- Algunas personas que inician la transición de sexo lo paran o vuelven atrás por la transfobia o porque no encajan en el binarismo hombre o mujer
- “La sociedad te marca que tienes que tener una etiqueta de género sí o sí. Por lógica, si no te sientes hombre, piensas que eres mujer”, indica Yara Barros, joven no binaria que inició la transición a una expresión de género femenina
- Juanita Urbina es una mujer trans nicaragüense que utiliza su expresión de género masculina como un “escudo” contra “el monstruo de la discriminación y la violencia”
- “Por supuesto que me he encontrado estas situaciones, pero nunca desde el arrepentimiento o las dudas identitarias”, asegura María José Hinojosa, psicóloga del colectivo Gamá con 18 años de experiencia
Iniciar un proceso de transición de sexo y parar o volver atrás. Es una realidad poco visible, pero que existe. En unos casos, se debe a la transfobia. En otros, a personas que han iniciado la transición pero, en el camino, han descubierto que no se identifican ni como hombres ni como mujeres. “Por supuesto que me he encontrado estas situaciones”, indica la psicóloga del colectivo LGBTI Gamá, María José Hinojosa. Eso sí, de forma “minoritaria” y “nunca desde el arrepentimiento”, aclara.
Desde la Asociación Española de Personas Transexuales indican que les consta la existencia de personas trans que han regresado a su expresión de género anterior, aunque, en ese momento, suelen desvincularse del movimiento asociativo. Tanto es así que el vicepresidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales (FELGTB), Mané Fernández, afirma que “siempre se ha dicho que no hay, no existen en España”. “Es muchísimo más fuerte la presión de ser quien no soy, que la presión de la transfobia”, añade.
En el libro ’10 ingobernables’, la periodista June Fernández narra la historia de Juanita Urbina, una mujer trans nicaragüense que “decidió darse el gozo de pasar desapercibida” recuperando su apariencia masculina. Una situación que no es rara en aquel país según organizaciones por los derechos LGTBI, como Caribe Afirmativo, que señalan que el escenario de violencia en aquel país deja a las mujeres trans “expuestas a un mayor riesgo”, por el que “muchas veces deben mantener una expresión de género masculina para preservar su vida e integridad personal”. Urbina, que continúa identificándose como mujer, reconoce que su imagen actual es un “escudo” contra “el monstruo de la discriminación y la violencia”.
“Qué era para mi ser mujer”
Para una mujer que se vestía públicamente como tal desde los 11 años y que siempre había luchado por sus derechos, sobre todo en el ámbito educativo, este cambio no fue fácil. “Fue un proceso complejo en el que me ayudaron todas las reflexiones individuales y colectivas que encontré en el feminismo. Me pregunté qué era para mí ser una mujer”, explica Juanita Urbina a eldiario.es. Lo que ahora se ve, dice, es una apariencia que “tiene un peso brutal”. Antes, “me insultaban, me tiraban piedras o bolsas de agua sucia. Llegaron a asaltarme e intentaron golpearme cuando se dieron cuenta de que no era una mujer biológica. Era a diario, a diario, a diario”, indica. Desde que se cortó el pelo “nadie me volvió a ver, nadie me dice nada”, reconoce. Y es que, el momento de ir a la peluquería ejemplifica muy bien lo que quiere decir: “A la entrada había un grupo de hombres que me dijeron cualquier vulgaridad que te puedas imaginar. Al salir, fue impresionante, como si saliera un fantasma. Ni siquiera se molestaron en ver que era la misma persona”.
“Una persona homosexual o bisexual puede abrir el armario y mirar cómo está la situación y salir o no. Una persona transexual no puede vivir su transexualidad desde la no visibilidad, por eso se hace muy difícil, si no imposible, volver atrás”, indica Mané Fernández. Por eso, según Hinojosa, las personas trans que se ven obligadas a parar su proceso lo hacen porque “sienten más protección y privilegios a la hora de vivir, asumiendo un coste emocional tremendo” ya que “no hay una persona que se viva en otro cuerpo que sea feliz”. “El problema de la realidad trans es querer romper con la transexualidad. Tenemos que aprender a vivir con ella desde la normatividad, igual que la cisexualidad. Cuando haces de tu transexualidad un problema, es doloroso vivirlo, porque sin darte cuenta estás teniendo un discurso autotransfóbico”, indica Mané Fernández, “la sociedad te dice que es un problema y tú aceptas que lo es”.
Urbina quiere dejar claro que nunca se ha arrepentido de su transición y, de hecho, sigue presentándose como Juanita en los foros internacionales en los que participa. “Nunca le he escondido a nadie que tuve una expresión de género femenina”. Su decisión le ha supuesto rupturas con compañeras, amigas y activistas que la acusaron de “traicionar al colectivo y darle gusto al patriarcado”. “Yo tengo mis razones, mi propio proceso personal y no sentía que tuviera que andar con un cartel explicando por qué había dejado mi expresión de género femenina, pero muchas compañeras me decían ‘él’. Pasé 15 años de mi vida luchando por que me llamaran Juanita y me trataran como ‘ella’ y, automáticamente, me tratan en masculino”, argumenta, mientras asegura que “dentro del propio colectivo nos hace falta cuestionar el esencialismo que le damos a la feminidad” que “también nos jode la vida, porque nos volvemos reproductoras de una feminidad que nos han impuesto”.
Precisamente, responder a ese prototipo de feminidad también avoca a procesos que no siempre son los deseados. “Parece que para ser una mujer completa te tienes que hacer una vaginoplastia”, apunta Hinojosa. “He tenido en consulta a una chica que me dice que si hubiera sabido cómo se iba a sentir después, no se hubiera operado. Ahora se da cuenta de que estaba llena de prejuicios”, explica. Y añade: “Eso es una realidad y hay que hablar claro”. “Hacen falta testimonios que nos ayuden a visibilizar otras realidades”, dice en referencia a las del no binarismo que “últimamente están mucho más manifiestas en las personas que atiendo. No porque antes no hubiera, sino porque ahora se les da voz. Es la situación por la que más veo que las transiciones se paran o se bloquean”, explica.
Este es el caso de Yara Barros, una joven no binaria. “De pequeño me trataban en masculino, pero no me sentía un chico. Entonces, pensé: si no soy un chico, tendré que ser una chica”, recuerda. Con 14 años inició la transición y, con 16, fue la primera menor trans de la Comunidad de Madrid en comenzar un tratamiento hormonal, que ya ha dejado. “La sociedad te marca que tienes que tener una etiqueta de género sí o sí. Por lógica, si no te sientes hombre, piensas que eres mujer. Nos pasa a mucha gente que empezamos siendo trans y nos damos cuenta de que somos género fluido o no binario”, continúa. Una sensación que comparte el vicepresidente de la FELGTB: “Creo que la mayoría de las personas no binarias han empezado el proceso”.
“Transición por exclusión”
Es lo que Hinojosa define como “transición por exclusión”, que se produce porque “su realidad no binaria no se atiende en la sociedad”. Ese desconocimiento de la realidad no binaria lleva también a casos, indica la psicóloga, en los que se inician “transiciones desde la incertidumbre”. “Su situación o su espacio vital actual no les permite seguir así y tiene que hacer algo”, añade. “Decirlo de esta manera tranquiliza muchísimo”, reflexiona. “Para encontrarme y llegar donde estoy ahora tenía que pasar por esa fase. No creo que hubiera hecho el camino de otra manera”, dice Barros, que no se siente “una chica transexual arrepentida, ni mucho menos, que es lo que la gente se piensa”.
Cortarse el pelo también fue para ella un punto de inflexión. “Siempre había vivido muy atada al pelo largo, que era lo más femenino que tenía. Al rapármelo me di cuenta de que no perdía nada”. “Dejé de trucarme el pene y empecé a vestirme con ropa masculina. Ahí fue cuando me di cuenta de que era género no binario, que no era ni hombre ni mujer, las dos cosas o ninguna a la vez. No me importa la etiqueta que me pongan. No tengo que demostrar nada a nadie”.