Los escritores Luisgé Martín, Giuseppe Caputo y Alberto Fuguet, retratados durante el Hay Festival de Cartagena. DANIEL MORDZINSKI
“Peor sería haber sido convocados por ser tres terroristas latinoamericanos”. El escritor chileno Alberto Fuguet (1964) responde el primero a la pregunta sobre si le molesta participar en un encuentro por su condición de escritor homosexual. “No molesta en la medida en que no sea lobby. Algunas personas que nos vean ahora aquí dirán: ‘¡Ah! ya están entrevistando a los maricones y ¿por qué no a nosotros, que somos la nueva minoría? Sinvergüenzas’, como si el hombre blanco heterosexual fuera la nueva minoría, como parece en tiempos de Trump”, prosigue el autor de Sudor(Literatura Random House), su primera novela abiertamente gay.
“A mí tampoco me molesta. Mientras haya algo de discriminación y diferenciación social, que esto se traslade al periodismo y a la opinión pública sirve para corregir”, asegura el español Luisgé Martín (1964), que ha vertido su dolorosa experiencia “hasta salir del armario” en El amor del revés (Anagrama).
“La pregunta de fondo es si existe una literatura gay. Es complejo, claro. Por un lado, reivindico que siendo gay es literatura universal. Pero, por otro, es verdad que no existe la novela heterosexual, que se entiende como lo universal, como si no pudiera ser lo gay. Ha sido un proceso tan largo y dificultoso hasta abrazar esa palabra como para no reivindicarlo”, interviene Giuseppe Caputo (1982), que ha removido el ambiente literario de su país, Colombia, con la novela Un mundo huérfano (Literatura Random House).
Los tres destacados escritores han participado en varios actos organizados en el seno del festival literario Hay, cuya 12 edición concluyó ayer en Cartagena de Indias. Y los tres reconocen la mejora en las libertades de los gays en las últimas décadas que se refleja en una literatura cada vez más rica y consolidada. “Ha habido un cambio, desde luego, en la estigmatización, en el lenguaje del poder, en el uso de la palabra maricón como insulto, o invertido, o marica el último. Ahora se sigue haciendo pero con algo de vergüenza”, apunta Martín. “Soy del Caribe colombiano, que es una zona supermachista. Con seis años estaba en un parque en unos neumáticos gigantescos mariposeando y un señor me dice: ‘Vuela, vuela’. Y yo pensaba que me estaba animando y le daba más fuerte. Y luego añadió: ‘Vuela, vuela, mariposón’. Ha habido una reapropiación de ese lenguaje y eso es bonito. También lamento mucho que dentro de la comunidad se reproduzcan discursos machistas”, dice Caputo.
“Mi mayor tema nunca ha sido ser gay. Es ser norteamericano, que en Chile es mucho peor [vivió hasta los 11 en EE UU]. Y después soy burgués, niño rico (que no es verdad), relativamente blanco; estoy superacostumbrado a una etiqueta más. Me ha interesado siempre encontrar el homoerotismo en la literatura no gay”, afirma Fuguet.
“Ciertamente”, interviene Caputo, “todo el mundo pasa por el sufrimiento y la adolescencia es difícil para todos, pero no reconocer que hay una singularidad en esa experiencia es injusto. Leía el libro de Luisgé y me acordaba de mi trauma del despertar sexual que fue muy duro…”. Martín toma la palabra, por alusiones: “Hay un tipo de literatura gay que habla de la noche, de los hábitos. Pero también creo que hay una literatura del dolor y de la identidad. Los homosexuales hemos tenido exceso de dolor y una identidad conflictiva”.
La mujer, la mejor lectora
Un dolor que se ha paliado en muchos países y en otros no tanto. El holandés Boris Dittrich, exparlamentario y novelista, es el responsable de la ONG Human Rights Watch para defender los derechos de la comunidad LGTBI (lesbiana, gay, bisexual y transgénero) en el mundo. En el Hay Festival, advirtió de que han detectado un incremento de los suicidios entre los jóvenes tras la promulgación de una ley represiva contra los homosexuales en Rusia, copiada por otros países, que multa a la población sólo por hablar públicamente de “cuestiones de género”.
Y todo ello a pesar de la citada evolución, a partir de las teorías de la sexualidad de Michel Foucault de los años setenta o los estudios sobre la Antigüedad que indagaban en la tolerancia y permisividad sexual. “Las cosas han ido mejor. Y la visibilización de LGTBI también ha traído una visibilización de la homofobia. Pero el progreso no es lineal del todo. Recordad que en Francia salió a la calle un millón de personas contra el matrimonio gay y en Colombia y otros países ha habido muchos casos de discriminación”, afirma Caputo.
“Pero los nuevos parias de la comunidad son los transexuales. Es el momento de la reivindicación de la agenda trans. Sigue habiendo un dolor casi puro y se ha avanzado muy poco en muchos países. Si eso de ser afeminado puede causar mucho dolor, ser trans puede ser una cosa terrible”, señala Martín.
“Seguro que de ahí sale una prosa trans muy potente”, y añade Fuguet: “Me gustaría apoyar a otra minoría, que en el mundo de los lectores son mayoría, las mujeres, tema que nunca me ha interesado. No tengo casi amigas ni esa obsesión de Almodóvar, pero me he dado cuenta de que empiezo a tener lectoras. Mi impresión es que las mujeres no le tienen miedo al tema gay. Hasta les puede parecer sexy. Son madres, son hermanas y son gente menos asustadiza que el hombre heterosexual. Leen literatura gay de manera desprejuiciada y atenta. Siento que los libros más que buscar un nicho deben ser crossover”.
“Mis mejores feedback de El amor del revés han sido mujeres. Una de las ideas recurrentes y obvias es que la homofobia tiene que ver con el machismo y la mujer es capaz también de entender muy bien esa misma opresión”, asevera Martín. “No hay homofobia sin machismo, y el movimiento gay es hijo del movimiento feminista”, recuerda Caputo.
CÉSAR AIRA Y EL DADAÍSMO RAZONADO
Una mujer, en las puertas del teatro Adolfo Mejía, una de las sedes del Hay Festival de Cartagena de Indias. DANIEL MORDZINSKI EL PAÍS)
Marcel Duchamp marcó a diversas generaciones de artistas plásticos y conceptuales. También a escritores como César Aira, uno de los protagonistas del Hay Festival de Cartagena. El autor argentino, de 67 años, lo calificó de “sabio loco y alquimista del dadaísmo razonado” y reconoció que coleccionar libros sobre el creador y ensayista de origen francés se ha convertido en un “hobby”. Aira, que se considera un escritor de “literatura infantil para adultos”, mantuvo una conversación con su editor Claudio López de Lamadrid, a propósito de la publicación el pasado año de su libro Sobre el arte contemporáneo (Literatura Random House).
El formato charla caracteriza el Hay, que en esta edición ha prestado mucha atención a las relaciones familiares y especialmente al padre ausente (desaparecido o asesinado) como elemento identitario y fuente de creación literaria. Fue significativo, en este sentido, el encuentro que mantuvieron el libio Hisham Matar, el colombiano Héctor Abad Faciolince y la afgana Fátima Bhutto.