Kuritzkes (i), en el VIII Congreso Nacional GeSIDA. / EFE
Pionero en la investigación sobre la erradicación del virus VIH, Daniel Kuritzkes ha participado en una de las conferencias inaugurales del congreso nacional que se celebra estos días en el Kursaal de Donostia bajo el título ‘On the road of cure’ (En el camino hacia la cura). Este profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y director del departamento de Enfermedades Infecciosas del Brigham and Women’s Hospital de Boston asegura ver una «luz al final del túnel» en la búsqueda de la cura del sida. Hoy se celebra el día mundial de la lucha contra esta enfermedad.
¿Cuánto se ha avanzado en ese camino hacia la erradicación del sida?
Lo peor que podemos hacer es predecir cuándo llegará esa cura. Aún estamos al comienzo de un camino de investigación que será muy largo. Aunque se ve una leve luz al final de este túnel, considero que esa cura no llegará antes de un plazo entre 10 a 20 años.
¿Cuáles son los avances que se están dando en investigación?
Se está trabajando con diferentes técnicas. Estamos probando con un medicamento antiinflamatorio que se aplica para enfermedades intestinales. Se trata de un anticuerpo monoclonal y parece que puede reducir el reservorio. Esto ha abierto una nueva línea de ensayos clínicos. También estamos investigando con fármacos procedentes de la oncología, que se utilizan para tratar el cáncer de piel o el linfoma. Se ha comprobado que estos podrían debilitar el virus y estimular la respuesta inmunológica ante células infectadas. Ambas técnicas se han probado en el laboratorio o en ensayos con monos, y hemos visto cómo el virus se controla y se reduce el reservorio. Aunque todavía no se ha probado en humanos, se trata de descubrimientos muy ilusionantes.
En sus conferencias habla sobre los «siguientes pasos en la erradicación del VIH». ¿Cuáles son?
Necesitamos tres cosas. Uno, maneras más eficaces de reactivar el virus para desarrollar mejores marcadores de la persistencia viral. Dos, actuar de forma efectiva y segura para redirigir la respuesta contra las células infectadas por el virus. Y tres, necesitamos mejores test para poder medir ese virus que se esconde.
¿Cómo se consigue?
Va ser necesario abordarlo a través de combinaciones de diferentes técnicas. Porque cuando el virus es silencioso, el sistema inmunológico no puede reconocerlo y no sabe qué células tiene que atacar. Tenemos que ser capaces de reactivar el virus para que esas células sean reconocibles para el sistema, pero a su vez tenemos que estimular el sistema inmunológico.
¿Cuáles son las técnicas a combinar para obtener resultados positivos?
A día de hoy no sabemos qué combinaciones probar, cuál será la ganadora, la que obtenga éxito. Estamos buscando una variedad de diferentes posibilidades, y el reto es encontrar la respuesta más adecuada de toda esa cantidad de combinaciones posibles.
Tratamientos de efectos seguros
¿En qué medida pueden aplicarse sus investigaciones en ensayos con humanos?
Lo más difícil es que tienen que ser tratamientos de efectos seguros, así que cualquier forma de abordar la cura tiene que ser menos peligrosa que los tratamientos que tenemos hoy en día. Tenemos que garantizar la seguridad de los pacientes con los que probamos estos tratamientos, y sobre todo tenemos que ser muy cuidadosos y no lanzar falsas promesas sobre encontrar la cura.
Usted fue uno de los artífices del transplante de médula ósea de los conocidos como ‘pacientes de Boston’.
Estos pacientes padecían un linfoma y necesitaban un transplante con células madre. Durante el procedimiento se les mantuvo el tratamiento antirretroviral, pero la única forma de saber si se habían curado era eliminando ese tratamiento. En un principio pensamos que era así, ya que el virus era indetectable, pero finalmente volvió a aparecer. En uno de ellos a los tres meses y en otro a los ocho meses de dejar los anntirretrovirales.
¿Qué aprendieron de aquellos resultados?
Lo primero es que efectivamente el transplante reduce el depósito de células infectadas. Las células madre atacan y destruyen a las infectadas, y permite a los pacientes tener un período de remisión libre de tratamiento. Pero por otro, nos sirvió para darnos cuenta de que el VIH puede ser tan sigiloso que aunque sea indetectable no se elimina totalmente. Nuestros ensayos actuales no son lo suficientemente sensibles como para detectar las células raramente infectadas que persisten y pueden provocar recaídas. Y ese es el principal reto que tenemos que afrontar en este campo.
El paciente de Berlín, el único que ha conseguido erradicar la enfermedad totalmente, también lo hizo gracias a un trasplante de médula ósea.
Este paciente, Timothy Brown, recibía atención por VIH cuando le diagnosticaron leucemia, por lo que en 2007 le practicaron un trasplante de médula ósea en Alemania. A diferencia de los de Boston, su donante fue un paciente con una mutación celular muy poco común, que tan solo afecta al 1% de la población blanca, y que hace que esas células sean resistentes a la infección de VIH. En su caso dicho tratamiento resultó positivo para ambos padecimientos, ya que esas células madre del donante regeneraron su sistema sanguíneo curando el cáncer, y a su vez le protegían de contraer de nuevo el virus. Por eso se curó.
¿Cabe deducir entonces que el transplante es por ahora la única solución para encontrar una posible cura?
No, en ningún caso puede ser la alternativa para el tratamiento generalizado porque este tipo de operaciones entrañan riesgos muy elevados. Solo puede probarse en caso de pacientes que como los mencionados necesitaban el transplante para tratar una leucemia o linfoma. Sin duda, casos como el del paciente de Berlín han estimulado la investigación para encontrar esa cura.
En cuanto a los tratamientos actuales, defiende el acceso universal a la profilaxis pre-exposición.
Desde luego. Estamos solo empezando a comprender cómo desarrollar estrategias para la cura del VIH, y que el camino para la completa curación va a ser largo y difícil, por lo que es fundamental continuar los esfuerzos para asegurar el acceso universal al tratamiento retroviral y el acceso al tratamiento anterior a una exposición de riesgo de todos aquellos que realmente la necesiten.
¿Se ha avanzado también en el tipo de tratamientos?
Hace treinta años que se descubrió la primera medicación antirretroviral, y hace veinte que se aplicó la primera terapia efectiva contra el VIH. Hoy en día existen más de treinta medicamentos o combinaciones de ellos que están disponibles para el tratamiento. Muchos de ellos son una simple pastilla que los pacientes toman una vez al día con una alta efectividad y razonablemente seguras. Pero todavía hay muchos pacientes que quieren una cura, porque esa pastilla que toman cada día les recuerda que tienen el virus.
En el mundo hay 34 millones de personas que tienen el virus VIH. ¿Es posible asegurar su tratamiento de por vida?
El problema es si el sistema va a ser capaz de proporcionar medicamentos a tantos pacientes durante tanto tiempo. Además, hay que tener en cuenta los posibles efectos secundarios, ya que después de décadas es difícil saber qué tipo de enfermedades podrían emerger. Por ello, la búsqueda de una cura definitiva está totalmente justificada, tanto por la cantidad de personas que la necesitan como para eliminar el estigma que sigue existiendo hacia los pacientes con VIH.
Habla de un plazo entre diez o veinte años, pero, ¿llegaremos a ver una cura contra el sida?
Como he dicho, aunque soy optimista veo una luz muy tenue al final de un túnel muy largo. Se trata de un camino que acabamos de empezar a andar y será un proceso largo y difícil.