Pedro Zerolo en junio de 2014. / SAMUEL SÁNCHEZ
Pedro Zerolo era un volcán. Un hombre de mil ideas por minuto, y todas esas ideas eran para mejorar la vida de la gente. Como activista, como republicano. Ayudó a la gente a ser más libre; cuando enfermó se decidió a combatir el destino fatídico proclamando su fe en la libertad como una manera de la salud. La suya era una revolución a la vez pública e íntima. Esta entrevista, realizada para la última página de EL PAÍS, una sección que tiene 600 palabras, tiene cerca de 5.000 palabras, y aquí aparece íntegra. Muestra su carácter volcánico, de volcán noble, y en ese momento lo era más que nunca, como si bulleran en esas palabras las condensaciones humanas de su compromiso emocionante. Fue en cierta manera la expresión de su voluntad de perdurar ayudando con palabras a que los demás se siguieran organizando para hacer mejor la vida. Esta es, pues, la entrevista completa con el volcán Zerolo.
PREGUNTA. ¿De qué tenemos que presumir en este tiempo?
RESPUESTA. Tendríamos que presumir de nosotros mismos. El compromiso es con nosotros mismos, desde la izquierda tenemos que ser el cambio que queremos ver. Como ciudadanos, pueblo o país tenemos muchas cosas para presumir y no lo hacemos. Nos castigamos demasiado y no es bueno para un país y en una realidad, como la latinoamericana por ejemplo, que no ha tenido la autoestima muy alta durante mucho tiempo. Es más, ha tenido un bajón. En los últimos años, tanto en América Latina como en España, se han producido hechos como para tener un subidón de autoestima. Nos hemos convertido en referentes de apuesta por las políticas públicas, de apuestas valientes por los derechos civiles; por ejemplo, durante la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, España se convirtió en el primer país del mundo en reconocer la dignidad de las personas homosexuales, transexuales y bisexuales. Cierto que son una minoría, pero luego se reconoció la igualdad efectiva entre mujeres y hombres y nos convertimos en un referente en la Unión Europea y Latinoamérica. España jamás llegó puntual a la cita por la igualdad. No fuimos los primeros en abolir la esclavitud, ni en reconocer el derecho al voto de la mujer, ni en reconocer derechos sociales o laborales. Por primera vez llegamos puntuales a la cita con la igualdad. Nos tenemos que sentir orgullosos. Creo en el orgullo. El orgullo es el exceso de autoestima que hay que tener para seguir viviendo, para sobrevivir, para resistir.
P. Habrá sido un subidón para las causas que tú has defendido ver que el Rey de España [Felipe VI, recién llegado al Reinado] reciba a los homosexuales en la semana del Orgullo Gay.
R. Sí. El reconocimiento de la diversidad social y cultural del Rey en su discurso tiene que ver con España, que es un pueblo de pueblos. Es bueno para algunas cuestiones que tenemos pendientes. Bien que el Rey reconozca la diversidad social, en este caso la afectivo-sexual, que conozca y reconozca a los colectivos reivindicativos, el LGTB, que han sido los auténticos protagonistas de la lucha por el matrimonio igualitario y de la Ley de Identidad de Género, la que reconoce la dignidad de las personas transexuales, de la que siempre nos olvidamos. Me parece un gesto muy positivo.
P. ¿Somos ahora un país mejor?
R. Creo que somos un país más digno. Siempre digo que no hay mejor construcción del ser humano que la poesía y las Constituciones. La poesía nos ayuda a querernos, a entendernos y a analizarnos y las Constituciones generan un espacio de respeto y de dignidad. Toda Constitución tiene su anclaje en el respeto a la dignidad de cada cual y como los que creemos en la Constitución lo interiorizamos y lo defendemos, hemos luchado por ello. Los países que tienen una Constitución y por tanto un estadio de respeto tienen que reconocer la dignidad de todas las personas que viven en ese espacio con los mismos derechos, los mismos deberes y con los mismos nombres. Por eso somos un país más digno, más decente (como diría Zapatero) y somos un país de referencia, lo vuelvo a decir. Los grandes movimientos de liberación, de autodeterminación personal tienen raíces anglosajonas. En España y Latinoamérica siempre pensamos que solo era posible en esos países y que para nosotros era imposible. Hemos hecho posible lo imposible, de hecho, hay movimientos de liberación y autodeterminación que ahora tienen acento latino, como el LGTB (aunque nació en EE.UU).
El reconocimiento del matrimonio igualitario, de la Ley de Identidad de Género me produjo un orgullo latino también, lo subrayo porque los pueblos tienen que sentirse orgullosos de sus logros. El bajón de autoestima ha sido tan grande que durante largos años hemos olvidado que muchos países de América Latina fueron precursores de leyes como la del divorcio, la del reconocimiento al voto de la mujer o de interrupción voluntaria del embarazo, como la Argentina y el Uruguay de los años treinta.
Pero nos olvidamos y nos castigamos en exceso y creo que no es bueno. Soy socialista, internacionalista y he estado siempre en los movimientos sociales que son fundamentales, esa es la clave. No he crecido políticamente en el Foro de Davos sino curiosamente en los foros sociales de Portoalegre. Y ahí creíamos (como utopías que muchas se han hecho realidad en América Latina) que el círculo de progreso está en saber recoger las iniciativas ciudadanas que surgen en las calles, para asumirlas inmediatamente desde el movimiento asociativo y trasladarlas a los partidos políticos para que las incorporen (o no) a su programas electorales. Una vez llegados al Gobierno las devuelven al pueblo convertidas en leyes. Ese es el círculo de progreso que quiero, para eso hace falta valentía y ahí son importantes los movimientos sociales, los de autodeterminación personal, que son en los que creo.
Habrá quien me diga que es cierto que los movimientos de autodeterminación territorial han cambiado las fronteras de un país a otro, o los colores de una bandera. Pero los movimientos que más tranquilidad y felicidad han traído al planeta han sido los movimientos de autodeterminación personal, el de liberación racial, el antiesclavista, el de LGTB, el de las mujeres, el feminista, el obrero y el movimiento socialista, porque el socialismo es un movimiento, un activismo, por eso me gusta definirme como activista socialista.
P. Ese bajón de autoestima que hemos sufrido incluye a la política. ¿Qué efecto ha tenido en la política española de este tiempo, qué hemos perdido?
R. Más que un efecto lo que se ha producido es un desafecto por la política y lo que más me preocupa es que pudiera haber un desafecto por la democracia. Para vencerlo tenemos que acudir a la corresponsabilidad, no podemos salir, lo haya provocado quien lo haya provocado, tenemos que saber que vivimos en sociedad y que tenemos corresponsabilidad. Hablo de los partidos políticos, de los sindicatos, de los movimientos sociales y también de los medios de comunicación.
Existe una corresponsabilidad para seguir creyendo en algo mágico que es la democracia, por ella se luchó a lo largo de la historia del mundo. Hay que profundizar en ella, apostar para que procure mayor participación y contacto con la ciudadanía. Hay que tener fe en la democracia, es algo mágico y además funciona. Cada vez que hay una convocatoria electoral se producen muchos mensajes que recogemos y analizamos, también desde los medios de comunicación, y nadie dice que ha sido por el proceso electoral.
Acabamos de salir de unas elecciones que por desgracia siempre se han considerado menores en este país y en otros porque Europa sigue interesando poco. Creo en Europa y defiendo la idea de una Constitución europea pero no se subraya lo importante de esta convocatoria. Los mensajes salen por la participación, si hay mucha o poca, si hay partidos que suben o bajan o si hay partidos que aparecen por primera vez, hay que recogerlos. Si no leemos el resultado del proceso democrático, malo. Creo que es posible recuperar la magia de la democracia.
Todos somos corresponsables, no se pueden utilizar sinónimos que son negativos con la democracia o con los principios de la izquierda -hemos perdido mucho en ese sentido-. La democracia no es un lío. Es la mejor de las apuestas, siempre en continua transformación. “Siempre nos quedarán las palabras”, decía León Felipe. La derecha nos ha querido quitar hasta las palabras, ha intentado contaminar algunos de nuestros principios y hemos ido perdiendo en la batalla de las ideas, y democracia no es lío. Las primarias no son un problema, todo lo contrario, pero la derecha ha conseguido que muchos de nuestros principios los veamos negativamente. El laicismo no es anticlericalismo, el federalismo no es independentismo y la república no es caos sino todo lo contrario, son los principios que han inspirado a la inmensa mayoría de los países para generar estadios de estabilidad, respeto, corresponsabilidad, avance y progreso social.
P. ¿Cuál ha sido tu propia lectura como socialista?
R. En estas elecciones irrumpe una fuerza política, Podemos, que viene a dar un toque a la izquierda desde la izquierda. A mí me parece bien y tiene su explicación en lo que ha pasado en este país. Han pasado muchas cosas y todos hemos mirado para otro lado. Cuando la gente es capaz de echarse a la calle indignada porque no puede más es que algo está pasando. Hay que valorar lo que está pasando y no minusvalorarlo, o incluso despreciarlo, sino tomar nota.
En muchos casos se trató a las manifestaciones del 15M con una enorme soberbia. Se llegó a decir: “Si quieres algo, dímelo en las urnas”. Marea tras marea, verde, blanca, roja (la de la cultura), o naranja (la de los servicios sociales -en las que me impliqué mucho-). Al final, ha habido un grupo de ciudadanos que se han organizado como fuerza política y han tenido un resultado espectacular en democracia, 1.200.000 votos. Hay que tomar nota y no dedicarnos a despreciarlos, minusvalorarlos e incluso insultarlos. Son una manifestación más de las izquierdas, la izquierda siempre ha sido plural Podemos es una de ellas.
P. ¿Crees que el estado de ánimo de este país está a la baja interesadamente, que hay razones para que el estado de ánimo no sea tan bajo?
R. Está muy bien que hablemos de las posibilidades que hay de gobernar en Madrid, en Catalunya o en el País Vasco pero la batalla de las ideas es aún más importante. La izquierda debería ser consciente de que en el mejor de los casos gobierna (no soy tan pesimista como Rosa Luxemburgo cuando decía “el camino de la izquierda está integrado de derrotas”. No, me gusta decirlo de otra manera para que se entienda mejor) pero el poder lo sigue teniendo siempre la derecha política, mediática, empresarial o religiosa. A la izquierda no le queda más que ser valiente -o lo es o no es izquierda- y se ha perdido la valentía. Si nos circunscribimos a Europa la batalla de las ideas la está ganando la derecha y es donde tenemos que estar. De ahí, que insista tanto en mi discurso sobre justicia social, laicismo, federalismo y republicanismo.
Más importante que el relato de lo que llevas en tu programa o de lo que cuentas que vas a hacer cuando llegues al Gobierno es el discurso, la identidad ideológica, la ideología. A veces, me acusan de decimonónico y ese el problema, que alguien pueda pensar que hablar de ideología, de identidad social es decimonónico. Sonará así, pero es que han cargado de negatividad nuestras ideas, seguimos siendo lo que somos. La inmensa mayoría somos hombres y mujeres trabajadores/as, obreros/as, emprendedores/as, pequeños empresarios/as, currantes, por eso tenemos que tener clara la importancia de la ideología, del discurso.
Tenemos que tener en cuenta la batalla de las ideas porque son las que procuran los vuelcos electorales, no ganar una determinada alcaldía, presidencia de comunidad autónoma o la presidencia de un país. Eso está muy bien, pero yo voy más allá: son los vuelcos electorales los que permiten avanzar y profundizar en democracia. Los hemos vivido, en España ha gobernado el Partido Socialista más años que la derecha y cuando hemos sido valientes hemos acertado. La batalla de las ideas es fundamental y en eso tenemos que estar.
P. Ese concepto de valentía, ¿cómo se adapta a lo que sucede en Catalunya?, ¿crees que es un problema para España?
R. Está bien que reconozcamos a presidentes, expresidentes, ex jefes de Estado, pero el verdadero protagonista de la historia de España en estos años de democracia ha sido el pueblo, la ciudadanía española, porque parece que hasta “el pueblo español” suena mal. Las palabras son muy importantes para entendernos sobre todo cuando tratas de explicar un discurso político, cuando te explicas bien la gente te entiende.
La cuestión catalana es la crónica de un fracaso colectivo, y además, retroalimentado por el nacionalismo excluyente españolista y catalanista de derechas que ahora nos ha metido en un callejón sin salida. Y aquí, lo que hay que aplicar es generosidad. A veces, la gente mira únicamente a la izquierda. ¡Oiga, perdone, si en el callejón sin salida nos ha metido el Partido Popular y Convergencia i Unió! Hasta hace dos días no sabía que Convergencia era un partido independentista.
P. No lo sabían ni ellos, en 2012 Masdijo que no lo eran.
R. Nos hemos metido en un callejón sin salida y de un fracaso colectivo tenemos que salir entre todos. Tiene que haber concordia y generosidad. Hay posibilidades desde la valentía.
Coincido con el discurso de Felipe VI cuando afirma que la fuerza de España está en su diversidad. España es de los países que acumula mayor cantidad de diversidad por kilómetro cuadrado del mundo, y Latinoamérica también, de ahí su fuerza. Se están comiendo el mundo, a EE UU, con la mejor fuerza que se puede tener, la cultura, la fusión, el mestizaje. Y Europa no, porque quizá no hacemos una política adecuada para ello. El español está más vivo que nunca -y todas las lenguas que directa o indirectamente tiene que ver con el español-. Hay que ser valientes.
España siempre fue históricamente las Españas, el Rey habló por primera vez de la diversidad y eso ya es bueno, de la diversidad social, de la diversidad afectivo-sexual. Ha reconocido y conocido a los colectivos de LGTB, la diversidad cultural, y por tanto, a la realidad de los distintos pueblos que forman España. España es un pueblo de pueblos y una nación de naciones. Si fuéramos capaces de dar un salto valiente con el que dejáramos claro que Estado solo hay uno -donde reside la soberanía popular y en el que todos decidimos, un estado federal y plurinacional- creo que podría lograrse la concordia con el reconocimiento que se pretende por unos y por otros.
Es muy importante dar ese paso de valentía, miremos a América Latina que se reconocen plurilingüísticos, plurinacionales. El concepto jurídico es el de nación, el de Estado, la soberanía reside en el pueblo español, que es el que tiene que decidir. Y luego es un pueblo compuestos por otros pueblos, que son naciones porque muchos de ellos tienen una cultura propia, una lengua propia y un derecho propio. Podríamos transitar ese camino con valentía para salir de esto decidiendo todos. Sobre todo en una Europa y en un momento, el siglo XXI, donde como socialista lo que busco y defiendo son proyectos de colaboración y de cesión de soberanía, de construcción como es el mismo proyecto europeo, no proyectos egoístas.
Me pareció motivo de orgullo que España fuera el primer país de Europa en convocar el referéndum por la Constitución europea porque es una magnífica construcción del ser humano. Las constituciones tienen su anclaje en el reconocimiento de la dignidad de cada cual, pero crean estadios de respeto y algunos defendemos el Estado constitucional y que España pudiera ser un Estado social, democrático, de de derecho, laico, federal y republicano.
P. ¿Hay mucha generosidad?
R. No hay tanta. La generosidad la he aprendido de las mujeres, han marcado mi vida tanto desde el punto de vista intelectual, fundamentalmente mujeres feministas, como en el día a día. De mi padre aprendí a proclamar las ideas y de mi madre a llevarlas a la práctica, a las pequeñas cosas. De mi madre y de muchas compañeras y amigas que diariamente constituimos red.
Le comentaba a un personaje muy conocido que cuando uno se pone enfermo o hay una tragedia funciona de inmediato y se pone en marcha la red de mujeres. Me dijo: “¿Qué red?”. Una red a la que cada vez se suman más hombres solidarios. Me parece un mundo enormemente enriquecedor porque lo mismo hablas de un tema con profundidad, una tarde intelectual fuerte, que hablas de la vida. Yo últimamente hablo mucho de la vida, de que tiene sus cosas buenas y cosas menos buenas, de que existe también la muerte y la enfermedad y de que tenemos que estar preparados para ello.
Por eso, yo que soy ateo pero soy creyente, no creo que nos quiten las palabras. Creo en la libertad, en la igualdad, la fraternidad y en la generosidad. Quiero ser bueno aquí y ahora, coherente con lo que pienso. Quiero ser el cambio que quiero ver y lucho por serlo, porque genera referencias. Creo que la izquierda ha perdido referentes. Hay una parte importante de la ciudadanía que en este momento no sabe qué es ser de izquierdas, la izquierda es ser, estar, vivir.
Lo fácil es ser de derechas. Ser de izquierdas no es nada fácil porque tienes que ser coherente con lo que piensas, adaptarte a muchas realidades cuando ya tienes un recorrido. No digamos ya mis padres, que han tenido que adaptarse a cosas para las que nunca les instruyeron. Tienes que tener la mente abierta, de ahí que mi obsesión sea la apuesta por el laicismo. Por eso me impliqué muchísimo en la última conferencia política, para hacer explícito lo que era implícito en el Partido Socialista. Nunca fue explícito, ya es claro que el Partido Socialista es un partido laico que responde a una cultura laica en la que se reconoce el pluralismo ético, moral y religioso. Y el laicismo es un movimiento social teórico y práctico, lo aprendí entre otros de Gregorio Peces Barba y de Luis Gómez Llorente, que busca la defensa de la libertad de conciencia. Es fundamental ser libres de conciencia y por lo tanto el laicismo.
Me empeñé y lo conseguí, porque además fueron enmiendas que se llevaron desde el Partido Socialista de Madrid que no se subsumieron, se debatieron y se ganaron por inmensa mayoría. Se ganó porque el Partido Socialista se define como un partido laico que va a plantear una nueva relación con las distintas confesiones religiosas. Por supuesto, con la derogación de los acuerdos entre España y el Vaticano, con una apuesta por la autofinanciación de las distintas iglesias y su sujeción al sistema tributario; y que desde luego quiere dejar clara la apuesta pública por la educación, universal y laica.
Me he empeñado tanto en el laicismo porque son los principios, ese es el problema, el Partido Socialista tiene que tener ahora claridad en el mensaje. A veces me comentan que yo digo lo mismo que otros compañeros pero que a mí me entienden (risas). Es fundamental la claridad en el mensaje, la identidad en el discurso y la valentía en la acción. El discurso es más importante que el relato y en el discurso no sólo está una apuesta por la justicia social. Por supuesto que el Partido Socialista nace para combatir la desigualdad apostando por la igualdad entre todos los hombres y mujeres y a través de las políticas públicas, pero también es importante apostar por el laicismo, el federalismo y el republicanismo, es un discurso redondo que no puedes compartimentar porque si no le falta algo.
Eso ha hecho que muchos partidos socialistas en Europa hayan desaparecido. Ahora hay otra cosa, pueden coincidir en principios y en ideas pero ya no son partidos socialistas. Los partidos pueden desaparecer. El Partido Socialista puede desaparecer y yo lucho no sólo para que no desaparezca, sino para que tenga más fuerza que nunca. Por eso hay que volver a la identidad de clases y del discurso ideológico.
El laicismo es fundamental, la laicidad es el resultado, laicismo es el movimiento. Laicidad es un resultado que ya nadie discute porque es implícita a toda Constitución. Pero es fundamental porque es el movimiento histórico que ha ido secularizando la sociedad para que tengamos leyes como las que tenemos: la del matrimonio igualitario, de identidad de género, la de educación sexual y reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo, la de investigación con células madre, la de reproducción asistida, la del divorcio, la de la adopción; y otras tantas más que son fruto de la laicidad y del republicanismo cívico implícito del Partido Socialista. Eso hay que explicitarlo porque si no lo olvidamos, nos desorientamos.
El problema que tiene ahora la izquierda en general y la socialista en particular es un problema de desorientación, de falta de identidad y hay que recordar que esos son sus frutos. Por eso no les gusta a los de siempre el laicismo, no les queda más que admitir la laicidad pero sin laicismo no avanzamos, y sin laicidad no hay futuro en paz en una sociedad plural y diversa.
Por si esto fuera poco, además el laicismo es el mejor antídoto contra el fundamentalismo político, el integrismo religioso y el nacionalismo excluyente.
P. Te parecerá bien que Felipe VI haya accedido a su reinado sin misa.
R. Claro, me parece bien. Cuando digo que han contaminado las ideas quiero decir que ha sido una labor perfectamente orquestada. La derecha, el poder, la derecha política, mediática, religiosa, empresarial, tiene una estrategia y ha ido cargando todo de negatividad. El laicismo es anticlericalismo, federalismo es independentismo, república es caos. Ahora se ha hablado mucho de la república, que no es sólo una forma de Estado, es un movimiento social, es una transmisión de valores.
La virtud republicana se basaba en el reconocimiento de la igualdad y hay formas de Estado donde ya no hay igualdad de origen, de nacimiento, de sexo; aunque luego el parlamento, al ser monarquías parlamentarias, lo vaya corrigiendo pero la esencia republicana es la esencia de la democracia. Se han dicho muchas cosas, incluso desde sectores progresistas, que si cuesta más que si cuesta menos, que si pudiera haber presidentes de la república conservadores o de derechas… Vamos a ver, primero habría que pensar. Soy partidario de un referéndum pero habría que pensar también qué tipo de república queremos, no es lo mismo la de Francia que la de Alemania.
La falta de referentes en Europa y en España es fundamental, la izquierda tiene que construirse de abajo arriba, lo fácil es ser derechas, y la izquierda tiene que instruirse continuamente, para eso nacieron las casas del pueblo pero también la enseñanza pública, un objetivo también fundamental. ¿Qué queremos que piensen nuestros hijos si no tienen una enseñanza pública de excelencia? Ya no digamos si el abuelo no está y no cuenta historias, los padres no tienen tiempo para transmitir valores y van a colegios concertados de una determinada ideología.
Encima ha desaparecido Educación para la Ciudadanía, vital para entender lo que es la democracia, la diversidad, los valores, hay que volver a los valores. Yo soy ateo pero creo en la libertad, en la igualdad, en la generosidad y para que nadie piense que las personas que no tenemos valores religiosos somos seres vacíos y hemos caído en el nihilismo y en la vacuidad, tengo que recordar que tenemos ética, moral y espiritualidad.
Yo tengo una espiritualidad laica, siento luego existo, sentir es fundamental. Me gusta insistir mucho en lo del socialismo afectivo. Creo que ahora más que nunca el socialismo es efectivo en la medida en que es afectivo, somos una familia, somos seres gregarios pero en todo caso, insistiendo en ello, tengo una espiritualidad, trasciendo, me emociono. Dicho de otra forma, unos trascienden con los profetas y otros trascendemos con los poetas. Yo lloro, yo me emociono y esa es una batalla que también se ha ganado desde el poder, desde la llamada de atención que nos han hecho. Somos un partido de Gobierno, lo hemos sido durante mucho tiempo y hemos hecho muchas cosas bien, otras menos bien y algunas mal pero somos un partido de gobierno, no de poder, eso es lo que nos están diciendo.
P. Sigues siendo un volcán.
R. No lo sé, soy así y así seguiré, como dice la canción. El sábado 5 de junio seguiré yendo en la pancarta de cabecera del Día del Orgullo y volveré a cantar esa canción: Yo soy así, así seguiré, nunca cambiaré, a quién le importa.
P. ¿Qué has aprendido durante tu enfermedad?
R. Que quien siembra, recoge. Más aún que el cariño de los que me rodean, de Jesús, mi marido, de mi familia o de mis amigos, me ha sorprendido el cariño anónimo, el de cualquier persona que de repente se acerca y me abraza cuando salgo a la calle, a veces el abrazo es tan afectivo que me hace llorar. Gente completamente anónima. Jesús se pone muy nervioso porque vienen y nunca sabes a qué vienen, creo que para llevar bien esto no hay que tener miedo, lo que he tratado es de vencer el miedo. No es fácil, el miedo se vence con tranquilidad, estando tranquilo con uno mismo.
Los valores son importantes, cuando te dicen que tienes cáncer miras inmediatamente para atrás. Siento cierta satisfacción al ver que hecho cosas, y estoy tranquilo, sin miedo, y sin miedo sientes que la vida está contigo, que la fuerza está contigo. No me gusta hablar de valentía porque es otra idea, no todo el mundo responde igual, no todos los días son iguales, hay días que no me puedo levantar, esto es durísimo, terrible pero no tengo miedo, que ya es.