GARA: UGANDA Activistas denuncian que se está ultimando una nueva ley contra los homosexuales

El partido en el poder en Uganda está redactando una nueva ley contra la homosexualidad que podía ser llevada al Parlamento antes de fin de año, advirtieron ayer activistas de derechos humanos que pretenden frenar su tramitación antes de que llegue al Legislativo porque temen que sea promulgada inmediatamente ante la cercanía de las elecciones. Esta iniciativa tiene lugar un año después de que los diputados aprobaran una norma, muy contestada a nivel internacional, que endurecía las penas para los gays -ya castigados con cárcel-, reprimía «la promoción de la homosexualidad» y establecía la obligación de denunciar a los gays, pero que fue anulada en agosto por el Tribunal Constitucional por un defecto de forma en agosto. Según los activistas, el nuevo texto se vuelve a centrar en la lucha contra la «promoción» de la homosexualidad, castigada con siete años de cárcel.

GARA:LA LEGALIZACIÓN QUE NO ACABA CON LA DISCRIMUNACIÓN

el amor es extraño

Mentalmente nos hemos vuelto muy perezosos, y tendemos a pensar que cuando algo se legaliza el problema que hay detrás ya está solucionado. Pues no es así, y la última película de Ira Sachs lo ilustra muy bien, porque el que el matrimonio entre personas del mismo sexo esté legalizado en determinadas partes del mundo, no quiere decir que en esos lugares la discriminación o la homofobia hayan desaparecido. De hecho, para la pareja de «Love is Strange» los problemas empiezan justo cuando se casan, utilizando la posibilidad abierta en Nueva York a partir del año 2011.

Los recién casados serán víctimas de la represión moral que saca provecho de la crisis económica, por lo que uno de los dos perderá su trabajo como profesor de música en un colegio católico. Su situación sentimental no era motivo de cese mientras no estaba oficializada, pero al hacerse pública el despido resulta fulminante. El mazazo es terrible, ya que al no disponer del sueldo principal pierden el piso que compartían en Manhattan, y que había supuesto la consolidación de una relación de cuatro décadas, superando todos los obstáculos a los que tuvieron que hacer frente en un principio, allá por los reivindicativos años 60 y 70.

La forzosa separación de la madura pareja se hace muy dolorosa, teniendo que repartirse entre domicilios de amigos y familiares, con las consiguientes molestias e incomodidades. Mientras buscan una solución el tiempo apremia, dada la avanzada edad del mayor de ambos, a quien el duro golpe ha dejado muy tocado en la recta final de su vida.

El recital actoral de John Lithgow y Alfred Molina supera todo lo que se podía esperar de estos dos grandes veteranos, que nos convencen de que han vivido siempre juntos con sus miradas cómplices, sus enternecedoras caricias y el mutuo cariño que se procesan en todos los planos que comparten. Su conmovedora historia de amor encuentra en el paisaje urbano neoyorquino un fondo agridulce, hecho de contrastes entre sombras fúnebres y luces esperanzadoras.

GARA: UGANDA Activistas denuncian que se está ultimando una nueva ley contra los homosexuales

El partido en el poder en Uganda está redactando una nueva ley contra la homosexualidad que podía ser llevada al Parlamento antes de fin de año, advirtieron ayer activistas de derechos humanos que pretenden frenar su tramitación antes de que llegue al Legislativo porque temen que sea promulgada inmediatamente ante la cercanía de las elecciones. Esta iniciativa tiene lugar un año después de que los diputados aprobaran una norma, muy contestada a nivel internacional, que endurecía las penas para los gays -ya castigados con cárcel-, reprimía «la promoción de la homosexualidad» y establecía la obligación de denunciar a los gays, pero que fue anulada en agosto por el Tribunal Constitucional por un defecto de forma en agosto. Según los activistas, el nuevo texto se vuelve a centrar en la lucha contra la «promoción» de la homosexualidad, castigada con siete años de cárcel.

PUBLICO : España, país con mayor aceptación de la homosexualidad.

En 2013 el Pew Research Center encuestó a 37.653 personas de 39 países diferentes para analizar los niveles de aceptación de la homosexualidad. Los españoles mostraron ser los más tolerantes.

Sobre la pregunta directa “¿Debe la sociedad aceptar la homosexualidad?”, en la mayoría de países africanos y del mundo árabe, menos del 5% de población encuestada respondía que “sí”.

2014_11_04_Espana_pais_con_mayor_aceptación_de_la_homosexualidad

En América Latina contestaban “sí” un 43% de bolivianos, 51% de venezolanos, 60% de brasileños, 61% de mexicanos, 68% de chilenos, y 74% de argentinos.

La aceptación de la homosexualidad era del 60% en EEUU 60%, el 80% en Canadá, 79% en Australia 79%, 54% en Japón y 21% en China. En Europa, España lideraba la aceptación con un 88% de “sí”, seguida de Alemania con un 87%, República Checa con un 80%, Francia un 77%, Italia un 74%, y en la cola Rusia con un 16%.

En todos los países, las mujeres mostraban más tolerancia a la homosexualidad que los hombres. En EEUU declaraban que la sociedad debía aceptar la homosexualidad un 65% de mujeres versus un 55% de hombres. En Francia un 82% vs un 72%, en Venezuela un 59% vs un 44%, y en Gran Bretaña un 83% vs 69%.

Por franja de edad, la diferencia no era muy grande entre el grupo de 18-29 años y el de 30-49, pero sí se veía una considerable menor aceptación en los mayores de 50 años.

El estudio también reveló que el nivel de religiosidad del país estaba claramente correlacionado con la menor aceptación de la homosexualidad.

Los investigadores del Pew Research Center compararon también los resultados del 2013 con otros del 2007, y vieron que en la mayoría de países la homosexualidad era más aceptada. El cambio más significativo se dio en Corea del Sur al pasar de un 18% a un 39% de aceptación, seguido de EEUU 49% en 2007 a 60% en 2013, Canadá 70-80, Italia 65-74, y España del 82% al 88% en sólo 6 años. Por la cola, la aceptación social de la homosexualidad disminuyó en Polonia del 45 al 42%, en Turquía del 14 al 9%, en los territorios palestinos del 9 al 4%, y en Francia, del 83% al 77%.

EL DIARIO:Cirugía de normalización intersexual como crimen contra la humanidad

 En el invierno parisino de 1868, el cuerpo de Abel Barbin fue encontrado sin vida en su habitación. Junto a su cama reposaban sus memorias. El inicio ya presagiaba el suicidio al que se vio obligado a someterse: «tengo veinticinco años y, aunque todavía joven, me aproximo, sin dudarlo, al término fatal de mi existencia». Gracias a Michel Foucault hoy conocemos la historia de Adélaide Herculine Barbin, llamada Alexina B. (1838-1868), que murió con el nombre, impuesto su sexo por una sentencia judicial, de Abel (la Editorial Talasa publicó en 1985/2007 las memorias traducidas, en edición preparada por Antonio Serrano y prólogo de José Ignacio Lacasta Zabalza).

El 8 de noviembre se conmemora el nacimiento de Herculine Barbin. Este es el motivo por el que se ha propuesto como el Día de la Solidaridad Intersexual, en recuerdo de Herculine y de tantos hermafroditas/intersexuales/Disorders of Sex Development que la historia ha quemado vivos (era común sentenciarlos a muerte en la hoguera para purificar sus almas de una carne pecaminosa, de un delito nefando contra natura), marginado, estigmatizado o mutilado para justificar así la ficción del dimorfismo sexual, por la cual la sociedad se estructura exclusivamente en hombres y mujeres.

De esta forma, las personas intersexuales son doblemente patologizadas. Sus cuerpos y sus mentes pasan a ser clasificados como patológicos El Manual de Diagnóstico de Desórdenes Mentales (DSM) las incluye en el marco de las disforias de género. La ciencia biomédica las somete a cirugía de normalización sexual por considerar a las personas intersexuales como anómalas. Se incluye en la patología para ser excluido de la normalidad.

Como ya denunciamos en un artículo en este mismo diario (sexo indeterminado y mutilación genital intersexual), el nacimiento de un bebé intersexual es definido como una urgencia psicosocial neonatal. Se abre así un protocolo médico ( Optimal Gender of Rearing, Protocolo Money) para fijar el verdadero sexo a través de intervenciones quirúrgicas y farmacológicas, a pesar de que en la mayoría de los casos la intersexualidad no es dañina para la salud. Se justifican dolorosas intervenciones (con múltiples infecciones) como un mal menor respecto a los hipotéticos futuros problemas de adaptación social. Nos encontramos ante un caso de mutilación corporal (IGM: Intersex Genital Mutilations) similar a la ablación del clítoris. La tortura a la que se ven sometidas las personas intersexuales, agudizada con silencios y mentiras, lleva en muchos casos a esterilización, discapacidad y suicidio.

El día 8 de noviembre no solo es para el recuerdo de la barbarie que se comete con las personas intersexuales, sino también para activar el movimiento que en los últimos años está consiguiendo logros de incalculable valor, a pesar de las reticencias de los Estados para incorporar las reivindicaciones en sus agendas políticas. Enumeremos las victorias conseguidas:

1.- En 1999, la Corte Constitucional Colombiana (Sentencia de Unificación SU-337/99) prohíbe la cirugía de normalización intersexual en menores de edad, señalando que debe ser la propia persona intersexual la que decida someterse o no a un proceso quirúrgico.

2.- En 2006 se firma el Consensus Statement on Management of Intersex Disorders en el que se pide una moratoria para la cirugía y se critica duramente la falta de consentimiento informado en los tratamientos con menores de edad.

3.- En 2013 se publica el Report of the Special Rapporteur on torture and other cruel, inhuman or degrading treatment or punishment (firmado por Juan E. Méndez).  Por primera vez se denuncia desde la ONU la mutilación genital intersexual. Tanto la ISNA (Intersex Society of North America) como la Organisation Intersex International Australia llevaban años reivindicando un pronunciamiento de la ONU.

4.- También en 2013 la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa redacta la Resolución 1952 (2013) Children’s right to physical integrity para solicitar a los Estados la creación de mecanismos de protección de las personas intersexuales y la prohibición de los tratamientos médicos innecesarios.

5.- El 9 de mayo de 2014, el Comisario para los Derechos Humanos del Consejo de Europa ( Nils Muižnieks) publica un informe en el que insta a los Estados miembros al reconocimiento jurídico de la realidad intersexual y a la eliminación de las intervenciones quirúrgicas por violar el derecho de autodeterminación y la integridad física.

Todos estos documentos nos hacen pensar que la situación a la que se ven forzadas las personas intersexuales puede ser comprendida en el marco de los crímenes contra la humanidad de acuerdo con lo establecido en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, aprobado el 17 de julio de 1998. ¿Qué características tiene este tipo de delitos imprescriptibles (artículo 29)? Se trata de una ataque generalizado o sistemático contra la población civil suponiendo asesinato, exterminio, esclavitud, deportación, traslado forzoso, encarcelación, tortura, violación, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada, persecución de un grupo con identidad propia fundada en motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos, de género, desaparición forzada, crimen de apartheid (artículo 7).

¿Cómo encaja aquí la intersexualidad? Los tratamientos médicos de normalización (o de reasignación para obtener un cambio en el registro civil para las personas transexuales) suponen un tipo de tortura, esterilización forzosa o, incluso, de persecución por motivos de género cometidos de forma sistemática en los Hospitales públicos y privados (y en las Unidades de Tratamiento de Identidad de Género) contra un sector concreto de la población civil. Asimismo, se podría plantear la aplicación de la institución del asilo a las personas intersexuales, como minoría en un sentido jurídico, por entender que las legislaciones que establecen la obligatoriedad de la inscripción jurídica del sexo en dos columnas –masculina y femenina– ponen en grave peligro sus vidas, pues en la mayoría de los casos se encuentran obligadas a someterse a cirugía-mutilación genital.

Este 8 de noviembre las palabras de Suzanne Kessler, escritas en sus Lessons from Intersexed, cobran más sentido aún: «el futuro de la intersexualidad es, en cierto sentido, el futuro del género. ¿En qué manos se encuentra este futuro?».

EL PAIS:“No quiero tener que disfrazarme de hombre para poder ver a mi hijo”

Una transexual denuncia a su ex por obligarle a visitar al niño con “apariencia masculina”

laura darriba

Laura Darriba, transexual a la que su ex obliga a vestirse de hombre para ver a su hijo. / Consuelo Bautista (EL PAÍS)

Gerardo Darriba se casó con I.P.M. en 2005. “No me atrevía a salir del armario, a asumir lo que era, y pensé que si me casaba y tenía una familia me podría olvidar de esto. Pero me equivoqué”. Gerardo se sentía una mujer. Cuando ya no pudo más, comunicó a su esposa su intención de cambiar de sexo. “Le propuse que siguiéramos juntos por nuestro hijo, nacido en 2007, pero ella no quiso. Nos separamos en julio de 2012. Entonces yo estaba muy mal, con una profunda depresión. La presión era enorme: de mi mujer, de su familia, de la mía, que nunca me ha apoyado…”. Por eso, explica, accedió a firmar una cláusula en el convenio de separación que decía que “ante la situación psicológica y personal que estaba sufriendo por sus problemas de identidad sexual” solo vería a su hijo si acudía con “apariencia masculina”. Después de un año recibiendo hormonas asistido por la Unidad de Tratamiento de Identidad de Género de Asturias para convertirse en mujer, eso es imposible.

Gerardo ahora es y tiene la apariencia de Laura. “Hoy no tengo ningún problema psicológico más allá de la enorme pena de no ver a mi niño”, cuenta Darriba, de 43 años. “Este año, por no ir disfrazado de hombre, mi ex solo me ha dejado verle tres veces: una en febrero, otra en abril y la última en septiembre”, asegura.

Su ex niega que le impida ver al pequeño: “Solo le pido discreción. No quiero que vaya a recoger a mi hijo al colegio de curas con una falda o vestido y que se rían de él. ¿Qué le cuesta atarse el pelo y ponerse un chándal? Tengo que proteger a mi hijo”, explica a EL PAÍS.

Darriba ha denunciado a su ex para cambiar esa cláusula que le obliga a ver al niño con “apariencia masculina”. “No quiero tener que disfrazarme de hombre para poder ver a mi hijo. Soy una mujer: desde que me levanto hasta que me acuesto. Ahora me llamo Laura, y eso no cambia que mi hijo siempre va a ser mi hijo, mi sangre. Quiero que me quiera como soy”, explica. “Ir disfrazado, mentirle, es mucho peor. Y además, ¿quién va a decidir si voy suficientemente caracterizado de hombre? ¿Un policía? ¿Mi ex?”.

Un juez revisará el régimen de visitas del niño, que ahora tiene siete años. “Lo único que pido es que dejen que mi hijo decida por sí mismo si quiere verme, si me acepta. Y con el apoyo psicológico y el seguimiento que haga falta”, afirma Darriba. “Conmigo el crío está feliz. Con cuatro años empezó a hacerme preguntas, y yo le he ido explicando que ahora soy Laura, que puede llamarme papá… Soy su papá y lo seré siempre. Si no me aceptara o sufriera, yo esperaría. Pero hasta ahora no hemos tenido ningún problema”.

Darriba insiste en que nunca ha querido hacer daño a su exesposa. “Ella se llevó una sorpresa, no sabía lo que me pasaba y yo me equivoqué al pensar que casándome y formando una familia podría olvidarlo. Ella pensó que me echaría atrás, pero esto no funciona así. No es un capricho”.

Su exmujer asegura que lo ha pasado muy mal y que ahora solo le preocupa el bienestar del niño. “Yo me casé con un hombre, tuve un hijo y mi hijo tenía un padre. Era muy feliz. Hasta que un día me dijo: ‘Quiero ser una mujer’. El shock fue tremendo”.

Darriba lleva un año de tratamiento hormonal. Los psicólogos llaman a este periodo “el test de la vida real” (previo a la operación de cambio de sexo), que consiste en comunicar al entorno la nueva identidad y comportarse como una mujer. En su DNI todavía figura como Gerardo porque la ley de identidad de género (2007) permite cambiar el nombre antes de la operación, pero solo tras al menos dos años de tratamiento hormonal. “Esto me ha causado muchos problemas. Si encontrar trabajo es difícil para cualquiera, para las transexuales más. Yo lo tengo especialmente complicado porque me dedicaba a la construcción, un trabajo muy físico, y el tratamiento hormonal debilita mucho”.

La batalla de Alexia

Existen muy pocos casos en España de padres transexuales, pero uno de ellos llegó a Estrasburgo. Alexia Pardo batalló en todas las instancias desde que un juzgado de Lugo estableció, en 2004, que solo podía ver a su hijo en un punto de encuentro, controlado por psicólogos y ante la madre del niño. “¡Vigilada, como si fuera una delincuente, uno de esos padres sospechosos de abusos!”, recuerda 10 años después, aún indignada. “Me arruiné. Cada informe psicológico que aportaba eran 1.500 euros”. Y eso que el abogado que la asistió en el Constitucional y en Estrasburgo, Manuel Ródenas, no le cobró.

Alexia, entonces Alex, se casó en 1997 con Patricia Q. F. En septiembre nació su hijo y en 2001 se separaron. Tres años después, su exmujer solicitó la suspensión de las visitas alegando que el padre de su hijo no se interesaba por él y se estaba sometiendo a un tratamiento para cambio de sexo y que se vestía de mujer. La juez preguntó al niño y este contestó que le gustaba estar con su padre, aunque prefería que no se maquillase, según recoge la sentencia. El informe pericial elaborado por una psicóloga aseguró que, debido a la “inestabilidad emocional” de Alexia, un régimen normal de visitas podría ser “un riesgo” para el niño y recomendó la vigilancia en el punto de encuentro. La decisión no obedecía “a la transexualidad en sí misma”, aseguraba. Una coletilla que se repitió en sentencias posteriores. El juzgado de primera instancia de Lugo impuso el régimen de visitas que recomendaba la psicóloga, pero negó, como decía la madre, que Alexia hubiera desatendido al pequeño.

Alexia recurrió alegando “vulneración del principio de prohibición de discriminación por razón de sexo”.El psicólogo que la atendía desde 2004 declaró que era “emocionalmente estable”, pero la Audiencia Provincial de Lugo desestimó el recurso en mayo de 2005 por entender que un sistema normal de visitas “supondría un riesgo para la salud normal del menor”, quien, “progresivamente”, pronosticaba el tribunal, “se habituará  a la decisión del cambio de sexo adoptada por su progenitor”.

Los informes de las psicólogas que vigilaban las visitas en el punto de encuentro eran buenos y se fue ampliando el tiempo que Alexia pasaba con su hijo. “La madre solo fue un día porque las psicólogas se dieron cuenta de que el hecho de que estuviera presente no era bueno, aumentaba la tensión”, explica esta transexual gallega. En 2006, Alexia empezó a ver a su hijo sin vigilancia, incumpliendo la sentencia. Pero aún así llevó su caso al Tribunal Constitucional. “Quería que la justicia reconociera que era una discriminación. Recurrí por las transexuales que vinieran detrás de mí”, explica. En 2008, el alto tribunal admitió su recurso de amparo. El fiscal la apoyó por entender que no había “justificación objetiva” para restringir las visitas y que, pese a negarlo, las instancias anteriores habían decidido hacerlo debido a la orientación sexual del padre, por lo que consideraba “infringida la prohibición constitucional de no discriminación”.

El Constitucional, no obstante, falló en contra, argumentando que “cuando lo que está en juego es la integridad psíquica del menor” no es necesario “que se acredite” ese daño psicológico al niño “para poder limitar los derechos del progenitor”, sino que basta la posibilidad de que pueda producirse. Es decir, que exista “un riesgo consistente en la alteración efectiva de la personalidad del hijo menor merced a un comportamiento socialmente indebido de su progenitor, bien sea por la negatividad de los valores sociales o afectivos que este le transmite durante el tiempo que se comunican, bien por sufrir el menor de manera directa los efectos de actos violentos, inhumanos o degradantes a su dignidad ocasionados por el padre o la madre”.

Alexia recurrió entonces al Tribunal de Estrasburgo, que en noviembre de 2010 avaló la decisión del Constitucional ante el “riesgo para el bienestar psicológico del niño y el desarrollo de su personalidad”.

“Afortunadamente, hoy tengo una relación maravillosa con mi hijo”, asegura Alexia. “Él me ha aceptado siempre y cuando cumplió 12 años pidió normalizar la situación. Presenté una nueva demanda y en 2013 su madre y yo por fin llegamos a un acuerdo”. Para entonces, D. P. Q. había cumplido los 16. Cuando sus padres se separaron tenía cuatro años.