además de radiar los encuentros del Villarreal, el equipo de fútbol de su pueblo natal, Vila-real, Abrahán Guirao es vicepresidente de la asociación Conquistando Escalones, creada hace poco menos de un año. Está formada básicamente por sus familiares: tíos, abuelos, primos lejanos… que viven en Murcia —lugar donde nació hace ocho generaciones el paciente cero, la primera persona con esta mutación— Alicante, Valencia, Castellón, Barcelona, Huelva e Italia. “Muchos no nos conocíamos entre nosotros. Ni siquiera sabíamos que teníamos todos esta enfermedad. Ahora estamos en contacto continuo”, explica Guirao.

En 2013 se identificó el gen causante de la distrofia muscular de cinturas que sufren; la suya se tipificó como LGMD1F. Ese descubrimiento representó una revolución. “Al identificar el origen genético de la enfermedad vieron que afectaba a una proteína, la transportina 3, clave en la infección del VIH. Fue toda una sorpresa”, explica José Alcami, investigador de inmunopatología del sida en el Instituto de Salud Carlos III. Paradójicamente, el gen mutado que afecta al linaje de Guirao les protege frente al VIH. Ante ese descubrimiento, el Instituto Carlos III, el Hospital Vall d’Hebron, el Hospital de la Fe y la Universidad de Valencia han unido esfuerzos para investigar las posibles aplicaciones del descubrimiento en la búsqueda de una cura o vacuna para la infección de VIH. “En teoría es posible”, continúa Alcami. “Si podemos bloquear la transportina 3 solamente en los leucocitos [las células del sistema inmunológico a las que ataca el VIH] sin que afecte a los músculos, detendríamos el virus. Esto nos muestra una nueva diana para luchar contra la pandemia”, concluye el virólogo.

La investigación también allana el camino para curar a toda la familia de Guirao. “Me da mucha alegría saber que nuestra enfermedad pueda ayudar a mucha gente. También rabia porque en mi familia llevamos sufriendo esto durante más de un siglo y nunca se había investigado en profundidad”, reconoce Mara Guirao, tía de Abrahán. Su dolencia es más leve que la de su sobrino; “está aletargada, pero ahí está”, matiza. Ella también forma parte de la asociación, cuyo objetivo final es recaudar un millón de euros para financiar la investigación que podría curarles.

“Llevamos 25.000 euros. Pero ahora vamos a contar con el apoyo del Villarreal”, cuenta Abrahán Guirao. La solidaridad del club de fútbol, con un mensaje de apoyo a la causa de Vicente del Bosque, la ha conseguido él por sus contactos futboleros. “También estamos organizando un festival de monólogos humorísticos”, añade. Él va a estrenar uno en el que lleva trabajando varios meses. “Llevo una vida normal. Esto no puede ser el centro de tu existencia y menos ahora que estamos consiguiendo cosas”, explica Guirao. Y concluye: “No hay que dejarse llevar porque si se lo permites, la enfermedad te come”. A pesar de ese ánimo y de la posibilidad de encontrar una solución a su dolencia, a veces no puede evitar asustarse: “En ocasiones me invade el miedo de que la cura llegue demasiado tarde”.

“Ya está, ya no volverán a llamarme otra vez Luken”

Un juzgado de Tolosa autoriza el cambio de nombre a una niña transexual de 5 años

DONOSTIA – Lucía cumplió 5 años el pasado 20 de diciembre, pero su regalo llegó con antelación el 28 de octubre de 2015, cuando un Juzgado de Tolosa le autorizó cambiar su nombre original de Luken por el de Lucía por motivos de transexualidad, convirtiéndose en la primera menor guipuzcoana en lograrlo y la más joven de todo el Estado. “Ella no sabía nada, tampoco sus hermanos, pero cuando se lo dijimos, se echó a llorar y dijo: Ya está, ya no volverán a llamarme otra vez Luken”, recuerda su madre, Abi Labaien.

Para entonces, la pequeña llevaba ya un año viviendo con normalidad bajo el nombre que se correspondía con su verdadera identidad sexual. En la escuela de Asteasu, donde vive la familia, el médico, sus amigos y su familia, todos se dirigían a ella como Lucía, pero todavía había situaciones que escapaban a su control. Por ejemplo, el nombre que aparecía en las recetas, lo que le producía “intranquilidad, a ella y a sus hermanos que no lo terminaban de entender”.

La familia “no tenía intención” de dar el paso para cambiar el nombre del registro civil, ya que Lucía se mostraba satisfecha con el hecho de que se le hubieran adecuado en el perchero de la escuela. Pero, quizá, no era suficiente. “Un amigo nos preguntó qué pasaría en un aeropuerto cuando Lucía apareciera vestida de mujer pero en su carné tuviera la foto de un chico de cuatro años llamado Luken…; y eso nos hizo reflexionar”, recuerda su madre.

Así, decidieron dar el paso el 24 de septiembre sin decir nada a Lucía ni a sus hermanos Bingent, de 7 años; Karan, de 6, y Kerman, de 3. “Al principio, la Fiscalía nos dio una negativa. Nos decía que estaba abierto a estudiar el caso cuando tuviera más edad, pero la resolución pasó a la jueza y estimó que Lucía solo podía desarrollarse en un entorno seguro con su nuevo nombre”, explica Labaien.

Los 15 días que la Fiscalía tenía de plazo para recurrir el auto judicial fueron “eternos” para esta familia asteasuarra, aunque, finalmente, lograron su visto bueno. “Cuando se echó a llorar, ves que sí que le estaba causando cierto sufrimiento, aunque no le afectara en su día a día”, rememora emocionada su madre.

Lucía tuvo que esperar todavía un tiempo para tener en sus manos el nuevo DNI. El 30 de diciembre fue a renovarlo, pero como se trataba de un cambio de nombre, el documento no se expide en el momento, sino que tiene que pasar antes por Madrid. Ya en su manos, cuando la funcionaria le preguntó si quería mantener el antiguo DNI, Lucía respondió rotundamente que no. “Yo lo quería guardar, no sé por qué, pero fue con su padre y como dijo que no, pues allí mismo lo rompieron”, explica Labaien.

EL PROCESO DE CAMBIO Lucía nació con genitales masculinos, pero como detallan sus padres, desde pequeña solía usar cosas de niñas. Al principio, creían que era “un juego”, pero poco a poco Lucía fue expresando de un modo u otro su identidad sexual. “Fue paulatino, pero con tres años y medio comenzó a hablar en castellano para referirse a ella en femenino”, relata su madre. A partir de ahí, decidieron acudir a la Asociación de Familias de Menores Transexuales Chrysallis, donde obtuvieron mucha información que les sirvió de guía para actuar. “Parece ser que la identidad sexual está establecida entre los 2 y los 5 años de edad y no siempre se adecua con los genitales”, reflexiona. Fue entonces cuando a Lucía le surgió una pregunta. “¿Puedo ser una niña con pene?”. A los primeros silencios ante la sorpresa y el no saber qué hacer, le siguieron una respuesta afirmativa y, poco a poco, se fue reafirmando en su identidad. Así, las Navidades de 2014, su hermano mayor le propuso el nombre de Lucía cuando hacían una tormenta de ideas sobre cómo podía llamarse y a ella “le encantó”. Pero ese mismo día, 15 minutos después, su madre trató de comprobar si realmente ese iba a ser el apelativo que debían usar a partir de entonces, pero Lucía respondió: “Bueno, mejor no, que soy una niña con pene”.

Sin embargo, un mes después sorprendió a sus padres cuando les pidió un favor al que no se pudieron negar. “Quiero que vayáis a la escuela y pidáis que me llamen Lucía, que ya estoy preparada para hacer frente a todas las burlas”, repite Labaien las palabras que pronunció en euskera Lucía. “Qué potente tiene que ser el sentimiento para ir a por ello de esa manera, esa es la fuerza que transmite Lucía a todo aquel que está a su alrededor”, admite su madre orgullosa.

Pero la lucha de estos padres no ha terminado. “Sí, en su DNI pone que es Lucía, pero el género sigue siendo masculino”, lamenta Labaien. Tanto los padres de Lucía como la Asociación de Familias de Menores Transexuales Chrysallis reclaman al Estado un cambio regulativo en esta materia.

Una niña de la clase de Diego, también acosada: “Le llamaban maricón”

«Diego sufría lo mismo que yo. Le llamaban soso, maricón, empollón de mierda, se reían de él, se reían hasta de cómo se sentaba en su pupitre, cuando en realidad él era más listo que todos ellos. Le hacían el vacío, igual que me lo hacían a mí, porque yo también sacaba muy buenas notas. Al final, intentas sacarlas peores, porque así te dejan en paz. En quinto de Primaria el rendimiento de Diego empezó a bajar, sus notas empeoraron, no quería ni jugar en el patio, no quería hacer deporte, yo misma tenía que animarle para que jugara. Estaba muy triste. Me da mucha pena lo que le ha pasado. Me siento culpable, porque si me lo hubiera llevado conmigo igual no hubiera pasado nada de esto».

Así, con esta singular madurez, se explica Valeria, de 12 años, que coincidió cinco, en la misma clase del colegio Nuestra Señora de los Ángeles, con Diego González, el niño de 11 que se suicidó lanzándose desde la ventana de su vivienda familiar, en el quinto piso de un edificio de Leganés (Madrid), el pasado 14 de octubre.

Después del año y medio de acoso escolar que Valeria y sus padres denuncian en EL MUNDO, la niña cambió de colegio. Fue en septiembre pasado, hartos sus padres de buscar respuestas en este centro religioso en el que ya se han registrado otras denuncias por acoso. «Sólo nos decían que todo se arreglaría, que era cosa de niños, que sólo tenían que jugar entre ellos y todo mejoraría», explica Liberio, padre de Valeria. «Me decían que lo que me hacían me haría más fuerte, que me acostumbrara», narra la niña, amiga íntima de Diego y que se fue del Nuestra Señora de Los Ángeles en septiembre pasado. El crío se mató el 14 de octubre, y dejó una nota en la que decía: «No puedo volver al colegio y esta es la única forma de no ir».

Los padres de esta niña han solicitado declarar ante la juez de Instrucción 1 de Leganés, que estaba a punto de dar carpetazo a la muerte del niño cuando los padres hicieron pública la misiva que dejó a su suicidio, que apuntaba inequívocamente al centro. La magistrada ha reabierto la causa apoyándose en un testimonio que apunta a un presunto acoso sexual en el centro, pero varios padres han solicitado declarar para narrar otras irregularidades.

Cuando Valeria, que comenzó a salir del colegio temblando y llorando a principios de 2014, llevaba varias semanas de terapia, sus padres recibieron de su psicóloga una inesperada noticia que la propia niña narra ahora a EL MUNDO: «El padre Rivas, el director, me llevó a su despacho junto con las niñas que me estaban acosando, una de las cuales era hija de profesores del centro. Me sentó ante él, dejó aparte a las otras niñas, y me dijo que si seguía quejándome a mis padres de que me acosaban, me expulsarían del colegio. A ellas no les dijo nada».

Terrores nocturnos

Valeria llevaba ya meses con terrores nocturnos, sin ganas de ir a clase, «llorando todo el rato», explican sus padres, «pero nunca nos había contado eso, que el propio director la había metido en su despacho para chantajearla». La circunstancia sorprendió a los progenitores, pero más se sorprendieron cuando ellos mismos vivieron esa misma situación en sus carnes: «Increíblemente, el director nos metió en el despacho para decirnos que dejáramos de decir que nuestra hija sufría acoso, que eso no pasara de la puerta de aquel despacho y que nosotros no teníamos ni idea de lo que es acoso escolar».

Poco después, «muy impresionados con la actitud del colegio, que consistía en negarlo todo y taparlo todo», cambiaban a su hija de centro. «Ahora está en otro colegio, por cierto que también religioso, y ha cambiado de la noche al día. El centro está muy vigilante con ella y nos apoya al 100%. Es decir, lo que uno espera de un colegio: que enseñen a los niños a respetarse».

Uno de los primeros episodios del acoso que refiere Valeria (el nombre es ficticio para proteger la identidad de la menor) tuvo lugar delante de su propia tutora, en el Nuestra Señora de Los Ángeles: «La niña que empezó todo me llamó gilipollas delante de todos, incluso de la profesora, que no hizo nada», explica la niña.

«Al principio, la verdad es que también a nosotros nos parecía una cosa de críos, no nos preocupaba», cuenta su padre. «Nos contaba que tenía problemas con otras niñas y pensábamos que todo pasaría, que sería cosa de tiempo. Pero luego su ánimo empezó a cambiar. Le habían puesto brackets en los dientes y le llamaban de todo».

“Me decían que era un oso”

Valeria: «Tengo como vello en el cuerpo y me decían que era un oso… Me acababan haciendo el vacío muchos niños porque esta niña lo decía». Su padre:«Ir a clase se le volvió un infierno. Hubo incluso una vez en que la empujaron escaleras abajo, se hizo una fisura en el pie y los profesores ni siquiera la llevaron al médico. Cuando la fuimos a recoger, tenía el pie que no podía andar. Era todo increíble. Cuando tuvo problemas, preguntamos por pedagogos u orientadores que tuvieran en el colegio. Nos dijeron que no había nada, que todo se arreglaría solo, que no nos metiéramos».

Los progenitores creen que en el origen de todo se halla un desencuentro que ellos mismos tuvieron con los padres de esta niña: «Fue una bobada y jamás le dijimos nada a ella, pero da la impresión de que ellos no hicieron precisamente eso». Los padres de esta otra cría son profesores en el centro, «que es bastante como una secta en determinadas cosas», dice el padre de Valeria. Lo que hubiera quedado en un choque infantil se enquistó «porque el colegio se negó a defender a nuestra hija, se negó incluso a intervenir: decían que todo se arreglaría por sí solo, que los niños lo único que tenían que hacer era jugar juntos».

Los padres de Valeria, al igual que la niña, dicen sentirse «un poco culpables con lo que le ha pasado a Diego. Si hubiéramos denunciado, igual todo hubiera sido diferente…», explica su padre, con la mirada perdida.

Los menores transexuales pueden cambiar su nombre pero no su sexo

A sus cuatro años (hoy cinco), Lucía se ha convertido en la niña más pequeña que consigue cambiarse el nombre en el Registro Civil por transexualidad, después de que una sentencia del juzgado de Tolosa así lo haya reconocido. La menor ha recibido un DNI con el nombre que utiliza habitualmente y es acorde a la identidad sexual que manifiesta.

Sin embargo en el Registro Civil no podrá cambiar el sexo, dado que la actual legislaciónsolo permite tal modificación a los mayores de edad, a los que además exige el cumplimiento de dos requisitos: que exista un informe médico que acredite que existe disforia de género (disonancia entre el sexo morfológico inicialmente inscrito y la identidad de género sentida por el solicitante o el sexo psicosocial), y que la persona solicitante lleve al menos dos años de tratamiento “para acomodar sus características físicas a las correspondientes al sexo reclamado”.

Según ha informado la Asociación de Familias de Menores TransexualesChrysallis, unos 30 menores han conseguido hasta el momento el cambio de nombre por su condición transexual, y piden cambios legales que permitan también cambiar el sexo en el Registro.

“El cambio de nombre y sexo en la documentación es una herramienta clave para la plena integración en el tejido social, como por ejemplo evitar el acoso escolar por transfobia, evitando situaciones como la de pasar lista con un nombre que no se corresponde con el sexo sentido de la persona“, explica a EL MUNDO Carla Antonelli, diputada del PSOE en la Comunidad de Madrid y activista transexual, y una de las promotoras de la Ley Integral de Transexualidad que actualmente se está tramitando en la Asamblea de Madrid, que, según la parlamentaria, “será la más avanzada de España”.

La legislación andaluza reconoce el derecho de “autodeterminación de género” y permite por ejemplo a los alumnos transexuales usar ropa, aseos y vestuarios acordes a la identidad de género que manifiesten.

Los principales partidos, salvo el PP, contemplan en sus programas electorales la reforma de la Ley 3/2007 para eliminar los requisitos del diagnóstico de disforia de género y los dos años de tratamiento hormonal, además de ampliar los beneficiarios de la misma (por ejemplo, a los menores y a personas extranjeras en sus tarjetas de residencia), así como otras medidas. Esta norma data de 2007 e implicó eliminar el requisito de que hubiera una cirugía de genitales para que las personas transexuales pudieran acceder al cambio de los datos registrales, y fue referencia en el resto de países de habla hispana.

Acusan al delegado de Vivienda con Madrazo de repartir pisos por amiguismo

El juicio contra Txema Gonzalo y Jon Alonso por su gestión en la Cámara de la Propiedad descubre una supuesta red de complicidades políticas, personales y económicas

Txema Gonzalo y Jon Alonso, ayer, en la sala de vistas

Txema Gonzalo y Jon Alonso, ayer, en la sala de vistas. / I. PÉREZ

El exportavoz de Ezker Batua (EB), Serafín Llamas, vivió durante una larga temporada de manera presuntamente irregular en uno de los pisos de la extinta Cámara de la Propiedad en Bilbao, que fue rehabilitado y amueblado con fondos del organismo a pesar de que en ese momento se encontraba ya en proceso de liquidación. ¿Por qué vivía en un edificio que había pasado a ser de titularidad pública? «Porque se había separado recientemente» de su pareja, el hermano de Txema Gonzalo, que era el exdelegado territorial de Vivienda en Bizkaia en la época en la que Javier Madrazo dirigía ese departamento, su compañero de filas en EB y, en último término, la persona que había recibido el encargo de liquidar la Cámara de la Propiedad Urbana de Bizkaia como corporación de derecho público -proceso iniciado en febrero de 2006- para integrar sus bienes en la Administración.

Esta fue una de las principales revelaciones que dejó ayer el inicio del juicio que se sigue en la Sección Segunda de la Audiencia de Bizkaia contra el propio Txema Gonzalo y contra Jon Alonso -un trabajador contratado por el primero- a raíz de las numerosas irregularidades de gestión detectadas por el Tribunal Vasco de Cuentas Públicas (TVCP). Los testimonios recabados en la vista pública de ayer dejaron al descubierto una supuesta red de complicidades de carácter personal, político y económico que se tejieron al calor del proceso de liquidación de la Cámara y que fue la base de las supuestas irregularidades que se juzgan ahora.

La Fiscalía pide para Gonzalo 5 años y 9 meses de prisión -además de una inhabilitación absoluta por 9,5 años- por unos supuestos delitos de malversación de caudales públicos y prevaricación. En el caso de Alonso, que fue contratado como contable, el Ministerio Público pide 4 años y 9 meses de prisión -y 8 años de inhabilitación absoluta- por cooperación en la malversación.

«Decidles que ya soy Lucía, estoy preparada para que se rían o aguantar lo que sea»

«Empiezas a ver el día a día y ves que tiene sus inquietudes de niña», afirma el padre de una menor de cuatro años en situación de transexualidad en Gipuzkoa y a la que un juzgado ha autorizado su cambio de nombre

 

Agustín Arandia, padre de una menor de cuatro años en situación de transexualidad al que un Juzgado de Tolosa ha autorizado el cambio de nombre por otro femenino (de Luken a Lucía), ha reconocido que ni él ni su mujer tenían ni idea sobre la transexualidad de su hija cuando ésta manifestó las primeras actitudes, ya que pensaban que esto solo se daba en personas adultas.

«En infancia no lo veías. Aunque nos enteramos luego, cuando nos informamos, de que la sexualidad se fija entre los dos, tres o cuatro años. Ahí se fija, y uno ya se siente niño o niña, hombre o mujer. Y, después, a veces, tiende a dar esa confusión de orientación sexual. Eso ya viene con las hormonas y es cuando se decide si te atrae un tipo de persona u otro, hombre o mujer, pero la identidad sexual a los dos, tres, cuatro años está decidido», ha explicado.

Arandia ha afirmado que su hija, que ha pasado de llamarse Luken a ser Lucía, era una menor normal que empezó a preferir juegos y juguetes femeninos. «Entendíamos que era un juego y no había ningún impedimento, ningún problema. Pero fue curioso cuando empezó a hablar en euskara, en euskera los adjetivos son neutros; y ella se pasó muy rápidamente al castellano, sobre todo para referirse a ella misma, como guapa, alta, lo que sea. Al principio, le correjías, aunque te mosqueabas, y empezamos a pensar que detrás había algo», ha señalado.

«Una niña con pene»

Tras consultar con varias asociaciones, empezó a encajarles «el tema» por las preguntas que hacía y cómo explicaba que se sentía. Finalmente, le plantearon la posibilidad de que igual tenían «una niña con pene». «Nos encajó, y a ella justo le tocó el momento en que la escuela les explicaban lo que eran niños y niñas, la diferenciación entre pene y vulva. A ella algo no le encajaba y preguntó: Yo tengo pene, ¿pero puedo ser una niña?. Hablamos y fue la conclusión», ha asegurado.

Arandia ha recordado que Lucía siempre tendía a lo que socialmente se entiende como femenino, «rosas, princesas, todo ese tipo de cosas», y que, tras confirmarse la noticia, fue un choque para él y su mujer, -«ante lo desconocido, siempre el miedo»-, pero rápidamente vieron lo que hay que hacer. «Empiezas a ver el día a día y ves que es una niña más, que tiene sus inquietudes de niña. ¿En un futuro qué va a tener?, pues, bueno, ya veremos los problemas que le van a venir. Y en nuestro caso, lo tenemos claro, lo que tenemos que hacer es el acompañamiento, informarle, darle herramientas, el que se quiera, que ni estás en un cuerpo equivocado, ni tienes nada mal. Estás en una situación que no es la más habitual, es rara, pero existe y tú eres perfectamente una mujer», ha sentenciado.

Fue Lucía la que primero pensó en cambiar su nombre, que fue elegido por su hermano mayor. «Dijo: sólo llamadme Lucía en casa, solo en casa. Fuera seguiré siendo una niña, pero seguiré llamándome Luken», aseguró. Al cabo de un mes, ha recordado su progenitor, volvió a dirigirse de nuevo a ellos y les explicó: «Ahora, por favor, id a la escuela, a donde Lourdes, la profesora, y le decís, que ya soy Lucía, que estoy preparada para que se rían, o aguantar lo que sea».

Ese nombre ya no existe

No obstante, la documentación oficial seguía llamándola Luken, por lo que iniciaron los trámites para cambiar definitivamente de nombre. «En el pediatra, en la escuela, en el pueblo, se la trataba como niña, pero, a la hora de recetarle un antibiótico, aparecía su nombre antiguo. Y a ella le chirriaba; a ella y al hermano mayor, que leía, y decía ¡pero este nombre ya no existe!. Ya es Lucía ahora», ha recordado.

Arandia se ha felicitado por la aceptación que ha tenido su hija entre los otros menores de la localidad, a quienes les chocaba más «el cambio de nombre que el decir que era una niña», porque entre los niños ha sido algo «muy natural». «Ya sabemos los crueles que pueden ser o no. Los niños son unos lienzos en blanco que están absorbiendo. Prejuicios tenemos más los adultos que los niños», ha aclarado.

Preguntado sobre si la menor hablar de que se va a cambiar de sexo en el futuro, ha dicho que «habla porque lo vé», sin conocimiento de causa, y dice que «yo igual me quito el pitilín», o habla de «cuando me salgan las tetas». Arandia ha subrayado que Lucía no sabe todavía lo que son estas cosas, como «quitarte el pitilín, que es una operación quirúrgica muy potente».

“Ya soy Lucía; estoy preparada para las burlas”

El padre de la niña transexual de cuatro años asegura que no sabían de su transexualidad porque pensaba que solo se daba en adultos

Agustín Arandia, padre de una menor de cuatro años en situación de transexualidad al que un Juzgado de Tolosa (Gipuzkoa) ha autorizado el cambio de nombre por otro femenino (de Luken a Lucía), ha reconocido que ni él ni su mujer tenían ni idea sobre la transexualidad de su hija cuando esta manifestó las primeras actitudes, ya que pensaban que esto solo se daba en personas adultas.

“En infancia no lo veías. Aunque nos enteramos luego, cuando nos informamos, de que la sexualidad se fija entre los dos, tres o cuatro años. Ahí se fija, y uno ya se siente niño o niña, hombre o mujer. Y, después, a veces, tiende a dar esa confusión de orientación sexual. Eso ya viene con las hormonas y es cuando se decide si te atrae un tipo de persona u otro, hombre o mujer, pero la identidad sexual a los dos, tres, cuatro años está decidido”, ha explicado.

En declaraciones a Europa Press Televisión, Arandia ha afirmado que su hija, que ha pasado de llamarse Luken a ser Lucía, era una menor normal que empezó a preferir juegos y juguetes femeninos.

“Entendíamos que era un juego y no había ningún impedimento, ningún problema. Pero fue curioso cuando empezó a hablar en euskara, en euskera los adjetivos son neutros; y ella se pasó muy rápidamente al castellano, sobre todo para referirse a ella misma, como guapa, alta, lo que sea. Al principio, le correjías, aunque te mosqueabas, y empezamos a pensar que detrás había algo”, ha señalado.

Tras consultar con varias asociaciones, empezó a encajarles “el tema” por las preguntas que hacía y cómo explicaba que se sentía. Finalmente, le plantearon la posibilidad de que igual tenían “una niña con pene”.

“Nos encajó, y a ella justo le tocó el momento en que la escuela les explicaban lo que eran niños y niñas, la diferenciación entre pene y vulva. A ella algo no le encajaba y preguntó: Yo tengo pene, ¿pero puedo ser una niña?. Hablamos y fue la conclusión”, ha asegurado.

“Siempre tendía a lo femenino”

Arandia ha recordado que Lucía siempre tendía a lo que socialmente se entiende como femenino, “rosas, princesas, todo ese tipo de cosas”, y que, tras confirmarse la noticia, fue un choque para él y su mujer, -“ante lo desconocido, siempre el miedo”-, pero rápidamente vieron lo que hay que hacer.

“Empiezas a ver el día a día y ves que es una niña más, que tiene sus inquietudes de niña, su problemática y su mundo es el que es, el cercano. ¿En un futuro qué va a tener?, pues, bueno, ya veremos los problemas que le van a venir. Y en nuestro caso, lo tenemos claro, lo que tenemos que hacer es el acompañamiento, informarle, darle herramientas, el que se quiera, que ni estás en un cuerpo equivocado, ni tienes nada mal. Estás en una situación que no es la más habitual, es rara, pero existe y tú eres perfectamente una mujer”, ha sentenciado.

Fue Lucía la que primero pensó en cambiar su nombre, que fue elegido por su hermano mayor. “Dijo: solo llamadme Lucía en casa, solo en casa.  Fuera seguiré siendo una niña, pero seguiré llamándome Luken”, aseguró.

Al cabo de un mes, ha recordado su progenitor, volvió a dirigirse de nuevo a ellos y les explicó: “Ahora, por favor, id a la escuela, a donde Lourdes, la profesora, y le decís, que ya soy Lucía, que estoy preparada para que se rían, o aguantar lo que fuera”.

No obstante, la documentación oficial seguía llamándola Luken, por lo que iniciaron los trámites para cambiar definitivamente de nombre. “En el pediatra, en la escuela, en el pueblo, se la trataba como niña, pero, a la hora de recetarle un antibiótico, aparecía su nombre antiguo. Y a ella le chirriaba; a ella y al hermano mayor, que leía, y decía ¡pero este nombre ya no existe!. Ya es Lucía ahora”, ha recordado.

Arandia se ha felicitado por la aceptación que ha tenido su hija entre los otros menores de la localidad, a quienes les chocaba más “el cambio de nombre que el decir que era una niña”, porque entre los niños ha sido algo “muy natural”. “Ya sabemos los crueles que pueden ser o no. Los niños son unos lienzos en blanco que están absorbiendo. Prejuicios tenemos más los adultos que los niños”, ha aclarado.

Preguntado sobre si la menor hablar de que se va a cambiar de sexo en el futuro, ha dicho que “habla porque lo vé”, sin conocimiento de causa, y dice que “yo igual me quito el pitilín”, o habla de “cuando me salgan las tetas”. Arandia ha subrayado que Lucía no sabe todavía lo que son estas cosas, como “quitarte el pitilín, que es una operación quirúrgica muy potente”.

“Quiero que en el ‘cole’ me llamen Lucía, estoy preparada para las burlas”

Arandia afirma que su hija era una menor normal que empezó a preferir juegos y juguetes femeninos

Lucía, en el centro junto a dos de sus hermanos, juega con sus padres Agus Arandia y Abi Labaien, en su casa de Asteasu.

Lucía, en el centro junto a dos de sus hermanos, juega con sus padres Agus Arandia y Abi Labaien, en su casa de Asteasu.

Agustín Arandia, padre de una menor de cuatro años en situación de transexualidad al que un Juzgado de Tolosa ha autorizado el cambio de nombre por otro femenino (de Luken a Lucía), ha reconocido que ni él ni su mujer tenían ni idea sobre la transexualidad de su hija cuando ésta manifestó las primeras actitudes, ya que pensaban que esto solo se daba en personas adultas.

ASTEASU. “En infancia no lo veías. Aunque nos enteramos luego, cuando nos informamos, de que la sexualidad se fija entre los dos, tres o cuatro años. Ahí se fija, y uno ya se siente niño o niña, hombre o mujer. Y, después, a veces, tiende a dar esa confusión de orientación sexual. Eso ya viene con las hormonas y es cuando se decide si te atrae un tipo de persona u otro, hombre o mujer, pero la identidad sexual a los dos, tres, cuatro años está decidido”, ha explicado.

En declaraciones a Europa Press Televisión, Arandia ha afirmado que su hija, que ha pasado de llamarse Luken a ser Lucía, era una menor normal que empezó a preferir juegos y juguetes femeninos.

“Entendíamos que era un juego y no había ningún impedimento, ningún problema. Pero fue curioso cuando empezó a hablar en euskara, en euskera los adjetivos son neutros; y ella se pasó muy rápidamente al castellano, sobre todo para referirse a ella misma, como guapa, alta, lo que sea. Al principio, le correjías, aunque te mosqueabas, y empezamos a pensar que detrás había algo”, ha señalado.

Tras consultar con varias asociaciones, empezó a encajarles “el tema” por las preguntas que hacía y cómo explicaba que se sentía. Finalmente, le plantearon la posibilidad de que igual tenían “una niña con pene”.

“Nos encajó, y a ella justo le tocó el momento en que la escuela les explicaban lo que eran niños y niñas, la diferenciación entre pene y vulva. A ella algo no le encajaba y preguntó: Yo tengo pene, ¿pero puedo ser una niña?. Hablamos y fue la conclusión”, ha asegurado.

Arandia ha recordado que Lucía siempre tendía a lo que socialmente se entiende como femenino, “rosas, princesas, todo ese tipo de cosas”, y que, tras confirmarse la noticia, fue un choque para él y su mujer, -“ante lo desconocido, siempre el miedo”-, pero rápidamente vieron lo que hay que hacer.

“Empiezas a ver el día a día y ves que es una niña más, que tiene sus inquietudes de niña, su problemática y su mundo es el que es, el cercano. ¿En un futuro qué va a tener?, pues, bueno, ya veremos los problemas que le van a venir. Y en nuestro caso, lo tenemos claro, lo que tenemos que hacer es el acompañamiento, informarle, darle herramientas, el que se quiera, que ni estás en un cuerpo equivocado, ni tienes nada mal. Estás en una situación que no es la más habitual, es rara, pero existe y tú eres perfectamente una mujer”, ha sentenciado.

Fue Lucía la que primero pensó en cambiar su nombre, que fue elegido por su hermano mayor. “Dijo: solo llamadme Lucía en casa, solo en casa. Fuera seguiré siendo una niña, pero seguiré llamándome Luken”, aseguró.

Al cabo de un mes, ha recordado su progenitor, volvió a dirigirse de nuevo a ellos y les explicó: “Ahora, por favor, id a la escuela, a donde Lourdes, la profesora, y le decís, que ya soy Lucía, que estoy preparada para que se rían, o aguantar lo que fuera”.

No obstante, la documentación oficial seguía llamándola Luken, por lo que iniciaron los trámites para cambiar definitivamente de nombre. “En el pediatra, en la escuela, en el pueblo, se la trataba como niña, pero, a la hora de recetarle un antibiótico, aparecía su nombre antiguo. Y a ella le chirriaba; a ella y al hermano mayor, que leía, y decía ¡pero este nombre ya no existe!. Ya es Lucía ahora”, ha recordado.

Arandia se ha felicitado por la aceptación que ha tenido su hija entre los otros menores de la localidad, a quienes les chocaba más “el cambio de nombre que el decir que era una niña”, porque entre los niños ha sido algo “muy natural”. “Ya sabemos los crueles que pueden ser o no. Los niños son unos lienzos en blanco que están absorbiendo. Prejuicios tenemos más los adultos que los niños”, ha aclarado.

Preguntado sobre si la menor hablar de que se va a cambiar de sexo en el futuro, ha dicho que “habla porque lo vé”, sin conocimiento de causa, y dice que “yo igual me quito el pitilín”, o habla de “cuando me salgan las tetas”. Arandia ha subrayado que Lucía no sabe todavía lo que son estas cosas, como “quitarte el pitilín, que es una operación quirúrgica muy potente”.

“Mamá, aunque tenga pene ¿puedo ser una niña?”

Lucía, con sus hermanos. Ellos le ayudaron a elegir el nombre cuando decidió que no quería llamarse Luken

Lucía, con sus hermanos. Ellos le ayudaron a elegir el nombre cuando decidió que no quería llamarse Luken EL MUNDO

«Mamá, ¿aunque tenga pene puedo ser una niña?». Abigail Labayen asegura que su hija, a quien bautizaron como Luken (Lucas en euskera), le soltó esa frase cuando sólo tenía tres años. «Desde siempre le había gustado socialmente lo que es femenino: los juguetes, los disfraces, los vestidos… Comenzó como un juego al que no pusimos objeción, pero con tres años empezó a usar el castellano en casa para poder llamarse en femenino, porque el vasco, que es lo que habla nosotros, los adjetivos son neutros. Decía: ‘Soy guapa, soy una niña…’».

Abigail Labayen, 33 años, y su marido, Agustín Arandia, 36 años, ambos ingenieros, padres de cuatro niños de entre siete y tres años, se pusieron entonces a buscar información sobre lo que le sucedía. Hablaron con asociación Chrisallys, que agrupa a familiares de menores transexuales, y con otros especialistas, de modo que cuando Lucía hizo la pregunta -«Amá, ¿aunque tenga pene puedo ser una niña?»- su madre tuvo claro qué responderle: «Le dije: ‘Sí, puedes ser una niña, Lucía. Existen niñas con vulva y niñas con pene‘. Y la cara de alegría que puso con sólo tres años… Son de esos detalles que te hacen saber que no nos estamos equivocando».

Porque los padres fueron más allá del reconocimiento a su hija que podía ser lo que quisiera y el 24 de septiembre pasado, cuando Lucía aún tenía cuatro años -cumplió cinco el 20 de diciembre-, solicitaron a un juzgado de Tolosa (Guipúzcoa) que le permitiera a la pequeña cambiar el nombre de Luken por el de Lucía en el Registro Civil y por tanto en toda su documentación.

Aunque el auto no ha trascendido hasta ahora, el juzgado de instrucción 3 de Tolosa resolvió sólo un mes después, el 28 de octubre, a favor de la petición apoyándose en los informes médicos y en los testimonios de sus profesores y hasta el de la alcaldesa de Asteasu, el pueblo de 1.500 habitantes donde viven. «Luken presenta un cuadro clínico de disforia de género, que implica en el menor la existencia de una identidad femenina que exterioriza, no sólo físicamente, si no en su comportamiento, a pesar de su corta edad, siendo tratado como mujer», dice el auto.

De este modo, Lucía se convertía en la persona transexual de menor edad que consigue el cambio de nombre en el Registro Civil en España. Al menos 30 menores lo habían logrado antes, pero ninguno tan joven como ella.

– ¿Tan claro tenían que Lucía era una niña?, ¿no han pedido el cambio demasiado pronto?, preguntamos a la madre.

El DNI de Lucía

El DNI de Lucía. EL MUNDO

Hace un año hizo el tránsito social a niña en todos lados. El médico de familia comenzó a tratarla como niña y por su nombre. No teníamos intención de pedir la tramitación legal porque no veíamos necesidad. Pero sucedía, por ejemplo, que el pediatra la trataba en femenino pero ella veía las recetas con nombre de chico y eso le hacía mella, a ella y a sus hermanos mayores, que también sufrían. Se daban estas situaciones cotidianas que, aunque explicabas, causaban ansiedad a los niños. Y los amigos nos decían: ‘Si vais en un avión, ¿qué pasa? Porque tiene nombre masculino pero su apariencia es de niña‘».

La normalidad que refiere Abigail sobre cómo han encajado sus hijos -todos chicos- el cambio de género de la hermana es sorprendente: «De hecho, el nombre de Lucía lo escogieron entre los hermanos. Fue en las Navidades de 2014. Ella dijo: “Igual me tengo que cambiar el nombre”. Y ellos le daban ideas hasta que el mayor dijo “Lucía”, y a ella le encantó aunque nos hizo una petición: “Soy una niña con pene pero me sigo llamando Luken”. Un mes después, estábamos viendo la película Frozen y dijo: ‘Mamá, quiero que mañana llaméis a la escuela y digáis que me llamen Lucía. Ya estoy preparada para hacer frente a las burlas’. ¡Con cuatro años! Es que la escuchas hablar y te sorprende la madurez con la que expresa sus sentimientos».

Otra frase habitual que Lucía -para quien el asunto de su género quedó arreglado el día que le cambiaron el nombre en el perchero del colegio– repite a veces como un mantra es: «Amá, cuando nacisteis me mirasteis el pitilín y pensasteis que era un niño, pero ahora me miráis el corazón y sabéis que soy una niña».

Respecto al futuro de la pequeña, sobre si emprenderá el cambio físico y cuándo, Abigaíl dice: «Su padre y yo somos espectadores, lo que vamos a hacer es informarla y apoyarla». Por lo que sí van a luchar, aseguran, es por quitar la “M” de “masculino” que luce en su DNI junto al nombre de Lucía. Para el cambio de género en la documentación se requiere ser mayor de edad y al menos dos años de tratamiento hormonal o la operación de cambio de sexo.

Precisamente los principales partidos, salvo el PP, informa Elena Mengual, contemplan en sus programas electorales la reforma de la Ley 3/2007 para eliminar estos requisitos del diagnóstico de disforia de género y los dos años de tratamiento hormonal, además de ampliar los beneficiarios de la misma (por ejemplo, a los menores y a personas extranjeras en sus tarjetas de residencia), así como otras medidas.

«Si mi hija sigue con ese DNI y en estos años quiere participar en el equipo femenino de cualquier deporte, ¿podrá hacerlo? Porque su documentación dice que su género es masculino, y eso es muy duro», dice su madre.