LGTB, la historia de un abecedario “arcoíris”
Detrás de cada una de ellas se esconde una historia no concluida de lucha y reivindicaciones
L, G, T y B son las letras de un alfabeto escrito “con muchas lágrimas desde las catacumbas”, y detrás de cada una de ellas se esconde una historia no concluida de lucha y reivindicaciones que, aunque con mucho en común, es tan diversa como los colectivos representados en este abecedario “arcoíris”.
MADRID. Pero L, G, T y B son mucho más que unas siglas, comenta a Efe Boti García Rodrigo, expresidenta y hoy responsable de Organismos institucionales, Orgullo y Mayores de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), máximo referente en España de un movimiento que fue ilegal hasta “antes de ayer”, 1980.
Al inicio, solo se articuló para exigir la legalización de la homosexualidad bajo el paraguas de la G, hasta que las lesbianas, que en principio no querían implicarse en el movimiento gay, empezaron a considerar “imprescindible su presencia”, dando paso al activismo GL.
De hecho, la federación inició su andadura en 1992 como FEGL, pero en su primer congreso del año 2000, las lesbianas lograron “poner por delante la L”.
A partir de entonces fue incorporando “otras realidades” y dos años después nacía la FELGT, “un importantísimo avance porque tenemos que aprenderlo todo de la letra T”. Más recientemente, en 2007, se unió la B.
Común a todas son logros como el matrimonio igualitario y reivindicaciones como la erradicación del ‘bullying’ en las aulas, un pacto de Estado frente al VIH y dos grandes leyes estatales: la Ley Integral Trans y la Ley de Igualdad LGTBI que ya está en el Parlamento.
Pero también hay muchas otras cosas que les diferencia:
L: Las mujeres lesbianas siempre han estado en la lucha por los derechos civiles LGTBI, a pesar de que en un principio su participación “resultaba del todo invisible”, rememora la portavoz L, Charo Alises, que destaca que aunque han ido “cobrando más peso y visibilidad”, aún están “a la zaga de los hombres gais”.
De ahí que sus exigencias apunten a medidas para combatir la doble discriminación que sufren por su sexo y por su orientación sexual: filiación de sus hijos sin necesidad de contraer matrimonio, el acceso a técnicas de reproducción asistida en la sanidad pública o un trato adecuado por profesionales de la salud.
G: Esta letra “goza de una mayor aceptación y visibilidad”, reconoce su portavoz, José Luis Lafuente, por lo que cree que se deben redoblar esfuerzos para apoyar al resto de realidades, sobre todo la trans, “considerada la mayor amenaza contra la tradición por parte de los radicalismos políticos, científicos, morales y religiosos”.
Desde la G reclaman “la plena capacidad” de la persona para decidir “con total libertad de quién se enamora y a quién ama”, algo solo posible si se acaba con la discriminación por motivo de orientación sexual, identidad y expresión de género y características sexuales y se consigue la plena igualdad LGTBI.
T: Su reconocimiento fue posterior, aunque las mujeres transexuales fueron las primeras en salir en junio del 69, relata el portavoz T, Mané Fernández. Su “especifidad” radica en que son una realidad basada en la identidad de género y no en la orientación sexual, lo que explica que muchas de sus demandas sean distintas.
La despatologización de la transexualidad, la autodeterminación, el reconocimiento de la identidad de los menores, tratamientos y cirugías asumidas por la sanidad pública y que se apliquen no solo a mayores de edad sin necesidad de un diagnóstico de disforia de género son solo algunas de ellas.
B: Hasta la primera celebración del día de la visibilidad bisexual, el 23 de septiembre de 2008 en Madrid, los bisexuales estaban “bajo la sombra de lesbianas y gais” porque muchos asumían como propias las reivindicaciones LG. Que fueran el tema central del Orgullo de 2016 les situó en igualdad de condiciones, indica la portavoz B, Amanda Rodríguez.
Aún así, demandan mayor sensibilización en todos los ámbitos -familiar, educativo, cultural y laboral-; herramientas para lograr una mayor inclusión; combatir la “bifobia, el monosexismo y el binarismo de género” causantes de muchos “mitos que sobrevuelan” la B, y poner en la agenda social y política su realidad como una más.
Con todo, “parece que ya tenemos todas las siglas” con las que acoger todas las realidades, pero lo cierto es que, apunta García, el suyo es un movimiento similar a “un abanico multicolor, que tiene que abrirse a todas las identidades que lo demanden”.
Porque hay otras “múltiples realidades” que en un futuro podrían seguir ampliando el abecedario “arcoíris”: la I de intersexuales -incluida ya en la propuesta de Ley de Igualdad LGTBI de la federación-; la A de asexuales o la Q de “queer”, que hace referencia a las personas no heterosexuales.
“A lo mejor dentro de unos años se hablará del signo +”, apunta García que, al margen de siglas, prefiere hablar del “orgullo de la diversidad sexual de género y familiar”.