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La prueba: los mejores dramas románticos de la última década hablan de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales
‘Laurence Anyways’ de Xavier Dolan
El género y su representación son una construcción social y cultural que tiene en las películas uno de los mayores altavoces de formación de discurso. A lo largo de la historia del cine la pedagogía de la imagen ha llevado a destacar constantemente filmes que perpetúan ciertos estereotipos sobre la identidad sexual.
En España, según explica Víctor Mora en su ensayo Al margen de la naturaleza, que aborda la persecución de la homosexualidad en el franquismo, “es interesante comprobar como los discursos del primer activismo por la liberación homosexual se preocupan fundamentalmente por dos cuestiones: por la despenalización (…) y por la imagen estereotipada y dañina de la homosexualidad en las comedias ibéricas”. Esto hace que muchas de las grandes lecturas de la historia del cine LGTB en nuestro país pasen por hablar de películas que no reflejaban una realidad, sino que la transformaban en un cliché.
Por eso, hablar de cine LGTB contemporáneo desde películas que narran historias universales con códigos de la cultura de masas, y en las que da igual quién y cómo se ama, es también hablar de construcción social de la diversidad afectiva. Y el drama romántico parece haber entendido el desfase representativo en los últimos años: las mejores historias de amor de la actualidad son LGTB.
Esta lista, como todas, deja fuera muchos títulos interesantes y se hace en base a películas de la última década. Dista de ser un reflejo de la representatividad deseada, que en Hollywood sigue estando en mínimos históricos, pero en todas ellas, la gente se ama como quiere y bien que hace.
En 80 días (2010)
José Mari Goenaga y Jon Garaño dirigían en 2010 un encantador drama romántico que pasó algo desapercibido por nuestros cines: 80 egunean es la historia de dos ancianas que se reencuentran tras años de desconexión y de vivencia… y se aman.
Itziar Aizpuru se ponía en la piel de Axun y Mariasun Pagoaga en la de Maite, una anciana lesbiana que removerá los sentimientos de la primera y le hará descubrir que lleva demasiados años constreñida por una máscara que no le corresponde. El reencuentro planteará el reto elemental de la liberación, pues la llevará a preguntarse si tiene derecho a vivir un romance a su edad, y si puede hacerlo con una mujer. La respuesta es obvia.
Pariah (2011)
Una joven de 17 años crece y vive en el Bronx rodeada de un clima que la oprime por ser negra, pobre y lesbiana. Pariah es una reflexión afilada y sin pelos en la lengua sobre cómo el descubrimiento de la identidad sexual en un entorno represivo se cruza con cuestiones de clase y raza. El amor, como siempre, será la redención si es capaz de lidiar con él, sus amigos y su familia.
Cortada por los mismos patrones que la exitosa Moonlight -de hecho se podría considerar su precursora inmediata estética y narrativamente- es una buena muestra del talento de la realizadora Dee Rees. Su nueva película, Mudbound, pasó por Sundance con más que buenas reacciones.
Laurence Anyways (2012)
Si afirmásemos que Xavier Dolan hizo su obra maestra a los 24 años, hay quien contestaría que no, que Mommyla rodó con 26. Pero aunque esta última fuese la que se llevase alabanzas y Premios del Jurado en Cannes, nada en su filmografía ha alcanzado la complejidad y capas de lectura de Laurence Anyways: un relato tempestuoso entre un hombre que decide cambiar de sexo y una mujer que le ama tenga el sexo que tenga.
El film es un retrato de un amor lleno de intensidad y emociones a flor de piel que equilibra perfectamente las manías del gusto de Dolan con un discurso sobre las relaciones contemporáneas constreñidas por el entorno social y nuestra idea preconcebida de la ‘relación de pareja’.
Cierto es que puede parecer una película exagerada, pero como decía Paco Vidarte en Ética marica “existe la necesidad en el movimiento LGTB de compartir frustraciones, iras y odios. La necesidad de hacer algo urgentemente”. Y eso es lo que hace Laurence Anyways, ser una historia de amor urgente.
La vida de Adèle (2013)
La polémica Palma de Oro – que su propio director puso en venta para poder financiar su nueva película– narraba el despertar sexual de Adèle, una estudiante de quince años que se enamora de Emma, una misteriosa joven de pelo azul. La vida de Adèle es un drama romántico con todas las de la ley que emociona y conmueve en tanto que manipula como solo pueden manipular los relatos iniciáticos, dueños y señores de una voz narrativa absolutamente individualista.
Artefacto de emoción constante que, aunque cuenta con una representación del sexo lésbico cortada por una mirada masculina -como bien explicaba este artículo de Visual 404-, se vive siempre cerca de una protagonista compleja y en constante cambio.
El recuerdo de Marnie (2014)
La elección tal vez más polémica y debatible de las que nos ocupan. ¿Por qué? Porque El recuerdo de Marnie es una historia que no explicita en ningún momento un subtexto lésbico claro, que no habla de amor de forma abierta y que superficialmente podría ser interpretado como una sencilla historia de amistad y sororidad adolescente.
No obstante, los códigos narrativos y estéticos utilizados por Hiromasa Yonebayashi aluden a una relación muy profunda entre Anna, una chica introvertida y tímida, y Marnie, una joven de su edad que vive en una casa que lleva abandonada años. Entre ambas se crea una conexión narrada con seriedad y delicadeza que reta al espectador a que haga un sencillo ejercicio: si Anna hubiese sido un personaje masculino sería imposible negar que El recuerdo de Marnie es la historia de un amor de verano. Como no es así, sigue considerándose popularmente como una película de amistad y fantasía. Qué no nos engañen.
Lilting (2014)
Richard es un joven británico que acaba de perder a su pareja. En el proceso de duelo conoce a la madre del recién fallecido, una mujer china que vive en un geriátrico, que no habla apenas inglés y que desconocía que su hijo era homosexual. Las diferentes visiones generacionales y culturales chocan en el delicado retrato de un amor perdido y una amistad ganada.
Esta pequeña joya firmada por el director camboyano Hong Khaou es, fundamentalmente, una historia sobre la pérdida y un análisis del drama romántico en pasado.
Un amor de verano (2015)
Un amor de verano narra la historia de amor entre Delphine, una introvertida joven de campo y Carole, una sofisticada mujer que milita en colectivos feministas. Amén de resultar una estimulante crónica del movimiento feminista de la Francia de los setenta, la película es también un retrato de un país en el que las tensiones clásicas campo-ciudad se manifiestan en la piel de dos mujeres independientes y empoderadas.
El relato está eficazmente rodado por Catherine Corsini, que contaba en una entrevista a este mismo periódico que en su película conviven muchos feminismos: “Es verdad que a veces se oponen en cuestiones esenciales como el velo, la prostitución o la pornografía. Pero a mí me parece que son cosas que se suman. Las feministas de verdad ayudaron a las homosexuales a salir del armario, y viceversa”.
Carol (2015)
Seis nominaciones a los Oscar, cinco a los Globos de Oro, nueve a los BAFTA y unánime alabanza en su paso por Cannes convirtieron Carol en una de las películas más importantes de 2015. Basada en un relato de Patricia Highsmith,Carol narraba una historia de amor intergeneracional entre dos mujeres en los años 50.
Lejos de la intensidad de un canon que parecía haber marcado La vida de Adèle, Carol se convierte en un relato sofisticadísimo de una relación lésbica. Aunque transite por momentos el límite de la frivolidad, es posiblemente una de las traslaciones más elegantes del cine contemporáneo de un relato sobre mujeres homosexuales, que no es otra cosa que una gran historia de amor.
La doncella (2016)
Muchos se sorprenderán de ver La doncella en una lista de historias de amor y es cierto que no es solo eso, también es un thriller intenso, un relato erótico macabro y una exquisita recreación de las tensiones culturales entre el Japón y la Corea de la época.
Pero en el fondo, la última película de Park Chan-wook es el retrato de dos mujeres que quieren liberarse de las ataduras de un sistema opresivo y heteropatriarcal del que solo consiguen desasirse mediante el amor que se profesan la una a la otra. También a través del sexo, arma de empoderamiento en esta magnífica obra.
Moonlight (2016)
La flamante ganadora del Oscar a Mejor Película, con lío de sobres incluído, es un sólido drama romántico que utiliza el amor como última y redención de un joven de suburbio de Miami. Si en Pariah ese amor era lésbico aquí es gay, pero poco importa porque por ella transitan los mismos temas: el entorno marca y exige un comportamiento afectivo que, muchas veces, corre a cuenta de la opresión de la propia sexualidad. Retrato de la lucha de voluntades que obliga a un joven de barrio a crecer siendo un prototipo de masculinidad que -en el fondo- no es más que pose impuesta.
A posteriori, casi se diría que la victoria de un drama sobre la homosexualidad como Moonlight ante la película del consenso público – La La Land es todo heteronormatividad entre dos atractivos y guapísimos heterosexuales-, es también una pequeña victoria por la representatividad LGTB en el mainstream.