El VIH secuestra una molécula de la superficie celular para su invasión

Investigadores de los Institutos Nacionales de Salud de EE UU han logrado evitar el proceso de invasión bloqueando químicamente este paso, evitando que el material genético del VIH entre en las células

Un test para detectar VIH. / Reuters

Investigadores de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) estadounidenses han descubierto un paso clave en el proceso que utiliza el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) para inyectar su material genético en las células. Trabajando con cultivos de células y tejidos, los autores evitaron el proceso de invasión bloqueando químicamente este paso, evitando que el material genético del VIH entre en las células.

Los hallazgos, que se publican en la revista ‘Cell Host & Microbe’, podrían conducir al desarrollo de nuevos medicamentos para prevenir la infección por el VIH. El encargado de liderar el estudio fue el profesor Leonid V. Chernomordik, del Instituto Nacional de Salud Infantil y de Desarrollo Humano Eunice Kennedy Shriver (NICHD, por sus siglas en inglés), que forma parte de los NIH.

Para infectar una célula, una proteína en la superficie del VIH se une a las moléculas en la superficie de la célula, un proceso de unión que inicia una secuencia de eventos que termina con la membrana externa del VIH fusionándose con la membrana de la célula. Entonces, el material genético del virus pasa a la célula.

Los científicos descubrieron que el proceso de unión activa una proteína, llamada TMEM 16F, que transfiere otra molécula dentro de la membrana celular, la fosfatidilserina, a la superficie externa de la membrana. Creen que las moléculas en la membrana viral se unen con la fosfatidilserina expuesta en la superficie celular para mejorar la fusión del virus a la célula.

Los investigadores descubrieron que bloquear la transferencia de fosfatidilserina a la superficie de la célula -o la unión de otra molécula a la fosfatidilserina para que no se pueda unir con el VIH- impide que el virus infecte la célula. En teoría, el desarrollo de medicamentos que puedan bloquear cada uno de estos pasos podría proporcionar la base para los tratamientos para prevenir que el VIH infecte las células, pero se necesita mucha más investigación.

España retrasa la implantación de la pastilla que previene el VIH

Los expertos piden a Sanidad que agilice la aprobación del tratamiento preventivo (PrEP) contra nuevos contagios

Gabriel Sánchez, de 29 años, participa en un ensayo clínico de Truvada. KIKE PARA

El 85,9% de los nuevos casos de VIH diagnosticados en 2015 en España fueron hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres. El Grupo de Estudio de Sida (Gesida) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica exige al Ministerio de Sanidad que agilice la implantación del fármaco Truvada como tratamiento preventivo contra nuevos contagios. Pero el Gobierno no solo no tiene plazo sino que aún estudia la viabilidad de una profilaxis que, según los expertos, reduce el peligro de infección hasta en un 86%.

El Gesida presentó hace un año al Ministerio de Sanidad las recomendaciones para elaborar un plan de prevención contra el VIH que no ha prosperado. Los expertos piden su “aplicación sin demora”. Según fuentes del ministerio, de momento, van a empezar “en breve” un estudio, en el que participan Cataluña y el País Vasco, para valorar “si es factible implantar esta medida preventiva”. “Nosotros creemos que es innecesario, ya sabemos cómo funciona el Truvada. Hay estudios suficientes. Hay que arrancar, no esperar más”, dice el presidente de Gesida, José Antonio Pérez Molina.

El tratamiento preventivo, conocido como profilaxis previa a la exposición (PrEP, por sus siglas en inglés) consiste en que una persona sana que va a tener una relación sexual con riesgo de contagio tome Truvada, un medicamento antirretroviral, para evitar la infección. Puede tomarse una píldora a diario o dos días antes de la relación sexual y una el día posterior, por lo que ha pasado a conocerse como “la pastilla del día antes”. El peligro de infección se reduce hasta un 86%, según el estudio PROUD publicado en The Lancet, una referencia en Medicina.

En Estados Unidos o Francia ya se receta de forma preventiva. Portugal dio el paso hace unas semanas y tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la Agencia Europea del Medicamento recomienda el PrEP a personas con alto riesgo de infección (hombres que tienen sexo con otros hombres y mujeres transexuales) combinado con prácticas sexuales seguras. “La epidemia está lejos de estar controlada”, ha dicho este jueves Pérez Molina, ya que en España se diagnosticaron 3.428 nuevos casos de VIH en 2015.

Los expertos en VIH matizan que la implantación de la PrEP no es la panacea para acabar con la epidemia pero sí una acción importante, tanto como el diagnóstico precoz. En España, el 25% de las personas que están infectadas no lo saben y son los principales transmisores de este patógeno. “El medicamento es una herramienta para la prevención que se debería sumar a otras como la educación sexual, pero no es una barra libre de pastillas para tener sexo sin condón, ni está dirigida a toda la población”, ha señalado Pérez.

El medicamento solo se consigue de forma legal en España con prescripción médica y en farmacias hospitalarias, lo que ha desembocado en un menudeo incipiente en el mercado negro. Gabriel Sánchez, de 29 años, es seronegativo, pero participa en un ensayo clínico de este fármaco. El joven asegura que hay camellos en aplicaciones móviles para chicos homosexuales que venden la pastilla por 20 euros. “De esta forma no tienes garantías ni sabes lo que estás tomando”, sostiene. Según informa el presidente del Gesida, hay unas 1.500 personas en España, “que la toman de forma irregular”.

En redes sociales para varones como Grindr o Scruff, los usuarios pueden marcar en su perfil si están en tratamiento PrEP. “Hay chicos seropositivos que ven en mi perfil que estoy tomando Truvada y me escriben para tener relaciones sin protección, pero ese no es el punto. Además, no estás protegido frente a otras enfermedades”, cuenta este joven. Esta es una de las principales críticas al tratamiento preventivo: el incremento de infecciones de transmisión sexual (clamídea, gonorrea, sífilis). Pero los expertos en VIH consideran que los controles anuales que lleva asociado la implantación de PrEP favorecería el control de las infecciones y, por tanto, su reducción. Sobre el precio (unos 400 euros al mes por paciente), prevén que esté disponible a lo largo de este año el genérico, lo que abarataría el coste.

Los nuevos diagnósticos de VIH en España son superiores de la media de la Unión Europea. La tasa es de 7,39% por cada 100.000 habitantes, según un informe del ministerio de Sanidad. En total se estima que viven en España entre 130.000 y 160.000 personas infectadas.

Más píldoras ‘anti VIH’ en Urgencias por el World Pride 2017

Eficaz para prevenir el contagio de VIH tras mantener una relación sexual de riesgo, su demanda crece durante la fiesta del Orgullo

Apoyo positivo repartirá 5.000 ‘flyers’ para informar de los hospitales que facilitan la pastilla.

La ONG Apoyo Positivo repartirá 5.000 flyers como el que se reproduce junto a estas líneas durante el World Pride. En ellos se explica cuáles son los hospitales más cercanos al centro de la ciudad en los que se puede obtener el tratamiento de profilaxis post exposición al VIH: 12 de Octubre, Clínico San Carlos, Fundación Jiménez Díaz, La Paz y Ramón y Cajal, según se lee en la tarjeta.

El tratamiento de profilaxis post exposición al VIH se abrevia médicamente en las siglas PEP y es conocido coloquialmente en el colectivo gay como «la píldora del día después». Se trata de un cóctel de antirretrovirales que, si se toma tras mantener una relación sexual de riesgo con alguien que es portador del VIH, es altamente eficaz en evitar el contagio. Sólo se suministra en urgencias de los hospitales, está indicado para tomar hasta 72 horas después de la exposición al VIH -aunque es realmente efectivo en las 12 primeras horas- y hay que seguir el tratamiento durante 28 días.

Hechas las presentaciones del PEP no sorprenderá al lector que, ante la cercanía del World Pride en Madrid -en el que se darán cita o dos o tres millones de personas- y lo lúdico de la celebración, los hospitales más cercanos al evento, los más céntricos, estén aumentando sus reservas de PEP para el afrontar el despunte de peticiones que se prevé.

«Durante el año hay una demanda constante de 10-15 tratamientos a la semana, que aumenta en momentos como fin de año y otras fiestas. Hemos calculado que por el Orgullo podría crecer cinco veces, pero es una especulación», dice Vicente Estrada, jefe de sección de Enfermedades Infecciosas y VIH del Hospital Clínico San Carlos, uno de los centros públicos más cercanos a la fiesta.

El doctor Estrada ha sido el impulsor de la sesión clínica especial que se celebró en su hospital el viernes pasado para preparar cómo afrontarán las emergencias que se producirán por el World Pride. Él se encargó de hablar del PEP. «La iniciativa partió de nosotros ya que no ha habido ninguna directriz ni ayuda por parte de la Comunidad de Madrid», explica. «El miércoles haremos otra sesión en La Princesa y también estará presente SEMES-Madrid [la sección madrileña de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias]. Habrá dos millones de personas en Madrid durante una semana y esto va a suponer problemas médicos de todo tipo», dice.

Se refiere a patologías comunes (un apendicitis, un esguince…), pero sobre todo a otras específicas de la naturaleza de la fiesta, como intoxicaciones por drogas o infecciones de transmisión sexual, incluido el VIH.

Imagen de la píldora Stribild que se usa en la profilaxis post exposición al VIH. E. M.

Si en urgencias del Clínico normalmente hay 30 kits para atender las peticiones de PEP, en esa semana habrá 150. «El año pasado la demanda durante el Orgullo no fue muy exagerada, creo que se duplicó, pero fue sólo un fin de semana. Ahora es mucha más gente y más tiempo. Lo que sabemos seguro es que al cabo de unos meses aumentó la demanda de test VIH y los diagnósticos positivos», explica el doctor Estrada.

En la Farmacia de la Fundación Jiménez Díaz también se han surtido de Stribild, la píldora que suministran para tratar de evitar el contagio tras una exposición al VIH. En lo que va de año, explica Javier Bécares, el jefe del servicio, han dispensado 133 kitscinco por semana. «Para el World Pride hemos llevado 20 a urgencias y tenemos en Farmacia otros 30 o así», dice.

Quizás uno de los aspectos más controvertidos del PEP de cara a este World Pride es cuántas pastillas facilitar a las personas de fuera de Madrid que las pidan, debido al elevado coste de las píldoras. Cuando los especialistas mencionan que tienen preparados determinados kits se refieren a los packs de tres pastillas que se dan en Urgencias. Con un kit sólo se cubre el tratamiento para tres días, por lo que se explica al paciente que debe dirigirse a la consulta de enfermedades infecciosas de su hospital de referencia para que le faciliten allí las 25 pastillas restantes que necesita para los 28 días. Cada píldora cuesta alrededor de 20 euros.

«Por decisión propia, porque no tenemos ninguna orden al respecto, hemos pensado que a una persona que venga de Oslo, por ejemplo, le daremos todas las pastillas que necesite para los días que vaya a estar en Madrid, hasta que vuelva a su país. No asumiremos todo el tratamiento pero sí el tiempo que esté aquí», explica el doctor Estrada.

La consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid no ha querido facilitar datos sobre el número de PEP que se dispensan anualmente, la factura que suponen o cuánto aumentaron las peticiones en anteriores ediciones del Orgullo. Sumados los datos que proporcionan los especialistas del Clínico y de la Fundación Jiménez Díaz -20 PEP entre ambos a la semana- supone que en las urgencias de sus dos hospitales se dispensan unos 1.000 PEP al año. Su coste total sería de 560.000 euros.

Una de las habituales reivindicaciones de los colectivos gays es que la profilaxis post exposición se proporcione también en los centros de salud. «Que sólo sea hospitalaria es una medida drástica que tarde o temprano se tendrá que flexibilizar», dice el doctor Jorge del Romero, director del madrileño Centro de Salud Sandoval, referencia nacional en VIH. Cada año desde Sandoval se desvía a los hospitales a «entre 50 y 100 personas» que acuden a solicitar las píldoras ante la sospecha de un posible contagio.

«Desde mi humilde punto de vista, sobre el tratamiento de profilaxis post exposición podría haber desabastecimiento si no se prepara bien el sistema porque se trata de dos millones de personas», advierte el doctor del Romero. «Y por otra parte, ha habido un desabastecimiento de la vacuna de la hepatitisAen toda Europa y hay ahora un brote. Los centros de control de Europa advierten a los que vayan a venir al World Pride que se vacunen en sus países de origen, si es que encuentran las vacunas por el desabastecimiento».

El VIH llega a la tercera edad

Más de la mitad de los afectados en España tiene ya más de 45 años

Ignacio Bernardino, especialista en envejecimiento de personas con VIH. KIKE PARA

El VIH envejece. Dos informes —el proyecto Long View del laboratorio Gilead y un estudio de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH)— calculan que ya más de la mitad de los 90.000 diagnosticados en España tiene más de 45 años. “Su esperanza de vida se aproxima mucho a la población general, pero aún hay una diferencia de unos cinco o seis años”, afirma Ignacio Bernardino, del servicio de Infecciosas del hospital La Paz de Madrid y participante en el trabajo de la farmacéutica.

Ese envejecimiento va asociado con otras enfermedades(comorbilidades). El proceso es común a toda la población, pero en las personas con VIH es más frecuente la diabetes,la insuficiencia renal, la osteoporosis y problemas cardiovasculares como el colesterol y la hipertensión, dice Bernardino.

El trabajo de los farmacéuticos de hospital consistió en tomar los datos de todas las personas con VIH que eran atendidas un mismo día en 81 centros. En total, fueron 1.225, y, aunque aún los datos no se han presentado en el congreso de la sociedad, Ramón Morillo, del hospital de Valme (Sevilla) destaca que un 32% de ellos tomaba otros seis medicamentos aparte de los antivirales, señal clara de la coexistencia de otras patologías.

Morillo señala también que así como el seguimiento del tratamiento contra el VIH (la adherencia) era muy alto, apenas el 50% seguía la pauta con los fármacos para las otras enfermedades. Ello se puede deber a que los antivirales, como se dan en los hospitales, están más controlados, opina Morillo.

No hay una causa clara para que las personas con VIH tengan más frecuentemente otras enfermedades. Uno de los factores es, evidentemente, el virus en sí, son el proceso inflamatorio asociado a la infección; otro, los hábitos de vida del pasado (los infectados tienen tasas más altas de consumo de drogas, tabaco y alcohol que la población general; y el que parece más importante son los efectos adversos de los propios medicamentos. “Aunque eso se va reduciendo cada vez más”, señala Bernardino. De hecho, actualmente muchas veces los cambios de medicación antiviral no se deben a que el virus se haga resistencia, sino a intentar evitar sus efectos adversos y también para aprovechar otros beneficiosos, como el control del virus de la hepatitis B.

“El estigma asociado al sida tiene efectos más sostenidos y venenosos que los del propio virus”

  • Matt Cook hace una historia emocional de la crisis del sida en el Reino Unido para explicar cómo los efectos del estigma y la vergüenza condicionan la vida de las personas e incluso las políticas públicas

  • “El estigma se asocia a la comunidad gay porque representaban todo lo que no debían ser los británicos”

  • “La mujer que estaba aterrada con el miedo de contraer el VIH tomando la comunión en la iglesia tenía su cabeza llena de eso, de la misma manera que el hombre gay que había perdido a su pareja por el sida”

Matt Cook, profesor de historia moderna en la Birkbeck University of London JOÃO FRANÇA

A principios de la década de los 80 se detectaron los primeros casos de sida en Estados Unidos. En 1985 ya se habían detectado casos de VIH en todas las regiones del mundo. En 1987 el sida toma un lugar central en la política global, siendo objeto de debate en la asamblea de las Naciones Unidas. También es el año en que se aprueba el primer tratamiento para el síndrome. Ese mismo año, un grupo de sociólogos británicos decide recoger las impresiones de unos 600 hombres y mujeres al respecto. Este es el punto de partida de la investigación de Matt Cook, profesor de historia moderna en la Birkbeck University of London.

El historiador pone la lupa en la cotidianidad para dibujar el paisaje emocional del Reino Unido en ese momento clave de la historia del sida. Cook busca hacer una historia emocional de esta crisis y hablar de cómo lo vivían las personas, fueran o no seropositivas, portadoras del VIH, fueran o no homosexuales. El desconocimiento sobre el virus y el contagio hacía el miedo muy presente, llevando a situaciones que hoy parecen absurdas, como llevar tus propias tijeras al peluquero, y a la vez hacía crecer un estigma que marcaba la vida de los homosexuales, considerados “población de riesgo”, cuando aún no se tenía en cuenta que el riesgo se encuentra en las prácticas, no en las personas.

Matt Cook estuvo en Barcelona para participar en el seminario (Sub)versiones, organizado por el Centro de Estudios Interdisciplinarios de Género de la UVic-UCC, y hablamos con él sobre esta historia emocional del sida, y sobre cómo las emociones condicionan las vidas de las personas e incluso las políticas públicas.

Habla de la importancia de las emociones a la hora de hacer historia. ¿Por qué es importante que los historiadores piensen en las emociones?

Como historiadores a menudo pensamos que podemos mirar al pasado y esperar que la gente se comporte racionalmente y sin contradicciones, pero olvidamos que nuestra propia vida cotidiana está completamente modulada por los sentimientos con los que nos levantamos por la mañana o que tenemos hacia las personas con las que interactuamos.

Lo que intenta decir la historia de las emociones es que estas interacciones están en el corazón de las experiencias sociales de las personas, también en el pasado, y afectan a las decisiones que se toman a diferentes niveles. Los niveles doméstico, laboral o gubernamental están inflexionados por estos encuentros emocionales.

La complejidad está en darnos cuenta que lo que entendemos por emociones y por palabras como miedo, amor u odio no es lo mismo en cada momento histórico. El gran reto es identificar su presencia y sus efectos sin ser anacrónicos. Hay que asumir que lo que entendemos por miedo ahora no es lo mismo que en los años 80 o cuando sea.

Con esta perspectiva ha estudiado la crisis del sida en el Reino Unido a finales de los años 80. ¿Considera que en este contexto el efecto emocional es más duradero que el epidemiológico?

Utilizando el ejemplo específico del Reino Unido, que es lo que he estudiado, podríamos decir que en realidad hablamos de un número relativamente pequeño de personas infectadas con el VIH que contraían la enfermedad y morían. Por supuesto era un número significativo, pero en ningún caso afectaba a un vecino de todos. Lo que afectaba más la vida cotidiana de la gente, y era especialmente incapacitante para los hombres gays en particular, eran las emociones ligadas al virus, y también la forma en que se vincularon a identidades o comportamientos particulares, sumándose a una serie de prejuicios existentes.

Un trabajo importante a finales de los 80 fue una investigación sobre el estigma del sida. Trabajaron con gente que era seropositiva y gente que no lo era. Lo que encontraron fue que los hombres gays con VIH asumían que las personas que no tenían el VIH tendrían sentimientos mucho más negativos hacia ellos que los que expresaron, que eran bastante solidarios. Pero la cuestión es que era irrelevante si era cierto o no, porque sentían que el estigma era real, y ese sentimiento afectaba su día a día, y hacía que no salieran tanto, o se sintieran incómodos en público.

Es un ejemplo de los efectos perjudiciales que pueden tener las emociones, y en muchos sentidos los efectos del estigma son más sostenidos y venenosos que los que tiene el mismo virus, especialmente desde que las terapias antirretrovirales han cambiado los diagnósticos para el VIH y la sida.

Y estos efectos perniciosos aún están presentes.

Actualmente en Sudáfrica encontramos que hay un gran proyecto para que la gente se haga las pruebas, porque obviamente sólo recibirán el tratamiento si tienen un diagnóstico, pero conseguir que la gente vaya a la puerta de una clínica es muy difícil debido al estigma y la vergüenza, que son respuestas emocionales. Son emociones que están evitando una intervención en la prevención y el tratamiento del VIH.

Este estigma se asocia sobre todo a una determinada comunidad, que son los hombres gays. ¿Cómo sucede esto?

En el Reino Unido pasa en parte porque en un primer momento fue la principal comunidad afectada por el sida, pero luego resultó que los gays eran muy convenientes para ello, porque representaban todo lo que no debían ser los británicos; eran sueltos y promiscuos, tenían demasiado sexo y el tipo incorrecto de sexo. El estigma no se asocia a los drogodependientes de la misma manera, porque los gays eran un vehículo mucho más conveniente para toda esta serie de prejuicios.

¿La mayor visibilidad que estaban obteniendo las personas homosexuales en ese momento facilita que se acaben convirtiendo en objeto de ataque?

Sí que se convierten en un blanco más inmediato. Uno de los miedos en los años 80 era precisamente que los gays y las lesbianas estaban ganando más influencia cultural, estaban reivindicando políticas, siendo tratados en el sistema nacional de salud, y se volvieron mucho más visibles en todos estos ámbitos, así que se generó una especie de guerra cultural. Había que contraatacar y hacer frente a estos gays. Pero también hay otra lectura.

Una cuestión que plantea Dennis Altman es que la crisis del sida, en términos de mayor visibilidad para los hombres gays, resultó en una especie de legitimación a través del desastre. Precisamente porque el VIH y el sida en ese momento hacen que los hombres gays sean más visibles. Más gente los conoce en su día a día, trabajando en hospitales, o en las escuelas, o en los barrios, y los hombres gays se integraron cada vez más en los sistemas sociales. En muchas formas esta situación permitió a los hombres gays encontrar un lugar que ya no estaba al margen sino dentro de la sociedad, o más bien tener un pie en cada lado. Creo que fue una ruta hacia la legitimidad, aunque partió del miedo al homosexual.

¿Más allá de los hombres gays, cómo afectó la paranoia en torno al sida al conjunto de la sociedad?

La gente tenía miedo, y tiene sentido cuando ves el tipo de retórica que se utiliza y la imaginería del miedo que se asocia a la crisis. Es donde ves las emociones teniendo un efecto muy directo sobre la vida social. La gente dejó de ir a nadar, no compraban ropa de segunda mano, o un clásico era llevar tus propias tijeras y peine a la peluquería. Una gran preocupación a mediados y finales de los 80 era cómo recibir la comunión en la iglesia y el miedo a la transmisión del VIH en este contexto. Ya ves que afectaba la vida cotidiana de la gente, pero lo que es realmente interesante es cómo empiezas a ver las diferentes dimensiones del miedo.

¿Cómo son estas diferentes dimensiones del miedo al VIH?

Los miedos cotidianas que tenían las personas heterosexuales eran muy diferentes a los que tenía un hombre gay cuya pareja había muerto. Hay un sentimiento mucho más potente de miedo. Podríamos decir que hay una jerarquía de miedos, pero eso no quiere decir que ocupara menos espacio mental. La mujer que estaba aterrada con el miedo de contraer el VIH tomando la comunión en la iglesia tenía su cabeza llena de eso, de la misma manera que la tenía el hombre gay que había perdido a su pareja por el sida. Te consumía.

A todo ello se suma el hecho de que en los 80 había un sentido apocalíptico en el Reino Unido. Nuestro sistema social estaba cambiando completamente, estábamos en una recesión enorme y la primera ministra Margaret Thatcher estaba dividiendo el país. Había campañas antinucleares y muchas cosas en la televisión sobre el holocausto nuclear, y entonces llega el sida. Era como si el mundo se estuviera acabando, así que creo que el miedo al virus y el sida se convierten en un conducto para un sentido más amplio de riesgo y peligro que estaba presente culturalmente.

¿Qué efecto tienen hoy esos miedos que se generan en ese momento?

Hay una generación mayor de hombres gays que vivieron la crisis, perdieron amigos y experimentaron la intensidad de lo que se ha denominado la generación perdida, que cargan y viven con una serie de emociones que hoy se pueden sentir como no sentidas por otra parte de la comunidad, y aquí hay una división generacional.

Creo que aquí radica la controversia sobre la PrEP [ profilaxis pre-exposición, un tratamiento para personas seronegativas para evitar el contagio], en la idea de que hay una generación que no está preocupada por el VIH, y no hay que estarlo tanto, porque ahora se puede vivir con eso, pero hay un miedo a la pérdida de la memoria. Parece que haya personas que se aferran a una memoria de trauma que vive con ellos, pero es que en esta brecha generacional también hay muchos hombres gays que viven con el duelo de la pérdida de amantes y amigos, o familias que han perdido a hijos y hermanos.

Aparte de eso, creo que muchas de las ideas sobre la vergüenza también resisten, y la intensa lacra del sexo gay es algo que se articuló entonces y de lo que todavía vemos efectos hoy.

¿Todavía está presente la asociación entre sexo y peligro presente en las campañas de prevención de aquella época?

Sigue presente para muchas personas. Siempre hay un miedo a qué puede significar el tener sexo, en términos de quién soy, qué tipo de persona, cuál es mi identidad… Sigue siendo mucho más que un acto físico que es placentero, porque tiene toda esta carga y el desarrollo de juicios que se extraen de ello: ¿he sido una mala persona? ¿Tengo que avergonzarse? ¿He tratado a esta persona bien o mal? Toda la retórica en torno al sexo está absolutamente poblada con este tipo de sentimientos y discursos.

También hay trabajos interesantes sobre el uso de drogas entre los hombres gays, como la metanfetamina, que resultó una epidemia muy devastadora para muchos hombres en Londres. Hay que hablar del apuntalamiento de cuestiones en torno a la intimidad y la vergüenza que pueden llevar a un uso extendido y extensivo de drogas, que es una forma de generar intimidad rápidamente y superar una vergüenza que puede venir de muchos lugares, pero creo que se generó particularmente en los 80.

¿Y las campañas de prevención actuales, con la idea de hacerse la prueba del VIH cada tres meses, pueden vincular el sexo con el miedo?

Creo que hay una mezcla de cosas. Cuando te haces la prueba da miedo, porque te darán un resultado y parte de ti puede temer que sea positivo, y eso está presente. Por otra parte, creo que el VIH da menos miedo que antes. En el Reino Unido tenemos campañas muy exitosas proponiendo que los hombres gays se hagan la prueba regularmente por rutina y no sólo ante situaciones de riesgo. Cuando yo estaba en mis veinte me hacía la prueba cuando creía que algo había ido mal, mientras que ahora el sentido común es hacérsela cada tres meses independientemente de las prácticas.

En cierta forma esto se ha vuelto parte de la red de seguridad, pero está claro que si hablamos de la sensación de seguridad, del mismo modo que el orgullo y la vergüenza, la seguridad está apuntalada por el miedo. En todo caso creo que carga un bagaje diferente que hasta principios de los 90 y antes, cuando un diagnóstico de VIH era realmente devastador.

Considera que las personas hoy tienen menos miedo del VIH. ¿Es positivo?

Sí, y creo que es interesante que las campañas que hay ahora en el Reino Unido se centren en el estigma que perdura. También perdura la desinformación en torno al VIH y el sida, y esto significa que muchas personas aún deben ser cautelosas sobre revelar su estado serológico, y creo que es aquí donde están muchos de los problemas y es sobre lo que estamos intentando trabajar en el Reino Unido ahora mismo.

La primera medicina para el sida cumple treinta años: el AZT daba 12 meses de vida a los enfermos

Jancho contrajo el VIH en los años ochenta del siglo XX / Marta Jara.

Impacta escuchar al doctor Juan Carlos López Bernaldo de Quirós, en su despacho del Hospital Gregorio Marañón en Madrid, describir cómo se topó cara a cara con el sida por primera vez: “Era un paciente adicto con tuberculosis diseminada, con ganglios. Un cuadro muy diferente al que estábamos acostumbrados a ver habitualmente.”

Jancho y María José son dos de los supervivientes del sida en los años ochenta. “A partir de 1983 la información iba llegando pero tampoco prestábamos mucha atención”, recuerda Jancho. “Hablaban siempre de grupos de riesgo y en temas de discriminación había auténticas barbaridades. Era un bombardeo tan intenso que casi preferías no saber nada. Lo único que pensabas es que eso estaba allí, no sabías lo que era, la gente se moría y te iba a tocar a ti.”

Estando ingresada por una hepatitis C en 1986 fue cuando María José leyó en un periódico algo sobre esta nueva enfermedad. Desde 1981 a 2014 murieron en España por VIH y sida más de 57.000 personas, según el recuento del Ministerio de Sanidad.

Rafa y Paco son otros dos supervivientes. “Me contagié por desconocimiento, por nerviosismo, por falta de información”, cuenta Rafa. “Fue en el 88. El cabrón de mi médico de cabecera me soltó: tienes el sida. Delante de mi madre.”

Paco se contagió tres años antes: “En el 85 nadie sabía nada. No se hablaba ni de preservativos. Me hice la prueba y la doctora no sabía ni cómo decírmelo.” El discurso de ambos desemboca por coincidencia en el lugar donde comenzaron a ver la luz: la madrileña Clínica Sandoval.

La histeria de los ochenta

“La primera noticia la descubrí en un artículo de la revista médica The Lancet“, asegura el doctor López Bernaldo de Quirós, viajando al principio del todo. “Debía ser el año 82. Describían una serie de pacientes homosexuales que tenían sarcoma de Kaposi. Los primeros casos oficiales de este tipo que cuenta el Centro de Enfermedades Contagiosas son en 1981 en San Francisco y en Nueva York.”

Todavía con la memoria desgraciadamente fresca, el facultativo del Gregorio Marañón denuncia la histeria de los ochenta: “El estigma social era muy grande incluso en la clase médica. Si pedía a un compañero del hospital que hiciera una broncoscopia a un paciente mío o que le llevara a la UVI, se negaba. Cuando pedías una analítica, la marcaban con un círculo rojo porque era un paciente con sida.”

Su versión en primera persona confirma la definición del sida como sentencia de muerte. “Teníamos 31 camas y todos los días se morían uno o dos pacientes. Gente muy joven. Desde el diagnóstico hasta la muerte pasaban habitualmente dos años.”

En los hospitales, como bien remarca Jancho, “la gente estaba sola. A muchos ni la familia les iba a ver. Por miedo, y también porque el sida se vivía en secreto.” Y pone el foco también en las cárceles: “Chavales de treinta y tantos años que pesaban treinta y tantos kilos. Solo los sacaban cuando estaban a puntito de morir para que no contabilizara como un fallecido en prisión.”

La Clínica Sandoval, en la que han coincidido muchos de los supervivientes, es un centro casi centenario que comenzó luchando contra la sífilis y en los ochenta se reinventó volcándose contra el sida. Sus congeladores guardan miles de muestras de suero sanguíneo de pacientes seropositivos de aquellos años de paranoia.

“En el año 85 se comercializa la prueba, un cambio sustancial”, señala Jorge del Romero, actual director del centro, en la lucha desde el minuto cero. “Al principio no había ningún tratamiento, no había nada. Hasta que apareció en 1987 el primer medicamento, el AZT que aumentaba la esperanza de vida un año. Salió tras ensayos realizados a toda velocidad bajo una presión social brutal porque había que dar alguna respuesta”, rememora.

Durante esos años anteriores al primer medicamento, los días eran precipicios. “El mensaje era buscar la mejor salida posible”, relata Del Romero, con un dolor en los gestos que todavía no se va. “Consejo preventivo para intentar evitar la transmisión, e intentar meter a los pacientes en cualquier estudio de los que se estaban haciendo entonces.”

En varios de esos estudios participó María José, diagnosticada en 1989, que reconoce la suerte que tuvo al ponerse en manos del doctor Bonaventura Clotet en el Hospital Universitari Germans Trias i Pujol de Badalona. Jancho suma a todo eso además el hecho de cuidarse al máximo con una alimentación que estimulara las defensas.

En 1987 se contabilizaron 433 fallecimientos. A partir de ahí se registró una escalada a toda velocidad: un año después se doblaron las muertes. Para 1990, Sanidad recontó más de 2.000. En 1995 se llegó al pico anual de 5.857 personas muertas por VIH o sida.

El tratamiento combinado

“1996 marca un hito por los medicamentos nuevos y por la prueba de la carga viral”, explica Jorge del Romero, “para saber cuántas copias de virus tenía una persona en la sangre, antes del tratamiento y después. El objetivo era bloquear la replicación del virus y con esta prueba ya lo podías saber. Llegar a 1996 con vida fue crítico, pero los que llegaron avanzaron ya por la fase de la eficacia.”

“Eran la unión de tres medicamentos”, indica López Bernaldo de Quirós desde el Gregorio Marañón. “Hasta entonces, tras la mejora inicial, el virus se hacía resistente y el paciente comenzaba a caer. Con el tratamiento combinado, se empieza a controlar la replicación del virus y las mutaciones, y las defensas aumentan.”

Carmen, otra superviviente diagnosticada en 1991, entona en voz alta un lamento común: “No todos lograron aguantar y aprovechar los beneficios de los nuevos tratamientos. Por el camino se ha quedado mucha gente.” Y menciona también la huella física de aquel proceso de 18 pastillas diarias: “He oído a muchas personas decir que no sabían qué era mejor: si morirse o desfigurarse.”

“Íbamos a ciegas. Hemos hecho juntos el camino, los médicos y los pacientes. Y hemos aprendido y errado juntos también” recapitula el director de la Clínica Sandoval. Y menciona, como honesto homenaje, a dos de los primeros compañeros de viaje: “Les reclutamos para el estudio pionero internacional sobre el AZT. No sobrevivieron, pero durante unos meses mejoraron.”

El contagio de VIH entre heterosexuales representa ya el 42% de los nuevos casos

Su índice de diagnósticos en Euskadi se acerca a la transmisión entre hombres que tienen sexo con hombres, que aún es la forma mayoritaria de infección

Desde hace lustros, y gracias a los fármacos retrovirales, el sida ya no es sinónimo de enfermedad mortal. No existe ese miedo a la muerte segura, como en los 80, cuando el virus se llevaba a la tumba a pacientes que habían sido diagnosticados un par de meses antes. Una terrible realidad que, afortunadamente, no tiene nada que ver con la actual, en la que se muere con VIH, no de VIH.

Un avance que ha podido derivar en una relajación en las medidas de prevención, como puede ser el uso del preservativo, la forma más eficaz, sencilla y sin efectos secundarios para frenar las infecciones de transmisión sexual. Los últimos datos del VIH en el País Vasco evidencian la dificultad para reducir los contagios. El año pasado se contabilizaron 158 nuevos diagnósticos en Euskadi, lo que supone un repunte respecto a 2015, cuando se registraron 151. En 2014 se contabilizaron 155 y, un año antes, 142.

De los nuevos casos, el 66,5% de los casos corresponden a Bizkaia, el 20,9% a Gipuzkoa y el resto a Álava. La mayoría de las detecciones se produjo, por tanto, en hospitales vizcaínos, según recoge el informe del Plan vasco del Sida de Osakidetza de 2016, que desvela una tendencia novedosa, y es que crece la transmisión por vía heterosexual.

Lejos quedan los tiempos en los que el virus se contagiaba principalmente en entornos de consumo de drogas, a través del uso compartido de jeringuillas, por ejemplo. En la actualidad, esta forma de contagio representa el 6,3% del total. Porque, con diferencia, la sexual es la principal vía de transmisión y el contagio entre hombres que tienen sexo con hombres sigue siendo mayoritario. Aunque cada vez menos. El año pasado representó el 44,3% del total de nuevos diagnósticos, lo que supone un descenso respecto a 2015, cuando esta vía acaparó el 51,7% de los contagios. Por contra, sube la transmisión por vía heterosexual, que en 2016 motivó un 42,4% de los nuevos casos, frente al 38,4% del año anterior.

La vía de transmisión varía por géneros. Así, entre los hombres, el año pasado la mayoría (55,6%) se contagiaron por tener relaciones con otros hombres, el 31,7% tras tener relaciones heterosexuales y el 7,1% por inyectores de drogas infectados. En el caso de los nuevos diagnósticos en mujeres, el 84,4% fueron consecuencia de relaciones heterosexuales, y el 3,1% por inyectores de drogas.

Del total de casos detectados, un porcentaje residual se debió a situaciones como la transmisión vertical del virus en un niño nacido en Euskadi, de madre de origen inmigrante que no había sido tratada durante el embarazo.

Entre otros aspectos, el informe destaca también que el 43,7% de las nuevas infecciones registradas en Euskadi corresponden a personas originarias de otros países, principalmente latinoamericanas y africanas, cuando estos colectivos suponían el 34,4% en 2015.

Más deterioro

La del VIH es una dolencia mayoritariamente masculina: casi el 80% de las nuevas infecciones corresponden a hombres, que tenían una edad media de 39,1 años cuando fueron diagnosticados. En 2015, esta media se situaba en los 38,2 años. Que la enfermedad se detecte a esa edad no significa que se haya contraído poco antes, ni mucho menos. Muchos infectados conviven con el virus años sin saberlo, un hecho que está derivando en diagnósticos tardíos, un aspecto que va a más y que preocupa especialmente a los responsables sanitarios y a las organizaciones surgidas en torno a la enfermedad. Más de la mitad, el 52,5%, de las nuevas infecciones fueron detectadas tarde, en personas que tenían menos de 350 CD4, que son las células del sistema inmunológico que ponen de relieve las defensas de estas personas. Lo habitual es tener más de 500 y cuanto más disminuye el número, más avanza la enfermedad.

Los expertos insisten en los problemas que plantea el diagnóstico tardío. Por una parte, para la propia persona afectada por VIH, ya que cuanto más precoz sea la detección menos deterioro habrá causado en su cuerpo el virus. Además, cuantos más años esté contagiado sin saberlo, será más probable que pueda transmitirlo a otras personas.

Profilaxis previa

En este contexto, hace tiempo que los expertos y propios enfermos vienen reflexionando, no solo en Euskadi, acerca de la necesidad de nuevas herramientas para fomentar la prevención y la protección. Una de ellas es las profilaxis previa a la exposición, de la que últimamente se habla mucho. Se trata de una estrategia de prevención en personas sanas con riesgo de contagio y se centra en la administración del fármaco ‘Truvada’, una combinación de antirretrovirales que se ha venido empleando para el tratamiento del VIH.

Estados Unidos lo autorizó en 2012 y desde entonces se han hecho una serie de estudios en personas sanas. Algunos de ellos hablan de un alto porcentaje de eficacia, del 90%, a la hora de prevenir la infección si se toma correctamente. Se puede tomar de dos formas: o bien una pastilla diaria cuando se mantengan relaciones sexuales de forma continuada; o también se puede tomar de forma planificada, es decir, antes y después de tener relaciones sexuales.

Esta misma semana ha trascendido que Barcelona tendrá el primer centro europeo especializado en el uso de este medicamento en personas sanas como medida preventiva, impulsado por el centro comunitario BCN Checkpoint, que diagnostica el 40% de los casos detectados en Cataluña. En declaraciones a Europa Press, el director de BCN Checkpoint, Ferran Pujol, explicó que el proyecto prevé abrir sus puertas en septiembre para hacer un control y seguimiento a las personas que ya usan la Prep (denominación oficial de la profilaxis pre-exposición), que está aprobada por la Agencia Europea del Medicamento pero cuyo uso aún no ha sido regularizado en España.

Será un centro que «se dedicará a la distribución y el control de la Prep» una vez esté aprobada por el Ministerio de Sanidad, explica Pujol, tras añadir que se trata de una iniciativa privada, pero espera que la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona se impliquen para acabar con la epidemia del VIH en Barcelona.

Barcelona tendrá el primer centro europeo especializado en la pastilla preventiva del VIH

La PrEP está aprobada por la Agencia Europea del Medicamento pero aún no ha sido regularizada en España

El consejero de Salud Toni Comín ante la manifestación en favor de la PrEP, el pasado 1 de diciembre en Barcelona. CARLES RIBAS

Barcelona tendrá el primer centro europeo especializado en la pastilla de profilaxis previa a la exposición (PrEP) para prevenir el VIH, impulsado por el centro comunitario BCN Checkpoint, que diagnostica el 40% de los casos detectados en Cataluña. En declaraciones a Europa Press, el director de BCN Checkpoint, Ferran Pujol, ha explicado que el proyecto, bautizado como Barcelona PrEPPoint, se encuentra al lado del centro comunitario y está previsto que pueda abrir sus puertas el próximo septiembre, después de las obras que arrancarán este abril.

“Será el primer centro europeo con estas características”, ha sostenido Pujol, al explicar que este equipamiento hará un control y seguimiento a las personas que ya usan la PrEP, que está aprobada por la Agencia Europea del Medicamento (EMA) pero aún no ha sido regularizada en España. El centro también acogerá estudios sobre esta pastilla, como el ensayo clínico internacional Discover, que en España impulsarán el BCN Checkpoint, el Hospital de Bellvitge y el Centro Sanitario Sandoval de Madrid, además de otras investigaciones en fase de ser aprobadas por el Departamento de Salud de la Generalitat. Será un centro que “se dedicará a la distribución y el control de la PrEP” una vez esté aprobada por el Ministerio de Sanidad, ha explicado Pujol, al añadir que se trata de una iniciativa privada, pero espera que el departamento y el Ayuntamiento de Barcelona se impliquen para acabar con la epidemia del VIH en Barcelona.

“Estamos retrasando tanto la puesta en marcha de la PrEP que resulta que todo el mundo está de acuerdo excepto la clase política”, ha criticado, mientras que cada día hay infecciones en personas más jóvenes que se podrían proteger, en concreto, BCN Chekpoint diagnostica entre tres y cuatro nuevos casos nuevos cada semana.

La PrEP, que reduce el riesgo de infección hasta un 90%, consiste en la administración de antirretroviarales a personas de riesgo para reducir la posibilidad de infección; está dirigida a gays, bisexuales, hombres que tienen sexo con hombres (HSH) y mujeres transexuales. Se puede tomar de dos formas: o bien una pastilla diaria cuando se mantengan relaciones sexuales de forma continuada; o también se puede tomar de forma planificada, es decir, antes y después de tener relaciones sexuales.

La pastilla aprobada por la EMA tiene el nombre comercial de Truvada y combina dos fármacos _’Emtriva’ y ‘Viread’_, con bajo perfil de toxicidad. La mayoría de personas no experimentan efectos secundarios o si los presentan son leves

Un ensayo de vacuna terapéutica contra el VIH logra controlar el virus en periodos largos

El 38% de los participantes logran controlar el virus entre cinco y 27 semanas

Detalles de la ultra-estructura de partículas del VIH. / Archivo

Un ensayo clínico de vacuna terapéutica contra el VIH, realizado en Barcelona, ha logrado por primera vez reeducar al sistema inmunitario en algunos casos de personas con VIH para ayudarles a controlar el virus durante períodos largos de tiempo, sin necesidad de tomar tratamiento antirretroviral.

Han desarrollado la vacuna investigadores de la Universidad de Oxford, y se ha administrado de forma combinada con un fármaco que se ha demostrado capaz de despertar al virus latente dentro del organismo, en un estudio dirigido por IrsiCaixa y la Fundación Lucha contra el Sida, han explicado este jueves en un comunicado ambas entidades, junto a la Fundació Glòria Soler, la Conselleria de Salud de la Generalitat y la Obra Social la Caixa.

Cinco de 13 participantes del ensayo que han parado la medicación -38,5%- controlan el virus desde hace cinco, 13, 17, 20 y 27 semanas, respectivamente.

Realizan el ensayo el Hospital Universitario Germans Trias i Pujol, el Hospital Clínic-Idibaps y el centro comunitario BCN Checkpoint, con financiación de la Fundació Glòria Soler, la Gala Sida Barcelona y el Instituto de Salud Carlos III del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.

Estos fondos complementan los recibidos en el marco del programa Hivacat de la Obra Social La Caixa, junto a las consellerias de Salud y de Economía y Conocimiento de la Generalitat y la Fundació Clínic.

Se han presentado los resultados preliminares este jueves en la Conference on Retroviruses and Opportunistic Infections (Croi) en Seattle (Estados Unidos), considerada como la más importante del mundo sobre infección por VIH/sida.

Cuando se interrumpe el tratamiento antirretroviral, el nivel de virus en sangre suele experimentar un rebote a lo largo de las cuatro primeras semanas después de dejar los fármacos, y en el caso de estos cinco pacientes, se han observado pequeños repuntes esporádicos de la carga viral, pero han descendido al poco tiempo.

“Es como si se hubiera conseguido por un lado debilitar al virus y por otro reforzar el sistema inmunitario de los pacientes, de forma que reaccione de forma efectiva ante los intentos del virus de repuntar y haciendo desaparecer de nuevo la carga viral”, ha explicado la coordinadora del ensayo, Beatriz Mothe.

Se trata de un comportamiento similar al que se observa en los llamados ‘controladores virémicos’, personas cuyo sistema inmunitario puede controlar de manera natural la cantidad de virus en sangre, sin fármacos.

“Nunca se había conseguido que un número relevante de participantes en un ensayo se convirtieran en controladores virémicos después de una intervención terapéutica, ya sea una vacuna o cualquier otra inmunoterapia”, ha añadido Mothe, que ha destacado que este avance muestra por primera vez que esto es posible.

El reto que afrontan los investigadores es ver “cómo aumentar la eficacia de esta estrategia para que sea efectiva en todos los pacientes”, ya sea con mejores vacunas, ciclos repetidos de dosis inferiores de fármacos reactivadores o con otros productos que están en desarrollo, ha destacado el investigador José Moltó.

El reservorio viral está formado por células infectadas por el VIH que permanecen latentes dentro del organismo, que no pueden ser detectadas por el sistema inmunitario, por lo que el tratamiento no puede interrumpirse nunca y la única forma de destruirlo es despertando al virus para detectar dónde se esconde y destruir las células infectadas mediante una respuesta inmunitaria efectiva, que en inglés se conoce como estrategia ‘kick&kill’, y que ha seguido este ensayo.

El CSIC diseña un chip que detecta el VIH en la primera semana de infección

Quieren conseguir que el chip sirva también para la detección precoz del cáncer

Imagen de archivo de una prueba de detección de VIH. (EFE)

Un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha desarrollado un chip de alta sensibilidad que detecta el VIH una semana después de que aparezca la infección, es decir, prácticamente en la mitad de tiempo que los dispositivos que hay en el mercado.

MADRID. Los investigadores trabajan ahora para conseguir que el chip sirva también para la detección precoz del cáncer.

Desde el contagio hasta que aparecen los primeros anticuerpos detectables para el VIH en la sangre -la seroconversión- pasan unas cuatro semanas, a partir de ahí, comienzan los daños producidos por la enfermedad como el agotamiento irreversible de los linfocitos CD4 en el intestino, la replicación en el sistema nervioso central y la aparición de reservorios latentes de VIH.

Por eso, la detección temprana del sida es crucial para la salud del individuo. Cuanto antes comience la terapia antirretroviral mejor será la respuesta inmunológica y la recuperación del paciente.

Actualmente, los dispositivos que hay en el mercado detectan la infección unos 15 o 20 días después de la seroconversión.

El dispositivo diseñado por los científicos del CSIC, detecta el VIH tipo 1 en la primera semana de infección y lleva a cabo el ensayo en menos de cinco horas, es decir, permite obtener resultado clínico el mismo día de la prueba.

El trabajo, que se publica hoy en PLOS ONE y que ha sido presentado por sus creadores en una rueda de prensa, describe la alta sensibilidad de este biosensor, capaz de detectar la proteína del VIH P24 en concentraciones hasta 100.000 veces menores que los sistemas actuales.

El dispositivo se ha probado con suero al que se ha añadido la proteína P24, simulando así la muestra de un paciente.

“El chip es una gran combinación de nanotecnología y microtecnología que detecta cualquier biomolécula del torrente sanguíneo con mucha sensibilidad. Es capaz de encontrar una aguja en un pajar”, ha dicho el autor principal del trabajo, Javier Tamayo, investigador del Instituto de Microelectrónica de Madrid (CNM-CSIC).

Además está hecho con un tipo de tecnología accesible, lo que permitiría su producción a gran escala y bajo coste. “Esto unido a su simplicidad lo convierten en un buen candidato para ser usado en países en vías de desarrollo”, según la coautora del estudio Priscila Kosaka (CNM-CSIC).

Por otra parte, la tecnología de este chip está siendo probada ya para la detección precoz de algunos tipos de cáncer.

Y es que el chip funciona igual para las pruebas de VIH o para biomarcadores del cáncer. Lo único que cambia es la parte química, la solución que hay que colocar para que reaccione cuando detecte lo que se está buscando, ya sea un marcador del sida o del cáncer.

De momento se ha probado (y demostrado) en dos tipos de cáncer: el colorrectal y el de próstata, pero no para la detección precoz, sino para tumores avanzados.

Sin embargo, para avanzar en la detección temprana del cáncer hay que encontrar primero biomarcadores que adviertan de la presencia de cáncer con mucha antelación y que permitan hacer diagnósticos precoces, algo en lo que actualmente trabajan los científicos del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).

“Hoy día tenemos el problema que los biomarcadores tumorales que existen no sirven para la detección precoz de la enfermedad, sino para hacer seguimientos de la enfermedad cuando el cáncer está muy avanzado. Por eso, trabajamos con el CNIO para probar los biomarcadores tumorales que podrían ser usados para el diagnóstico precoz”.

El biosensor, patentado por el CSIC, será producido por la empresa Mecwins, una spin-off creada por Javier Tamayo y Montserrat Calleja (coautora del diseño del chip).

Los investigadores confían en que, tan pronto como el biomarcador reciba el visto bueno de la agencia del medicamento americana (FDA), el dispositivo llegará al mercado y a los hospitales unos 3 o 4 años después.