“Madrid ha estado a la altura”

Madrid, orgullosa capital del amor

El WorldPride 2017 ha sido un evento para recordar. Durante la tarde ayer, miles de personas se congregaron en las inmediaciones del Paseo del Prado hasta la plaza de Colón para disfrutar, festejar y reivindicar. El lema de este año, “Viva la vida”, pretendía también poner el foco de atención en la despatologización de las personas transexuales.

Las fuertes medidas de seguridad generaban, para muchos, un entorno tranquilizador. El ruido del helicóptero de la Policía que sobrevoló la manifestación hacía levantar los ojos al cielo; como decían José Manuel Palomino y su novio Joaquín: “Madrid está a la altura”. “Con todo lo que está sucediendo, nos sentimos muy protegidos”, añadía Palomino.

El toque internacional de esta edición del WorldPride se dejó sentir por lo variado de las nacionalidades de los que se agolpaban a lo largo del recorrido. Sebastian, un polaco afincado en Edimburgo, había volado ayer a Madrid con una intención clara: “Quiero encontrar el amor”, explicaba. Con lo que ha dado Daniel en Madrid, siendo natural de Etiopía, ha sido con un refugio. En su país, ser homosexual está penado con la cárcel: “Lo que más siento es vivir a espaldas de mi familia. Estoy escondido”. A su lado le abrazaba Laura Ferreira, su amiga de Guinea Ecuatorial, que se sentía orgullosa de que sus familiares sí aceptaran su homosexualidad. “En mi país no hay problemas por ser quien quieras”, decía.

Las carrozas del Desfile del WorldPride 2017, a su paso por la plaza de Cibeles Víctor LerenaEFE

Como antesala a las carrozas, una batucada y una representación de diversos Orgullos alrededor del mundo recordaban que ciudades como Bruselas, Hamburgo, Estocolmo, Sidney, Puerto Rico u Orlando también tenían algo que celebrar. Al pasar el grupo con las pancartas recordando que en Rusia la homosexualidad no se puede vivir libremente, los asistentes no dejaban de aplaudir.

Pedro Iglesias y su hermano llegaron el viernes de Miami y no tenían más que buenas palabras para la enorme presencia policial. “No podemos dejar que el miedo nos gane. Hay que salir a disfrutar mientras podamos”, recalcaba Pedro. Sin embargo, para él, la fiesta podría haber ido un poco más allá. “Me falta música por todas partes, por la calle”.

Maider Sánchez y su marido llegaban de Guipúzcoa y también echaban en falta más ruido. “Pensaba que Madrid se iba a animar más a salir de fiesta”, se sinceraba Maider.

Muchos de los niños que acudieron se quedaban sin palabras ante los esperpénticos disfraces de quienes desfilaban y que hacían más llevadera la espera: barbas con purpurina, unicornios, hadas, tacones kilométricos… Y banderas, muchas banderas. Los nietos de María José se hacían fotos con todo aquel que accediera, y ella les animaba. “Su tío antes se llamaba Juanjo y ahora es Claudia. Y no pasa nada. Hay que educar en la normalidad“, explicaba, alisándose su banda arcoiris.

Precisamente de la falta de educación es de lo que se queja la presidenta de la Asociación de Madres y Padres de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales (AMPGYL) en la Comunidad Valenciana, Dolores Domínguez. Con el lema “Somos vuestros padres, somos vuestras madres, estamos a vuestro lado”, Domínguez afirmaba que “para las familias aún sigue siendo una mala noticia tener un hijo o hija LGTBI porque no hay espacios seguros para ellos”.

“Esto es una manifestación, no un desfile”

Saida García, vicepresidenta de la asociación de familias de menores transexuales Chrysallis, centraba la atención en todo el trabajo que queda por hacer, según ella, una vez finalice el Orgullo. “Para empezar, esto es una manifestación y no un desfile. Claro que es una fiesta, pero la reivindicación está en el día a día. A nivel legal, aún se considera a los transexuales como enfermos y eso tiene que cambiar”, aseveraba.

A pesar de que las pancartas que iniciaban la marcha defendían “los derechos LGTBI en todo el mundo”, Desde la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales recordaban que el año pasado el lema era la visibilización bisexual y que el objetivo no se ha cumplido ni de lejos. “Queremos que nos tengan más en cuenta: se habla de los gays, pero, ¿qué pasa con los bisexuales? Aún queda mucho por hacer en ese aspecto para que no se nos deje en el olvido”, afirmaba Lucía Cruz, coordinadora del área de políticas bisexuales de la FELGTB.

Muchos de los asistentes se protegían del calor a la sombra de los árboles, refrescándose con pistolas de agua y con mucha bebida; los más previsores acarreaban neveras de camping. Algunas pequeñas pancartas se hacían notar entre la multitud: “Gay, OK” o “Mi orgullo son tus derechos” salpicaban la calle. Los voluntarios ofrecieron a los asistentes abanicos de colores en los que se podían leer palabras como “orgullo”, “derechos” o “diversidad”.

“Hay demasiada gente, parecen unos carnavales y eso tampoco es”, se quejaba Miguel desde primera fila, para lo que había tenido que esperar dos horas a pleno sol. “Cuando salíamos sólo 500 personas sabíamos que tenía sentido, pero ahora la mayoría piensa que es una fiesta”, decía. De su misma impresión es Manolo López, activista de 78 años que acudió solo: “Sentía que tenía que estar hoy aquí, recordando que me siento y siempre me he sentido orgulloso de ser como soy”.