EL DIARIO:Cirugía de normalización intersexual como crimen contra la humanidad

 En el invierno parisino de 1868, el cuerpo de Abel Barbin fue encontrado sin vida en su habitación. Junto a su cama reposaban sus memorias. El inicio ya presagiaba el suicidio al que se vio obligado a someterse: «tengo veinticinco años y, aunque todavía joven, me aproximo, sin dudarlo, al término fatal de mi existencia». Gracias a Michel Foucault hoy conocemos la historia de Adélaide Herculine Barbin, llamada Alexina B. (1838-1868), que murió con el nombre, impuesto su sexo por una sentencia judicial, de Abel (la Editorial Talasa publicó en 1985/2007 las memorias traducidas, en edición preparada por Antonio Serrano y prólogo de José Ignacio Lacasta Zabalza).

El 8 de noviembre se conmemora el nacimiento de Herculine Barbin. Este es el motivo por el que se ha propuesto como el Día de la Solidaridad Intersexual, en recuerdo de Herculine y de tantos hermafroditas/intersexuales/Disorders of Sex Development que la historia ha quemado vivos (era común sentenciarlos a muerte en la hoguera para purificar sus almas de una carne pecaminosa, de un delito nefando contra natura), marginado, estigmatizado o mutilado para justificar así la ficción del dimorfismo sexual, por la cual la sociedad se estructura exclusivamente en hombres y mujeres.

De esta forma, las personas intersexuales son doblemente patologizadas. Sus cuerpos y sus mentes pasan a ser clasificados como patológicos El Manual de Diagnóstico de Desórdenes Mentales (DSM) las incluye en el marco de las disforias de género. La ciencia biomédica las somete a cirugía de normalización sexual por considerar a las personas intersexuales como anómalas. Se incluye en la patología para ser excluido de la normalidad.

Como ya denunciamos en un artículo en este mismo diario (sexo indeterminado y mutilación genital intersexual), el nacimiento de un bebé intersexual es definido como una urgencia psicosocial neonatal. Se abre así un protocolo médico ( Optimal Gender of Rearing, Protocolo Money) para fijar el verdadero sexo a través de intervenciones quirúrgicas y farmacológicas, a pesar de que en la mayoría de los casos la intersexualidad no es dañina para la salud. Se justifican dolorosas intervenciones (con múltiples infecciones) como un mal menor respecto a los hipotéticos futuros problemas de adaptación social. Nos encontramos ante un caso de mutilación corporal (IGM: Intersex Genital Mutilations) similar a la ablación del clítoris. La tortura a la que se ven sometidas las personas intersexuales, agudizada con silencios y mentiras, lleva en muchos casos a esterilización, discapacidad y suicidio.

El día 8 de noviembre no solo es para el recuerdo de la barbarie que se comete con las personas intersexuales, sino también para activar el movimiento que en los últimos años está consiguiendo logros de incalculable valor, a pesar de las reticencias de los Estados para incorporar las reivindicaciones en sus agendas políticas. Enumeremos las victorias conseguidas:

1.- En 1999, la Corte Constitucional Colombiana (Sentencia de Unificación SU-337/99) prohíbe la cirugía de normalización intersexual en menores de edad, señalando que debe ser la propia persona intersexual la que decida someterse o no a un proceso quirúrgico.

2.- En 2006 se firma el Consensus Statement on Management of Intersex Disorders en el que se pide una moratoria para la cirugía y se critica duramente la falta de consentimiento informado en los tratamientos con menores de edad.

3.- En 2013 se publica el Report of the Special Rapporteur on torture and other cruel, inhuman or degrading treatment or punishment (firmado por Juan E. Méndez).  Por primera vez se denuncia desde la ONU la mutilación genital intersexual. Tanto la ISNA (Intersex Society of North America) como la Organisation Intersex International Australia llevaban años reivindicando un pronunciamiento de la ONU.

4.- También en 2013 la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa redacta la Resolución 1952 (2013) Children’s right to physical integrity para solicitar a los Estados la creación de mecanismos de protección de las personas intersexuales y la prohibición de los tratamientos médicos innecesarios.

5.- El 9 de mayo de 2014, el Comisario para los Derechos Humanos del Consejo de Europa ( Nils Muižnieks) publica un informe en el que insta a los Estados miembros al reconocimiento jurídico de la realidad intersexual y a la eliminación de las intervenciones quirúrgicas por violar el derecho de autodeterminación y la integridad física.

Todos estos documentos nos hacen pensar que la situación a la que se ven forzadas las personas intersexuales puede ser comprendida en el marco de los crímenes contra la humanidad de acuerdo con lo establecido en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, aprobado el 17 de julio de 1998. ¿Qué características tiene este tipo de delitos imprescriptibles (artículo 29)? Se trata de una ataque generalizado o sistemático contra la población civil suponiendo asesinato, exterminio, esclavitud, deportación, traslado forzoso, encarcelación, tortura, violación, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada, persecución de un grupo con identidad propia fundada en motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos, de género, desaparición forzada, crimen de apartheid (artículo 7).

¿Cómo encaja aquí la intersexualidad? Los tratamientos médicos de normalización (o de reasignación para obtener un cambio en el registro civil para las personas transexuales) suponen un tipo de tortura, esterilización forzosa o, incluso, de persecución por motivos de género cometidos de forma sistemática en los Hospitales públicos y privados (y en las Unidades de Tratamiento de Identidad de Género) contra un sector concreto de la población civil. Asimismo, se podría plantear la aplicación de la institución del asilo a las personas intersexuales, como minoría en un sentido jurídico, por entender que las legislaciones que establecen la obligatoriedad de la inscripción jurídica del sexo en dos columnas –masculina y femenina– ponen en grave peligro sus vidas, pues en la mayoría de los casos se encuentran obligadas a someterse a cirugía-mutilación genital.

Este 8 de noviembre las palabras de Suzanne Kessler, escritas en sus Lessons from Intersexed, cobran más sentido aún: «el futuro de la intersexualidad es, en cierto sentido, el futuro del género. ¿En qué manos se encuentra este futuro?».

EL PAIS:“No quiero tener que disfrazarme de hombre para poder ver a mi hijo”

Una transexual denuncia a su ex por obligarle a visitar al niño con “apariencia masculina”

laura darriba

Laura Darriba, transexual a la que su ex obliga a vestirse de hombre para ver a su hijo. / Consuelo Bautista (EL PAÍS)

Gerardo Darriba se casó con I.P.M. en 2005. “No me atrevía a salir del armario, a asumir lo que era, y pensé que si me casaba y tenía una familia me podría olvidar de esto. Pero me equivoqué”. Gerardo se sentía una mujer. Cuando ya no pudo más, comunicó a su esposa su intención de cambiar de sexo. “Le propuse que siguiéramos juntos por nuestro hijo, nacido en 2007, pero ella no quiso. Nos separamos en julio de 2012. Entonces yo estaba muy mal, con una profunda depresión. La presión era enorme: de mi mujer, de su familia, de la mía, que nunca me ha apoyado…”. Por eso, explica, accedió a firmar una cláusula en el convenio de separación que decía que “ante la situación psicológica y personal que estaba sufriendo por sus problemas de identidad sexual” solo vería a su hijo si acudía con “apariencia masculina”. Después de un año recibiendo hormonas asistido por la Unidad de Tratamiento de Identidad de Género de Asturias para convertirse en mujer, eso es imposible.

Gerardo ahora es y tiene la apariencia de Laura. “Hoy no tengo ningún problema psicológico más allá de la enorme pena de no ver a mi niño”, cuenta Darriba, de 43 años. “Este año, por no ir disfrazado de hombre, mi ex solo me ha dejado verle tres veces: una en febrero, otra en abril y la última en septiembre”, asegura.

Su ex niega que le impida ver al pequeño: “Solo le pido discreción. No quiero que vaya a recoger a mi hijo al colegio de curas con una falda o vestido y que se rían de él. ¿Qué le cuesta atarse el pelo y ponerse un chándal? Tengo que proteger a mi hijo”, explica a EL PAÍS.

Darriba ha denunciado a su ex para cambiar esa cláusula que le obliga a ver al niño con “apariencia masculina”. “No quiero tener que disfrazarme de hombre para poder ver a mi hijo. Soy una mujer: desde que me levanto hasta que me acuesto. Ahora me llamo Laura, y eso no cambia que mi hijo siempre va a ser mi hijo, mi sangre. Quiero que me quiera como soy”, explica. “Ir disfrazado, mentirle, es mucho peor. Y además, ¿quién va a decidir si voy suficientemente caracterizado de hombre? ¿Un policía? ¿Mi ex?”.

Un juez revisará el régimen de visitas del niño, que ahora tiene siete años. “Lo único que pido es que dejen que mi hijo decida por sí mismo si quiere verme, si me acepta. Y con el apoyo psicológico y el seguimiento que haga falta”, afirma Darriba. “Conmigo el crío está feliz. Con cuatro años empezó a hacerme preguntas, y yo le he ido explicando que ahora soy Laura, que puede llamarme papá… Soy su papá y lo seré siempre. Si no me aceptara o sufriera, yo esperaría. Pero hasta ahora no hemos tenido ningún problema”.

Darriba insiste en que nunca ha querido hacer daño a su exesposa. “Ella se llevó una sorpresa, no sabía lo que me pasaba y yo me equivoqué al pensar que casándome y formando una familia podría olvidarlo. Ella pensó que me echaría atrás, pero esto no funciona así. No es un capricho”.

Su exmujer asegura que lo ha pasado muy mal y que ahora solo le preocupa el bienestar del niño. “Yo me casé con un hombre, tuve un hijo y mi hijo tenía un padre. Era muy feliz. Hasta que un día me dijo: ‘Quiero ser una mujer’. El shock fue tremendo”.

Darriba lleva un año de tratamiento hormonal. Los psicólogos llaman a este periodo “el test de la vida real” (previo a la operación de cambio de sexo), que consiste en comunicar al entorno la nueva identidad y comportarse como una mujer. En su DNI todavía figura como Gerardo porque la ley de identidad de género (2007) permite cambiar el nombre antes de la operación, pero solo tras al menos dos años de tratamiento hormonal. “Esto me ha causado muchos problemas. Si encontrar trabajo es difícil para cualquiera, para las transexuales más. Yo lo tengo especialmente complicado porque me dedicaba a la construcción, un trabajo muy físico, y el tratamiento hormonal debilita mucho”.

La batalla de Alexia

Existen muy pocos casos en España de padres transexuales, pero uno de ellos llegó a Estrasburgo. Alexia Pardo batalló en todas las instancias desde que un juzgado de Lugo estableció, en 2004, que solo podía ver a su hijo en un punto de encuentro, controlado por psicólogos y ante la madre del niño. “¡Vigilada, como si fuera una delincuente, uno de esos padres sospechosos de abusos!”, recuerda 10 años después, aún indignada. “Me arruiné. Cada informe psicológico que aportaba eran 1.500 euros”. Y eso que el abogado que la asistió en el Constitucional y en Estrasburgo, Manuel Ródenas, no le cobró.

Alexia, entonces Alex, se casó en 1997 con Patricia Q. F. En septiembre nació su hijo y en 2001 se separaron. Tres años después, su exmujer solicitó la suspensión de las visitas alegando que el padre de su hijo no se interesaba por él y se estaba sometiendo a un tratamiento para cambio de sexo y que se vestía de mujer. La juez preguntó al niño y este contestó que le gustaba estar con su padre, aunque prefería que no se maquillase, según recoge la sentencia. El informe pericial elaborado por una psicóloga aseguró que, debido a la “inestabilidad emocional” de Alexia, un régimen normal de visitas podría ser “un riesgo” para el niño y recomendó la vigilancia en el punto de encuentro. La decisión no obedecía “a la transexualidad en sí misma”, aseguraba. Una coletilla que se repitió en sentencias posteriores. El juzgado de primera instancia de Lugo impuso el régimen de visitas que recomendaba la psicóloga, pero negó, como decía la madre, que Alexia hubiera desatendido al pequeño.

Alexia recurrió alegando “vulneración del principio de prohibición de discriminación por razón de sexo”.El psicólogo que la atendía desde 2004 declaró que era “emocionalmente estable”, pero la Audiencia Provincial de Lugo desestimó el recurso en mayo de 2005 por entender que un sistema normal de visitas “supondría un riesgo para la salud normal del menor”, quien, “progresivamente”, pronosticaba el tribunal, “se habituará  a la decisión del cambio de sexo adoptada por su progenitor”.

Los informes de las psicólogas que vigilaban las visitas en el punto de encuentro eran buenos y se fue ampliando el tiempo que Alexia pasaba con su hijo. “La madre solo fue un día porque las psicólogas se dieron cuenta de que el hecho de que estuviera presente no era bueno, aumentaba la tensión”, explica esta transexual gallega. En 2006, Alexia empezó a ver a su hijo sin vigilancia, incumpliendo la sentencia. Pero aún así llevó su caso al Tribunal Constitucional. “Quería que la justicia reconociera que era una discriminación. Recurrí por las transexuales que vinieran detrás de mí”, explica. En 2008, el alto tribunal admitió su recurso de amparo. El fiscal la apoyó por entender que no había “justificación objetiva” para restringir las visitas y que, pese a negarlo, las instancias anteriores habían decidido hacerlo debido a la orientación sexual del padre, por lo que consideraba “infringida la prohibición constitucional de no discriminación”.

El Constitucional, no obstante, falló en contra, argumentando que “cuando lo que está en juego es la integridad psíquica del menor” no es necesario “que se acredite” ese daño psicológico al niño “para poder limitar los derechos del progenitor”, sino que basta la posibilidad de que pueda producirse. Es decir, que exista “un riesgo consistente en la alteración efectiva de la personalidad del hijo menor merced a un comportamiento socialmente indebido de su progenitor, bien sea por la negatividad de los valores sociales o afectivos que este le transmite durante el tiempo que se comunican, bien por sufrir el menor de manera directa los efectos de actos violentos, inhumanos o degradantes a su dignidad ocasionados por el padre o la madre”.

Alexia recurrió entonces al Tribunal de Estrasburgo, que en noviembre de 2010 avaló la decisión del Constitucional ante el “riesgo para el bienestar psicológico del niño y el desarrollo de su personalidad”.

“Afortunadamente, hoy tengo una relación maravillosa con mi hijo”, asegura Alexia. “Él me ha aceptado siempre y cuando cumplió 12 años pidió normalizar la situación. Presenté una nueva demanda y en 2013 su madre y yo por fin llegamos a un acuerdo”. Para entonces, D. P. Q. había cumplido los 16. Cuando sus padres se separaron tenía cuatro años.

ANDALUCES.ES:Besos y banderas contra la homofobia

http://www.andalucesdiario.es/ciudadanxs/besos-y-banderas-contra-la-homofobia/

La céntrica plaza del Ayuntamiento de Castilleja de la Cuesta en Sevilla tenía ayer la bandera del orgullo como insignia. A pesar de que ya caía la noche, 200 personas entre vecinos, amigos y asociaciones quisieron condenar la agresión de Ricardo (nombre supuesto), el joven que fue atacado el pasado 28 de octubre por su condición de homosexual. La besada que ayer se produjo en medio de una manifestación  que, además de repulsa, evocaba muchas otras banderas, entre ellas la de la tolerancia, la igualdad, la libertad o el respeto a la opción sexual de cada persona.

Daniel Simonette, miembro del Área de Libertad de Expresión Afectivo-Sexual (ALEAS) de Izquierda Unida Andalucía, fue uno de los primeros en conocer la noticia de la agresión de Ricardo. “Este chaval ha sido muy valiente realizando esta denuncia”, aclara. En otras dos ocasiones, Simonette ha propuesto la petición de hacer una denuncia a sendas víctimas y en los dos casos se negaron a ello por miedo. “Por estos motivos hay que venir hoy hasta esta plaza para demostrar que no están solos y que pueden contar con muchos medios para denunciar esta situación”.

Desde Aleas están llevando a cabo una campaña de sensibilización contra la homofobia, que llaman “invisible”, pero que es latente y afecta al perfil del joven que se encuentra actualmente estudiando en los centros de Secundaria de la provincia, donde el ambiente favorece muchas veces a este tipo de conductas. “Lo único que puede ayudarnos a ganar esta batalla contra las libertades es la educación, y eso no se enseña en la calle sino desde las propias aulas, educando a los jóvenes y a profesores en valores de respeto y solidaridad”.

EL FANTASMA DE LA CULPA

Antonio Hernández tiene ahora 30 años, pero recuerda con nitidez aquella época oscura de acoso y rechazo que sufrió durante toda su infancia y su primera juventud en su colegio de Castilleja. “El sentimiento de culpa que yo tenía con mi familia no me lo quita nadie”. Recuerda cómo en el recreo le gustaba jugar con las niñas y cómo ese detalle ya era motivo suficiente para recibir un puñetazo y llegar con heridas a casa. A medida que fue creciendo y ya en tercero de la ESO, Hernández recibió una fuerte paliza por parte de tres compañeros provocándole una fractura en el brazo. “El centro no habló nunca de discriminación. Solo los echó tres días del instituto como una pelea más”. Su infierno no terminó hasta que se fue trasladado de centro al pueblo vecino de Gines, donde pudo llevar su vida con normalidad y terminar sus estudios.

El alcalde de Castilleja de la Cuesta, Manuel Benítez, del Partido Socialista, trasladaba a andalucesdiario.es su más absoluta repulsa ante lo ocurrido: “Somos un pueblo tolerante a favor de las libertades y rechazamos todas estas conductas que han llevado a Raúl a esta situación de discriminación”.

CONTRA LA GENTUZA

La asociación Unidad contra el Fascismo y el Rascismo de Andalucía había sido la encargada de convocar el acto para condenar la agresión psíquica y física sufrida por el vecino de Castilleja. Alejandro García, uno de sus miembros, señalaba que “la denuncia ya ha sido tramitada por la Comandancia de Gines y solo esperan que los agresores comparezcan ante la justicia”, destacaba Alejandro. “Este camino hacia la igualdad real se irá poco a poco construyendo, aunque aún quedan muchas trabas y nosotros seguiremos en la batalla contra la gentuza que destroza estos derechos”.

En el acto, Ricardo se encontró arropado por sus familiares y amigos que le ayudaron a soportar el mal trago que le ha tocado vivir. Fuentes cercanas al agredido aseguran que no ha querido realizar declaraciones para no perjudicar la denuncia, a pesar de que ya ha presentado el parte de lesiones y la descripción de los sospechosos. Sus conocidos aclaran que tiene muchas fuerzas para luchar por sus derechos y por una nueva vida, aunque esté tomando algunos medicamentos para controlar el estado de ansiedad que le ha provocado  la agresión y su posterior repercusión mediática

 

EL PAIS:¿Qué introdujo occidente en África: la homosexualidad o la homofobia?

Las relaciones gais son tradicionales e indígenas dentro del continente, al contrario de lo que afirman los dirigentes que aprueban leyes contra la población LGTBI

El 24 de febrero del 2014 el presidente ugandés, Yoweri Museveni, ratificó una Ley en contra de la Homosexualidad* que criminaliza las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. Esta ley legitima, institucionaliza e incrementa la profunda discriminación que las personas LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales) ya sufrían en Uganda. El gobierno de ese país utiliza el argumento de que la homosexualidad es una práctica que va “en contra de las normas y tradiciones africanas”. Sin embargo, no existen evidencias antropológicas ni históricas que sustenten tal discurso.

En la actual Uganda, predomina una actitud profundamente homofóbica en la sociedad en general y en las instituciones en particular. Este hecho contrasta con la época precolonial, cuando los comportamientos homosexuales y la pluralidad de sexualidades e identidades de género existían y estaban integrados en la sociedad y en la cultura ugandesa.

Los investigadores Stephen O. Murray y Will Roscoe, en su ya consagrado Boy Wives and Female Husbands: Studies of African Homosexualities, expusieron una valiosa recopilación de las prácticas homosexuales que se daban en la época precolonial de los diferentes países africanos. En el caso concreto de Uganda, era reconocida y practicada entre los langi, pobladores del norte del país, donde ciertos hombres eran tratados como mujeres y podían incluso casarse con otros varones (Driberg, 1923). Entre los iteso (Mushanga, 1973); los banyoro (Needham, 1973) o los buganda (Southwold, 1973). Murray y Roscoe relatan los ejemplos de matrimonios entre mujeres en los bantu, los nandi y los kikuyu. En estos casos, una mujer pagaba la dote para adquirir los mismos derechos que un hombre sobre otra mujer.

El origen del discurso y el contexto histórico-político-social que explican la elaboración de esta ley nos remontan al período de colonización británico, cuando en 1894, Reino Unido estableció un protectorado en el territorio que hoy ocupa Uganda. El mito de que la homosexualidad no es africana, sino que ha sido importada desde occidente tiene sus inicios precisamente en esta época. La sección 140 del Código Penal ugandés, que criminaliza el “conocimiento carnal entre personas en contra del orden de la naturaleza”, es una herencia de la época colonial británica, que tenía el objetivo de castigar las diversas prácticas locales que los poderes coloniales consideraban “sexo en contra del orden de la naturaleza”.

La académica ugandesa Sylvia Tamale analiza, en su texto Exploring the contours of African sexualities: Religion, law and power, cómo a través de la comprensión de la forma en que la homofobia ha ido operando en diferentes momentos de la historia de Uganda, se puede llegar a entender y desvelar los mecanismos que el sistema patriarcal-capitalista occidental utiliza para el control de las sexualidades. La colonización británica, el compendio de leyes y normas sociales, culturales y religiosas impuestas por la metrópoli en Uganda, desempeñaron un papel muy importante en la organización de los aspectos morales, sociales y económicos que configuran la sexualidad en el país.

Los británicos implantaron un patriarcado de corte capitalista en Uganda y un cristianismo de tintes homófobos acorde con la mentalidad victoriana de la sociedad inglesa de la época. Por lo tanto, la homosexualidad es tradicional e indígena dentro del continente. No hay evidencia de que la fuera introducida entonces por occidente en África. Más bien lo que se impuso fue la intolerancia hacia ella: la homofobia. Así como sistemas de vigilancia y regulación para acabar con dichas relaciones. Solamente cuando los nativos empezaron a olvidar que la homosexualidad formaba parte intrínseca de su cultura, esta comenzó a estar estigmatizada.

Estudiando el caso de Uganda tras la colonización también se ve cómo el patriarcado utiliza la sexualidad como herramienta de creación y de mantenimiento de las relaciones desiguales y jerárquicas entre los sexos. Lo hace a través del oscurantismo y de la atribución de tabús alrededor de la misma. Las normas socioculturales y las creencias religiosas (pruebas de virginidad, la mutilación genital femenina, castidad femenina, ocultación de la sexualidad, tabús de la poliandria…) constituyen una pantalla tras la que se esconde una firme represión hacia las mujeres.

Otra forma de control de las sexualidades es la utilización de la ley para prohibir, excluir socialmente y reprimir a las personas LGBTI. A través del control de las actividades y de la silenciación de las voces de aquellos individuos y grupos, el estado patriarcal les hace extremadamente difícil organizarse para luchar por sus derechos humanos. Por lo tanto, como paso previo, son necesarios el análisis, descubrimiento y comprensión de los mecanismos ocultos que operan bajo las instituciones de corte patriarcal-capitalista.

Con este fin se deben construir unas bases que generen conciencia y que empoderen a las personas para promover un movimiento feminista fuerte a favor de las libertades y derechos de las personas LGBTI y de las mujeres, y que opere a todos los niveles: regional, nacional y transnacional. Como afirma Gayle Rubin en su famoso artículo El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo” (1996), una revolución feminista no tiene que aspirar a liberar solamente a las mujeres, sino a todas las “formas de expresión sexual y a la misma personalidad humana del chaleco de fuerza del género (…), tiene que soñar con la eliminación de las sexualidades y los papeles sexuales obligatorios. El sueño que me parece más atractivo es el de una sociedad andrógina y sin género (aunque no sin sexo), en que la anatomía sexual no tenga ninguna importancia para lo que uno es, lo que hace y con quién hace el amor”.

(*) El 1 de agosto de 2014 fue revocada la Ley contra la Homosexualidad en Uganda desde que entró en vigor a finales del pasado mes de febrero. El Tribunal Constitucional de Uganda confirmó que la Ley es “nula y sin efecto” porque no había un número suficiente de representantes en la sala para la votación cuando fue aprobada por el Parlamento en diciembre de 2013. Aunque es un paso adelante importante para frenar la discriminación en contra de las personas LGBTI patrocinada por el Estado ugandés, recordemos que desde que se ratificó la ley en febrero, han aumentado las detenciones arbitrarias, los abusos policiales y la extorsión contra personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales. Muchas de estas personas han perdido su empleo, su hogar e incluso se han visto obligadas a huir del país. Además, sección 145 del Código Penal de Uganda, quecontinúa en vigor, sigue penalizando “el conocimiento carnal de cualquier persona contra natura”.

Oñez Ayuso Llorente es periodista, experta en temas africanos y de género. Máster de Estudios Interdisciplinares de Género en la UAM.

HOMOSEXUALIDAD EN LA COMUNIDAD CALÉ: Ser lesbiana también es de gitanas

Artículo publicado en Gonzoo

Para muchas gitanas ser lesbiana es de payas. En las mujeres reside la honra de la familia: casarse, tener hijos y cuidar de ellos. Sin embargo, que en esta comunidad también hay homosexuales es una realidad. Asociaciones como la de Gitanas Feministas por la Diversidad luchan por normalizar esta condición sexual dentro de una sociedad que poco a poco se desprende de los prejuicios

Raquel Saavedra es gitana y está casada con una paya, María José. Ambas viven en Mérida y tienen dos hijas adoptadas

Raquel Saavedra es gitana y está casada con una paya, María José. Ambas viven en Mérida y tienen dos hijas adoptadas. / Reportaje gráfico de Margarita Carrera

Por cada minuto que llegaba más tarde de las nueve de la noche, Teresa recibía un puñetazo de su padre. Con 29 años todavía tenía toque de queda. Lleva cinco años fuera de casa, pero los primeros meses tras su huida su cuerpo se fruncía cuando el minutero pasaba de las nueve. Cuando habla, parece que todo el dolor se le agrupa en un costado. Se inclina cuando se reprocha a sí misma no haberse ido antes, se arruga cuando recuerda cómo su padre le hacía la guerra cada día. También se ríe cuando habla de cómo liga con otras chicas. Teresa es gitana y lesbiana. Lo primero siempre ha sido una certeza y un motivo de orgullo para ella, lo segundo no. No hasta hace al menos unos años, cuando su memoria aún estaba llena de desgarros. Ahora, gracias a sus amigas y a ella misma es capaz incluso de subirse a una carroza del Orgullo en Madrid y gritar: “¡En mi jojoi [‘coño’ en caló] mando yo!”.

«Cuando era pequeña tenía pensamientos o sensaciones al estar con una amiga y pensaba que no era normal. Me resultaba extraño. En mi entorno veía a mis primas más mayores que se casaban o que les gustaban los niños, y yo me fijaba en las niñas», cuenta Teresa. A los 14 tuvo su primer novio, quería probarse a sí misma, quería ser ‘normal’. «Estaba pedida, iba a casarme con aquel chico, pero no le quería. Por mi madre aguanté un tiempo con él, ella me decía: “Ya le conoces, es de buena familia, tiene cierta posición…”. Lo dejé y me di cuenta de que era lesbiana». Reconocérselo a sí misma no alivió la situación. «Recuerdo cuando ya se murmuraba que podía ser homosexual y fui a buscar a una amiga para ir al culto. Salió su padre y me dijo que me fuera, que su hija no iba a ir más conmigo».

En su barrio, Orcasitas (Madrid), corrían rumores de que Teresa estaba con otra chica, también gitana. Velaron su relación, pero los comentarios y la actitud de algunos vecinos —«nos llegaron a escupir por la calle»— las asfixiaban.

Mujer, gitana, lesbiana. Minoría absoluta.

Su padre quiso entonces poner tierra de por medio y obligó a su familia a mudarse a otra ciudad. Se marcharon y los comienzos, con un final así de sísmico, fueron complicados. «No quería salir de casa. Era una chavala joven, tendría 20 años, pero estaba enfadada con el mundo, con mi padre y conmigo misma por no tomar las riendas de mi vida». A los pocos meses conoció al que sería su prometido. Sí, su prometido. «Al principio no quería nada con él, le consideraba un amigo. Pero quedábamos mucho, a escondidas de mi padre, claro. Porque en los gitanos, que salgas de calle con un chico que no es tu novio se ve mal. Me fue gustando poco a poco y ahí es cuando acabé de volverme loca. Me cortejaba como yo lo había hecho antes con otras chicas y pensaba: ¿soy bisexual?».

Un día, en la playa, le pidió matrimonio. Él tenía cáncer de médula, pero en teoría ya lo había superado. A los pocos días de prometerse, el padre de Teresa decidió que volvían a Madrid. «Me dijo que se vendría conmigo cuando todo estuviera más calmado, hablábamos todos los días, hasta que se debilitó y lo ingresaron en el hospital. Llamé a su madre y me dijo que no siguió con la quimioterapia como debería haber hecho. Quería que le viera con pelo. Murió y yo ni siquiera pude ir al entierro porque en mi casa era un tema tabú».

Para Teresa es importante contar todo esto por un motivo: «Mi padre nunca estuvo ahí para mí porque yo era diferente, me maltrataba porque sabía cuál era mi condición sexual. Me había enamorado de un hombre, sí, pero yo era lesbiana». La situación en casa empeoró a partir de entonces. «Dormía con tres cerrojos en mi habitación porque si mi padre tenía que tirarme un plato a la cabeza, me lo tiraba».

Gitanas Feministas por la Diversidad

El antropólogo David Berná, que ha estudiado la homosexualidad en esta comunidad, afirma que ser gay es más complicado para una gitana que para un gitano: «Las normas de género en esta comunidad son muy rígidas. Como ocurre con cualquier minoría, fortalecen su cultura para que no les cambien la identidad. Hay mucho miedo a cambiar sus valores por si eso significa dejar de ser gitanos. El control sobre la mujer es mucho mayor: en ellas reside la honra de la familia». Ser madres, ser esposas. «Por ello, consideran que ser lesbianas es de payas, no de gitanas», añade Berná.

Precisamente lo que reivindica la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad es que «no por ser lesbiana, gay, transexual (o lo que sea) vas a ser menos gitano o gitana». La presidenta, María José Jiménez, considera que la intolerancia o el machismo no son características intrínsecas a su cultura. «Hemos sido un pueblo muy machacado. Sin formación ni herramientas. Han sido las circunstancias las que nos han abocado a ser así. Un ejemplo: si no tienes agua caliente, no vas a poder ir limpio. No es que ir sucio forme parte de tu cultura». A pesar de ello, Jiménez reconoce que los clichés femeninos del pasado —estar en casa, cuidar de los hijos, obedecer al marido— se han cronificado y por eso muchas mujeres repiten los patrones de sus madres y abuelas.

Para los gitanos el entorno es hostil, como explica David Berná: «Muchos solo han tenido un único espacio vital relacional, y si salen de él siguen viendo racismo». Lo que conocen se convierte en un lugar seguro donde no son “el otro”: sus costumbres, sus tradiciones, sus reglas. Blindarse con una armadura cultural para sobrevivir. Por ello, la herramienta principal de muchas gitanas lesbianas para contactar con el exterior sin sentirse desterradas es internet. «A través de la red pueden experimentar con otras mujeres, conocen, además, el mundo asociativo, ven que hay más personas que piensan y sienten como ellas. Y eso les da autonomía», asegura el antropólogo.

El mundo lésbico y los chats

Mara es de un pueblo de Albacete y reconoce que internet ha sido el mejor medio para conocer chicas. Ahora es mediadora social, aunque abandonó el instituto a los 16 años: «Un profesor me dijo que qué más daba si tenía los deberes hechos o no si al final iba a acabar en el mercado». Igual que Teresa, Mara también se dio cuenta de su orientación con apenas 8 años: «Mientras las niñas de mi clase de fijaban en el profesor, yo me fijaba en la profesora». «He estado con chicos para experimentar, intentaba que me gustase porque se suponía que a mí, evangelista y que siempre iba al culto, educada desde pequeña en la sacralización de la virginidad, era lo que tenía que gustarme. Pero era como besar una almohada», cuenta.

Esta gitana aboga por el aperturismo sexual para comenzar a cambiar las cosas. «Parece que el coño de la mujer sea parte de la cultura gitana y que si se acaba con la idea de que ellas deben llegar vírgenes al matrimonio, se acaba con la cultura gitana. Quiero que todas decidan acostarse con quienes quieran, hay muchas chicas gitanas que no saben ni qué es un orgasmo». Ahora, con 32 años, propugna esta idea sin titubear, pero hasta los 19 no se atrevió a estar con una chica. «A esa edad pensé: tengo que besar a una tía ya, a ver si me gusta».

Comenzó adentrándose en el mundo lésbico a través de chats, hasta que llegó al de Chueca. Conoció a gente del mundo asociativo de Madrid, por lo que aprovechaba sus visitas a la capital no solo para acudir a charlas y conferencias, también para conocer a chicas. «Una amiga me llevó a Chueca por primera vez y me ‘entró’ una colombiana de 1,80 y me asusté. Que yo soy de un sitio muy pequeño, al principio no era fácil para mí».

Aunque ha asimilado totalmente su sexualidad, la única persona de su familia a la que le ha dicho que es homosexual es a su hermana pequeña, de 17 años. «Me dice que haga lo que quiera, aunque luego me dice que no quiere ser como yo. Que ella quiere un marido e hijos, y yo le digo que ni se le ocurra casarse tan joven. También me pincha con que si las mujeres queremos más libertad, la solución es una cocina más grande. No sé si he hecho algo mal, si lo dice de verdad o no, si es para hacerme daño porque no acepta que sea lesbiana…». Mara intuye que sus padres lo saben, pero no considera necesario confirmarles la sospecha: «No me hace falta decírselo a nadie. Yo sé cómo soy, y pienso que si Dios es bueno, qué más da a quién quieras y quién te quiera».

El matrimonio de una gitana y una paya

Gitana, casada con una paya y madre de dos niñas. La historia de Raquel Saavedra parece, a priori, la más complicada. Sin embargo, nunca ha tenido problemas con su condición sexual. Diplomada en Trabajo Social y con un padre formado en idiomas y hostelería, Raquel, de 39 años, reconoce que su familia no entra «dentro de los clichés que se suelen asociar a los gitanos». Sentada en el sofá de su casa en Mérida, donde vive junto a María José y a sus dos hijas adoptadas, María José y Alba, cuenta que su esposa es la primera (y única) mujer con la que ha estado.

Raquel y María José en el salón de su casa, en Mérida.

Raquel y María José en el salón de su casa, en Mérida.

Tras estudiar la carrera en Sevilla, donde se crió, se fue a Mérida con una beca de investigación de Cruz Roja. Poco después pasó a ser orientadora laboral en barriadas gitanas para la Fundación Secretariado Gitano. Hace 18 años conoció a María José, trabajadora de acogimiento familiar. Por aquel entonces, Raquel estaba prometida con un hombre. «Yo siempre supe que me podían atraer tanto chicos como chicas, pero nunca ha sido una lucha interna para mí. La vi y me enamoré», recuerda. Los familiares de ambas saben que están juntas, aunque el único al que le ha costado aceptarlo es al padre de Raquel. «Pero no por ser gitano, más bien por ser testigo de Jehová. Para él esta era una casa de pecado», explica.

El suyo no es un caso representativo de las gitanas lesbianas, como ella misma reconoce: «Para mí no lo ha sido, pero ser gitana y homosexual es muy difícil. A mí, por el reconocimiento profesional y el respeto que me tienen en la comunidad, porque he trabajado con ellos y les he ayudado, no me van a cuestionar. Pero en términos generales es muy complicado. Es una sociedad todavía muy machista, donde la mujer tiene un destino muy claro: “viene aquí a darme familia”. Si eres lesbiana piensan que ya no vas a tener niños, que no vas a ser madre, que no vas a tener un varón al que someterte. Puede que de mí lo piensen, pero no me lo dicen». Incluso en instituciones como el Secretariado Gitano es un tema tabú. «Se habla de mujer, de juventud, de promoción de la comunidad, de educación, de inclusión… ¿y en todo eso no entra la diversidad sexual? Piensan que es mejor dejarlo pasar, si no, perderían sinergias con ‘hombres de respeto’, con patronos…», apunta Raquel.

La solución al problema, según ella, pasa por la formación general y por aumentar la autoestima como pueblo: «Educar a la gente en la tolerancia es básico. Y valorarnos más: nosotros aportamos cosas a la sociedad, no solo vandalismo, robos y drogas. Por ejemplo, el respeto a los mayores, la palabra dada [cumplir lo que dices], el amor por la familia o los ‘hombres de respeto’, que no patriarcas. Porque de hecho, la madre es la que lo lleva todo. Es una estructura más matriarcal que patriarcal». Considera que su pueblo debería ser más abierto y aceptar la evolución natural de la sociedad, aunque el único remedio que ve a corto plazo es trabajar de manera gradual: «Bocadito a bocadito, familia a familia».

Una de las últimas conversaciones que Teresa mantuvo con su padre prueba la teoría de Raquel sobre el cambio desde dentro. Tras irse de casa sin nada, ni siquiera formación —tuvo que dejar el colegio cuando era pequeña para cuidar de sus hermanos—, pasó los primeros meses en casa de una amiga. Con las emociones trituradas, poco a poco todo se fue recomponiendo. Estuvo tres años sin hablar con su padre, hasta que una Nochebuena, en la que se suponía que él no iba a estar, apareció. «Con el día a día le fui viendo más. Pero no tengo una relación buena con él. Ha cambiado, sí, porque no le ha quedado otra. Ya no estoy a su alcance. Lo que para él era feo y deshonroso ya no lo ve, no lo escucha».

En julio, la madre de Teresa se enteró de que iba a participar en el Orgullo Gay de Madrid. «Me dijo que no fuese, que eso salía en la tele, que si mi padre lo veía… Oí que él se le acercaba y le decía a mi madre que le pasase el teléfono. Se puso y me preguntó: “¿Por qué lloras? ¿Te vas al Orgullo?Pues vete, hija, que yo no voy porque a mí no me gusta eso, si no, me iría contigo. ¿Sabes el dolor que me llevo yo? Que lo he intentado contigo por las buenas, por las malas, te he pegado, te has ido de mi casa, te he maltratado, y al final para qué, para nada. Lo único que he hecho es perderte”».

Teresa, al igual que Mara, ha preferido dar un nombre falso y no ser fotografiada. Este es el cajón con el que hace percusión (también es cantaora), que lleva impresa la bandera gitana.

Teresa, al igual que Mara, ha preferido dar un nombre falso y no ser fotografiada. Este es el cajón con el que hace percusión (también es cantaora), que lleva impresa la bandera gitana.

 

EL PAIS:La niña que tenía mala letra

Un documental repasa la vida de Carla Antonelli, una transexual que ha roto barreras y techos de cristal llegando a ocupar un cargo de diputada autonómica

carla antonelli

La diputada y activista transexual Carla Antonelli junto al periodista Fernando Olmeda, que ha rodado un documental sobre su vida. / santi burgos

En una de las primeras escenas del documental El viaje de Carla,la diputada autonómica por el PSOE en Madrid Carla Delgado —conocida como artista y activista como Carla Antonelli— visita a su maestro en Güímar, el pueblo de Tenerife en el que nació hace 55 años. Después de saludarse, el profesor, Félix José Castro, lo primero que le pregunta es: “¿Sigues teniendo tan mala letra?”. Desde el sillón de su casa donde está ofreciendo este pase privado de la película, Antonelli contesta: “No, ahora la tengo mucho peor”. Con un mínimo retraso, su imagen en la televisión dice la misma frase.

Esa vuelta a su pueblo fue el origen del documental que el periodista Fernando Olmeda ha rodado sobre Antonelli, y que se pudo ver ayer en la Complutense de Madrid y esta noche, a las 22.30, en El Matadero, dentro del festival Lesgaicinemad. El rodaje empezó hace cuatro años, cuando a Antonelli le dieron el Premio Cardón, el galardón que concede el Ayuntamiento de Güímar a sus vecinos más destacados. “Llevaba 32 años sin ir oficialmente. Había hecho visitas clandestinas, casi de noche, a ver a mi madre, pero no así, a la luz del día y con todos los honores”. Aquel reconocimiento se repitió cuatro años después, cuando fue nombrada pregonera de las fiestas de su localidad.

“Ha sido un exorcismo de mis demonios, me había creado mis propios prejuicios. Y también es un ejercicio de resiliencia, esa capacidad para sacar algo bueno de todo lo malo”, dice Antonelli —después de tantos años cuesta llamarla Delgado—. Pero no todo ha sido tan fácil. No hay testimonios críticos en el documental, pero la ausencia de su madre —ya mayor— y sus hermanos —“con alguno ni me hablo”, admite ella— son suplidos por las declaraciones de la hija de su hermana y una foto de Antonelli con todos los sobrinos. Olmeda disculpa estas ausencias. “No iban a aportar mucho, y nos interesaba mucho más la visión de la gente joven”, dice.

Quienes sí figuran son sus compañeros de clase. Dos fotos antiguas —una de Antonelli de niño, otra de los cinco amigos de la pandilla— sirven para que uno de sus vecinos reflexione sobre cómo, con el tiempo, ella “se fue alejando”. “A los 15 años aquello se me quedaba pequeño. No sabía qué era, si era gay o qué”, recuerda Antonelli. Por fin, el 17 de enero de 1977, con 17 años, tomó el barco hasta Las Palmas. “Creí que era un viaje sin retorno. Acabé en una esquina del Parque de Santa Catalina, pasé mucha hambre”, afirma. No se fue del todo. Sus amigos cuentan cómo en el pueblo iban siguiendo sus pasos y se enviaban ocultas en bolsas de pan las revistas —Interviú, Lib— en las que salía. “En la Transición desnudarse fue parte de la libertad”, dice. No se arrepiente ni se avergüenza. “Todo el que ha querido ya me ha visto, y esto forma parte de mí. Es mi pasado, y, por tanto, mi presente”. Defiende así aquellos topless.

La historia se acelera. El cabaré —desde el Gracias por venir de Lina Morgan a una imitación de Charlot— se mezcla con la militancia. Los testimonios de los líderes del movimiento LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) de los últimos 20 años acreditan su papel. “Nunca dejaré atrás esa T”, dice en el documental cuando ya es diputada.

Solo hay una recreación en toda la película. La del hombre que hace una jaula para un jilguero. “En el pueblo, cuando un chico salía raro, rebelde, se decía que había salido pájaro”. Antonelli tardó 32 años en volver a la jaula de su pueblo. Pero ya no es una prisión para ella. Es la última barrera que ha roto. Por ahora.

EL MUNDO: Un ‘skin’ acepta dos años de cárcel por golpear e insultar a pareja de gays

El juez le condena por un delito y una falta de lesiones con la agravante de discriminación por orientación sexual y le impone también una multa de 450 euros.

Un “skin” ha aceptado una condena de dos años de prisión por golpear y dirigir insultos homófobos a una pareja de gays que le recriminó su actitud incívica en una calle de Castelldefels (Barcelona).

En la sentencia, en la que el acusado acepta la rebaja de pena planteada por la Fiscalía a cambio de reconocer los hechos, el juzgado de lo penal número 3 de Vilanova i la Geltrú (Barcelona) le condena por un delito y una falta de lesiones con la agravante de discriminación por orientación sexual y le impone también una multa de 450 euros.

El procesado se ha beneficiado de una rebaja de la condena inicialmente planteada por el fiscal gracias a la aplicación de la atenuante de reparación del daño, ya que indemnizó con 1.370 euros a las víctimas, y de dilaciones indebidas, dados los retrasos que la causa sufrió hasta llegar a juicio.

Según la sentencia, que es firme, el acusado se encontraba la noche del 9 de abril de 2010 en la avenida Diagonal de Castelldefels saltando encima de los coches aparcados, junto a otros dos jóvenes con estética “skin” y que no han podido ser identificados.

Una pareja de gays y una amiga que les acompañaba recriminaron a los “skins” su actitud, ante lo que el acusado y sus acompañantes les contestaron con expresiones insultantes, que aludían a su homosexualidad, “con ánimo de ocasionar un mal y menospreciar su dignidad, con motivo de su orientación sexual”, según la sentencia.

Los “skins” agredieron a las víctimas y golpearon a uno de ellos en la cabeza con un monopatín, con lo que le provocaron un traumatismo craneoencefálico que requirió varios puntos de sutura, mientras a su compañero le causaron contusiones varias de menor gravedad.

La pareja fue golpeada mientras los “skins” seguían gritándoles insultos y conminándoles a que se fueran, hasta que ambos abandonaron el lugar a la carrera.

Además de la pena de cárcel, la sentencia prohíbe al acusado acercarse a menos de mil metros del domicilio o lugar de trabajo de su víctima y a comunicarse con él por cualquier medio durante un período de tres años.

SEISIDA organiza en Donostia el congreso Nacional sobre el Sida e ITS de 2015, del 6 al 8 de mayo

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El XVII Congreso Nacional sobre el Sida e ITS, que organiza SEISIDA, se celebrará del 6 al 8 de mayo de 2015 en San Sebastián. La sede será el Centro de Congresos Kursaal de la capital donostiarra. El lema del congreso de este año es “Reduciendo la vulnerabilidad en poblaciones clave”, un lema que va en la línea del de la 20ª Conferencia Internacional del Sida de Melbourbe, en la que se llamó la atención sobre las poblaciones más vulnerables.

Este año además, y siguiendo la estela marcada por el XVI Congreso sobre el SIDA-AIDS Impact de Barcelona de 2013, el congreso incluye en las infecciones de transmisión sexual en su programa, reconociendo así la importancia que la ITS tienen en la la infección por VIH y con el objetivo de hacer una llamada de atención al incremento que están experimentando las ITS en nuestro país en los últimos años.

El plazo para el envío de comunicaciones ya está abierto y se podrán enviar los trabajos hasta el domingo 25 de enero de 2015. Como en otras ocasiones habrá becas, de inscricpión, viaje o alojamiento, para asistir al congreso. La información sobre los requisitos, pero también sobre el programa científico y toda la relacionada sobre el congreso estará disponible en www.congresonacionalsida.es

Becas para el curso de experto Profesional en Formación de Mediadores en la atención a personas con VIH

seisida2El Foro Español de Activistas en Tratamientos del VIH (FEAT) con el apoyo del programa Positive Action de ViiV HEALTHCARE ofrece 20 becas para cubrir los gastos de matriculación del Curso de Experto Profesional en Formación de Mediadores en la atención a personas con VIH de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en colaboración con, SEISIDA y CESIDA.

El curso está orientado a proporcionar un conocimiento amplio sobre aspectos bio-psico-sociales de la infección por VIH a todas aquellas personas que estén interesadas en ampliar conocimientos para el trabajo multidisciplinar en el apoyo y la educación para la salud a las personas con VIH desde distintos ámbitos: sanitario, social y comunitario, especialmente desde las asociaciones sin ánimo de lucro. Toda la información sobre el curso, duración, plazos de matrícula, requisitos para las becas, se puede consultar en la página web de SEISIDA (http://www.seisida.es).