Saña

Artículo publicado en Página/12 por Paula Jiménez

Asesinaron a una travesti. Asesinaron a Laura Moyano. Asesinaron a una activista, una amiga, una hermana, una chica de 35 años. ¿Hasta cuándo la sociedad desviará la vista cuando la víctima del crimen es una mujer trans? No se escuchan los reclamos masivos por justicia, no suenan jamás los nombres de los culpables del crimen, una red de encubrimiento y desidia favorece la naturalización del odio. El Ni una menos es definitivamente menos sin la letra T.

Desde las 11 de la mañana, la cortina metálica de la Casa de Córdoba, sobre Callao al 300, está a medio cerrar. No es por duelo, aunque bien podría serlo, ya que acaban de matar con horrorosa saña a una activista de Attta en la localidad de Villa Allende Parque, límite noroeste de la capital serrana. Pero no es duelo, repito, sino miedo. La gente de la Casa de Córdoba tiene miedo de estas diez personas –ni una más– que se manifiestan este lunes sin el acompañamiento de las agrupaciones de gays y lesbianas que sí han difundido la noticia y su repudio a través de comunicados, definitivamente sin el apoyo visible del resto de la comunidad lgbtiq, sin siquiera hacer sonar una cacerola. Son sólo ellxs, silenciosxs. Una pequeña porción de la población T exhibiendo modestas cartulinas rosadas que en marcador negro explican lo obvio: “Las chicas trans no somos peligrosas, estamos en peligro”. O piden justicia: “Basta de transfobia. Laura Moyano brutalmente asesinada”. Y cuando la cortina metálica de la Casa de Córdoba se baja totalmente porque la media asta como prevención no parece alcanzar, cuatro policías se suman a la exagerada defensa institucional y ponen en la vereda altas vallas de hierro que dejan a la decena de manifestantes en la calle, literalmente en la calle, paradas sobre una rampa metálica frente a la cámara solitaria que dejó C5N al otro lado de la avenida (sólo este canal de cable más la TV Pública y Suplemento Soy cubrimos esta mañana la protesta por este femicidio, de notable indiferencia mediática comparativamente con la difusión que se les da a otros crímenes). Mientras tanto, lxs peatones y automovilistas miran con más curiosidad el look de lxs manifestantes que lo que su cartelería denuncia. Qué dicen, para qué están ahí, importa menos que su apariencia. Quizás, para algunxs de las personas que pasan, todavía y sin mella en sus conciencias de la Ley de Identidad de Género, esos cuerpos no porten una identidad sino una contradicción perceptiva, la misma que según Marcela Romero, presidenta de Attta, pudo haber querido expresar aleccionadoramente el perverso asesino de Laura cuando le mutiló los genitales: “No sos lo que decís”. Para Gian Franco Rosales, coordinador del área de hombres trans de Attta, hoy también presente en la manifestación, esa mutilación sentenciaría algo así como que “ninguna mujer merece ser portadora de un pene”. Es casi lo mismo. Un estallido patriarcal, un choque entre la biología y la percepción de género que en el punto más alto del espiral de violencia activa el deseo de aniquilación.

El odio como motivo y también como coartada

“Crímenes de odio, conspiración de silencio –definió en 2001 Amnistía internacional–. Tortura y malos tratos basados en la identidad sexual.” Eso fue, exactamente, lo que sufrió Laura Moyano, de 35 años, cuando dos días atrás fue violada, visiblemente torturada (hecho que, según Clarín, ya ha sido descartado por la fiscal Liliana Copello, quien dirige la investigación) y abandonada en una obra en construcción de su ciudad hasta ser encontrada por unos perros fisgones. No solo fue mutilada, cuenta su amiga, la conmocionada activista Nadiha Molina: también tenía golpes en la cara tan brutales que la desfiguraron, un desgarro anal y un piedrazo en la frente. Soledad agrega que, cuando tuvo que reconocerla, vio que el tabique de su hermana estaba roto y su rostro arañado. El abogado Iñaki Regueiro, de la asociación Abosex (Abogadxs por los derechos sexuales) es taxativo en su explicación sobre la naturaleza de este asesinato: “Objetivamente, hay aquí crimen de odio: lo hay siempre que el victimario elige a la víctima por su condición específica. En este caso las circunstancias resultan muy claras y la terrible saña estuvo destinada a humillar a Laura en su condición de mujer trans. Cuando surgió la campaña de Ni una menos, muchas compañeras se unieron y hablaron de travesticidios. Este sería claramente uno de esos casos”.

Nadiha Molina, que es referente de Attta Córdoba, dijo a un noticiero de la TV Pública que cuando la policía fue a buscar al único sospechoso del crimen (un hombre que salió con Laura del boliche Santa Diabla), éste, evidentemente advertido, ya había tenido tiempo de irse de su casa. Según Gian Franco Rosales, “se sabe que los asesinos no son del pueblo. Incluso se supone que uno de ellos está vinculado a la policía. Este no es un caso aislado. En Córdoba hay varias compañeras amenazadas que no se animaron a hacer la denuncia”. A juzgar por los datos que da Marcela Romero, presidenta de Attta, esta provincia se viene transformado para la población T en una de las más riesgosas: “Nosotras tenemos un mapa de alerta trans donde figura Córdoba en los primeros lugares –dice–, como también Salta, San Luis, Formosa y Tucumán, donde todavía hay represión policial. En este momento Córdoba está haciendo un retroceso fenomenal: está queriendo volver a instalar los códigos contravencionales que hace tiempo hemos logrado erradicar y que son antidemocráticos. Hay operativos de la policía, propios de la dictadura militar”.

“Es una persecución constante. Hace poco hubo razzias en esa provincia en las que se llevaron a varias personas trans. Con respecto al crimen de Laura, no podemos asegurar que la culpable haya sido la policía –agrega Gian Franco–, pero sí les exigimos que investiguen y actúen. En esa provincia, hace poco, la compañera Gabriela Estrada fue atacada por varios hombres y recibió fuertes golpes en la cabeza. Todavía no se encuentra al agresor, el caso tiene riesgo de quedar encajonado. Creemos que la visibilidad ayudará y hará que la justicia se vea obligada a continuar con estas investigaciones.” Nadiha, mudada definitivamente a Buenos Aires, confiesa a Soy que tras reiteradas amenazas que crecieron con su visibilidad pública, tuvo miedo de seguir viviendo en Córdoba y decidió irse, para resguardarse y resguardar a quienes representa. Según ella, los femicidios de mujeres trans han sido tres a lo largo de este año, pero Marcela Romero dice que no, que ya son seis. Será que hay confusión estadística hasta para la misma comunidad, porque a muchos de estos ataques, y sobre todo si no llegan a ser mortales, se los mantiene velados o en secreto. “Siempre que una denuncia situaciones de presión, no termina de modo feliz. Estamos expuestas a la vulnerabilidad y en provincias conservadoras como Córdoba resalta la presión institucional (policial). El sistema no nos da respuestas concretas. El nuestro es el único grupo social en la Argentina que tiene un promedio de vida de 35, 40 años. Nosotras pedimos que se tomen estos casos y se los visibilice como lo que son, crímenes de odio”, dice Nadiha.

Una de nosotras

El pedido de justicia adquiere una forma concreta esta mañana, cuando, pese al vallado y a la cortina baja de la Casa de Córdoba, Molina y Romero logran entrar y entregar en mano una carta donde se formaliza el reclamo y se informa a la gobernación provincial que por la tarde habrá una concentración frente al Centro de Salud de Villa 9 de julio, en Villa Allende Parque. La convocatoria será mucho más exitosa que la de Buenos Aires y la vicepresidenta de la agrupación Devenir Diverse advertirá por eldoce.tv al Poder Judicial “que no pretenda encuadrar este caso como uno más de robo de la provincia”. En pocas horas, las calles de Villa 9 de julio se verán pobladas de gente. Serán alrededor de mil personas, entre vecinxs, amigxs y familiares, las que marcharán exigiendo esclarecimiento y acompañando en su dolor a Soledad, la hermana de Laura. El desmayo y la angustia no le impedirán a esta mujer desesperada cargarse al hombro la lucha. Es ella quien se ha comunicado con Attta Buenos Aires el domingo pasado para pedir ayuda. “Mi hermana era una muy buena persona, por eso todxs la querían y respetaban”, no se cansará de repetir a los medios zonales, como si se necesitara de esta aclaración. “El barrio donde la asesinaron es donde vivía, por eso tanto conmocionó –cuenta Nadiha Molina–. Así como fue ella, puede ser cualquiera de nosotras. Que no quede en el olvido pedimos, como quedan tantos otros casos de la ciudad de Córdoba. Exponerse allí en una comisaría a denunciar es exponerse a ser un blanco de violencia. Laura era parte principal del sustento de su familia. Como nos pasa a muchas de nosotras. Casi todas pertenecemos a una familia. Estamos consternadas y no podemos creer esta situación de violencia descomunal que vivió nuestra amiga, ella era una persona que no tenía grandes conflictos con nadie.”

Más allá de este caso puntual –del que se desconoce cuál será su desarrollo futuro aunque se lo pueda presentir–, un halo de sospechosa confusión ronda, en general, las muertes de las personas trans: el asesinato de Vanesa Ledesma ocurrido en el año 2001, por ejemplo, fue archivado por la Justicia como “muerte natural” pese a que la autopsia reveló signos de torturas en pies y manos.

La complicidad institucional

“Los fiscales y los jueces tienen mucha menos presión social e incentivo para investigar estas muertes –explica Iñaki Regueiro en conversación con SOY–. Obviamente hay organizaciones que se ocupan de estos casos, pero el sistema judicial ejerce mucha presión sobre el colectivo. Y la revictimación –cuando se escusa la responsabilidad sobre un crimen con argumentos como ‘se defendió porque el cliente no le quería pagar y por ende se lo buscó’–, la revictimación, decía, impacta en la falta de investigación y en el archivo de las causas. La presión mediática en materia penal es sumamente importante y en estos casos casi no la hay. Además hay redes de complicidad institucional (policial y judicial), que ha sido hasta ahora el problema principal.”

¿Desde cuándo se considera los travesticidios como femicidios?

–Hubo en el 2012 una ley que reformó el Código Penal por la cual la identidad de género fue incluida como agravante. La ley penal argentina incluye la identidad de género como uno de los casos de violencia de género. Hace poco se creó la Unidad de Registros en la Secretaria de Derechos humanos de la Nación, allí se van a registrar casos de lesbofobia, como el de la Pepa Gaitán, y también de transfobia. La ley que define el femicidio fue posterior a la de identidad de género (el concepto de identidad de género nació para el derecho a partir de esta ley, antes no existía). La Ley de Identidad de Género dio lugar a que el femicidio incluya a las chicas trans.

¿Cuál es la pena que se aplica para los responsables de estos crímenes?

–A los responsables de estos crímenes se les aplica la prisión perpetua.

¿Qué vacíos legales hay en relación con la ley antidiscriminatoria, de la cual las compañeras travestis y trans piden la reforma urgente que la misma CHA reclama desde el año 1988?

–No estaría mal que la ley antidiscriminatoria, que es de ese año, de 1988, incluyera a la identidad de género y a sus expresiones como figuras. Sí es incluida por la ley de femicidio, la 26.791, del año 2012. La primera, la antidiscriminatoria, al ser una ley vieja y establecer categorías, la deja afuera. Por supuesto que ningún juez va a considerar que una persona trans no está incluida porque en el texto de la ley no se la mencione, pero lo concreto es que no están. Falta también que los temas específicos de trans, lesbo y homofobia sean incluidos dentro de las políticas públicas que hay actualmente contra la violencia de género. Y por otra parte, falta que se conozcan cuáles son las características de las poblaciones Lgbtti y en base a eso se las incorpore en la aplicación de las políticas.

Mientras se espera la modificación de esta vieja ley, Attta, que conoce muy bien las necesidades de la comunidad que representa, junto con la mesa de diversidad de Río Cuarto acaba de presentar dos leyes en la provincia de Córdoba que de ser sancionadas cambiarían la situación de la comunidad T; se trata de la Ley de Prevención y Sanción de actos discriminatorios (que ya ha sido aprobada a nivel nacional) y la Ley Integral de Personas Trans. “Esta ley habla de la igualdad de oportunidades, laborales, de salud, del acceso a todos los servicios, de las garantías del cambio registral –explica Gian Franco Rosales– y de varias situaciones más que resolverían un montón de cuestiones previas, porque las personas trans no somos asesinadas y violentadas solamente sino discriminadas en todos los demás aspectos. Estamos seguros que con estas leyes muchos casos no llegarían hasta la violencia y el asesinato.”

Llegado el mediodía, lxs manifestantes de Attta comienzan a retirarse del brevísimo espacio que les quedó libre para visibilizar su protesta, entre la custodia de los policías, las vallas de hierro y el tránsito imparable de Callao. En tan sólo un rato la Casa de Córdoba podrá volver a levantar su pesada cortina y hacer como si nada hubiera pasado hoy. Ni ayer. Ni tampoco el sábado pasado.

 

10 iconos transexuales de la moda

Caitlyn Jenner ha situado en el mapa a la comunidad transexual. Además de la estrella del ‘reality’ ‘Keepin’ up with the Kardashians’, otras muchas actrices y modelos han luchado por normalizar la situación de este colectivo.

Caitlyn Jenner

Caitlyn Jenner

Su confesión ante Diane Sawyer fue trascendental. Bruce Jenner puso las cartas sobre la mesa en aquella entrevista y el mundo le miró de forma diferente: Jenner se sentía mujer y quería ser identificada como tal. Después vino la atención mediática que desempolvó ante la sociedad a una desatendida comunidad transexual.

Ahora Bruce es Caitlyn. Pero la ‘celebrity’ no fue solo una portada de revista, sino que se ha erigido como la cara pública de un colectivo del que no se sabía lo suficiente. La estrella televisiva puso en el centro del huracán a la comunidad ‘queer’ y abrió el debate sobre la rigidez de los sexos.

Quién le iba a decir a aquel Bruce Jenner que cautivaba a las masas como atleta que volvería a revolucionar el mundo. Su papel en el ‘reality show’ ‘Keepin’ up with the Kardashians’ le proporcionó el escenario adecuado para poner el foco sobre la comunidad transexual.

Pero Caitlyn Jenner no está sola en su lucha por abrir el espacio a los ‘transgénero’ -una palabra que la RAE todavía no ha admitido-, sino que otras muchas mujeres han batallado por normalizar la situación de este colectivo.

Modelos y actrices como Laverne Cox -‘Orange is the New Black’- han seducido a las cámaras y al público ganando terreno a los prejuicios. Desempeñando sus profesiones han demostrado que, además de transexuales, son un montón de cosas más.

¿SOY CISGENDER?

Artículo publicado en :

MORE RADICAL WITH AGE

THE PERSONAL BLOG OF REBECCA REILLY-COOPER

Soy una mujer. Esto es algo que nunca he cuestionado. Es algo que sé con casi total certeza.

Si me hubieses preguntado hace un par de años cómo soy que soy una mujer, estoy bastante segura de que (después de mirarte extrañada por haberme preguntado semejante tontería) habría mencionado mis características sexuales secundarias: el hecho de que tengo pechos y una vagina; el hecho de que menstruo, y por tanto tengo ovarios y útero; el hecho de que tiendo a acumular la grasa corporal en las nalgas, muslos y caderas. Esta respuesta sería en parte empírica, apelando al juicio científico sobre qué características definen a la hembra de la especie humana; y en parte lingüística, basada en la asunción de que la palabra “mujer” tiene un significado común y extendido: una hembra humana adulta.

En los últimos dos años, he leído mucha más literatura feminista que en el pasado y me he sumergido mucho más en las teorías contemporáneas de género. Ahora sé que hay gente para quien tal respuesta a la pregunta “¿cómo sabes que eres una mujer?” sería inaceptable. Se señalaría que estos hechos biológicos no son necesarios ni suficientes para poder concluir que soy mujer, porque hay mujeres que no tienen pechos o vagina, y hay quien tiene pechos y vagina y no son mujeres. De modo que ¿qué otra respuesta podría dar? La única respuesta alternativa que tiene sentido para mí es decir que sé que soy mujer porque todo el mundo me trata como tal, y siempre lo han hecho. Cuando nací, mis padres me pusieron un nombre que sólo se da a niñas. Me hablaban usando pronombres femeninos, igual que los demás. Me vestían con ropas que nuestra cultura considera apropiadas para niñas, y me dejaron el pelo largo. Al crecer, los demás tomaban esas características como prueba de que era una niña -y luego, una mujer- y me trataban como tal. Se me aplaudía cuando actuaba de manera típicamente feminina y me enfrentaba a recriminaciones cuando mi comportamiento era más masculino. Esto es lo que las feministas llaman la socialización femenina, y sus manifestaciones son ubicuas. Así, si tuviese que explicar cómo sé que soy una mujer sin hacer referencia a mi cuerpo, diría: “sé que soy una mujer porque todo el mundo me trata como tal”.

Algo que he aprendido en las trincheras de las guerras de género contemporáneas es que no soy sólo una mujer. Al parecer, soy una mujer “cisgénero”. Ser cisgénero, o “cis”, se considera una forma de ventaja estructural, y por tanto poseo un privilegio sobre aquellas personas que no son cis. La primera vez que me encontré con esta palabra, se me informó de que significa simplemente “que no es trans”, y realiza la misma función que la palabra “heterosexual”: sirve para nombrar a la mayoría, para que así no establecer una norma contra otros, que serían “desviados”. Todo el mundo tiene una orientación sexual, y por tanto todo el mundo tiene su etiqueta – no sólo la gente cuya orientación es minoritaria. Parece algo digno y razonable, y así la primera vez que ví esta palabra, felizmente me autodenominé cis. Pero, ¿soy cisgénero en realidad? ¿Es éste un término con sentido que se me pueda aplicar – a mí o, de hecho, a cualquiera?

Felizmente me autodenominé cis, si cis significa no-trans, porque asumí que no era trans. Asumí que no era trans porque no tengo disforia – vivo en mi cuerpo femenino sin incomodidad, sufrimiento o angustia. Bueno, en realidad esto no es verdad, y sospecho que tampoco lo es para la mayoría de las mujeres. Como mujer criada en una cultura que nos bombardea constantemente con el mensaje de que nuestros cuerpos son inaceptables, incluso asquerosos, siento una incomodidad y una angustia enorme viviendo en mi cuerpo, de forma tal que ha moldeado mi vida y continúa haciéndolo cada día. Lo que quiero decir realmente es que nunca me ha parecido que la incomodidad y la infelicidad que siento al vivir en un cuerpo femenino se relajaran si ese cuerpo fuera masculino. Aunque mi cuerpo femenino es una fuente continua de sufrimiento y vergüenza para mí, nunca he deseado cambiarlo para hacerlo menos femenino, pasar por el quirófano para hacerlo más parecido a un cuerpo masculino. Por tanto, asumí que no era trans. Y si no soy trans, debo de ser cis.

Pero para mucha gente, esto no es lo que significa ser cis, porque esto no es lo que significa ser trans. Había asumido incorrectamente que para ser trans se debe experimentar lo que con frecuencia llaman disforia de género, pero que debería llamarse disforia de sexo – un sentimiento de angustia causado por el sexo del propio cuerpo. Sin embargo, el cambiante discurso en la política transgénero insiste en que la disforia ya no se debe considerar necesaria para que una persona sea trans. Ahora puedes ser trans incluso siendo perfectamente cómodo y feliz viviendo en el cuerpo que te tocó al nacer, y no tienes deseo alguno de cambiarlo. Esto fue una sorpresa para mí, y obviamente tiene una importancia enorme porque si cis significa no-trans, necesitamos saber qué es trans. Y sospecho que mucha gente habrá compartido mi asunción de que tiene que ver con sentir disforia. ¿Qué puede significar ser trans, si no esto?

Parece que el término “transgender” se usa de diversas maneras y personas diferentes consideran que significa cosas distintas. Una definición popular dice que “transgender es un término global que abarca personas cuya identidad de género difiere de la típicamente asociada al sexo que se les asignó al nacer”. Esto sugiere la existencia de una “identidad de género”, que normalmente se define como “la sensación interna y personal de ser hombre o mujer” o “la sensación privada de alguien de su propio género, y la experiencia subjetiva del mismo”. Luego personas trans lo son porque hay un descuadre entre su sensación interna de su propio género y las normas de género típicamente asociadas al sexo con el que nacieron.

Tal vez haya gente con identidad de género. Tal vez haya gente con una sensación interna de su propio género; un sentimiento subjetivo, personal, de que son hombres o mujeres, y tal vez puedan describir esto con sentido sin hacer referencia a sus cuerpos ni a las normas sociales que dicen cómo la gente con esos cuerpos se deben comportar. Pero yo, honestamente, carezco de esto. No tengo ninguna sensación interna de mi propio género. Si me preguntas cómo sé que soy una mujer, tengo que recurrir bien a mis características sexuales secundarias, bien a las implicaciones sociales de ser vista como una persona que posee esas características. No experimento mi género como una esencia interna, una faceta profunda e inalterable de mi identidad. Quizá haya gente que sí, aunque soy escéptica respecto a cómo podrían explicarlo sin recurrir a roles de género construídos socialmente. Pero puedo conceder en beneficio del argumento que haya gente que experimente esta forma de estado mental del que yo carezco.

Eso estaría todo bien, si realmente se me permitiera negar que yo tenga identidad de género. Pero no es el caso. El propósito de la etiqueta cis es demostrar que ser trans no es anormal o de desviados, sino simplemente una de muchas identidades de género que la gente tiene. Para poder llevar a cabo esa función, cis debe referirse a la presencia de una identidad de género específica, no simplemente a la falta de tal. Ser trans es tener una identidad de género, una que difiere de la que se asocia típicamente a tu sexo de nacimiento. Y si no eres trans, eres cis, que también es una identidad de género. De modo que si las personas trans tienen una identidad de género que difiere de las normas de género para el sexo que tienen asignado, entonces presumiblemente las personas cis tienen una sensación interna de su propio género, que es el que se alinea generalmente con las normas de género asociadas a su sexo de nacimiento.

Pero yo no tengo ninguna profunda sensación personal de mi género. Tengo cosas que me gusta hacer y cosas que me gusta ponerme. Y por supuesto, muchas de esas cosas son típicas de mujer. Pero esas cosas no me empezaron a gustar en un vacío cultural o social, sino en un trasfondo de poderosos mensajes sociales que hablan del tipo de cosas que a las mujeres les tiene que gustar, así que no es ninguna sorpresa que me acaben gustando algunas de esas cosas. Y de todos modos no creo que esas cosas reflejen nada profundo, esencial o natural sobre mi identidad. Son simplemente mis gustos y preferencias. Si me hubiese criado en otra cultura, a lo mejor tendría gustos distintos; pero seguiría siendo básicamente la misma persona.

Además, como todo el mundo, muchas cosas que me gustan no son estereotípicas de mujeres. Muchas cosas que me gustan son típicas de hombres. Igual que todo el mundo, yo no soy un estereotipo de género unidimensional, y aún participando y disfrutando de ciertos aspectos de lo que se llama tradicionalmente la condición de mujer, hay otros muchos que rechazo por ser dolorosos, opresivos y limitadores. Incluso cuando participo deliberadamente en representaciones de feminidad, como cuando uso maquillaje o me pongo ropa típicamente femenina, no veo esto como una expresión de mi identidad de género. No, me estoy ajustando a (y tal vez al mismo tiempo modificando y desafiando) un ideal socialmente construído de qué es ser mujer. Es más, una vez desconectamos todo esto de restrictivas nociones tradicionales acerca de lo que es apropiado para un sexo y para el otro, no está claro por qué llamar a todo esto “género” en vez de “cosas que me gustan” o “mi personalidad”.

Presumiblemente se debe a la comprensión de que mucha gente no se identifica incuestionablemente con las normas de género típicamente atribuídas a su sexo el que haya aparecido todo un espectro de identidades de género – si no tienes una profunda sensación interna de que eres un hombre o una mujer, entonces te puedes identificar como “no binario” o “género queer” o “pangénero”, lo cual te permite identificarte con aquellos aspectos de la masculinidad y la feminidad tradicionales y rechazar el resto. (no está claro si no-binarios o género queers se deben considerar bajo el término global trans o no: al parecer hay opiniones encontradas al respecto). De nuevo, soy escéptica respecto a cómo se puede argüir que se trata de una identidad profunda e inalterable, porque cualquier descripción de una identidad de género no-binaria inevitablemente mencionará roles de género construídos socialmente (es notable que la mayoría de varones no binarios expresan esto experimentando con ropa y apariencia femenina, en lugar de un deseo insaciable de hacer las tareas del hogar que se asocian típicamente con la mujer). Pero quizá haya de verdad gente con una profunda sensación interna y personal de su propio género como una esencia que es tanto masculina como femenina, o que no es ninguna de las dos, de una manera tal que signifique algo más que “no soy un estereotipo unidimensional”. Pero yo no me cuento entre esa gente. A pesar de apoyar ciertos aspectos de la masculinidad y la feminidad y rechazar otros, no me autodenomino género queer ni no binaria, porque nada de esto representa ninguna faceta inalterable de mi identidad. Así que como no soy trans, y no soy no binaria ni género queer, me dicen que debo de ser cis, por defecto.

Así que la una opción para mí, si quiero rechazar la etiqueta cis, es pillar alguna otra identidad de género. No se me permite negar que tenga identidad de género. Pero esto es, en sí mismo, opresivo. Hace afirmaciones falsas sobre la experiencia subjetiva de mucha gente – gente como yo que no siente profundamente su propio género, y cuya experiencia primaria con el género es como de un conjunto de limitaciones impuesto externamente en lugar de un aspecto esencial de nuestra identidad personal. Nos fuerza a definirnos de acuerdo a cosas que no aceptamos (y, como estoy aprendiendo, si nos negamos a definirnos de esta forma, esto se considera intolerancia y falta de empatía por las personas trans, en vez de un rechazo razonable de lo que significa ser cis). Si “cisgénero” fuese la descripción de un problema médico, caracterizado por la ausencia de disforia, entonces aceptaría que soy cis. Pero si cisgénero es, como parece, una identidad de género, entonces no soy cis, porque yo no tengo identidad de género. Soy una mujer. Pero no porque, en el fondo, me sienta mujer; sino porque, en el fondo, simplemente me siento persona.

Carla Antonelli: ‘Con el nuevo Codigo Penal el Obispado de Cadiz incurre en un delito de odio que conlleva penas de prisión’

Alex Salinas, un chico transexual de 21 años

Alex Salinas

Tal y como os contábamos ayer en Ragap, Alex Salinas, un chico transexual de 21 años, católico practicante ha visto como el Obispado de Cádiz le negaba que pueda ejercer como padrino en la ceremonia de bautizo de su sobrino en una parroquia de San Fernando (Cádiz). Un tema que ha causado un gran revuelo mediático. El Observatorio contra la LGBTFobia y la Asociación de Transexuales de Andalucía-Sylvia Rivera, han elaborado sendos comunicados manifestando su repulsa y condena ante la actitud de la institución religiosa.

A estas críticas también se suma Carla Antonelli, activista transexual y Diputada del Partido Socialista en la Asamblea de Madrid quien recuerda que con la reforma del nuevo Código Penalen la mano el Obispado de Cádiz ha incurrido en un delito de odio, que conlleva penas de prisión de hasta dos años, tipificado en el artículo 510, donde por primera vez se especifica la identidad sexual y no solo la orientación de la víctima, quedando del siguiente modo en el punto 2-a:

2. Serán castigados con la pena de prisión de seis meses a dos años y multa de seis a doce meses:
a) Quienes lesionen la dignidad de las personas mediante acciones que entrañen humillación, menosprecio o descrédito de alguno de los grupos a que se refiere el apartado anterior, o de una parte de los mismos, o de cualquier persona determinada por razón de su pertenencia a ellos por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad…

Es por lo que, en opinión de Antonelli, ‘la Fiscalía debe de actuar de oficio contra el Obispado de Cádiz, ante la humillación y menosprecio a la dignidad de Alex Salinas, hombre transexual, al que le han impedido ser el padrino del bautismo de su sobrino, solo por el hecho de ser transexual. El artículo 510 del Código Penal no puede recoger de forma más clara y tácita que el Obispado ha incurrido en dicho delito’.

Como explica la Dipuatada socialista, ‘No existe dogma divino ni humano, ni derecho canónico que esté por encima del imperio de la Ley y el Estado Constitucional de Derecho, aunque una Jerarquía Católica, anclada en el Medievo aun así lo siga creyendo en España. El daño, humillación y escarnio gratuito que se le ha producido a Alex es un hecho punible donde la Fiscalía tiene que dar ejemplo y actuar de oficio, haciendo cumplir la Ley vigente 1/2015 del 30 de marzo que entró en vigor el pasado día 1 de julio, y tal como reza en la misma con la firma del Presidente del Gobierno y el Rey de España: “Mando a todos los españoles, particulares y autoridades, que guarden y hagan guardar esta ley orgánica”. Que así sea’, concluye Carla Antonelli.

“De pequeño introducía mi falda entre las piernas para que pareciera un pantalón”

Entrevista publicada en El Castillo de San Fernando

Alex Salinas responde a las declaraciones emitidas por el Obispado y da un repaso a su vida para esta redacción.

Alex Salinas.

Alex Salinas.

Lleva unos días locos. Ha ido a la televisión autonómica; las nacionales, en cambio, vinieron a la puerta de su casa, a la misma hora, incluso les costó ponerse de acuerdo sobre la primera que le tomaría declaración. Todo empezó con el apoyo de Carla Antonelli, que intercedió por él ante EFE. Su caso se hizo público cuando dicha agencia emitió un comunicado sobre el varapalo que supuso para Alex no poder apadrinar el bautizo de su sobrino, una carrera de fondo que no ha hecho más que empezar.

Partiendo de la premisa de que cada colectivo tiene derecho a establecer las reglas de su propio juego, Alex no entiende por qué desde la Iglesia afirman que lleva una vida inadecuada e incongruente con la fe cristiana: “soy un hombre ante la ley, y lo soy porque nací así”.

Tiene trabajo, estudios, una pareja que le adora e incluso se considera cristiano, con sus sacramentos cumplidos. “Creo, sinceramente, que debería haber más coherencia interna en el seno de la Iglesia, porque todo está sujeto a interpretación, a diferentes versiones según la situación”, explica, en referencia a una nota remitida por el Obispado recientemente donde asegura no entender esta actitud de reproche tras el aura de cordialidad que, según ellos, envolvió a la conversación con el párroco de San José Artesano.

“Esto es cierto -asegura-, pero porque tengo educación y la suficiente empatía para entender que el señor con el que yo hablé no pincha ni corta en la toma de decisiones importantes”.

En su momento no hubo explicaciones, simplemente le dijeron que aunque “todos somos iguales ante los ojos de Dios” y debía seguir aferrándose a la fe, “no era factible su petición”. “Me quedé tan en shock que, tras estrecharle la mano, salí del templo llorando”, recuerda, y no fue hasta que su cuñado llamó al Obispado cuando se verbalizaron los motivos, “motivos con los que el propio Papa Francisco no parece estar del todo de acuerdo a tenor de algunos pronunciamientos”, declara.

Sus razones, aunque lícitas, no dejan de ser “humillantes e incoherentes con el espíritu de la fe cristiana que siempre nos han inculcado, además -añade- de hacerse un flaco favor a sí mismos, porque no se dan cuenta de que la sociedad va avanzando, son ellos quienes se quedan atrás”.

Por todo ello, Alex, apoyado en las personas y asociaciones ofrecidas voluntariamente, se encuentra en pleno proceso de documentación. “Hay que estar preparado, porque hay párrafos en la Biblia que, parcialmente interpretados, sirven para todo”. Y es que aún se está recuperando de una respuesta a la Ley de integración de 2007 donde se da a entender que “no tenemos derecho a contraer matrimonio ni a participar en la vida de la iglesia, incluso que los sacerdotes deben indagar en las vidas de los feligreses por si existen hipotéticas irregularidades”.

Sin embargo, “no todos merecen entrar en el mismo saco”. A raíz de tomar contacto con apoyos de varias comunidades ha podido ver que “muchos sacerdotes nos ayudan, y que nos hacen favores aún a riesgo de ir en contra del dogma oficial”. Bien por convicción, por generosidad o, simplemente por respeto al prójimo, se comprometieron a mantener casos como el de Alex en silencio, “nunca comunicaron nada por si las cúpulas tumbaban algo que, a su juicio, era lo natural”.

El siguiente paso, la demanda, un escrito dirigido al delegado episcopal para expresar su disconformidad e incluso recogida de firmas para llegar al Papa, que “ojalá pueda hacer algo, teniendo en cuenta que es tan liberal”

Su historia personal

Alex siempre se ha sentido hombre. Mejor dicho, siempre ha sido un hombre. Sólo nació con el cuerpo equivocado. Ya de pequeño se recuerda llorando ante la obligación de ponerse un vestido, sacrificio que salvaba -en parte- metiéndose la falda entre las piernas para que pareciese un pantalón. Si pedía un coche a los Reyes Magos, estos optaban por regalarle una muñeca; si pedía una bicicleta azul, se la regalaban de color rosa. Puede que su madre, inconscientemente, tratase de reconducirle por lo que a su juicio era lo natural, víctima de unos tópicos sociales inherentes a la sociedad. Su padre, en cambio, restaba hierro al asunto al asegurar que “hoy día los juguetes son unisex”.

“Esto no, que es para niños”, quizá la frase más traumática de su infancia. La sufrió, por ejemplo, al no poder vestir de marinero para hacer la comunión: un sacramento que contrajo amparado en la fe cristiana, aunque con un traje del que se deshizo nada más comulgar. “Para mí fue un infierno -relata-, pero en casa no eran conscientes de la importancia, pensaban que era un poco rebelde, como lo habían sido mis hermanas”.

Ya entonces se dio cuenta de que algo en la ecuación no cuadraba, “comencé a sentirme atraído por chicas, nunca por ellos”.

La etapa más dura

Lo peor llegó con la adolescencia, cuando empezó a tomar consciencia plena de su condición. “Comprar ropa era para mí un suplicio”, hasta el punto de engañarse a sí mismo para intentar ser más feliz. Intentó ser femenina, pero no duró ni un día; también quiso maquillarse… pero las manos le temblaban. “Quería cortarme el pelo y no me dejaban”. La ansiedad le hizo comer y engordó, lo cual unido a sus gafas, gustos frikis y masculinidad le convirtió en el blanco perfecto para la maldad adolescente. “Tenía todas las papeletas para que mis compañeros del colegio me hicieran la vida imposible, e imposible me la hicieron”. Llegó, incluso, a inventarse una vida paralela a través de Internet, pero “reconozco que se me fue de las manos… ¿cómo explicar a todos mis conocidos virtuales que Dani no existía? ¡Incluso yo mismo me lo creía!”.

Cerrando la etapa más oscura llegó al instituto, donde hizo un buen amigo, Guillermo. Gracias a él y al apoyo de los profesores, comenzó a experimentar, aunque fuese a base de retazos, lo que era la felicidad. Disfrutaba más que nunca de la música y se cortó la melena. “Le dije a mi madre que, o me llevaba a la peluquería o le daba un tijeretazo a la coleta… y así lo hice”. “Entonces entendió que iba en serio, por lo que al día siguiente fuimos juntos al peluquero”. La cara de felicidad que puso al ver en el espejo por primera vez al hombre que siempre fue, hizo que su madre nunca volviera a cuestionar su actitud. “Fue entonces cuando decidí dar el paso y expresarle lo que sentía”. “Aunque al principio se culpó -ella siempre había deseado dar a luz a un niño-, ha sido mi mayor apoyo desde entonces”.

Cumpliendo sueños

Y la lucha comenzó. Estuvo dos años en tratamiento psicológico -fue entonces cuando le diagnosticaron la depresión-, en Málaga, con sesiones mensuales y siempre acompañado por su madre. Así fue hasta que cumplió la mayoría de edad. Para entonces ya tenía amigos, “había empezado a vivir”, por lo que el siguiente paso fue empezar a hormonarse para tener el aspecto que siempre deseó. “Como había perdido casi 70 kilos en apenas dos años, las primeras inyecciones fueron leves, pero al aumentar la dosis progresivamente, comenzó a crecerle el vello, la barba, “de un día para otro me cambió la voz”.

Un año después de empezar el tratamiento, “me avisaron para decirme que tenía cita con el cirujano, entraría por fin en la lista de espera… pero con una sola unidad, me dijeron que la cosa iba para cuatro años”. La lucha acaba de empezar, pero se mantiene aliviado, dando pasos lentos, pero firmes, y “cuando llegue el momento bailaré la jota en el hospital. Después de todo lo que he pasado, necesito encarecidamente este cambio”.

La Fiscalía verá el caso del transexual al que vetan ser padrino en un bautizo

El obispado de Cádiz impide a Álex Salinas ejercer como tal tras haber cambiado de sexo

CÁDIZ – Álex Salinas, el joven transexual de la localidad gaditana de San Fernando al que el obispado de Cádiz y Ceuta impide ser padrino de bautizo de su sobrino, prevé presentar una demanda ante los tribunales porque no considera “justo” que la Iglesia le trate “como alguien diferente”. Asimismo la Asociación de Transexuales de Andalucía (ATA) pondrá el caso en conocimiento de la Fiscalía de igualdad y contra los delitos de odio de Cádiz. En declaraciones a la Cadena Ser, explicó que recurrirá a instancias eclesiásticas superiores al obispado y también a la Justicia para evitar lo que considera una “discriminación”.

El joven señaló que en su parroquia habitual no pusieron “problemas” para que fuera el padrino de su sobrino, pero que fue el obispado el que dio “una negativa”, en un primer momento “sin razones”, y que, además, advirtió a otra parroquia de que si acudía a ella también se le dijera que no. Salinas y su familia acudieron posteriormente al obispado, donde se les comunicó que para la Iglesia sigue siendo mujer, pese a que en su DNI figura como varón.

El joven reconoció que esta situación le aleja “bastante” de la Iglesia pese a que ha sido “muy cristiano” y practicante durante toda su vida, y añadió que cuenta con el apoyo de su familia. Preguntado por el motivo por el que quiere participar de un sacramento en una Iglesia que le rechaza, Salinas explicó que quiere que su sobrino “crezca en la fe” como ha crecido él.

Por otra parte, la ATA pondrá en conocimiento de la Fiscalía de igualdad y contra los delitos de odio de Cádiz, por si constituye delito, el caso de Álex. “Es urgente una ley andaluza contra los delitos hacia el colectivo LGTBI para que este tipo de casos no queden impune”, aseguró en un comunicado la presidenta de ATA, Sylvia Rivera.

Para esta asociación, “de nuevo la Iglesia excluye, discrimina y maltrata a las personas transexuales” evidenciando que “los derechos de los ciudadanos y ciudadanas y las leyes que les ampara no son los mismos para las personas transexuales”. La asociación considera que la actitud del obispado gaditano es “un atentado contra los derechos fundamentales al excluir a una persona por su identidad sexual y de género”.

Cuando una persona lleva a cabo la rectificación registral de su nombre y sexo, esto no supone una pérdida de derechos, recuerda la ATA. A este colectivo, el hecho de que le hayan ofrecido a Álex ser “padrino espiritual” de su sobrino es “el colmo de la hipocresía dado que no es considerado idóneo para apadrinar a su sobrino formalmente pero se acepta que lo haga desde la invisibilidad”.

Según la ATA, “las leyes de la Iglesia no pueden vulnerar una norma de rango estatal superior sobre todo cuando se nutre económicamente de dinero público”. – E. P./Efe

El transexual de Cádiz demandará al Obispado por vetarle ser padrino

CÁDIZ La Iglesia le impidió ser padrino de su sobrino

  • Recurrirá a instancias eclesiásticas superiores al Obispado y también a la Justicia

  • El damnificado quiere evitar con acciones legales lo que considera una ‘discriminación’

Alex Salinas, el joven transexual de 21 años. CATA ZAMBRANO

Alex Salinas, el joven transexual de 21 años. CATA ZAMBRANO

Alex Salinas, el joven transexual de San Fernando (Cádiz) al que elObispado de Cádiz y Ceuta ha impedido ser padrino del bautizo de su sobrino, prevé presentar una demanda ante los tribunales porque no considera “justo” que la Iglesia le trate “como alguien diferente”.

Salinas ha explicado que recurrirá a instancias eclesiásticas superiores al Obispado y también a la Justicia para evitar lo que considera una “discriminación”.

El joven ha señalado que en su parroquia habitual no pusieron “problemas” para que fuera el padrino de su sobrino, pero que fue elObispado el que dio “una negativa”, en un primer momento “sin razones”, y que, además, advirtió a otra parroquia de que si acudía a ella también se le dijera que no.

Salinas y su familia acudieron posteriormente al Obispado, donde se les comunicó que para la Iglesia sigue siendo mujer, pese a que en su DNI figura como varón.

El joven ha reconocido que esta situación le aleja “bastante” de la Iglesia pese a que ha sido “muy cristiano” y practicante durante toda su vida, y ha añadido que cuenta con el apoyo de su familia.

Preguntado por el motivo por el que quiere participar de unsacramento en una Iglesia que le rechaza, Salinas ha explicado que quiere que su sobrino “crezca en la fe” como ha crecido él.

El calvario de los reos transexuales en las cárceles de Río de Janeiro

Brasil.Hay unos 600 en las 52 cárceles del Estado. Son el grupo carcelario más vulnerable a los abusos y la violencia. Pero nuevas normas están intentado revertir la situación.

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Cuando Estefanie Ferraz fue a prisión, llevaba en torno a una década viviendo como mujer, había pasado por más de media docena de operaciones de estética, por ejemplo para colocarse implantes de pecho y pómulos que aumentaban su aspecto femenino, y ahorraba para una operación de cambio de sexo.

Pero su tarjeta de identificación decía que era un hombre.

La transexual de 29 años fue enviada a una cárcel para hombres en Río de Janeiro, donde se vio despojada de su nombre de mujer yle quitaron su pelo largo y su dignidad, afirmó.

Los penales brasileños destacan por su extendida sobrepoblación y por la violencia que soportan todos los reos. Pero grupos activistas señalan que pocos presos son tan vulnerables como los transexuales y travestis, que suelen ser objeto de insultos y violencia física y sexual.

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En Río de Janeiro, nuevas normas intentan frenar esos abusos en las 52 cárceles del estado. Grupos activistas han elogiado las normas que prohíben la discriminación contra los aproximadamente 600 presos transexuales y protegen su identidad de género entre rejas.

“En Brasil, incluso los presos normales son invisibles para la sociedad en general. Los presos transexuales son doblemente invisibles… y vulnerables”, señaló Claudio Nascimiento, que lidera el grupo activistaRio Without Homophobia, que hizo campaña en favor de las nuevas normas.

“Había una carencia generalizada de respeto y aceptación” de los reos transexuales, señaló el coronel Erir Ribeiro da Costa Filho, responsable de la agencia penitenciaria de Río. Con las nuevas normas, afirmó, “intentamos llevar un trato digno al sistema”.

Las normas aprobadas a finales de mayo permiten a los internos travestis y transexuales que se los trate por su nombre habitual, en lugar de por el oficial. Se garantiza el acceso a visitas conyugales y se permite que los transexuales que se identifican como mujeres decidan si sirven sus sentencias en un penal de mujeres. En Estados Unidos, las reglas federales determinan que la decisión sobre si internar a un preso transexual en un centro para hombres o mujeres se tome de forma individual, dependiendo en parte de dónde estarán más seguros.

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Las nuevas reglas de Río también permiten el acceso a terapia hormonal, a la que pueden acceder los presos de algunos estados de Estados Unidos, y permiten que los prisioneros transexuales que viven como mujeres lleven lencería, maquillaje y el pelo largo. Además, se evita a los presos transexuales humillantes registros sin ropa delante de otros prisioneros. Tampoco tendrán que quitarse las camisas para los baños de sol.

Los baños de sol suelen ser un momento favorito de la rutina en las sobrepobladas cárceles, pero eran una pesadilla para Ferraz. Después de cortarle la melena, los guardas de un penal masculino la obligaron a quitarse la camisa en el patio, exponiendo los pechos que se había implantado ante cientos de presos.

“Fue más que horrible”, dijo Ferraz, una ex prostituta que cumple una sentencia de 10 años por intento de asesinato contra un hombre que dice le apuntó con un arma tras solicitar una transacción sexual. “Todo el mundo miraba, me decía cosas, me gritaba”.

Las nuevas normas se adoptaron en medio del escándalo por la brutal paliza que recibió en abril una mujer transexual en un centro de detención del vecino estado de San Pablo. La policía investiga las acusaciones de que funcionarios del centro torturaron a Veronica Bolina, después de que varias imágenes explícitas de la presa se hicieran virales en internet. En imágenes anteriores a su detención, Bolina es de una belleza impresionante con ojos felinos, pómulos afilados y una bonita melena. En las de después es casi irreconocible, con el pelo cortado de forma tosca, el rostro hinchado por una colección de golpes y los ojos cerrados por las lesiones.

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Activistas de defensa de homosexuales, bisexuales y transexuales señalan que es difícil estimar la extensión de estos abusos contra presos travestis y transexuales en Brasil porque a menudo no se denuncian. En el caso de Bolina, al principio culpó de sus lesiones a otros presos, al parecer temiendo posibles represalias de la policía.

Sin embargo, los expertos están de acuerdo en que los presos transexuales de todo el mundo corren un riesgo de maltrato mucho mayor que otros internos, y en especial de sufrir abusos sexuales.

“Los prisioneros transexuales son uno de los grupos en detención más vulnerables a la violencia sexual”, afirmó Jesse Lerner-Kinglake, portavoz del grupo sin ánimo de lucro Just Detention International, con sede en California y que respalda los esfuerzos por detener las violaciones en cárceles.

“Cuando hay un motín carcelario, cuando las facciones criminales que controlan los penales deciden amotinarse, los presos transexuales son siempre los primeros en ser asesinados”, dijo el congresista de Río de Janeiro Jean Wyllys, defensor de los derechos homosexuales.

Las nuevas normas ya han mejorado la vida en la prisión, dijo Danny Campos de Oliveira, que cumple una pena de 18 meses por hurto.

Antes, los presos transexuales se veían “calvos y feos, con barba porque no podían tomar hormonas”, dijo Oliveira, que lleva el pelo con reflejos rubios. Ahora, “salen de aquí con más dignidad, un poco menos marginalizados”.

El Obispado de Cádiz niega que prohibir a un transexual ser padrino sea discriminación

Alex Salinas, transexual al que el obispado de Cádiz impidió ser el padrino de bautizo de su sobrino.

Alex Salinas, transexual al que el obispado de Cádiz impidió ser el padrino de bautizo de su sobrino.

El Obispado de Cádiz y Ceuta ha negado que sea “discriminación” impedir que un transexual ejerza como padrino de bautismo de su sobrino y ha asegurado que “con frecuencia” hay personas que “no son admitidas” para apadrinar “por su estilo de vida, criterios o incongruencia con la vida cristiana”.

La Iglesia gaditana, a través de un comunicado, ha defendido su actuación en el caso de Alex Salinas, un transexual de 21 años al que la Iglesia gaditana impide ejercer de padrino de bautizo de su sobrino en una parroquia de San Fernando, ateniéndose al Código de Derecho Canónico, que señala que “es el párroco quien ha de velar con responsabilidad para que se cumplan los requisitos del canon 874”.

Por ello, añaden, el párroco debe “incluso disuadir a quienes a su parecer no los cumplen por diferentes razones, por el propio bien del bautizado, pues el padrino ha de velar por el crecimiento en la fe del bautizado y acompañarle para que aprenda de su mano los fundamentos doctrinales y morales de la fe cristiana”.

Según explica el Obispado, el párroco mantuvo una “cordial” conversación con Alex y le indicó que debía cumplir con los requisitos que expresa el Código de Derecho Canónico, que exige, a quien haya de ser padrino o madrina de bautismo, “que sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir”.

Padrino «espiritual»

En esta misma conversación, según la versión de la Iglesia, “el párroco le animó a vivir congruentemente su fe” y a que “participara de algún modo como padrino espiritual, pudiendo animar y ayudar en la vida de fe al bautizando”.

Además, asegura, le manifestó “su total disponibilidad para ayudarle en cuanto deseara y le transmitió que, la Iglesia, como madre, tiene la misión de acoger, escuchar y ayudar a vivir un camino espiritual donde el mensaje de Cristo se manifiesta en su Iglesia y donde el cristiano halla su felicidad y dignidad”.

Alex, que nació mujer pero que desde el pasado año ha podido cambiar su DNI y está en espera de una operación de cambio de sexo, ha señalado que esta decisión le ha sentado “como una patada en el estómago” porque él es “muy creyente” e incluso antes acudía a misa, pero ahora no puede por sus obligaciones laborales.

El Obispado de Cádiz niega que prohibir a un transexual ser padrino de un niño sea discriminación

El Obispado de Cádiz y Ceuta ha negado este lunes que sea “discriminación” impedir que un transexual ejerza como padrino de bautismo de su sobrino y ha asegurado que “con frecuencia” hay personas que “no son admitidas” para apadrinar “por su estilo de vida, criterios o incongruencia con la vida cristiana”.

El Obispado sale así al paso del caso de Alex Salinas, un transexual de 21 años al que la Iglesia gaditana impide ejercer de padrino de bautizo de su sobrino en una parroquia de San Fernando, ateniéndose al Código de Derecho Canónico.

Según dicho Código, señala el Obispado en una nota de prensa, es el párroco quien debe “incluso disuadir a quienes a su parecer no cumplen” los requisitos establecidos por la Iglesia católica para ser padrinos en un bautismo “por el propio bien del bautizado”.

“El padrino ha de velar por el crecimiento en la fe del bautizado y acompañarle para que aprenda de su mano los fundamentos doctrinales y morales de la fe cristiana”, asegura el Obispado en su nota y añade que el párroco de San Fernando se lo explicó así a Alex Salinas y le animó a “participar de algún modo como padrino espiritual” de su sobrino para ayudarle “en la vida de fe”.

En relación con este asunto, la Federación Andaluza de la asociación Arco Iris ha solicitado una entrevista con el obispo de Cádiz y Ceuta para “hacerle entender la discriminación que están cometiendo” y pedirle que “de marcha atrás” y permita a Alex Salinas ser padrino de bautismo de su sobrino.

Según explica en un comunicado Gonzalo Serrano, presidente de esta organización que lucha por los derechos de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales, este hecho es un claro ejemplo de transfobia, de “miedo, incomodidad y rechazo irracionales hacia las personas transexuales basados en la ignorancia”.

“Seguramente desde el obispado confunden la transexualidad y la homosexualidad”, añade el presidente de Arco Iris, “al igual que le ocurre a muchas otras personas en nuestra sociedad”.

Para Arco Iris “no tiene sentido que la Iglesia prohíba a un joven creyente y practicante el ser padrino de bautizo”, cuando aseguran que el único dato que se ha tenido en cuenta es que en su partida de bautismo aparece como mujer y actualmente en su DNI su identidad es la de un hombre.