«Un coño, su mero funcionamiento, hace que cuestiones como el falocentrismo se vengan abajo»

DIANA J. TORRES ESCRITORA, PERFORMER, FEMINISTA…

En “Pornoterrorismo”, Diana J. Torres hablaba sobre el crimen que se ha cometido durante siglos sobre el cuerpo humano y especialmente en su sexualidad. En “Coño potens”, la referencia es clara: la genitalidad femenina, un «manual sobre su poder, su próstata y sus fluidos».

diana torres

Las mujeres eyaculamos. Sí. Las mujeres tenemos próstata. Sí. Y lo hacemos a través de los fluidos producidos por las glándulas de Skene, equivalentes a la próstata masculina, y que se sitúan en la pared anterior de la vagina. El líquido puede ser expulsado hacia el exterior o hacia el interior. Que nadie piense que orina cada vez que tiene un orgasmo; no micciona, eyacula. O que reflexione si siente ganas de ir al baño justo después de haber mantenido relaciones sexuales. ¿Ocurre?

Diana J. Torres presenta en “Coño potens” un análisis sobre las funciones genitales (no solamente reproductivas), sexuales y placenteras de la mujer donde, además de echar por tierra algunas filosofías ligadas exclusivamente a la masculinidad (la eyaculación puede ser un ejemplo), elabora una crítica feminista contra el actual sistema patriarcal que ha «educado» a las mujeres a controlar su sexualidad y encasillarse en ciertos roles que salvaguardan la supremacía falocéntrica.

La exploración del cuerpo femenino o la propia conciencia sobre los órganos de cada uno son algunas de las claves que esta escritora, performer, activista y feminista madrileña plantea en su nuevo libro editado por Txalaparta. Un disparo contra la «capa protectora» que invisibiliza a la mujer, a su lucha y a su verdadero ser.

Mujeres eyaculando y con próstata. Para muchas, o para la mayoría –me incluyo en la lista–, esto podría sonar a chiste, broma o a una especie de locura. Pero no es así. Las mujeres podemos eyacular y también tenemos próstata.

En general, en las sociedades en que vivimos, todo aquello que pone en riesgo al sistema, que lo desequilibra, suele sonar a cosa poco seria o demencial. Es una eficaz estrategia de manipulación a la que nos tienen sometidxs para que creamos solo y exclusivamente en «las verdades» que nos cuentan desde el sistema educativo, la ciencia y la cultura. Por supuesto que tenemos próstata y por supuesto que esta es funcional.

Lo decía también Sócrates al hablar del «semen femenino».

En la antigüedad muchos autores nombraron así al líquido eyaculado por las mujeres. No fue hasta el siglo XV, cuando se inventó el microscopio y se confirmó que nuestros fluidos no intervenían en la reproducción, que nuestra eyaculación, nuestro «semen», fue completamente descartado de los textos.

Le planteo una pregunta que usted misma lanza en el libro: ¿Dónde queda en la cama el testimonio de nuestro placer?

Pues creo que también es cultural esa idea de que las mujeres no marcamos el territorio, del mismo modo que lo es la idea de que los hombres tengan que hacerlo para reafirmar su masculinidad (en realidad esto no responde más que a cuestiones de inseguridades y de propiedad). Yo creo que el testimonio de nuestro placer es nuestra alegría, más que una cosa que queda pegada a las sábanas. El estar feliz con la propia vida sexual. Yo no creo que exista forma más efectiva de empoderamiento que la de estar contentxs con nuestro cuerpo y su sexualidad, desde mi punto de vista esto es esencial para cualquier lucha antisistema, antipatriarcal.

En ese territorio, en el de la ignorancia generalizada, entra en juego el sistema patriarcal. ¿Con qué objetivo no se llama próstata o eyaculación a los órganos o las acciones que ocurren en el cuerpo de la mujer?

Creo que se trata de una combinatoria de motivos, principalmente relacionados con dos cuestiones: la justificación de dos únicos géneros (hombre y mujer) mediante razonamientos biológicos y las ideas sobre la sexualidad de los coños generadas para domesticarnos. La base del patriarcado es la existencia de hombres y mujeres, dos géneros muy bien definidos gracias a la religión católica en la antigüedad y a una ciencia que se comporta más como una mística del binarismo de género que como algo preciso y objetivo en la actualidad. Se nos dice que hay rasgos fisiológicos característicos de cada género (uno de ellos ha sido la eyaculación y la próstata, en teoría exclusivas de los hombres) pero no hay nada más degenerado que la realidad anatómica de los cuerpos. No somos tan diferentes, hormonas para arriba, hormonas para abajo, somos más o menos lo mismo.

Por otro lado, durante siglos se ha tratado de hacer más dócil nuestra sexualidad, que por supuesto era algo aterrador para quienes trataban de indagar en sus «misterios». Un coño, su mero funcionamiento, hace que cuestiones como el falocentrismo se vengan abajo. La histeria fue una de esas formas de domesticarnos desde la ciencia: en una cultura en la que las relaciones sexuales se limitaban a la penetración pene-vagina y en la que la religión impedía a las mujeres (bajo amenazas infernales) explorarse ellas mismas, una gran mayoría de mujeres eran histéricas. Muy curioso que el tratamiento de esa «enfermedad» estuviera basado en la estimulación clitoriana. Siempre fue mejor afirmar que algunas mujeres estaban a enfermas que cuestionar cosas tan sacrosantas como que el pene (y el hombre con él) no es el centro del universo.

Plantea un binarismo del género: ¿Por qué llamar corazón, hígado o riñón a los órganos que compartimos hombres y mujeres, y no compartir nombres para referirnos a los órganos sexuales?

Porque nuestros órganos sexuales han sido la clave para asignar los géneros al nacer y con ellos nuestros roles en las sociedades patriarcales. Es lo primero que una madre quiere saber cuando está embarazada, ¿no? Antes de si el bebé está sano quiere saber si es «niño» o «niña» porque eso es lo que constantemente la sociedad querrá saber y le preguntará. Es lo primero que nos hacen al nacer: abrirnos las piernas, ver qué tenemos ahí, comprobar que todo está dentro de los parámetros de la «normalidad», si encaja en esos parámetros es una niña (te ofrecerán ponerle pendientes, ropita rosa) o un niño (ahí irá su ropita azul), y si no encaja pues se realizarán intervenciones quirúrgicas variadas para ajustar su cuerpo (recomiendo echar un vistazo al drama de las personas intersexuales) a la rigidez binarista. Porque nada es más peligroso en un sistema basado en el poder de un género sobre otro que existan seres que no puedan «jugar» en sus dinámicas.

Asegura, además, que los órganos sexuales de hombres y mujeres no son tan diferentes; es más, que se asemejan bastante.

Sí, eso es. Sus dimensiones y posiciones cambian por cuestiones puramente hormonales. Hasta nuestros hipotéticos cromosomas de género dependen de las hormonas de la madre durante la gestación.

Un término que me llamó mucho la atención. «Mutilación genital primermundista». Aquí, en países occidentales y desarrollados, con profesionales de tez blanca, también se dan estos casos.

Por supuesto que se dan. La bomba atómica no fue inventada en medio de la sabana africana, la inventaron también unos señores de bata blanca. Digo esto básicamente porque desde la idea supremacista occidental somos muy propensxs a juzgar como «salvajes» las prácticas de otras culturas, y mientras estemos haciendo eso (básicamente ver la paja en el ojo ajeno) no seremos capaces de darnos cuenta de la cantidad de atrocidades que se cometen en nuestras ordenadas, limpias y evolucionadas sociedades de mierda, en nombre de la ciencia y el progreso. La medicina occidental tiene las manos manchadas de sangre: operaciones de desambiguación genital a bebés intersexuales, próstatas extirpadas en mujeres totalmente sanas alegando «incontinencia coital»…

El punto G, otro de los mitos sexuales que rondan en torno al cuerpo de una mujer. ¿Con qué objetivo se creó ese símbolo?

En realidad más que un símbolo es un eufemismo, es una forma de contar una verdad a medias con un nombre que se ajusta a las lógicas del mercado “femenino”. No es casual que algo así venga de Estados Unidos, son especialistas en este tipo de cosas: usar algo de modo comercial que también se comporta como dispositivo de control de la sexualidad.

Pone de relieve la importancia de «herir el corazón del sistema patriarcal» con venganzas gozosas o de someter a la sociedad a un proceso de exorcismo mental. ¿Cuáles son las soluciones que baraja para salir de este callejón?

Básicamente para herir ese corazón primero tenemos que entablar una batalla interna con nosotrxs mismxs para combatir lo que de ese sistema patriarcal habita en nosotrxs. Eso es quizás lo más complicado, renunciar a partes de nuestras identidades impuestas para poder dejar brotar algo más auténtico y por tanto más poderoso, más difícil de manipular.

También pone ejemplos prácticos e invita a las mujeres a autoexplorarse. ¿Conocemos lo suficiente nuestro cuerpo? ¿Nos da miedo conocernos demasiado?

No conocemos nuestro cuerpo porque desde siempre nos han enseñado que hay un grupo de personas (los médicos) que se dedican a eso, hemos delegado una responsabilidad importantísima en personas que no conocemos de nada y a las que damos nuestro voto de garantía solo porque nuestro sistema educativo y nuestra cultura nos ha dicho que así se ha de hacer. El desconocimiento del cuerpo, ese delegar responsabilidades, responde totalmente a las lógicas del capitalismo: una persona con una jornada laboral diaria de 8 o 10 horas sencillamente no tiene tiempo de preocuparse de esas cosas pero al mismo tiempo alguien tiene que mantenerla relativamente sana (aunque sea a base de fármacos que contaminan y fuerzan la máquina) pues ha de ser funcional. Más que miedo creo que nos da pereza. Nos han dicho que las cosas que han de interesarnos son otras.

Megarricos con orgullo LGTB

Es una noticia difícil de olvidar. Hace tres años, un magnate de Hong Kong ofreció 95 millones de euros al hombre que pudiera curar a su hija, Gigi Chao, enferma de lesbianismo. Ella, ignorando a su padre -enfermo él, a todas luces-, se había comprometido en Francia con su pareja de toda la vida. “Me casaré con un hombre cuando tú también lo hagas”, respondió al viejo, que presumía de haberse acostado con 10.000 mujeres.

Estados Unidos is different. El año pasado, Forbes incluyó un nuevo género en su tradicional clasificación mundial de adinerados: 1.473 hombres, 172 mujeres y Jennifer Pritzker, “la única milmillonaria transexual conocida”, como la definió la revista norteamericana.

Jennifer Pritzker, primera transexual incluida en la lista Forbes.

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/billonarios/2015/06/23/megarricos-con-orgullo-lgtb.html

Bautizada como James Pritzker (1950), en 2013 Jennifer Natalyahizo público lo que ya sabían los otros 10 milmillonarios de su familia. Prefería seguir viviendo como mujer que como hombre. Teniente coronel de la armada ya retirada, judía, divorciada y con tres hijos, debe su fortuna al conglomerado industrial Marmon Group (hoy, de Warren Buffett) y la cadena de hoteles Hyatt, creada por su abuelo Abram N. Pritzker. A riesgo de ser ejecutada, Jennifer ya no podrá alojarse en sus hoteles de Arabia Saudí, entre otros lugares.

Será que el dinero lo apaña casi todo y añade una pátina de normalidad a lo que de común se juzga diferente e insano y se persigue, pero nunca la igualdad legal había recorrido tanto trecho en Estados Unidos como estos últimos años. Hoy, el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en 32 estados y en tres jurisdicciones tribales.

Que décadas de lucha colectiva tienen el mérito en un 99,9% está fuera de duda. Pero, bien desde ese activismo social, bien aplicando la lógica del capital y las libertades individual y económica en un sentido radical y amplio, en ese empeño han puesto su granito de arena también algunos megarricos.

Más allá de los conocidos gays -todos varones- que pueblan la relación habitual de ricos, los David Geffen (productor de Nirvana y Bob Dylan y fundador de Dreamworks), el inversor anarcoliberal Peter Thiel (PayPal, Facebook), Tim Gill (Quark), Tim Cook (Apple), Stefano Gabbana yDomenico Dolce, el empresario textil Michael Kors, David Wenner(revista Rolling Stone) o Chris Huges (fundador de Facebook), es destacada la contribución a la causa LGTB de Jon Stryker.

En los años 40, su abuelo, el cirujano Homer Stryker, inventó una cama de uso hospitalario con múltiples funcionalidades. Hoy, Stryker Corporation (Kalamazoo, Michigan) es un gigante mundial del material médico.

En 2000, Jon, propietario del 30% de la empresa, salió del armario y, casi al tiempo, daba vida a la Arcus Foundation, que combina la defensa de derechos LGTB como uno más de los Derechos Humanos, con la protección de los grandes primates. Un subtipo de colobo incluso lleva su nombre. Su aportación dineraria a la causa arcoíris supera los 250 millones de dólares.

Financieros pro-gay

En un sistema acostumbrado a fagocitar comportamientos y sacarles el jugo, es curiosa la contribución del financiero Paul Singer, fundador del fondo buitre Elliott Management, que ha llevado el debate legal sobre el matrimonio homosexual a Wall Street y al corazón del Partido Republicano, la derecha radical yanki, donde sólo un 40% es partidario.

El financiero Paul Singer

El financiero Paul Singer

En la última cumbre de Davos, Singer consiguió que una veintena de grandes financieros y banqueros de Nueva York firmaran a favor. Lloyd Blankfein (Goldman Sachs), John Mack (Morgan Stanley) y Daniel S. Loeb (Third Point) fueron algunos de ellos. Singer no es gay, pero su hijo Andrew sí, como también lo son los hijos de otros popes de las finanzas, como Tom Steyer (Farallon Capital) o el propio Mack.

Ser rico y salir del armario es cualquier cosa menos complicado en Estados Unidos. No es así en China y en Rusia, los dos países que le siguen en número de multimillonarios. En un país donde la homofobia pone de acuerdo a la iglesia, a los nacionalistas, a los cabezas rapadas y a Vladimir Putin, ningún oligarca osaría dar el primer paso, y menos en el palco del Arsenal o del Chelsea.

Y en China, donde el colectivo LGTB cobra fuerza, también está por ver quién será el primer desarmariado. Hace dos meses, en la primera feria del trabajo LGTB celebrada en Shanghai, únicamente multinacionales occidentales ofrecían puestos de trabajo a un colectivo al que sólo Alibaba, de Jack Ma, ha mostrado gestos de apoyo.

Ser multimillonario y salir del armario debería ser también de todo menos complicado en España, más cuando se cumplen diez años desde que dos personas pueden casarse sin importar el género. Nadie lo ha hecho.

A nadie importan las preferencias sexuales de nadie, pero tampoco las afecciones políticas y, menos aún, las religiosas. Y, sin embargo, no faltan ni han faltado nunca las mantillas, capillas, hermandades, obras pías, panteones, donaciones y adhesiones públicas a la fe de los ricos españoles. Igual en la política.

Por eso y más, hay que reconocer que sería realmente ejemplar y metafísicamente alentador que, sin darle mayor importancia, un gran constructor, un contratista del Estado o el presidente de un club de fútbol, que la hija de un banquero o de un empresario de la industria textil, pregonara a los cuatro vientos su homosexualidad, bisexualidad o transgénero.

Negro, gay y rapero

Zebra Katz introduce ‘performances’ y discursos de género en sus composiciones

Zebra Katz, en una foto de promoción.

Zebra Katz, en una foto de promoción.

Responde bajo el álter ego de Zebra Katz, aunque su verdadero nombre es Ojay Morgan. Criado en las escuelas de arte de Florida y Nueva York, el carácter transgresor de este joven artista ha permitido que un sector del hip hop se renueve y transite terrenos como laperformance o las cuestiones de género. “Me gusta verme como una persona en constante cambio. Mi formación dentro del mundo del arte me ha ayudado a tratar la problemática del género y el lenguaje desde un punto de vista diferente”, comenta un corpulento chico negro de casi dos metros de estatura en el backstage del SonarDome. “No me interesan las lecturas literales de mis composiciones, busco los dobles sentidos y reapropiarme del significado de muchas de las palabras que son de uso común en la sociedad”.

Morgan se daría a conocer hace cuatro años, cuando el productor Diplo puso su mirada sobre una de sus obras más incontestables,Ima Read. “Esta canción la compuse hace ocho años. En ella pronunciaba repetidamente la palabra bitch (la traducción más cercana sería la de perra), mi objetivo era desvirtuar su significado original y llegar a hacerla mía. De esta manera podía transformarla con mi voz y buscar nuevos matices”, explica el rapero. Este juego de dobles sentidos va estrechamente ligado a su figura. “El nombre Zebra Katz lo tomé porque buscaba potenciar la sensación de extrañamiento. Las cebras son animales que aunque parezcan idénticos son diferentes, además las rayas les sirven para camuflarse y no ser vistas”.

Las primeras obras de Zebra Katz impactaban además de por su torrente lírico, lascivo e inquietante, por un uso muy despojado de la música, bases cortantes y secas que dejaban ver un esqueleto oscuro y claustrofóbico. “Mis influencias son muy dispares. Mis padres son de origen jamaicano, por lo que los ritmos tropicales estaban presentes en el hogar donde crecí. Otro de mis referentes claros es el Miami Bass y la música de 2 Live Crew”, aclara el músico sobre su filiación por los bajos gordos.

“El nombre, Zebra Katz, surge de mi proyecto de tesis, una obra deperformance donde di vida a diferentes personajes”, confiesa. “La pieza se llamaba Moor Contradictions y en ella ofrecía distintas versiones alrededor del término moro, tan estudiado en la literatura de Shakespeare”. La obra del escritor inglés se mezcla con gran acomodo junto a otro tipo de referencias, como la eclosión del movimiento ballroom en el Nueva York de finales de los ochenta. “El descubrimiento de la película Paris is burning ha sido muy importante en mi obra. Me siento en esa tradición de artistas que experimentaban en torno al cuerpo y la cultura drag”, revela Morgan sobre la influencia del documental dirigido por Jennie Livingston. En esta cinta se narraba la aparición de los primeros clubes neoyorquinos que acogieron fiestas de travestis. En ella también se observa la fuerte relación de comunidad que había entre todos sus implicados.

Los directos de Zebra Katz apuestan por lo imprevisible. “En cada concierto intento cambiar cosas y aprender de lo que hice en el previo. Tienen un alto componente lúdico, no se parecen demasiado a mis discos”. Morgan matiza al final de la conversación que la etiqueta queer rap no le beneficia demasiado. Interpreta que la definición que acoge el término es restrictiva y pobre. “No me gusta alardear de mi condición de homosexual. Tengo otras muchas facetas por las que destacar. Mi música va mucho más allá de la reivindicación de género. Es evidente que existe, pero de esta manera hay capas e interpretaciones que se pierden”.

Cuando el VIH se resiste

Activistas contra el sida indonesios en Yakarta, el pasado día mundial contra la enfermedad

Activistas contra el sida indonesios en Yakarta, el pasado día mundial contra la enfermedad. / FULLY HANDOKO (EFE)

La generalización de los tratamientos antirretrovirales contra el VIH en África tiene dos caras. Sin duda —y sobre todo—, hay una positiva: cada vez más personas pueden sobrevivir sin desarrollar el sida, las tasas de mortalidad caen y, como en los países desarrollados, la enfermedad pasa de ser letal a crónica. La otra, la negativa, es que el virus puede generar resistencias que convierten en insuficientes a los fármacos más convencionales o de primera línea. Son entonces necesarias alternativas menos accesibles, que están a la orden del día en las zonas ricas del mundo, pero no son tan fáciles de conseguir en las pobres.

El avance de estas resistencias se ha constatado en varias investigaciones que indican que la prevalencia de contagio de VIH resistente a los fármacos se ha incrementado recientemente hasta un 5% en Sudáfrica, Kenia y Zambia, y ha alcanzado el 15% en Uganda. Un nuevo estudio que se publica hoy en la revista Journal of Antimicrobial Chemotherapy, abunda en señalar la propagación del virus con estas características. Asegura que, en Mozambique, uno de los países con mayor prevalencia del VIH, los antirretrovirales han fracasado en una cuarta parte de los pacientes. La gran mayoría de ellos (el 89%) ha desarrollado resistencia a los fármacos habituales y necesitan los tratamientos denominados de segunda línea. “Es una foto que refleja bien lo que está sucediendo en muchos países del África subsahariana”, explica la investigadora principal, María Rupérez, de ISGlobal, que ha desarrollado el estudio en colaboración con el Institut de Recerca de Sida IrsiCaixa y elCentro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM).

La resistencia del virus puede venir dada por un cumplimiento irregular del tratamiento, que en lugar de contenerlo lo hace más fuerte o, directamente, porque la persona contagiada se infecta con el virus ya resistente. El paciente puede estar bajo medicación sin ser consciente (ni él ni los médicos) de que su carga viral va en aumento, con lo que su salud está en peligro y el riesgo de contagio aumenta.

Los tratamientos de segunda línea, sin embargo, tienen dos trabas fundamentales en los países en desarrollo: una es el precio y la accesibilidad de estos fármacos; otra que es la dificultad en la detección de las resistencias. Como explica Rupérez, en occidente se realizan análisis periódicos de sangre para comprobar que la carga viral de los afectados se mantiene contenida, pero estos seguimientos son difíciles en zonas pobres, pese a que están previstos en las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Si crece la presencia de virus es signo de que el tratamiento no está funcionando y hay que cambiarlo. Para detectarlo, son necesarios análisis de sangre que requieren una infraestructura con la que quizás solo cuentan en unos pocos centros de países como Mozambique, pero que no está presente en las zonas rurales. Hasta ahora se usan criterios clínicos basados en el recuento de las células T CD4 (las diana del VIH). Esta técnica deja sin detectar el 75% de los casos de fracaso y da falsos positivos, con lo que no es efectiva”, asegura la investigadora.

Se están desarrollando test rápidos asequibles que se pueden usar sobre el terreno y proporcionan resultados rápidos. Esto es crucial, puesto que con otras fórmulas el diagnóstico se demora semanas, lo que puede provocar que el paciente no llegue a tratarse de forma adecuada: las dificultades para acceder a los centros de salud en las zonas rurales puede causar que nunca vuelva a recogerlo. Esta circunstancia es frecuente en África, donde se registran el 70% de los casos de VIH/sida. Esta alternativa más económica y barata la está probando, por ejemplo, Médicos sin Fronteras, pero todavía se encuentra fuera del alcance de la mayoría de quienes lo necesitan.

No se usa por ejemplo en Manhiça, una zona rural al norte de la capital mozambiqueña donde el 40% de la población está infectada. Es uno de los lugares con mayor incidencia del VIH en el mundo, y fue donde se realizó el estudio que ahora sale a la luz bajo el título Determinants of virological failure and antiretroviral drug resistance in Mozambique. Allí los antirretrovirales son gratuitos desde 2004. Su generalización consiguió lo que era un drama hasta hace no muchos años, una enfermedad que convirtió en habitual la pérdida de familiares y seres queridos por culpa del sida. Hoy esto se está evitando, pero ahora tienen el reto de detectar el fracaso terapéutico y tratar a ese 25% de la población en las que estos fármacos, por distintas razones, han fracasado.

¿Y si el tratamiento antiretroviral empieza a fallar?

Un investigador en el Centro de Investigación en Salud de Manhiça

Un investigador en el Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM). / ALFREDO CÁLIZ

Son las 6.30 de la mañana y la sala de espera de la farmacia del Centro de Salud de Manhiça (Mozambique) está ya abarrotada. Frente a la ventanilla de dispensación de medicamentos se forman colas. Algunos han hecho el camino de noche y otros han recorrido muchos kilómetros para llegar hasta aquí los primeros. Hay niños que han venido solos y mujeres que han llegado andando por la carretera con uno o varios bebés sobre sus espaldas. Va despacio. Sólo hay un técnico de farmacia para atenderles a todos. Alguno se va con las manos vacías. El medicamento a por el que venían no está disponible esta semana. Sin mucha explicación, tendrán que volver la semana que viene a esa misma cola, a ver si hay suerte.

Esta imagen se repite a diario en muchos hospitales de África subsahariana. La mayoría de las personas que esperan en esas colas interminables vienen a buscar la medicación para el VIH. Mensualemente recogen el bote con los comprimidos que han de tomar diariamente hasta el mes siguiente. Son los fármacos que mantendrán a raya al virus, que impedirán que la enfermedad progrese y que enfermen como tantos familiares, vecinos y amigos. Y es que aquí todo el mundo ha visto morir a alguien cercano de sida. En una de las zonas con más prevalencia del mundo (hasta un 40% de la población convive con el VIH en Manhiça) las familias y las comunidades se han visto diezmadas por la epidemia. El panorama de hace unos años era desolador. Un diagnóstico de VIH era una sentencia de muerte. Hoy, el tratamiento con antirretrovirales ofrece un futuro más esperanzador. El mensaje ha calado en la población y de ahí las colas.

En un pabellón opuesto a la farmacia se encuentra la maternidad. Allí está ingresada Aurelia, diagnosticada de VIH hace cuatro años. Toma sus comprimidos a diario y asiste a los controles regularmente pero, últimamente, no sale del hospital. Lleva tres ingresos en un mes y está muy débil. Aurelia está embarazada de 12 semanas. El virus le va ganando terreno y se multiplica a pesar del tratamiento. La enfermedad progresa, su embarazo corre peligro y las probabilidades de transmitir el VIH a su bebé aumentan. El virus se ha hecho resistente al tratamiento. Deberían habérselo cambiado hace tiempo. Sin embargo los fármacos alternativos, o de segunda línea, son caros y no siempre están disponibles en la mayoría de centros de salud del país.

El problema de las resistencias a los fármacos antirretrovirales se extiende por toda África. Es la otra cara del éxito de su distribución masiva en el continente en las últimas décadas.Según las últimas cifras de ONUSIDA cerca de nueve millones de personas recibieron tratamiento antirretroviral en los países en vías de desarrollo durante 2013, es decir, diez veces más que en 2003. Esto ha permitido salvar muchas vidas. Sin embargo, problemas en la distribución y abastecimiento en estos países complican el acceso a unos medicamentos en los que el riguroso cumplimiento de la pauta es fundamental. Los virus resistentes aprovechan estas irregularidades para hacerse fuertes, replicarse y extenderse entre la población. Si llegan a extenderse lo suficiente, todo lo que se ha ganado en estos años de lucha contra el VIH/sida en África, donde viven el 70% de las personas afectadas, podría verse amenazado.

Si medimos, de forma periódica, los niveles de virus en pacientes en terapia antirretroviral podemos saber si el tratamiento está siendo efectivo. Este seguimiento, que se realiza de forma rutinaria en países en desarrollo, todavía está fuera del alcance de muchos pacientes con VIH de países con pocos recursos. Debemos hacer llegar a estos países tests rápidos, simplificados y asequibles que permitan detectar si el tratamiento antirretroviral consigue evitar que el virus se replique y destruya las defensas. Esto permitiría cambiar el tratamiento, si es necesario, tan pronto como deje de funcionar, antes de que el VIH se vuelva resistente a todos los fármacos. Para aquellos que ya tienen un virus resistente, un 25% de los que toman tratamiento en Manhiça, es urgente hacerles llegar nuevos medicamentos.

Por eso, si lo hacemos bien, si tomamos las decisiones correctas a tiempo, podemos evitar que el VIH se vuelva resistente a los fármacos, que las madres transmitan la infección a sus hijos, y que la enfermedad progrese en las personas infectadas. Debemos hacer que personas como Aurelia reciban el mejor tratamiento y seguimiento posibles. Para ello debemos invertir en investigación y en políticas de salud pública que puedan cambiar el futuro de estas personas y por qué no, erradicar esta enfermedad.

María Rupérez y Denise Naniche son investigadoras del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Roger Paredes es responsable del grupo de Genómica Microbiana del Institut de Recerca de la Sida IrsiCaixa. Los tres son autores del estudio Determinants of virological failure and antiretroviral drug resistance in Mozambique.

Ser lesbiana no es una elección

Cara Delevingne con su novia, Annie Clark

Cara Delevingne con su novia, Annie Clark. Foto: Gtresonline

Cómo piensa una lesbiana, cómo coquetea, de qué manera goza o quién lleva la batuta en la relación. Son las cuestiones más inquietantes cuando una mujer confiesa que ama a otra mujer. Puro curioseo, al fin y al cabo. Para el colectivo de homosexuales resulta aún más exasperante la carga de sospecha que se levanta si quien se declara lesbiana es famosa, hermosa y triunfadora: ¿Otra mujer despechada? ¿Necesidad de promoción? ¿Ganas de jugar con la ambigüedad? ¿Postureo?

Son estos los recelos que han despertado, entre otras muchas, la actriz Tatum ONeal, la modelo Cara Delevingne, la actriz Kristen Stewart o la ex miss Patricia Yurene. Ellas podrían ser la versión femenina, que llega con retraso, de ese universo de homosexuales exitosos, cultos, sensibles, con estilo y un gusto exquisito que crearon hace un par de décadas los gays, mientras la mujer lesbianasoportaba los estereotipos de fealdad y frustración.

Kristen Stewart y su pareja y asistente, Alicia Cargile, cuyo noviazgo ha sido confirmado por la madre de la actriz

Kristen Stewart y su pareja y asistente, Alicia Cargile, cuyo noviazgo ha sido confirmado por la madre de la actriz. Gtresonline.

Pero todas las investigaciones señalan que ser lesbiana no es un capricho de niña bien, ni el último recurso para la mujer poco agraciada. El neurólogo holandés Dick Swaab, que ha estudiado el cerebro durante años, lo tiene claro: “La idea de que somos libres para escoger nuestra orientación sexual y que, por consiguiente, la homosexualidad sería una elección equivocada, es errónea y sigue causando mucho sufrimiento. También es desacertado pensar que el ambiente social pueda dirigir nuestra orientación sexual. De hecho, esta creencia ha provocado persecuciones masivas a lo largo de la historia”.

Boti García Rodrigo, veterana activista del colectivo FELGTB, aplaude que mujeres conocidas den el paso de visibilizar su realidad afectiva y sexual, pero se lamenta de que aún necesitemos referentes en lugar de entender que la diversidad sexual es un hecho absolutamente cotidiano. Igual que Swaab, no entiende de poses o modas: “La orientación, como la identidad sexual de una persona, no es un asunto de voluntariedad. La diversidad sexual es amplia y querer encajar la realidad de todas las personas en una única posibilidad sí que es frustrante y produce enorme sufrimiento a las personas de nuestro colectivo”.

Sin embargo, el ‘armario’ homosexual que hospedaba hasta ahora a las lesbianas ha gozado de ciertos privilegios. El psicólogo Juan Macías, especializado en terapia de parejas homosexuales, nos aclara por qué: “La sexualidad femenina ha permanecido invisible, pero esta invisibilidad facilitaba la intimidad entre mujeres. No porque fuese aceptada por los hombres, sino por ser ninguneada. Afortunadamente, tenemos cada vez más referentes visibles y públicos y debemos recibirlos positivamente, teniendo en cuenta que, si bien los referentes con belleza y glamour son buenos, también lo son quienes no cumplen con esa belleza normativa. Aunque la atracción erótica por la mujer de Tatum ONeal tuviera algo de postureo, hacía ya falta visibilidad y la creación de un discurso social normalizado sobre la homosexualidad femenina”.

Tatum O'Neal (51 años) ha confesado hace poco que sus últimas relaciones han sido con mujeres.

Tatum O’Neal (51 años) ha confesado hace poco que sus últimas relaciones han sido con mujeres. Foto: Gtresonline

Para entender definitivamente este discurso, Macías invita a discernir la verdad del absurdo en muchas de las creencias que tenemos en torno a la homosexualidad femenina:

  • ¿Cómo se puede ser lesbiana habiendo salido con hombres? Algunas mujeres han tenido parejas masculinas como parte de su proceso de toma de conciencia y de elaboración de su orientación sexual.
  • Las mujeres homosexuales han fracasado con los hombres o han tenido alguna experiencia traumática de abuso o de fracaso amoroso. Falso y absurdo.
  • Las lesbianas odian a los hombres. Falso.
  • Las mujeres homosexuales en pareja hacen de “hombre” o de “mujer”. Falso. Es la proyección de una vivencia del género y de la pareja inconcebible en una pareja del mismo sexo.
  • Las lesbianas son masculinas o quieren ser hombres. Falso y ridículo. La orientación sexual, la construcción del género y la identidad son cosas distintas.
  • La homosexualidad femenina es fruto de la confusión, algo temporal y no consistente. Falso
  • Tienen una sexualidad muy activa y rica en orgasmos. Cierto. El Instituto Kinsey comprobó que los orgasmos entre lesbianas son más intensos en cantidad y en calidad. En un estudio publicado en ‘The Journal of Sexual Medicine’, concluyó que el 74,7% logra el orgasmo en sus relaciones, frente al 61,6% de las mujeres heterosexuales.
  • Son relaciones más creativas y dinámicas. Mayor complicidad y erotismo derivado precisamente de ese espacio privado e íntimo en el que se ven obligadas a vivir su sexualidad lesbiana. Verdadero.
  • Conocen mejor los mecanismos del placer femenino y el camino para llegar al clímax. Verdadero y admirable.

ENTREVISTAS Diana J. Torres

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“La principal mierda a combatir es todo el veneno que nos han metido dentro desde que nacemos, es decir, el enemigo de nuestra sexualidad, de la fluidez de nuestros géneros, de nuestros cuerpos, está ahí cada mañana al otro lado del espejo. El sistema es tan perverso que ha convertido a cada persona en un policía de sí misma”

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Foto de MarziaX

Diana J. Torres nació en 1981 en Madrid, en el seno de una amorosa y antiautoritaria familia de clase obrera con fuertes intereses artísticos. De este modo tuvo el privilegio de crecer en un entorno donde la imaginación, la expresión y la libertad eran los únicos caminos a seguir. Así, cuando entró en contacto con el llamado mundo real, se le hizo un terrible lugar donde habitar.

Frustrada y decepcionada, devino feminista y luchadora y empezó a mostrar su descontento mediante los recitales de poesía en antros, antes de embarcarse en la performance radical, el trabajo literario, la acción directa y la organización de eventos.

Como parte de su activismo feminista, Diana ha dado más de 100 talleres de eyaculación femenina que la han llevado por diversos lugares de Europa y México.

En 2011, Txalaparta publicó su primer libro, Pornoterrorismo, que, posteriormente, fue editado en México por SurPlus (2013) y traducido al francés (Gatuzain, 2013) y al italiano (Malatempora, 2014). Acaba de publicar Coño Potents. En él aborda el tema de la eyaculación femenina con una forma didáctica no exenta de sentido del humor y bastante mala leche, desde una visión feminista y combativa, a partir de cuestiones biográficas y un largo proceso de investigación. El texto va acompañado por las ilustraciones de la artista italiana magnafranse.

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Te defines feminista, ¿qué es para ti el feminismo?

Diana J. Torres

Sí, soy feminista. Para mí el feminismo es la mejor forma de lucha contra la opresión del patriarcado y el capitalismo y también por la consecución de la libertad.

Durante un tiempo te expresaste a través de la poesía y luego pasaste a la performance radical. ¿Qué es exactamente el Pornoterrorismo?

Es una herramienta y un arma. A mí me ha servido para construir una forma de expresar la rabia hacia una sociedad que nos ha robado el cuerpo, el género y la sexualidad, y para combatir toda la mierda que nos rodea desde un punto de vista feminista pro-sex y anarquista.

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¿Y cuál es esa mierda que hay que combatir?

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Foto de Marc García

Diana J. Torres

Con mierda me refiero específicamente a los siglos de manipulación a la que nos han sometido, desde una iglesia católica que repitió hasta la saciedad que el sexo sólo tiene fines reproductivos, haciendo especial hincapié en que las mujeres han de ser secas y “decentes”, esto es, demonizando nuestro deseo. Desde un sistema político explotador que se basa en arrebatarnos la propiedad de nuestro cuerpo para ponerlo al servicio del capital. Desde una ciencia que ha sido instrumentalizada para hacernos creer que los cuerpos diagnosticados como hombres son efectivamente muy diferentes de los diagnosticados mujer, patologizando todo aquello que pusiera en duda el binarismo de género, declarando enfermo el orgasmo femenino que durante mucho tiempo fue llamado “histeria”, realizando intervenciones quirúrgicas a los bebés intersexuales porque sus genitalidades se escapaban de los baremos estrictos de la normalidad. Y podría estar dando ejemplos de mierda que cargamos en nuestros cuerpos, género y sexualidades por horas.

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¿Cómo combatir contra ello?

Diana J. Torres

Se combate llevando la contraria, muy simple: visibilizando que hay formas muy diversas de desear y de sentir, que hay identidades periféricas que con su sola existencia molestan profundamente al sistema.

Creo que la principal mierda a combatir es todo el veneno que nos han metido dentro desde que nacemos, es decir, el enemigo de nuestra sexualidad, de la fluidez de nuestros géneros, de nuestros cuerpos, está ahí cada mañana al otro lado del espejo. El sistema es tan perverso que ha convertido a cada persona en un policía de sí misma.

Un método bueno de combatir todo eso es, por ejemplo, cuestionarnos lo que somos y cómo nos relacionamos en el mundo, qué parte de ello hemos elegido y qué parte es evidentemente una imposición.

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Foto de David Rodriguez

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¿En qué consisten tus performance? ¿Qué pretendes con ellas?

Diana J. Torres

Las performances consisten en mi cuerpo en el escenario tratando, mediante imágenes, música, poesía, acciones e interacciones, de poner a la gente asistente en un buen estado de ánimo para recibir informaciones que conciernen a sus cuerpos, sexualidades y géneros.

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Trabajaste en la prostitución. ¿Cuál es tu postura ante ella?

Diana J. Torres

No se podría decir que trabajé. Más bien intenté montar un negocio de prostitución de mujeres para mujeres, sin ningún éxito. Al punto “Perrxs Horizontales” (este proyecto) era más una cuestión de experimentación política que otra cosa. Sobre la prostitución creo que es la profesión peor tratada del mundo. Por supuesto la sexofobia y la hipocresía imperantes tienen toda la responsabilidad en esto.

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¿ Por qué crees que no prosperó?

Diana J. Torres

Porque a las mujeres se nos enseña desde chiquitas que sexo y amor son una misma cosa y que las mujeres no han de estar interesadas sólo en cuestiones sexuales sino tomar la sexualidad como un complemento de estar en familia, de ser madres, etc. Toda esa caca es muy dañina para las mujeres, hacernos creer que nosotras, por naturaleza, no estamos interesadas en el sexo y las que lo están no son “buenas mujeres”.

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«La profesión peor tratada del mundo. Estoy totalmente de acuerdo. ¿Qué crees que debería hacerse al respecto para que deje de serlo?

Diana J. Torres

Uff, es algo muy complejo. La sexofobia y la visión estigmatizadora que la sociedad tiene de la mujer sexual deberían terminarse, pero no sólo eso, sino que en un sistema capitalista, todas las profesiones están sujetas a formas de esclavitud, y aunque no existiera el estigma de la puta y aunque no hubiera sexofobia, si continua existiendo el capitalismo no sólo la prostitución sino el resto de las profesiones seguirán siendo una cagada.

Lo que es más realista y sí se ha empezado a hacer aunque de forma muy marginal, es que el feminismo apoyara a las trabajadoras sexuales en lugar de victimizarlas. En este momento la postura del feminismo más rancio e institucional es abolicionista y victimizante, pero considerar a todas las putas víctimas del patriarcado (¿acaso alguien no lo es?) no es precisamente hacerles ningún favor.

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Foto de David Rodriguez

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¿Cuándo surgió tu interés por la eyaculación femenina?

Diana J. Torres

Desde el momento en que comencé a eyacular sin saber muy bien de qué se trataba, pensando que era pis. Luego después de varios hechos que eran totalmente contradictorios con su origen urinario empecé a buscar una respuesta alternativa a la de las meadas.

Y te encontraste con la realidad: «descubrí que la Ginecología divide nuestros cuerpos en dos de una manera bastante esencialista: lo que sirve para la reproducción de la especie y lo que no. Todo lo que no es ovario es prescindible y “accesorio”. O en otras palabras: todo lo relacionado con el placer no interesa».

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¿Por qué?

Diana J. Torres

Una persona que busca el placer no es un elemento funcional de la cadena de montaje en la que vivimos. Nuestro cuerpo y nuestro deseo es lo primero que las sociedades totalitarias quisieron controlar porque una persona que es dueña de sus carnes y placeres no puede acatar órdenes que contradigan sus propios principios y éticas. Robarnos eso fue lo primero, convencernos de que Dios quería cosas de nosotr@s que nuestro cuerpo contradecía, fue la forma de legitimarlo. Esto es mucho más complejo, pero más o menos diría que el placer, sobre todo el de las mujeres, es algo profundamente subversivo y peligroso.

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¿En qué consisten tus Talleres?

Diana J. Torres

En ellos básicamente hablo y muestro diapositivas. Luego la gente comenta cosas, pregunta, responde.

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¿Cuáles son las dudas, tabúes, preguntas que más se repiten en ellos?

Diana J. Torres

Que si se trata de pis, que si todos los coños pueden eyacular, que si se trata de algo malo para la salud o normal, hay un montón de dudas que surgen en los talleres porque generalmente se está dando en ellos una información que no se ha podido encontrar antes en otro sitio, o por lo menos no en un modo abierto, no patologizante y libre de prejuicios.

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Acabas de publicar Coño Potents.«Un pseudo-manual que pretende desvelar uno de los aspectos más controvertidos de la sexualidad de los coños: su eyaculación. Y al mismo tiempo hacer un alegato por el reconocimiento del órgano que la produce: la próstata».
La próstata femenina, esa gran ninguneada por los médicos.

Diana J. Torres

Pues sí, pero siempre digo que la ciencia en realidad no es responsable de nada, el patriarcado simplemente la ha instrumentalizado para poder, por ejemplo, seguir manteniendo la idea de que sólo existen dos géneros (hombre y mujer) bajo premisas biológicas. Las personas que ejercen la medicina provienen de una academia que no es objetiva, que manipula la información a base de ideología. Por suerte hay muchas de estas personas que son críticas con la profesión y la academia, que contemplan una disidencia.

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¿Los médicos operan clítoris y extirpan glándulas de Skene porque no saben o precisamente porque sí?

Diana J. Torres

Lo de las operaciones de clítoris no sé a qué te refieres. Sobre la extirpación de nuestras próstatas, creo que lo hacen pensando que se trata de un órgano residual y sin funciones pues eso es lo que han aprendido en las facultades de medicina.

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Me refiero a las operaciones de clítoris grandes que se practicaron durante mucho tiempo, en Europa porque resultaban “antiestéticos” causando un insoportable dolor permanente a miles de mujeres que se sometieron a esta operación. Ahora, otras se operan los labios vaginales para que parezcan los de una adolescente. ¿En qué momento nos convencieron de que nuestro coño no es bonito?

Diana J. Torres

No lo sé, supongo que la falocracia instaurada por el patriarcado, en combinación con el miedo atroz que la iglesia católica metió a las personas sobre lo “maligno” de los coños junto a otros muchos factores relacionados con la estética como estrategia para desempoderar a las mujeres, hicieron que el coño en sí fuera algo que requería ser domesticado. En realidad esos ajustes para hacer el clítoris más corto o los labios menos largos responden claramente a la imposición del binarismo de género: cuanto más desvele un coño su parentesco con la genitalidad masculina, más patologizable, feo e incorrecto es.

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Foto de MarziaX

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Estamos más que acostumbrados a ver obras de arte en las que aparecen los genitales masculinos, pene y escroto, pero si se exhibe una vulva abierta, la sociedad aguanta la respiración y señala con el dedo horrorizada. ¿Qué tiene la vagina que les asusta tanto?

Diana J. Torres

En realidad en el mundo del arte hay muchísima más representación de desnudos femeninos que masculinos. Si la vagina asusta creo que lo hace a un nivel más subconsciente, la penetrabilidad siempre da miedo a quienes no son capaces de abrirse.

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Hay más desnudos, sí, pero no muestran la vulva abierta o la vagina. De hecho, muchas mujeres no se la han visto en la vida como si su simple visión fuera perturbadora. Lo primero que hace Betty Dodson en sus talleres de masturbación, es pedirles a las participantes que se lo miren en un espejo. «Tu coño es precioso, ¿a que sí?» les dice. El 99% no se lo había mirado jamás. ¿Qué hacer para vencer el miedo a nuestra propia sexualidad?

Diana J. Torres

Cambiar de prioridades vitales, dejar de desear ser correctas, no tener miedo al castigo social por hacer lo que nos salga del coño, buscar alianzas para poder sobrellevar ese castigo en buena compañía y, sobre todo, ser muy conscientes de que gran parte del daño ya está hecho y que cargamos con una herida grandísima encima que muy posiblemente no sanará jamás, no frustrarnos.

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En el famoso estudio de Shere Hite muchas mujeres afirmaron que durante años los hombres les habían dicho que no importaba tener un orgasmo sino disfrutar, pero que tras la revolución sexual, el movimiento feminista les obligaba a tener uno; y que ambas posturas les generaban frustración porque parecía que tenían que correrse por obligación y si no, eran menos mujeres. ¿No corremos el riesgo de que ahora tengamos que tener una eyaculación por narices?

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Foto de Carlos Darocas

Diana J. Torres

En realidad esa eyaculación creo que sucede siempre, el tema es la dirección del líquido eyaculado. En el caso de la gran mayoría de mujeres occidentales (también las de los lugares que fueron colonizados por Europa) lo que sucede es algo llamado eyaculación retrógrada: el líquido en lugar de ser expulsado hacia el exterior, se regresa al cuerpo y va a parar a la vejiga. Esas ganas de “mear” que tenemos todas después de follar o masturbarnos, generalmente no son más que nuestra eyaculación saliendo desde nuestra vejiga una vez terminada la acción.

Una cosa muy importante que quiero dejar clara es que no pretendo generar más frustraciones de las que ya tenemos de por sí con nuestro cuerpo y nuestra sexualidad. Al contrario que la gran mayoría de textos que hablan de punto G, yo no digo que eyacular hacia afuera implique un mayor placer. Nuestras próstatas son funcionales, generan serotonina cuando estamos calientes, y también generan un líquido que expulsarán en una dirección un otra. Pero el órgano más placentero de nuestros cuerpos a nivel sexual es el clítoris y eyacular o no hacerlo no influye en lo que el clítoris nos hace sentir.

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Te educaron de una manera abierta a la sexualidad.

Diana J. Torres

Sí. No me envenenaron con ninguna religión y cualquier pregunta relativa a mi cuerpo o mi sexualidad siempre obtuvo una respuesta veraz.

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La educación sexual por parte de los padres, inexistente en la actualidad aunque en el pasado y, sobre todo, en otras culturas no lo fuera. Como en China, que las madres daban a sus hijas un cojín para que se masturbaran de un modo natural o, como cuentas en tus talleres, Uganda/Rwanda en donde las madres Batoro enseñan a sus hijas cómo eyacular. ¿Cómo crees que deberíamos educar y re-educarnos?

Diana J. Torres

No creo en el concepto de “educación”. Creo en compartir el conocimiento sin jerarquías, dejándolo fluir de forma bidireccional, porque todo el mundo tiene algo que enseñar y algo que aprender, el concepto de educación genera baremos en los que una persona lo sabe todo y la otra carece de todo conocimiento, entre educar y condicionar hay un paso. Con las personas pequeñas que nos rodean creo que deberíamos escuchar y callar más, no imponer, tienen mucho que enseñarnos sobre libertad sexual, corporal y de género.

Brenda B. Lennox

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Foto de Chiara Schiavon

Zerolo y Maroto. Armarios, luchas y privilegios

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Los parlamentarios del PP Javier Maroto (i), e Iñaki Oyarzábal, el 28 de mayo en el Parlamento vasco. Efe / David Aguilar

Nos hemos despertado con la noticia de la muerte de Pedro Zerolo. No lo conocía más que a través de los medios de comunicación, pero era de los pocos políticos que me inspiraban un mínimo de confianza y simpatía, porque me transmitía vitalidad y compromiso en vez de cinismo.

Zerolo se va cuando se cumple una década de la aprobación de la ley del matrimonio igualitario. Y una semana después de que el alcalde en funciones de Vitoria Gasteiz Javier Maroto, un destacado miembro del Partido Popular, formación que se volcó contra esta ley, anunciase que se casa con su novio.

“Los políticos homosexuales, al menos muchos de ellos, hace tiempo que han salido del armario en este país”, celebraba el pasado domingo Aitor Guenagaen un análisis sobre la boda de Maroto y los pactos que se están fraguando para que no gobierne la capital vasca otros cuatro años. En el artículo cita a otros dirigentes abiertamente homosexuales, como Iñaki Oyarzábal (PP Vasco) e Iñigo Iturrate (PNV).

A menudo  hemos explicado que el uso androcéntrico del lenguaje crea imaginarios igualmente androcéntricos. Que cuando las mujeres no somos nombradas, tampoco somos visualizadas. Guenaga habla de “los políticos homosexuales”. Se supone que en el castellano, el masculino incluye a ambos sexos, por lo que una podría pensar que el enunciado incluye a “las políticas homosexuales”. Lo que ocurre es que, en este y otros tantos temas, la realidad de los hombres y de las mujeres es tan dispar que cuando se utiliza el masculino universal, se está obviando la mitad de la película. No se está dando una proliferación de políticas abiertamente lesbianas que anuncian enlaces con sus novias de toda la vida. No está ocurriendo, ni en el Partido Popular ni en los de izquierda.

¿A qué se debe? La respuesta rápida y trillada es que las lesbianas vivimos una doble discriminación: por ser mujeres y por ser lesbianas. Frente al enfoque aritmético de las dobles discriminaciones, en las ciencias sociales está primado el enfoque complejo de la interseccionalidad: el grado de exclusión que implica ser gay o lesbiana vendrá determinado por un montón de factores. No es lo mismo ser lesbiana en la ciudad que en el campo; siendo una empleada doméstica inmigrante sin papeles o una empresaria hostelera de Chueca; no es lo mismo ser una lesbiana camionera (literal y figuradamente hablando) que una lesbiana top-model; no es lo mismo trabajar en un colegio religioso que en una revista feminista. Cada circunstancia implica tanto discriminaciones específicas como posibilidades diferentes para resistirlas. Y lo mismo ocurre con los gays. Decir que una lesbiana siempre estará más discriminada que un gay es tan simplista como decir que una mujer siempre va a estar más oprimida que un hombre. Sin embargo, está claro que algo tiene que ver la socialización sexista con la casi nula presencia de lesbianas declaradas en la política española.

También se suele decir que las lesbianas somos invisibles. Mientras que ser gay ha estado marcado por el estigma (ser el maricón de la clase, del pueblo…), las lesbianas han tendido a pasar inadvertidas (a ser, por ejemplo, la tía que se mete a monja o la que se queda solterona y se dedica a cuidar a familiares dependientes o vive con una amiga). El movimiento LGTB ha estado liderado, en la mayoría de los casos, por los gays, debido a que el liderazgo es un valor más presente en la socialización de los hombres que de las mujeres. Esto se refleja bien  en la taquillera película Pride: el joven activista es el líder de un colectivo en el que solo hay una lesbiana (irrelevante en la trama). Había otras dos, pero se fueron: en vez de explicar sus legítimas incomodidades con el liderazgo del protagonista, quedan retratadas como locas separatistas, al estilo ‘Frente Popular de Judea’.

Otra respuesta es la misoginia. Y aquí me acuerdo de Beatriz Gimeno, gran amiga de Zerolo.  Gimeno escribió, también en eldiario.es, un artículo en el que explicaba por qué el rey recibía a la FELGTB mientras el PP seguía intentando legislar contra el derecho al aborto; por qué en muchos países avanza el reconocimiento institucional a la diversidad sexual mientras se legisla contra el derecho de las mujeres a decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra maternidad. Gimeno afirma que “la homofilia histórica tiene un poso misógino muy grande” (evoco la testosterona que destilaba ese diálogo sobre caracoles y ostras censurado de Espartaco) y señala a esos gays privilegiados que disfrutan de la libertad conquistada por maricas, bolleras y travestis en las calles, mientras defienden que los Estados y las Iglesias sigan colonizando nuestros úteros. En el caso de Maroto, añado, gays privilegiados que utilizan su condición para dar una imagen moderna y liberal a la vez que arremeten contra los derechos de otros sujetos excluidos, por su origen, color de piel o situación administrativa (a esto se le llama  pink-washing o lavado rosa).

La homofobia es el principal instrumento de marcaje de género entre hombres (“marica” sigue siendo el insulto más empleado contra niños en los patios del colegio, y de lo más habitual en grupos de amigos, en campos de fútbol…), mientras que entre mujeres “puta” va antes que “bollera”. Sin embargo, parece que hay una vía de escape: ser homosexual pero no marica.

Si no tienes pluma o la escondes, si reproduces la masculinidad hegemónica, que se relaciona con valores como el liderazgo, la ambición y el poder, pues podrás ser respetado y la gente se esforzará en olvidar lo que ocurre en tu cama. Un hombre de mi familia lo dijo una vez: “Yo no tengo nada en contra de los homosexuales, pero detesto a los maricones”. Aclaró que usaba maricón como sinónimo de hombre que no es tal, no por sus preferencias sexuales sino por cobarde o pusilánime.

La homosexualidad respetable se asocia a masculinidad al cuadrado, sin mariconadas. De ahí que los círculos de poder sean accesibles para hombres homosexuales. ¿Quién va a acusar de ser poco hombre a un juez como Grande Marlaska o a un político como Maroto? Por eso el sociólogo Oscar Guasch -quien habla de la homofobia compleja, esa por la que los hombres que se definen como heterosexuales temen ser acusados de maricas- propone la siguiente receta contra la homofobia y la misoginia: “De la misma forma que hay mujeres que se definen políticamente como putas, podríamos reivindicar ser maricas, cobardes, renunciar a la masculinidad”.

Y sí, como dice Beatriz Gimeno, estos políticos conservadores homosexuales pueden dejar de esconder a sus novios, pueden tener maridos, gracias a los maricas, las bolleras y lxs trans que han dado la batalla en las calles. Gracias también a políticos como Zerolo, que izaron la bandera arcoiris cuando eso no daba votos precisamente. Pero si pueden hacerlo es porque el poder les hace inmunes a muchas cosas, incluida la discriminación.

Zerolo luchó por una ley criticada tanto por los homófobos como por la gente que, desde la izquierda, cuestiona la institución del matrimonio, incluidos los gays y lesbianas que alertan el riesgo de “heteronormativizar” las disidencias sexuales. Recordemos la célebre cita del primer ministro británico David Cameron: “No apoyo el matrimonio gay pese a ser conservador; apoyo el matrimonio gay porque soy conservador”. Como dice nuestra compañera Andrea Momoitio, los conservadores prefieren las bodas gay a los cuartos oscuros. No me quiero extender más: lean este imprescindible artículo de Lucas Platero en el que señala a quién beneficia y a quién no tanto esta conquista social, y qué otras discriminaciones siguen estando mucho más desatendidas.

Así pues, de la misma forma que no podemos pensar que el racismo está superado porque el país más poderoso del mundo esté presidido por un político negro, debemos evitar que la presencia de varones homosexuales entre los representantes del poder político, económico, judicial y religioso de este país nos lleve a lecturas complacientes.

Doy las gracias a Pedro Zerolo y a todas las personas que han hecho posible que las nuevas generaciones crezcan sabiendo que pueden emparejarse y formar familias con personas de su mismo sexo, que sus entornos reaccionarán mejor o peor, pero que el Estado reconoce ese derecho. Pero sirva también el adiós a Zerolo para pensar cómo seguir avanzando hacia un respeto pleno a la diversidad sexual en el que la vergüenza, la culpa, el estigma, la exclusión y la agresión directa desaparezcan de la vida de todas las personas.

Un acercamiento a la cosmovisión sobre diversidades sexuales de siete pueblos originarios del Estado Plurinacional de Bolivia.

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Hurtado, Edson: Indígenas homosexuales: un acercamiento a la cosmovisión sobre diversidades sexuales de siete pueblos originarios del Estado Plurinacional de Bolivia (moxeños, afrobolivianos, quechuas, ayoreos, guaraníes, tacanas y aymaras).La Paz: Conexión Fondo de Emancipación, 2014. 120 p. ISBN 978-99974-43-13-7.

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La homosexualidad es aún un tema tabú en las comunidades indígenas bolivianas en las que, por lo general, se castiga o persigue a quienes tienen opciones sexuales distintas o se evita del todo hablar del tema, según una investigación del escritor y periodista Edson Hurtado.

Los resultados del estudio están en el libro “Indígenas Homosexuales. Un acercamiento a la cosmovisión sobre diversidades sexuales de siete pueblos originarios del Estado Plurinacional de Bolivia”, escrito por Hurtado y que puede descargarse libremente aquí.

 ”La homosexualidad es un tema tabú no sólo en comunidades indígenas, sino también en áreas urbanas (…). Pero creo que en el área rural, en muchas comunidades indígenas, aún se generan mecanismos de represión, violencia y persecución a quienes son diferentes e incluso a quienes tocan el tema o pretenden reivindicarlo”, sostuvo Hurtado, en declaraciones a Efe.

El escritor se planteó la investigación como una continuación de su libro “Ser gay en tiempos de Evo”, publicado en 2011, en el que presentó, en 133 historias, una visión crítica a la diversidad sexual en Bolivia.

Además, tras esa publicación y al ver que “poco o nada se ha escrito” sobre indígenas homosexuales, el autor decidió profundizar esa temática y, para ello, logró el apoyo de la organización Conexión Fondo de Emancipación y del Colectivo Rebeldía.

“Como periodista y escritor, creo que mi único objetivo es contar buenas historias. Por eso me embarqué en esta investigación. Ya había escuchado algunos comentarios de compañeros indígenas con diversa orientación sexual e identidad de género, y me dediqué durante unos meses a buscar más datos”, señaló Hurtado.

El periodista comenzó a reunir historias “como piezas de un rompecabezas”, en un recorrido de seis meses que le llevó a más de una docena de comunidades indígenas en las regiones de La Paz y Potosí, en el occidente; la oriental Santa Cruz, la zona sureña del Chaco y el norte amazónico.

En el viaje pudo entrevistarse con una treintena de personas y realizar unas 200 encuestas sobre diversidad sexual y género, e incluyó en su estudio a las etnias de los ayoreos, afrobolivianos, aimaras, guaraníes, moxeños, pacahuaras y quechuas.

El trabajo de Hurtado no ha sido sencillo, pues al ser un asunto que “no se aborda fácilmente”, se topó sobre todo con la resistencia de los líderes indígenas, quienes evitan de plano hablar del tema “o reaccionan negativamente”. Hurtado indicó que, por ejemplo, el “jilakata” (jefe, en aimara) de una comunidad del sur de la región andina de Potosí le expulsó del lugar “solamente por tocar el tema”.

Por contra, le sorprendió mucho constatar que en la ciudad norteña de Cobija, fronteriza con Brasil, “las diversidades sexuales son menos agredidas y más respetadas” que en el resto del país, por lo que concluyó que en tierras bajas se puede hablar con mayor libertad que en el altiplano.

El libro incluye siete historias en formato de crónica, entre ellas la de “La Madonna de Sorata”, una transexual que emigró a El Alto, ciudad vecina de La Paz, y que murió con 21 años, víctima de la inseguridad ciudadana “justo en el momento en el que ella, delicada mariposa aimara, desplegaba sus alas”.

Una de las historias que más le impactó fue la que conoció en San Ignacio de Moxos, en el oriente boliviano, “sobre todo por la interpretación que hicieron en el pueblo de un tema como la transexualidad, y de cómo nacen las leyendas en la Amazonía boliviana, a partir de esta clase de hechos”, indicó.

El escritor se siente “satisfecho” por el trabajo logrado y expresó su deseo de que sea “un aporte” al debate y que impulse la socialización de las normas contra la discriminación de los colectivos bolivianos de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (LGBT). Si bien la ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación aprobada por el Gobierno boliviano en 2010 es “una herramienta valiosísima”, hace falta difundirla de una forma más efectiva, sobre todo en las áreas rurales del país, añadió.

“El proceso de cambio que vivimos en Bolivia va encaminado a lograr el verdadero respeto e inclusión de todas y todos. Pero acabar con la homo/lesbo/transfobia es un trabajo muy grande”, dijo.

En esa tarea deben involucrase la sociedad civil, el Estado, los sindicatos y los pueblos indígenas “para que juntos puedan ponerse de acuerdo y construir puentes que conecten culturas, miradas, cosmovisiones y proyecciones de futuro como país”, añadió.

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Teo Pardo: “Me gustaría ver historias trans más felices en el cine”

Mujeres y Feminismos

[Entrevista a Teo Pardo, activista trans y feminista. Comentamos la película 52 martes.]

[Entrevista por Itziar Ziga]

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(Teo Pardo comienza aclarando que, aunque se nombra a si mismo en masculino, para el plural siempre utiliza el femenino genérico.)

¿De dónde sale esta película tan preciosa, tan rara en el retrato de una familia y un entorno?

La directora Sophie Hyde se puso unas normas antes de rodar la película. Grabaron cada martes y en orden cronológico, con actores y actrices no profesionales. De cada martes que se grababa, había que recuperar al menos una parte para la producción final. Todo esto genera una película muy particular que mezcla realidad y ficción. Además, partían de un guión semiabierto que se iba modificando cada martes. Se ve cómo va cambiando el tiempo a lo largo de la película y el aspecto de los personajes, algo que no consigues tan fácilmente si tienes quince días para grabar. La idea de alargar los tiempos huyendo de las prisas capitalistas me parece muy linda y muy feminista.

Las actrices y los actores no sólo no son profesionales, además están muy vinculadas a las realidades que refleja la película y han podido aportar mucho al guión. Por ejemplo, el personaje que hace de madre-padre, el personaje trans, está interpretado por Del Herbert-Jane que se identifica como genderqueer o de género ambiguo, no se identifica ni como hombre ni como mujer y tiene un conocimiento profundo de las realidades trans y esto se nota. Se nota que la película no está hecha por alguien que desde un lugar lejano decide retratar un mundo que desconoce.

La transición de la madre de Billie, de Jane a James, marca el inicio de la película. Comienza una transformación necesariamente física y que pasa por la consulta del médico…

Vemos que James va al psiquiatra porque sin su evaluación no conseguirá el tratamiento de hormonas. Si eres trans aquí y en otros muchos países, para cambiarte el nombre en el DNI te piden un tratamiento hormonal obligatorio y para acceder a éste, necesitas sí o sí un certificado psiquiátrico anterior que certifique que tienes una enfermedad mental que se llama disforia de género, que está catalogada en los manuales de enfermedades mentales. Ese tratamiento psiquiátrico puede durar entre seis meses y dos años, depende del caso. Vas allí a que alguien desde fuera evalúe tu género, algo muy invasivo.

¿Quién decide qué es ser hombre y qué es ser mujer, qué es lo masculino y qué es lo femenino? ¿Cómo alguien desde fuera puede evaluar mi género? Se dan esta licencia y deciden si puedes o no puedes continuar con ese proceso y si te dan o no acceso a hormonas. Estos procedimientos son profundamente violentos. Utilizan dos canales para evaluar tu género. Uno es un test, una batería de tres mil preguntas que se llama Test de Minnesota y es de los años 60. A parte de descartar otras patologías mentales, algo muy cuestionable, evalúa la masculinidad y la feminidad a través de preguntas como “¿te gustan las flores?”, el sí puntuaría femenino, “¿te gustan las revistas de mecánica?”, el sí puntuaría masculino. La medicina está construyendo la feminidad y la masculinidad desde una lógica heteropatriarcal.

Se refuerzan estereotipos de masculinidad y de feminidad aberrantes. Otro de los requisitos para pasar este test rápido es ser heterosexual. El otro test es el de la vida real. Tú vas a vivir en tu género de destino durante un tiempo sin haber hecho ningún cambio físico para demostrar que te adaptas. Vas haciendo ese juego de rol y mientras el psiquiatra te va diciendo. Para ser un chico, igual tienes que cortarte un poco más el pelo. Uy, esta camisa rosa fatal. Para la trans femeninas igual: tienes que ponerte más tetas, no te pintes tanto que pareces una puerta o píntate que pareces una camionera.

Nadie pasaríamos ese test si respondiéramos desde la sinceridad. La intimidación médica que sufrís es terrible.

Hay una escena en la que James está en la cama con su compañera de trabajo. Él le da placer a ella pero ella no puede tocarle a él. Para mí tiene mucho que ver con esos discursos médicos que te repiten sin parar: tienes un cuerpo equivocado. Cuando te lo han repetido hasta el infinito, es difícil pensar que el problema está en la sociedad que clasifica los cuerpos en normales y anormales y que dentro de los cuerpos normales sólo hay el de mujer estupenda y el de hombre cañón. Es difícil, porque son discursos que al final van entrando con calzador, se te han grabado a fuego. Y, además, la persona que emitía ese discurso es la que tiene la vuelta de llave para permitirte continuar con el proceso. Ese es un juego de poder que nos afecta mucho y al final la gente se siente incómoda con sus cuerpos.

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Los dos personajes principales, Billie y James, están en transición. Billie atraviesa la adolescencia y James el cambio de género.

Los 52 martes es el año que pasa desde que Billie tiene que marcharse de casa para facilitar la transición de su madre. Parten de un vínculo muy estrecho con su madre y ese vínculo a lo largo de la película se rompe y se reconstruye. La creación de la propia identidad, la importancia de los iguales. Esa tensión adolescente entre encajar y resistir, ser aceptada por los iguales y a la vez revolverse en contra de todos los patrones que durante toda su infancia han ido absorbiendo. Las identidades se van construyendo a través de la mirada del otro. James puede tener muy claro que se siente un hombre, pero si no es reconocido como hombre por los demás, no le sirve de mucho. La identidad no es algo individual.

Es muy bonita la escena en la que Billie llega a casa de su madre, de James, y se encuentra un paquete postal. Lo abre, dentro hay un prótesis: el pene de su nuevo padre. Y se lo pone debajo de los leotardos. Divertida, sin pudor, sin drama.

La representación es muy importante para generar vidas posibles. Me gustaría ver películas sobre la realidad trans más felices. En general los personajes trans suelen tener procesos difíciles, dramáticos, y claro que lo son. Todos los procesos vitales son difíciles y tienen complejidades. Está bien reflejar estas dificultades pero también tienen un montón de alegrías y te permiten pensar cosas que desde otros procesos de vida nunca hubieras pensado. Y se te abren caminos y alianzas muy lindas con otras personas que a mí me dan la vida.

Igual que ha pasado con el cine de lesbianas durante muchos años, que al final de la película ya estabas esperando que muriese alguna…

Sí, ha pasado con los personajes de lesbianas hasta hace poco y anteriormente con las mujeres en el cine.

¿Quién nos curará ahora el mariconismo?

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Querida alcaldesa:

Madrid, como un candelabro loco de brazos impares, siempre tuvo alma de travesti. En lo que a Franco le sollozaban un réquiem y le echaban el farallón de mármol en el nicho de los Caídos, Chueca estrenaba rebelión y pintalabios. Cuando entonces, el Madrid mariquita se hizo a la calle con erecciones como cirios, mientras los señores de UCD, que iban a la cosa de las Cortes como trajeados a las prisas en la cuarta planta de Galerías Preciados, miraban sin mirar aquella algarabía.

Los gays, que antes fumaban a Lorca y al poco ya fumaban Malboro ‘light’, le cogieron pronto el vicio a la revolución. Hartos de trasnochar en armarios y calabozos con la turba de proxenetas y maleantes, se organizaron en federaciones llenas de siglas que pregonaban el Orgullo de la carne y el pescado. Pero lo que fuera en los albores una reivindicación de derechos elementales, de matrimonios igualitarios, de sexos desenvueltos, fugaces, soberanos, transmutó al paso de los tiempos en mil carrozas de tangas efervescentes. En una juerga sin remedio donde Alaska, Leticia Sabater y otras mitologías se daban baños de espuma ante la multitud embelesada. En un negocio desaforado de gintonics y gastrobares ‘requetechic’ donde el ‘lobby’ se repartía la millonada. Y los supervivientes de la vieja guardia, que se dejaron los huesos a aullidos y a hostias en las mazmorras de la Dictadura, ya si eso que se queden en casa.

“Me volvía loca ponerme los zapatos de tacón de mi madre”, dijo Paloma San Basilio, nuestra Harvey Milk de Chamberí, en el pregón de 2013

Lo vino advirtiendo Paloma San Basilio en el pregón del Orgullo -el gay, no el minero-, cosecha de 2013. Transcribo: «Me volvía loca ponerme los zapatos de mi madre. Sumergirme en sus preciosos tacones de aguja. Aprendí muchas cosas con ella: cómo pintarse los labios, cómo hacer empanadillas…Aprendí por ejemplo a jugar a las cartas cuando se juntaba con sus amigas y, después, interrumpían la partida para cambiar los naipes por los pasteles y las ensaimadas».

A lo Harvey Milk de Chamberí, Paloma se reivindicaba a brochazos de nostalgia como una más del colectivo, como la mariquita más marica del mariconerío maricón. Pues es bien sabido que los homosexuales van todo el día a la carrera como tribus trashumantes de gitanos, devorando empanadillas -de atún, por los oligoelementos- sobre sus tacones precipitados de Louboutin. Palabra de activista.

La fiesta efébica del Orgullo, venía yo diciendo, es una telaraña de patronos de discoteca y gerifaltes de carrozas que un día prefirieron la pasta a la protesta. Bajo el palio de todos esos chicarrones de porcelana que danzan a Leviatán en los vapores de julio, y que encalan Madrid como querubines de Churriguera, los organizadores se lo llevan caliente. Hasta 110 millones facturó la cofradía de Chueca en los fastos de 2012; y mientras compañías aseguradoras o marcas de refrescos chispeantes instalaban sus ‘stands’ en las postrimerías de la Gran Vía, algunas ONG que batallan contra el sida en la penumbra vieron peligrar sus casetas por falta de ‘cash’.

Al menos nos quedaba Pedro Zerolo, al que algunos fabularon hace años como un gran alcalde. Pero el cáncer se le puso bravo un martes de madrugada, pues los lunes no están hechos para marcharse, y nos quedamos un pellizco más huérfanos. Al sepelio, con la bandera del arcoíris por mortaja, acudieron políticos de todas las guerras. Y llovió tanto en Madrid, quizá por despedirse, que Ana Botella se apeó de la política con chubasquero y bajo un paraguas. Hasta pronto, Pedro. Y pregúntame por allí arriba, a Dios o a quien tú gustes, quién nos curará el mariconismo ahora que la señora de Aznar se nos fue por la salida de emergencia.

@javierrcid

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