Juan Andrés, Tomás y su hijo adoptado: “Las familias diversas estamos ensombrecidas”

Juan Andrés, Tomás y Tristán

Juan Andrés, Tomás y Tristán

La familia ya no es lo que era. El modelo tradicional de matrimonio heterosexual con hijos o hijas se ha ido desdibujando con el paso de los años y los cambios sociales han tenido su reflejo en la configuración de los hogares y las unidades familiares en España. Aún así, el patrón clásico sigue copando mayor espacio en el imaginario colectivo frente a otros tipos de familia que llenan las calles y que este domingo celebran el Día Internacional de las Familias, declarado por la ONU.

Circunstancias sobrevenidas o elegidas han hecho del mapa familiar un conglomerado salpicado de hogares homoparentales, monoparentales, que según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística suponen el 10,3% del total, o parejas sin hijos o hijas, que representan el 21,1%. Una variedad que escapa del prototipo y que abarca desde hogares multiculturales y adopciones a reagrupaciones familiares, personas que viven solas o mayores que cuidan de sus nietos o nietas.

“Estamos ahí, somos sus vecinos y votantes”

Juan Andrés y Tomás dicen que son una familia desde hace 17 años. Desde el principio de su relación sintieron la necesidad de ser padres, sin embargo, la única posibilidad era “adoptar en solitario, negar la existencia del otro y mentir sobre nuestra orientación”, explica Juan Andrés, periodista de 48 años. La aprobación del matrimonio igualitario hizo que en 2007 se casara con Tomás y que un año más tarde comenzaran los trámites de la adopción de Tristán, un niño malagueño de raza negra que tiene cinco años.

El periodista relata cómo dos compañeros de trabajo le dejaron de hablar cuando se enteraron. “Aquel comportamiento tenía un nombre: homofobia”, dice. Recuerda también con indignación aquella manifestación que llenó el centro de Madrid de obispos y religiosos en 2005 y que clamaba por “el derecho a una madre y un padre”. A pesar de los obstáculos, Tristán lo vive sin complejos, igual que sus compañeros de colegio. “Es la aceptación de una realidad que algunos adultos no llegan a alcanzar por condicionantes ideológicos, religiosos o morales”.

El niño está acostumbrado a oír hablar de diversidad familiar y afectivo sexual. Sus padres están implicados en el desarrollo de proyectos educativos apoyados por las instituciones malagueñas. Sin embargo, Juan Andrés sabe que es la excepción. “Cuando se habla de la familia en la escuela se da por hecho que existe un único modelo y esa es la falsa realidad que reflejan los libros de texto”, critica. Las familias diversas, dice, “están ensombrecidas en los diferentes ámbitos de representatividad social, pero estamos ahí, somos sus vecinos, sus votantes y en nuestros hogares existen los mismos grados de afectividad y problemas que en las suyas”.

Alicia, Saida, Nacho y Jesse

Alicia, Saida, Nacho y Jesse

“La sociedad se basa en la cisheteronorma”

“Supongo que ser dos mujeres feministas las que encabezan la parte adulta y la proporción de cisexuales (personas en las que la identidad sexual sentida coincide con el sexo asignado al nacer) y transexuales”. Saida García responde así a por qué su familia está alejada del modelo tradicional. Y es que en la familia que ha formado junto a la cantautora Alicia Ramos, dos de las cuatro personas que la forman son trans y otras dos cis. Ambas, junto a sus hija Jesse y su hijo Nacho, han tenido que enfrentarse a situaciones de discriminación que afrontan “con herramientas para que no afecte a nuestras vidas”, afirma Saida.

“Desde la manera en que están elaborados los formularios del colegio hasta preguntas que exceden lo que yo preguntaría a alguien con quien no tuviera confianza”, enumera esta librera de 40 años. “La sociedad está construida sobre la cisheteronorma” algo que ejemplifica con “que tengamos que participar en esta entrevista, que sea tan difícil encontrar una película o una canción que refleje bien la diversidad familiar y sexogenérica”. En esta casa madrileña, sin embargo, la variedad “forma parte de la cotidianidad de nuestras vidas”.

Rafael, Rodrigo e Isabel

Rafael, Rodrigo e Isabel

“El pediatra me dijo que a mi hija la llevara mi mujer”

Rafael Fuentes y su hija Isabel, de diez años, y su hijo Rodrigo, de ocho, se convirtieron en familia monoparental en abril de 2015, cuando su mujer Inés falleció a causa de un cáncer de páncreas. Su hogar ejemplifica las dificultades de conciliación familiar y laboral. De hecho, a este funcionario le ha costado casi un año conseguir el cambio de turno que pedía al Ayuntamiento de Madrid para poder atender a sus hijos. No obstante, debe llevarles al colegio una hora antes y recogerles una hora más tarde por la lejanía de su centro de trabajo.

“Debería existir la obligación de que en casos así no te puedan destinar tan lejos”, afirma. De hecho, dice, “cuando es una mujer, los jueces suelen fallar que no esté a más de 10 kilómetros del hogar porque la justicia entiende que es la madre la que debe hacerse cargo del cuidado”. Rafael cree que a la sociedad española “le hace falta un cambio de mentalidad” porque “la teoría acepta familias diversas, pero la práctica no”. El hombre recuerda su última visita al pediatra: “Al decirle que no podía llevar a mi hija por la mañana me contestó que la trajera mi mujer”.

Unos abuelos con la custodia de sus nietas

La historia de la familia de Celia está atravesada por la violencia machista. Carla y Marina, de doce y once años respectivamente, son sus nietas, pero tanto ella como su marido Félix tienen la custodia. Viven, además, con un tío de las niñas llamado también Félix, una persona con discapacidad. El padre de las niñas, condenado por malos tratos hacia su mujer y madre de ellas, las echó en 2007 de su casa de Barcelona, donde residían, y se fueron las tres a vivir a León con los abuelos. Sin embargo, la enfermedad se cruzó en su camino y cinco años más tarde la madre de Carla y Marina falleció de cáncer.

La justicia decidió entonces que la custodia sería para Celia y Félix. “No sabemos nada del padre, nunca pasó la manutención y ni siquiera ha contestado a las llamadas para asistir a las visitas”, sostiene Celia. La mujer, de 65 años, coincide con el resto de entrevistados en que la familia “que siempre se representa es la tradicional, a pesar de que hay muchos abuelos encargándose de sus nietos”. Las circunstancias, analiza, “han provocado esta situación, pero seguimos siendo una familia, para lo bueno y para lo malo”.

María José y Guadalupe

María José y Guadalupe

“Una familia no se mide por el número de hijos ni el papeleo”

María José y Guadalupe son una familia “desde el día en que decidimos vivir juntas y pensar siempre en plural”. No están casadas ni tienen hijos o hijas, pero sí dos perras, una gata y sobrinos y sobrinas “que saben perfectamente quienes somos”. Sostienen que cada vez es más común ver familias diversas y agradecen los cambios políticos y el activismo de colectivos “que ha hecho avanzar a la sociedad”, aunque “tendrá que pasar mucho tiempo para que esta diversidad se entienda como algo natural”, opina Guadalupe.

María José circunscribe la intolerancia a ciertos “sectores de la población retrógrados” que “no ven bien no solo la unión entre personas del mismo sexo, sino, por ejemplo, las familias monomarentales”, completa Guadalupe. Aún así entienden que “una familia no se mide por el número de hijos ni por el papeleo jurídico”, afirma María José, que pone el ejemplo de “no poder optar al descuento de familia que aplican en el gimnasio, que indica que los matrimonios tienen otra tarifa. Yo no tengo ningún documento de unión, pero me han dicho que tampoco valdría. ¿Por qué?”, se pregunta.

Cambiar de sexo en Noruega, a un simple golpe de ‘click’

El país presumiblemente aprobará una ley en la que lo único necesario para cambiar de estado ante la administración será una notificación enviada a las autoridades

Durante la Guerra Fría recorrió los mares en un submarino vigilando a los soviéticos, pero en el fondo de su casillero destinado a asuntos clasificados, atesoraba ropa de mujer. Pronto, el Estado de Noruega reconocerá su verdadero género y en los papeles oficiales figurará como mujer.

Ahora, un nuevo proyecto de ley busca que en Noruega cambiar jurídicamente de género no implique necesariamente un cambio físico. Una reforma celebrada por los grupos de derechos humanos como una de las más completas.

Ya no serán necesarios los exámenes psiquiátricos, los tratamientos hormonales y las cirugías invasivas, que muchas veces condenaban a la infertilidad a quienes se sometían. Si se aprueba la reforma, lo único necesario para cambiar de estado ante la administración será una notificación enviada a las autoridades, que puede ser remitida por internet con un simple ‘click’.

“Toda mi vida, fui obligado a mostrar que era un chico, después un hombre. Yo hice el papel de macho, tenía una barba espesa, exactamente como se esperaba de mí”, contó John Jeanette Solstad Remø. Pero aunque podía parecer hombre y ser una persona funcional, para él la vida era gris. “En cambio cuando soy mujer, hay muchos colores en mi mente y en mi entorno”, señaló el exmarino de 67 años. “Nadie más que yo puede decidir quién soy y esta ley nos reconoce este derecho”, afirmó.

Vestido con una falta negra y una camiseta verde claro, John Jeanette recuerda una existencia agitada por los vientos contrarios. La inmensa alegría que sentía cuando se vestía con ropa de mujer a los cuatro años era inmediatamente reprimida por su madre. Cuando era adolescente padecía pulsiones suicidas y finalmente decidió disimular sus dudas sumergiéndose en el universo viril de la Escuela de la Marina y después en la división de submarinos.

“Cuando llegábamos a puerto, muchas veces nos quedábamos en hoteles. Entonces yo me compraba una botella de vino, miraba la televisión y me quedaba en mi habitación vestido de mujer. Era la única forma que tenía de sobrevivir”, dijo.

Tras terminar su primer matrimonio después de que su mujer encontrara escondida en una bodega su bolso con su ropa de mujer, John Jeanette volvió a casarse con una esposa que le acepta como es. “El trans que soy es como una tercera persona en nuestra relación”, afirmó.

Desde entonces la sociedad noruega ha evolucionado, pero la vida cotidiana de las personas transgénero sigue siendo un problema para realizar actividades como ir a la biblioteca, retirar medicamentos en la farmacia o viajar fuera del país. En el registro de la Organización Mundial de la Salud, la condición está descrita como un trastorno psiquiátrico de la personalidad.

La obligación decretada por Carolina del Norte de utilizar los baños públicos correspondientes al género de nacimiento generó protestas en todo el mundo, desde Bruce Springsteen a Deutsche Bank, y dio pie a debate entre Donald Trump y Ted Cruz.

En Argentina, país pionero que desde 2012 permite registrar su identidad de género acorde a las percepciones, la esperanza de vida de las personas transgénero no sobrepasa los 35 años, según un estudio de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de Argentina (ATTTA).

Los factores que lastran la esperanza de vida de este colectivo son principalmente efectos de la discriminación, según el estudio, pero también otros problemas como la falta de acceso a la educación, a la salud, la vivienda o el mercado de trabajo. “La ley es una cosa pero también hay que cambiar de verdad las actitudes”, afirmó Patricia Kaatee activista de Amnistía Internacional a favor de los derechos de las personas transgéneros.

La discusión de la ley transcurre sin oposiciones fuertes en Noruega, por lo que antes de mediados de año debería ser adoptada como ley. El proyecto prevé que los menores de entre 6 y 16 años puedan modificar su estado si los dos padres están de acuerdo. En caso de oposición de uno de los progenitores, será una autoridad administrativa quien decida. “La ley va a facilitarnos las cosas. No vamos a tener que preparar todo por adelantado antes de hacer cualquier cosa. Ya tenemos suficientes cosas que explicar”, contó Sofie Brune, madre de un niño que nació con esta condición.

Miria, nacido hace seis años en el cuerpo de una niña, se comporta como un niño desde que era muy pequeño, viste como niño y también se peina como tal. Hoy juega en un equipo de fútbol y en la escuela lo tratan como varón. “Es feliz, eso es lo que es importante. Los niños en su entorno son tolerantes, una vez que uno les explica”, aseguró.

Para las personas transgénero, lo importante es poder vivir sus vidas como quieren. Como lo expresó Frida Haslund: “No quiero ser enterrada sin haber sido yo misma”.

Nos vemos en Zerolo

Ahora ya ese Zerolo al que amamos, ese que está con nosotros, seres humanos conmovidos por su desaparición, tiene una plaza

Inauguración de la plaza de Pedro Zerolo

Inauguración de la plaza de Pedro Zerolo. J. Villanueva

Las personas no mueren nunca, siempre que estén en nuestra memoria. Pedro Zerolo sigue riendo en nosotros, indignándose con nosotros, amando con nosotros, siendo ciudadano con nosotros.

Nosotros nos vemos en Zerolo.

Es un estímulo para vivir, o para luchar por la vida. Él luchó por la vida, una lucha a muerte en la que ganó esta impostora; pero primero luchó por la vida, por la libertad de la vida, de los otros. No fue ni cicatero, ni mentiroso, ni rencoroso, ni hipócrita; hizo de la risa (esa risa que ahora no sólo está en la memoria porque se fue sino en la vida porque está) su arma de batalla, su espada de fuego, su cara más feliz, y también más libertaria.

Como su padre, como el tiempo y la realidad y del sueño de los que viene, fue republicano, y su última ambición, como ensayista, como pensador, como ser humano, fue escribir sobre esa republicanía; Yo soy republicano podría haberse llamado ese libro del que hablaba como si estuviera dibujando una prórroga en el tiempo imposible; a él se le adelgazó pronto el futuro, pero apuró el tiempo como si lo estuviera besando de noche.

Era un ser humano emocionante, abogado (y abogado de veras, ejerciente) de las causas difíciles; ser maricón en sus tiempos era más arriesgado que ir a Vietnam, y él arrostró los lugares comunes, hizo bandera (bandera de arcoíris) de esa pasión por defender el amor contra viento y marea de los mareados clérigos de los tiempos más oscuros, y se hizo líder indispensable de un pensamiento, de una actitud, de un país que gracias a él fue mejor, más abierto, más tolerante, más culto, mejor que aquel país del que venía, del que veníamos; aquel país sórdido y triste que aún asoma por ahí bajo los faldones oscuros de la hipocresía.

En él nos hemos visto desde que un día hizo de la sonrisa, de la verdadera sonrisa, no de la sonrisa impostada de los que buscan votos simulando risa cuando hay burla, su manera de ser y de acompañar a aquellos a los que la incomprensión (y la burla, precisamente) les ensombreció el rostro, el porvenir, la vida.

Ahora ya ese Zerolo al que amamos, ese que está con nosotros, seres humanos conmovidos por su desaparición, confortados por su enorme presencia en las almas de los que lo conocimos, tiene una plaza.

Quedamos en Zerolo.

Nos quedaremos a vivir a la sombra de esa plaza, en la que él es ahora el árbol más grande, el más alto y también el más humilde. Un árbol Zerolo riendo en la plaza en la que vamos a quedar.

Nos vemos, nos seguiremos viendo, en Zerolo, ese árbol de los colores del arcoíris.