El país católico, donde la homosexualidad fue ilegal hasta 1993, puede convertirse mañana en el primer Estado en aprobar en las urnas las bodas entre personas del mismo sexo
Jóvenes activistas por el sí en la calle Grafton, en el centro de Dublín. / LIONEL DERIMAIS
La clave del apasionante momento histórico que está viviendo Irlanda, según Tiernan Brady, está en su tamaño. En este país de cuatro millones y medio de habitantes, explica, los seis grados de separación que supuestamente existen entre cualesquiera personas del mundo se reducen a solo dos grados. “Todo el mundo conoce a alguien que conoce a alguien”, explica este exalcalde de Bundoran, un pueblo del noroeste rural, convertido hace unos meses en director político de la campaña por el sí en el referéndum sobre la legalización del matrimonio gay que se celebra este viernes en Irlanda.
“En comunidades pequeñas la humanidad de una persona se abre paso rápidamente”, prosigue. “Las personas gais y lesbianas no viven en una roca fuera de Irlanda esperando a entrar. Viven en cada rincón del país. Lo más importante es recordar a la gente que esto va de personas. Va de gente a la que conocen. Alguien en su familia, en su calle, en su comunidad. Esa es una de las razones por las que todo aquí se ha movido tan rápidamente”.
Un cartel por el no: “Dos hombres no pueden remplazar el amor de una madre”. / L.D.
Hasta 1993, en Irlanda, ser homosexual se pagaba con la cárcel.Y este viernes, si las encuestas no se equivocan, este se convertirá en el primer país del mundo que aprueba por referéndum el matrimonio entre personas del mismo sexo. “Yo era un delincuente en la universidad, y ahora estoy a punto de convertirme en un ciudadano de pleno derecho”, explica Brady. “Creo que este mensaje es poderoso para la gente que vive en países donde parece no haber esperanza. Es la demostración de que el mundo puede cambiarse en una generación. Y sin pelearse, solo hablando a la gente”.
El referéndum se convocó porque la ley lo exige para cualquier modificación en la constitución. Pero el hecho de que la decisión se haya dejado a en las manos de todos los ciudadanos, y no de un grupo de políticos o jueces, ha convertido las calles de Dublín en el escenario de un acalorado debate sobre un tema que hasta hace muy poco era tabú. Ha llenado de energía política una sociedad que, sobre todo en su capa más joven, había perdido la fe en la política después del humillante rescate económico al que hubo de someterse el país en 2010, seguido de años de dolorosa austeridad. “Si gana el sí habrá toda una generación de gente que descubra que la política puede funcionar, que puede cambiar las cosas”, resume Brady. “Eso tendrá un efecto profundo mucho más allá de esta campaña”.
La Iglesia Católica sigue teniendo un enorme peso en un país donde el aborto es ilegal, incluso en el caso de violación, y donde el divorcio se legalizó en 1995 y los anticonceptivos solo 10 años antes. Si la homosexualidad se despenalizó hace 21 años, no fue no por un clamor popular, sino porque así lo exigió el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
El 85% de la sociedad irlandesa sigue siendo católica. Pero ya no escuchan tanto los dictados de conducta de una Iglesia duramente golpeada por una sucesión de gravísimos escándalos de abusos sexuales a menores encubiertos por las jerarquías.
La Iglesia, en general, se ha opuesto a la equiparación del matrimonio para personas del mismo sexo. Pero también muchos sacerdotes han pedido el voto por el sí. Contactado por EL PAÍS, un portavoz declina ofrecer una postura oficial alegando que la Iglesia no hace campaña en este referéndum y que se limita a atender las consultas de sus feligreses.
Activistas por el sí en el centro de Dublín: “Combate la desigualdad. Empieza por votar sí”. / L.D.
Todos los partidos políticos y todos los grandes periódicos han pedido el voto por el sí. El propio primer ministro, el democristiano Enda Kenny, volvió a pedirlo el miércoles, en la víspera de la jornada de reflexión.
Al Goliat de la campaña del no se enfrentan pequeños davides como Fernando Rodríguez, que exhibe en una acera, acompañado de una amiga, carteles en defensa de la familia tradicional. “Dos hombres no pueden sustituir el amor de una madre”, se lee en uno de ellos. Un hombre se detiene y les mira con cara de desprecio. “Esto es lo más insultante que he oído: yo soy padre soltero”, explica.
Rodríguez, de 27 años, mexicano de padres asturianos, residente en Dublín desde hace nueve años, viene a repartir panfletos cada tarde, cuando sale de su trabajo de becario de marketing. “Toda la información está en el lado del sí”, protesta. “Pero si vivimos en una democracia, debemos informar de las dos opciones”.
El mismo desequilibrio de fuerzas denuncia Evana Boyle, abogada, madre de cuatro hijos, portavoz del recientemente creado colectivoLas Madres y los Padres Importan. “El debate se ha silenciado”, asegura. “Los medios no nos dejan hablar. Ha faltado debate legal y la gente está confundida. Creo que ganará el sí porque la gente ha sido engañada. Creen que votan por lo que sienten hacia los gais, por motivos emocionales, pero es mucho más. Los hombres y las mujeres son diferentes. Traen cosas distintas y los niños tienen derecho a esas dos influencias en su crianza. Es sobre los derechos de los niños. En la constitución, el matrimonio está conectado con la familia, porque con el derecho a casarse está el derecho a tener hijos. El Gobierno dice que se trata de la igualdad de las personas gais, pero no es eso. Creemos que se puede ser igual sin cambiar el matrimonio. Tenemos una de las leyes de parejas de hecho más robustas del mundo”.
El centro de Dublín es un clamor por el sí. Grupos antiausteridad han cambiado su mensaje anticapitalista por uno de igualdad de derechos que gritan por los megáfonos. Un camión de Ben & Jerry’s reparte helados gratis por el sí. Colectivos de artistas jóvenes realizan voluntariosas acciones por las calles comerciales llenas de turistas. El clamor callejero por el sí recuerda al de los días previos al referéndum de independencia de Escocia el año pasado.
En aquella ocasión ganó el no. Aquí las encuestas dan al sí un margen tan amplio que pocos creen que pueda revertirse. Pero en estas islas las encuestas dejaron de creerse el pasado 7 de mayo. Y todo el mundo cuenta con una disminución del margen por el afloramiento del voto del llamado no tímido.
El sí, en cambio, es todo menos tímido. No está permitido el voto por correo, así que jóvenes irlandeses de todo el mundo han viajado estos días a su país para votar. Se han organizado viajes colectivos desde Londres y la demanda ha disparado el precio de los vuelos desde Nueva York o Boston. “Si gana el sí, el mensaje será muy fortalecedor para todos los irlandeses”, opina Brady. “Cada persona gay y lesbiana que ama a su país se podrá levantar a la mañana siguiente y saber que su país les ama también. Es algo muy importante para la gente que ha crecido sin sentir eso. Diremos al mundo que somos tan amigables como la gente cree que somos. Tenemos fama de eso. Sería un fenomenal mensaje de compasión, de humanidad y de esperanza más allá de Irlanda. El cambio puede suceder. No importa lo imposible que parezca. Puedes mover montañas y lo puedes hacer en solo una generación”.