La ginecóloga y sexóloga Rosa Almirall, ayer en el Palacio Miramar. / SARA SANTOS
Rosa Almirall se hizo ginecóloga «por activismo feminista», porque en los años 70 quiso «dar voz a las mujeres dentro de una ciencia heteropatriarcal dominante, que escucharan sus cuerpos y no tanto a los profesionales de la salud». Esta misma premisa, la de escuchar, es la que aplica en el servicio Trànsit en Cataluña, que fundó hace cinco años para atender a personas transexuales, –tanto si quieren cambios físicos como si no– porque, como directora de servicios de ginecología, comprobó que bastantes de sus compañeros daban «un maltrato increíble». Se pregunta quién es ella para poner trabas a alguien que quiere tomar hormonas para que su cuerpo vaya acorde con su identidad sentida.
¿Quiénes acuden a Trànsit?
Son personas que han dado mil vueltas a su decisión y tienen claro, aunque tengan miedos, que necesitan ese cambio de su cuerpo para estar bien en esta sociedad. Las personas que siguen los tratamientos, lo hacen en base a una necesidad personal o por la mirada exterior. ¡Cuántas modificaciones se hacen para satisfacer nuestras miradas imbéciles! Si viviéramos en un mundo utópico, en el que se admitiera que una persona tiene barba, mamas y genitales femeninos, que se aceptaran los cuerpos disidentes, posiblemente muchas de las personas trans no necesitarían estos servicios para nada. Es un problema de transfobia. Los demás nos quedamos más tranquilos si se enmarca en el estereotipo de hombre o mujer. También atendemos a las familias de los transexuales.
Aboga por la atención primaria en caso específico del tránsito.
Los protocolos de tratamiento hormonal y el seguimiento de las personas transexuales con estos tratamientos son sencillos, más que el seguimiento a una persona diabética que debe tomar insulina, y deberían ser conocidos por todos los profesionales de la salud. Falta conocimiento, pero ya hemos formado a unos 300 profesionales que, por ejemplo, hacen citologías a hombres.
Se denomina profesional transpositiva. ¿Qué significa?
Estamos en una sociedad tremendamente transfóbica. Las personas que vienen a nuestro servicio no lo hacen encantadas de ser trans, ni los padres vienen encantados por tener un hijo trans. Probablemente, muchos de ellos nos pidan que les aseguremos que son trans, ellos tampoco quieren equivocarse. En una sociedad transfóbica existe la experiencia de la vida real, aunque últimamente se están relajando los protocolos. Transpositivo significa que tanto el ritmo como la elección de los tratamientos son responsabilidad de la persona que se va a someter a ellos. El profesional lo único que hace es dar la poca información que tenemos sobre los distintos tratamientos y los efectos, tanto positivos como negativos.
¿En qué consiste esa experiencia de vida real?
Una vez pasada la evaluación psicológica psiquiátrica o los test de masculinidad y feminidad, que no pasaría ninguno de nosotros y que tienen preguntas como si se es activo o pasivo en la cama o cómo utiliza los genitales –que yo me pregunto qué tienen que ver con la identidad–, en lugar de poder celebrarlo, en ocasiones obligan a la persona a vestirse y actuar en todo los ámbitos con su identidad sentida las 24 horas. Después de tres meses deben llevar dos testimonios, uno familiar y otro laboral, que corroboren que ha cumplido ese requisito. Esto ya está bastante diluido, pero en algunos casos todavía se sigue practicando para recibir el visto bueno para recibir el tratamiento endrocrinológico.
¿Se ha encontrado con muchos desestimientos una vez comenzado el tratamiento?
He vivido algunos de adultos, no de niños. Forma parte del proceso. En una sociedad donde si te declaras trans la gente se queda pasmada, tienes malas miradas e incluso puedes tener agresiones y violaciones, es bastante normal que la gente quiera tomarse un descanso. Hay gente que está agusto con las hormonas y en los espacios de protección, pero no está preparada para socializarse en todos los ámbitos con su identidad sentida. Prefiere parar para coger fuerzas y volver al cabo de un tiempo. Eso no es desestimiento, sino una actitud que seguiríamos todos.
¿Uno de los problemas es que se asocia la transexualidad con marginalidad?
Sí. Muchas personas que se han sentido mujeres no se atrevían a realizar el tránsito porque se asimilaba con la prostitución o mundos marginales. Hacen falta más referentes positivos.