Espejos que hacen daño

El cortometraje vasco ‘Visibles’ saca a la luz la realidad de las personas mayores del colectivo LGTB, aquellas que en su juventud fueron perseguidas y reprimidas y que, ahora, en su madurez, se enfrentan a la soledad y el abandono

Fotograma del cortometraje ‘Visibles’ en el que se ve a Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26 de diciembre. Fotos: Teresa Arilla

El 26 de diciembre se cumplirán cuarenta años de la exclusión de la homosexualidad de la Ley franquista de Peligrosidad y Rehabilitación Social, una fecha para marcar en rojo en el calendario, ya que supuso un gran triunfo para aquellos que hasta entonces vivían perseguidos y reprimidos por su orientación sexual o identidad de género. “Pero nadie lo sabe, nadie sabe que nos metían en la cárcel o en el psiquiátrico o en granjas para curarnos”, lamenta Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26 de diciembre, que atiende, acompaña y asesora a personas mayores del colectivo LGTB, aquellas que vivieron su juventud ocultas y con miedo y que, en su madurez, se enfrentan al abandono y la soledad. “Es un colectivo muy abandonado, muy silenciado, muy invisibilizado, porque se han encargado de invisibilizarlo”, asegura Armenteros.

Para sacar a la luz esta realidad, la cineasta vasca Ainhoa Uri y su equipo han realizado el cortometraje Visibles, que “nos habla de la vejez, fundamentalmente de la vejez, de la soledad, de la necesidad de compañía, de ese abrazo, ese sentirse algo y alguien”. “Este cortometraje se centra en la vejez de las personas LGTB, un colectivo vulnerable y abandonado por la sociedad mayoritaria y por el propio colectivo, encontrándose en la actualidad sin recursos específicos que puedan paliar ese deterioro, la soledad y su situación de dependencia”, añade.

El cortometraje está rodado en Madrid y cuenta la historia de dos personas mayores del colectivo: un exiliado cubano que huyó de su país precisamente por sus circunstancias personales y una mujer de Hernani que llegó a la ciudad buscando una salida laboral. “Cuentan cómo afrontan su vida y cuáles son sus retos, la vejez no les gusta mucho, como dice uno de ellos: los espejos me hacen mucho daño. La vejez en una soledad absoluta y sin recursos es muy dura”, explica Uri. Tanto la guionista y coproductora del cortometraje como el presidente de la Fundación 26 de diciembre invitan a desterrar los estereotipos que también rodean al colectivo y ver la diversidad.

“El colectivo se ha encargado de dar esa imagen maravillosa de juventud, poder adquisitivo, consumo, en la que también se olvida a las lesbianas. El estereotipo es gay, blanco y con dinero, y mucha gente se lo ha creído. A mí me han llegado a decir en alguna charla: yo creía que los gays eran gente joven. Entonces, ser gay es como el sarampión, que se pasa ¿o qué?”, cuenta con ironía Armenteros. “Me sorprende cómo se está construyendo algo sin la historia”, lamenta el presidente de la Fundación 26 de diciembre, quien reconoce que “es una historia muy sucia”. “Todas estas personas que tienen más de 60 años, ha sufrido la represión en su juventud, durante su vida, tienen esa represión interiorizada, incluso la homofobia interiorizada”, apunta la cineasta vasca.

Es el caso del propio Armenteros, a quien su madre le denunció con 16 años por ser homosexual. “Yo me decía continuamente soy normal, soy normal, soy normal. Hice lo que la sociedad nos pedía, me casé y tuve una hija, hasta que no pude más y con la ayuda de mi exmujer me puse en tratamiento y descubrí que era un homófobo interiorizado muy grande. Aprendí a aceptarme y descubrí que era una persona feliz, que no estaba haciendo nada malo, sino algo muy natural. Así se lo transmití a mi hija y ella me ha acompañado en el proceso”, relata Armenteros, quien salió del armario con 36 años “y lo quemé”. Este educador social tiene ahora 60 años y hace ocho fundó la Fundación 26 de diciembre. “Nos preguntábamos ¿dónde están las personas mayores del colectivo?”, asegura. La fundación cuenta con trabajadores y educadores sociales, psicólogos, cuidadores y voluntarios. Es un atención integral, desde animación sociocultural, atención psicológica, ayuda a domicilio, teleasistencia, ayuda en gestiones administrativas hasta acompañamiento en la última etapa de la vida. “Les ayudamos a cerrar el capítulo de la vida de una manera que se sientan acompañados, queridos, que alguien les de la mano o un abrazo en el último momento. Muchos nos comentan que les da miedo que los vecinos se enteren que han muerto por el mal olor. Escuchar eso escuece”, explica Armenteros. Otras veces simplemente se trata de una comida, tomar un café o sentirse acompañado.

RESIDENCIALa Fundación atiende a entre 700 y 800 personas, “una cifra todavía baja teniendo en cuenta que hay 160.000 personas mayores del colectivo LGTB en Madrid”. “Pero las que más nos preocupan son las 70.000 personas mayores de 80 años que viven solas”, apunta. “Con esa edad, muchos están muy tocados, además son los que han sobrevivido a la pandemia, están con el VIH”, asegura Armenteros. Para ellos, la fundación abrirá la primera residencia especializada en todo el Estado. “En las instituciones dicen que no se tiene que hacer una intervención especializada más allá de que son mayores, que son iguales, pero no es así, no hemos crecido igual, nosotros hemos crecido en el odio. Hay que hacer una atención especializada porque han sufrido una violencia social, un odio social. ¿Cómo vamos a ser iguales si nunca nos habéis permitido ser iguales?”, replica Armenteros, quien asegura que “mucha gente nos dice que antes de ir a una residencia (convencional) se suicida”.

“Queremos estar en espacios donde nos puedan atender de forma especializada, que sepan cómo somos, que no tengamos que explicar que me gusta un hombre o que se me ha muerto mi marido y que estoy hecho polvo. Que sean espacios de respeto, de libertad, algo que nunca han tenido las personas mayores, que puedan estar en espacios seguros donde no les puedan llamar maricón, tortillera de mierda o travelo. Todo eso en los espacios seguros no pasa”, argumenta el presidente de la Fundación 26 de diciembre.

“En el colectivo LGTB esa vejez tiene una carga mayor por la represión que han sufrido. Piensan, por ejemplo, que si van a una residencia van a tener que volver a esconderse, van a tener que volver a ese llamado armario, piensan que van a tener que volver a sufrir esa represión y lo que hacen en es encerrarse en casa”, explica Ainhoa Uri. “En la actualidad, hay personas LGTB que por su edad se encuentran indefensas y desprotegidas ante una sociedad que las ha invisibilizado. Debemos tener esto en consideración y conseguir espacios físicos y sociales de libertad y respeto a los mayores LGTB para así tratar de cubrir sus necesidades particulares y colectivas”, ahonda la cineasta.

“Ahora estamos atendiendo a un hombre al que le han dado seis ictus y está tirado en su casa. Solamente le han puesto un servicio a domicilio dos veces a la semana, una señora que va a limpiar, pero él no se puede mover, no puede hacer nada y está solo. Cuando abra la residencia esperamos que pueda ser uno de los residentes”, pone como ejemplo Armenteros.

“PROBLEMA UNIVERSAL”El presidente de la Fundación 26 de diciembre también aparece en el cortometraje Visibles, así como otros dos expertos de otras asociaciones que trabajan con mayores del colectivo LGTB. “Rodamos en Madrid porque los testimonios que teníamos estaban allí, pero no es un cortometraje sobre la Fundación 26 de diciembre, es un llamamiento a lo que ocurre con el tema de la vejez, que es un problema universal”, sostiene la guionista y coproductora. El trabajo, dirigido por Enrique Rey, está ya listo para proyectarse en festivales y mostrar al público. “Queremos hacer proyecciones a la ciudadanía bien a través de asociaciones que sean del colectivo u otras asociaciones que se quieran acercar a esta realidad”, explica Uri.

En el colegio a Xabi, de cinco años, ya le llaman Nora

Una niña transexual vizcaína pide a sus compañeros de clase que asuman su cambio con naturalidad

Con apenas cinco años, Nora -nombre ficticio- se ha convertido sin saberlo en un icono de valentía al no temer vivir libremente su identidad de género. Esta pequeña vizcaína, a la que hasta hace unas semanas le llamaban Xabi, ha decidido dar un paso al frente acompañada de su familia. A través de una emotiva carta, enviada a los padres y madres de la escuela y que se ha hecho viral en las redes sociales, explican cómo su hija les ha ido guiando en este proceso desde que comenzó a expresarse, hasta pedirles este año que la llamaran Nora y no Xabi, el nombre que decidieron «erróneamente, fijándonos únicamente en sus genitales».

Aunque queda mucho camino por recorrer, en ocasiones salen a la luz historias que muestran la valentía de niños con vulva y niñas con pene a la hora de vivir su identidad de género arropados por su familia. El pasado 4 de mayo, Nora escribió otro capítulo en esa historia. Fue el día en el que decidió dejar de ser Nora solo en casa, para serlo también «en la escuela, en la plaza, en el parque, en el cine…».

Ha sido un camino en el que reconocen haber tenido «dudas», pero en el que optaron por respetar sus ritmos y sus tiempos. «Si a los mayores en ocasiones nos cuesta tanto decidir qué zapatos ponernos o dónde ir de vacaciones, cómo no le va a costar a una niña de cuatro o cinco años decir a todas las personas que conoce que están equivocadas, que ella no es un niño sino una niña, y que si tiene pitilín es porque hay otras muchas niñas que también lo tienen, del mismo modo que hay niños que tienen vulva, y que a partir de ahora quiere que le llamemos por su verdadero nombre, que es Nora, y no por el que por error le asignaron su aita y su ama…».

«Ni la primera ni la última»

‘Ni neska naiz’ (‘soy una niña’) fue, como aseguran en la carta, la primera frase que pronunció Nora. «Nos equivocamos en su día, hace ya cinco años y un mes, pero en nuestra casa muy pronto caímos en la cuenta de nuestra equivocación». Desde muy pequeña «vimos, supimos y comprendimos que Xabi, como le llamábamos entonces (y como le hemos estado llamando hasta hace escasos días), era una niña. Una niña con pene, es cierto. Ni la primera ni la última. Pero una niña», explican en la carta.

Los progenitores narran cómo la pequeña ha ido «marcando los tiempos» y se ha manifestado como chica cuando «se sentía protegida», en su hogar o en vacaciones donde nadie sabía si era niño o niña, y más adelante en ocasiones en donde la gente «se vestía de forma especial». Por último, cuando después de Semana Santa pidió que comenzaran a llamarle Nora. «Xabi pasaba automáticamente a ser Nora en el preciso instante en que se sentía a salvo del ‘qué dirán’, en cuanto se sentía acompañada».

El paso al frente de Nora la ha hecho «la persona más feliz del mundo», según sus padres. Acompañados del asesoramiento de profesionales, expertos y miembros de las asociaciones que trabajan en este ámbito, como Chrysalis, agradecen también el «trato exquisito en lo profesional e impagable en lo humano» de la escuela. Ahora piden a los otros padres y madres que, aunque se confundan, respeten la decisión de Nora y la llamen por su nombre. «La práctica ayuda. Cuantas más veces dices Nora, más quieres a Nora. Pruébalo y verás», subrayan.

La guía de Miren, la niña trans que mostró a sus padres qué hacer en cada momento

Los progenitores de una menor de cinco años piden con una carta dirigida a los padres de los niños de su ‘ikastola’ que respeten la decisión de su hija

Miren, nombre ficticio, les dijo a sus padres que era una niña cuando apenas tenía dos años. LOUIS BLYTHE

“Este viernes, 4 de mayo, Miren va a dejar de ser Miren solo en casa: también va a ser Miren en la ikastola, en la plaza, en el parque, en el cine…, y en los lunes de otoño que llueva, y los jueves de invierno que nieve”. Los padres de una niña trans de cinco años que vive en el País Vasco han relatado a través de una carta dirigida a otros padres de su escuela cómo su hija les ha guiado, marcando los tiempos y decidiendo qué hacer en cada momento, hasta pedirles que la llamen Miren y no por el nombre masculino que decidieron “erróneamente” al nacer. El padre, con el que se ha puesto en contacto EL PAÍS, ha pedido que no se faciliten datos personales que puedan identificar a su hija. Los nombres de pila han sido cambiados. Con el escrito, en el que muestran su inmensa gratitud a la labor realizada por el colegio —”nos equivocamos al asignarle el sexo, pero no al elegir la ikastola“—, animan al resto de progenitores a que respeten la decisión que su hija ha adoptado “libre y felizmente” y a que la traten como lo que es y quiere ser: “Una persona normal y feliz”.

Los tres años de recorrido de la familia de Miren aparecen resumidos en una emotiva carta de siete párrafos y una posdata. El escrito ha circulado en los últimos días por las redes sociales sin que los autores lo hayan autorizado, según asegura el padre. En el texto, los padres viajan hasta el nacimiento de Miren y reconocen que “hace ya cinco años y un mes” se confundieron cuando pensaron que era un chico. “Le pusimos de nombre Jon y le traspasamos la ropa de su hermano, y no la de su hermana… ¡Cómo no íbamos a equivocarnos si le asignamos su sexo fijándonos únicamente en sus genitales!”, detallan. A pesar de ello, reconocen que se dieron cuenta “muy pronto” de su equivocación. “No sabríamos precisaros exactamente cuándo, si al año, al año y medio o a los dos años, pero muy pronto vimos, supimos y comprendimos que Jon, como le llamábamos entonces (y como le hemos estado llamando hasta hace escasos días), era una niña. Una niña con pene, es cierto. Ni la primera ni la última. Pero una niña”.

Ni neska naiz” (Soy una niña). Los padres de Miren jurarían que esta fue la primera frase con sujeto, verbo y predicado que construyó su hija. “Una frase que no ha dejado de pronunciar un solo día desde entonces, y habrán pasado ya unos tres años… o más”, precisan. “En todo este tiempo, y tras superar las lógicas dudas iniciales, siempre hemos visto y querido a Jon como una niña, pero hemos respetado sus ritmos y sus tiempos. Si a los mayores en ocasiones nos cuesta tanto decidir qué zapatos ponernos o dónde ir de vacaciones, cómo no le va a costar a una niña de cuatro o cinco años decir a todas las personas que conoce que están equivocadas, que ella no es un niño sino una niña, y que si tiene pitilínes porque hay otras muchas niñas que también lo tienen, del mismo modo que hay niños que tienen vulva, y que a partir de ahora quiere que la llamemos por su verdadero nombre, que es Miren, y no por el que por error le asignaron su aita y su ama…”, continúa la carta.

Los padres relatan cómo la pequeña “ha marcado los tiempos” y se ha ido abriendo cuando se sentía segura. “Ella ha decidido qué hacer en cada momento. Nosotros nos hemos limitado a acompañarla, a arroparla, a comprenderla, a quererla y a hacerla sentirse acompañada, arropada, comprendida y querida. Al principio, solo se manifestaba como chica cuando se sentía protegida, en espacios de confort: nuestra casa, la casa de aitite (abuelo) y amama (abuela), el baserri de amama (caserío de la abuela), donde izeko (la tía) y osaba (el tío) o de vacaciones, donde nadie sabía si era Jon, Miren, niño, niña”.

El siguiente paso la llevó a vestirse “como lo que se siente y como lo que es, una niña”. Miren “aprovechó aquellas ocasiones en las que ella, observadora, detectaba que la gente se vestía de forma… especial”, como fiestas patronales o periodos de vacaciones. “Pasaba automáticamente a ser Miren en el preciso instante en que se sentía a salvo del ‘qué dirán’, en cuanto se sentía acompañada por las personas que ya conocíamos su ‘secreto’: “Ni neska naiz” (Soy una niña)”. El último paso, lo dio en Semana Santa, mientras estaban de vacaciones. Fue entonces cuando pidió que la llamaran Miren. “Pero, en un principio, solo los de casa. En la Ikastola y en la calle, un poco más tarde. Sin prisa”.

En cuestión de un mes, los padres han recabado información y opiniones para afrontar de la mejor manera esta nueva situación. “Hemos escuchado a profesionales, expertos y miembros de las asociaciones que trabajan en este ámbito”, explican.  Aunque Miren había previsto anunciarlo a sus compañeros de clase un viernes, terminó haciéndolo un miércoles y, según el testimonio de sus padres, dar a conocer su decisión la hizo “la persona más feliz del mundo”.

Para terminar y como posdata, los padres de Miren reconocen que tienen un gran lío en casa con el tema de los nombres y quitan importancia a que se produzcan equivocaciones. Con todo, garantizan que “la práctica ayuda”. “Cuantas más veces dices Miren, más quieres a Miren. Pruébalo y verás”, animan en un escrito en el que apelan a valores como el respeto, la solidaridad y la generosidad.

La emotiva carta de los padres de una niña transexual de Zornotza al resto de padres de la ikastola

Con esta carta los padres de una niña transexual de Zornotza, detallan a los progenitores de los y las compañeras de aula, el camino recorrido por la niña y piden respeto a su decisión.

 

Esta es la carta del aita y la ama de una zornotzarra de cinco años que pese haber nacido con pene su primera frase fue «ni neska naiz» – yo soy una niña-. Ahora, cinco años y un mes después de su nacimiento, sus progenitores se dirigen con esta carta a los padres de los y las compañeras de aula para que a partir de ahora todas y todos le llamen por su verdadero nombre, el nombre elegido por la niña, y no con el nombre, que como ellos mismos reconocen, le asignaron por error; «¡Cómo no íbamos a equivocarnos si le asignamos su sexo fijándonos únicamente en sus genitales!», aseguran sus padres.

La carta, que ha tenido gran difusión en Facebook, descubre el camino realizado por la niña desde su nacimiento hasta ahora. Destaca cómo a su temprana edad, era capaz de diferenciar los espacios y las personas con las que se sentía a salvo y podía dejar «ver su secreto». «Ella ha marcado los tiempos. Sus tiempos. Ella ha decidido qué hacer en cada momento. Nosotros nos hemos limitado a acompañarle, a arroparle… Al principio, solo se manifestaba como chica cuando se sentía protegida, en espacios de confort (nuestra casa, la casa de aitite y amama, el baserri de amama, donde izeko y osaba o de vacaciones, donde nadie sabía si era niño, niña, de Zornotza o de Sebastopol…). El siguiente paso le llevó a vestirse como lo que se siente y como lo que es, una niña, en aquellas ocasiones en que ella, observadora, había detectado que la gente se vestía de forma… especial… Si nos hubiésemos encontrado este agosto, habríais visto a nuestra hija con un bikini naranja, un vestido blanco o una falda rosa. Lo que queremos explicaros con estos ejemplos es que pasaba automáticamente a ser niña en el preciso instante en que se sentía a salvo del ‘qué dirán’, en cuanto se sentía acompañada por las personas que ya conocíamos su ‘secreto’: “Ni neska naiz”».

El último gran paso lo dio en las pasadas vacaciones de Semana Santa pidiendo a sus padres que la llamaran por el nombre elegido por ella misma. Pero en el escaso mes que ha pasado desde entonces, se ha sentido segura y arropada para presentarse también en la ikastola. Y esta carta es muestra de ello.

Con esta carta los padres se dirigen al resto de progenitores de la Ikastola Zornotzako Andra Mari para pedir respeto a la decisión de la niña y para que le traten como lo que es, una niña. « No estamos en posición de exigiros nada, y menos aún en aquello que incumba a la educación de vuestros hijos e hijas, –asegura la carta–. Tampoco os pedimos comprensión, aunque mentiríamos si dijéramos que no la agradeceríamos. Sí nos atrevemos a animaros a que respetéis la decisión que ha adoptado libre y felizmente y a que, a partir de ahora, le llaméis por su nombre y le tratéis como lo que es y lo que quiere ser, una persona normal y feliz».

Los progenitores de la niña muestran mediante esta carta una gratitud inmensa hacia la labor realizada desde la Ikastola, «de quienes hemos recibido un trato exquisito en lo profesional e impagable en lo humano. ¡Nos equivocamos al asignarle el sexo, pero no nos equivocamos al elegir la Ikastola!» se congratulan en la carta.

Ester, Marta y su lucha por la igualdad

Ester Suárez y Marta Busturia, presidenta y secretaria de la asociación Santurtzadar, posan junto a su perrita ‘Urre’ en un banco con los colores LGTBI.Foto: M. A. Pardo

SANTURTZI– “Cuando escuchamos algún comentario, insulto o burla contra el colectivo LGTBI ya no sentimos rabia, sino pena de quien lo dice. Pena porque, estando en los tiempos que estamos, con lo que hemos evolucionado, todavía haya gente que piense de ese modo”. Esta frase la pronuncian Ester Suárez y Marta Busturia. Pese a que a algunas mentes retorcidas aún les cueste verlo, Ester y Marta son pareja y ellas son dos de las personas que forman parte de Santurtzadar, la asociación LGTBI de Santurtzi. Este colectivo nacido el pasado mes de octubre busca dar visibilidad a gais, lesbianas, transexuales e intersexuales y también brindar su apoyo y su referencia a todas las personas que formen parte de alguno de estos grupos. “Hay gente que se siente sola y discriminada. Cualquier persona LGTBI te va a contar historias, momentos y situaciones en las que ha sido discriminada. Nosotros queremos apoyar, hacerles ver que cada vez somos más. El problema no lo tenemos nosotros, está en los prejuicios de los demás”, señala Ester, presidenta de Santurtzadar. En esta asociación, que está en pleno crecimiento, se unen personas de todo tipo que quieren brindar su apoyo, poner su ladrillo para construir una sociedad sin discriminación alguna por cuestiones de género y tendencia sexual.

Y es que aún queda muchísimo camino por recorrer en este aspecto y Ester y Marta lo saben por experiencia propia. “Por fortuna no hemos sufrido ninguna agresión física, pero sí insultos. El lesbiana de mierda es el insulto favorito. Le ponen hasta el apellido. Sobre todo lo dicen hombres, a nosotras nunca nos lo ha dicho una mujer”, indica Ester. En esos insultos que más de una vez han recibido, se mezclan dos lacras de la sociedad como son el machismo y la LGTBIfobia. “En la escala de nuestra sociedad primero están los hombres heterosexuales, después, las mujeres heterosexuales, luego los hombres homosexuales, después estamos las mujeres homosexuales y ya, en el último escalafón, están los transexuales”, apunta Marta. El de ayer, era un día de conmemoración para ellas, ya que se celebró el Día Internacional contra la LGTBIfobia. El 17 de mayo de 1990 la OMS dejó de denominar la homosexualidad como una enfermedad mental. “Durante 14 años fui, sin saberlo, una enferma mental”, comenta Marta con un punto de ironía. Ahora, la lucha que abandera, entre otros colectivos, Santurtzadar es que la OMS reconozca las plenas facultades de los transexuales.

PUEBLO COMPROMETIDOEster y Marta responden a las preguntas de DEIA mientras están sentadas en un nuevo banco con los colores de la bandera LGTBI que ayer colocó el Ayuntamiento de Santurtzi en la confluencia de las calles Itsasalde y Juan XXIII. Es el tercero, ya que ya había sendos bancos con los colores de la bandera trans y LGTBI. “Este es un pueblo muy comprometido. Ves pegatinas con la bandera LGTBI, estos bancos… Los santurtziarras son, por norma general, respetuosos y muy tolerantes. Es como para estar orgullosas de este municipio”, señala Marta ante la atenta mirada de Urre, la perrita de esta pareja.

Ese compromiso con el colectivo LGTBI podrá mostrarse hasta el próximo 28 de junio en una urna que se ha colocado en la Casa Torre. “Animamos a tanto a santurtziarras como a quienes no lo sean a que vayan y voten, nos apoyen”, explica Ester. Cada voto, cada apoyo al colectivo LGTBI puede ser un paso más para cubrir un camino cuya meta aún está lejana. “Queda mucho por hacer. Hoy día, una mujer va con otra de la mano, se dan un beso… Y hay quien se gira y mira, como que en su cabeza no entra algo así”, reconoce Ester. Ella, junto a Marta y otras muchas personas más, trabaja desde la asociación Santurtzadar para que Santurtzi destaque por ser un lugar en el que haya igualdad y se respete la diversidad.

 

Agresión en Sestao: «Me decían barbaridades por ser gay, pero nadie hacía nada»

Una pareja insulta y propina una patada a un joven en la estación de metro ante la indiferencia general

La agresión ha quedado documentada ante la Ertzaintza. / H. RODRÍGUEZ

Y. L. es de Sestao y acaba de cumplir 23 años. Desde siempre tiene muy clara su identidad sexual. Es gay y no tiene ningún problema en decirlo. «Tengo un lado femenino muy acentuado», describe. En sus años como escolar jamás se sintió presionado por su orientación. Ya de adulto, «a veces alguien te hace un comentario despectivo, pero sin más», resume con resignación.

El pasado día 11, sobre las 15.30 horas, cuando estaba sentado en la estación de metro de la localidad fabril, una pareja comenzó a increparle. Pese a que él no respondió a las provocaciones, la tensión empezó a crecer. «Me dijeron barbaridades. Empezó la chica y él, al principio, intentó mediar, pero al final se acabó sumando», recuerda el joven. Los términos usados por la pareja sobrepasan el límite de la educación y el más mínimo decoro. En la denuncia interpuesta por Y. L. ante la Ertzaintza figuran entre otras lindezas palabras como «puta», «zorra» y frases como «¿Qué eres? ¿Un hombre o una mujer?».

«Me bloqueé. Miraba a la gente de alrededor y nadie hacía nada. Solo quería que me dejaran paz», relata. Lejos de calmarse, las cosas se pusieron peor y el joven sestaoarra recibió una patada. Cuando finalmente llegó el suburbano, corrió hacia el vagón y al llegar a su destino, puso los hechos en conocimiento de los empleados del metro. Poco después, animado por su entorno y porque «estas cosas hay que decirlas para que no se repitan», acudió a la comisaría de la Policía autonómica e interpuso una denuncia.

El episodio tiene al muchacho muy preocupado porque no es el primero que sufre. «El año pasado, un grupo de doce personas me persiguieron. Empezaron a insultarme y, al ver que eran tantos, eché a correr. Cuando ya pensaba que no podía más, encontré refugio en un portal. Eso me salvó de algo peor. No había pasado tanto miedo en mi vida», cuenta aún estremecido.

Desde entonces, el miedo se ha instalado en su cabeza. Hasta tal punto que pasó una época en la que cualquier aproximación, «hasta de una amiga», le hacía dar un respingo, o incluso sufrir ataques de ansiedad. «El problema es que siempre son los mismos. No me refiero a que sean las mismas personas, sino de la misma etnia, y es algo que no se puede consentir. Estoy muy harto de esta situación», se queja Y. L. «Precisamente yo, que sé lo que es la discriminación, no quiero serlo. Es que simplemente siempre son ellos. Creo que deberían modernizarse y no meterse en la vida de los demás», recrimina con rabia.

Hasta una niña pequeña

El joven asegura que los episodios son continuos. «Se me acercan y se creen con el derecho a decirme las mayores barbaridades. En el metro, cuando me los cruzo por la calle… Una vez hasta una niña pequeña me insultó», asegura.

El temor tiene a este chico de 23 años recluido en su casa. «¿Cómo voy salir de noche de fiesta si para volver tengo que coger el metro y caminar solo por la calle?», se pregunta. Su familia tampoco duerme tranquila. «Cuando salgo de casa y me retraso un poco, mi hermana me llama para asegurarse de que estoy vivo. Mis padres, lo mismo», asegura.

Algunos conocidos le han recomendado visitar a un psicólogo para superar el creciente estado de nervios en el que vive. Él esgrime un argumento aplastante: «Por qué tengo que ir yo a tratar un problema mental cuando el problema es de ellos». El optimismo le abandona cuando se da cuenta de que «aún hay mucho que andar» en materia de respeto a los derechos del colectivo LGTBI. Dar el paso de contar su caso, aunque sea con las compresibles cautelas, es para él una llamada de alerta a toda la sociedad. «Espero, por favor, que si alguien ve una agresión como la mía, ayude o llama a las autoridades. Yo lo haría», pide.

Censuran que la LGTBIfobia «sigue siendo una realidad»

Los colectivos que forman Berdindu denunciaron ayer la persistencia de delitos en cuyo origen se sitúa la intolerancia frente a la diversidad sexual y de género. En Gasteiz se han contabilizado quince agresiones. 

«La LGTBIfobia sigue siendo una realidad». Así lo advierten las entidades y asociaciones que participan en Berdindu, Servicio de Información y Asistencia al colectivo LGTBI, en un manifiesto publicado con motivo del Día Internacional contra la LGTBIfobia, que se celebra hoy.

«La fecha del 17 de mayo tiene desde entonces un valor altamente significativo para las personas lesbianas, gays, trans, bisexuales e intersexuales como eje catalizador de las actuaciones en favor de los derechos y contra la discriminación a la que a día de hoy debe hacer frente dicho colectivo», detallan, y censuran «la persistencia de un prejuicio sexual que jerarquiza y discrimina las sexualidades que difieren del marco heteronormativo».

Asimismo, critican «los constantes ataques LGTBIfóbicos de entidades con ideología marcadamente reaccionaria, los comportamientos homófobos en nuestros centros escolares, y la preocupante tendencia a la propagación de actitudes LGTBIfóbicas en redes sociales».

Quince agresiones en Gasteiz

Lumagorri Heterosexismoaren Aurkako Taldea indicó ayer que, según el informe elaborado por la Red Transbollomarika de Gasteiz, desde enero de 2017 a abril de 2018 se registraron quince agresiones por orientación sexual e identidad de género en la ciudad. A su juicio, este dato pone de manifiesto la necesidad de crear un observatorio local contra este tipo de delitos.

Y también es necesario que las instituciones adopten medidas. En este sentido, conviene destacar que el Gobierno de Nafarroa acordó ayer sumarse, por primera vez, a la celebración del Día Internacional contra la LGTBIfobia. Además, aprobó una declaración en la que rechaza cualquier tipo de violencia o discriminación por orientación sexual o género.

Por otro lado, Gehitu anunció este martes la concesión del premio Gehitu de Plata a la Facultad de Derecho de la UPV-EHU por su decidido apoyo a la defensa de los derechos de las personas LGTBI tanto en Euskal Herria como en el extranjero.

 

Euskadi es la tercera comunidad con más delitos de odio contra la LGTBI

Los últimos datos indican que se denunciaron 30 agresiones durante 2016, 4 de ellas en Gipuzkoa, contra homosexuales y transexuales

Lola Dejavú, Fernando San Martín y Cristina Rueda. / IÑIGO IBÁÑEZ

Euskadi es la tercera comunidad autónoma del Estado en la que se han denunciado más agresiones contra el colectivo de LGTBI, las siglas que representan a homosexuales y transexuales, vulnerables ante los delitos de odio solo por su condición de género. Madrid y Andalucía encabezan este triste ranking, seguidos del País Vasco en el que se registraron treinta denuncias en el año 2016, el último ejercicio del que se tienen los datos, la inmensa mayoría en Bizkaia. Cuatro tuvieron lugar en Gipuzkoa y en todos los casos fueron agresiones de diferente consideración pero no hubo ninguna muerte. En total, en el Estado se denunciaron 230 casos.

Estos números aparecen en el diagnóstico sobre los delitos de odio que tienen como objetivo a personas transexuales y homosexuales que ha elaborado la asociación Aldarte, que ha realizado un análisis para la Diputación de Gipuzkoa. En el informe se señala el aumento y agravamiento de este tipo de conductas delictivas en todo el mundo, también en el País Vasco.

Aldarte advierte que este tercer puesto es preocupante, sobre todo si se tiene en cuenta que tanto Madrid como Andalucía, que encabezan el ranking, cuentan con mucho más peso poblacional que el País Vasco. Los casos que se registran, además, solo son «la punta del iceberg», porque muchas personas de este colectivo que sufren agresiones no llegan nunca hasta las comisarías para denunciarlas, con lo que no aparecen en ningún ranking oficial. «Muchas personas se sienten avergonzadas por ser víctimas de estos delitos», explicó ayer el director de Cooperación de la Diputación de Gipuzkoa, Fernando San Martín, que compareció junto a dos miembros de la asociación, Cristina Rueda y Lola Dejavú, para presentar el encuentro internacional ‘Uniendo miradas frente los delitos de odio’ que va a celebrarse mañana.

«¿A qué puede deberse este tercer puesto? Puede atribuirse a muchos factores, entre ellos, que existe una mayor capacidad de denuncia, pero también es una cuestión de educación. De todas formas, el repunte de este tipo de delitos como el de la violencia contra las mujeres no tienen una explicación única y a mí, personalmente, atribuirlo a las crisis no me convence», dijo Cristina Rueda.

El encuentro comenzará mañana viernes a las 9 de la mañana en el Koldo Mitxelena de San Sebastián y tendrá continuidad por la tarde en la Casa de las Mujeres. El objetivo es utilizar todas las herramientas disponibles, desde una web hasta una red internacional para concienciar de la importancia de defender los derechos humanos de estas personas, que son víctimas de la violencia solo por su condición o preferencia sexual.

Participarán especialistas internacionales, sobre todo de países de Hispanoamérica y se buscará el debate de ideas, por ejemplo, para diseñar esa red que estas activistas consideran fundamental. «Es urgente articular estrategias que permitan actuar sobre esta problemática desde una perspectiva local, pero también global», afirma San Martín.

Berdindu advierte de que “la LGTBIfobia sigue siendo una realidad”

Mañana se celebra el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia (AFP)

 

GASTEIZ. Las entidades y asociaciones que colaboran con Berdindu han difundido hoy una nota con motivo del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia que se celebra mañana coincidiendo con la eliminación en 1990 de la homosexualidad de las listas de enfermedades mentales por parte de la Organización Mundial de la Salud.

“Resultan evidentes los avances habidos al respecto, tanto a nivel legislativo como en lo referido al ideario social”, pero “ello no debe llevarnos a engaño” porque “la LGBTIfobia es una de las formas de odio más extendidas”.

Hay además unos setenta países en cuyos códigos penales hay “normas represoras de las orientaciones, identidades y expresiones de género diversas” e incluso algunos de ellos “contempla la posibilidad de pena de muerte para el colectivo LGTBI”.

“Aunque pudiera parecer algo lejano, lo cierto es que se trata de una realidad cada vez más presente en nuestro entorno y es que las solicitudes de asilo motivadas por esta dramática situación están creciendo exponencialmente en los últimos tiempos”, se constata en la nota.

Se recuerda asimismo que en Euskadi también hay “delitos en cuyo origen se sitúa la intolerancia frente a la diversidad sexual y de género” como “evidencian” los datos de los informes elaborados por el Ministerio del Interior y por la Red vasca para la Iguald ad de Trato y No Discriminación, Eraberean.

Por ello, hacen un llamamiento a la sociedad vasca para “aunar esfuerzos” en favor “de los derechos y contra la discriminación a la que a día de hoy debe hacer frente dicho colectivo”.