Escribiendo pederastia con hostias consagradas. Imagen vía
Abel Azcona (Pamplona, 1988) siempre ha sido claro respecto de sus intenciones: no tiene ni la menor intención de ser un artista cómodo. Y mucho menos para la religión, la cual ha considerado “una de las mayores epidemias de la historia”. El artista pamplonica habla alto y claro: “La religión está al mismo nivel que el cáncer y el sida, y de hecho ha matado a más gente que estas enfermedades”, afirmó de manera tajante en una reciente entrevista con la revista Jot Down. Aunque el precio a pagar sea vivir bajo constantes amenazas de muerte.
Su historial profesional, que abarca diferentes disciplinas artísticas pero que se centra en la performance y el arte de acción, siempre ha sido considerado transgresor, pues el artista ha querido sobrepasar las fronteras de lo físico, lo sexual y lo artístico para llevar a término sus reivindicaciones políticas y sociales. Encerrarse durante dos meses durante una galería oscura, documentar gráficamente sus encuentros sexuales con figuras del mundo de la pornografía u hormonarse para prostituirse como travestison algunos de los proyectos a través de los cuales el artista ha intentado (y, por lo general, logrado) llegar a las vísceras emocionales de su público, generalmente con la intención de hacer añicos las injusticias y desigualdades que observa a su alrededor.
El pasado viernes, Azcona inauguró en la capital navarra su última exposición,Desenterrados, que aborda las historias de aquellas personas fusiladas y desaparecidas durante la guerra civil española. Allí congregó a familiares de víctimas del franquismo y vertieron tierra procedente de la huerta de una de estas víctimas. La exposición se completaba con una serie de retrospectivas de su trabajo a través de las cuales el artista pretendía abrir a debate algunas de las perturbadoras realidades que la sociedad española todavía tarda en digerir.
Parte de esta recopilación era la serie de fotografías titulada Amén, en la que Azcona escribía en el suelo la palabra “pederastia” con hostias consagradas, las cuales había guardado tras asistir a 242 eucaristías distintas.
Esto fue demasiado para los sectores ultracatólicos de nuestro país y de la red. En apenas un día, la movilización online para censurar la obra adquirió proporciones gigantescas. Esta mañana, la petición iniciada en Change.org el domingo por la Asociación Española de Abogados Cristianos, solicitando el cierre de la exposición por “profanación eucarística”, había superado los 84.000 firmantes. En un día, los sectores católicos más reaccionarios habían logrado el “apoyo” de decenas de miles de personas que clamaban la censura de uno de nuestros jóvenes artistas contemporáneos de mayor reconocimiento internacional, que además ha dedicado parte de su reivindicación artística al trabajo con víctimas de la pederastia.
La movilización ultrarreligiosa fue inmediata y brutal. Numerosas páginas web autoidentificadas como cristianas difundían la obra, así como fotografías del rostro del artista, con tono amenazador, acusándolo de haber robado las citadas hostias consagradas. “Abel Azcona comete la mayor ofensa contra la fe católica en España desde la persecución religiosa del siglo pasado”, “El Santísimo profanado y secuestrado”, “Español gay mentalmente enfermo profana hostias” o “El Ayuntamiento de Pamplona, en manos de Satanás”; estos fueron algunos de los agresivos titulares,que el propio artista compartió en sus cuentas en las redes sociales. Además, durante la tarde del lunes, un grupo de católicos se congregó en la Plaza del Ayuntamiento pamplonica para “rezar un Padre Nuestro” como protesta contra la exposición.
Por si fuera poco, según ha trascendido a los medios, la asociación responsable de la iniciativa en la plataforma Change.org ha interpuesto una querella criminal contra Azcona por “delito reiterado de profanación” y “delito contra los sentimientos religiosos”, lo cual ha hecho mover ficha a la Delegación del Gobierno en Navarra por este posible delito. “Y creo que tienen que llegar dos más”, ha advertido el artista en la conversación mantenida con VICE.
Cogiendo las hostias consagradas. Imagen vía.
Azcona niega haber robado nada: “En el momento de comulgar, me meto la hostia en el bolsillo. No hago nada ilegal, dado que son asociaciones eclesiásticas con sedes abiertas al público a las que cualquiera puede acceder, donde nadie te dice qué tienes que hacer con la hostia”, nos comentó. Lo que él haga con las hostias que los curas reparten en misa es asunto suyo: “Me las metí en el bolsillo como me las hubiera podido meter en el culo si me hubiera apetecido”.
“Esta gente no está bien de la cabeza”, critica. Cuando VICE habló con Azcona, el lunes por la tarde, el artista decía haber recibido en torno a 12.000 tuits con insultos y amenazas. “Están ahí, se pueden ver con el buscador de Twitter”, nos comentó. Algunas son especialmente preocupantes, aunque no sabemos aún si estas han sido convenientemente revisadas y registradas por la policía: “Dicen que me van a matar, que soy un hijo de puta o que soy Satanás y voy a arder en el infierno, lo cual me hace más gracia aún”.
No es la primera vez que Azcona tiene este tipo de problemas con el fanatismo religioso. Cuando se comió un Corán (en su proyecto Eating a Koran ), estuvo un año con escolta ante las graves amenazas de muerte que recibía. “Ahora es lo mismo, pero con otro fundamentalismo”, añade.
Los desafíos artístico-políticos del artista a los credos religiosos siempre han suscitado una violenta respuesta por parte de los seguidores de estas doctrinas. Para él, la religión “es una lacra que crea una sociedad heteronormativa y patriarcal que solo genera odio”. Insiste en el “genocidio intelectual” que la Iglesia católica ejerce todavía hoy, al cual se suman las muertes en nombre de un dios. Esto es especialmente evidente respecto del Opus Dei, organización religiosa profundamente arraigada en Navarra y sobre la que Azcona tiene una opinión bien clara: “El Opus es una banda terrorista dentro de la religión católica”, declaró a Jot Down . Lo ocurrido a raíz de su exposición en Pamplona refuerza su convicción: “Yo no puedo salir a la calle en este momento. Es una banda terrorista intelectual radical”, afirma con contundencia a través del teléfono.
Antes de colgar, le preguntamos si no tiene miedo de lo que podría pasar: “Si te dicen todos los días que te van a matar, pues al final acabas pensando que puede pasar. Pero yo siempre digo que lo máximo que puede pasar es que me maten”, contesta. ¿Afectarán las amenazas a su obra? Azcona dice no tener miedo alguno: “Yo voy a seguir haciendo exactamente lo mismo; incluso si me matan algún día, porque creo que los procesos performativos están abiertos siempre, aun cuando el artista está muerto”. Sorprende que en pleno régimen constitucional democrático sea un artista que denuncia supuestos crímenes cometidos en el seno de la Iglesia (sean los abusos a menores, los bebés robados o el apoyo a la dictadura franquista de diversas maneras) quien tenga que temer represalias, quien afronte querellas criminales, mientras las instituciones del Estado miran a otro lado cuando, año tras año, se celebran en todo el territorio estatal misas en honor al golpismo fascista que inició la etapa más oscura y sangrienta de nuestra historia reciente.
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