El autobús transfóbico
RAÚL DEL POZO
Los neoconservadores han tomado el poder y ahora se apoderarán del lenguaje. Vuelven Lynch, el KKK y los generales pentagonales. Desde que eligieron al bisonte imperial, la política es un reality show; The New York Times, el enemigo; y el Papa Francisco, el hereje.
Se levanta la voz contra el niño de Federico García Lorca, que escribía nombre de niña en su almohada, y contra el muchacho que se viste de novia en la oscuridad del ropero. Los perseguidos han vuelto al armario. Los gais y la causa de las mujeres están tan amenazados como el hielo de los polos. Ellas, según los autores de la Enciclopedia, eran tratadas como imbéciles, cargadas con un niño que les cuelga de los pezones y pasaban la vida escuchando al padre, a la madre, al marido: “Hija mía, ten cuidado con tu hoja de parra”. Virginia Woolf las vio así: “Las mujeres han vivido todos estos siglos como esposas, con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre, el doble de su estatura”. Ese canon occidental de los Derechos Humanos está pasado de moda.
“El feminismo es cáncer”, ha dicho Milo Yiannopoulos, que se considera un líder de la nueva libertad de expresión, defiende la primacía blanca y llama “Papi” a Trump. En España, el autobús de Hazte Oír, llamado “autobús transfóbico“, circula con las siguientes palabras en la carrocería: “Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siendo mujer”. La asociación ultraconservadora que ha lanzado el mensaje está en la onda, promueve nuevos valores, lucha contra la dictadura progre que relega a los heterosexuales a ciudadanos de segunda, se subleva contra el aborto y contra el matrimonio homosexual. El autobús fue detenido o bloqueado por orden de no se sabe quién y espera la decisión del juez. Empiezan a surgir en España movimientos ultracatólicos que consideran heresiarca y papa negro a Francisco. Pero este Pontífice pidió disculpas a los homosexuales por la forma cruel con la que han sido tratados por los curas y porque la Iglesia haya permitido que fueran perseguidos.
Lo que ahora parece bárbaro será vanguardia, porque se ha iniciado una guerra mundial contra lo que llaman el integrismo del pensamiento débil, esa inquisición blanda y posmoderna que se había apoderado del mundo. El buenismo, el ecologismo, el feminismo, el socorro socialdemócrata, la Sodoma de la tolerancia están acorralados. Quizás el ajuste de cuentas con lo políticamente correcto tuvo su apoteosis en la victoria de Trump y la venganza surgió, entre otros momentos, en el instante en el que Hillary Clinton dijo: “La mitad de los seguidores de Trump se podría meter en lo que yo llamo ‘la cesta de los deplorables’, ¿verdad? Los racistas, sexistas, homófobos, xenófobos e islamófobos”. Los que estaban metidos en la cesta de las serpientes salieron a votar y probaron que la fiesta del flower power se había acabado y también los serafines de Allen Ginsberg, que se dejaban follar por santos motociclistas.