El anuncio de Charlie Sheen dispara la búsqueda de datos sobre VIH

En noviembre de 2015, el actor confesó que era portador del VIH. Desde entonces, Google ha registrado el mayor número de búsquedas relacionadas con el virus en EEUU.

El 17 de noviembre de 2015 Charlie Sheen anunció que era portador del VIH

El 17 de noviembre de 2015 Charlie Sheen anunció que era portador del VIH. / Wikipedia

La prevención del VIH continúa siendo una asignatura pendiente. Años después de que la epidemia acabara con la vida de millones de personas en el mundo, la cronificación de la enfermedad parece haber causado en la población una pérdida del miedo al contagio. Los expertos y sociedades médicas se devanan los sesos año tras año por lanzar campañas de concienciación que, a la larga, no tienen mucho éxito. Sin embargo, la confesión pública a finales de 2015 del actor Charlie Sheen de que tenía VIH ha supuesto un punto de inflexión.

Según un estudio publicado esta semana en la revista Archives of Internal Medicine, Google ha registrado desde su revelación el mayor número de búsquedas relacionadas con la enfermedad en EE UU, lo que puede estimular su sensibilización y prevención. El equipo de autores, liderado por John W. Ayers, investigador de la Universidad Estatal de San Diego (EE UU), utilizó las noticias y búsquedas de internet para examinar el compromiso con los temas relacionados con el VIH en el momento del anuncio de Sheen.

Para ello, se usaron las tendencias de noticias obtenidas a través de Bloomberg Terminal –una compañía estadounidense que ofrece software financiero, datos y noticias–, que incluía los informes globales en inglés con el término ‘VIH’.

Las búsquedas en internet se recogieron a través de Google Trends e incluían búsquedas procedentes de EE UU en cuatro categorías: VIH, condones, síntomas y pruebas de la enfermedad. El análisis de los datos se realizó entre el 17 noviembre (momento del anuncio público) y el 8 de diciembre.

Los autores afirman que, desde el año 2004, las noticias sobre VIH habían disminuido de 67 historias por cada 1.000 a 12 por cada 1.000 en 2015. En el día del anuncio de Sheen, hubo un incremento del 265% en las noticias que mencionaban el VIH, con más de 6.500 historias solo en Google News. De acuerdo con los resultados publicados, estas cifras suponen que las búsquedas de noticias sobre VIH se han situado en el top 1 de media por día de los últimos siete años.

VIH, lo más buscado

La confesión de Sheen se corresponde con el mayor número de búsquedas de Google relacionadas con el VIH jamás registradas en EE UU. Los autores señalan que se registraron aproximadamente 2,75 millones de búsquedas más de las esperadas que incluían el término VIH.

Igualmente, 1,25 millones de búsquedas se relacionaban directamente con resultados de salud pública, ya que contenían términos de búsqueda como condones, síntomas o pruebas. “Si bien nadie debe ser forzado a decir si es portador del VIH, la revelación de Sheen puede beneficiar a la salud pública ayudando a muchas personas a aprender más sobre la infección y su prevención. Se debería hacer más para que conseguir que este beneficio sea más amplio y duradero”, concluyen los autores.

¿Qué fue de los ‘madonnos’?

Madonna y sus bailarines, en los años del tumulto.

Madonna y sus bailarines, en los años del tumulto.

El 13 de abril de 1990, Madonna arrancaba en Chiba (Japón) su tercera gira mundial, The blond ambition world tour. Un espectáculo a la medida de Like a prayer (1989), su cuarto elepé, que jugaba a mezclar iconografía católica y toneladas de sexo más o menos explícito (durante la canción Like a virgin, por ejemplo, dos de sus bailarines simulaban masturbarse vestidos de sacerdotes). De esa gira nació Truth or dare (1991), en Europa conocida como En la cama con Madonna, un polémico documental que desvelaba los entresijos de la gira y que, de paso, lanzaba a la fama (efímera) a su troupe de baile, seleccionada personalmente por la propia artista: Luis Camacho, Oliver Crumes III, Salim Gauwloos, Jose Gutierez, Kevin Stea, Gabriel Trupin y Carlton Wilborn.

En aquella cinta se podía ver a siete personajes extravagantes hasta extremos nunca vistos y, además, actuando de manera abiertamente gay. Para muchos homosexuales, el beso que se daban dos de ellos en una de las secuencias era el primero entre dos hombres que veían en una pantalla de cine. Gracias a eso, el filme se convirtió en una especie de pieza de culto para la comunidad gay, mientras la propia Madonna subía a los altares homo gracias a su apoyo a los derechos de los homosexuales, la liberación sexual y la lucha contra el sida.

Hoy, 25 años después de aquel jaleo, otro documental relata la vida de estos siete hombres tras aquel punto y aparte que supuso formar parte del universo de la diva. Strike a pose, que así se llama la cinta, celebró ayer su estreno mundial dentro de la Berlinale. Obra de la escocesa Ester Gould y el holandés Reijer Zwaan, dos jóvenes directores indies, Strike a pose muestra los estragos de la fama fugaz y su bajonazo posterior, cuando ya nadie se acuerda de ti.

“Recuerdo ver En la cama con Madonna por primera vez cuando tenía 11 años y los bailarines me impactaron muchísimo”, comentaba ayer Reijer Zwaan, después del estreno berlinés. “La vi decenas de veces en VHS con mi hermana. Para mí estos chicos eran algo más grande que la vida: estaban girando con Madonna y eran parte de todo aquel show. Cuando conocí a Ester Gould, que también era una gran fan del filme, nos preguntamos dónde estarían esos siete bailarines que nos habían cambiado la vida como a mucha otra gente. Y ahí nació la idea de esta película. Empezamos a buscar en internet y también había un montón de personas preguntándose lo mismo. La gente decía: ‘Gracias a ellos salí del armario’ o ‘Gracias a ellos pude liberarme'”.

Los supervivientes de la 'troupe', en 2015.

Los supervivientes de la ‘troupe’, en 2015.

Mientras duró el impacto del Blond ambition world tour los siete bailarines eran la salsa de todos los platos: las discotecas de medio mundo se pegaban por tenerlos en sus zonas VIP, la gente les reconocía por la calle e, incluso, aprovechando el tirón, dos de ellos, llegaron a grabar un disco (Queen’s English) bajo el nombre de Jose & Luis. Después de esa gira, Madonna nunca jamás volvió a contar con ellos. La inevitable resaca, ya se sabe: muchos tuvieron que enfrentarse al VIH (uno de ellos, Gabriel Trupin, falleció a causa de la enfermedad en 1995), superar sus adicciones al alcohol y a todo tipo de drogas y cargar con una mochila de sueños rotos.

“Conseguimos contactar con los seis supervivientes a través del correo electrónico”, continúa Gould. “Les mandamos un mail y algunos respondieron y otros no. En verano de 2014 pudimos visitarlos uno a uno en diferentes ciudades de EE.UU. Y ahí nació la idea de volver a juntarlos a todos para alguna de nuestras escenas, ya que hacía 25 años que no estaban todos juntos”.

Por el documental planea, claro, la ausencia de Madonna Louise Ciccone, que sólo aparece en pantalla en las tomas de sus conciertos de la época. Si en 1991 estatroupe era “parte de su famlia” (según sus propias palabras), en 2016, rige la ley del “si te he visto no me acuerdo”. “Creemos que Madonna verá la película en algún momento, cuando acabe su actual tour“, se excusa Zwaan. “Y seguro que volverá a quedarse impresionada de nuevo con estos hombres. Pero nuestra idea desde un principio era hacer una película sobre ellos, no sobre Madonna. Ésa sería otra historia muy diferente”.

La ciudad donde los baños no tienen distinción de sexo

San Francisco vuelve a ponerse a la cabeza de iniciativas que borran cualquier discriminación

San Francisco ha sido cuna del movimiento gay. Harvey Milk, el concejal que puso el barrio de Castro en el centro de la polémica, tiene un parque en su nombre. El paso del tiempo no ha apagado las reivindicaciones. Al contrario, ha conseguido que la identidad sexual forme parte del discurso vital de cada cual con total naturalidad.

En septiembre la escuela primaria Miraloma, en el barrio de Portola, fue la primera en dejar solo unos baños, sin hacer distinción por sexo entre los pequeños. Desde el 12 de enero los comercios, bares, restaurantes y lugares públicos en general tienen la obligación de adaptar sus WC a personas que sean transgénero o que, sencillamente, prefieren no definirse públicamente al escoger una puerta.

La medida pretende ir a más. Se hace también pensando en discapacitados o personas mayores que requieren de ayuda, y en las que podría darse el caso de que su cuidador no fuera del mismo sexo con lo que no podría asistirle en el aseo, o padres con niños pequeños.

La medida provoca una curiosa paradoja. Los comercios que cuenten con un solo baño, cuyo uso carezca ya de distinción, no tendrán que hacer cambios. Sin embargo, los que cuenten con dos, orientados para damas y caballeros, sí tendrán que hacer reformas.

Esta medida refleja la preocupación que existe en la zona por proyectar la igualdad sin hacer distinción de la orientación sexual. La red social Ello, sin publicidad ni modelo de negocio detrás, surgió como reacción a las políticas de Facebook en este mismo apartado.

Sister Roma, una drag queen de la ciudad, artista reconocida, miembro de la Hermandad de la Indulgencia Perpetua, emprendió una cruzada contra el servicio creado por Mark Zuckerberg al no poder darse de alta con su nombre artístico. Tampoco como transgénero. Dos años después, los de Menlo Park accedieron a las peticiones de la comunidad. Hoy, en inglés, ya permiten hasta 58 opciones de género distintas.

Cate Blanchett: “¿Si soy lesbiana? Eso no debería interesar a nadie”

“Esto es como el amor de Romeo y Julieta pero entre Julieta y Julieta”.

Fotograma de 'Carol'

Fotograma de ‘Carol’

«¿Qué día es hoy? ¿Lunes? Entonces fue ayer cuando me llamó mi madre para felicitarme el cumpleaños. Le dije: ‘Ven a ver la película, aunque… hay una escena de sexo en la que beso el pezón de una chica. Sólo para que lo sepas’. Entiéndame, no es que estuviera preocupada, simplemente quería que lo supiera».Cate Blanchett se sienta, suelta el entrecomillado de arriba y consigue, de golpe y por orden: a) desarmar al periodista (ya tiene con qué empezar el artículo y, de paso, impresionar a su jefe y a los ingenuos. O al ingenuo de su jefe); b) dejar claras las reglas de la conversación que sigue (manda ella); c) reventar un spoiler que, la verdad, no es tal (o mejor, lo es, pero ¿cómo resistirse a contarlo?), y d) ganarse un fan (que le den el tercer Oscar, ya).

Cate Blanchett, para situarnos, no es sólo un actriz, es una manera muy particular de entender el negocio del cine y, ya puestos, el mundo entero. Sólo ella, desde lo más alto de su elevadísimo glamour, se permite usar en mitad de un párrafo la expresión shitting bricks (literalmente ‘cagando ladrillos’) y no pasa nada. Sí, la chica Armani habla de caca si lo cree conveniente. Y no pasa nada.

La conversación tiene lugar en la terraza del pomposamente denominado Palacio del Cine de Cannes. Estamos en mayo, acaba de presentarse Carol (que se estrena el 5 de febrero en España) y todo hace pensar que la película dirigida porTodd Haynes será la encargada de procurar a la actriz australiana de 46 años recién cumplidos en este momento (por eso lo de la mamá) su tercer Oscar (el que exigimos). De otra manera, nos enfadamos.

«Bueno», inicia cauta ante una pregunta descaradamente pelota (lo sentimos) sobre la cantidad de halagos que pisotea a su paso, «eso es lo que la gente te dice a la cara. Sinceramente, no sé todo lo que dirán a mis espaldas. Estoy encantada y cada piropo lo entiendo como un halago a todo al trabajo del equipo empezando por el director… Pero, siempre que ocurre esto me digo a mí misma lo mismo: prefiero no pensar en ello. Si te crees lo que dicen bueno de ti, te tienes que creer también lo que dicen malo. Está en el contrato. Y eso no. A los que me critican, ni agua». Y ahí lo deja. No hay nada como una respuesta rápida para dejar en ridículo a una pregunta estúpida. Cosas que pasan.

Fotograma de 'Carol' 2

Blanchett nació a la interpretación en el teatro (siempre que puede corre a desmentir que debutara en el cine en una película egipcia: «Sólo hice de extra») y sufre desde hace tiempo un ejercicio de adulación ininterrumpida. Priapismo agasajador, se podría llamar. Sea como doble de Katherine Hepburn en El aviadorcomo Galadriel enEl señor de los anillos o como el mismísimo Bob Dylan enI’m not there, sin contar su última exhibición en Blue Jasmine de Woody Allen, cada uno de sus papeles le colocan en ese extraño terreno de lo intocable. «Todo esto me resulta muy extraño. Recuerdo que cuando hice Elizabeth la impresión que tenía era que todo acababa ahí sin haber siquiera empezado. Luego, cuando no hace tanto [en 2008] decidí dedicarme al teatro en Sydney con mi marido, todos a mi alrededor me lo desaconsejaban. ‘Eres idiota. Estás tirando todo por la borda’, me decían. Pero no, creo que eso me hizo mejor actriz y, además, me encanta trabajar con Andrew (Upton) en familia. A mis hijos (tiene cuatro) también les apasiona», explica. Y la creemos.

En Carol, película que llega poco después de otra (Verdad), da vida a una mujer enamorada. Sin más. Sobre el relato de Patricia Highsmith (en inglés The Price of salt), la película cuenta el encuentro de dos mujeres (ella y la que interpretaRooney Mara) en el Nueva York de los años 50. Como en el texto original, la idea es describir el pautado, dulce y doloroso (a la vez) trayecto que va desde la sorpresa al tacto dulce de la piel dulce. Y todo ello, con la mirada acosada, en permanente estado de pánico. Estamos hablando de una obra maestra y de un crimen. Eso, lo primero, es la película y eso, lo segundo, era la homosexualidad en ese tiempo.

«Entonces», corrige la propia Blanchett, «y ahora también. En casi un centenar de países todavía es delito. Hay que dejar claro que la homosexualidad es un asunto privado. A menudo ocurre que si eres homosexual tienes que hablar de ello. De repente, pasa a segundo plano cualquier otro aspecto de tu trabajo y de tu personalidad. Sucede lo mismo con el cine y la discriminación de las mujeres. Las actrices y las directoras nos pasamos entrevista tras entrevista hablando de lo mismo. El hecho de que sea un tema de conversación quiere decir que algo va mal en la sociedad. Haynes siempre insistía en que esta es una historia de amor comoRomeo y Julieta, pero entre Julieta y Julieta».

Fotograma de 'Carol' 3

Variety publicó unas declaraciones suyas en que decía que había tenido relaciones con mujeres y se armó…
No fue Variety, fue internet. La red es una herramienta fantástica, pero es como la parte de atrás de la puerta del váter. Toda conversación puede ser convertida en un rumor.
Pero…
¿Que si soy gay? ¿Es ésa es la pregunta? Hágala pues. No todavía. Tu trabajo de actor es hacer que el público llegue a pensar que las cosas pueden ser de otro modo. Es, si se quiere, un trabajo antropológico, social y político. Esa es la parte de mi trabajo que adoro. Mi orientación sexual o mis ideas políticas no deberían interesar a nadie.

Queda claro. Pero, como sea que un revolcón nunca es suficiente, es el momento de volver a la escena de sexo. «Tengo claro que mi atractivo sexual reside en la mirada. Imagino que por eso fui contratada la primera [se ríe]. En cuanto se caen mis pantalones, se acabó el atractivo [vuelve a reírse]. Todo fue muy fácil. Rooney Mara y yo nos llevamos bien y tenemos el mismo concepto práctico del trabajo. Nos tomamos el trabajo muy en serio, pero no hacemos lo mismo con nosotras mismas. No hablamos mucho de las escenas de sexo, pero estábamos muy abiertas la una a la otra en el día del rodaje».

¿Se desnudó también el equipo de rodaje?
Se ofrecieron, pero les dije que no. [rompe a reír]

Perfecto, pero una pregunta: ¿Dónde dice lo de ‘Cagando ladrillos’ que se anunciaba en el primer párrafo? Respuesta: «Cuando Martin Scorsese me ofreció interpretar a Katherine Hepburn en su medio, en Hollywood, durante El aviador... estaba cagando ladrillos, y perdón por mi francés…».

En realidad, simplemente quiere decir que estaba asustada, pero de otra manera mucho más clara; mucho más Blanchett.

Y no pasa nada.

Eisenstein, homosexual y libre

Peter Greenaway fantasea en ‘Eisenstein en Guanajuato’ con el supuesto segundo nacimiento del cineasta ruso durante el rodaje de ‘¡Viva México!’. Entonces, en 1931, liberado y lejos del poder soviético, Eisenstein, imagina el director británico, se enamoró violenta y carnalmente de Palomino Cañedo hasta transformar de raíz su cine

Eisenstein en México Agustín Jiménez.

Eisenstein en México (Agustín Jiménez)

Toda revolución tiene sus víctimas. La que el cineasta Sergei Eisenstein vivió personalmente en México se cobró, en opinión de Peter Greenaway, su tributo en carne. Libre y febril. Fue allí donde, emancipado de la obligación de levantar entera la iconografía de una nueva era, a distancia del poder soviético estalinista, el director de El acarozado Potemkim se atrevió, por fin, a vivir su homosexualidad de forma, ya sí, plena. De otro modo infinitamente más trivial, salió del armario. Y su vida y, lo más relevante para el mundo, su cine cambió. Ésta, básicamente, es la tesis de la película Eisenstein en Guanajuato que se estrena hoy. Sin miramientos, sin ocultar nada, con el culo de la gloria del cine al aire y perfectamente desvirgado. Es así. Pero, un momento, ¿todo es esto es acaso verdad?

Responde el interpelado: «Digamos que la homosexualidad del director está suficientemente documentada. Varios biógrafos señalan que su boda con la secretaria Pera Atasheva fue de conveniencia y se produjo justo después de que Stalin promulgara una ley contra la homosexualidad. No es difícil seguir el rastro a la imagineria fálica que preside buena parte de su filmografía. ¿Ha visto recientemente El acorazado Potemkim? ¿Qué cree que significan los cañones eyaculando bombas? Por supuesto, todo es una interpretación subjetiva, pero con sentido. ¿A quién le importa la verdad histórica?». Irrefutablemente Greenaway, sin duda.

Sea como sea, lo cierto es que durante su estancia en México subvencionado por el escritor Upton Sinclair y su mujer en 1931, Eisenstein conoció a Palomino Cañedo, quizá su guía por el país, como dice la película, o simplemente uno más entre la agitada vanguardia mexicana. Lo documentado es que justo antes de partir a la costa de Colima, donde filmaría parte de las imágenes que compondrían el universo paradisíaco de Sandunga (es decir, el primer episodio de ¡Viva México!), el cineasta envió una carta (el 28 de septiembre) y una serie de dibujos firmados por él mismo a ¿su amante? La misiva en francés se limitaba a pedir contactos para su próximo viaje y entre las líneas, una frase, quizá definitiva: «Estoy desesperado de no haberle encontrado en casa». Los dibujos, que permanecieron casi en secreto hasta finales de los 80, ya sí, admiten pocos ripios. Cuesta hacer una descripción detallada sin traicionar la contundencia a la vez bufa, salvaje y sangrante de cada trazo. Basta ver la página anterior. Se trata, para evitar malentendidos, de un autorretrato. La figura enorme es él. El resto, en efecto, es literatura.

«A mi juicio, ese tiempo que pasó en México [es más que discutible, por cierto, que fuera en Guanajuato] equivalieron a los 10 días que conmovieron el mundo. Fue su mundo el que cambió», afirma Greenaway desde la más rendida de las admiraciones. Y sigue: «La última producción de Eisenstein es completamente diferente a sus primeros trabajos. Y eso sólo puede tener una explicación. Sólo cuando se viaja uno puede llegar a ser una persona diferente. Alexander Nevsky o Iván el Terrible son películas más preocupadas por el hombre más que por el destino de la masa revolucionaria porque quizá Eisenstein se encontraba más cerca de sí mismo». Y ahí lo deja.

La película, obviamente, ya ha sido debidamente condenada en Rusia. Lo fue justo después del estreno en el pasado Festival de Berlín. Con los primeros rumores sobre la cinta hubo bastante. «Sé a ciencia cierta que el pueblo ruso no es homófobo. Eso es una invención de Putin para justificar su alejamiento de Europa», comenta Greenaway sin que en su cara aparezca un amago de preocupación.

Sea como sea, Eisenstein en Guanajuato es un abigarrado, jovial y estridente tratado de la sensación, carnal y violenta, de libertad. De eso trata una película que se presenta al espectador como un complejo laberinto metafísico cuyo centro exacto vive presidido por una escena; una escena de sexo frontal, explícito y, ya que estamos, irónico. Toda la película gira en torno a la bandera soviética en el culo del mito justo después de su sodomización. Es así. Pero no sólo eso, también es antes que un simple homenaje al cine una reflexión sobre el momento en el que el cine adquirió la edad adulta de la mano de uno de su mayores visionarios. «Eisenstein vivió su arte y su vida como una revolución. No puede ser de otra manera».

Fallece Robert Spitzer, el psiquiatra que sacó a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales

Fallece Robert Spitzer, el psiquiatra que sacó a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales

Robert Spizer demostró que los gays no padecían un desorden mental

Robert Spizer demostró que los gays no padecían un desorden mental: estaban cómodos y cómodas con su sexualidad.

SEATTLE.- El psiquiatra Robert Spitzer, considerado el padre de la clasificación moderna de enfermedades mentales, falleció el pasado viernes en Seattle a los 83 años de edad por una complicación cardíaca.

Spitzer fue el especialista que en 1973 demostró que la homosexualidad no era fruto de una enfermedad psiquiátrica.

A partir de sus estudios sobre las personas homosexuales, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) aprobó eliminar ese mismo año la homosexualidad de su manual de enfermedades, el DSM donde estaba deflejada como una “perturbación sociopática de la personalidad”. En la tercera edición (DMS-III) apareció como ¨perturbación de la orientación sexual¨.

El Manual diagnóstico y estadístico de enfermedades mentales (DSM, según sus siglas en inglés) es un libro de consulta imprescindible por la psiquiatría mundial, y Spitzer ha jugado un papel fundamental en su elaboración, desde su primera edición hasta la V edición.

Poco después de jubilarse, en el 2013, Spitzer fue diagnosticado con la enfermedad de Parkinson pero siguió ayudando en la elaboración del DSM-5.

Spitzer está considerado uno de los psiquiatras más influyentes de la segunda mitad del siglo XX por sus trabajos que han ayudado a delimitar la línea entre lo que es transtorno mental y lo que no, a partir de clasificar y homogeneizar las enfermedades mentales, sus definiciones y tratamientos.

No era un desorden mental

El doctor Spitzer fue quen presionó por el cambio de la clasificación de los gays, después de reunirse con activistas homosexuales y determinar que la homosexualidad no podía ser un desorden mental si las personas homosexuales estaban cómodas con su sexualidad.

Jack Drescher, psicoanalista gay en Nueva York, ha declarado a la prensa que la eliminación de la homosexualidad de la lista de trastornos fue un gran avance para los derechos de los homosexuales. “El hecho de que el matrimonio homosexual esté permitido hoy en día es en parte gracias a Bob Spitzer”.

Spitzer, titulado en Psiquiatría por la Universidad de Cornell y en Medicina por la de Nueva York, publicó un estudio en 2001 que pretendía apoyar la terapia para volver heterosexuales a los homosexuales. La iniciativa causó el rechazo de sus anteriores seguidores, en especial de los movimientos de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales.

Diez años más tarde, Spitzer pidió disculpas y aseguró que su estudio no era científico porque no había una manera objetiva de medir el cambio de orientación hacia un patrón heterosexual.

Fallece a los 83 años Robert Spitzer, el psiquiatra que sacó la homosexualidad del listado de trastornos mentales

Robert Spitzer

Hasta el año 1973 la homosexualidad fue considerada una “perturbación sociopática de la personalidad”. Pero un psiquiatra, empeñado en clasificar empíricamente las enfermedades mentales, la sacó de la lista. El doctor Robert Spitzer, el hombre que trabajó para que la homosexualidad no fuera diagnosticada como una enfermedad mental, falleció este pasado viernes, 25 de diciembre, a los 83 años de edad. Fue su propia esposa y compañera de trabajo, la profesora emérita de la Universidad de Columbia, Janet Williams, quien comunicó que el psiquiatra murió debido a problemas cardiacos. Spitzer estaba involucrado en múltiples ediciones del Manual de Diagnóstico y Estadísticas de los Trastornos Mentales, o DSM según sus siglas en inglés; el libro que enumera y recoge los principales trastornos.

En 1973, después de reunirse con activistas gays, el doctor Spitzer expuso a sus colegas la necesidad de sacar la homosexualidad del listado de la DSM. Entre las razones que argumentó, el psicólogo explicó que “el deseo por alguien del mismo sexo no puede ser una enfermedad mental si las personas LGBTI no tienen problemas por aceptar su propia sexualidad y se sienten cómodos al igual que los heterosexuales”. Así, Spitzre planteaba la necesidad de asumir públicamente que la homosexualidad es buena para la salud.

En lugar de apelar a la autoridad de Freud (padre del psicoanálisis), el doctor Spitzer, en una entrevista que le hicieron en la revista New Yorker en 2005 planteaba las siguientes incógnitas sobre si la homosexualidad era un trastorno psicológico: “¿Existen estudios?, ¿qué pruebas hay de que lo sean?”.

Un trastorno médico debe estar asociado a angustia subjetiva, sufrimiento o discapacidad de la función social. ¿Realmente la homosexualidad es genética?”, explicó Spitzer al Washington Post.

En 2001, publicó un estudio de apoyo a las “terapias reparativas”, una teoría que defendía que la sexualidad se podía cambiar. Pero en 2012, se disculpó por este trabajo en un artículo que se publicó en el New York Times. “Al leer estos comentarios (sobre el estudio) yo sabía que esto era un problema, un gran problema, y no podía responder. ¿Sabe de alguien que haya cambiado realmente de orientación sexual?”, se planteaba el psiquiatra. Spitzer aseguró que esa investigación era lo único que lamentaba de su carrera.

El doctor Allen Frances, profesor emérito de psiquiatría en la Universidad de Duke y editor de una edición posterior del DSM, dijo al New York Times ‘”Spitzer fue de lejos el psiquiatra más influyente de su tiempo. Sus miles de pacientes avalan su trabajo y, a excepción de una crisis de credibilidad, elevó sus estándares científicos y los rescató de la arbitrariedad y de las opiniones sin fundamento”. “El hecho de que hoy se permita el matrimonio gay se lo debemos en parte a Bob Spitzer”, asegura el psicoanalista Jack Drescher.

Antes del DSM, un diagnóstico variaba de un especialista a otro. La redacción de un manual basado en información empírica como el que desarrolló Spitzer es “el mayor hito de la profesión”, le dijo Janet Williams, su mujer y colega a la agencia de noticias AP.

Charlie Sheen: alcohol, drogas, sexo y sida

RESUMEN DEL AÑO – El terremoto de Hollywood

Charlie Sheen, cerveza en mano, en una imagen de archivo

Charlie Sheen, cerveza en mano, en una imagen de archivo. CORDON

Ha sido, probablemente, el terremoto del año en el showbiz. Y es que el (último) escándalo protagonizado por Charlie Sheen (50) tiene todos los ingredientes necesarios para convertirse no sólo en portada de medios de todo el mundo (como de hecho fue), sino también en una biografía best seller o una película “basada en hechos reales”. El pasado 17 de noviembre, el actor acudía al programa Today de la cadena NBC para contar que tiene el virus del sida y que, pista sobre su estilo de vida, no sabe cómo lo ha contraído.

No fueron los únicos titulares que el polémico protagonista de Dos hombres y medio concedió en este programa de máxima audiencia: Sheen lleva cuatro años, desde que le fue diagnosticada la enfermedad, siendo extorsionado por personas de su entorno que él creía de confianza. Ha sufrido, asegura, tal nivel de coacción, que ha tenido que vender dos de sus tres mansiones de Beverly Hills para hacer frente a los chantajes.

Desde luego entre esas personas cercanas a Sheen no debían encontrarse la mayoría de sus amantes (exceptuando a sus dos ex mujeres, Denise Richards y Brooke Mueller) pues no habían pasado 24 horas de la dura revelación cuandomuchas de ellas comenzaron a aparecer en programas de radio, televisión y redes sociales para criticar al actor asegurando que no habían sido informadas de la situación antes de mantener relaciones sexuales con él. En teoría, todas tendrían que estar tranquilas en cuanto a su salud pues, según declaró Sheen, sólo había mantenido relaciones sexuales sin protección con dos mujeres y con el absoluto conocimiento de ellas (otro titular). Éstas tampoco tardaron en hablar, claro.

El virus del sida es la gota (envenenada) de la vida llena de excesos de Charlie Sheen que le han llevado a perder el trabajo, a varias clínicas de desintoxicación y, ahora, al VIH. Y aún así, el vaso no ha rebosado. El hijo del también actor Martin Sheen (que se recupera estos días de un cuádruple bypass) no ha dejado sus noches de juerga y alcohol en las que ha llegado a gastar 100.000 dólares en prostitutas (casi 1,5 millones en un año) y 20.000 en cocaína. En algo tenía que ocupar el tiempo de los dos años que asegura haber estado encerrado en su casa tras recibir el horrible diagnóstico. En eso y en visionar una y otra vez sus viejas películas acompañado, eso sí, por actores y actrices porno con los que compartir, además de su tiempo, la droga y alguna que otra orgía.

JUDITH BUTLER, REFERENTE MUNDIAL EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO

«Expresar ideas se empieza a considerar terrorismo doméstico»

La feminista norteamericana Judith Butler propone una alianza política de los que se oponen a las condiciones de precariedad para que todos tengamos una “vida vivible”.

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Judith Butler, en el CCCB, donde dictó la conferencia ‘Cuerpos que aún importan’, dentro del ciclo ‘+ Humans’.

De antemano, Judith Butler intimida un poco. La feminista suele salir en las fotos con gesto severo y es preciso una botella de oxígeno para bajar a las profundidades de su obra. Pero resulta que el ícono de la teoría queer -la que sostiene que el género y el sexo son construcciones sociales y, por tanto, susceptibles de entrar y salir de ellas- es una persona encantadora que hoy se siente ‘obligada’ a ampliar su frente de batalla político, inicialmente centrado en los derechos de gais,lesbianas y ‘trans’, a otras vidas precarias. Desembozar esas vidas estancadas, señala la no tan feroz Butler, puede ser el pilar de una democracia radical.

La lucha empezó por usted. A los 6 o 7 años me asaltó la cuestión de cómo vivir en mi propia piel. Tenía un cuerpo de mujer pero no me sentía mujer… Ni hombre. ¿Cuál era mi género? Por otra parte, ya entonces notaba que a mucha gente le era difícil entrar en mi mundo sin miedo, sin humillación, sin ejercer la violencia.

Ese debate interior acontecía en una familia judía tradicional de Ohio. Un tío suyo fue encarcelado por ‘trans’ y murió entre rejas. Unos primos fueron expulsados de casa por gais. Y a ella la llevaron al psiquiatra a los 15 años, cuando anunció su homosexualidad. “La única forma de describirme era como una lesbiana de bar que pasaba los días leyendo a Hegel”, definió una vez aquel pasado brumoso.

¿Sintió la violencia en carne propia? Sí. Fue una etapa de gran inquietud. No sabía cómo ir a la escuela, cómo vestir, cómo explicárselo a mis padres. No se trataba de una decisión racional, era una experiencia corporal que se imponía.

De ahí su ‘pensar desde el cuerpo’. Sí. Luchar para decidir con quién te acuestas pone el cuerpo en el centro del discurso. Todos los que pelean por la protección contra la violencia tienen el cuerpo en el centro de la organización política. Por aquel entonces, yo simplemente me pregunté cómo encontrar la libertad de aparecer en el mundo, con los otros. Pero, ojo, previamente tuve muy claro que podía.

Ahora se pregunta cómo vivir juntos, todos, en este mundo revuelto. Y no es fácil. Si en la vida en pareja, que es un contexto de afecto, aparecen la ambivalencia y la agresividad, cohabitar en el mundo cuando somos de diferente origen, religión y lengua es aún más complicado. Pero estamos obligados a vivir juntos, a afrontar los problemas de reconocimiento del otro.

Los telediarios dicen otra cosa. Debemos preguntarnos: ‘¿Quiénes somos?’. Y no fijar una respuesta. ¡Nada de definir quiénes somos por adelantado! Es fundamental hacerse la pregunta indefinidamente.

Mientras, la economía va definiendo quién sí y quién no.¡Es terrible! Hay gente absolutamente paralizada. Los pobres, los precarios, los sin esperanza. Pero Judith Butler tiene más preguntas que respuestas.

Vaya. ¿Ni siquiera una intuición? Cuando escribí sobre género subrayé que era un acto performativo. Es decir, defendí el género como un devenir. Lo central es que cada persona tiene el poder de actuar. Es muy importante afirmar ese poder, que yo no sentí de joven.

Querer no siempre es poder. Advierto lazos de solidaridad que van más allá de la defensa de los derechos propios y que impulsan a la movilización. Creo que es posible articular una alianza política de los que se oponen a las condiciones de precariedad, que incluya a los que la sufren. Una vez lo consigamos, una vez definamos qué es una ‘vida vivible’, podremos llegar a acuerdos políticos y económicos sobre los principios de igualdad. Hay que contar con el apoyo de los otros para contestar al poder explotador. ¿Suena utópico?

Un poco, sí. Hay que creer que es posible precisamente cuando parece que no es posible. La solución puede emerger en la escena de la imposibilidad.

Debe de ser usted muy paciente. [Ríe] Tengo esperanza.

48 feminicidios en España este año desesperan, por ejemplo. Por eso importa la acción. He pasado un tiempo en Latinoamérica y he notado la enorme alianza entre feministas y no feministas para combatir la violencia contra las mujeres y los ‘trans’.Han ido juntas a la Corte Interamericana para hacer constar que la violencia sexista es una violación de los derechos humanos. Hay que reconceptualizar la idea de ‘humano’ que incluya a cualquiera que sufra una violencia aceptada.

¿Quiénes sufren más la “violencia aceptada”? Las mujeres, las minorías raciales, los discapacitados, los sin techo, los refugiados… Pero, cada vez más, la gente que entiende su trabajo como temporal y prescindible, que no pueden pensar en futuro y sienten que, de algún modo, son responsables de su condición.

Los damnificados aumentan. La desigualdad está aumentando a cotas inaceptables.

¿Qué la indigna sobremanera? El caso de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, en México, por ejemplo. La violencia contra unos jóvenes que querían ejercer su derecho de reunión y de expresión es absolutamente horrible. Tanto como ver que la policía se encoge de hombros y dice ‘es imposible descubrir quién fue’, ‘no hay rastro’. Y luego aterrizan los forenses argentinos y descubren muchos ‘rastros’. Es execrable no solo la complicidad de la policía con los crímenes, sino también el silencio del Estado de México, y de mi propio país, Estados Unidos.

¿Los hipercríticos como usted se sienten cómodos en su país? Vivo en San Francisco, y en California tenemos muchos problemas con la policía, que ahora se entrena en empresas de seguridad. Tratan a la gente como a terroristas, pese a que se limiten a expresar su derecho a protestar. Expresar ideas en el espacio público empieza a ser visto como una forma de terrorismo doméstico.

¿Los atentados de París darán ‘bonus track’ al abuso? Sí. Pero redoblar la seguridad es entrar en guerra contra el propio pueblo.

Lleva 25 años aventando teorías, ¿orgullosa de algún cambio sustancial? Desgraciadamente los libros no tienen la capacidad de cambiar las cosas. Pero insisto en que es necesario sentir que es posible actuar, antes de actuar. Hay que tener la confianza y la experiencia de sí para modificar las cosas. Pero hay demasiada gente que no cree tener la capacidad.

En el caso de las mujeres, convendría que se interesaran los hombres. El feminismo es un movimiento para las mujeres, para los hombres y para los que desbordan el género normativo.

Bien, ¿pero qué les diría a ellos? Es importante que participen en el feminismo porque pueden influir sobre otros hombres, dar ejemplo de una masculinidad alternativa, no violenta. El mejor feminismo es el que se opone a la desigualdad, la subyugación y la explotación. El que trabaja sobre el concepto de poder.

¿Cuántas paradas faltan para el fin del patriarcado?[Ríe] Aún hay demasiados marcos de poder a combatir, no solo ese. El racismo, la misoginia, el colonialismo, el capitalismo. Poner en cuestión todos los vínculos de poder es una tarea posible.

¿Por ahí pasa la emancipación? Lo peor es ser absolutamente dependiente de un poder que te oprime. Es una subyugación invivible, horrible en su circularidad. La liberación de ese poder es una forma de emancipación. Lo aceptable es ser dependiente de una forma de poder que no oprime, que permite vivir. En cualquier caso, la emancipación se logra de manera colectiva.

¿Y usted, de qué o quién depende? De quienes amo y me aman, de todos aquellos que me leen.

Benditos. Sus libros son endemoniadamente difíciles. ¡Oh, lo siento de veras! Pero hay gente que le gusta trabajar con el lenguaje y medirse con la dificultad.

En su línea. ¿Ha logrado al fin estar bien en su propia piel?[Ríe] De vez en cuando.

CLAVES BIOGRÁFICAS

  • Creció en una familia judía de Cleveland (Ohio) de ascendencia húngara y rusa. Recibió una educación religiosa, pero a los 15 años trinchó las expectativas paternas al declarar que tenía novia.
  • La lectura precoz de Simone de Beauvoir (“no se nace mujer, se llega a serlo”) fue la chispa que encendió su teoría del género y el sexo.
  • ‘El género en disputa’ (1990),’Cuerpos que importan’ (1993), ‘Vida precaria’ (2006) y ‘Marcos de guerra. Las vidas lloradas’ (2010) son algunos de sus títulos.
  • Su pareja, Wendy L. Brown,es profesora de Filosofía Política en Berkeley. Juntas adoptaron a un niño.

Charlie Sheen obligó a su ex novia a abortar

El actor Charlie Sheen-

El actor Charlie Sheen. KEVIN SCANLON

El caso de Charlie Sheen, tras comunicarle al mundo que es portador del virus del sida, aún colea. La última revelación sobre esa parte de su vida que mantuvo oculta durante años, ha llegado en forma de demanda por parte de unas de las mujeres que mantuvo relaciones sexuales con el actor, antes y después de enterarse de que tenía VIH.

La persona detrás de la demanda es la actriz del mundo del porno Brett Rossi -su verdadero nombre es Scottine Ross-, que llegó a ser la prometida de Sheen y que ha asegurado que el protagonista de Dos hombres y mediola obligó a tener un aborto en marzo de 2014. El argumento que esgrimió entonces el actor fue que no quería tener un hijo “retrasado”.

Todo esto de acuerdo al portal TMZ, que añade que Sheen recurrió a la violencia en varias ocasiones durante su relación, y que le ocultó a Rossi su enfermedad durante un tiempo. Hasta cinco veces tuvieron relaciones sexuales antes de que se lo confesara, aunque la joven decidió seguir acostándose con él sin protección después de saberlo.

En la demanda también asegura que Sheen tenía intención de tener un hijo con ella y que incluso quería ponerle su nombre, Charlie, si tenían una niña. Después, al parecer, cambió de opinión, y amenazó a la actriz de cine para adultos con dejarla si no abortaba de inmediato, por miedo a que el bebé fuera portador del virus del sida.

El abogado de Sheen, por su parte, ha señalado que las alegaciones son falsas y que está convencido de que podrán salir victoriosos en este caso. Rossi, por su parte, no ha cifrado la cantidad que quiere en concepto de compensación por asalto, negligencia y agresión, entre otros cargos.

Sheen eligió el programa Today de NBC para hacer pública su condición el pasado mes de noviembre, un hecho que mantuvo en privado durante cuatro años y que finalmente decidió anunciar para, entre otras cosas, poner fin a la extorsión y las demandas que ha tenido que enfrentar en el pasado. De momento, no parece haber tenido demasiado éxito.