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“En algunos países no hay laboratorios donde se pueda realizar un seguimiento para saber si el tratamiento está funcionando o no, lo que favorece el desarrollo de resistencias”
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Roger Paredes, asesor de la OMS sobre farmacorresistencia del VIH IRSICAIXA/JORDI ANGUERA
Este jueves, la Organización Mundial de la Salud ha alertado del aumento de las resistencias del VIH a los medicamentos. Según su último informe, los porcentajes de personas que portan virus resistentes a los fármacos antirretrovirales más comunes empiezan a ser preocupantes en varios países de África y Latinoamérica y han anunciado una estrategia global para intentar atajar la situación en los próximos 5 años.
Roger Paredes es uno de los autores de este informe y asesor de la OMS en materia de farmacoresistencia. El jefe de sección de la unidad de SIDA del Hospital Germans Trías e investigador del Instituto de Investigación del SIDA IrsiCaixa, advierte de que, aunque el fenómeno de la resistencia a los tratamientos se haya disparado en ciertos países, hay que tener claro que no se trata de un problema local: “La humanidad somos todos”.
La OMS habla de la resistencia del VIH frente a los medicamentos, pero ¿cómo funcionan estos fármacos?
Los medicamentos con los que trabajamos son antirretrovirales y lo que hacen es bloquear la multiplicación del virus. Éste entra en las células humanas y sigue una serie de pasos para reproducirse y los distintos fármacos bloquean este ciclo en diferentes puntos.
¿Qué se consigue con esto?
Aunque no se consiga eliminar el virus, el paciente mejora mucho su sistema inmune, llegando incluso a ser similar al de una persona no infectada y teniendo una esperanza de vida prácticamente igual a la de cualquier otra persona. Pero otra cosa muy importante es que esta persona ya no transmite el virus, de forma que si pudiéramos tratar a todos los infectados bloquearíamos la transmisión a otras personas y, en una situación ideal, acabaríamos con la infección.
¿Cómo llega un virus a hacerse resistente a un fármaco?
El virus por sí solo tiene mucha tendencia a generar mutaciones, así que esta situación era hasta cierto punto previsible. En el caso del VIH, un paciente que no tome tratamiento genera cada día entre 1 y 100 billones de virus nuevos y cada uno de ellos puede tener una pequeña variación. Esto quiere decir que en un solo día se puede llegar a generar una mutación que lo haga resistente a algún fármaco.
¿Influye que el tratamiento no se siga de forma adecuada?
Sí, si el tratamiento no se toma bien lo que hace es acelerar el desarrollo de resistencias. En ocasiones, los pacientes se encuentran con dificultades para acceder a un tratamiento continuado, toman dosis inferiores a las adecuadas o se olvidan, con lo que no se consigue que el virus quede totalmente bloqueado. En estos casos, como la presión que realiza el fármaco sobre el virus no es suficiente para suprimirlo, acaba acelerando la aparición de resistencias.
¿Qué implica el desarrollo de resistencias?
En primer lugar es malo para el paciente porque lo que quiere decir es que va a ser mucho más difícil de tratar, ya que habrá fármacos que dejen de funcionar. Pero el problema no termina ahí, sino que es un problema de salud pública, ya que estos virus resistentes se pueden transmitir, de forma que un individuo puede infectarse directamente por un virus que ya es resistente a los fármacos sin que haya tomado nunca un antirretroviral.
¿La situación actual es grave?
Lo que se ha visto en los últimos años es un incremento en la transmisión de virus resistentes, de forma que en algunos de países de rentas bajas y medias entre un 10 y un 15% de los pacientes que acceden al tratamiento por primera vez tienen un virus resistente. Además, se ha visto que este porcentaje se está incrementando de manera muy alarmante, con lo que si no hacemos nada, en los próximos años podríamos perder todos los beneficios que hemos conseguido a la hora de controlar la epidemia a escala global.
¿Por qué las resistencias han aumentado especialmente en países pobres?
Principalmente porque tienen entornos sanitarios que son más débiles que los nuestros. Por ejemplo, países donde hay pocos centros sanitarios o que no están preparados para atender enfermedades que requieren un seguimiento a largo plazo, como puede se la infección por el VIH. En algunos países no hay laboratorios donde se pueda realizar un seguimiento para saber si el tratamiento está funcionando o no, lo que favorece el desarrollo de resistencias. Además, en estos países también hay menos alternativas terapéuticas, aunque ahora la OMS va a recomendar dar el salto a unos fármacos nuevos que son parecidos a los que se suministran aquí en Europa.
¿Cómo esta situación en España?
Aquí, al igual que en Europa, las resistencias a los antirretrovirales han disminuido y esto ha sido porque damos fármacos muy potentes, pero también porque hacemos un seguimiento muy estrecho de los pacientes, a los que vemos cada 3 ó 6 meses y les hacemos toda una serie de controles. Además, tenemos varias alternativas para cuando un tratamiento falla.
En cualquier caso, quiero destacar que esto no es un problema local o de países pobres. La humanidad somos todos, así que lo que pasa en otros países y lo que pasa aquí en el fondo es lo mismo, y solo si trabajamos juntos podremos terminar con esta epidemia en las próximas décadas.
Ha insistido varias veces en que es importante hacer un seguimiento, pero hasta ahora la OMS no incluía en sus recomendaciones hacer tests de resistencia ¿por qué?
Pues porque, a día de hoy, muchos de estos tests son muy caros y porque la estrategia que teníamos estaba funcionando muy bien. Era una estrategia simplificada, cuyo objetivo era alcanzar al mayor número de gente posible y si hubiéramos llegado a toda la población afectada, los modelos indicaban que podíamos haber contenido la infección a escala mundial.
Pero la situación ha cambiado…
Sí, ahora lo que estamos viendo es que el virus está empezando a contratacar y lo que está haciendo es acumular resistencia a los fármacos que se dan habitualmente en estos países.
Entonces, ¿qué es lo que se puede hacer?
Lo primordial sigue siendo llegar a todo el mundo, ya que ahora mismo solo alcanzamos a la mitad de los afectados, que son unos 37 millones. Luego, que el tratamiento se tome de forma adecuada, para lo que hay que asegurar que no hay pérdidas de stock y, por último, poner en marcha las medidas de control y seguimiento para saber si los tratamientos están funcionando y ser capaces de reaccionar con rapidez si es necesario cambiarlo.
¿Cómo se pueden a implementar los controles en los países más pobres?
Lo primero que habría que implementar son los tests de carga viral, que son los que nos permiten saber si el virus está indetectable o no de manera rápida y relativamente asequible. Esto nos permite saber si el tratamiento está funcionando y buscar alternativas, lo que limitaría mucho el desarrollo de resistencias.
También están los tests genotípicos, que permiten determinar si existen mutaciones en el ADN virus, lo que sirve para predecir muy bien si el virus va a ser resistente a los fármacos. El problema es que, a día de hoy, siguen siendo demasiado caros, aunque creemos que poner el problema en la agenda de la salud pública mundial puede servir para simplificar y abaratar estos tests de forma que sean accesibles para todos los países.
Después están los tests fenotípicos, que nos dicen exactamente a qué fármacos se hará resistente el virus, pero son muy caros y complejos y no son aplicables en estas regiones.
Con todo, ¿se puede ser optimista?
El problema es grave, pero no hay que caer en la desesperación. Ahora nos hemos encontrado con esta situación, pero lo que debemos hacer es trabajar duro e intentar que los recursos de los que disponemos, que son muchos, lleguen al mayor número de afectados posible. Estoy convencido de que si hacemos lo que se recomienda, en los próximos 5 o 10 años se conseguirá disminuir mucho el impacto.