¿De qué sexo es tu cerebro?

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na de las pantallas de la instalación interactiva.

“¿De qué sexo es tu cerebro?” Decenas de niños -y no tan niños- responden todos los días a la comprometedora pregunta que lanza a los visitantes el Museo de Ciencia de Londres. La instalación interactiva, con un cerebro pintado la mitad de azul y la mitad de rosa, ha sido denunciada por varios neurocientíficos como “ciencia basura” y como “claramente discriminatoria”.

“Lo menos que se puede decir de esa exposición es que está muy desfasada”, declaró a The Guardian la profesora Sarah-Jayne Blakemor, experta en el estudio del cerebro de los adolescentes y ex asesora del propio Museo de Ciencia.

“La sugerencia de que los cerebros de un hombre y una mujer son fundamentalmente diferentes está basada en los viejos estereotipos de género“, recalca la neurocientífica. “Creo que el mensaje de esa instalación es muy equívoco y no se basa en la evidencia científica”.

Cerebros mosaico

La neurocientífica se remite al reciente estudio de la Universidad de Tel Aviv, que examinó 1.400 imágenes de cerebros de hombres y mujeres y concluyó que, pese a las diferencias anatómicas en determinadas áreas en función del sexo, no es correcto hablar de un cerebro “masculino” y otro “femenino”.

“La mayoría de los humanos tienen cerebros compuestos por mosaicos de características que los hacen únicos”, aseguró la investigadora israelí Daphna Joel, directora del estudio. “Algunas trazas son más comunes entre las mujeres en comparación con los hombres, y otras son más apreciables en los hombres, pero todas ellas son comunes y se dan en unos y otros en mayor o menor medida”.

La feminsita Caroline Criado-Pérez se ha unido a la polémica desatada por la exposición del Museo de Ciencia de Londres y ha recordado cómo las teorías sobre los cerebros “diferenciados” fueron usadas desde finales del siglo XIX para justificar la “inferioridad” de las mujeres en determinadas tareas y la diferencia de remuneración entre los dos sexos que aún persiste.

“La ciencia sobre las diferencias entre los dos sexos es muy compleja y polémica”, sentencia Criado-Pérez. “Lo que está claro es que no se puede reducir a pintar los cerebros de rosa o de azul”.

Travestismo de hierro y papel

La colección de fotos del cineasta Sébastien Lifshitz en Arlés recorre los orígenes del movimiento transgénero a través de imágenes anónimas de mercadillos de medio mundo

Hombre en esmoquin rodeado de seis travestis. Alemania, invierno de 1937

Hombre en esmoquin rodeado de seis travestis. Alemania, invierno de 1937. EL PAÍS

Seguirá exasperando a los reaccionarios más furibundos, pero el travestismo es tan antiguo como la humanidad: ahí están los mitos griegos, las vidas de santos, las leyendas chinas y el teatro barroco para demostrarlo. Con la invención de la fotografía, a mediados del siglo XIX, aparecen las primeras muestras visibles de una práctica proscrita durante siglos en nombre del orden sexual, sobre el que reposaba también el social. El Antiguo Testamento consideraba que el travestismo suponía “una abominación a los ojos de Yahvé”, mientras que la ley civil de muchos países europeos lo castigó con la pena capital hasta el siglo XVIII, cuando quedó sustituida por una simple multa y fue catalogada como perversión clínica.

Esta firme prohibición no impidió que parte de la humanidad siguiera vistiéndose con el atuendo del género opuesto. La colección fotográfica del cineasta francés Sébastien Lifshitz supone una prueba adicional de ello. Su archivo, formado por 2.000 imágenes anónimas rastreadas en mercadillos de medio mundo durante los últimos 20 años, se expone por primera vez en los Encuentros Fotográficos de Arlés, que se celebran en la ciudad francesa hasta finales de septiembre. La colección también ha dado lugar a un libro, recién publicado, Mauvais genre(Éditions Textuel), que traza una historia anónima del travestismo durante el último siglo.

Dos ferrotipos decimonónicos retratan a proletarias vestidas con el atuendo masculino, tal vez porque sus empleadores no pusieron cortes femeninos a su disposición. Aparecen mujeres vestidas de esmoquin en la Inglaterra victoriana y prisioneros de un campo de guerra alemán durante la Primera Guerra Mundial, engalanados con ropajes femeninos en un contexto enigmático. Después, la colección se adentra en las bambalinas de un cabaret transformista en el Nueva York de 1960 y en un exuberante concurso de drag queens, un par de décadas más tarde. El conjunto recorre los cambios en el significado social del travestismo, a través de imágenes que no fueron tomadas para ser expuestas en público. “Recogen una memoria privada y secreta. Por ese motivo, hay quien considera que mostrarlas en público es una violación”, reconoce Lifshitz, que no comparte esa opinión. “Estas fotos nos pertenecen a todos. Reflejan la historia de una manera distinta: no a partir de los nombres ilustres, sino de la microhistoria, de las vidas anónimas y olvidadas”, sostiene el cineasta de 48 años, que se ha especializado en retratar la diferencia sexual a través de la ficción y el documental, con títulos como Primer verano o Les invisibles.

Sin estar siempre animada por una voluntad subversiva, esta práctica terminó adquiriendo un cariz político innegable, más allá del aspecto paródico que suele asociarse al transformismo. “El objetivo de estos hombres y mujeres no era solo burlesco. A veces, tenemos la sensación de descubrir una especie de pretransexualidad, un precedente al actual movimiento transgénero”, afirma Lifshitz. La historiadora francesa Christine Bard, autora del ensayo Historia política del pantalón (Tusquets), sostiene la misma tesis en el catálogo: “Como en el desorden autorizado durante los carnavales, implica una suspensión temporal de la prohibición de invertir los roles. Estas imágenes hacen visibles los marcadores de género. Los desnaturalizan y revelan que son un código, una arbitrariedad cultural”.

Hombre maquillado en una imagen de fotomatón en Estados Unidos, 1920

Hombre maquillado en una imagen de fotomatón en Estados Unidos, 1920. EL PAÍS

La estadounidense Virginia Prince, que nació llamándose Charles, se convirtió en una pionera del activismo transgénero con su revista Transvestia,que empezó a publicar en 1960. Desde sus páginas, dejó clara la separación entre sexo y género (el primero corresponde a la biología; el segundo, al rol que se le atribuye culturalmente). “Se confunde el sexo con el género. Yo siempre soy de sexo masculino, pero cuando me convierto en Virginia tengo género femenino”, dejó escrito. Se anticipaba así a la tercera ola de feminismo que arrancó en los noventa y a los grandes nombres de la teoríaqueer, como Judith Butler, autora deDeshacer el género, volumen de referencia publicado en 1990.

Para la historiadora de la fotografía Isabelle Bonnet, el valor de este archivo es considerable, ya que “apenas existen autorrepresentaciones de las minorías transgénero previas a los movimientos de liberación gais y lésbicos de finales de los sesenta”. Es decir, anteriores a la revuelta de Stonewall en 1969. “Su historia nos concierne a todos, porque examina los estereotipos ligados a la sexualidad y al género. El pensamiento binario de una virilidad —positiva— opuesta a una feminidad —negativa— no es ni natural ni demasiado antiguo. Se desarrolla en el siglo XIX y comporta una fobia de la afeminación de los hombres”, asegura Bonnet en el libro. De ahí surgirá la llamada “gran renuncia masculina”, teorizada por el psicoanalista John Carl Flügel: la imposición de un vestuario desprovisto de ornamentos para los varones.

Las imágenes más enigmáticas de la colección son las que se alejan tanto de los parámetros políticos como de los burlescos, para inscribirse “en un extraño deseo de normalidad”, como apunta Bonnet. Por ejemplo, una larga serie de fotos describe las fiestas de un grupo de hombres que, durante los años treinta y cuarenta, se reunieron a puerta cerrada en sus domicilios de la periferia de Washington para vestirse y maquillarse como mujeres. Pero no emulaban el estilo de las estrellas de Hollywood, sino el de amas de casa de suburbio residencial. Mientras tanto, en las universidades estadounidenses para mujeres se celebraban los llamados mock weddings (o bodas de broma), documentados en este archivo: una estudiante se vestía de hombre y la otra, de mujer. La vida estudiantil suponía un paréntesis en el que la bisexualidad estaba tolerada, antes del acceso a la vida adulta. En el viejo continente tampoco faltan los ejemplos. En algunas regiones francesas, las mujeres solteras solían vestirse de hombre durante las fiestas de Santa Catalina, patrona de las célibes, hasta el primer tercio del siglo XX. La depresión económica y el clima de preguerra hicieron que estos ejemplos de travestismo lúdico cayeran en desuso, “aplastados por el conformismo moral de los años treinta”, como apunta Bard.

LA REALIDAD IGNORADA

La publicación de Mauvais genre coincide con un momento de visibilidad creciente del colectivo transgénero en la cultura. Lo demuestran películas como La chica danesa o Tangerine, aplaudidas series como Transparent y Orange is the new black, o los artistas Zackary Drucker y Rhys Ernst, que reflejaron sus operaciones de reasignación de sexo en Relationship, un proyecto fotográfico presentado en la pasada bienal del Whitney de Nueva York. Esos ejemplos apuntan a una normalización relativa de una realidad que, hasta no hace tanto, era ignorada o tratada de manera truculenta o caricaturesca. “Se ha necesitado tiempo. La historia de la transexualidad es muy reciente, porque no empieza hasta la posguerra europea, a excepción de tres o cuatro casos”, contextualiza Sébastien Lifshitz, que retrató a un personaje transgénero en Wild side, una de sus primeras películas. “En los últimos 15 años, se les ha empezado a prestar una atención fuerte en el cine y el resto de la cultura, pero también en los estudios de sociología y de historia. El problema es que los textos de la teoría queer no suelen contar con imágenes que reflejen un fenómeno más complejo y diverso de lo que habíamos imaginado”, afirma el director. Su colección supone, en ese sentido, un referente visual bienvenido.

Músculo, sexo, polémica y ciencia

Margaret Wambui antes de la semifinal de los 800 metros

Margaret Wambui antes de la semifinal de los 800 metros LUCY NICHOLSONREUTERS

Músculo, sexo, polémica y ciencia. Todo se concita en el 800, donde Caster Semenya se enfrenta a Margaret Wambui, una mujer de altura y físico desbordante, cuyo triunfo en el Mundial júnior, en 2014, abrió un debate similar al que se produjo cuando la sudafricana irrumpió en Berlín, en el Mundial disputado en 2009. Semenya pasó un calvario, sometida a exámenes médicos para determinar su producción endógena de testosterona, suspendida y, finalmente, rehabilitada. El TAS anuló más tarde temporalmente la norma que establecía cotas para determinar la feminidad idónea, tras la reclamación de la sprinter indiaDutee Chand, al entender que la ciencia no ha encontrado todavía un parámetro para establecer cuál es, hormonalmente, la mujer que puede y no puede ser deportista.

Existe sólo una excepción: los transexuales. Para los deportistas que han cambiado de sexo, el límite de producción endógena de testosterona es de 10 nanomoles. El nanomol es una unidad de medida. Para el resto, el tribunal de Lausana dejó en suspenso cualquier límite durante dos años, a la espera de investigaciones concluyentes, por lo que, hoy, todas las deportistas pueden competir. En la actualidad, trabaja en ello la Comisión Médica de la IAAF. Semenya ha acudido a estos Juegos, junto a otras deportistas que se encontrarían en el mismo caso en diversos deportes, según fuentes próximas al organismo.

Wambui tiene 20 años, uno más de los que tenía Semenya cuando se impuso en Berlín. En Río, la gigante keniana dominó la serie y semifinal de 800 con facilidad, sin necesidad de llevar su organismo al máximo. Actualmente, y debido a la suspensión de la norma, no tiene por qué ser requerida por la IAAF para controles de feminidad, como le sucedió a la sudafricana, a pesar de las sospechas de algunos observadores. Parte de esas pruebas, como desnudarse ante un médico, llegaron a resultar vejatorias para la atleta y su entorno.

La atleta sudafricana Caster Semenya en Río de Janeiro

La atleta sudafricana Caster Semenya en Río de Janeiro DYLAN MARTINEZREUTERS

A las sesiones del TAS fue invitada una española, María José Martínez Patiño, vallista que en los años 80 fue suspendida por una alteración diferente, no relacionada con el hiperandrogenismo, pero que también ponía en cuestión su idoneidad para competir con mujeres, debido a una alteración cromosómica, una mutación en el receptor de andrógenos. Desde entonces, su vida se convirtió en una lucha que le ha llevado, además de su preparación, a formar parte de la Comisión Médica del COI. Es la única española.

“Tengo constancia de que en Río hay varias deportistas que tienen la misma alteración que yo y que compiten, porque gracias a mi caso se pudo demostrar que no se producía por ello una mejora en el rendimiento deportivo”, explica Patiño, que forma parte, asimismo, de Grapsia, un grupo de apoyo a padres con hijas afectadas por este síndrome.

La ex vallista, sin embargo, considera que en el caso del hiperandrogenismo, que es el que afectaría a Semenya, “sí se produce esa mejora, relacionada con las ventajas de la testosterona en la práctica deportiva. Por ello, creo que es necesario que se establezcan unos límites. No sé si 10 nanomoles, 15 o 20, pero deben existir, porque, si no, estaremos ante un fraude de la competición”. La mayor producción de testosterona se traduce en crecimiento muscular, agresividad y retraso en la aparición de la fatiga.

“Eso no quiere decir que ninguna de estas chicas, por supuesto, tenga ninguna responsabilidad. Los casos se han de tratar con mucha delicadeza, y me consta que es así”, añade.

Patiño, doctora y profesora en la Facultad de Ciencias de la Educación y el Deporte, en Vigo, admite que “existe una dificultad grande, porque no estamos ante un tema únicamente deportivo, sino científico, juridico y moral”. “Para las organizaciones deportivas internacionales es muy difícil legislar para más de 200 países”, insiste. El caso de Semenya llegó a provocar, incluso, un problema dilplomático, al entender las autoridades sudafricanas que se vulneraban los derechos de una de sus deportistas y ciudadanas.

El laudo del TAS, por el que se concedía una moratoria de dos años para realizar más investigaciones, de la que ha transcurrido uno, es muy significativo acerca de las dudas sobre las cotas que, hormonalmente, establecen la división actual de los sexos: “Aunque los eventos deportivos están divididos arbitrariamente en categorías masculina y femenina, el sexo en el ser humano no es simplemente binario: la naturaleza no es neta. No hay un sólo determinante del género”, señaló el TAS, que instó a la IAAF a pronunciarse sobre una base “razonable y proporcionada”. Semenya, mientras, corre sin más explicaciones sobre sí misma de las que encuentra en la recta del estadio.

DNI

Caster Semenya

Caster Semenya

El podio de la homofobia en la cobertura informativa de los Juegos Olímpicos

El podio de los Juegos Olímpicos formado por el tratamiento informativo a las noticias de Río de Janeiro está cada día más competido, con varias noticias candidatas para recibir la medalla de oro a la peor cobertura del evento. En este caso nos centramos en la categoría de la homofobia, manifestada en varias ocasiones tanto en medios nacionales como internacionales.

En España, el caso más sonado lo protagonizó el Periodista Digital cuando informaba sobre la jugadora de rugby que recibió una petición de boda por parte de su pareja, que participaba como voluntaria en los Juegos Olímpicos, al termino del partido. El momento emotivo estuvo empañado por la homofobia que desprendieron noticias como la del citado medio, que tituló el articulo de la siguiente manera: “A la jugadora de rugby le hace propuesta de matrimonio su amiga al terminar el partido”.

El revuelo en las redes sociales fue instántaneo, que criticaron duramente que no calificaran de ‘pareja’ a la chica que le había pedido matrimonio tras el partido.

Los ejemplos de esta cobertura no terminan en España y traspasan fronteras. Concretamente hasta Venezuela, donde el gigante mediático TeleSur se sumó al hashtag homófobo que se creó en Twitter bajo la etiqueta #GaysNoMerecenMedallas. El medio siguió el juego y contribuyó al “debate” preguntando a sus seguidores si debía excluirse o no a los deportistas homosexuales de las competiciones de Río de Janeiro.

Pero el podio lo completa el medio estadounidense ‘The daily beast’ que fue más allá que el resto. El periodista Nico Hines, enviado por el rotativo a cubrir los Juegos Olímpicos de Río, decidió realizar un reportaje sobre cómo los deportistas gays que se alojan en la Villa Olímpica se encuentran entre ellos. Para ello, Hines utilizó la app Grinder, que pone en contacto a personas del mismo sexo.

Posteriormente el periodista publicó los resultados de sus intercambios de mensajes con los deportistas, proporcionando datos que dejaban bastante claro de quiénes se trataba. Las críticas no se hicieron esperar, principalmente por el riesgo que entrañaba toda esa información para aquellas personas en cuyos países la homosexualidad está perseguida.  Ante el revuelo causado , ‘The daily beast’ retiró la noticia para poner en su lugar una nota de disculpa. “El artículo no tenía la intención de herir o degradar a los miembros de la comunidad LGBT. Pero la intención no importa, el impacto sí”.

Amini Fonua, deportista de Tonga y que hace tiempo hizo público que era gay, lamentaba la actuación del periodista con dos tuits en los que mostraba su pesar: “se me caen las lágrimas”.

Los ‘millennials’ tienen menos sexo que la generación anterior

Sexo para millennials

Son bastante activos en muchos ámbitos. Interactúan con la tecnología y sus aplicaciones, descubren antes que nadie el último grupo de moda o la serie de éxito y se enganchan los primeros al juego del momento. Pero parece que no son tan entusiastas a la hora de practicar sexo. Los millennials o generación Y (nacidos en las décadas de 1980 y 1990) tienen menos relaciones sexuales una vez cumplidos los 18 años que sus antepasados de la Generación X -nacidos en los 60 y 70-, según un estudio coordinado por la Universidad de San Diego y publicado en la revista científica ‘Archives of Sexual Behavior’.

En concreto, el trabajo analizó los datos de 26.707 personas encuestadas por la General Social Survey (el equivalente a nuestro Instituto Nacional de Estadística -INE), que suponen una muestra representativa de la sociedad adulta estadounidense e incluye a miembros de la generación millennial y de las generaciones X e Y. Los resultados mostraron que el 15% de los jóvenes entre 20 y 24 años nacidos en la década de los 90 afirmó no haber tenido ninguna pareja sexual desde los 18, mientras que entre los de la Generación X el porcentaje era del 6% cuando tenían la misma edad.

La ausencia de sexo a partir de los 18 era más acusada en las mujeres que en los hombres y más entre los blancos que entre los afroamericanos, entre los que casi no había diferencias. “Esta diferencia por género es lógica, porque ser sexualmente activa tiene muchos más costes para una mujer que para un hombre, tanto desde el punto de vista biológico como social. Desde una perspectiva biológica, una mujer sexualmente activa tiene más posibilidades de quedarse embarazada. Desde una perspectiva social, la reputación de una chica que tiene varias parejas es mucho más negativa que si el caso es al contrario”, explica a EL MUNDO Ryne A. Sherman, uno de los autores de la investigación, de la Universidad Florida Atlantic.

La psicóloga de la Universidad de San Diego, Jean M. Twenge, autora del libroGeneration Me, y principal investigadora del estudio, señala que “aunque aparentemente la tecnología y las aplicaciones para ligar, en teoría, ayudan a los millenials a encontrar rollos sexuales más fácilmente, puede también tener un efecto contrario y es que los jóvenes pasan tanto tiempo conectados online queinteractúan menos en persona y, por consiguiente, no mantienen relaciones“.

Pero no es la única explicación. Según Twenge, “las preocupación sobre la seguridad personal, la saturación de informaciones sobre abusos en los campus universitarios y en fiestas juveniles también pueden contribuir a la inactividad sexual de los millennials comparada con la generación previa. La generación millennial está mucho más concienciada de los posibles riesgos de determinados hábitos, como demuestra el hecho de que beben menos alcohol, y esta percepción influye en sus elecciones sexuales”.

También cita la autora como posibles factores que explicarían esta diferencia de actividad sexual el hecho de que “una proporción mucho mayor de veinteañeros, respecto a la generación X, viven con sus padres, retrasan la edad del matrimonio y pasan más tiempo consumiendo ocio individual”.

De hecho, sólo un 26% de los millennials de entre 18 y 32 años estaban casados en 2014, frente al 36% de los que nacieron entre 1965 y 1979 y que sí lo estaban a esa edad y el 48% de los nacidos entre 1946 y 1964.

Según cuenta Sherman a este medio son varios los factores que pueden jugar un papel en este cambio de actividad sexual. “Uno de ellos es que la educación sexual junto con la crisis de sida que sufrió EEUU en los 90 han contribuido a tener comportamientos sexuales de menos riesgo”.

Pero este autor señala que existe la posibilidad de que los millennials interpreten la cuestión de otra forma que la generación anterior. “Cuando se les pregunta que cuántas parejas sexuales han tenido desde los 18, algunas generaciones interpretan que esto incluye cualquier contacto sexual, por ejemplo sexo oral, mientras que otros no lo vean así. Aunque sólo es una teoría”.

Una tendencia también entre adolescentes

Los resultados llaman la atención porque la concepción a priori que tiene la sociedad de esta generación es que es una “hiperconectada”, con muchas más posibilidades de tener sexo casual frecuente y este trabajo muestra que, aunque tengan más posibilidades, no son más activos. “El hallazgo más importante es que esta investigación contradice la creencia popular de que los millennials sólo están interesados en relaciones sexuales a corto plazo. Los datos revelan que son más inactivos que sus padres”, explica Sherman.

“Desde tiempos inmemoriales, los adultos se han preocupado por los hábitos sexuales de la gente más joven. Conocer los cambios en las experiencias sexuales por edad, periodo y generación es clave para entender mejor las influencias socioculturales en las relaciones humanas y en la sexualidad”, indican los autores de la investigación.

La tendencia parece extenderse. Según la Encuesta de Comportamientos de Riesgo en los Jóvenes, realizada por los CDC (los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU), el porcentaje de adolescentes que habían practicado sexo pasó del 54% en 1991 al 41% en 2015.

Twenge saca dos conclusiones importantes de este trabajo. La primera es que “es una buena noticia para la salud sexual y emocional que los jóvenes esperen a tener relaciones sexuales hasta que realmente estén preparados“. Pero, por otra parte “si los jóvenes más adultos se olvidan del sexo pueden estar perdiéndose cosas importantes de una relación adulta romántica“.

En cuanto a si estos datos pueden extrapolarse fuera de EEUU, Ryne A. Sherman declara que “es difícil de determinar, pero dado que las causas que explicarían esta tendencia sexual son comunes también a otras regiones es muy posible que la conducta sexual sea similar también”.

“Para mí una de las conclusiones importantes es que la educación sexual puede que esté cumpliendo su función”, admite el autor de Florida Atlantic.

España, ausente en la lucha contra el sida

  • Muchos países han estancado o reducido su aportación a esta lucha

  • La falta de financiación impide que haya tratamiento para todos los afectados por VIH

La financiación fue uno de los caballos de batalla de la Conferencia de Durban

La financiación fue uno de los caballos de batalla de la Conferencia de Durban. SALUD POR DERECHO

Al término de la XXI Conferencia Mundial de sida, el pasado fin de semana, la preocupación por la evolución de la epidemia es extrema. Las problemáticas expuestas estos días en Durban han sido muchas, muchísimas, y los enfoques discutidos variados, todos de vital importancia: la falta de vacuna o cura para el sida, los problemas de las patentes y los precios en fármacos esenciales para la vida, el drama que viven los países de renta media ante el abandono de la ayuda internacional, la delicada situación de las poblaciones clave (mujeres, adolescentes, hombres que tienen sexo con otros hombres, trabajadoras del sexo, usuarios de drogas, presos…), el tratamiento, la prevención y otros muchos más. Pero, sobre todo, uno que sobrevuela proyectando una sombra alargada sobre el resto: el problema de la financiación.

Cuando parece claro que la respuesta al sida necesita una escalada para ver el fin de la pandemia en 2030 -como aseguran que es posible las mayores organizaciones de salud del mundo (OMS, ONUSIDA)-, nos encontramos con que la financiación de los países donantes más importantes se estanca. O se reduce.Un estudio de ONUSIDA (la agencia para sida de la ONU) sobre 14 gobiernos destaca que 13 de ellos -entre los que se encuentran Dinamarca, Alemania, Irlanda, Holanda, Noruega, Suecia o Reino Unido- han descendido su ayuda bilateral y multilateral durante 2014 y 2015.

Los recursos destinados para responder al sida en 2014 en países con niveles de renta bajo y medios fueron de 19.200 millones de dólares. Las proyecciones de ONUSIDA advierten que las inversiones internacionales y nacionales habrán de incrementarse en un tercio, hasta llegar a los 26.200 millones de dólares anuales en 2020, año de mayor inversión. Una vez llegado este punto, las inversiones se irán reduciendo paulatinamente hasta bajar a los 22.300 millones de dólares en 2030.

Sin embargo, como aseguró durante la conferencia Matt Kavanagh, analista deHealth Gap, “tenemos una crisis de financiación que no nos permite pensar en el fin de una crisis. Existen las herramientas necesarias para acabar con el sida. Pero ni siquiera hay tratamiento para todas las personas con VIH. Esto se debe, simplemente, a que no hay suficiente financiación para llegar a todos, y debemos preguntarnos por qué”.

Y es que, de los más de 36 millones de personas que viven con sida, sólo 17 millones están bajo tratamiento. “No podremos acabar con el sida si hay más de 20 millones de personas sin tratamiento y más de 2.000 nuevas infecciones al día”, añadió Anele Yaga, secretario general de Treatment Action Campaign.

El Fondo Mundial, una pieza clave

No es una cosa teórica: la pérdida de financiación significa la pérdida de vidas. Chris Beyrer, presidente de la International Aids Society, lo tiene claro: “Existen enormes retos entre los que se incluye la expansión del tratamiento, el suministro de PreP (profilaxis Pre-exposición) o las donaciones al Fondo Mundial de lucha contra sida, tuberculosis y malaria, y nada de esto va a ocurrir con esa tendencia”. Y ejemplifica: “La mayor parte de los programas para las poblaciones clave se realizan con el dinero de donantes externos, y la retirada de fondos del Fondo Mundial no está siendo cubierta por los gobiernos de muchos países”.

Desde su creación en 2002, el Fondo Mundial invierte unos 4.000 millones de dólares al año en las regiones más afectadas por las pandemias. Este dinero viene de diferentes países y financiadores, que lo donan para ayudar en la lucha contra estas enfermedades. Por poner un ejemplo, de los 17 millones de personas que hay bajo tratamiento de sida, 8 millones lo hacen a través de los programas que el Fondo Mundial implementa alrededor del mundo.

Cada tres años, el Fondo Mundial organiza una Conferencia de Donantes en dondelos gobiernos o financiadores privados comprometen fondos para el siguiente trienio. Este año tendrá lugar en Montreal (Canadá) durante el mes de septiembre, y ya son muchos los países que han anunciado su contribución para la reposición. España todavía no.

Canadá, liderazgo global en aumento

Destaca la aportación del propio Canadá, que aumentará en un 20% con respecto al anterior trienio, pasando de 600 a 720 millones de euros. “Es una oportunidad histórica para Canadá y para el resto del mundo”, dijo durante el anuncio el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. “Financiando la respuesta y construyendo solidaridad global, podremos ver el fin de estas pandemias devastadoras, que afectan a las poblaciones más vulnerables del mundo”.

La sociedad civil canadiense, mientras, se muestra orgullosa ante el anuncio del Gobierno que, además, anunció otra financiación de 60 millones de dólares para programas de tuberculosis a través de Stop TB Partnership. “El compromiso de Canadá demuestra un liderazgo global real y de vital importancia en la respuesta actual al sida y otras pandemias”, dice Robin Montgomery, deInteragency Coalition on AIDS and Development (ICAD). “Estos anuncios ofrecen un marco enorme para fomentar un debate sobre el impacto de la financiación y de la ayuda al desarrollo del resto de países donantes, sobre todo ahora que estamos viendo una marcha atrás en la financiación”.

La sociedad civil exige responsabilidad a los gobiernos en el tema del sida

La sociedad civil exige responsabilidad a los gobiernos en el tema del sida. SALUD POR DERECHO

Francia, agridulce compromiso

Francia, por su parte, ha anunciado una aportación de 1.080 millones, repitiendo la misma cifra con respecto al trienio anterior y manteniéndose como segundo mayor donante del Fondo, solo por detrás de Estados Unidos. Es una aportación que demuestra el liderazgo del país en la lucha contra estas pandemias. Sin embargo, el no aumento de la misma parece un paso atrás en un momento en el que las inversiones deben crecer hasta el año 2020 para evitar que la pandemia rebrote.

“Mantenerse como segundo donante es todo un hito para Francia, pero a la vez es decepcionante”, lamenta Alix Zuinghedau, responsable de incidencia en Coalition PLUS. “En 2012, tras alcanzar la presidencia, François Hollande aseguró que invertiría todo lo necesario para acabar con el sida y para poner a Francia en la senda del 0,7%. Cinco años después, las contribuciones al Fondo Mundial no han aumentado y la ayuda al desarrollo ha descendido hasta alcanzar el 0,37%“.

Italia, un punto de referencia para España

Italia, como España, dejó de ser donante del Fondo Mundial hace unos años, durante el Gobierno de Silvio Berlusconi. No fue hasta la Conferencia de Reposición del periodo que ya termina (2013-2016) que el país, con el Ejecutivo de Monti, volvió a mostrar compromiso en la lucha contra el sida con una aportación al Fondo Mundial de 100 millones de euros.

A finales del pasado junio Renzi anunciaba un incremento del 30% para el trienio que viene. Es decir, 130 millones de euros. “Ha habido un cambio: para este gobierno la cooperación internacional es la manera de ser más fuerte de cara al exterior”, asegura Stefania Burbo, de Osservatorio Aids. “Pese a todo, para la sociedad civil el incremento no es muy alto. Nos hubiese gustado que doblasen la cifra anterior”.

Hasta 2009, Italia donaba 400 millones para el trienio. Puede parecer que es una utopía pedir el doble de los 100 millones, pero hay que recordar que sería dar sólo la mitad de lo que daba hasta hace poco”, recuerda Francesca Belli, directora de Action. “Por eso las organizaciones de la sociedad civil también estamos peleando por la implementación del Impuesto a las Transacciones Financieras que negocian varios países europeos y que ayudaría a generar ingresos para financiar el Fondo Mundial“.

“Es un compromiso real por parte del Gobierno. Renzi está personalmente comprometido y sabe, por supuesto, que ser un líder en políticas internacionales también es una manera de evadir algunos problemas domésticos”, asegura Belli. Y añade: “Italia albergará el G7 en 2017 y Renzi prometió ser el cuarto país para entonces en Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Actualmente es el séptimo. Así que incrementar las donaciones al Fondo Mundial es una manera de alcanzar ese compromiso”.

“Italia puede ser ahora un ejemplo para otros donantes. Pese a sus ausencias durante los años anteriores, ha vuelto a subirse al tren. El incremento del 30% no es mucho, pero es importante para mostrar compromiso y liderazgo, y muestra a otros países que hay que aumentar y no reducir las ayudas al Fondo Mundial“, recuerda Burbo.

España, estancada en los años 80 en ayuda al desarrollo

En la década pasada, España llegó a ser el quinto mayor donante del Fondo Mundial, con más de 600 millones de euros comprometidos. Sin embargo, desde 2011 dejó de aportar dinero. Ni un solo céntimo>. Es más: dejó a deber más de 100 millones de los anteriormente comprometidos. Y aún más: actualmente el nivel de AOD está estancado en el 0,13%, igual que durante los años 80, cuando España dejó de ser receptor de estas ayudas para pasar a ser donante.

Desde organizaciones de la sociedad civil, como Salud por Derecho, llevamos muchos años trabajando para que España vuelva a ser un donante significativo del Fondo Mundial y asuma un papel clave en la lucha contra las pandemias. El pasado mes de mayo, la Comisión de Cooperación Internacional para el Desarrollo del Congreso de los Diputados aprobó por unanimidad una Proposición No de Ley (PNL) para ‘apoyar definitivamente la lucha contra el sida y contribuir al fin de la pandemia en 2030′.

La PNL insta al Gobierno a llevar a la Conferencia de Reposición de Fondos del Fondo Mundial de septiembre una posición de país, contundente y a la altura de las circunstancias. Es decir, reemprender las aportaciones al Fondo Mundial, “con el objetivo de alcanzar una financiación similar a la que destinan los países de nuestro entorno“.

Aún es complicado saber si en septiembre habrá un Gobierno en este país. Igualmente, sería fundamental (como pide gran parte de la sociedad civil española) que España esté representada, como mínimo, por el secretario de Estado y que exista una declaración institucional consensuada por los grupos políticos en sede parlamentaria que ponga de manifiesto el compromiso real de que España anunciará, antes de que finalice este año, una contribución al Fondo Mundial para el período 2017-2019 acorde a la importancia de un país como el nuestro. Los 100 millones de Italia podrían ser un punto de partida.

Acabar con la pandemia de sida es posible en 15 años, a través de una financiación adecuada y una serie de políticas que incluyan prevención, educación y respeto de los derechos humanos. Alcanzar este objetivo salvará millones de vidas y mostrará que, con voluntad política, se puede cambiar el futuro. “¿Qué mejor mensaje de esperanza para estos tiempos tan difíciles?”, se pregunta Alix Zuinghedau. “Necesitamos más que nunca políticos que miren más allá de sus mandatos e inviertan en solidaridad global. Y la cumbre de septiembre será un momento importantísimo para hacerlo”.

Y es que, como aseguraba Anele Yaga en la XXI Conferencia Mundial de sida que finalizó hace unos días en Sudáfrica, “necesitamos donantes, necesitamos salvar vidas“.

* Pablo Trillo es periodista y trabaja para Salud por Derecho

¿Por qué no encontramos cura para el sida?

Los mayores expertos mundiales ponen en común los últimos avances contra el VIH en la conferencia internacional de sida de Durban. La victoria no está cerca

Activistas de la asociación Granmothers Unite se manisfiestan a las puertas de centro de conferencias de Durban, donde se celebrará el congreso internacional de sida

Activistas de la asociación Granmothers Unite se manisfiestan a las puertas de centro de conferencias de Durban, donde se celebrará el congreso internacional de sida. ABHI INDRARAJAN IAS

Si hay una enfermedad contra la que la humanidad haya reaccionado rápido, ésa es el sida. Desde su descubrimiento hasta hallar un tratamiento efectivo transcurrieron menos de dos décadas. De sentencia de muerte a dolencia crónica. Pero el siguiente paso, conseguir curarla, no está resultando tan sencillo. De las tres grandes pandemias (tuberculosis, sida y malaria) es la única para la que no hay remedio. Mientras tras un brote de ébola que segó la vida de 11.300 personas se aceleraron las investigaciones y, en meses, se halló una vacuna efectiva, después de más de 34 millones de muertesno existe inmunización para el VIH. Es un virus distinto a todos los que hemos conocido hasta ahora.

Si hay una enfermedad contra la que la humanidad haya reaccionado rápido, ésa es el sida. Desde su descubrimiento hasta hallar un tratamiento efectivo transcurrieron menos de dos décadas. De sentencia de muerte a dolencia crónica. Pero el siguiente paso, conseguir curarla, no está resultando tan sencillo. De las tres grandes pandemias (tuberculosis, sida y malaria) es la única para la que no hay remedio. Mientras tras un brote de ébola que segó la vida de 11.300 personas se aceleraron las investigaciones y, en meses, se halló una vacuna efectiva, después de más de 34 millones de muertesno existe inmunización para el VIH. Es un virus distinto a todos los que hemos conocido hasta ahora.

Si bien eliminar por completo al virus de las personas infectadas es una aspiración, la comunidad científica se daría más que por satisfecha si en el medio —incluso largo— plazo se diera con la tecla para que los pacientes lograran mantener la carga viral a niveles indetectables en plasma. Es lo que consiguen las modernas terapias antirretrovirales (ARV), que propician que las personas seropositivas puedan hacer una vida normal y reduzcan tremendamente (entre un 95% y un 97%) el riesgo de infectar a otras.

“Con 37 millones de personas viviendo con VIH y otros dos millones de nuevos afectados cada año, una aproximación efectiva para curar o lograr una remisión significativa sería un avance innovador en la salud global. Todavía estamos en una etapa inicial, pero se han producido hallazgos reseñables”, aseguraFrançoise Barré-Sinoussi, que ganó el premio Nobel por descubrir el virus.

Existen varias líneas de investigación para encontrar una cura. La mayoría de ellas maneja la idea de reforzar al sistema inmune para que pueda defenderse. Esto se puede hacer por distintos métodos que, sin embargo, hasta ahora han fracasado. Uno de ellos es hallar una vacuna, que no solo podría ser útil para evitar la transmisión a población sana, sino también para ayudar al sistema inumne de los portadores a controlar al virus. Se parte de una que se probó en Tailandia entre 2003 y 2006. Consiguió unos resultados modestos (31% de efectividad), insuficientes para generalizarla, pero sentó las bases para posteriores experimentos que se han realizado con modificaciones para mejorarla. Los resultados esperanzadores de un estudio que verá la luz el martes permiten ya afirmar que un nuevo ensayo a gran escala empezará en breve con varios miles de pacientes implicados en el sur de África. Esta fase será crucial para determinar la capacidad de protección de esta novedosa variante de la vacuna.

Más allá de una vacuna, los expertos ponen muchas esperanzas en que los nuevos métodos para combatir el cáncer sirvan también para luchar contra el VIH. Son medicamentos de última generación que precisamente ayudan al sistema inmune contra las células cancerígenas. “No necesariamente estamos hablando de usar los mismos fármacos, aunque podría ser, es más bien utilizar su filosofía contra el virus”, explica Steven Deeks, profesor de medicina en la Universidad de California y miembro del programa de sida del Hospital General de San Francisco. Estas terapias de última generación, que son muy prometedoras a medio plazo en el ámbito oncológico, están todavía lejos de llegar al tratamiento contra el VIH. “En primer lugar, por un problema de rentabilidad para las empresas farmacéuticas, lo cual es legítimo [los remedios contra el cáncer son mejor negocio que los del sida]. En segundo, quizás no se presta tanta atención porque con el VIH ya hemos encontrado una forma de frenar la muerte, algo que no sucede siempre con el cáncer”, reflexiona. La colaboración entre estos dos mundos es algo que quieren potenciar los investigadores que se han dado cita en Durban.

Una tercera vía para dar con la sanación es la de las células madre. De hecho, solo existe constancia de una persona en toda la historia que se haya curado; y fue por este método. Es el conocido como paciente berlinés, que además padecía leucemia y recibió un transplante de médula. Los médicos buscaron un donante con una mutación genética llamada delta-32, que inmuniza al portador de la mayoría de las cepas del VIH. Un consorcio europeo conocido como Epistem monitoriza pacientes que han recibido trasplantes de médula para comprobar si se puede replicar este caso. Hasta el momento no ha sucedido. Los resultados, conocidos este sábado en Durban, muestran significativas reducciones de la carga viral, si bien no se descartan rebotes. De forma parecida, varios estudios buscan la manera de insertar células madre que propicien este rechazo al virus. Pero siguen siendo métodos agresivos cuya implementación no es hoy día segura. Incluso si se hallasen formas de conseguirlo sin riesgos sería, a priori, una fórmula muy cara, solo aplicable en países ricos, y no donde están los mayores focos de VIH, según coinciden los expertos consultados.

A pesar de estas tenues luces de esperanza, queda mucho camino por recorrer en la búsqueda de una cura para el VIH. Los esfuerzos en investigación se vienen multiplicando en los últimos años: de los 80 millones de euros que se invertían en 2012 hemos pasado a 183 en 2015. Con solo 17 millones de personas recibiendo tratamiento antirretroviral frente a los 20 millones que carecen de él, algunos activistas abogan por poner el foco en cubrir a todos los enfermos. Los expertos que forman el comité en busca de una cura de la Sociedad Internacional de Sidaexplican que los esfuerzos para hallar una sanación no se deberían detraer de los programas de prevención y tratamiento. La prioridad, coinciden, es el control del virus. “Sin embargo, es un imperativo que los donantes, los Gobiernos y la comunidad de personas implicadas en la lucha contra el sida haga viable y sostenible la inversión económica para la investigación de una cura para el VIH”, concluyen.

Así se vive sin deseo sexual

Javier Cuesta 22/06/2016 Madrid. Reportaje sobre asexualidad, estos tres chicos se declaran asexuales. Rafael Campillo (pajarita), Alexander Semenychev y Maria Lopez. el mundo

Estos tres chicos se declaran asexuales. Rafael Campillo (pajarita), Alexander Semenychev y Maria Lopez.

Con él se consiguen un par de cosas presuntamente fundamentales en la vida:procrear y orgasmar, clímax por partida doble y en sólo cuatro letras. Por eso, las personas que en este reportaje ofrecen su testimonio suelen escuchar que se están perdiendo lo mejor de la vida: practicar sexo, el sonido de los cuerpos y el crepitar del deseo.

Pero ellos no tienen sensación de pérdida. Rafa, María y Alex carecen de interés por el sexo, no les brota el pálpito y ningún latido viaja en su cuerpo de arriba a abajo. Son los fundadores, junto a medio centenar de personas más, de la primera asociación de asexuales de España : Asexual Community España (ACE).

“Hasta el pasado febrero éramos una comunidad virtual sin entidad jurídica. Hacíamos quedadas pero quisimos organizarnos formalmente, sobre todo quienes queremos hacer activismo”, explica Rafa, 27 años, de profesión astrofísico. Y con activismo se refieren, fundamentalmente, a hacerse visibles.

Rafael tiene 27 años, es físico y está terminando un máster en Astrofísica

Rafael tiene 27 años, es físico y está terminando un máster en Astrofísica. (Foto: Javi Cuesta)

“La visibilidad es lo que más nos interesa”, prosigue Alex, 23 años e informático: “La comunidad gay y lesbiana está reconocida, la gente sabe que existen, tienen reconocidos una serie de derechos… y respeto. Nosotros buscamos la visibilidad,que la gente reconozca que la asexualidad existe, y también que se reconozca como una orientación”.

Ésta es la postura de Asexuality Visibility and Education Network (AVEN), la primera plataforma virtual sobre asexualidad, de habla inglesa, que en 2006 da pie a la formación de AVENes, su filial de habla hispana, de donde emerge la actual asociación en España (ACE).

“Si las orientaciones sexuales se definen hacia qué sexo o qué género se siente uno atraído de forma sexual (el opuesto, el mismo, varios), la combinación de no sentir atracción sexual por ninguno es también una orientación sexual aunque sea en el caso nulo“, explica Marta Torca, conocida en la comunidad asexual virtual (y cada día más real) como Baikal y que se ocupa de las relaciones con la prensa.

Alex tiene 23 años y no sólo se siente asexual sino también arromántico

Alex tiene 23 años y no sólo se siente asexual sino también arromántico. (Foto: Javi Cuesta)

Y así lo demandaron el pasado 28 de junio durante la celebración del llamado Orgullo Crítico, en el que asociaciones vecinales y LGTB reclamaban un modelo de fiestas más reivindicativo. En este Orgullo Indignado quedó claro que la “asexualidad existe”.

Las siguientes líneas formaban parte del manifiesto que aquel día leyeron: “Las personas asexuales no somos ni célibes ni castas, si queremos tenemos relaciones sexuales y las disfrutamos. Si nos apetece nos masturbamos. Todo ser humano tiene derecho a expresar sus emociones de forma libre, sin ningún tipo de veto social que lo juzgue, castigue o lo trate de enfermo. No somos inmadures, ni demasiado jóvenes, no nos falta conocer a ese alguien. No insistas, lo tenemos claro. No somos personas reprimidas, ni amargadas. Somos personas felices y plenas”.

Inmadures no es una errata. Este colectivo emplea la letra e con un objetivo: el de la integración, más allá del género como división binaria. Ni inmaduras ni inmaduros: inmadures. Los términos son nuevos y, por tanto, también los conceptos. Existe por delante un futuro para reflexionar. Al respecto, cuenta María López, profesora de apoyo en una academia, y presidenta de la asociación, que fue una quedada de la comunidad asexual nacida en internet en Madrid el pasado febrero encendió la mecha.

María López, 27 años, profesora, llegó a valorar si era homosexual en la adolescencia, antes de definirse como asexual

María López, 27 años, profesora, llegó a valorar si era homosexual en la adolescencia, antes de definirse como asexual. (Foto: Javi Cuesta)

“¿Por qué no abrir puertas y conseguir así que nos tomen en serio? Yo siempre noté que era diferente en muchas cosas. Con la llegada de la adolescencia, más... Y cuando llegas a los 18 y te das cuenta de que sigues igual empiezas a plantearte cosas, yo pensé si era homosexual, tuve todo tipo de etapas, pero tampoco me interesan las chicas…”, resume. Como la incertidumbre persistía, decidió “preguntar a Google”, y entonces apareció ante sus ojos la plataforma AVEN. Y un chorreo de términos: asexual, alosexual (que significa sexual) demisexual (pueden sentir atracción sexual sólo con quienes comparten un fuerte vínculo emocional) grisexual (sienten deseo esporádicamente)… El glosario es extenso.

Y el debate también. Para José Luis Beiztegui, sexólogo y miembro de laAsociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS) “emplear el término asexual para describir a quien carece de deseo sexual no es lo más correcto”», puesto que sexo significa, etimológicamente “sección o diferenciación entre hombre o mujer”.

“Habría que estudiar el fenómeno desde la erótica, más que desde el sexo”, propone. Y matiza también la consideración de la asexualidad como una orientación puesto que la “asexualidad se orienta hacia nadie”. Sin embargo, prosigue Beiztegui, hay que acercarse a la asexualidad “más que con la espada combativa con comprensión y con respeto”.

Aunque parece formar parte de su campo académico, hasta ahora la asexualidad no era motivo de estudio para la sexología, aunque en 1948 el autor del informeKinsey elaboró una escala del deseo que reconocía no sólo la homosexualidad y la heterosexualidad sino también la asexualidad. Los llamó X, los llamó incógnita.

Reconoce Beiztegui que, en este proceso, tiene mucho que ver el reciente anuncio de la marca de colchones Flex, en el que los protagonistas se describen como asexuales. EL MUNDO ha hablado con algunas de las personas asexuales que aparecen en el anuncio, y también con Sra Rushmore, la agencia responsable del mismo. Ángela Cadiñanos, Elena Delgado y Ana Herrero son las mujeres responsables de que hoy, ahora, esté usted leyendo esto.

“70 millones de asexuales en el mundo”

“La marca quería rejuvenecer y acercarse a los jóvenes. Como es una firma de colchones, nuestra primera idea fue el sexo. Pensamos: vamos a hacer lo contrario, reivindicar el derecho a no tener sexo“, relatan. En el anuncio se señala que “70 millones de personas en el mundo son asexuales” .

El dato lo extraen de la cifra que más se repite si de asexualidad se habla, que un 1% de la población carece de deseo. Lo recabó el sexólogo Anthony F. Bogaert -al que hemos entrevistado para este reportaje- en uno de sus estudios sobre asexualidad y, desde entonces, es la mayor referencia numérica al respecto. “Bogaert preguntaba a las personas en su encuesta si les gustaban los hombres, las mujeres o nadie”, recuerda Rafa, nuestro astrofísico, “y yo sigo lo que dice Bogaert porque me fío de su criterio”, finaliza.

El deseo romántico

Una de las personas asexuales en el anuncio de Flex es Lucía Lietsi, autora del libro Diario de una asexual, para quien “la emisión supuso un paso de gigante para la causa”. “La asexualidad es la pieza que le faltaba al puzzle”, reflexiona Lietsi, “nosotros la consideramos una orientación tan legítima como cualquier otra. En la heterosexualidad, la atracción se dirige a individuos del sexo opuesto, en la homosexualidad hacia el mismo; en la asexualidad, simplemente no se da hacia ninguno. La gente piensa que no somos sexuales pero es un error. Muchos de nosotros tenemos una vida sexual plena, incluso en pareja, porque una cosa es tu orientación sexual y otra tus comportamientos sexuales”.

Cuando parecía que se aclaraba algo, el asunto vuelve a complicarse. Si las personas asexuales carecen de deseo sexual, ¿qué tipo de vida sexual tienen? Lo explica la psicóloga y sexóloga Nuria Jorba: “Existe la grisexualidad y también la demisexualidad, personas que tienen atracciones románticas pero no sexuales, ¿cuántas veces comemos sin tener hambre?, en una relación sexual entre un alosexual (sexual) y un asexual no habrá pasión ni desenfreno, sino un compartir íntimo, conectar con la otra persona, como si yo no tengo ganas de cenar pero te hago la cena. Lo viven como una necesidad del otro, como algo más romántico. El problema es que se impongan o les impongan mantener esa relación sexual. Los asexuales también se masturban, es un tocarse a veces mecánico, como un estímulo físico”.

“No es que pensemos así, es que somos así”

La forma de rechazo que reciben las personas asexuales por parte de la sociedad es la negación. Así lo cuenta Marta, la responsable de prensa de Avenes, cuando se le pregunta qué tipo de rechazo o rechazos recibe la comunidad asexual.

“Se tiende a pensar que esto es una ‘tonteria’ más. A la gente le cuesta asimilarlo, lo que es entendible ya que rompe con muchos supuestos y algunos lo toman como una especie de ‘estilo de vida’. No es que pensemos así, es que somos así, pero el ser es algo que no se acepta tanto. Otros tiran de achacarlo a un problema mental o de hormonas y que, por tanto, es algo transitorio y que tiene cura. Vuelven a lo mismo: negar que haya gente asexual”.

Se refiere Marta a dos disfunciones sexuales que se suelen mencionar cuando de asexualidad se habla: el trastorno hipoactivo del deseo y la aversión sexual. El propio Bogaert, considerado como el académico que más tiempo ha empleado en analizar la asexualidad, afirma que “futuras investigaciones deberían tratar el asunto”, aclarando las diferencias entre unos y otros casos.

En una línea similar se expresa la también psicóloga y sexóloga Martina González Veiga, para quien “el problema no es la asexualidad sino la concepción que tenemos de las relaciones de pareja y la sexualidad”. “Si hay comunicación, si hay equipo, si tienes educación sexual, las cosas no se complican tanto. Lo que sí ofrece la asexualidad es otra manera de ver las relaciones de pareja y los encuentros sexuales”, cree.

“El amor romántico forma parte de la sexualidad”

Se desmarca el doctor José Díaz Morfa, presidente de la Asociación Española de Sexología Clínica y consultor de la sección de Psiquiatría y Sexualidad Humana de la World Psychiatric Association (WPA). “Se acerca al trastorno hipoactivo, pero no a la aversión sexual. Además, el amor romántico es parte de la sexualidad. Pueden tener algún conflicto larvado que les lleva a bajo deseo”.

Enfermos y criminales: cómo trató el franquismo a los homosexuales

Víctor Mora Gaspar publica ‘Al margen de la naturaleza’, un ensayo sobre la persecución que sufrió el colectivo LGTB durante la dictadura

Una pareja se da la mano mientras participa en una marcha con motivo del día internacional del orgullo gay

Una pareja se da la mano mientras participa en una marcha con motivo del día internacional del orgullo gay. / Efe

Durante los años del franquismo la homosexualidad no solo fue delito; se consideraba un problema de salud pública. Una condición que podía contagiarse y poner en peligro los estándares de masculinidad y feminidad impuestos desde la política, la religión y buena parte de la sociedad. Miles de gais acabaron en la cárcel por su orientación sexual. Fueron presos sociales repudiados por casi todos. Víctor Mora Gaspar (1981) da cuenta en su ensayo ‘Al margen de la naturaleza’ (Debate) de aquello que sustentaba las miserias que vivieron. De cómo la moral del régimen no solo se fraguó en leyes, sino también en una literatura científica que los tachaba de enfermos proclives al crimen y trataba de «curarlos» con terapias descabelladas.

«En 1954 se añade a los homosexuales a la Ley de Vagos y Maleantes, que es muy imprecisa y aunque castiga el escándalo público, éste podía ser cualquier cosa», explica Mora. Vecinos e incluso familiares de homosexuales los denunciaban a las autoridades. Solo por una sospecha se les podía detener. Llegaron a cárceles y centros especiales de detención por millares. Dieciséis años más tarde se aprueba su reemplazo, la Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social. La nueva doctrina propone reescribir sus identidades mediante terapias, aunque no elimina las penas de prisión. «Campos de concentración y de trabajo, y también de condicionamiento», alerta el autor. Las transexuales, sin excepción, se enviaban a prisiones de hombres.

Durante los últimos años del franquismo se llevaron a cabo toda clase de experimentos en busca de fórmulas para «curar» la homosexualidad. Estímulo-respuesta. Dolor (calambrazos, sobre todo en los pies) en presencia de imágenes eróticas. Cirugías. «Hay documentada al menos una lobotomía», recalca Mora.

Aquella ciencia respaldó todo. «Desde el punto de vista de la psiquiatría contemporánea era un tema que les quedaba grande, pero es que además Franco eliminó la ciencia española. El que quería investigar de verdad tenía que emigrar», afirma el autor del ensayo, que ganó el recién constituido premio Sagasta. «Se vuelve

a una era premoderna. Vallejo Nájera se convierte el psiquiatra oficial del régimen y se dedica a buscar el ‘gen rojo’». Ninguna de las terapias funcionó jamás.

Después, cuenta Mora, llegaron las grandes revoluciones culturales de los 70 en buena parte del mundo occidental, que desatan los movimientos que llevan a la situación actual. Pero a los avances, sostiene Mora, les han seguido otros impulsos en dirección contraria. «Ahora asistimos a un momento de tensión. Se han multiplicado por cuatro las agresiones a homosexuales, crece la violencia de género entre adolescentes. Tenemos que cuestionar la memoria, y ver qué hicimos bien y qué hicimos mal».

¿El hombre gay es mejor amigo?

Y entonces… ahí está él. Elegante, con estilo, radiante de carisma… Y va hacia ti, con los andares de un gato salvaje y tú acertadamente sientes que es ¡GAY! Como lo son la mayoría de solteros arrolladoramente guapos de su edad. Piensas ¡qué demonios! ¡La vida sigue! Quizá no habrá matrimonio, quizá no hará sexo, pero por Dios… ¡seguro que habrá baile”.

Fotograma de la película 'La boda de mi mejor amigo'.

Fotograma de la película ‘La boda de mi mejor amigo’.

Los psicólogos tratan de resolver si este diálogo entre los actores Rupert Everett y Julia Roberts que marca el final de ‘La boda de mi mejor amigo‘ se traslada al mundo real. Parece que sí, pero con reservas. La primera es obvia: La condición de homosexual no incluye las características físicas de Rupert Everett, sus modales exquisitos o su habilidad para estar sin necesidad de que se le llame. No es tan fácil encontrar un hombre tan estiloso, prudente, reflexivo y cabal como lo es Everett en su papel de amigo gay. ¿Cómo no querer un hombre así, aunque haya que descartar el enamoramiento? ¡Qué demonios!, diría Julia Roberts. ¿A quién le importa eso frente a una magnífica amistad?

La segunda reserva, y aquí interviene el psicólogo Vicente Briet, director desexologosalicante.org, tampoco entraña misterio: “La calidad de una relación de amistad entre heterosexuales de diferente sexo puede ser igual o superar a la que ofrece un amigo gay. Tampoco la relación mujer hetero-hombre gay es tan diferente de la amistad entre personas del mismo sexo. Contiene las mismas crisis emocionales y sirve de la misma forma que las heterosexuales a la hora de concebirse como redes de apoyo”.

Quizá todo esto viene del juego que ha dado esta amistad en el cine, en la televisión o en parejas muy populares, como vimos, por ejemplo, con Elton John y Diana de Gales o Claire y su cuñado Cameron en ‘Modern Family’. En estos casos el amigo gay ejerce de inigualable consejero amoroso, ‘coach’ sexual, confidente y testigo irónico de sus andadas. “En la vida real la amistad entre hombre y mujer no parece que sea exclusiva de una determinada combinación de orientación del deseo sexual. No niego la posibilidad de que algunas mujeres puedan sentir una mayor confianza, entrega, complicidad, relajamiento y ausencia de juicios, pero es que estos mismos sentimientos pueden incluso competir con los experimentados con sus amigas heterosexuales”, explica Briet.

Eric Russell, investigador de la Universidad de Texas (Austin), ha medido el índice de confianza y la credibilidad en las relaciones en cada una de las diferentes combinaciones posibles con mujeres y hombres homosexuales y heterosexuales. En sus experimentos se trasluce esa buena sintonía entre hombre gay y mujer heterosexual que, según indica, se debe sobre todo a la falta de competencia sexual y el exclusivo intercambio de información que se da habitualmente entre ellos.

De acuerdo con sus experimentos, su nivel de confianza mutua resulta un 20% mayor que en el resto de las relaciones y además ha comprobado que se trata de una amistad muy gratificante para los dos. Aunque pueda estar sobrevalorada en el cine y en la literatura, también se da en la vida real. En cualquier caso, la motivación principal es el intercambio de consejos románticos y sexuales.

¿Por qué no ocurre esto mismo entre una mujer lesbiana y un hombre heterosexual? La razón, según Russell, es el componente sexual, casi ineludible, que irrumpe cuando un hombre heterosexual y una mujer se aproximan. Tampoco esta complicidad es muy común entre hombre gay y hombre heterosexual. Briet lo achaca a la presión y a los sentimientos homofóbicos presentes que podrían hacer que se interpretase una supuesta relación afectiva (no erótica) como una amenaza para la masculinidad del varón heterosexual.

“A las mujeres se les permite tener amistades íntimas sin penalización social, pero no se ve con buenos ojos la cercanía emocional o sexual entre varones. La conclusión es que la homofobia nos perjudica gravemente como varones (tanto homosexuales como heterosexuales)”, añade el psicólogo.

A la hora de elegir amigos, Briet apuesta por personas con las que uno se siente apreciado, querido, tomado en cuenta, cómplice del otro… independientemente de la orientación del deseo sexual. Y así debería tomarse la amistad entre hombre gay y mujer, separando en cada una de las siguientes ventajas la realidad del cliché:

  1. El hombre gay puede ser mejor conocedor del género masculino, con mayor sensibilidad y capacidad empática que una amiga o un amigo heterosexual y sin las características de rol rígidas que se esperan de un hombre.
  2. Podría ser también que algunas mujeres sintieran una especial sintonía empática que va más allá de lo sexual, concibiendo la relación con el amigo gay como un espacio de seguridad, donde ambos pueden ser ellos mismos y compartir abiertamente sus sentimientos.
  3. El hecho de que no exista riesgo de tensión erótica, ni confusión de sentimientos facilita la cercanía emocional y la opinión desinteresada.
  4. Con su percepción del universo femenino, a veces histriónica, a veces irónica, saben sacar el lado divertido de una mujer y a valorar los problemas desde una perspectiva diferente y libre de prejuicios.
  5. El amigo gay se ha convertido en tendencia, pero entonces, ¿qué quiere de él una mujer? ¿Una amistad? ¿Un bufón para sus fiestas? ¿Un complemento de moda?