Bi eraso homofobo aste batean
Gizon batek neska-bikote bati iraundu eta erasotu zion Barakaldon, eta Gasteizko mutil bat iraundua eta jarraitua izan zen, hilak 17an
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Las Sanpedro Jaiak vivieron ayer una animada jornada en la que iñudes y artzaias acapararon buena parte del protagonismo con el tradicional desfile que derrocha alegría y color. En esta ocasión, fueron las tonalidades del arcoíris las que más brillaron como broche a su actuación.
La comparsa al completo se sumó a la celebración del Día Internacional del Orgullo de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, portando la bandera de este colectivo al término del desfile que se iniciaba dos horas antes en el barrio de Zamatete, para continuar por Velasco, Torreatze, el casco antiguo, la plaza y finalmente, el frontón.
Fue en este equipamiento deportivo donde se representaron las últimas coreografías antes de hacer hondear la enseña arcoíris que habría de ser izada, pocos minutos después, en la balconada de la Tenencia de Alcaldía entre los cohetes que lanzó Luis Pérez.
Las dantzaris llevaron a sus bebés a visitar a la doctora, que certificó que se encontraban en «perfecto estado». También el que recordaba a una muñeca de época y que portaba en sus brazos Mila Escalada, la más veterana de la agrupación. «Con éste son ya 28 años los que llevo saliendo, aunque los primeros lo hice como personaje», recordaba, refiriéndose al séquito formado por el alcalde y su mujer, el obispo, la florista y las damas, entre otros.
Pero no sólo la bandera multicolor tuvo un destacado lugar en el cierre del espectáculo que anualmente regalan a los vecinos de Pasai San Pedro las nodrizas y los pastores con su eterno coqueteo vivido a orillas del mar. Tras fandangos, danzas y contradanzas, la comparsa rindió tributo al patrón de remo Manuel Arrillaga, conocido popularmente como Aita Manuel. Sus vecinos pretenden mantener viva su memoria y reclaman ante las autoridades competentes que su nombre sea recordado para siempre bautizando en su honor un espacio público del pueblo.
Aita Manuel es el patrón que en más ocasiones ha ganado la Bandera de La Concha, sumando un total de nueve, a las que habría que añadir una más como remero.
La víspera del día grande de las fiestas de San Pedro dejó otros actos para el recuerdo. Entre ellos, la botadura del yola ‘Lafayette’ en Ondartxo. La embarcación ha sido construida durante los últimos meses de la mano de decenas de voluntarios llegados de diferentes países a la Factoría Marítima Vasca Albaola.
También ayer se rindió un emotivo homenaje a los octogenarios del pueblo. Durante la tarde, el frontón fue escenario del partido de pelota a mano que enfrentó a Saralegi y Goñi con Olaizola I y Koka.
La sardinada que se sirvió en la sociedad Piña y el karaoke organizado en el tablao pusieron punto y final a la jornada.
Versión infantil
Iñudes y artzaias volverán a tomar hoy, lunes, las calles de San Pedro decididas a poner banda sonora a la mañana con el repertorio musical ideado básicamente por el Maestro Raimundo Sarriegi. En esta ocasión, serán los niños y niñas de la población los encargados de hacer disfrutar al público con bailes como el que lleva a las iñudes a lanzar los bebés al aire, mientras los artzaias dan un salto acompañado de un grito festivo.
La versión infantil de este desfile arrancará, a partir de las 11.00 horas, de las inmediaciones del gimnasio para encaminar sus pasos en dirección a Kalparra y finalizar en el frontón. A la misma hora dará comienzo la misa Licino Reffice en la parroquia.
La oferta de actividades se multiplicará a lo largo de la tarde. Será las 18.00 cuando les llegue el turno de los músicos de San Pedro, que protagonizarán diversas actuaciones por las calles de este distrito. También a las 18.00, aunque en la plaza, se representará una obra de teatro infantil, ‘Tomaxen abenturak. Festara!’.
A partir de las 20.00, los músicos se juntarán en el frontón para interpretar, todos a una, varias composiciones como broche a su ‘concierto’ itinerante. Una cena de bocatas en las aceras de la calle Arraunlari, y Liberal y Garinbo en las txosnas despedirán el día.
PAMPLONA. Una ley que proteja a todas las personas con independencia de sus circunstancias personales y/o sociales, y garantice su igualdad tanto en el ámbito público como en el privado, ha precisado el sindicato en un comunicado.
Tras alertar de que “aún subsisten desigualdades y discriminaciones”, la UGT ha subrayado la necesidad de actuar en los centros de trabajo mediante una acción sindical “inclusiva” y la introducción de cláusulas específicas en los convenios colectivos, destinadas a erradicar conductas discriminatorias y garantizar la equiparación de las condiciones laborales.
Además, ha destacado que uno de los ejes básicos para luchar contra la discriminación, es educar en igualdad.
Según ha sostenido, la aprobación de la ley de matrimonio entre parejas de un mismo sexo, hace ya diez años, “supuso el triunfo de la igualdad y un paso decisivo hacia la eliminación de este tipo de discriminación, pero subsisten desigualdades y discriminaciones en otras esferas, entre ellas en el ámbito laboral”.
Para UGT, la defensa del derecho a la igualdad de trato de todas las personas LGTB, el fomento de la igualdad de oportunidades y no discriminación por motivo de la orientación sexual de los trabajadores y las trabajadoras “es una prioridad”.
Y para ello, ha defendido como “fundamental” actuar en los centros de trabajo de forma que se erradiquen conductas discriminatorias, tanto directas como indirectas, por parte de compañeros o del personal de Dirección.
No obstante, ha considerado que el Estado “no debe eludir su responsabilidad y debe garantizar la igualdad a través de una norma integral que ampare e introduzca los mecanismos necesarios para impedir situaciones discriminatorias basadas en motivos personas o sociales”.
BILBAO – Cuatro agresiones en tres meses. El movimiento de gays y lesbianas de Euskal Herria (Ehgam) denuncia que en los últimos tiempos han aumentado, de forma alarmante, las agresiones en Bizkaia a personas por su condición sexual.
El Día del Orgullo LGTBI ya es historia y los medios de comunicación han realizado una amplia cobertura de los actos festivos y de protesta organizados a lo largo de este pasado fin de semana, pero hoy, 30 de junio, las reivindicaciones del movimiento siguen estando sobre la mesa, igual que hace sólo unas pocas horas. En Gasteiz, los colectivos que trabajan en favor de los derechos de gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales y por acabar con cualquier forma de discriminación tomaron la calle este domingo para hacer visible que el camino hacia la plena igualdad todavía es largo, pese a los avances logrados. Un parque temático reivindicativo que sustituyó a la tradicional manifestación sirvió para teñir con los colores del arcoiris el centro de la capital alavesa, una original iniciativa que no dejó indiferente a casi nadie que tuvo la ocasión de acercarse a la Virgen Blanca. “El balance es súper bueno porque conseguimos el objetivo de que fuese vistoso, aunque pensábamos que era difícil”, advierte la activista Zuri Estívariz, del colectivo 7menos20.
Claro que el trabajo no puede quedarse solamente ahí, en flor de una jornada. El orgullo de la diferencia se practica todos los días y no debe circunscribirse únicamente al 28-J. La cantidad de retos que aún se acumulan sobre la mesa así lo justifica, a juicio de Estívariz. “Debemos acabar con el binarismo y reivindicar toda la diversidad. También hay mucho que hacer en los colegios, donde el bullying todavía es bastante fuerte. Los jóvenes necesitan referentes”, remarca la activista en este sentido.
El llamado binarismo de género contra el que el movimiento LGTBI se rebela está basado en la construcción social que categoriza de manera dicotómica las actividades, los comportamientos, las emociones, los modales o la anatomía en masculino o femenino, lo que supone uno de los pilares fundamentales de la sociedad patriarcal. Una división simplista en la que, por ejemplo, no tienen cabida las personas cuyos genitales son ambiguos, las llamadas intersexuales, y que también excluye a las mujeres que nacen con genitales masculinos, y viceversa: porque ese binarismo implica que al género varón sólo le corresponde el sexo masculino y al género hembra, el femenino.
A juicio de Estívariz, el mero hecho de que todavía siga denominándose en muchos medios al 28-J como “Día del Orgullo gay” a secas también denota que hay muchos pasos por dar dentro del propio movimiento, como si en cierta medida los homosexuales se hubiesen apropiado de esta jornada, cuando dentro de las siglas LGTBI se integran ya cinco colectivos distintos. “Todo esto lo empezó una trans”, recuerda la activista, mirando a los disturbios de Stonewall (New York) que marcaron el inicio de la liberación de esta comunidad hace ya 45 años.
Una eclosión de libertades que, sin embargo, tardó unos cuantos años más en llegar a Euskadi y Álava en particular, sumidas en los estertores del franquismo, pero en cuya expansión ha jugado un papel nuclear un activismo que a día de hoy se encuentra un tanto “desmovilizado”, a juicio de Estívariz. “Esa lucha ha perdido un poco de impulso y, aparte, el Orgullo sigue primando ese negocio rosa. Muchas veces se nos pregunta, ¿qué queréis ahora? Pero sigue habiendo agresiones y discriminación”, lamenta la portavoz de 7menos20. “Sí se ha avanzado mucho, y en Vitoria también, pero esas expresiones de discriminación existen. Y hoy en día está feo decir lo políticamente incorrecto, aunque se piense”, añade.
PASOS DE GIGANTE En la capital alavesa, que bajo el mandato de José Ángel Cuerda nació el primer registro estatal de uniones civiles tanto para parejas heterosexuales como homosexuales, hubo tras el franquismo varios intentos por constituir grupos en favor de los derechos del colectivo que no llegaron a cuajar, salvo excepciones como Ehgam, y no fue hasta el nacimiento de Gaytasuna cuando contó con el primer colectivo de ámbito estrictamente local, hace ya casi 20 años. A él no tardaron en sumarse otros grupos organizados en favor del colectivo LGTB como Gaztelesbos o Gaztegays, una nueva oleada que tuvo mucho que ver con la lucha contra el Sida y que se correspondió también con los pasos dados en el resto de territorios vascos y del Estado y que sirvió para que la visibilización y normalización del movimiento diese sus primeros pasos de gigante.
Sin desmerecer el trabajo desarrollado anteriormente por muchas personas no organizadas, el activismo o la visibilización del colectivo apenas se había limitado hasta entonces a la concentración que todos los 28-J celebraba la Asamblea de Mujeres de Álava, históricamente cercana a los postulados del movimiento LGTB.
Pasada la década de los 90, en la que el activismo alcanzó su punto álgido, ya se produjo la primera fractura dentro del movimiento local, coincidiendo con la apertura de recursos subvencionados por las instituciones como el servicio Énfasis, bajo el mandato del popularAlfonso Alonso. Con el paso del tiempo, la mayoría de estos grupos históricos fueron desapareciendo como tal y actualmente apenas quedan unos pocos en Gasteiz, como 7menos20 o el Colectibo Las Trans, una desmovilización que también ha tenido que ver con el testigo que han recogido en favor de esta lucha otros grupos sociales e incluso la clase política.
La aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo constituyó un hito sin precedentes en el Estado, un paso fundamental hacia la plena equiparación de derechos que han seguido posteriormente un buen número de países de todo el mundo. El último, Estados Unidos, donde el Tribunal Supremo legalizó hace sólo cuatro días este tipo de uniones en todo el país. “Todas estas leyes está bien. Supone igualarse en unos derechos, pero debería haber leyes en favor de la igualdad individual”, analiza Estívariz. Por desgracia, todavía son muy numerosos los países donde la homosexualidad está castigada, incluso con la pena de muerte, en pleno siglo XXI. Según ha denunciado recientemente Ammnistía Internacional, actualmente siete Estados -Afganistán, Irán, Mauritania, Pakistán, Arabia Saudí, Sudán o Yemen- castigan con la pena capital la homosexualidad. Además, el organismo ha reportado entre los ejercicios 2008 y 2014 un total de 1.731 crímenes de odio contra personas transgénero en 62 países distintos.
ALGUNAS CIFRAS
ANIVERSARIO. De los disturbios en el pub Stonewall Inn de New York, inicio de la liberación del movimiento.
PAÍSES. Han legalizado hasta la fecha el matrimonio entre personas del mismo sexo. El último, EEUU.
El activismo no olvida el rechazo ‘popular’ a las bodas homosexuales o su recurso ante el Constitucional
GASTEIZ – La imagen de la gaviota del Partido Popular impresa sobre una bandera arcoiris se ha viralizado este fin de semana a través de las redes sociales, especialmente Twitter. Y junto a ella, el hashtag #YosoyGayYdelPP, creado por un usuario de esta red social que ha logrado situarlo como trending topic durante 24 horas y que incluso ha acaparado la contraportada de uno de los medios de comunicación más importantes de corte conservador.
Claro que el primero de estos dos logros, el de haberse convertido en tendencia en Twitter, no ha sido sólo mérito de quienes estando ideológicamente cerca del PP han proclamado su condición de homosexuales empleando ese hashtag. El recuerdo de todos los movimientos que en los últimos años ha realizado la formación conservadora en contra de los derechos del colectivo LGTBI sigue latente, por mucho que dirigentes como Iñaki Oyarzábal o el exalcalde de Gasteiz Javier Maroto hayan salido del armario públicamente. “No nos toméis el pelo con el hashtag #YoSoyGayYDelPP, porque NO OLVIDAMOS”, escribió ayer enTwitter el usuario Álvaro Escudero acompañando a su crítica cuatro noticias muy concretas: La presentación del recurso popularante el Tribunal Constitucional contra la ley del matrimonio homosexual impulsada por José Luis Rodríguez Zapatero, su apoyo a la masiva manifestación ultraconservadora en contra de estas uniones bajo el lema La familia sí importa, así como las declaraciones de dos ministros del Gobierno de Mariano Rajoy en contra del colectivo homosexual, Cristóbal Montoro y Jorge Fernández Díez. Este último llegó a decir sin pelos en la lengua que el matrimonio gay “no garantiza la supervivencia de la especie”.
A juicio de Zuri Estívariz, del colectivo 7menos20, este y otros movimientos de los populares buscan “limpiar su imagen”, una circunstancia “bastante hipócrita” a la vista de estos hechos. “No hay que olvidar que ha sacado una Ley de Familia donde nos pone de degenerados”, censura la activista. – C.M.O.
Los que tenemos más de 60 años hemos vivido, si no la guerra, la postguerra y el franquismo, la falta de libertades y la falta de educación en un ambiente abierto y relajado. Ahora nos encontramos con que el ‘armario’ puede abrirnos de nuevo las puertas. Tengo mujer, pero si un día deben ingresarme en una residencia de ancianos, ¿tendría la libertad de expresar mi vida emocional allí?».
Paulina Blanco es una activista de 65 años. Es parte de una generación que salió a las calles para exigir la equiparación de derechos de las personas homosexuales. En aquel entonces luchaba por conseguir más libertad. Hoy se trata de mantenerla y evitar la “vuelta al armario”. Su preocupación la comparten muchos otros ancianos del colectivo LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales), que con un pasado de lucha a sus espaldas, exigen espacios en los que se sientan seguros y respetados.
«Tengo la sensación de que me robaron la vida». Marià vive solo en un piso social. A sus 88 años se apaña como puede sin ninguna ayuda ni asistencia. Estuvo casado pero, desde su divorcio, no tiene relación con sus hijas. «Cuando era joven tuve novias, me parecían dulces, pero siempre me sentí atraído por los hombres. Me esforzaba para apartar de mí este fantasma. Al mismo tiempo, sentía la presión del entorno para que me casase. En aquella época si tardabas con el matrimonio todo el mundo te miraba raro, te hacía preguntas: ¿Qué, no tienes novia? ¡Seguro que sales con alguna chica! Yo salía con un chico y creí que la mejor manera de cortar las habladurías era casarme».
A los 23 años, trabajando de publicista en un laboratorio, Marià llegó a inyectarse un extracto testicular. «Quería hacerme más ‘hombre’. Nunca me consideré enfermo, pero tenía miedo a ser descubierto. En casa, mi padre reprimía cualquier comportamiento mío que a su parecer fuera demasiado femenino. Una vez, en plena calle, me gritó: ‘¡Camina bien, como un hombre’. Llegó a denunciarme por ser maricón y tuve que ir a declarar a la policía.
»Un día, durante el franquismo, la policía me pilló con un chico en la calle. Nos detuvieron y nos pidieron dinero. Dijeron que si pagábamos no nos pasaría nada. Yo estaba ya casado y la idea de que mi mujer se enterase me aterrorizaba. Entonces, saqué dinero del banco y pagué».
Marià se casó en 1960 y al principio «la cosa no fue mal». «Pero lo poco de hombre macho, jefe de una familia, que había en mí se acabó rápidamente. Fue un error mío, y lo pagué. No podía esconder ni cambiar mi verdadera naturaleza. Hablaba en sueños y mi mujer se dio cuenta de qué pasaba. Dijo que no lo entendía pero que iba hacer un esfuerzo para tolerarlo. Esto me hundió. No podía seguir así y me fui. Sin nada, pero me daba igual. Lo único que quería era acabar esta farsa».
Desde entonces, Marià vive solo. No tiene ayuda y hace todo solo: compras, limpieza, la cocina. De vez en cuando, alguien de la Cruz Roja le lleva alimentos. Son ellos también los que le acompañaron al hospital, cuando tuvieron que operarle. «Podría buscarme un cuidador, pero ¿con qué dinero? Tengo una pensión de 426 euros al mes, lo que apenas permite sobrevivir. Además, temo que venga alguien y no me sienta a gusto. ¿Cómo reaccionará cuando vea mi piso, mis libros, mis pinturas, e intuya que soy homosexual? Mucha gente todavía piensa que ser gay es una cosa fea. No podría vivir con eso en mi propia casa».
Tampoco habla de su homosexualidad con sus parientes. «Ni se plantean que podría ser gay y a veces hacen comentarios despectivos». Antes de hablar con cualquiera, Marià necesita ver puede confiar en él, «para que no se aleje de mí o empiece a tratarme con disgusto». «Me gustaría tener pareja, pero ya es tarde para mí. Tengo la sensación de que me robaron la vida, que no pude hacer las cosas como habría querido cuando tenía 20 o 30 años. Estoy cansado y pronto me iré, pero se quedará mi voz y ojalá contribuya a cambiar la mentalidad de la gente».
Transexual, vivió como cualquier otra mujer casada. La comunidad LGTB ha ignorado a la vejez durante muchos años. Hoy, las primeras generaciones que lucharon por la igualdad de derechos llegan a la jubilación y el tema se impone en la agenda del colectivo. «Es necesario ocuparse de esta cuestión –subrayan activistas como Paulina–. En un país donde el cuidado de los ancianos dependientes recae en el 86% de los casos sobre hijos y familia, los servicios de asistencia resultan vitales para nosotros. Muchos no tuvimos descendientes, mientras que otros los perdieron en el proceso de auto-afirmación».
Una de las primeras en dar la voz de alarma fue Beatriz Gimeno, activista y expresidenta de la Federación Española LGTB. En un ensayo de 2002 destaca que muchos de los ancianos homosexuales viven en un contexto en el que la heterosexualidad se da por descontada y se estigmatiza o niega cualquier forma de comportamiento o de identidad no heterosexual. El miedo a la discriminación refuerza el aislamiento de estas personas que a menudo ni siquiera solicitan servicios que necesitan.
El aislamiento y la vulnerabilidad pueden ser aún más agudos en el caso de las personas transexuales. Al recibir cuidados físicos, ya sea en casa, en el hospital o en una residencia para ancianos, estas personas temen la reacción ante su sexo biológico, que no corresponde a su género. A la transfobia se junta la precariedad económica en que viven muchos de ellos. En su juventud, la mayoría se vio obligada a trabajar ilegalmente en el mundo del espectáculo o de la industria del sexo y hoy se encuentra sin recursos y sin derecho a una pensión de jubilación.
Lola empezó trabajar como cantante y bailarina cuando tenía 14 años. Nunca cotizó. Hoy, a sus 64 años, recibe solo una subvención de 426 euros. Vive en un piso cerca de Barcelona y ninguno de sus vecinos sabe que es transexual. Siempre fue muy femenina, lo que probablemente la salvó de palizas que muchas de sus amigas recibieron durante el franquismo. Hoy a nadie se le ocurre pensar que podría ser transexual, ni a ella le parece necesario explicarlo.
Vivió como cualquier otra mujer casada, compartiendo piso con Josep, su pareja durante 40 años, y llegaron incluso a “tener” una hija. «Por accidente», dice Lola, porque la hija de una vecina no quiso conservar su bebé. «Si tú no la quieres, me la llevo», bromeó. «Nos ocupamos de ella durante 15 años, como si fuera nuestra hija. Un día llegó su madre biológica diciendo que la necesitaba de vuelta. Se nos rompió el corazón, pero ¿qué quieres?, legalmente no podíamos hacer nada».
A diferencia de la mayoría de transexuales, la familia de Lola siempre la apoyó mucho. «La primera vez que fui con Josep a visitar a mis padres, me encontré con una cama de matrimonio en mi antigua habitación. ‘¿Qué? –me soltó mi madre– No dormiréis por separado, ¿no?’».
El fantasma de la soledad apareció cuando Josep murió hace dos años. Al dolor de la pérdida se sumaron problemas económicos y nuevos miedos, como el de transfobia, que antes Lola nunca tenía en cuenta.
Rebelde, monja, madre, pareja… «Es importante formar al personal médico y auxiliar que atiende a las personas mayores», subraya Javier Irujo, un trabajador social. El primer paso sería suponer que hay usuarios LGTB entre los ancianos y asumir que no se pueden identificar. «Una vez fuimos a una residencia que acogía a más de 200 personas», dice Paulina, «y cuando preguntamos cuántas personas LGTB había, nos contestaron que ninguna. Nos echamos a reír. ¿Quién podía creer eso?». Estudios como el de Alfred Kinsey (1948) estiman que entre el 5% y el 10% de la población es homosexual. Pero muchos, al entrar en una residencia lo ocultan por miedo a ser rechazados o a que les maltraten, ya sea el personal o los propios usuarios. «En ocasiones, también vuelven al armario en su propia casa», añade Javier. «Cuando contratan a los auxiliares esconden elementos que podrían revelar su orientación o piden a según qué amistades que no les visiten mientras estas personas están en casa. ¿Se imaginan qué estrés supone eso?».
Maite se mudó hace tres años a un edificio de pisos para ancianos. Quería estar cerca de su hija. «Necesita que le eche una mano y a menudo me ocupo de mis nietas. En el edificio tengo buenos vecinos, muy amables, pero no le dije a nadie que soy lesbiana. Estos temas producen aquí un rechazo total. Para muchos somos como tigresas asalta-mujeres. A una vecina le tachan de ‘lesbiana’ solo por llevar pantalones. No tengo ni idea si lo es o no. Pero ojalá esta mujer viniera un día a decirme: ‘Maite, ¡que soy así!’. ¡Qué alegría me daría! ¡Ya no me sentiría tan sola aquí!».
Maite tiene 74 años. Desde pequeña sentía algo especial por algunas amigas, pero no sabía lo que era. «¡Me estás hablando como un chico habla a una chica!», le soltó un verano una muchacha. Era rebelde, se subía a los árboles y a los tejados. Una “machota”, como decía su madre. A los 18 decidió entrar en un convento. «Quizás la idea de compartir la vida con mujeres me atraía. Y nada, ingresé. La comida era escasa y mal preparada. Nos imponían una disciplina pensando que el fervor religioso pasaba por la humillación. Yo me sentía mal y después de algunos meses me fui. Pero lo echaba de menos y entré otra vez, en uno de clausura. Las reglas eran mucho más suaves allí y pasé dentro 8 años muy felices. Pero cuando me enamoré de una compañera empezaron los problemas. Tenía fuertes dolores de cabeza, insomnios, estaba agresiva. Iba a un psicólogo, pero no le podía decir nada. Nunca estaba a solas con él. El único que conocía mis ‘problemas’ era mi confesor. Me incitaba a que me dominara. Yo lo intentaba pero solo obtenía más dolores de cabeza y más insomnio. Finalmente me fui».
Maite pasó por un periodo tumultuoso de experiencias bisexuales. Se quedó embarazada y «arregló» un matrimonio con un señor con dos hijos. «La cosa fue mal. Durante años intentaba ser la mujer y madre perfecta. Luchaba conmigo misma hasta que un día ya no pude más». En las Navidades, con su hijo de 9 años y su hija de 8, se fueron de casa «en bicicleta». «Mi familia reaccionó muy bien. Siempre tuve mucho apoyo en ella. Mi madre me envió una carta: ‘Papá y yo siempre hemos sabido que eras diferente’, ponía.
»Me enamoré de Rosa a primera vista. Ella tenía hijos también, y juntas formamos una gran familia. Fuimos muy felices durante 14 años. En público nos hacíamos pasar por primas. Las dos éramos cuidadoras y temíamos por nuestro trabajo. Pero en el barrio se daban cuenta. A veces llamaban por teléfono y gritaban: ‘¡Tortillera, asquerosa, lesbiana!’. No le dábamos importancia. Como nosotras había muchas. En general, pasábamos desapercibidas, porque a nadie se le ocurría que dos mujeres podían hacer algo». «Muchas mujeres de mi edad siguen así hasta ahora –continúa Maite–. La invisibilidad nos da libertad pero, por otro lado, en muchos sitios no podemos compartir nuestras vivencias. En donde yo vivo no lo puedo hacer y lo echo de menos. Me siento aislada».
«Fumaba negro para ser más ‘hombre’». Algo empieza a cambiar, pero de manera muy puntual. Entre 2008 y 2010, en Barcelona y Madrid se crearon fundaciones LGTB que atienden a los ancianos. La Fundación Enllaç, en colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona, organizó un grupo de trabajo y forman personal médico y cuidadores de personas mayores. Pero falta convencer a residencias y centros de atención para que las lleven a cabo. En paralelo, en colaboración con el Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Barcelona, están ultimando la primera investigación que se realiza en el Estado sobre LGTB y tercera edad. Según este estudio, «la mayor parte del colectivo quiere servicios específicos, siente que la atención que pueden recibir es poco respetuosa y temen que perder la autonomía les suponga la vuelta al armario», asegura Josep Maria Mesquida, profesor e investigador del Grup de Recerca e Innovació en Treball Social y responsable de la investigación. «Después de una vida llena de lucha –añade Paulina–, de haber pagado impuestos mientras se nos negaban derechos básicos durante muchos años, llegando a la vejez exigimos poder disponer de espacios en donde se tenga en cuenta nuestra trayectoria y se nos respeten los afectos».
El desarrollo de estos servicios necesita apoyo y financiación de la Administración pública. «Ya hemos visto proyectos de construcción de residencias o de complejos de pisos para personas LGTB mayores –destaca Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26 de Diciembre en Madrid–. Resultan caros, no hay socios para financiarlos y las administraciones públicas tienen miedo de guetización. Ahora apostamos por un geriátrico LGTB abierto a todo aquel que estuviera de acuerdo con la política del centro. Tenemos sitio, pero nos falta dinero para restaurarlo y adaptarlo. Mientras tanto, pusimos en marcha un centro diario. Hacemos comidas, talleres de costura, teatro. La gente viene porque aquí se sienten menos solos y pueden hablar abiertamente de todo. Estamos en el centro de Lavapiés y vienen no solo los homosexuales. Hay también abuelitas del barrio».
La convivencia en ambientes abiertos existe, pero es todavía la excepción que confirma la regla. «Yo por fin puedo disfrutar del día a día –dice Pako, de 73 años–. Me mudé a un pueblo para estar cerca de mi hija. Tenía mis dudas. ‘¿Y si le causo problemas a ella?’, me decía, ‘¿Si vuelven los comentarios acerca de mi persona?’. Afortunadamente, me equivoqué. La gente aquí me acepta y me siento respetado. Pero creo que es un pueblo especial. Tiene mucha actividad cultural y mucha gente está relacionada con el mundo de arte. Imagino que en otros sitios te puedes convertir fácilmente en la ‘maricona’ del pueblo, y esto sería horrible».
De joven, Pako luchó por no ser homosexual. Siempre quiso tener una familia. Empezó un noviazgo, pero poco antes de casarse le asaltaron las dudas. «Fui a hablar con un cura que conocía desde pequeño. ‘Esto es una barbaridad –le dije– no lo puedo hacer’. Él me aseguró que con fuerza de voluntad podría cambiar. Pronto me di cuenta de que fue un error, pero ya tenía hijos. El tiempo pasaba y la bola se hacía cada vez más grande. Pensaba que con un hombre solo podría tener sexo, y cuando a los 30 me enamoré de uno, la bola estalló».
Tras el divorcio, Pako se sintió liberado. «Pero para mis hijos, que eran pequeños, tuvo que ser traumatizante. ¡De repente te enteras de que tu padre es gay! Con mis hijas tengo ahora una relación fantástica. Con mi hijo mayor la cosa está aún cuesta arriba, pero estoy seguro de que con tiempo todo se arreglará».
«Ahora me siento realmente yo –concluye Pako–. Antes constantemente me controlaba para que no se me notara. No cruzaba las piernas cuando me sentaba. Llevaba las manos en los bolsillos porque cuando hablo gesticulo mucho. Me decía ‘las mueves tanto que se te notará’. Fumaba negro para ser más ‘hombre’. Hasta que un amigo me dijo: ‘Ten cuidado cómo coges el cigarrillo’. ¡Imagínate vivir así! Me costó mucho llegar a donde estoy y jamás volvería al armario. El pasado queda detrás y quiero disfrutar del presente».
El largo camino del colectivo LGTBI en su lucha por vivir en libertad y en posesión de todos sus derechos ha estado colmado de dificultades y, en gran medida, todavía lo sigue estando. Esa batalla por la liberación simbolizada en el 28J por los altercados acaecidos en Nueva York 45 años atrás ante el hostigamiento a la población homosexual sigue viva hoy día. De ese germen nacieron decenas de luchas que, con perseverancia, contundencia y entusiasmo han ido ganando espacio, sumando voces y obteniendo importantes logros. Las movilizaciones que ayer ocuparon calles y portadas son ejemplo de ello.
Es cierto que, lamentablemente, todavía son muchas las injusticias que padece la comunidad LGTBI; que son muchas las personas que siguen sin poder vivir con una mínima normalidad, y que muchas de ellas siguen ocultando su sexualidad por temor a las consecuencias de expresarla libremente. En este sentido, resulta triste y tremendamente injusto que la homosexualidad siga siendo delito en ochenta países del mundo, llegando a ser penado con la muerte en algunos de ellos. La catalogación de delito o enfermedad carecía de justificación antes igual que ahora, pero el empecinamiento de algunos sectores deja de manifiesto una preocupante querencia por la discriminación y la vulneración de los derechos fundamentales de los interpelados. Los testimonios de personas mayores del colectivo LGTBI que 7K recoge en su ejemplar de ayer son un claro reflejo de lo que sufrían y siguen sufriendo.
Con todo, aunque la lucha sigue, deben reconocerse los logros de tantos años de trabajo, como la reciente legalización del matrimonio homosexual en EEUU, donde hasta ahora 13 estados lo prohibían. En Euskal Herria, la bandera del arcoiris en el Ayuntamiento de Iruñea deja una imagen inimaginable hace unos años. Un gesto que constata la existencia de una base social en defensa de la igualdad de derechos. Queda camino por recorrer, pero las conquistas de las últimas décadas demuestran que el tesón será el impulso para llegar a la meta, para vivir libremente.
Como en otras tantas reivindicaciones, el objetivo es que llegue el día en que no sea necesario celebrar nada, pero mientras queden derechos vulnerados sobre el colectivo LGTBQI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, queer, intersexuales) la gente seguirá saliendo a la calle cada 28 de junio para celebrar el Día Internacional de la Libertad Sexual.
Se trata de un día para visibilizar las diferentes identidades de género y sexuales como herramienta para normalizar la situación de las personas que son tratadas diferente injustamente. Por ello, varios lugares de Euskal Herria tomaron la bandera arcoiris para realizar diferentes movilizaciones que se centralizaron especialmente en las capitales.
Así, en Iruñea la Plataforma 28-J convocó una manifestación bajo el lema “Somos… exigimos nuestros derechos”. En la misma participaron al rededor de 300 personas, entre los que se encontraban el alcalde de la ciudad, Joseba Asiron, y la presidenta del Parlamento de Nafarroa, Ainhoa Aznárez. En las dos instituciones ha podido verse colgada la bandera de colores por primera vez, como muestra de su apoyo al colectivo LGBTQI.
Antes de comenzar la marcha, Aznárez comentó que ella siempre ha participado en esa manifestación y este año, por ser miembro del parlamento, «no iba a dejar de hacerlo».
La movilización partió a las 12.30 de la antigua Estación de Autobuses. A lo largo del recorrido corearon consignas como «estamos aquí, no nos escondemos», «en la hostelería también hay bollería», «la homofobia nos agobia», «igualdad de derechos reproductivos» o «tenemos la bandera, la oficina nos espera». La representante de la plataforma convocante, Maider Lazkano, solicitó a las nuevas instituciones navarras que tomen las medidas necesarias para «crear un marco legal y una mejor sociedad para todas las personas». En ese sentido, valoró positivamente como «un pequeño paso para empezar a cambiar las cosas» el hecho de que el Ayuntamiento y el Parlamento colgaran la bandera.
Ambiente festivo
También en Gasteiz se reunió un buen número de personas en la Plaza de la Virgen Blanca. Mientras, todos los partidos que componen el Ayuntamiento firmaron una declaración institucional en la que mostraban su apoyo al colectivo LGTBQI. A su vez alertaron del «ascenso de la extrema derecha» en Europa así como «la cruel represión en muchos países de África, en incluso la Unión Europea».
El buen tiempo mañanero animó a los manifestantes de Gasteiz a participar en una divertida actividad que habían previsto: deslizarse por un plástico mojado como si fuera un tobogán. Y es que aunque la manifestación del Día Internacional de la Libertad Sexual gira entorno a un tema serio, no falta el buen humor. Suelen ser habituales los disfraces; por ejemplo, en Bilbo, varias personas se paseaban con pelucas de colores estridentes y un mono que simulaba que estaban desnudos. En el mismo desfile podía verse una batucada rosa junto a una pancarta que decía “Gure eskubideak ez daude salgai” (nuestros derechos no están a la venta). La movilización de Bilbo suele ser la más concurrida, y este año no ha sido menos, ya que consiguió reunir a centenares de personas.
Mientras, en Donostia, adelantaron las celebraciones para realizar más de un acto: teatro, cena, fiesta y mesa redonda, una programación que culminó con una manifestación el sábado bajo el lema “Ez egin (a)men, suntsitu heteronorma. No claudiques”. Por otro lado, la asociación Gehitu pidió iluminar el Kursaal con los colores del arcoiris. Se sumaron a las reivindicaciones los conductores de los autobuses, que incluyeron la bandera en los ventanales.
ADI! (Bi lerro hauek ez daude paperean, baina elektronikoan bai)
APOYOS
Gasteiz firmó una declaración institucional para mostrar su apoyo y alertaron de la represión en países de África y Europa.bete
No podemos dejar de retroceder a 1969, año en el que se produjeron manifestaciones espontáneas y violentas contra una redada policial que tuvo lugar en la madrugada del 28 de junio de 1969 en Nueva York. Supuso un antes y un después en la vida de miles de personas gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, ya que fue un levantamiento popular contra un sistema que perseguía a las personas que se apartaban de la heteronorma, que les chantajeaba, les encarcelaba… La historia los recoge como los disturbios de Stonewall, que sin duda supusieron un catalizador del movimiento moderno a favor de los derechos de las personas LGTBIQ en todo el mundo. En los países anglosajones se celebran pride parades , y en nuestro entorno las marchas del orgullo, una traducción más o menos acertada.
Pero la conmemoración del 28 de junio es mucho más que eso. Es un día para la reivindicación de derechos, para dar sentido al término dignidad LGTBQ, para visibilizar, para compartir, para no olvidar que en demasiados países del mundo todavía hoy se sigue discriminando, encarcelando, apaleando, asesinando a quienes se apartan de la heteronorma.
En este camino de reivindicación es fundamental el papel de la educación. Urge contar con un sistema educativo en el que los distintos agentes sepan abordar de una manera adecuada la diversidad sexual, trabajándola en el aula tanto de una manera transversal como en las diferentes áreas y con la adopción de cuantas medidas e intervenciones sean necesarias para evitar situaciones de acoso, discriminación o violencia. Tenemos el desafío de educar en igualdad real, de dotarnos de herramientas para reconocer las potencialidades e individualidades de todo el alumnado; en definitiva, para que el nuestro sea un sistema que coeduca. El mes pasado presentamos una guía para trabajar la diversidad afectivo-sexual y de género en el entorno educativo, una guía con la que pretendemos recoger propuestas para que las reivindicaciones del 28 de junio estén presentes durante todo el año, porque durante todo el año debemos dejar claro nuestro compromiso con los derechos de todas las personas, independientemente de su orientación sexual o su género. Porque creemos en las diversidades, y pensamos que nos enriquecen, trabajamos por una escuela LGTBIQ amiga, fundamental si queremos contar en un futuro con una sociedad verdaderamente igualitaria.
El 28 de junio saldremos a la calle para reivindicar los derechos de todas las personas, para gritar que somos gays, lesbianas, bisexuales, intersexuales, queer… y que al igual que en 1969 nos seguiremos manifestando contra todo tipo de discriminación.
POR KEPA YÉCORA Y ZURIÑE ESTIVARIZ
Los autores son componentes del Grupo LGTBIQ de Steilas
DONOSTIA – Euskadi se viste de fiesta este fin de semana para celebrar el Día del Orgullo Gay con diversos actos, aunque Donostia se adelantó ayer a la conmemoración de este día con una manifestación que tuvo lugar en el Boulevard donostiarra bajo el lema Ez egin (a)men, suntsitu heteronorma. Ez etsi!, donde decenas de activistas reclamaron la igualdad para todo el colectivo, como cita previa al Día Internacional por la Liberación afectivo-sexual de Transexuales, Bisexuales, Lesbianas, Gays y Queers que se conmemora hoy. Por la noche, una fiesta en el centro cultural Egia sirvió también para calentar motores ante tan importante efemérides. El resto de las capitales vascas, por su parte, celebrarán hoy sendas manifestaciones.
La capital guipuzcoana se ha engalanado para tal ocasión. La fachada lateral del Ayuntamiento, así como los autobuses urbanos de la capital, guipuzcoana lucen la bandera multicolor y el Kursaal permanecerá iluminado con este mismo motivo durante todo el fin de semana.
Todo ello con el objetivo de hacer llegar a la población que ninguna persona debe sentirse discriminada de lo que es, sea cual sea su orientación o identidad sexual.
En este sentido, el Consistorio donostiarra reconoció el viernes la necesidad de una ley que “aborde de manera integral las necesidades del colectivo transexual”, otra “contra los delitos de odio y discriminación por orientación sexual o identidad de género”, así como una legislación que “garantice el derecho de las personas transexuales a la maternidad y paternidad, de todo el colectivo LGTB (lesbiana, gay, transexual y bisexual) a la adopción y acogimiento de menores”. – N.G.