Sexo, el gran olvidado del corazón

En una o dos semanas se puede retomar el sexo tras un infarto

En una o dos semanas se puede retomar el sexo tras un infarto. / CLINICAL TRIALS

“Debes aprender a vivir de nuevo”, recuerda Luís. “La vuelta a la vida normal es muy difícil porque al principio te asusta todo, no te atreves ni a caminar… y con el sexo sucede lo mismo. Tienes un miedo atroz a que cualquier cosa te pueda volver a provocar un infarto”. Sucedió hace cinco años, a sus 46, mientras jugaba a tenis con un amigo. Luís sufrió un ataque de corazón del que rápidamente fue tratado en el hospital y al que sobrevivió sin secuelas importantes. Hoy en día, de todos los miedos a los que se enfrentan los supervivientes de un infarto, uno es particularmente obviado por los cardiólogos: el sexo. “Yo no hablé nunca de este tema con mi médico. Ni él ni yo lo sacamos. Ahora visto en perspectiva, creo que hablarlo me habría ayudado”, afirma.

Su caso no es aislado. Héctor Bueno, cardiólogo del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, ha participado en un estudio con más de 3.500 infartados americanos y españoles que demuestra que el sexo es un tema tabú en las conversaciones entre médico y paciente. “Tenemos a los pacientes abandonados en este tema”, confiesa Bueno. “Les hablamos de la dieta, el ejercicio físico, las pastillas, los factores de riesgo como la tensión, el colesterol, la diabetes, el tabaco… pero ni una palabra de sexo. Y cuando sí se habla, muchas de las recomendaciones que dan los propios cardiólogos son erróneas. Y más cuando el paciente es una mujer”.

Los resultados de esta investigación, publicada en la prestigiosa revistaCirculation y realizada en infartados jóvenes (menores de 55 años), ponen sobre la mesa un importante problema de comunicación entre cardiólogo y paciente. Según este trabajo, en España solo un 13% de las mujeres y un 17% de los hombres reciben asesoramiento sobre cómo y cuándo reanudar su vida sexual al mes de haber sufrido un infarto. De estos, a más de la mitad, y especialmente a las mujeres (al 83% de ellas), se les recomiendan restricciones como tener “un sexo limitado, “un rol pasivo” o “el ritmo cardíaco bajo”. Bueno y sus colegas se echan las manos a la cabeza ante estos datos. “Estas sugerencias son ridículas y no tienen ninguna base científica. Solo pueden achacarse a un exceso de prudencia debido a la ignorancia”, denuncia por teléfono el cardiólogo. “Es nuestra obligación tranquilizar al paciente y aclararle que el riesgo de sufrir un infarto debido la actividad sexual es bajísimo”.

La vuelta al sexo

La sexóloga Miren Larrazabal, presidenta de la FESS (Federación Española de Sociedades de Sexología) asegura que los beneficios emocionales y físicos de reanudar la vida sexual son importantísimos. “La enfermedad te despersonaliza, te cosifica, te hace sentir un número y perder tu esencia de ser humano, por lo que tras una crisis de salud el sexo placentero no solo te sube la autoestima sino que te vuelve a conectar con la vida”, asegura la experta.

Gracias a los avances en el diagnóstico y el tratamiento de los problemas cardiovasculares cada vez son más las personas que sobreviven a un ataque de corazón y pueden reincorporarse en unas pocas semanas a su vida habitual. En lo que a sexo se refiere, “como recomendación promedia y siempre y cuando no haya complicaciones”, matiza Bueno, y según las directrices oficiales de las sociedades americanas y europeas de cardiología: en una semana o dos se puede retomar con seguridad, sin ninguna medida de prevención excepcional.

Pero no son pocos los pacientes que tras un año siguen sin atreverse a retomar las relaciones sexuales. Numerosos estudios revelan una correlación directa entre recibir el claro consejo del médico y el lanzarse a la piscina. Uno de ellos lo firmaba en el año 2012 Stacy Lindau, ginecóloga en la Universidad de Chicago y primera autora del trabajo en el que también ha participado Héctor Bueno. “Los pacientes tienen la confianza de que su médico es quien mejor conoce su corazón y valoran su permiso para reanudar su vida sexual”, explica Lindau.

Este estudio incluía el seguimiento al año de pacientes un poco más mayores de 55 años de edad y ponía de relevancia que al sexo no le pesan los años. “La edad por sí sola no determina si una persona es sexualmente activa o no, ni el valor que le da al sexo. Los pacientes deben ser aconsejados independientemente de su edad, género o si tienen o no pareja”, insiste Lindau. Además, en esta investigación los científicos descubrieron que un año tras el infarto, la supervivencia de aquellas personas que habían reanudado su vida sexual no era menor que la de aquellas que no volvían a mantener sexo. “Esta evidencia puede ayudar a disipar el miedo de los pacientes a sufrir un infarto durante el coito”, espera la ginecóloga.

Como subir escaleras

Como promedio y en general, el esfuerzo metabólico que requiere el acto sexual no es mucho mayor que el de subir un par de pisos por la escaleras, es decir unos 3 o 4 METS, y no varía de manera importante cuando se comparan diferentes posturas sexuales. “Los METS son las unidades que utilizamos para medir cuánto trabaja el corazón, y dependen de la tensión arterial y la frecuencia cardíaca”, explica Rut Andrea, cardióloga del Hospital Clínic de Barcelona. “En mi experiencia, sí que los pacientes me comentan a menudo los problemas que tienen en retomar su vida sexual, quizás no a la visita del mes, pero sí más tarde”, aclara en su despacho. “Más los hombres que las mujeres que, o lo llevan mejor o no lo explican”.

En el día a día, Andrea se encuentra que ,además del miedo, uno de los problemas recurrentes a los que se enfrentan los pacientes hombres es la disfunción eréctil. Según la cardióloga, “en la mayoría de casos la causa es psicológica y la situación mejora con el tiempo”. Otros son debidos al efecto secundario de los fármacos que deben tomar estos pacientes, sobre todo los betabloqueantes que son hipotensores. Y una tercera causa es la propia enfermedad vascular. “Si tienes dañadas las arterias que irrigan el corazón también puedes tener mala circulación de la zona abdominal hacia abajo, y eso causa disfunción eréctil”, explica Andrea.

Si la disfunción no remite con el tiempo y se achaca a una causa orgánica, Andrea deriva sus pacientes al urólogo. “Algunos de ellos, no aquellos que sufren dolor torácico con tan solo caminar, pueden beneficiarse del efecto del fármaco sildenafil, el famoso viagra”, explica la cardióloga. Pero es importante saber que dicho fármaco está contraindicado con otros como los nitratos (la también conocida cafinitrina) ya que juntos pueden producir una hipotensión arterial marcada y un síncope. “En urgencias vemos algunos casos de este tipo: hombres que tras tomar viagra y tener una relación sexual sufren dolor torácico, se agobian y toman nitroglicerina. Estos pacientes sufren una pérdida de conocimiento y un susto tremendo”, avisa Andrea.

Sobre los problemas sexuales de las mujeres se sabe menos. “En cardiología todo está menos investigado en mujeres porque se las incluye menos en los ensayos clínicos”, denuncia Andrea. El porqué de esta diferencia de conocimiento entre géneros Héctor Bueno lo achaca a los intereses de la industria que clásicamente ha investigado a los hombres porque tenía algo que ofrecer para la disfunción eréctil y nada o poco a los problemas de las mujeres. “Debemos prestar más atención a las necesidades de las pacientes, porque no sabemos si son las mismas que las de ellos”, explica Bueno. “Es muy triste que sean ellas las que reciban más restricciones cuando en realidad existe aún menos evidencia de que tengan que tener cuidado que los hombres”.

Además, el paciente no está solo, muchos de ellos y ellas tienen pareja, y numerosas investigaciones recogidas por las guías de lassociedades americanas y europeas de cardiología avisan de que, a menudo, “la preocupación de la pareja es incluso mayor que la del paciente y es importante que se la incluya cuando se aconseja sobre retomar la actividad sexual”.

Dolors las ha visto pasar de todos los colores y su marido, tras dos infartos y con cicatrices por todo el cuerpo, también. Cuando él superó el segundo ataque y todo fue volviendo a la normalidad, “él quería, pero yo pensaba en el sexo y me moría de miedo”, recuerda. Poco a poco, comprobando que no pasaba nada y con cuidado, como si volvieran a aprender a caminar, todo volvió a su cauce. Dolors y su marido sí recibieron en todo momento consejo de su cardiólogo sobre qué hacer y qué no. “Nos tocó un doctor muy humano que no tenía problema en hablar del tema. Me sentí muy apoyada en todo momento”, recuerda.

Para Bueno, está claro que lo importante es sobrevivir, pero también que la mayoría de pacientes “tenían una vida sexual activa antes del infarto y la quieren seguir teniendo después”, afirma. Los resultados del estudio, en el que también han participado la Sociedad Española de Cardiología y el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), han destapado que para muchos pacientes con infarto la vuelta al sexo aún no tiene un final feliz. “Es un tema que preocupa y asusta. Espero que esta investigación pueda servir para cambiar algo que es tan importante y a la vez tenemos tan descuidado”, concluye esperanzado Bueno.

En una o dos semanas se puede retomar el sexo tras un infarto

En una o dos semanas se puede retomar el sexo tras un infarto. / CLINICAL TRIALS

La homofobia no es increíble

pikara magazine

Viajaba en el autobús delante de una niña acompañada por dos mujeres; pongamos que eran su madre y su abuela. Le estaban preguntando si Eneko es su novio. Y ella contestó: “No, Eneko es mi amigo. Leire es mi novia”. Y las adultas, rápidamente, la intentaron sacar de su error: “¿Cómo va a ser eso? Eneko es tu NOVIO. Leire es tu AMIGA”. Y la niña: “No, no. Eneko es mi AMIGO, Leire es mi NOVIA”. Me tuve que bajar, no sé cuánto más duraría el toma y daca ni si a esas mujeres se les llegó a pasar por la cabeza que su niñita, efectivamente, identificaba conscientemente como su novia a una niña y como su amigo a un niño.

El pasado fin de semana, unos homófobos agredieron físicamente al grito de “maricones” a cuatro chicos gays que paseaban por el centro de Madrid. El pasado 7 de abril, los periódicos vascos se hicieron eco de una agresión similar en Getxo: un activista gay estaba tomando algo en una terraza con su novio ( se estaban besando, dice Deia) y un individuo decidió insultarle y golpearle con una silla. Pocos días después de leer esa noticia, me contaron que un grupo de hombres había perseguido de noche por las calles de un barrio de Bilbao a un conocido mío gritándole (adivinad) maricón.

La gente progre se ha escandalizado mucho con la noticia de que la justicia europea avala poder excluir a los homosexuales como donantes de sangre, “siempre que haya evidencia científica y que la decisión sea proporcionada”. Las redes sociales se han inundado de personas que lo califican de “increíble”.

La prensa, incluso hasta el ABC, se escandaliza también con que haya “personas intolerantes” que reaccionan con violencia ante un beso entre dos hombres. Ajá, qué increíble, qué sorprendente que en pleno siglo XXI pasen estas cosas. Parece mentira.

Pues a mí, en cambio, estos episodios me revuelven, me entristecen, me indignan, pero no me sorprenden. No me parecen mentira, sé que son verdad. Sé que la homofobia y la lesbofobia no son sucesos puntuales cometidos por individuos inadaptados, no. La vivimos todo el rato. La vivimos cuando vamos de la mano con nuestra pareja por la calle y sentimos miradas y sentimos miedo de cruzarnos con alguien que decida insultarnos o golpearnos. La vivimos en cada comida familiar, en la que ya no nos preguntan si salimos con alguien porque no quieren escuchar la respuesta. La vivimos cada vez que alguien, incluso de nuestro grupo de amistades, dice cosas como “yo no soy homófoba, pero tampoco entiendo por qué algunos tienen que llevar un letrero luminoso”. Como si ella, acompañada de su marido y su bebé, no llevase un letrero luminoso, ese que le permite expresar su amor en cualquier lugar sin miedo a que la insulten o la golpeen.

A los gays y a las lesbianas, a los maricas y a las bolleras, nos duele cuando un homófobo insulta o golpea. Pero también nos duele que personas “tolerantes” nos digan cosas como (me pasó recientemente): “Pues chica, yo es que no entiendo a quién le tiene que importar con quién te acuestas”, como si la cosa se redujera a eso. Como si ser lesbiana fuera un vicio privado, como si fuera solo cuestión de preferencias sexuales, comparable a que te gusten los juguetes eróticos o los azotes. No es con quién me acuesto. Es quién soy (entre otras cosas). Es con quién (o quienes) decido compartir mi vida. Es cómo la lesbofobia afecta a mi identidad, a mi autoestima, a mi derecho al placer. A vivir tranquila, vaya.

Y si te desahogas con tus amigas hetero “tolerantes” después de una charla en la que tu madre te ha dicho que, ella que te ha parido, sabe que no eres lesbiana, que estás equivocada y que no tiene interés en conocer a tu pareja porque es una mujer, puedes recibir consejos biempensantes como “Pues explícales que tú te enamoras de las personas”. Qué bonito, de las personas. Claro, mucho más digerible que asumir que tu hija es BO-LLE-RA.

Y al ABC le escandaliza que haya gente que llama “maricones” a los gays por la calle, al mismo tiempo que mantiene una línea editorial contraria a la diversidad sexual. Nos extrañamos de que, en una sociedad en la que se sigue considerando que la heterosexualidad es lo normal, algunas personas agredan a los diferentes. Hasta el más macho estará de acuerdo en que está mal perseguir a un gay por la calle llamándolo maricón. Ese mismo macho, en cambio, te llamará exagerada si le afeas por llamar “maricón” a su colega que no quiere beber más chupitos o que se le acerca para darle un abrazo. Son bromas entre amigos, ese “maricón” es cariñoso. Y cuando el “maricón” se dirige al árbitro o al jugador del equipo que detesta, ya no es cariñoso, pero es irrelevante, es un decir, como “gilipollas”, como cualquier cosa. Eres una exagerada si dices que eso es homofobia.

Y luego está la invisibilidad. Ya sabes, cuando nadie te insulta ni te hostia porque la cuestión es que ni te ve. Las lesbianas sabemos mucho de esto. Y por eso gritamos cosas como “No somos amigas, nos comemos el coño”. Y por eso no nos agreden por ir de la mano pero sí cuando empezamos a morrearnos en una plaza.

Las personas bisexuales también saben de invisibilidad. Lo sabe mi amigo B., cuyos colegas se llaman “marica” entre ellos o hacen bromitas sobre el sexo anal sin dase cuenta de que le están ofendiendo. Lo sabe mi amiga C., madre y emparejada con un hombre, que asiste a los comentarios homófobos de su familia sin atreverse a decirles que a ella le gustan las mujeres, que también se ha enamorado de mujeres y se ha acostado con ellas porque, entre otras cosas, no la tomarían en serio.

Las noticias sobre las transfusiones de sangre hablan de “los homosexuales”. A las feministas se nos trata de convencer de que en castellano el masculino se puede utilizar como genérico. Pero claro, luego nos damos cuenta de que no siempre es genérico. Que a veces “los homosexuales” incluye a las lesbianas y a veces no. Esta vez parece que no. Que solo los gays son estigmatizados como población de riesgo. Las lesbianas no contraemos el VIH. O eso creemos, porque no parece que sea prioritario (ni en las campañas de prevención del sida) aclarar si es que podemos estar tranquilas o es que siempre se olvidan de nosotras. En el imaginario colectivo, tampoco follamos, o solo en pelis porno pensadas para inspirar las pajas de los hombres hetero.

Ni siquiera las activistas que defendemos los derechos sexuales y reproductivos tenemos información clara y fiable sobre el riesgo real de contagio de enfermedades de transmisión sexual entre mujeres. Nos hemos encontrado con ginecólogas que nos han metido miedo y nos han dicho que usemos parches de látex para todo, nos hemos encontrado con ginecólogas que nos han llamado neuróticas por pedir pruebas de ITS siendo lesbianas y nos hemos encontrado con ginecólogas que se cortocircuitaban cuando les decíamos que no usamos ningún método anticonceptivo porque nos acostamos con mujeres.

Al menos según las noticias sobre la decisión europea, no se habla de “hombres que tienen sexo con hombres” (lo que incluiría a bisexuales o a gente que se define de otras maneras o de ninguna)  y no se habla de prácticas sexuales concretas (por ejemplo, si el sexo anal implica mayo riesgo, ya sea entre gays o heteros). Al hablar de (varones) “homosexuales”, se delimita que existe un grupo concreto al que se le atribuyen cualidades de riesgo; interpreto que la promiscuidad. No se señalan las prácticas sino a las personas. Si te defines como gay, eres un peligro. Puro estereotipo, puro estigma. Por ser “los diferentes”. Nunca jamás me he encontrado con una política pública que señale a los heterosexuales como población de riesgo de nada. ¿Qué extraño, no? ¿No era que ser hetero o homosexual son simples opciones sexuales, igual de respetables? ¿Hay un colectivo heterosexual, como hay un colectivo LGTB? ¿Funcionan en comunidad? ¿Tienen guetos?

Incluso en círculos feministas resulta muy difícil explicar que la heterosexualidad no es simplemente una opción sexual, sino una norma social que oprime a quienes la incumplimos. Como dice Brigitte Vasallo, “la heterosexualidad es el mundo”:

Es la medida de lo correcto, lo aceptable, lo moral, lo sano. En ningún lugar del planeta se mata a personas por ser heterosexuales ni se aplican terapias de correción a su orientación sexual. No se debate si la crianza en el seno de una familia hetero afecta negativamente a las criaturas. No han sido necesarias luchas y manifestaciones para el matrimonio heterosexual, ni para las pensiones de viudedad heteros, ni para la desgravación en la declaración de la renta de las ganancias comunes. Nadie interpela, insulta, o recrimina a las personas heterosexuales por ir cogidas de la mano por la calle, o por besarse en el transporte público.

Cuando la ginecóloga te pregunta si usas anticonceptivos o es que quieres quedarte embarazada, la respuesta es muy simple si eres hetero. Si no, una triste citología se convierte en todo un acto de activismo y visibilización. Las criaturas de las parejas heteros no tienen que lidiar con el profesorado y con sus compañeros y compañeras de clase que narran incansablemente un tipo de familia que no es la suya. Los padres y madres heteros no tienen que inventar estrategias para que sus hijos e hijas vivan su especificidad con alegría, a pesar de la homolesbotransfobia imperante. Por ser hetero no te echan de los trabajos, ni te dejan de hablar tus amistades, ni te apalizan tus padres. No tienes que salir del armario, porque no hay armario. No te preguntas en la adolescencia qué narices te pasa, porque siendo hetero, no te pasa nada, simplemente. Eres «normal» y tienes todas las narraciones del mundo, todas las películas, todas las novelas, todas las canciones hablando de ti, confirmándote. No hay un símil hetero para los términos «marica», «bollera» o «travelo». No hay insulto asociado a la heterosexualidad.

No existe la «heterofobia» como no existe la «hombrefobia», porque las fobias explican algo más grande que las simples manías personales. Cuando hablamos de homolesbotransfobia nos estamos refiriendo a unas inclinaciones que vienen legitimadas por toda una maquinaria de producción de conocimiento y de discurso respaldada por todas las instituciones: desde la academia y el sistema educativo, que sigue narrando las prácticas e identidades sexuales en términos de normalidad (hetero) y excepción, hasta el sistema legal y judicial, con infinidad de leyes discriminatorias, hasta los productos culturales que estigmatizan la diferencias sexual y de género, pasando por la cotidianidad del lenguaje homolesbotránsfobo que se perpetúa en expresiones de apariencia anodinas y fondo discriminador.

Vaya, que cuando la niña del autobús no sea corregida si dice su novia es Leire, cuando haya protagonistas de Disney que se enamoran de personajes de su mismo sexo, cuando el bullying escolar homolesbotránsfobo sea excepción y no norma, cuando las familias de intentarnos convencer de que lo que nos pasa es una fase, cuando una actriz no tenga que salir del armario porque simplemente va con su novia a la alfombra roja con total normalidad, cuando no nos entren sudores fríos al decir el nombre de nuestra pareja a alguien que acabamos de conocer, cuando no nos dé miedo que nuestro jefe o nuestra casera “se entere”, cuando nos podamos morrear tranquilamente en la calle sin que una señora diga “qué vergüenza” y un señor nos diga que qué sexy, que si queremos un trío… Cuando todas esas cosas dejen de pasar, igual podemos pensar que la homolesbotransfobia es cosa de tres o cuatro intolerantes. Mientras tanto, querida lectora o lector hetero tolerante, la próxima vez que te escandalices por una noticia sobre homofobia, pregúntate qué estáis haciendo en tu día a día para que lo normal sea la diversidad.

¿Quién fue el verdadero asesino de Pasolini?

José María García López, autor de ‘Pasolini o la noche de las luciérnagas’

José María García López, autor de ‘Pasolini o la noche de las luciérnagas’. / R.C.

Pier Paolo Pasolini, director de cine, escritor, dramaturgo, poeta, ensayista, es uno de los genios indiscutibles y más controvertidos del siglo XX. Comunista y homosexual confeso en tiempos donde ambas identidades eran peligrosas, Pasolini murió brutalmente asesinado en 1975, al parecer, a manos de un tal Pelusi, el único acusado y condenado por el crimen. Pero ¿se debió su muerte a un conflicto entre chaperos que se fue de las manos o tuvo más que ver con el intento de callar una voz demasiado crítica con los entresijos del poder?

A su muerte, Pasolini escribía un libro, ‘Petróleo’, en el que investigaba una trama que ya había costado la vida de dos personas: Enrico Mattei, un político de izquierdas que luchaba contra la injerencia de las grandes empresas petrolíferas en Italia, y Mauro de Mauro, un periodista de investigación. Además de todo esto, hay que destacar la afiliación comunista del cineasta, en un tiempo en el que el fascismo y la mafia estaban determinados a impedir la pujanza del partido en la política italiana.

Con esta urdimbre, José María García López crea una inquietante novela, ‘Pasolini o la noche de las luciérnagas’ (Nocturna), en la que una criminóloga y un profesor intentan esclarecer la verdadera causa de la muerte del escritor, lo que termina por convertirse en una obsesión que les lleva a sumergirse en el complejo mundo que habitaba: su obra literaria y cinematográfica, su relación con artistas e intelectuales de la época, su controvertida posición política, su pederastia confesa, su compleja relación familiar, esa lacerante creencia católica de la que nunca se libró, un miedo constante a acabar como finalmente acabó… y, sobrevolándolo todo, una conspiración política y mafiosa que Pasolini denunciaba en ‘Petróleo’, su obra inconclusa y que servirá de hilo conductor a los investigadores para intentar buscar la verdad que nunca salió a la luz.

Porque la investigación de la muerte del director de cine nunca quedó totalmente esclarecida o, al menos, no solo fue responsabilidad de quien acabó en la cárcel por ella. Tanto es así que en 2010 se habló de un capítulo desaparecido de ‘Petróleo’, que, según los expertos, conduciría directamente a los asesinos del propio Pasolini. Y en 2014, finalmente, se reabrió el caso de asesinato para que fuera investigado según los parámetros científicos actuales.

José María García López, filólogo y habitual colaborador en publicaciones periódicas con artículos sobre cine, teatro, arte y actualidad, es autor de varios libros de poesía con los que ha obtenido diversos galardones, entre ellos el premio Rafael Alberti por su obra ‘Memoria del olvido’. Ha publicado hasta la fecha siete novelas.

La homofobia no es increíble

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Foto de la Asamblea Transmaricabollo de Sol

Viajaba en el autobús delante de una niña acompañada por dos mujeres; pongamos que eran su madre y su abuela. Le estaban preguntando si Eneko es su novio. Y ella contestó: “No, Eneko es mi amigo. Leire es mi novia”. Y las adultas, rápidamente, la intentaron sacar de su error: “¿Cómo va a ser eso? Eneko es tu NOVIO. Leire es tu AMIGA”. Y la niña: “No, no. Eneko es mi AMIGO, Leire es mi NOVIA”. Me tuve que bajar, no sé cuánto más duraría el toma y daca ni si a esas mujeres se les llegó a pasar por la cabeza que su niñita, efectivamente, identificaba conscientemente como su novia a una niña y como su amigo a un niño.

El pasado fin de semana, unos homófobos agredieron físicamente al grito de “maricones” a cuatro chicos gays que paseaban por el centro de Madrid. El pasado 7 de abril, los periódicos vascos se hicieron eco de una agresión similar en Getxo: un activista gay estaba tomando algo en una terraza con su novio ( se estaban besando, dice Deia) y un individuo decidió insultarle y golpearle con una silla. Pocos días después de leer esa noticia, me contaron que un grupo de hombres había perseguido de noche por las calles de un barrio de Bilbao a un conocido mío gritándole (adivinad) maricón.

La gente progre se ha escandalizado mucho con la noticia de que la justicia europea avala poder excluir a los homosexuales como donantes de sangre, “siempre que haya evidencia científica y que la decisión sea proporcionada”. Las redes sociales se han inundado de personas que lo califican de “increíble”.

La prensa, incluso hasta el ABC, se escandaliza también con que haya “personas intolerantes” que reaccionan con violencia ante un beso entre dos hombres. Ajá, qué increíble, qué sorprendente que en pleno siglo XXI pasen estas cosas. Parece mentira.

Pues a mí, en cambio, estos episodios me revuelven, me entristecen, me indignan, pero no me sorprenden. No me parecen mentira, sé que son verdad. Sé que la homofobia y la lesbofobia no son sucesos puntuales cometidos por individuos inadaptados, no. La vivimos todo el rato. La vivimos cuando vamos de la mano con nuestra pareja por la calle y sentimos miradas y sentimos miedo de cruzarnos con alguien que decida insultarnos o golpearnos. La vivimos en cada comida familiar, en la que ya no nos preguntan si salimos con alguien porque no quieren escuchar la respuesta. La vivimos cada vez que alguien, incluso de nuestro grupo de amistades, dice cosas como “yo no soy homófoba, pero tampoco entiendo por qué algunos tienen que llevar un letrero luminoso”. Como si ella, acompañada de su marido y su bebé, no llevase un letrero luminoso, ese que le permite expresar su amor en cualquier lugar sin miedo a que la insulten o la golpeen.

A los gays y a las lesbianas, a los maricas y a las bolleras, nos duele cuando un homófobo insulta o golpea. Pero también nos duele que personas “tolerantes” nos digan cosas como (me pasó recientemente): “Pues chica, yo es que no entiendo a quién le tiene que importar con quién te acuestas”, como si la cosa se redujera a eso. Como si ser lesbiana fuera un vicio privado, como si fuera solo cuestión de preferencias sexuales, comparable a que te gusten los juguetes eróticos o los azotes. No es con quién me acuesto. Es quién soy (entre otras cosas). Es con quién (o quienes) decido compartir mi vida. Es cómo la lesbofobia afecta a mi identidad, a mi autoestima, a mi derecho al placer. A vivir tranquila, vaya.

Y si te desahogas con tus amigas hetero “tolerantes” después de una charla en la que tu madre te ha dicho que, ella que te ha parido, sabe que no eres lesbiana, que estás equivocada y que no tiene interés en conocer a tu pareja porque es una mujer, puedes recibir consejos biempensantes como “Pues explícales que tú te enamoras de las personas”. Qué bonito, de las personas. Claro, mucho más digerible que asumir que tu hija es BO-LLE-RA.

Y al ABC le escandaliza que haya gente que llama “maricones” a los gays por la calle, al mismo tiempo que mantiene una línea editorial contraria a la diversidad sexual. Nos extrañamos de que, en una sociedad en la que se sigue considerando que la heterosexualidad es lo normal, algunas personas agredan a los diferentes. Hasta el más macho estará de acuerdo en que está mal perseguir a un gay por la calle llamándolo maricón. Ese mismo macho, en cambio, te llamará exagerada si le afeas por llamar “maricón” a su colega que no quiere beber más chupitos o que se le acerca para darle un abrazo. Son bromas entre amigos, ese “maricón” es cariñoso. Y cuando el “maricón” se dirige al árbitro o al jugador del equipo que detesta, ya no es cariñoso, pero es irrelevante, es un decir, como “gilipollas”, como cualquier cosa. Eres una exagerada si dices que eso es homofobia.

Y luego está la invisibilidad. Ya sabes, cuando nadie te insulta ni te hostia porque la cuestión es que ni te ve. Las lesbianas sabemos mucho de esto. Y por eso gritamos cosas como “No somos amigas, nos comemos el coño”. Y por eso no nos agreden por ir de la mano pero sí cuando empezamos a morrearnos en una plaza.

Las personas bisexuales también saben de invisibilidad. Lo sabe mi amigo B., cuyos colegas se llaman “marica” entre ellos o hacen bromitas sobre el sexo anal sin dase cuenta de que le están ofendiendo. Lo sabe mi amiga C., madre y emparejada con un hombre, que asiste a los comentarios homófobos de su familia sin atreverse a decirles que a ella le gustan las mujeres, que también se ha enamorado de mujeres y se ha acostado con ellas porque, entre otras cosas, no la tomarían en serio.

Las noticias sobre las transfusiones de sangre hablan de “los homosexuales”. A las feministas se nos trata de convencer de que en castellano el masculino se puede utilizar como genérico. Pero claro, luego nos damos cuenta de que no siempre es genérico. Que a veces “los homosexuales” incluye a las lesbianas y a veces no. Esta vez parece que no. Que solo los gays son estigmatizados como población de riesgo. Las lesbianas no contraemos el VIH. O eso creemos, porque no parece que sea prioritario (ni en las campañas de prevención del sida) aclarar si es que podemos estar tranquilas o es que siempre se olvidan de nosotras. En el imaginario colectivo, tampoco follamos, o solo en pelis porno pensadas para inspirar las pajas de los hombres hetero.

Ni siquiera las activistas que defendemos los derechos sexuales y reproductivos tenemos información clara y fiable sobre el riesgo real de contagio de enfermedades de transmisión sexual entre mujeres. Nos hemos encontrado con ginecólogas que nos han metido miedo y nos han dicho que usemos parches de látex para todo, nos hemos encontrado con ginecólogas que nos han llamado neuróticas por pedir pruebas de ITS siendo lesbianas y nos hemos encontrado con ginecólogas que se cortocircuitaban cuando les decíamos que no usamos ningún método anticonceptivo porque nos acostamos con mujeres.

Al menos según las noticias sobre la decisión europea, no se habla de “hombres que tienen sexo con hombres” (lo que incluiría a bisexuales o a gente que se define de otras maneras o de ninguna)  y no se habla de prácticas sexuales concretas (por ejemplo, si el sexo anal implica mayo riesgo, ya sea entre gays o heteros). Al hablar de (varones) “homosexuales”, se delimita que existe un grupo concreto al que se le atribuyen cualidades de riesgo; interpreto que la promiscuidad. No se señalan las prácticas sino a las personas. Si te defines como gay, eres un peligro. Puro estereotipo, puro estigma. Por ser “los diferentes”. Nunca jamás me he encontrado con una política pública que señale a los heterosexuales como población de riesgo de nada. ¿Qué extraño, no? ¿No era que ser hetero o homosexual son simples opciones sexuales, igual de respetables? ¿Hay un colectivo heterosexual, como hay un colectivo LGTB? ¿Funcionan en comunidad? ¿Tienen guetos?

Incluso en círculos feministas resulta muy difícil explicar que la heterosexualidad no es simplemente una opción sexual, sino una norma social que oprime a quienes la incumplimos. Como dice Brigitte Vasallo, “la heterosexualidad es el mundo”:

Es la medida de lo correcto, lo aceptable, lo moral, lo sano. En ningún lugar del planeta se mata a personas por ser heterosexuales ni se aplican terapias de correción a su orientación sexual. No se debate si la crianza en el seno de una familia hetero afecta negativamente a las criaturas. No han sido necesarias luchas y manifestaciones para el matrimonio heterosexual, ni para las pensiones de viudedad heteros, ni para la desgravación en la declaración de la renta de las ganancias comunes. Nadie interpela, insulta, o recrimina a las personas heterosexuales por ir cogidas de la mano por la calle, o por besarse en el transporte público.

Cuando la ginecóloga te pregunta si usas anticonceptivos o es que quieres quedarte embarazada, la respuesta es muy simple si eres hetero. Si no, una triste citología se convierte en todo un acto de activismo y visibilización. Las criaturas de las parejas heteros no tienen que lidiar con el profesorado y con sus compañeros y compañeras de clase que narran incansablemente un tipo de familia que no es la suya. Los padres y madres heteros no tienen que inventar estrategias para que sus hijos e hijas vivan su especificidad con alegría, a pesar de la homolesbotransfobia imperante. Por ser hetero no te echan de los trabajos, ni te dejan de hablar tus amistades, ni te apalizan tus padres. No tienes que salir del armario, porque no hay armario. No te preguntas en la adolescencia qué narices te pasa, porque siendo hetero, no te pasa nada, simplemente. Eres «normal» y tienes todas las narraciones del mundo, todas las películas, todas las novelas, todas las canciones hablando de ti, confirmándote. No hay un símil hetero para los términos «marica», «bollera» o «travelo». No hay insulto asociado a la heterosexualidad.

No existe la «heterofobia» como no existe la «hombrefobia», porque las fobias explican algo más grande que las simples manías personales. Cuando hablamos de homolesbotransfobia nos estamos refiriendo a unas inclinaciones que vienen legitimadas por toda una maquinaria de producción de conocimiento y de discurso respaldada por todas las instituciones: desde la academia y el sistema educativo, que sigue narrando las prácticas e identidades sexuales en términos de normalidad (hetero) y excepción, hasta el sistema legal y judicial, con infinidad de leyes discriminatorias, hasta los productos culturales que estigmatizan la diferencias sexual y de género, pasando por la cotidianidad del lenguaje homolesbotránsfobo que se perpetúa en expresiones de apariencia anodinas y fondo discriminador.

Vaya, que cuando la niña del autobús no sea corregida si dice su novia es Leire, cuando haya protagonistas de Disney que se enamoran de personajes de su mismo sexo, cuando el bullying escolar homolesbotránsfobo sea excepción y no norma, cuando las familias de intentarnos convencer de que lo que nos pasa es una fase, cuando una actriz no tenga que salir del armario porque simplemente va con su novia a la alfombra roja con total normalidad, cuando no nos entren sudores fríos al decir el nombre de nuestra pareja a alguien que acabamos de conocer, cuando no nos dé miedo que nuestro jefe o nuestra casera “se entere”, cuando nos podamos morrear tranquilamente en la calle sin que una señora diga “qué vergüenza” y un señor nos diga que qué sexy, que si queremos un trío… Cuando todas esas cosas dejen de pasar, igual podemos pensar que la homolesbotransfobia es cosa de tres o cuatro intolerantes. Mientras tanto, querida lectora o lector hetero tolerante, la próxima vez que te escandalices por una noticia sobre homofobia, pregúntate qué estáis haciendo en tu día a día para que lo normal sea la diversidad.

Una jueza de Lugo autoriza el cambio de nombre a una menor transexual

Es el primer caso que se registra en Galicia y el número 12 de España

menor trans galicia

El Registro Civil de Lugo autorizó el primer cambio de nombre de una menor transexual en Galicia. Sara, que cumplió en septiembre los nueve años, nació con genitales masculinos y sus padres le pusieron el nombre de Hugo que figuraba en toda su documentación. Desde el pasado 18 de marzo, Hugo ya es oficialmente Sara, que fue el nombre elegido por la niña, en agosto del pasado año cuando inició su tránsito social. Aplicar la resolución judicial supondrá nuevos DNI, libro de familia, tarjeta sanitaria, pasaporte y boletín de notas, entre otros documentos públicos.

El auto dictado por la jueza Susana Vázquez Mariño, el pasado 18 de marzo en su calidad de responsable del Registro Civil de Lugo, en el que acepta la solicitud formulada por los padres de Sara, es el primero de Galicia de estas características y el número 12 de toda España, según confirmó la presidenta de la asociación Chrysalis en Galicia, Cristina Palacios, madre de la niña.

El cambio de nombre, que cuenta con el beneplácito del fiscal, está basado en los informes aportados a la solicitud de los padres de Sara por el colegio, por una psicóloga-psicoterapeuta y por su pediatra.

Informes favorables

Tanto la tutora como la directora del colegio hicieron constar que profesores y alumnos la llaman con el nombre de Sara. La directora puntualizó además que «muestra signos distintivos, imagen física e indumentaria que se corresponde con el género femenino». Y que utiliza los baños de las niñas «conforme con su identidad de género, sin que hubiese surgido ningún tipo de problema en la comunidad educativa».

El pediatra, por su parte, en su informe constata que cada vez que acudía a su consulta lo hacía vestida con ropa de niña y se disgustaba «si se la relaciona con nombre masculino ya que no se siente identificada con él».

El auto hace referencia al informe de la psicóloga-psicoterapeuta, que diagnosticó una disforia de género o transexualidad. En él aseguraba que disponía de «datos más que fundados para considerar que en este caso existe una identidad sexual femenina, estable, al margen de cuestiones secundarias como el aspecto, comportamiento, vestimenta y roles». Esta misma profesional recomendaba el cambio de nombre para facilitar el proceso de tránsito e integración social de la menor «así como su salud mental».

La jueza justifica su decisión en que el mantenimiento de un nombre que no se corresponde con la identidad sexual que siente «y que se muestra a nivel social se presume perjudicial para la persona, al verse obligada a identificarse públicamente con un nombre que revela esa discordancia» y que, según abunda, desearía mantener en la intimidad.

Susana Vázquez Mariño hace referencia en el auto a una sentencia del Tribunal Supremo, que recoge que a las personas con disforia «hay que reconocerles la facultad de conformar su identidad sexual de acuerdo con sus sentimientos profundos, con sus convicciones de pertenecer a otro sexo».

Una desarrolladora transexual se suicida tras sufrir ciberacoso

Conocida por su trabajo en el proyecto Dolphin, emulador utilizado en las consolas de videojuegos de Nintendo, estuvo recibiendo amenazas y comentarios deseándole la muerte.

La desarrolladora de Dolphin Rachel Bryk

La desarrolladora de Dolphin Rachel Bryk.

La desarrolladora transexual Rachel Bryk se ha suicidado tras sufrir un constante acoso por parte de usuarios anónimos a través de las redes sociales que criticaban su identidad sexual.

Conocida por su trabajo en el proyecto Dolphin, emulador utilizado en Wii y GameCube, Bryk puso fin a su vida saltando desde el puente George Washington de la ciudad de Nueva York el pasado 23 de abril. Al parecer, estuvo recibiendo amenazas y comentarios de acosadores, que le animaron a cometer tal acto, como ha informado el medio Vocativ.

A Rachel Bryk, que padeció durante gran parte de su vida severos problemas de salud, se le había diagnosticado recientemente fibromialgia. Esto le condujo a una inestabilidad mental, agravada por sus dificultades de aceptación sexual e inseguridad en su autoestima.

Pese a ser muy querida en su comunidad de trabajo, la desarrolladora había anunciado su retirada del mundo de los videojuegos por su incapacidad de seguir tolerando el ciberacoso al que era sometida diariamente.

Las muestras de condolencia, como era previsible, no se han hecho esperar. Jasper, uno de los miembros del equipo Dolphin e íntimo amigo de Bryk, ha expresado su rechazo por las circustancias que le han llevado al suicidio. “No estoy seguro de qué quieres que haga ahora. Deseo que estés a gusto y seas feliz allá donde te encuentres. Te prometo que haré todo lo posible para ayudar a otras personas para que esto no vuelva a suceder”.

 

Conchita se lo quita todo y promociona así su primer disco

Imágenes de  videoclip Conchita Wurst ‘You are unstoppable’ (’Tú eres imparable’).

Imágenes de su videoclip ‘You are unstoppable’ (’Tú eres imparable’).

Conchita Wurst sigue protagonizando titulares cuando se va a cumplir un año de su sonado (y cantado) triunfo en la última edición de Eurovisión. El próximo 16 de mayo saldrá a la venta su primer disco, y como aperitivo e inmejorable promoción, se ha desnudado en el videoclip de la canción ‘You are unstoppable’ (‘Tú eres imparable’), que se presenta como «un grito a la tolerancia y la esperanza».

La canción dura tres minutos y medio y es una sucesión de luces y sombras que muestran y a la vez ocultan. Conchita, personaje artístico creado por el cantante austriaco Thomas Neuwirth, se desnuda en el tramo final de la canción y en el vídeo se le ve de frente y de espaldas, con el pelo y los brazos tapando su pecho y la cámara enfocando solo el medio plano.

El próximo 23 de mayo presentará la sesenta edición del festival, que se celebrará el Viena, el país para el que Conchita logró el triunfo el año pasado con la canción ‘Rise like a phoenix’. Representando a España acudirá la extriunfita Edurne, que defenderá la canción ‘Amanecer’, que ya ha cantado en la embajada de Austria en España como parte de la promoción.

Bruce Jenner: ‘Soy una mujer’

Bruce Jenner, durante la entrevista concedida a ABC

Bruce Jenner, durante la entrevista concedida a ABC. REUTERS

Las lágrimas de Bruce Jenner paralizaron Estados Unidos durante una hora. Las redes sociales se volcaron con la valiente decisión del ex atleta de 65 años de confesarle a la periodista Diane Sawyer su deseo desde la infancia de ser mujer.

“A todos los efectos, lo soy”, dijo al inicio del especial de dos horas de la cadena ABC sobre la constante lucha por mostrar su verdadera identidad.

“La parte femenina es parte de mi. Eso es lo que soy. Mi cerebro es más de una mujer que el de un hombre”, dijo el padre de seis hijos, célebre durante su juventud como medallista olímpicoen los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976 y después como personalidad televisiva.

Jenner, que ahora luce pelo largo y que lleva décadas tomando hormonas en una transición lenta y dolorosa, confesó que ya desde niño se ponía los vestidos de su hermana a escondidas de su madre, sin saber muy bien lo que sentía salvo que “me gustaba la sensación”.

Su habilidad para el deporte le ayudó a encontrar un refugio frente a sus dudas, aunque explica que en ningún momento dejó de sentirse mujer. A base de entrenamiento y perseverancia, llegó a convertirse en el atleta más completo del mundo en la prueba de decathlon. Aún así, dice que veía “a una persona confusa en ese momento, con mucho miedo y huyendo de mi propia realidad. Estaba muerto de miedo, sin saber lo que iba a ser de mi futuro”.

Pensó incluso en suicidarse a lo largo del camino, pero decidió después que prefería quedarse hasta el final, “para ver qué pasa”. De momento, podrá esperar a ver la reacción de semejante tumulto social en torno a su entrevista y comprobar si el acoso y las burlas que ha tenido que soportar en los últimos meses se transforman en muestras de apoyo y cierta sensación de normalidad con su nueva vida.

“Llevo pensando en este día desde hace una eternidad”, indicó con lágrimas en los ojos, preparado para hacer un repaso a su insólita historia, la del mejor atleta del mundo convertido después en estrella mediática, con tres matrimonios en su haber y la seguridad de sentirse mujer y al mismo tiempo atraído por ellas. “No soy gay. No me atraían los hombres. Siempre me sentí heterosexual”, aclaró.

Pero no le dijo al mundo abiertamente lo que sentía por dentro, ese gran secreto que ahora ha decidido liberar con gran estruendo.

 

¿Lincoln era homosexual? ¿Y Nixon? ¿Y Washington? Sí, lo eran

De izquierda a derecha los presidentes George Washington, Abraham Lincoln y Richard Nixon

De izquierda a derecha: los presidentes, George Washington, Abraham Lincoln y Richard Nixon. CORDON

 

Cuando se tarda 40 años en escribir un libro es fácil estar seguro de lo que se va a contar. Lo curioso, o lo interesante en este caso, es que el trabajo enciclopédico del conocido escritor y activista Larry Kramer, ‘The American People: Volume 1’ -más de 800 páginas lo forman-, no es tanto un intento de satirizar o de sacar a nadie del armario, sino de denunciar la exclusión del colectivo gay a lo largo de la Historia americana. Y en ese intento, no ha tenido problema en exponer las tendencias -algunas conocidas, otras, no tanto y muchas envueltas en la sospecha o el rumor- de personajes como Mark Twain, Herman Melville, George Washington, Abraham Lincoln o Richard Nixon.

Todos ellos fueron gays. Lo dice convencido un hombre que lleva toda una vida escribiendo sobre el tema, que estuvo en primera fila cuando el sida empezó a azotar con fuerza en las calles del Nueva York de la década de los 80, y que se ha pasado media vida luchando contra la enfermedad. A él mismo le corre el virus por dentro, desgastado y muy enfermo a sus 79 años.

Kramer está convencido de que el presidente Abraham Lincoln (1809-1865) fue gay, que durmió con varios hombres incluyendo al actor John Wilkes Booth, quien posteriormente asesinó al mandatario. Pero no fue, aclara el autor, por una cuestión relacionada con la Guerra Civil americana, como cuenta la versión oficial, sino por un asunto de celos tras haber sido su amante.

Cuenta además que el presidente estaba acostumbrado a compartir la cama con varones en cuanto su mujer, Mary Lincoln, se marchaba de la ciudad, y que uno de ellos fue el capitán David Derickson, que visitaba al político en la mismísima Casa Blanca.

El primer presidente gay

A uno de los padres fundadores, George Washington (1732-1799), le llama Kramer “la gran reina”. “Lo decoraba todo. Diseñaba todo los botones y los uniformes. Existe la correspondencia con los proveedores con los que lidiaba en Inglaterra para hacer todo”, explica. Además, “se entendió” con el varón Von Steuben, un alemán estratega de los ejércitos europeos del momento.

Cuenta también lo que sucedía en Jamestown, Virginia, en los años de la lucha por la independencia americana y lo que hacían los soldados en ausencia de mujeres en el campo de batalla. “Es una cuestión natural que los hombres se acostaran entre ellos, cuando no había mujeres alrededor durante meses”.

Sobre el escritor Mark Twain (1835-1910), también en su lista, dice que vivió una vida manifiestamente gay y que no entiende cómo las personas que escribieron sobre su obra y su vida no fueron capaces de verlo y contarlo. “La forma en que vivió, quiénes eran sus amigos y cómo empezaban sus relaciones… Quiero decir, que cómo puedes escribir la vida de Mark Twain sin darte cuenta de que era enormemente gay”.

Habrá un segundo volumen de esta particular Historia americana,donde habla (y mucho) de Ronald Reagan, en los años de mayor propagación del virus del sida. Dice que no es una historia agradable, pero que alguien tiene que contarla, acostumbrado a generar polémica con obras como ‘Faggots’ y novelas sobre el movimiento gay. Si sigue vivo, dice, es por algo.

Porque, a pesar de su enfermedad,Kramer no pierde la pasión por el tema gay, efusivo en sus entrevistas con los medios para promocionar su libro, denunciando la miopía de otros historiadores y escritores que se ocuparon de las biografías de los personajes a los que se refiere en su polémico libro: “La mayoría de las historias han sido escritas por gente heterosexual”, explica el fundador de la coalición Act Up de lucha contra el sida. “Nunca ha habido un libro de Historia donde la gente gay estuviera allí desde el principio. Es ridículo pensar que no hemos estado aquí desde siempre”. O como él mismo dice usando un giro de palabras, son autores sin “gaydar”, un radar para detectar homosexuales.

Algunos expertos, como el editor de la revista ‘Out’, le dan la razón al decir que la línea de tiempo de los gays en la Historia se remonta tan sólo a Oscar Wilde, algo insuficiente e incompleto. Otros, sin embargo, se han echado las manos a la cabeza al considerar las “denuncias” de Kramer sobre la orientación sexual de algunos presidentes americanos como infundadas y falsas.

Doris Kearns, por ejemplo, biógrafa de Lincoln, reaccionó con ira al libro de Kramer, aunque el autor neoyorquino se defendió alegando que si estaba histérica es porque ella no lo había escrito antes.

10 años de matrimonio gay: Así lo vivieron (y se casaron) ellos

ANIVERSARIO La votación del Congreso se celebró el 21 de abril de 2005

De izda a dcha., Oriol Nolis, Fernando Grande Marlaska, Kike Sarasola y Pedro Zerolo

De izda a dcha., Oriol Nolis, Fernando Grande Marlaska, Kike Sarasola y Pedro Zerolo

 

Fueron 183 votos a favor, seis abstenciones y 136 votos en contra. La histórica votación en el Congreso celebrada para reformar el Código Civil y permitir el matrimonio homosexual ha cumplido diez años esta semana. Concretamente, fue un 21 de abril de 2005 cuando la mayoría de los partidos, encabezados por el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, se impusieron en el hemiciclo a los votos en contra del PP y CIU (tan sólo la diputada popular Celia Villalobos votó a favor). Aquella primavera echaba a andar una norma que ha cambiado la vida de muchos ciudadanos, incluidos, claro, algunos de los rostros más populares del país. Personalidades como el magistrado Grande Marlaska, el activista Pedro Zerolo, el empresario Kike Sarasola o el presentador de TVE Oriol Nolis, todos ellos felizmente casados con parejas de su mismo sexo, recuerdan para LOC cómo les cambio la vida aquella jornada histórica.

Son cuatro testimonios dentro de una marea. Según datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), desde 2005 se han celebrado 28.086 bodas gays en España. Aunque desde la FELGTB (Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) aseguran que el número es bastante superior ya que los datos no están actualizados.

La ley concedió la igualdad de derechos a parejas que como Carlos Baturín y Emilio Menéndez llevaban más de 30 años juntos. Ellos celebraron el 11 de julio de 2005 la primera boda homosexual en España. Como recuerda Zerolo, “la norma nos puso puso a la cabeza en cuanto a política social en el mundo por primera vez en nuestra Historia. Los países del norte siempre habían sido los faros en cuánto a derechos civiles, pero esta vez España se colocó a la cabeza. Después nos siguieron Portugal, Argentina, Uruguay, México… Todos con nuestro mismo proceso. Incluso Francia ha seguido nuestro modelo”, recuerda Zerolo.

Esa misma línea apunta el presentador y escritor Boris Izaguirre. “La ley colocó a España en la primera fila de las naciones que luchan por mayor justicia en el mundo”. Él fue otro de los rostros famosos pioneros en celebrar una boda gay. En febrero de 2006 se casaba en Barcelona con su novio, Rubén Nogueira, tras 14 años de convivencia. “Para Rubén y para mí fue un día muy feliz y con mucho agradecimiento a todas las personas que lucharon por conseguir que la ley existiera y se aceptara en España. A través de ella, este país defendía los derechos de una minoría humillada y perseguida por siglos”.

 

 

El presentador Jesús Vázquez, Jorge Cadaval (50% de los Morancos) o Felipe Varela, el modisto favorito de la reina Letizia, son otros de los rostros populares que han pasado por el registro civil junto a sus novios en estos años. Todos ellos siguen felizmente casados con sus parejas. Lo cierto es que apenas hay estadísticas sobre los divorcios en los matrimonios homosexuales españoles, pero los pocos datos que existen incitan al optimismo. En 2007, fue la última vez que el ministerio de Justicia ofreció datos sobre los divorcios gays: Entonces, de las 42.274 bodas celebradas, tan sólo 41 habían naufragado. Un dato que invita a la esperanza.

Quizás por ello, cada vez son más las parejas que se animan a dar el paso. Esta misma semana, el director de cine Alejandro Amenábar, uno de los referentes gays desde que saliese del armario en Zero en 2004, acudió al registro civil junto a su novio David para empezar a tramitar los papeles para su próxima boda en Ibiza.

Posiblemente, el lector se haya percatado a lo largo de todo el texto de que no se ha mencionado a ninguna mujer lesbiana. La visibilización de los gays es mayor que la de las lesbianas y eso se comprueba también en los datos que los colectivos LGTB manejan sobre las bodas homosexuales. Por supuesto, hay ejemplos de activistas casadas como Beatriz Gimeno y Boti Rodrigo o el de la conocida librera Mili Hernández (Berkana) y su esposa Mar. Sin embargo, apenas ha habido una boda mediática. Algo que puede cambiar dentro de poco. La tinerfeña Patricia Yurena, Miss España 2008 y finalista en Miss Universo en 2013, confesaba esta misma semana sus planes de boda con su novia, la DJ Vanessa Klein. “Estamos muy enamoradas y siempre hemos tenido la ilusión de casarnos. No ha habido una pedida formal pero siempre ha estado entre nuestros planes”.

Sería otro paso más en el camino de la igualdad de un colectivo, cuya lucha dio un vuelco radical hace una década. “Me dijeron que era imposible, que por nuestra tradición y el peso de la religión en nuestro país jamás habría bodas gays. Sin embargo, vencimos convenciendo. La mayoría social estaba con nosotros y creo que todos podemos sentirnos orgullosos”, remata Zerolo.

Pedro Zerolo

boda pedro zerolo

“Me casé por activismo. Ser padre se me escapó”

El beso del socialista Pedro Zerolo (54) al entonces ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, ilustró varias portadas de periódicos el día siguiente a la aprobación de la ley. “Estábamos en la escalinata del Congreso celebrándolo y se unieron a nosotros los activistas y los grupos parlamentarios progresistas. Después, nos fuimos a Chueca. Fue un día de emociones encontradas. Por un lado, estaba la emoción de vivir algo histórico. Por otro, la pena por todos aquellos que no pudieron vivirlo porque pagaron con su vida ser gays, lesbianas o transexuales”.

Fue el propio Zerolo quien convenció a Zapatero de la necesidad de esa ley durante una reunión de dos horas. “Cuando salió me dijo que no veía ningún problema para que fuera inconstitucional. Si hubiera sido por los de siempre, no hubiéramos avanzado nada. El PP nos hizo pasar un calvario al recurrir la ley y aun hoy no han pedido perdón”.

Zerolo tan sólo tardó seis meses en ejecutar su derecho. El 5 de octubre de 2006 se casó con su novio Jesús Santos en la Casa de la Panadería de Madrid. Trinidad Jiménez celebró un enlace al que acudieron 150 invitados. “Recuerdo que me emocioné mucho cuando vi en el balcón la bandera de España, bien lustrosa, ondeando. Hace un tiempo era una bandera de represión y miedo y, ahora, era de diversidad y tolerancia. Yo, realmente, luché por mi dignidad no para casarme. Pero los derechos hay que reclamarlos y usarlos. Así que me casé por activismo y por amor, que al final, es la misma cosa. Entonces, aún había miedo y muchos novios se casaban sin que fueran sus familias. Yo quise hacer visible aquellas bodas y que hubiera una ceremonia civil, alegre“.

Esta lucha con final de comer perdices, sólo tuvo una derrota. “Se me escapó la oportunidad de ser padre. Soy muy familiar y me hubiera encantado. Pero cuando quise hacerlo ya era mayor para la ley. He dedicado mucho tiempo a la lucha y el activismo. No es algo que puedas hacer si no le dedicas tu vida”.

Fernando Grande Marlaska

fernando grande marlaska

“El Matrimonio nos dio seguridad”

El presidente de la sala de lo penal de la Audiencia Nacional Fernando Grande Marlaska (52) empezó a preparar los papeles de su boda en julio de 2005, nada más publicarse la ley en el BOE. “Mi pareja (Gorka) y yo ya vivíamos nuestra relación de una forma estable y seria. Tuvimos muy claro que nos queríamos casar en seguida. Porque esta ley nos generaba una seguridad que antes no teníamos. Si nos hubiera pasado algún percance, alguien podía decirnos que no éramos nadie para tomar una decisión sobre el otro y aquello era muy duro”. Confiesa que no recuerda cómo vivió aquella votación histórica en el Congreso. “Supongo que estaría atento a las noticias, aunque ya había seguridad de que la votación iba a ser positiva… imagino que salimos a tomar algo y a cenar. Lo que tengo seguro que empezamos a festejarlo cuando el Gobierno tomó la decisión de que el proyecto de ley iba a ser una reforma del matrimonio y no se iba a regular como una unión civil. La palabra matrimonio era importante. Porque nos hubiera convertido en ciudadanos de segunda. Una pareja hetero hubiera podido elegir entre unión civil y matrimonio y una pareja homosexual, no”.

Grande Marlaska y Gorka se casaron un lluvioso 28 de octubre de 2005. “Jarreba. Fuimos los dos solos con dos amigos como testigos. No nos acompañó la familia y tampoco quisimos montar mucha parafernalia. Tan sólo queríamos acogernos a ese derecho”. Por aquel entonces, el juez tan sólo llevaba un año en la Audiencia Nacional y “estaba hasta arriba de trabajo. Así que tan sólo me fui siete días de viaje”. La ley de 2005 también regulaba la adopción homoparental, un nuevo derecho que el magistrado no ha querido ejercer. “Es que para eso hace falta que los dos estén de acuerdo… Y no hay nada que hacer”, dice con algo de sorna. “Lo importante es que se vele por los derechos del niño”.

Oriol Nolis

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“Pasé de ser un ciudadano de segunda a uno de primera”

El presentador Oriol Nolis (36) recuerda perfectamente lo que sintió hace una década cuando el Congreso aprobó la ley del matrimonio gay. “Ese día estaba trabajando en Catalunya Radio y tuve la sensación de que estaba viviendo un día histórico. Pasé de ser un ciudadano de segunda a uno de primera, porque ya tenía los mismos derechos que una pareja heterosexual. Por entonces ya llevaba varios años con mi pareja (el periodista Francesc Soler) y recuerdo que ese día lo celebramos en casa con una buena comida y una copa de cava, fue bastante relajado”. No tardaron mucho tiempo en ejercer su recién adquirido derecho. Sólo un año después de la aprobación de la ley, el 16 de junio de 2006, ambos se casaron en Barcelona. “Fue una doble ilusión. Por un lado, porque me casaba con la persona a la que amaba y, por otro, porque podíamos hacer algo que había estado prohibido para muchos. Mucha gente había luchado por eso durante años. Aunque, si te digo la verdad, yo tenía más ganas de estar casado que de casarme. No hicimos un gran paripé ni despedida de solteros. Fue un día sencillo y muy bonito. Fuimos al registro civil con nuestros padres, mi hermana y una amiga. De ahí nos fuimos a comer y antes nos paramos a tomar una copa de cava frente a SantaMaría del Mar. No es que quisiera casarme por la iglesia ni nada así, ¿eh? Es sólo que era un sitio bonito”.

El ex presentador de los informativos de TVE, que actualmente presenta El debat de La 1, no se ha animado adoptar (un derecho que también recoge la legislación española). “Es algo sobre lo que hemos reflexionado y no entra en nuestros planes. La verdad es que no he sentido la llamada de la paternidad. Me parece que es una gran opción para muchas parejas homosexuales, pero igual que con las heterosexuales, cada uno debe decidir. Cada pareja tiene sus intereses y sus proyectos de vida pero está bien que exista la posibilidad”.

Kike Sarasola

kike sarasola y pareja

“No dejaron que nos casara Ruiz Gallardón”

 

Hace una década que se aprobó la ley de matrimonio igualitario, sin embargo, Kike Sarasola (51) considera que sólo le quedan dos años para celebrar las bodas de plata con su marido Carlos Marrero (47). “A nosotros no nos hacía falta un papel y llevamos 23 años juntos. Nos casamos para reivindicarlo y muy bien, pero para mí llevamos 23 años casados y volvería a casarme cada día”. El empresario recuerda nítidamente aquel 22 de abril, cuando el Congreso aprobó el matrimonio gay. “Estábamos inaugurando nuestro tercer hotel, Alicia. Cuando Carlos y yo oímos la noticia nos emocionamos mucho y nos abrazamos“. Llegar hasta la boda no fue del todo fácil pese a lo claro que ambos lo tenían. “Los dos esperábamos que el otro nos lo pidiera. Era un tira y afloja muy divertido hasta que un día en el coche yo suspiré y él me dijo:’Venga, ya está, nos casamos’. Y en dos meses lo organizamos todo”. La boda se celebró en la Casa de la Panedería de Madrid, el 30 de octubre de 2006. “Fue un día maravilloso. Creo fuimos unos 280, lo celebramos llevándonos a todos nuestros amigos a Tenerife de fin de semana. Fue curioso porque no invitamos a mucha gente muy conservadora y de derechas porque pensábamos que no querrían venir y nos llamaron para decirnos que claro que querían. Nos casó nuestra amiga, Ana Román, concejal socialista, porque no dejaron a Ruiz Gallardón que nos casara”.

Nueve años después de aquella celebración, Sarasola y Marrero siguen siendo un feliz matrimonio y padres de dos hijos. Aquella ley les cambió la vida. “Por fin nos igualaron los derechos. Fue una lucha muy larga y yo pensé que nunca iba a llegar. Para mí es el gran legado de Zapatero, porque colocó a España en un lugar pionero en políticas sociales en todo el mundo. Fue un día para que todos los españoles se sintieran orgullosos”.