Por qué hombres ‘hetero’ tienen sexo con otros hombres

No les llame gais, llámelos heterosexuales flexibles. Están tan seguros de su identidad que no les importa de vez en cuando experimentar cosas diferentes

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Sí, ha leído bien: hombres que tienen sexo con otros hombres y no son homosexuales. Resulta más habitual de lo que algunos puedan pensar. La cosa es bien simple: un hombre heterosexual conoce a otro (en un bar, a través de una red social de contactos, da igual cómo) y deciden darse un revolcón. Es más, lo encuentran satisfactorio. Después, cada uno sigue con su vida perfectamente hetero, sin que el encuentro les haga dudar de su orientación. ¿Qué mueve a algunos varones a estas prácticas? Y, ¿por qué es incorrecto catalogarlos como gais?

En nuestros días, la aceptación de la diversidad sexual es mucho mayor que en el pasado. “A medida que hay una mayor tolerancia todos salimos un poquito de nuestros armarios”, sostiene Joan Vílchez, psicólogo clínico, psicoterapeuta y sexólogo. “Hombres que no acaban de sentirse muy satisfechos pueden tener la ocasión de tener relaciones con otras mujeres, con un hombre o probar ciertas prácticas que en otros tiempos estaban más censuradas”. Para Juan Macías, psicólogo especializado en terapias sexuales y de pareja, “conceptos como heteroflexible o heterocurioso están permitiendo a los hombres explorar su sexualidad sin necesidad de cuestionar su identidad como heterosexuales”. Por otro lado, Internet facilita el contacto, que puede ser virtual o físico.

A los especialistas les parece lo más natural del mundo, parten de la premisa de que una cosa es la orientación sexual de un individuo y otra las prácticas que este lleve a cabo. “La orientación sexual”, explica Macías, “está construida socialmente, son categorías rígidas y excluyentes, con implicaciones que afectan a la identidad individual y social”. Forzosamente, uno debe encajar en alguna de estas tres clasificaciones: heterosexual, homosexual o bisexual. En cambio, “la práctica sexual es más flexible y más libre, es un concepto descriptivo. Se abre un espacio tremendamente sano en el que la exploración del deseo se libera de la identificación con una orientación sexual”,explica Macías.

Es tan natural que viene de lejos. Que un hombre emparejado con una mujer tuviera un amante no era inusual en la antigua Roma. Por no hablar de las que se montaban en las bacanales. Y jóvenes de todas las épocas han recurrido a pasatiempos de difusa carga sexual. “En la adolescencia es bastante común que haya juegos de cierta genitalización: a ver quién mea más lejos, a ver quién la tiene más grande, hay tocamientos…”, indica Joan Vílchez. “No dejan de ser incursiones homosexuales, pero todavía predomina el modelo heterosexual y se realizan desde la transgresión propia de la juventud”, señala el psicólogo.

Un nuevo modelo: SMSM

En 2006, un estudio sobre la discordancia entre comportamiento sexual e identidad sexual realizado por investigadores de laUniversidad de Nueva York (EE UU), halló que 131 hombres de los 2.898 analizados admitían tener relaciones con hombres pese a definirse como heterosexuales. En opinión de los expertos, representaban a un 3,5% de la población. Desde hace años, los médicos emplean las siglas HSH para referirse al conjunto de hombres (heteros o gais) que tienen sexo con hombres. Pero, recientemente, ha aflorado otro acrónimo más preciso para definir a este grupo: SMSM (straight men who have sex with other men, hombres hetero que tienen sexo con otros hombres). Portales web como Straightguise.com están consagrados a abordar el tema.

El pasado julio se publicó en EE UU el libro Not gay: sex between white straight men (No gay: sexo entre hombres blancos heterosexuales), en el que la profesora Jane Ward, de la Universidad de California, se hacía este planteamiento: una chica hetero puede besar a otra chica, puede gustarle hacerlo y aun así se la sigue considerando hetero; incluso su novio puede animarla. Pero, ¿pueden los chicos experimentar esa fluidez sexual? ¿O besar a otro chico significa que son gais? La autora cree que estamos ante un nuevo modelo de heterosexualidad que no se define como lo opuesto o la ausencia de homosexualidad. “La educación de los hombres ha sido bastante homofóbica. Se les ha hecho creer que es antinatural tener esos impulsos hacia otros hombres”, explica Joan Vílchez.

Probando, probando

Las motivaciones, como es lógico, son múltiples. El perfil más extendido es el del explorador sexual: aquel a quien le gusta probar cosas nuevas. “Experimentar una relación homo le resulta novedoso, y aunque le gustase no podríamos decir que es homosexual, sino que le gusta esa práctica”, dice el doctor Pedro Villegas, médico de familia y sexólogo. El psicólogo Joan Vílchez comparte esa idea. “Está muy de moda la bisexualidad, y en realidad todos somos bisexuales: si cierras los ojos te costaría identificar quién te está acariciando, si es un hombre o una mujer. No hay un hombre que sea cien por cien homosexual ni cien por cien heterosexual”, sentencia.

Otra de las causas es cierto desencanto con las mujeres, frecuente después de algunas rupturas matrimoniales. Joan Vílchez lo explica: “Cuando una pareja heterosexual está en crisis es habitual que algunos hombres sientan que no se entienden con las mujeres, que son incapaces de llevarse bien con ellas y es como que miran para otro lado. Se produce una especie de regresión, se vuelve a un estadio anterior en el que con los hombres se sentían bien juntos, como en la adolescencia. En muchos casos es una necesidad afectiva que sexual real”.

De hecho, para este especialista, a veces estas relaciones eróticas esconden una necesidad de afecto que el hombre no está acostumbrado a expresar: “En los hombres hay mucha tendencia a genitalizar. Entre la cabeza y los genitales tenemos el corazón, que representa los sentimientos, y las tripas, que simbolizan los comportamientos más viscerales y las emociones más intensas, y es como si los hombres hubiéramos aprendido a hacer un baipás:pasamos de la cabeza directamente a los genitales sin acabar de vivir las emociones. A las mujeres, por tanta represión de su sexualidad y miedo al embarazo, les ocurre lo contrario: les cuesta mucho genitalizar. Para un hombre a veces es más fácil hacer eso que descargar emociones más sutiles o decirle a otro hombre: ‘Es que me siento inseguro, tengo miedo, me siento débil, no sé lo que quiero”.

El impulso narcisista

Entre los hombres heteros que se acuestan con hombres también hay muchos narcisistas. “Es aquel a quien le gusta que se fijen en él. Se da mucho en los gimnasios: le agrada despertar admiración y no le importa que provenga de hombres o mujeres”, apunta Eugenio López, psicólogo y sexólogo. Otros simplemente tienen ganas de ligar y acuden a garitos gais de sexo duro porque piensan que allí les resultará más fácil.

Hay hombres heterosexuales que se enrollan con hombres porque les gusta; otros, porque no les queda más remedio: pensemos en aquellos privados del contacto con mujeres durante largas temporadas (¿eran gais los protagonistas de Brokeback Mountain?) “El ser humano se rige por sus pensamientos”, razona Eugenio López. “Y si cree que está perdiendo su sexualidad por la falta de una mujer, puede reafirmarla con otro hombre. Suelen empezar con un simple roce”.

Si no hay conflicto, no hay problema

Algunos de estos nuevos heterosexuales han podido sentir este tipo de impulsos en el pasado y no se han atrevido a dar el paso. “Luego llegan circunstancias de la vida que se lo ponen ahí en bandeja y deciden vivirlo, pero eso les genera un conflicto porque por una parte les proporciona placer pero por otra amenaza un poco su estatus y su imagen: ‘¿Soy o no soy?’, se preguntan”, comenta Joan Vílchez. También pueden sentirse confundidos aquellos que llegan al SMSM por la carencia de una figura paterna positiva en su infancia: “A veces, para reforzar su masculinidad, se integran en actividades ‘de hombres’ (fútbol, gimnasio) o tienen contactos sexuales con otros hombres, aunque lo que buscan es sobre todo comprensión y cariño”, agrega Vílchez. Los psicólogos están de acuerdo en que su intervención sobra, siempre que estas experiencias no provoquen un conflicto en el sujeto. “Si a él no le está fastidiando, ahí no hay nada que tratar”, concluye Pedro Villegas.

Cruzada contra el nudismo en Rusia

Parque natural de Serebriany Bor

Parque natural de Serebriany Bor

La desnudez en Rusia no será ya para el verano, sino en todo caso para la intimidad de la sauna. Los aficionados a bañarse desnudos pueden quedarse sin su sitio más popular en Moscú, donde las autoridades locales quieren clausurar la zona nudista del parque natural de Serebriany Bor. La zona, situada al este de Moscú, parece destinada a convertirse en una playa ‘normal’ tras haber sido durante décadas la única playa nudista de la región de Moscú.

Liudmila Stebenkova es la representante local de Rusia Unida, el partido del presidente Vladimir Putin, que ha lanzado esta cruzada contra los desnudos desde su blog. “No podemos promocionar el vicio”, ha dicho Stebenkova, que además es presidenta del Comité de Salud Pública. En la batalla no podía faltar el político ultraconservador Vitaly Milonov, conocido por haber promovido en su ciudad, San Petersburgo, una de las primeras leyes contra la “propaganda gay”. Milonov consiguió ya en mayo que se clausurase una playa nudista que existía desde los sesenta en esta región, pues cree necesario “proteger a nuestros niños de cualquier pervertido viejo y peludo que pase por ahí”.

Esta vez los detractores de la desnudez alegan además que hay peleas, suciedad y hasta sexo en público. La asociación de nudistas de Moscú se ha mostrado dispuesta a irse con su desnudez a otra parte, pero piden alguna infraestructura como “una valla y guardias”, según han declarado al Moscow Times. A los nudistas se les dio una zona especial en los ochenta en Serebriany Bor, pero las condiciones del lugar eran malas y apenas la usaron, volviendo al emplazamiento original. Según los naturistas más veteranos, la idea de cerrarla ha estado presente en el debate cada año.

La gran pregunta es dónde se podrá tomar el sol desnudo en el futuro. A la hora de hablar con las autoridades se han topado con un muro de silencio o incluso el riesgo de ser perseguidos: “El nudismo debería prohibirse para siempre”, ha dicho Stebenkova, que considera unos “depravados” a los nudistas.

La polémica choca con las costumbres de un país donde el cuerpo desnudo no está proscrito. En Rusia está extendido el uso de la sauna, donde es habitual que amigos o familiares de ambos sexos vayan desnudos, aunque la mayoría de las veces hombres y mujeres por separado.

Hombres y mujeres separados

Algunos países vecinos de la extinta URSS, como Lituania, tienen playas nudistas para hombres y para mujeres, además de algunas conjuntas como la que está junto al parque natural de Nida. Oficialmente hay tres playas nudistas en su costa, cerca de Palanga y Klaipeda. Pero en algunos lugares como Sventoji los nudistas se han dirigido a las autoridades para que abran una unisex, un asunto que también ha generado polémica. Algunos hombres han protestado por discriminación. Y también ellas, porque algunas veces llegan hombres de vacaciones a “su playa” y, sin saber que es sólo para mujeres, se desnudan para pasmo y enfado de algunas de las presentes.

En Estonia la playa de Parnu ofrece una posibilidad a los vecinos del lugar y a algunos rusos que llegan hasta ahí para disfrutar de la norma de “bañador opcional”. La zona todavía no se ha masificado por la llegada de turistas, fundamentalmente procedentes de Rusia y Finlandia.

Incluso en Polonia, un país de marcado carácter católico, estas playas son populares, y cada vez más entre el colectivo gay, que encuentra en la costa la tolerancia que otras zonas la mayoría les niega.

@xaviercolas

La escuela es un gigantesco armario

FERNANDO J. LÓPEZ

Cuando escribí La edad de la ira no era consciente de las historias que esa novela iba a traer a mí. Historias de adolescentes y de profesores que se ven reflejados en la denuncia de la violencia y de la homofobia encerrada en esas páginas. Historias que, en ocasiones, han desembocado en finales tan trágicos como el del suicidio -este pasado curso- de un adolescente acosado por ser gay y que ponen sobre la mesa el grave problema de involución de la convivencia en nuestras aulas.

Resulta fácil culpar a los agresores directos, a esos adolescentes que acosan a un compañero por su orientación sexual. Sin embargo, esa acusación olvida la raíz del conflicto: el inmenso vacío en el que se halla la educación para la igualdad. En Secundaria el trabajo contra la homofobia, la transfobia o la misoginia -estrechamente vinculadas entre sí- es un simple contenido transversal. Una cuestión casi anecdótica subordinada, como tantas otras, al voluntarismo docente, de modo que educar en valores y mejorar la convivencia depende del tiempo, las ganas y la capacidad del profesor, a quien -por supuesto- no se forma en cómo abordar estas realidades en el aula.

Aulas donde no es raro encontrar un maricón escrito en la pizarra o en algún pupitre. Cabe la opción de borrarlo sin más, de pensar que “sólo es una gracia adolescente” ante la que no conviene “perder tiempo”. Sin embargo, educar en el uso del lenguaje nunca es perder el tiempo. Al revés, estamos ganándolo. Cada vez que obviamos o minimizamos esos actos, olvidamos cómo afectan -directa o indirectamente- a quienes se hallan en proceso de construcción de sí mismos, a esos adolescentes que muchas veces no se atreven a confesar su homosexualidad por el miedo al rechazo y a la burla. Por el temor a convertirse, precisamente, en el objeto cotidiano e hiriente de ese maricón al que le hemos restado importancia.

Falta acción, falta compromiso y falta, sobre todo, visibilidad: “Hay una ley implícita por la que cualquiera que coge una tiza en el aula se vuelve hetero”. Así expresaba, a través de un personaje de La edad de la ira, mi perplejidad ante la pervivencia de un gigantesco armario docente que aún hoy debe romperse. Por desgracia, todos conocemos ejemplos de compañeros que han sufrido problemas de acoso laboral tras expresar abiertamente su orientación en sus centros de trabajo pero, de nuevo, los culpables de la mayoría de esos conflictos no son adolescentes, sino ese mundo adulto que se finge tolerante y donde aún queda mucha homofobia que barrer. En mi caso, la visibilidad no me ha supuesto jamás un problema con mis alumnos y sí me ha permitido, sin embargo, intervenir en situaciones de las que, seguramente, no habría tenido noticia si no hubiera entablado con ellos ese lazo de confianza y sinceridad.

La adolescencia, aunque nos esforcemos -desde la distancia que nos otorga el tiempo- en olvidar sus aristas más dolorosas, nunca es fácil. No resulta sencillo buscarse a uno mismo y el hecho de sentirse distinto añade una complejidad más. Por eso, el mundo LGTB sigue necesitando modelos y compromiso. Y por eso, supongo, analizo en clase oraciones como “Eva y su novia fueron al cine” o he incluido un protagonista adolescente abiertamente homosexual en Los nombres del fuego, mi próxima novela juvenil, porque sin visibilidad seguiremos alimentando la ignorancia y, con ella, la violencia. Y ante la homofobia no hay arma más poderosa, ni más necesaria, que la educación.

Fernando J. López es profesor de Secundaria y autor del libro La edad de la ira

‘¿Sois maricones?’

«¿Sois maricones?», le preguntó el agresor a Pedro tras darle un puñetazo en el brazo con el que no rodeaba a su amigo. Sucedió a las tres y media de la madrugada del pasado sábado en la calle Alcalá de Madrid. La víctima, de 25 años, es la tercera en dos semanas en padecer un delito de odio de carácter homofóbico en la capital.

«Eran dos chicos. Nos dijeron que nos portáramos bien, que no les hiciéramos sacar nada». Pedro (nombre ficticio) se recuerda paralizado. Los agresores intentaron intimidarles pidiéndoles que les diesen «lo que llevasen encima», pero lograron zafarse gracias a la ayuda de un viandante. Los días siguientes al altercado y a la denuncia, al joven se le pasó por la cabeza camuflarse y evitar gestos de cariño en público: «Yo iba con unas bermudas bastante cortas y tupé. Pude ser muy obvio… también pensé ‘Voy a dejar de darle la mano por la calle, no le beso, no le abrazo’», pero, tras el impacto, se dijo a sí mismo que ni quiere, ni debe: «Sufrí acoso en toda mi trayectoria escolar. Ahora elijo levantar la cabeza».

A Juan (otro nombre ficticio) lo agredieron, junto a tres amigos, en la madrugada del 25 al 26 de abril. Fue en la Gran Vía. «Dos chicos nos gritaron ‘maricones’. Nos habíamos cruzado con ellos hacía un rato. Cuando nos giramos, ya los teníamos encima». Aunque los agresores huyeron, volvieron a asaltarles varias veces esa misma noche. «Nos esperaron en dos ocasiones más, cada cual más salvaje, a pesar de que habíamos hablado con una patrulla de Policía cercana. Les pidieron la identificación, pero no les detuvieron».

El joven cuenta que el cuerpo de seguridad que les atendió era municipal: «Cuando les hablamos de un delito de odio, no sabían ni qué era. Uno de nosotros, que tiene formación en Derecho, tuvo que explicarles su regulación penal». Los agresores los abordaron una tercera vez -golpeándoles en la cara, en el pecho, en el estómago, agarrándoles del cuello y asegurando que los iban a matar-, pero, «aunque volvieron a escapar, ya estaban fichados».

Ahora esperan el veredicto de un juicio de faltas. «Me da miedo subir una foto a Instagram del sitio por el que paseo por si alguien me persigue». Juan ha empezado a obsesionarse: «Escucho murmullos por detrás cuando camino con un amigo y creo que me van a agredir».

Guillermo López es miembro de DiversAH, asociación LGTB de Alcalá de Henares. Este colectivo hizo una convocatoria virtual para acudir al pregón de las fiestas de la localidad -que comenzaron el pasado sábado- con banderas y carteles, solidarizándose con las víctimas de la agresión homófoba del 15 de agosto a manos de un grupo de neonazis. La concejala de Seguridad tenía constancia de ello. Sin embargo, al llegar allí, la Policía les «pidió quitar el cartel de Stop LGTBfobia porque le parecía que incitaba al conflicto».

El argumento les sonó a «intentan violar a una mujer porque viste minifalda». Los agentes llegaron a pedirles los datos a dos chicos que llevaban al cuello banderas del arco iris. «Lo que es curioso es que cerca de nosotros había una pancarta muy grande. Ponía Esto es Alcalá con un símbolo de prohibido en el que había una hoz y un martillo. Ha sido difundida en redes sociales de ideología neofascista. Pero a ellos no les dijeron nada». Guillermo cuenta que, hace dos meses, «a un compañero lo asaltó un vecino en su portal. Le puso una soga en el cuello y le dijo que quitase la bandera de arco iris del balcón, que lo mataría si sus hijos salían maricones como él». Al llamar a la comisaría, le pidieron «que les avisase si volvía a pasar». Guillermo se indigna: «La actitud policial se vuelve cómplice cuando protege reiteradamente a los agresores».

Más educación en la tolerancia para acabar con las agresiones homófobas

El repunte de las agresiones homófobas que se está registrando en España -en muchos casos de forma silenciosa por miedo y dificultades a la hora de denunciar- y el hecho de que los agresores sean cada vez más jóvenes, e incluso menores, es un dato alarmante ante el que no podemos permanecer impasibles. Ahora que las encuestas del CIS indican que el 70% de los españoles acepta el matrimonio entre personas del mismo sexo -lo que revela que la homosexualidad es percibida con mayor normalidad que nunca por la ciudadanía-, llama la atención que este tipo de agresiones representen cerca del 40% de los delitos de odio que se cometen en este país. La educación en la tolerancia y los valores cívicos son sin duda el mejor arma para erradicar el odio. Por ello, cabe preguntarse en qué están fallando familias y escuelas en la formación de nuestros jóvenes, dado que los agresores de entre 16 y 20 años son cada vez más numerosos.

Los testimonios de asociaciones de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (LGTB) que recogemos hoy en nuestras páginas son elocuentes. Las estadísticas muestran que en 2015, el número de ataques homófobos no ha caído frente al año anterior. Pero los representantes de este colectivo son más pesimistas y aseguran que las agresiones no denunciadas han aumentado este año en España y en el resto de Europa. Internet está jugando un papel cada vez más importante como agitador de las agresiones. Por un lado, en la Red, muchos jóvenes son animados a atacar a los homosexuales.Y por otro, las redes sociales se han convertido en una herramienta de acoso a gays y lesbianas difícil de controlar. Vincular a la Administración en la lucha contra las agresiones promovidas en el entorno digital y al mismo tiempo, educar en una sociedad menos machista a nuestros jóvenes es vital para reducir delitos de odio como los que se han registrado este verano en Madrid. Como recuerda hoy en nuestras páginas el autor de La edad de la ira, Fernando J. López, la homofobia, transfobia y misoginia están estrechamente relacionadas y son materias transversales en Secundaria. Por otra parte, ante el aumento de casos de este tipo de violencia en las aulas también sería deseable una mayor implicación de la Fiscalía de Menores, como reclaman las asociaciones.

También es preciso reforzar la atención a las víctimas, puesto que tan sólo se denuncian el 25% de las agresiones homófobas. Al igual que ocurre con la violencia de género, el temor a las represalias, la falta de pruebas o la impotencia hacen que en muchos casos los agredidos prefieran no denunciar. En este sentido, hay que aplaudir la iniciativa puesta en marcha por la Comunidad de Madrid esta semana. Después de las tres denuncias que se han presentado este mes de agosto en la región por ataques a gays y transexuales, el Gobierno de Cristina Cifuentes se ha puesto a trabajar con el Ministerio de Justicia para que las oficinas judiciales de ayuda a las víctimas atiendan de manera integral a las personas que sufran delitos de odio.

Homófobos más jóvenes

grafico agresiones hmofobas

“En Barcelona tenemos identificado un grupo de cinco menores que en los últimos meses ha atacado varias veces a homosexuales”, asegura Eugeni Rodríguez, presidente del Observatorio contra la Homofobia de Cataluña (OHC). “Insultan, persiguen, rompen pancartas por la igualdad… han llegado incluso a hacer pintadas en la casa de una persona que vive en un bajo mientras le tiraban excrementos con la nota Maricón de mierda“.

Del insulto y el acoso a la agresión física sólo hay un paso. Y todavía son niños. “El caso está en la Fiscalía de Menores, a la que hemos pedido que nos deje hacer una labor pedagógica con ellos para evitar que dediquen su tiempo libre a acciones homofóbicas”, explica Rodríguez.

Educación en tolerancia, y un compromiso mayor por parte de la Administración, es lo que piden las asociaciones que defienden al colectivo LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales).

“La educación es el factor clave en la prevención de las agresiones homofóbicas y evidentemente algo no se está haciendo bien. Debemos recordar que la mayoría de los agresores tiene menos de 30 años”, apunta Rubén López, vocal de Delitos de Odio de Arcópoli.

Según el último estudio publicado por el Ministerio del Interior, en 2014 el perfil del agresor homófobo más extendido era el de hombre español de entre 26 y 40 años. Sin embargo, al menos tres asociaciones del colectivo homosexual coinciden en que en este 2015 están observando un repunte de esta violencia en jóvenes de entre 16 y 20 años. En Cataluña, que es la única comunidad en la que hay un observatorio contra la homofobia, los casos de discriminación en las aulas ya suponen el 8,4% de las denuncias.

El último estudio a nivel estatal sobre jóvenes LGTB, de 2012, refleja que el 57% de los menores de 25 años que componen este colectivo afirman haber sufrido algún tipo de violencia psíquica y/o física. Además, un informe de INJUVE asegura que el 80% de la población joven española reconoce haber sido testigo de agresiones verbales a homosexuales y transexuales, un 40% de situaciones de exclusión y un 20% de violencia física.

“Las nuevas tecnologías, y el mimetismo con la situación de auge de este tipo de delitos que se está viviendo en el resto de Europa, no hacen sino incrementar el problema entre nuestros jóvenes”, denuncia Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia. “Nuestra legislación es inadecuada, no sirve para atajar el acoso ni el discurso del odio del que nuestros menores se empapan”, añade.

No es únicamente lo que reciben por la red lo que ha propiciado este aumento de la homofobia entre los menores que denuncian las organizaciones. “La Administración establece su perfil de agresor en un rango de edad demasiado alto al no poder reflejar a los más jóvenes por la Ley del Menor“, asegura Ibarra. “Los grupos neonazis, por ejemplo, saben que utilizando a estos chicos sus acciones van a quedar impunes”, denuncia.

El presidente del Movimiento contra la Intolerancia vaticina además un repunte de todas las modalidades de delitos de odio entre los más jóvenes, no sólo homofóbicos. “Un día les llevan a cazar homosexuales, otro pobres, otro inmigrantes… Así es como se educan; más de un padre ha venido a preguntarnos porque estaba preocupado por su hijo de 14 años”, explica.

De los 1.285 delitos de odio que el Ministerio del Interior registró el año pasado, 513 fueron por motivos de orientación o identidad sexual. Esto supuso un aumento del 13,5% respecto a 2013, cuando se produjeron 452 agresiones de este tipo. Y para las asociaciones es sólo la punta del iceberg.

El Movimiento contra la Intolerancia asegura que sólo se denuncian el25% de las agresiones homófobas y transófobas. “Las víctimas del colectivo LGTB siguen sin denunciar por miedo a acudir a la Policía, a las represalias, a quedar señaladas… miedo a asumir que hoy en día te han pegado por maricón“, explica López. “Algunos ni siquiera quieren hablar con las asociaciones por lo que pueda pasarles”.

Un problema de visibilidad y concienciación que para las organizaciones LGTB tiene dos formas claras de atajarse: campañas públicas y de educación, y una ley estatal contra la homofobia y transfobia.

“A corto plazo necesitamos una campaña grande de concienciación, y sobre todo que la gente vaya a denunciar para que las administraciones se pongan las pilas y dejen de argüir que no hay tantos casos”, exige el vocal de Delitos de Odio de Arcópoli.

“A largo plazo necesitamos una enseñanza más activa en tolerancia en las aulas, ese lugar donde maricón y bollera siguen siendo los insultos más escuchados. Además, exigimos que se cree una ley a nivel estatal de protección del colectivo LGTB como las que ya han ido promulgando en algunas comunidades autónomas”, añade López.

Se refiere a las leyes de igualdad social y contra la discriminación del colectivo LGTB vigentes actualmente en Extremadura y Cataluña, esta última en vigor desde octubre del año pasado.

“Desde que entró en vigor la ley hasta el 10 de agosto tenemos registrados alrededor de 70 incidentes homófobos sólo en Cataluña, sufriendo el 69% los hombres”, explica el presidente del Observatorio contra la Homofobia de Cataluña.

A nivel estatal, y dentro del colectivo LGTB, la discriminación y agresión por motivos de identidad sexual es muy importante. En lo que llevamos de año, la organización Transexualia asegura tener constancia de al menos ocho agresiones.

“Siempre hemos sido un blanco fácil por la cantidad de prejuicios que existen, pero este año hemos detectado un aumento del número de agresiones”, denuncia Javier Gómez, miembro de la Junta Directiva de Transexualia.

“Vivimos en una sociedad multicultural y diversa en la que todos debemos aprender a respetarnos mutuamente. El desconocimiento de la transexualidad provoca prejuicios que por desgracia desembocan en demasiadas ocasiones en agresiones verbales y físicas”, lamenta Gómez.