‘Chemsex’, mucho más que sexo con droga

Las sustancias utilizadas y el tipo de práctica sexual definen a estas sesiones que ya se tratan como un problema de salud pública

Fotograma de la película ‘Chemsex’ (William Fairman, Max Gogarty, 2015).

El término chemsex surge de la expresión chemical sex, sexo químico. Pero para que un ayuntamiento como el de Barcelona haya incorporado su práctica como un problema de salud pública no cabe duda de que el chemsex traspasa determinados límites tanto en el uso de las drogas como en el del sexo. Durante mucho tiempo se ha usado este término para referirse al uso de cualquier sustancia en un contexto sexual de cualquier grupo de población. Pero hoy y según todas las asociaciones especializadas en el tema, el chemsex es el uso combinado de metanfetaminas o crystal meth, GHB o éxtasis líquido y mefedrona (acompañados de otros estimulantes como el poppers y la viagra) por parte de hombres que tienen sexo con otros hombres. Estas sesiones se prolongan durante varias horas e incluso días, y aunque los servicios de salud pública lanzan campañas contra el uso de cualquier droga, están poniendo ahora un foco especial en las chemsex ya que suponen un reto por las peculiaridades de esas sustancias. Las chemsex están generando un nuevo tipo de adicto, además de un repunte de las infecciones de VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, algo muy preocupante.

El alcohol y las drogas se han usado para el sexo históricamente en todos los colectivos. El problema de sustancias como la mefedrona, el GHB y el crystal meth(también llamado tina) es que generan una especial desinhibición de cara al sexo, y permiten su uso durante muchas horas con un “subidón” constante. Esto es particularmente peligroso, ya que los efectos de una de las drogas se contrarrestan con la otra y esto hace que estas sesiones duren hasta varios días con el consiguiente daño físico y mental. Dentro del chemsex está la modalidad llamada slam, en la que las drogas se inyectan para conseguir efectos más fuertes y rápidos. Además del enorme riesgo de compartir jeringuillas, con esta práctica aumentan enormemente las posibilidades de sufrir una sobredosis, en ocasiones mortales. En algunos foros sobre el tema se puede leer que en países como Estados Unidos o Reino Unido (cuna del chemsex) lo último es llevar a uno de los participantes al límite, es decir, jugar a rozar la sobredosis (en el argot se denomina “doblar”) o incluso alcanzarla premeditadamente a sabiendas de que se puede terminar muerto.

Más allá de los problemas derivados de la adicción a estas drogas, el aumento de infecciones de VIH y otras enfermedades como la hepatitis C es la principal preocupación de las autoridades sanitarias respecto al chemsex. Las posibilidades de caer en prácticas de riesgo estando borracho o bajo los efectos de una droga son siempre mayores, pero se multiplican en el caso de una de estas sesiones. El GHB o la metanfetamina afectan directamente a la consciencia, y chicos que normalmente usaban condón en sus relaciones aseguran que al tomarlas es muy fácil olvidarse de tomar precauciones. En el caso del éxtasis líquido, los médicos apuntan a que favorece el sexo anal ejercido con fuerza ya que es un anestésico, lo que favorece aún más los riesgos de infección por la rotura de capilares sanguíneos. El resto de papeletas para terminar contrayendo una enfermedad lo aporta la naturaleza orgiástica de estas sesiones. En las chemsex lo normal es tener sexo con muchos hombres. En muchos casos se llega a perder la cuenta.

El reto ahora es abordar la problemática del chemsex por un lado como problema sanitario. Asociaciones del colectivo gay, y desde ahora también poderes públicos como el ayuntamiento de Barcelona, tienen campañas de concienciación respecto al uso de estas nuevas drogas. Respecto al repunte de contagios por VIH, estas asociaciones apuestan porque se distribuya de forma gratuita el llamado PreP, un combinado de medicamentos antirretrovirales que impide la transmisión del virus del SIDA. Pero advierten de que el chemsex tiene sus raíces en las presiones sociales específicas del mundo gay. Un colectivo generalmente más liberal en cuanto al sexo, y por tanto más vulnerable a los excesos y sus consecuencias.

Los derechos de la derecha. El PP y la ley LGTBI

Beatriz Gimeno
Diputada en la asamblea autonómica de la Comunidad de Madrid, grupo parlamentario de Podemos

Si alguien no ha entendido que el Partido Popular miente siempre, por principio, es que no ha entendido de qué va esto. La política no es el reino de la pureza, ya lo sabemos, pero ciertamente la política que se resuelve con los votos que se depositan en las urnas tiene unas características particulares que hacen que la derecha se vea obligada a mentir todo el tiempo; que la mentira sea, tenga que ser en realidad, la base de su imagen pública. La derecha gobierna contra el interés general. La derecha hace políticas que harán más ricos a los ricos y más pobres a los pobres; más ricos a los pocos y más pobres a los muchos. Con estas intenciones, ganar las elecciones dependen de mentir, de lo bien que se mienta y de que la gente se lo crea más o menos. Todo el sistema, con la mayoría de los medios de comunicación como punta de lanza, se encarga de hacer que las mentiras sean creíbles el mayor tiempo posible.

El  PP lleva años empeñado en acudir a la manifestación del Orgullo que se celebra en Madrid, especialmente el pseudoprogresista PP de Cristina Cifuentes que con una mano dice que aprueba leyes de derechos LGTBI (que en realidad no aprueba) mientras que con la otra dice que no apoya, (pero en realidad sí apoya) a personajes como el machista y lgtbifóbico alcalde de Alcorcón David Pérez. El caso es que este año era el World Pride y el PP no quería perderse la visibilidad que da ir en pancarta en esa manifestación, una de las más grandes del año. La FELGTB quiso aprovechar la ocasión y obligó a los partidos políticos que querían participar en la misma a firmar un documento en el que se comprometían, a cambio de ir en la cabecera, a apoyar la ley cuando se presentase en el Congreso.

Mentira, claro. Mentira sin más, sin disimulos. No la apoyan. Pero allí que se pusieron en la pancarta el diputado Maroto, el gay del PP a cuya boda asistió Rajoy muy contento; Andrea Levy, moderna donde las haya, y Carlos Izquierdo, Consejero de Cristina Cifuentes, mucho menos moderno el hombre, aunque intentó disimularlo yendo de sport y sin corbata. Ellos y ella y varios cargos públicos de este partido, firmaron el documento y se pusieron en primera línea. La ley se ha presentado esta semana y de aquel documento no queda nada, excepto la voluntad expresa de vulnerarlo. Pero ¿a quién puede extrañarle que un partido que lleva mintiendo años y años con los casos de corrupción fuera a detenerse por un documento de nada firmado en una manifestación de maricones?

En realidad, a estas alturas es verdad que el PP no tienen problema con la homosexualidad. El PP no es como HazteOir, que de puro cutre que es no consiguen siquiera que les vuele esa avioneta que han alquilado y a los que no hace ya caso ni Mayor Oreja…bueno, Mayor Oreja, sí. La derecha no ha tenido nunca problema con los comportamientos privados de los ricos, sean los que sean. No han tenido nunca problemas con que las ricas aborten, o con que la gente sea homosexual si se lo puede pagar. Los derechos de todos y todas son otra cosa muy distinta. Rajoy va a la boda de Maroto encantado de la vida, mientras el mismo Maroto no tiene pudor alguno en declarar que no apoya esta ley que pretende extender los derechos de los que él sin duda disfruta, a todas las personas lgtbi. Una ley que pretende evitar el acoso a niños y niñas en los institutos o que pretende garantizar los derechos de las lesbianas a la reproducción asistida, aunque no se lo puedan pagar.  Maroto se casó porque nosotras luchamos por una ley que amparara su derecho de casarse tan horteramente como le diera la gana y Rajoy fue a su boda porque muchas luchamos porque la homosexualidad dejara de ser considerada  una enfermedad pero ahora  él, y su partido, se niega a apoyar una ley que pretende que las personas transexuales  dejen de ser consideradas enfermas o que se prohíban las terapias de reversión, que pretenden curar con mucho dolor lo que ni se puede ni se debe curar. Maroto nunca ha querido curarse, pero que haya adolescentes torturados con esas terapias es algo que a él ni a su partido le incumben.

Al fin y al cabo, a Maroto no le preocupa nada de esto. En el momento en que él pueda tener un hijo o hija por gestación subrogada, cuya legalización defiende encarecidamente como un derecho que a él mismo le falta (al fin y al cabo no es mujer ni pobre) ya se encargará de llevarle a un colegio muy caro donde nadie le acose. En fin, que no nos engañemos, el PP no tiene problema alguno, es verdad, con la homosexualidad. Con lo que sí tienen problemas es con que los derechos que pueden hacer más fáciles y más dignas las vidas de todas las personas LGTBI estén al alcance de todos y todas. Maroto lleva una buena vida como gay, no me cabe duda, gracias a otras personas; ahora se trata de que todas las personas LGTBI  puedan llevar vidas buenas o igual de buenas, al menos, que la que lleva Maroto. El PP tampoco tiene ningún problema con la mentira y por eso firmó un documento para poder colocarse en la pancarta de la manifestación del Orgullo; un documento que no le importa nada incumplir a las primeras de cambio.

Porque la derecha es partidaria de tener derechos, pero no de que los derechos se extiendan a todas y todos. La derecha es partidaria de tener derechos, sus derechos, y de tenerlo todo, y esto es así siempre, y es parte consustancial de lo que significa ser de derechas. Y a ver si lo vamos aprendiendo.

GRITO INEQUÍVOCO DE LIBERTAD

La proposición de ley sobre los derechos de las personas LGTBI supone un avance en el quehacer cotidiano de estos colectivos y una mayor protección legal

AITZOLE ARANETA, MIEMBRO DEL CCE DE PODEMOS; DAVID BRAVO; PABLO IGLESIAS, SECRETARIO GENERAL DE PODEMOS; Y SOFÍA CASTAÑÓN, SECRETARIA DE FEMINISMOS INTERSECCIONAL Y LGTBI

 

Unidas Podemos defendió ayer en el Pleno del Congreso la ley de derechos de las personas LGTBI propuesta por los colectivos expertos en la materia. Los escalofriantes datos no hacen sino confirmar la pertinencia de esta ley, valiente y pionera a nivel internacional: son 236 las agresiones registradas en una única comunidad, Madrid, en un único año, 2016, los que demuestran que el ser percibido como LGTBI es aún, en 2017, motivo de burla, estigma, discriminación y agresión. Que, aún hoy, las mujeres lesbianas reciben una atención desigual en la sanidad pública. Que hasta un 90% de las mujeres trans está en paro, que las personas trans en su conjunto son negadas y patologizadas por parte de la sociedad o en su contacto con los servicios de salud, que tener pluma puede ser peligroso si tienes intención de salir a la calle, o que ser LGTBI es el motivo citado como más frecuente en los llamados «crímenes de odio»; son motivos más que suficientes para registrar esta propuesta de ley. Ojalá no hubiera necesidad de esos diecinueve capítulos que la componen y que van acompañados de un repaso histórico y geopolítico de la lucha LGTBI en su preámbulo, junto con las disposiciones transitorias, adicionales, derogatorias y finales correspondientes.

Como estamos orgullosas de la proposición de ley que esta semana defendemos en Pleno, mentamos al elefante dentro de la habitación justo para decir que ya no hay elefante tal. Hablamos de la ley de derechos de las personas LGTBI y del polémico artículo que abría la puerta a la sanción administrativa en casos de expresiones ofensivas o vejatorias, que hace unos meses acaparó la atención y que hoy nuestro grupo parlamentario enmienda sin detrimento del espíritu y valentía de la ley propuesta por los colectivos.

Radica la polémica en dos cuestiones: primero, en la posibilidad de que un órgano administrativo –y no un juez– pueda destruir, borrar o inutilizar libros, archivos, documentos o artículos que considere que contienen expresiones que infringen esa ley. Segundo, que un órgano administrativo –y no un juez– pueda imponer multas por expresiones que considere no amparadas por la libertad de expresión y que entienda que son ofensivas contra las personas LGTBI.

Sobre la primera cuestión hay poco debate: es sencillamente inconstitucional. El artículo 20.5 de la Constitución Española establece claramente que «sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones» en virtud de orden judicial. Teniendo en cuenta que esa cuestión se dio por muerta el mismo día de su nacimiento, es a la segunda a la que se ha prestado mayor atención y la que ha causado revuelo. Algo comprensible, teniendo en cuenta que pretende que la Administración pueda decidir qué es libertad de expresión y qué es ofensa. El riesgo de que sea este órgano quien pueda tener la facultad de trazar la línea que separa la libertad de expresión de la ofensa y de imponer multas según sus propios criterios es evidente. Se trata de una herramienta que rompe el equilibrio de fuerzas entre los distintos poderes hasta el punto de ser intrínsecamente peligrosa, incluso para las personas a las que dice proteger y que hoy se sitúan detrás de la línea de tiro.

No está en debate la necesidad de una ley que proteja los derechos de las personas que forman parte del colectivo LGTBI. Tampoco está en duda que no existe el derecho al mero insulto, menos aún cuando éste tiene su base en la orientación sexual, la identidad sexual/de género, la expresión de género o las características sexuales de una persona. La única cuestión que se señala es el error de creer que ahora es aceptable este atajo de sustraer a los jueces competencias en materia de libertad de expresión –que deben ser exclusivamente suyas– porque, esta vez, es fácil caer en el error de creer que el fin sí justifica los medios.

Es un error porque entonces se abrirían órganos administrativos para la protección de otros colectivos con los que ya no simpatizaremos tanto y será incoherente adoptar otra postura. Es un error porque mañana las compañeras de la procesión del coño insumiso estarán discutiendo ante un órgano administrativo para la protección de las convicciones de las personas religiosas si lo suyo es un insulto o no lo es. Es un error porque mañana Zapata no estará en la Audiencia Nacional sino ante el órgano administrativo creado por el PP para la protección del honor de las víctimas del terrorismo. Es un error porque, en democracia, no se debe ser juez y parte.

Una vez manifestada la convicción de Unidas Podemos de retirar las sanciones administrativas en relación a la expresión de este proyecto de ley, no cabe sino alegrarse por el avance que puede suponer esta iniciativa en el cotidiano de muchas personas, en cosas tan sencillas como el ir con más tranquilidad por la calle o tener una mayor protección legal si lo que te toca es ser la parte excluida de ese conjunto de reglas no escritas que aún rigen nuestro mundo. No cabe sino alegrarse de que todo el tejido asociativo LGTBI abrace ya ese grito de despatologización conjunto que hace diez años exigían los colectivos más alternativos y menos oficialistas del activismo LGTBI y trans. Porque el grito unívoco de libertad que expresa este proyecto de ley es ya una batalla ganada, antes incluso de iniciar su tramitación parlamentaria.

El Congreso aprueba tramitar la ley de igualdad LGTBI con la abstención del PP

El texto suprime el examen médico para que los transexuales cambien de nombre y permite a los mayores de 16 años cambiar de sexo sin permiso paterno

 

ALFONSO TORICES Madrid

La toma en consideración de la norma, elaborada por la federación nacional de estos colectivos y presentada en la cámara por Podemos, fue respaldada por todos los grupos de la oposición, pero la unanimidad fue imposible, pues el PP, que en junio dijo que daría su sí a la tramitación parlamentaria, hoy se abstuvo.

Los populares, pese a evitar el voto negativo, mostraron su «rotunda oposición» al texto presentado, también duramente descalificado por organizaciones educativas y ciudadanas conservadoras. El PP calificó el documento de «torpe», «chapucero», «peligroso» y «delirante» y anunció una enmienda a la totalidad con texto alternativo, «con otra ley antidiscriminación LGTBI».

El partido del Gobierno enumeró una larga lista de desacuerdos, pero lo que calificó de «inadmisible» es que el proyecto autorice a los transexuales mayores de 16 años a operarse para el cambio de sexo sin precisar permiso paterno y a los jóvenes en la misma situación a hormonarse desde la pubertad también sin necesitar autorización de los padres.

Podemos y PSOE aferon al PP que anunciase su sí para poder participar por primera vez en la manifestación del Orgullo LGTBI, en junio pasado, pero que hoy rompiese la unanimidad en el Congreso. Socialistas y Ciudadanos, no obstante, ya avisaron de que no están de acuerdo con algunos puntos del texto, en unos casos por razones técnicas y en otros por cuestiones de fondo, y que tratarán de modificarlos en la fase de enmiendas parciales.

Uno de los puntos más polémicos del texto es la creación de una agencia estatal independiente que, además de evaluar el grado de cumplimiento de los mandatos de la ley por las administraciones, también impondrá sanciones, de hasta 45.000 euros, a las personas u organismos que infrinjan las disposiciones de la ley o vejen o discriminen a los miembros de estos colectivos.

El texto, a lo largo de 58 páginas, adopta medidas en pos de la igualdad de las personas LGTBI en todos los ámbitos: familia, sanidad, educación, cultura, ocio, justicia y seguridad, laboral o administrativo.

Cambios en la escuela

La proposición de ley pregona la autodeterminación a la hora de la elección de género, por lo que permite que cualquier transexual pueda cambiar su sexo y nombre en el registro sin el examen psiquiático y el tratamiento que ahora se les exige y también autoriza a las parejas de lesbianas a inscribirse como madres del hijo de una de ellas aunque no estén casadas.

El documento garantiza el derecho de todas las mujeres a someterse a las técnicas de reprodución asistida en centros públicos con independencia de su orientación sexual -algunas comunidades excluyen a lesbianas y solteras-y asegura una atención sanitaria sin discriminaciones ni trabas a los transexuales y a los transgénero.

El texto también prevé cambiar los libros de texto de Primaria y de Secundaria para que recojan con normalidad la diversidad sexual, de género y familiar y autoriza a los transexuales y transgénero a utilizar en los colegios y centros públicos los aseos correspondientes al género con el que se identifican.

Se recoge una formación específica a policías, jueces, maestros y sanitarios para lograr un cambio cultural respetuoso con la diversidad sexual y para potenciar la persecución de los delitos de odio y se prohíben de forma expresa las terapias para revertir la homosexualidad, con sanciones muy graves en caso de incumplimiento.

Una comisión interministerial coordinaría la ejecución de políticas públicas respetuosas con la ley y se crearía un Centro Nacional de Memoria Histórica LGTBI.

 

Más información

Podemos impulsa que los menores puedan cambiar de sexo sin el consentimiento de los padres

Pese al apoyo de la mayoría de grupos, se abren ahora a debate medidas polémicas, como que los menores puedan hormonarse desde “la pubertad”

Concentración de Hazte Oír frente al Congreso de los Diputados contra la Ley LGTBI. BERNARDO DIAZ

El Congreso ha aprobado por amplia mayoría iniciar la tramitación parlamentaria de la Ley de Igualdad LGTBI presentada por Unidos Podemos, que pretende atajar la discriminación de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales en todos los ámbitos sociales; entre ellos, el educativo, el sanitario o el laboral.

El texto cuenta con la oposición de grupos como Hazte Oír, cuyos miembros han escenificado su rechazo en las puertas de la Cámara Baja, y suscita algunas dudas en el PSOE o Ciudadanos, que, aunque expresaron su respaldo al proyecto de ley, anunciaron ayer la necesidad de incluir importantes modificaciones en los próximos meses para «mejorar» la parte «jurídica» ante algunos artículos que podrían caer en la «vulneración de derechos fundamentales», como el de la libertad de expresión, o en la «discriminación» de otros sectores de la población.

Más crítico fue el PP, que, aunque aceptó la necesidad de una ley de este tipo, anunció una enmienda a la totalidad para presentar un proyecto alternativo porque el actual texto es «torpe», «chapucero» y produce un «menoscabo a los derechos de otras personas». Además de permitir -como criticó duramente su portavoz Marta González– que los menores de edad puedan operarse para cambiarse de sexo sin el consentimiento de sus padres.

El PP expresó su «rotunda oposición» a ésta y otras medidas controvertidas contempladas en el proyecto de ley, aunque ayer optó por abstenerse para dar ese debate durante la tramitación en comisión.

Por su parte, Unidos Podemos mostró su entusiasmo por una ley hecha por los colectivos LGTBI que calificó de «pionera» y que dijo que se convertirá en un ejemplo para el resto de países, comparando su calado al de otras leyes como la del matrimonio homosexual.

Éstas son las medidas más destacadas del actual proyecto de ley:

Cambio de sexo de menores

Es el punto más controvertido. Los menores de edad podrán operarse para cambiar de sexo sin el consentimiento de sus padres a partir de los 16 años. Se rebaja en dos años esa posibilidad que hasta ahora se fijaba en los 18. Para la cirugía transexual de los 16 a los 18 hacía falta la autorización de un juez.

Además, el mismo artículo afirma que, «a partir de la pubertad» -un concepto vago y genérico que no determina una edad concreta-, los menores de edad podrán acceder «a los bloqueadores hormonales y al tratamiento hormonal cruzado».

Fuentes del PSOE explican que aún no tienen posición en este artículo y que deben estudiarlo, mientras que desde Cs anunciaron que presentarán una enmienda para «aclarar, mejorar o corregir» estas medidas, igual que otros aspectos.

Educación de género

El artículo 40 dice que «deberá» recogerse «en todas las asignaturas y cursos la implantación de ejercicios y ejemplos que contemplen la diversidad sexual y de género, así como la diversidad familiar», una cuestión que también impone expresamente en la Educación Infantil.

Vestuarios y baños escolares

En los centros educativos, los alumnos podrán utilizar las instalaciones, como los baños o los vestuarios, conforme a su «género sentido». Ya se aplica en la Comunidad Valenciana.

El nombre elegido

En función del «género sentido», los alumnos pueden reclamar que el centro se refiera a ellos con otro nombre, elegido por el menor, y que se refleje en los listados o las calificaciones académicas, como ocurre con la ley de la Comunidad de Madrid.

Sin examen psicológico

La transexualidad dejaría de considerarse una enfermedad o un trastorno y se establece la libre autodeterminación del género. Con ello, este colectivo ya no necesitará un examen psicológico que diga que sufre disforia de género (trastorno de identidad) para acceder a los tratamientos de reasignación de sexo.

Reproducción asistida para lesbianas

Se garantiza el acceso a las técnicas de reproducción asistida a mujeres lesbianas, bisexuales y transexuales.

Equiparación a violencia machista

La violencia en parejas del mismo sexo se equipara a la violencia machista y, por tanto, se reconoce a las víctimas los mismos derechos y las mismas prestaciones sociales.

Beneficios laborales

Los transexuales serán considerados en su conjunto como un colectivo en «riesgo de exclusión social», no caso por caso. Eso le dará acceso a beneficios laborales. Habrá incentivos para su contratación y bonificaciones fiscales, ayudas y subvenciones en todos los contratos.

Medios de comunicación

Se pretende obligar a los medios -principalmente las televisiones- para que incluyan en su programación, «para todas las franjas de edad», la promoción del colectivo LGTBI.

Una agencia que controla todo

Otra de las cuestiones más polémicas es la creación de una agencia estatal contra la discriminación con competencia para «incoar, instruir y resolver» el régimen sancionador, por encima de los jueces o los policías. El artículo 90, que regula todo lo relacionado con las infracciones, establece un duro régimen de medidas cautelares. Los críticos sostienen que la ley «suprime la presunción de inocencia».

La proposición de Ley LGTBI y la libertad de expresión

Es necesario frenar la opresión que sufre el colectivo LGTBI, pero es inaceptable que sea un órgano administrativo y no un juez el que pueda imponer multas por expresiones que considere ofensivas contra él

Marcha del Día del Orgullo. EFE

 

Advertía Boaventura de Sousa Santos de “l os intentos de ejercer el control político sobre la actividad judicial”, lo que se consigue con la “transferencia de ciertas áreas de litigio del ámbito de los juzgados ordinarios a juzgados especiales o a agencias administrativas bajo el control del poder ejecutivo”. Hemos visto en los últimos años cómo los poderes legislativo y ejecutivo han caído ya demasiadas veces en esta tentación, sustrayendo al poder judicial lo que antes era de su competencia exclusiva.

Ocurrió así con la llamada Ley Sinde, aparecida en un momento en el que los jueces tenían la mala costumbre de no dar la razón a las grandes corporaciones que ostentaban derechos de propiedad intelectual. El movimiento era tan burdo que no hubo nadie que no viera que el gol se estaba metiendo con la mano: en mitad de un partido que se perdía por goleada, se cambió al árbitro y ahí justo empezó la remontada.

Aprovechando el precedente abierto gracias a esta propuesta del PSOE, el PP se vio legitimado para continuar la senda: la Ley Mordaza creaba un cuerpo específico de infracciones administrativas en un contexto en el que los jueces tendían a hacer una interpretación expansiva del derecho fundamental de reunión y manifestación. En este mundo donde un gol ilegal lo ha metido la mano de Dios si lo marca nuestro equipo, no sorprendió a casi nadie que muchos de los que aplaudieron la Ley Sinde criticaran ferozmente la Ley Mordaza. La desmemoria y la falta de coherencia ideológica permite hacerlo pese a que la segunda no puede entenderse sin el éxito de la primera.

Es evidente para cualquiera con unos cimientos democráticos básicos que las dos leyes, las promueva quien las promueva, eran intrínsecamente peligrosas y abrían una brecha por la que ya podía colarse todo. 

Lamentablemente se cayó inicialmente en esta tentación con la Proposición de Ley por los Derechos LGTBI presentada por Unidos Podemos, que ha levantado críticas por dos aspectos esenciales de su articulado:

1.- La posibilidad de que un órgano administrativo y no un juez pueda destruir, borrar o inutilizar libros, archivos, documentos o artículos que considere que contienen expresiones que infringen esa ley.

2.- Que un órgano administrativo y no un juez pueda imponer multas por expresiones que considere que no están amparadas por la libertad de expresión y que entienda que son ofensivas contra las personas LGTBI.

Respecto de la primera cuestión hay poco debate: es sencillamente inconstitucional y sorprende que haya pasado algún filtro antes de proponerse. El artículo 20.5 de la Constitución Española establece claramente que “sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones” en virtud de orden judicial.

Teniendo en cuenta que la primera cuestión criticada se dio por muerta el mismo día de su nacimiento, es a la segunda a la que se ha prestado mayor atención y la que ha causado mayor revuelo. No es para menos teniendo en cuenta que pretende que la Administración pueda decidir qué es libertad de expresión y qué es una ofensa. El riesgo de que sea este órgano creado al efecto quien pueda tener la facultad de trazar la línea que separa la libertad de expresión de la ofensa y de imponer una multa según sus propios criterios, es evidente. Se trata de un arma que  rompe el equilibrio de fuerzas entre los distintos poderes hasta tal punto que es intrínsecamente peligrosa, incluso para las personas a las que dice proteger y que hoy se sitúan detrás de la línea de tiro.

No está en debate la necesidad de una ley que proteja los derechos de las personas que forman parte del colectivo LGTBI. Tampoco lo está que no existe el derecho al mero insulto, y menos aún cuando tiene su base en la orientación sexual, identidad sexual/de género, expresión de género o características sexuales de una persona. La única cuestión que se señala es el error de creer que ahora es aceptable este atajo de sustraer competencias exclusivas a los jueces en materia de libertad de expresión porque esta vez entendemos que el fin sí que justifica el medio. 

Y es un error porque mañana se abrirán 30 órganos administrativos para la protección de otros 30 colectivos con los que ya no simpatizaremos tanto y será difícil oponerse cuando ahora no se ha hecho. Es un error porque mañana las compañeras de la “Procesión del Coño Insumiso” estarán discutiendo ante un órgano administrativo para la protección de las convicciones de las personas religiosas si lo suyo es un insulto o no lo es. Es un error porque mañana Zapata no estará en la Audiencia Nacional sino ante el órgano administrativo creado por el PP para la protección del honor de las víctimas del terrorismo. Estoy seguro de que esos colectivos verán también muy obvio que en esos casos lo que hay es un insulto y nada de libertad de expresión y que para determinar algo tan evidente un juez es un lujo innecesario. 

Para justificar estos artículos de esta proposición de Ley no podemos ampararnos en que ya se aplican otros semejantes en varias Comunidades Autónomas. Ese argumento, que convierte mágicamente un error en acierto si ya se cometió antes, es exactamente el mismo que se usará cuando se continúe esta senda tan peligrosa. Lo que se dirá es: “no está tan mal que se constituya el órgano de la AVT para analizar si los chistes de Zapata son solo humor o encierran en realidad una auténtica ofensa, ya se hace con los colectivos LGTBI y no creemos que las víctimas del terrorismo tengan menos derecho”. Esto que hago es una predicción, pero en la misma medida en la que también lo es prever que lo inmediatamente posterior a escupir al cielo será limpiarte la cara.

Es evidente la necesidad de frenar la opresión que sufre un colectivo como el LGTBI, pero esta forma escogida, y me refiero solo a la parte de la propuesta de ley que está en debate, no es adecuada. Y no lo es porque este arma que se plantea usar como atajo para facilitar el camino, mañana apuntará a ese mismo colectivo. Apuntará a todos. Y para cuando eso ocurra se habrá perdido toda legitimidad para oponernos.

Los artículos controvertidos permanecen todavía en el texto que se ha presentado a discusión en el Pleno del Congreso, aunque Unidos Podemos ya ha anunciado que terminará retirándolos durante el trámite parlamentario, en una suerte de “autoenmienda”. En ese caso se demuestra que las críticas eran tan acertadas como para obligar a una marcha atrás y también que Unidos Podemos tiene más cintura que a la que nos tienen acostumbrados los demás partidos, lo que supone un alivio que solo se puede celebrar. 

No obstante este episodio nos debe llevar a la reflexión de lo fácil que resulta debilitar un derecho fundamental cuando estamos ante una situación que apreciamos como grave, sea esa gravedad real -como sin duda lo es la opresión del colectivo LGTBI- o ficticia. Nos tiene que hacer considerar también el déficit de cultura democrática que padecemos si sectores sociales que se consideran progresistas vieron injustas las críticas a la creación de estos órganos administrativos con poder de recortar la libertad de expresión solo porque esta mordaza la consideraban concebida para el bien. Tenemos que entender de una vez que la libertad de expresión es un músculo muy particular: se puede perder en apenas unos días pero se tardan literalmente décadas en lograr devolverle toda su potencia. Si este derecho se debilita -y ya el Gobierno lleva tiempo recorriendo ese camino para conseguirlo- hay que defenderlo de forma radical, aunque eso implique ponerte circunstancialmente en contra de los colores de tu propio partido. Mejor ser calificado hoy de desleal que mañana de cómplice.

El Congreso comienza a debatir la primera ley estatal de derechos LGTBI

Pancarta en la manifestación del Orgullo Crítico en Madrid este 2017. ÁLVARO MINGUITO

La primera ley estatal LGTBI comienza a dar sus primeros pasos. El Congreso votará este martes la toma en consideración de la norma, que será defendida por Unidos Podemos en el pleno, para comenzar el posterior trámite parlamentario. La mayor parte de partidos, entre ellos PSOE y Ciudadanos, ya anunciaron su apoyo hace unos meses, salvo el PP, que no ha confirmado todavía su postura, pero sobre el que planea la posibilidad de la abstención.

El proyecto de ley, redactado por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales (FELGTB), fue presentado a las formaciones hace un año, cuando comenzaron a definir sus posiciones. El objetivo es establecer un marco contra la LGTBIfobia que haga frente a las discriminaciones que todavía sufre el colectivo para asegurar, reza el proyecto de norma, que “en el estado español se pueda vivir la diversidad afectiva, sexual y familiar con plena libertad”.

El ministro de Interior compara el tramabús de Podemos con el autobús tránsfobo de HazteOir

El presidente de HazteOir junto al autobús, Ignacio Arsuaga / EFE

El ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, ha comparado en el Congreso el tramabús de Podemos con el autobús tránsfobo de HazteOir mientras explicaba en la Comisión de Interior a petición de Unidos Podemos por qué el Gobierno no ha retirado la declaración de “utilidad pública” a esta asociación ultracatólica tras la difusión de mensajes ofensivos con el colectivo LGTBI.

 El tramabús de Podemos llevaba figuras de políticos y periodistas que tienen derecho a ver respetada su intimidad y honor pero ninguna autoridad le impidió su paso”, ha dicho Zoido, que ha fiado al futuro una posible retirada, condicionándola siempre a cómo se resuelva en los tribunales la causa abierta contra los ultracatólicos. El ministro ha recordado que el auto por el que se levantó la inmovilización del vehículo en Madrid decía que “por desagradables que sean los mensajes, son difícilmente constitutivos de delito”.

Uno de los laterales del ‘tramabús’. MARCOS SERVERA

Es el mismo argumento que utilizó el Ministerio al responder a este medio en julio sobre la misma cuestión. Así que, de momento, los ultracatólicos seguirán disfrutando de las exenciones y tratamientos de favor fiscales que la ley otorga a estas asociaciones porque, según Zoido, las “asociaciones de titularidad pública forman parte del derecho de expresión de todos y la institución no puede intervenir”. Esta marca de distinción, reservada para asociaciones que promuevan “valores constituciones” y fomenten “la tolerancia” o “la protección a la infancia”, fue concedida a los ultracatólicos en 2013, cuando Jorge Fernández Díaz era ministro de Interior.

Sin evaluación

En su comparencia, el ministro no ha hecho mención a lo que dijo en marzo, en plena campaña tránsfoba de HazteOir, y es que evaluaría tras analizar los mensajes si estos hechos podían conllevar la pérdida de la declaración de utilidad pública. Ahora, dice, esta decisión solo se tomaría en dos escenarios: si la justicia condena los mensajes difundidos por HazteOír como delitos de odio; o bien si en la memoria que debe presentar la asociación el año que viene sobre sus actividades de este se detecta una campaña “que está en contra del ordenamiento jurídico”.

 A la vista de los expuesto, Interior solo lo podría retirar si quedase establecido que ha dejado de cumplir algunos de los requisitos legales. Si sus señorías pretenden que lo revoquen inmediatamente porque, según algunos, supone una discriminación o menosprecio es imposible por las razones que le acabo de decir”, ha zanjado el ministro, que afirma que si sus acciones son constitutivas de delito tendrán que determinarlo los jueves.

Mientras tanto, Zoido se ha escudado en que “si la organización tiene los valores citados en la ley y así queda acreditado, el Ministerio del Interior no puede denegar la declaración de titularidad pública tal como ha concluido el Tribunal Supremo”. Y ha aclarado que “ninguna administración publica ha concedido subvenciones a esta asociación”.

El juez llama a declarar al drag queen que hizo de Jesús Crucificado en el carnaval de Las Palmas

TRIBUNALES  Una denuncia ya fue desestimada

Provocadora referencia a la crucifixión de Cristo gana el Drag Queen de Las Palmas

El ‘Drag Sethlas’ declarará este mismo miércoles como investigado ante el juez que estudia si su actuación durante los pasados carnavales constituyó una ofensa hacia el colectivo cristiano, según ha comunicado la Asociación de Abogados Cristianos (AEAC), personada en el caso.

Borja Casillas, el joven detrás del polémico Drag que actuó en Las Palmas de Gran Canaria, vestido de Virgen María y de Jesús Crucificado, comparecerá ante el Juzgado de Instrucción número 8 de Las Palmas, como consecuencia de la denuncia de un particular y la querella de la Asociación.

La querella fue presentada por un particular y la justicia unió a ésta la querella presentada por la Asociación de Abogados Cristianos (AEAC), después de que fuera desestimada por la Fiscalía Provincial de las Palmas una primera denuncia de esta asociación por entender el fiscal general de la provincia que los hechos denunciados no revestían carácter de infracción penal.

La presidenta de la Asociación de Abogados Cristianos, Polonia Castellanos, se ha mostrado “contenta” porque siga adelante la denuncia, y ha anunciado que la Asociación “llegará hasta donde tenga que llegar para que se haga justicia”. “Si se insulta a un colectivo, la Justicia debe actuar”, ha manifestado Castellanos. “Este señor quería polémica a costa de insultar a los católicos, y eso debe tener una consecuencia”, ha insistido.

Así, dijo “no” querer “nada especial”, “sino que se respete nuestra fe, nuestras creencias nuestros símbolos, de manera que los católicos también sintamos que la Justicia es igual para todos”.

Murcia: Un ultracatólico intenta agredir a un menor en un stand del colectivo de gays y lesbianas en Molina

Noticia publicada en LaCrónicaDelPajarito.com

No te prives’ ha denunciado los hechos en comisaría. El hombre se santiguó y empezó a gritar e insultar al chico, a la vez que intentó escupirle, por lo que tuvo que ser reducido por la Policía

Stand de ‘No Te Prives’ en Molina, donde se produjo el incidente

Un hombre ultracatólico tuvo que ser reducido el viernes por la noche por agentes de la Policía Local cuando pretendía agredir a un chico menor de edad en un stand de colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales de la Región de Murcia ‘No Te Prives’, que estaba instalado en la Plaza de España de Molina de Segura (junto al Ayuntamiento) con motivo de los actos paralelos del festival BSide.

‘No te prives’ ha denunciado lo ocurrido en comisaría, un hecho que se suma a otras agresiones que han sufrido miembros del colectivo en los últimos meses, como las acontecidas en el último desfile del Orgullo LGTBI en Murcia a manos de integrantes del ultraderechista grupo ‘Lo Nuestro.

“Lamentablemente, tenemos que denunciar los hechos ocurridos a personas voluntarias del colectivo No Te Prives mientras estaban en el stand que se montó en Molina de Segura durante el BSide”.

‘No Te Prives’ explica que “mientras estaban varias personas voluntarias en el stand, entre ellas dos menores con su madre, se acercó un señor y le preguntó a uno de los menores su edad. Cuando éste le dijo que era menor, el señor se santiguó y comenzó a gritar e insultar, llegando a intentar escupir al menor, mientras seguía gritando, teniendo que finalmente ser reducido por dos agentes de policía. Se han denunciado los hechos en comisaría”.

Jesús Costa, presidente de ‘No Te Prives’, asegura que lo ocurrido en Molina “es una consecuencia del discurso homófobo permitido por las instituciones que no ponen los medios para erradicar esta lacra. Por suerte, si se puede decir así, ha sido a miembros del colectivo y como en otras ocasiones no nos temblará el pulso en llegar hasta las últimas consecuencias”.

El intento de agresión al menor ha provocado una ola de solidaridad al colectivo, con mensajes de apoyo y denuncia en las redes sociales, como los siguientes: “Todavía quedan intolerantes, cavernícolas que deberían volver a su cueva de donde nunca tendrían que haber salido” y “Qué vergüenza de que aún queden ‘personas’ así en esta sociedad…Qué vida tan triste deben tener”.