La primera gondolera de Venecia es ahora el primer gondolero transgénero

«Yo nunca he pretendido nada. Lo único a lo que he aspirado siempre es a que me dejen en paz, a que me permitan vivir mi vida como a mí me parezca, solamente eso», asegura Alex Hai mientras sumerge con firmeza el remo en las aguas de un desierto canal veneciano para impulsar a Pegasus, su magnífica góndola.

Sin embargo, y a pesar de sus deseos, su destino ha resultado ser muy distinto: nadar contracorriente, romper los cauces del sistema establecido, hacer historia. Y por partida doble.

Hace algo más de una década que su nombre entró en los anales al poner patas arriba la rancia tradición veneciana y convertirse en la primera mujer en surcar los canales de la ciudad a lomos de una góndola, un privilegio reservado única y exclusivamente a los hombres durante casi 1.000 años de historia (924 para ser exactos). Y ahora ha vuelto a hacer añicos todos los esquemas: Alex es ahora hombre y se ha convertido así en el primer gondolero transgénero de la Serenissima.

«Antes me despreciaban por ser mujer y gondolera», afirma mientras le da una honda bocanada a su pitillo. «Ahora están sencillamente en estado de shock. Pero me respetan. Ahora soy un hombre, soy fuerte y si vienen a por mí saben perfectamente que soy capaz de defenderme a puñetazos», desafia.

Nunca se lo han puesto fácil, la verdad. Cuando era mujer, porque era mujer. Y ahora que es hombre, porque es hombre. «Italia es un país profundamente machista y profundamente homófobo, en muchos aspectos vive en la Edad Media», sentencia. Y el mundo de los gondoleros, un selecto club integrado por 425 titulares y 180 sustitutos con licencia para navegar por los canales venecianos, aún lo es más.

Alex lo sabe muy bien, porque le han hecho de todo para tratar de convencerle de que abandonara el oficio. Como aquel día en que alguien lanzó ácido clorhídrico sobre Pegasus, su góndola. O aquel otro en el que encontró excrementos de perro en el suelo de la embarcación. «¿Te imaginas? Hay que ser un enfermo mental para salir en busca de caca de perro, recogerla, transporta en una góndola y arrojarla a la mía», afirma.

Por no hablar de los insultos. De las amenazas. De las miradas intimidantes. O de los nueve años de juicios que ha soportado, todos ellos dirigidos a impedir que una mujer pudiera ser gondolera y que Alex ha ganado sistemáticamente, uno por uno. «Yo jamás acudí a los tribunales por iniciativa propia, me obligaron a hacerlo, me denunciaron para tratar de impedir que pusiera conducir una góndola», sostiene.

Toda esa presión hizo que, durante años, Alex se concentrara en abogados y pleitos y dejara de lado cuestiones fundamentales como su identidad sexual. «Siempre me he sentido hombre, desde mi infancia», revela. «Pero estaba tan absorbido con los juicios, que durante años no he tenido fuerzas para ninguna otra cosa. Los gondoleros venecianos son muy poderosos, tienen dinero, los mejores abogados… Y yo estaba solo contra todos».

Sin embargo el año pasado reunió la energía necesaria, junto el dinero preciso, y se lanzó. Se fue a Los Ángeles y se sometió a una operación de cambio de sexo. «En Italia habría sido impensable, para poder hacerlo me obligaban a gestiones infinitas, a pasar por una burocracia interminable. En Italia todo está montado para ponerle a un transgénero el mayor número de trabas posible y hacer que desista. En Estados Unidos todo es rapidísimo».

Alex se declara ahora rebosante de alegría. «Nadie me dijo que iba a ser así de feliz. Me siento en paz conmigo mismo. Antes de la operación nadie me dijo lo bien que me iba a sentir, es algo que descubres tú mismo cuando lo haces», afirma. «Y eso que aún me quedan cuatro años para terminar mi completa transformación. Ahora estoy en mi pubertad como hombre. Cuando acabe todo el proceso tendré un aspecto muchísimo más masculino que el de ahora».

Además, su cambio de sexo y de identidad ha acabado de una vez por todas con los juicios y pleitos que le han hecho la vida imposible durante los últimos diez años. «Así es», confirma con su sonrisa burlona. «Ya he cambiado todos mis documentos, soy legalmente un hombre. Se terminaron los juicios, ya no pueden impedirme que sea gondolero».

Fue en febrero de 1996 cuando Alex, nacido hace 51 años en Alemania pero criado en Estados Unidos, desembarcó por primera vez en Venecia. Llegó a la ciudad de las canales de la mano del cine, para hacer el vestuario de un filme estadounidense. Pero, sin poder evitarlo, cayó víctima del hechizo de la laguna veneciana. Quedó hipnotizado por las góndolas, esas embarcaciones de 11 metros de longitud y hasta 600 kilos de peso que silenciosas y elegantes surcan la ciudad. Decidió que quería aprender a llevarlas.

No existía una escuela oficial de gondoleros, el oficio se enseñaba (y aún se enseña) de padres a hijos. Y las mujeres tenían absolutamente vedada esa profesión. Se considera que no reúnen los requisitos físicos necesarios para manejar esas gigantescas y pesadas embarcaciones. Sin embargo, un pequeño grupo de gondoleros enseñó a Alex todos sus secretos. Y él se sintió tan fascinado que dejó el mundo del cine para dedicarse en cuerpo y alma.

La asociación de gondoleros le declaró entonces la guerra por ser mujer. Pero Alex, testarudo, les plantó cara. Ahora les ha ganado para siempre a bordo de Pegasus, que a sus 55 años es la góndola más anciana de todas las que aún navegan por Venecia. «La compré hace dos décadas, de segunda mano. Estaba destrozada», cuenta. Un artesano la restauró.

«El negocio no va mal», admite ahora que acaba de cumplir 22 años como gondolero. «Tengo muchos clientes LGTB, pero también contratan mis servicios muchas familias que desean mostrarme su apoyo y que quieren educar a sus hijos en el respeto a los demás».

La lucha de las mujeres por ser gondoleras ya no es la lucha de Alex. Pero es consciente de que derruyó un muro. «Este no es un trabajo para mujeres. Pero no porque no tenga la fuerza suficiente o la técnica, eso es una gilipollez. Es porque el ambiente que se van a encontrar es brutal».

-¿Cuándo te has sentido más discriminado: siendo mujer gondolera o ahora que eres transgénero gondolero?

-¿Bromeas? Italia es un país homófobo casi al mismo nivel que Turquía. Pero sobre todo es un país machista en el que a las mujeres no se las tiene en ninguna consideración. Y, de un modo u otro, yo ahora tengo pelotas.

La reinvención de Chelsea Manning

La responsable de la filtración de WikiLeaks lleva un año fuera de prisión. Es activista por los derechos LGTBI , da conferencias sobre tecnología y ética y ha entrado en política.

Chelsea Manning, el pasado jueves en la conferencia C2 de Montreal.

Chelsea Manning se pasea por las mesas como esos novios que en las bodas van saludando a los invitados preguntando qué tal y agradeciendo la asistencia. Pero a ella, muy menuda y vestida de negro, apenas se la distingue en el barullo hasta que se planta ante uno. “¿Cómo les va? ¿Alguna duda? El resultado no es lo que importa, sino la conversación que generen hasta llegar a él”, dice sonriente. Viste una chaqueta de raya diplomática y una falda larga, calza unas botas gruesas estilo Doctor Martens y lleva su media melena rubia semirrecogida con una pinza. Es el traje de guerra de la Manning ponente. Esta tarde, la ex analista de inteligencia, responsable de la mayor filtración de documentos clasificados de la historia estadounidense, está impartiendo un taller sobre diversidad y tecnología en el marco de la conferencia C2 de Montreal, un encuentro que dura tres días y es un tótum revolútum sobre negocios, creatividad e industria digital.

El taller de Manning habla de diversidad y tecnología, plantea preguntas por grupos y luego comenta las respuestas en público. En un momento, lanza su mensaje global: “La tecnología no es buena, no es mala, tampoco neutral, es una embarcación que sirve para diferentes objetivos”. En la mesa 18, uno de los alumnos le plantea algo más complejo: “¿De lo que estamos hablando aquí es de ética o de moral?”. Chelsea Manning sonríe, responde que es una buena pregunta y desaparece. Poco después dará una clase magistral sobre ética y vigilancia, que se suma a una charla sobre transparencia y, al día siguiente, un encuentro con varios medios de comunicación, entre ellos EL PAÍS.

Los organizadores quieren sacar jugo del que es uno de los grandes reclamos del C2. Su nombre se anuncia por el megáfono como el de una estrella de rock y entonces aparece en el escenario esa figura pequeña y delgada que hace ocho años, cuando solo tenía 22 y era un joven soldado llamado Bradley, causó un terremoto diplomático mundial. Le cayó una condena de 35 años por 20 delitos. Se había desvelado a sí misma al contarle su secreto a un conocido hacker, Adrian Lamo, que la delató. “Mi familia no me apoya, no tengo más que este ordenador, unos libros y una historia sensacional”, le dijo a Lamo.

Ahora acaba de cumplirse un año desde que salió de la cárcel gracias a que Barack Obama le conmutó la pena, después de cumplir siete años y haber intentado suicidarse. Durante el presidio, y tras mucha pelea, pudo comenzar el tratamiento de cambio de sexo. En su nueva vida, Chelsea Manning ha podido dejar crecer su cabello, lleva falda y las uñas pintadas de rojo. Da conferencias, se ha volcado en el activismo e incluso quiere entrar en la política tradicional, registrando su candidatura como demócrata al Senado por el Estado de Maryland. Es un icono controvertido para la lucha transgénero y un personaje incómodo para la mayor parte de instituciones: Harvard le retiró la propuesta para ser profesora invitada para este curso, después del aluvión de críticas, y en la misma Canadá, donde ha pasado estos días, le prohibieron la entrada el pasado otoño por sus antecedentes penales. “El mundo que temía que existía en 2010 se ha desarrollado y acelerado mientras he estado fuera”, afirma. Dice que la normalización del uso y vigilancia de nuestros datos y la actuación de la policía en EE UU ha llegado a un punto tan autoritario que no le deja, añade, más opción que plantarse y protestar.

Hay quien en Estados Unidos la considera una heroína, que se sacrificó por revelar los abusos de su país en el frente, y quien la ve como una traidora. Cuando se mira su odisea resulta difícil discutir que se trata, en cualquier caso, de una figura trágica. En su nueva vida, la pregunta que sigue costando responder es por qué hizo lo que hizo.

Filtró una tonelada de cables militares y diplomáticos que transmitió a la plataforma WikiLeaks en varias fases durante 2010 con la intención, defendió en su día, de revelar los abusos de su país en las guerras de Afganistán e Irak. Destapó, en efecto, muchas de aquellas miserias, pero también todas las que tenían que ver con las relaciones internacionales, lo que los funcionarios estadounidenses escribían, pensaban e investigaban de prácticamente todos los líderes. Del interés por la salud mental de Cristina Fernández de Kirchner al relato de la vida de Gadafi y su particular guardia femenina.

Aquel terremoto confirió a WikiLeaks la fama mundial. Los cables del Departamento de Estado se publicaron en noviembre en varios periódicos con los que la plataforma fundada por Julian Assange los había compartido; entre ellos, EL PAÍS. Para entonces, Manning estaba ya entre rejas. Había sido detenida a finales de mayo en Bagdad, delatada por Lamo. Este, que murió el pasado marzo, contó hace años a El PAÍS que, a su juicio, Assange se había aprovechado de la debilidad emocional de Manning, una persona muy aislada que en Bagdad estaba tocando fondo, y que no era consciente de la gravedad de sus actos.

Nació en 1987 en Crescent, un pequeño pueblo de Oklahoma, dentro de lo que se conoce como el cinturón bíblico de Estados Unidos. Recuerda haberse sentido una niña desde que apenas tenía cinco años. Sus padres, un estadounidense y una inglesa, se separaron cuando solo era una adolescente, así que vivió en ambos países. Cuando regresó a EE UU, rompió los lazos con su padre por el rechazo de este a su homosexualidad, según contaron en su día sus allegados. En Chicago, llegó a vivir en la calle y decidió alistarse en el Ejército. En 2008, se graduó como oficial de inteligencia. Y al año siguiente lo destinaron a Bagdad. Poco después se pondría a robar información clasificada y grabarla en un CD con el rótulo de Lady Gaga.

Desde 2010, WikiLeaks ha seguido con las filtraciones de documentos, nunca tan impactantes como las de 2010, aunque se le atribuye un papel capital en el caso de la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016 para favorecer la victoria de Trump por las filtraciones de correos electrónicos de los demócratas.

¿Qué piensa hoy Manning de WikiLeaks? ¿Ha cambiado su opinión respecto a aquel 2010?. Chelsa escucha la pregunta en el encuentro con la prensa en Montreal. “Solo sé lo que cuentan los medios, hace ya ocho años de eso y yo he estado en prisión”, dice. Luego marca distancias sobre la plataforma: “Debe recordar que en 2010 yo intenté ir a The New York Times y The Washington Post y me dieron la espalda. Debía tomar las decisiones en muy poco tiempo. Y [los documentos] acabaron en manos del grupo que usaba las herramientas y los métodos correctos. Ahora esos métodos están más extendidos, la plataforma de descarga segura (Secure Drop) está normalizada, pero no voy a corregir mis decisiones de 2010 en base a las herramientas que están disponibles hoy en día”.

Se pone muy seria cuando se le pregunta si ha vuelta a tener contacto con Julian Assange. “Yo nunca he estado en contacto, jamás. Yo no sabía con quién hablaba”, enfatiza. La persona de contacto con quien hablaba Manning era “Nathaniel Frank”, el nombre de un escritor tras el cual podría estar Assange, pero esas conversaciones son material clasificado. Su representante veta más preguntas al respecto. Entre cita y cita, jóvenes que acuden a la conferencia C2 de Montreal le piden fotos. Chelsea Manning sigue teniendo una historia sensacional.

Paliar la soledad o facilitar la convivencia de mayores LGTB: cinco proyectos de cuidados más allá de la crianza

Imagen correspondiente al proyecto Senda de Cuidados.

Los cuidados son esenciales para la vida. No importa la ideología, el equipo de fútbol o si te gusta o no la piña en la pizza: llegado a un punto toda persona requiere de ellos para poder hacer su vida dignamente. Esta tarea, la de velar por el bienestar físico y emocional de los demás, ha recaído tradicionalmente en las mujeres. Y suele hablarse de ella en relación a la crianza. Niñas y niños son durante varios años seres dependientes que necesitan de otros para poder vivir. Lo que ocurre es que los cuidados son necesarios toda la vida.

“Los seres humanos somos interdependientes, nacemos y durante toda nuestra vida somos vulnerables y finitos. Por eso los cuidados son necesarios durante toda la vida, aunque más especialmente en determinadas fases como la infancia o la vejez”, indica la antropóloga ecofeminista Yayo Herrero. En los últimos años se ha ido viendo florecer proyectos que tratan de llevar a la práctica la de idea de generar espacios para el cuidado de los adultos. Estos son algunos de ellos.

Proyecto Radars

Proyecto Radars es una iniciativa impulsada por el Ayuntamiento de Barcelona para generar “una red de prevención y de acción comunitaria dirigida a detectar y prevenir situaciones de riesgo de las personas mayores, y a paliar los efectos negativos de la soledad no deseada, contando con la complicidad del entorno”.

Barcelona tiene una población de 1.610.427 personas, de las cuales el 11,5% tienen más de 75 años. De estas, un 31,3% viven solas. El proyecto busca implicar a la ciudadanía de los 35 barrios en los que se ha implantado para que sean las propias vecinas y vecinos quienes funcionen a modo de “radares”, detectando así posibles problemas de las personas mayores.

En Radars, la comunidad tiene un papel clave. La institución ejerce de facilitadora de esta red y trata de implicar también a los centros de salud así como a otros agentes del territorio que facilitan la incorporación de las personas mayores al proyecto.

Con el objetivo de paliar el sentimiento de soledad de estas personas, se crea la Plataforma de Seguimiento Telefónico, donde participan voluntarios y voluntarias del barrio que llaman de forma periódica a las personas mayores, con quienes establecen una relación de confianza que será un primer paso para promover su vinculación al territorio.

Espejos que hacen daño

El cortometraje vasco ‘Visibles’ saca a la luz la realidad de las personas mayores del colectivo LGTB, aquellas que en su juventud fueron perseguidas y reprimidas y que, ahora, en su madurez, se enfrentan a la soledad y el abandono

Fotograma del cortometraje ‘Visibles’ en el que se ve a Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26 de diciembre. Fotos: Teresa Arilla

El 26 de diciembre se cumplirán cuarenta años de la exclusión de la homosexualidad de la Ley franquista de Peligrosidad y Rehabilitación Social, una fecha para marcar en rojo en el calendario, ya que supuso un gran triunfo para aquellos que hasta entonces vivían perseguidos y reprimidos por su orientación sexual o identidad de género. “Pero nadie lo sabe, nadie sabe que nos metían en la cárcel o en el psiquiátrico o en granjas para curarnos”, lamenta Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26 de diciembre, que atiende, acompaña y asesora a personas mayores del colectivo LGTB, aquellas que vivieron su juventud ocultas y con miedo y que, en su madurez, se enfrentan al abandono y la soledad. “Es un colectivo muy abandonado, muy silenciado, muy invisibilizado, porque se han encargado de invisibilizarlo”, asegura Armenteros.

Para sacar a la luz esta realidad, la cineasta vasca Ainhoa Uri y su equipo han realizado el cortometraje Visibles, que “nos habla de la vejez, fundamentalmente de la vejez, de la soledad, de la necesidad de compañía, de ese abrazo, ese sentirse algo y alguien”. “Este cortometraje se centra en la vejez de las personas LGTB, un colectivo vulnerable y abandonado por la sociedad mayoritaria y por el propio colectivo, encontrándose en la actualidad sin recursos específicos que puedan paliar ese deterioro, la soledad y su situación de dependencia”, añade.

El cortometraje está rodado en Madrid y cuenta la historia de dos personas mayores del colectivo: un exiliado cubano que huyó de su país precisamente por sus circunstancias personales y una mujer de Hernani que llegó a la ciudad buscando una salida laboral. “Cuentan cómo afrontan su vida y cuáles son sus retos, la vejez no les gusta mucho, como dice uno de ellos: los espejos me hacen mucho daño. La vejez en una soledad absoluta y sin recursos es muy dura”, explica Uri. Tanto la guionista y coproductora del cortometraje como el presidente de la Fundación 26 de diciembre invitan a desterrar los estereotipos que también rodean al colectivo y ver la diversidad.

“El colectivo se ha encargado de dar esa imagen maravillosa de juventud, poder adquisitivo, consumo, en la que también se olvida a las lesbianas. El estereotipo es gay, blanco y con dinero, y mucha gente se lo ha creído. A mí me han llegado a decir en alguna charla: yo creía que los gays eran gente joven. Entonces, ser gay es como el sarampión, que se pasa ¿o qué?”, cuenta con ironía Armenteros. “Me sorprende cómo se está construyendo algo sin la historia”, lamenta el presidente de la Fundación 26 de diciembre, quien reconoce que “es una historia muy sucia”. “Todas estas personas que tienen más de 60 años, ha sufrido la represión en su juventud, durante su vida, tienen esa represión interiorizada, incluso la homofobia interiorizada”, apunta la cineasta vasca.

Es el caso del propio Armenteros, a quien su madre le denunció con 16 años por ser homosexual. “Yo me decía continuamente soy normal, soy normal, soy normal. Hice lo que la sociedad nos pedía, me casé y tuve una hija, hasta que no pude más y con la ayuda de mi exmujer me puse en tratamiento y descubrí que era un homófobo interiorizado muy grande. Aprendí a aceptarme y descubrí que era una persona feliz, que no estaba haciendo nada malo, sino algo muy natural. Así se lo transmití a mi hija y ella me ha acompañado en el proceso”, relata Armenteros, quien salió del armario con 36 años “y lo quemé”. Este educador social tiene ahora 60 años y hace ocho fundó la Fundación 26 de diciembre. “Nos preguntábamos ¿dónde están las personas mayores del colectivo?”, asegura. La fundación cuenta con trabajadores y educadores sociales, psicólogos, cuidadores y voluntarios. Es un atención integral, desde animación sociocultural, atención psicológica, ayuda a domicilio, teleasistencia, ayuda en gestiones administrativas hasta acompañamiento en la última etapa de la vida. “Les ayudamos a cerrar el capítulo de la vida de una manera que se sientan acompañados, queridos, que alguien les de la mano o un abrazo en el último momento. Muchos nos comentan que les da miedo que los vecinos se enteren que han muerto por el mal olor. Escuchar eso escuece”, explica Armenteros. Otras veces simplemente se trata de una comida, tomar un café o sentirse acompañado.

RESIDENCIALa Fundación atiende a entre 700 y 800 personas, “una cifra todavía baja teniendo en cuenta que hay 160.000 personas mayores del colectivo LGTB en Madrid”. “Pero las que más nos preocupan son las 70.000 personas mayores de 80 años que viven solas”, apunta. “Con esa edad, muchos están muy tocados, además son los que han sobrevivido a la pandemia, están con el VIH”, asegura Armenteros. Para ellos, la fundación abrirá la primera residencia especializada en todo el Estado. “En las instituciones dicen que no se tiene que hacer una intervención especializada más allá de que son mayores, que son iguales, pero no es así, no hemos crecido igual, nosotros hemos crecido en el odio. Hay que hacer una atención especializada porque han sufrido una violencia social, un odio social. ¿Cómo vamos a ser iguales si nunca nos habéis permitido ser iguales?”, replica Armenteros, quien asegura que “mucha gente nos dice que antes de ir a una residencia (convencional) se suicida”.

“Queremos estar en espacios donde nos puedan atender de forma especializada, que sepan cómo somos, que no tengamos que explicar que me gusta un hombre o que se me ha muerto mi marido y que estoy hecho polvo. Que sean espacios de respeto, de libertad, algo que nunca han tenido las personas mayores, que puedan estar en espacios seguros donde no les puedan llamar maricón, tortillera de mierda o travelo. Todo eso en los espacios seguros no pasa”, argumenta el presidente de la Fundación 26 de diciembre.

“En el colectivo LGTB esa vejez tiene una carga mayor por la represión que han sufrido. Piensan, por ejemplo, que si van a una residencia van a tener que volver a esconderse, van a tener que volver a ese llamado armario, piensan que van a tener que volver a sufrir esa represión y lo que hacen en es encerrarse en casa”, explica Ainhoa Uri. “En la actualidad, hay personas LGTB que por su edad se encuentran indefensas y desprotegidas ante una sociedad que las ha invisibilizado. Debemos tener esto en consideración y conseguir espacios físicos y sociales de libertad y respeto a los mayores LGTB para así tratar de cubrir sus necesidades particulares y colectivas”, ahonda la cineasta.

“Ahora estamos atendiendo a un hombre al que le han dado seis ictus y está tirado en su casa. Solamente le han puesto un servicio a domicilio dos veces a la semana, una señora que va a limpiar, pero él no se puede mover, no puede hacer nada y está solo. Cuando abra la residencia esperamos que pueda ser uno de los residentes”, pone como ejemplo Armenteros.

“PROBLEMA UNIVERSAL”El presidente de la Fundación 26 de diciembre también aparece en el cortometraje Visibles, así como otros dos expertos de otras asociaciones que trabajan con mayores del colectivo LGTB. “Rodamos en Madrid porque los testimonios que teníamos estaban allí, pero no es un cortometraje sobre la Fundación 26 de diciembre, es un llamamiento a lo que ocurre con el tema de la vejez, que es un problema universal”, sostiene la guionista y coproductora. El trabajo, dirigido por Enrique Rey, está ya listo para proyectarse en festivales y mostrar al público. “Queremos hacer proyecciones a la ciudadanía bien a través de asociaciones que sean del colectivo u otras asociaciones que se quieran acercar a esta realidad”, explica Uri.

En el colegio a Xabi, de cinco años, ya le llaman Nora

Una niña transexual vizcaína pide a sus compañeros de clase que asuman su cambio con naturalidad

Con apenas cinco años, Nora -nombre ficticio- se ha convertido sin saberlo en un icono de valentía al no temer vivir libremente su identidad de género. Esta pequeña vizcaína, a la que hasta hace unas semanas le llamaban Xabi, ha decidido dar un paso al frente acompañada de su familia. A través de una emotiva carta, enviada a los padres y madres de la escuela y que se ha hecho viral en las redes sociales, explican cómo su hija les ha ido guiando en este proceso desde que comenzó a expresarse, hasta pedirles este año que la llamaran Nora y no Xabi, el nombre que decidieron «erróneamente, fijándonos únicamente en sus genitales».

Aunque queda mucho camino por recorrer, en ocasiones salen a la luz historias que muestran la valentía de niños con vulva y niñas con pene a la hora de vivir su identidad de género arropados por su familia. El pasado 4 de mayo, Nora escribió otro capítulo en esa historia. Fue el día en el que decidió dejar de ser Nora solo en casa, para serlo también «en la escuela, en la plaza, en el parque, en el cine…».

Ha sido un camino en el que reconocen haber tenido «dudas», pero en el que optaron por respetar sus ritmos y sus tiempos. «Si a los mayores en ocasiones nos cuesta tanto decidir qué zapatos ponernos o dónde ir de vacaciones, cómo no le va a costar a una niña de cuatro o cinco años decir a todas las personas que conoce que están equivocadas, que ella no es un niño sino una niña, y que si tiene pitilín es porque hay otras muchas niñas que también lo tienen, del mismo modo que hay niños que tienen vulva, y que a partir de ahora quiere que le llamemos por su verdadero nombre, que es Nora, y no por el que por error le asignaron su aita y su ama…».

«Ni la primera ni la última»

‘Ni neska naiz’ (‘soy una niña’) fue, como aseguran en la carta, la primera frase que pronunció Nora. «Nos equivocamos en su día, hace ya cinco años y un mes, pero en nuestra casa muy pronto caímos en la cuenta de nuestra equivocación». Desde muy pequeña «vimos, supimos y comprendimos que Xabi, como le llamábamos entonces (y como le hemos estado llamando hasta hace escasos días), era una niña. Una niña con pene, es cierto. Ni la primera ni la última. Pero una niña», explican en la carta.

Los progenitores narran cómo la pequeña ha ido «marcando los tiempos» y se ha manifestado como chica cuando «se sentía protegida», en su hogar o en vacaciones donde nadie sabía si era niño o niña, y más adelante en ocasiones en donde la gente «se vestía de forma especial». Por último, cuando después de Semana Santa pidió que comenzaran a llamarle Nora. «Xabi pasaba automáticamente a ser Nora en el preciso instante en que se sentía a salvo del ‘qué dirán’, en cuanto se sentía acompañada».

El paso al frente de Nora la ha hecho «la persona más feliz del mundo», según sus padres. Acompañados del asesoramiento de profesionales, expertos y miembros de las asociaciones que trabajan en este ámbito, como Chrysalis, agradecen también el «trato exquisito en lo profesional e impagable en lo humano» de la escuela. Ahora piden a los otros padres y madres que, aunque se confundan, respeten la decisión de Nora y la llamen por su nombre. «La práctica ayuda. Cuantas más veces dices Nora, más quieres a Nora. Pruébalo y verás», subrayan.

La guía de Miren, la niña trans que mostró a sus padres qué hacer en cada momento

Los progenitores de una menor de cinco años piden con una carta dirigida a los padres de los niños de su ‘ikastola’ que respeten la decisión de su hija

Miren, nombre ficticio, les dijo a sus padres que era una niña cuando apenas tenía dos años. LOUIS BLYTHE

“Este viernes, 4 de mayo, Miren va a dejar de ser Miren solo en casa: también va a ser Miren en la ikastola, en la plaza, en el parque, en el cine…, y en los lunes de otoño que llueva, y los jueves de invierno que nieve”. Los padres de una niña trans de cinco años que vive en el País Vasco han relatado a través de una carta dirigida a otros padres de su escuela cómo su hija les ha guiado, marcando los tiempos y decidiendo qué hacer en cada momento, hasta pedirles que la llamen Miren y no por el nombre masculino que decidieron “erróneamente” al nacer. El padre, con el que se ha puesto en contacto EL PAÍS, ha pedido que no se faciliten datos personales que puedan identificar a su hija. Los nombres de pila han sido cambiados. Con el escrito, en el que muestran su inmensa gratitud a la labor realizada por el colegio —”nos equivocamos al asignarle el sexo, pero no al elegir la ikastola“—, animan al resto de progenitores a que respeten la decisión que su hija ha adoptado “libre y felizmente” y a que la traten como lo que es y quiere ser: “Una persona normal y feliz”.

Los tres años de recorrido de la familia de Miren aparecen resumidos en una emotiva carta de siete párrafos y una posdata. El escrito ha circulado en los últimos días por las redes sociales sin que los autores lo hayan autorizado, según asegura el padre. En el texto, los padres viajan hasta el nacimiento de Miren y reconocen que “hace ya cinco años y un mes” se confundieron cuando pensaron que era un chico. “Le pusimos de nombre Jon y le traspasamos la ropa de su hermano, y no la de su hermana… ¡Cómo no íbamos a equivocarnos si le asignamos su sexo fijándonos únicamente en sus genitales!”, detallan. A pesar de ello, reconocen que se dieron cuenta “muy pronto” de su equivocación. “No sabríamos precisaros exactamente cuándo, si al año, al año y medio o a los dos años, pero muy pronto vimos, supimos y comprendimos que Jon, como le llamábamos entonces (y como le hemos estado llamando hasta hace escasos días), era una niña. Una niña con pene, es cierto. Ni la primera ni la última. Pero una niña”.

Ni neska naiz” (Soy una niña). Los padres de Miren jurarían que esta fue la primera frase con sujeto, verbo y predicado que construyó su hija. “Una frase que no ha dejado de pronunciar un solo día desde entonces, y habrán pasado ya unos tres años… o más”, precisan. “En todo este tiempo, y tras superar las lógicas dudas iniciales, siempre hemos visto y querido a Jon como una niña, pero hemos respetado sus ritmos y sus tiempos. Si a los mayores en ocasiones nos cuesta tanto decidir qué zapatos ponernos o dónde ir de vacaciones, cómo no le va a costar a una niña de cuatro o cinco años decir a todas las personas que conoce que están equivocadas, que ella no es un niño sino una niña, y que si tiene pitilínes porque hay otras muchas niñas que también lo tienen, del mismo modo que hay niños que tienen vulva, y que a partir de ahora quiere que la llamemos por su verdadero nombre, que es Miren, y no por el que por error le asignaron su aita y su ama…”, continúa la carta.

Los padres relatan cómo la pequeña “ha marcado los tiempos” y se ha ido abriendo cuando se sentía segura. “Ella ha decidido qué hacer en cada momento. Nosotros nos hemos limitado a acompañarla, a arroparla, a comprenderla, a quererla y a hacerla sentirse acompañada, arropada, comprendida y querida. Al principio, solo se manifestaba como chica cuando se sentía protegida, en espacios de confort: nuestra casa, la casa de aitite (abuelo) y amama (abuela), el baserri de amama (caserío de la abuela), donde izeko (la tía) y osaba (el tío) o de vacaciones, donde nadie sabía si era Jon, Miren, niño, niña”.

El siguiente paso la llevó a vestirse “como lo que se siente y como lo que es, una niña”. Miren “aprovechó aquellas ocasiones en las que ella, observadora, detectaba que la gente se vestía de forma… especial”, como fiestas patronales o periodos de vacaciones. “Pasaba automáticamente a ser Miren en el preciso instante en que se sentía a salvo del ‘qué dirán’, en cuanto se sentía acompañada por las personas que ya conocíamos su ‘secreto’: “Ni neska naiz” (Soy una niña)”. El último paso, lo dio en Semana Santa, mientras estaban de vacaciones. Fue entonces cuando pidió que la llamaran Miren. “Pero, en un principio, solo los de casa. En la Ikastola y en la calle, un poco más tarde. Sin prisa”.

En cuestión de un mes, los padres han recabado información y opiniones para afrontar de la mejor manera esta nueva situación. “Hemos escuchado a profesionales, expertos y miembros de las asociaciones que trabajan en este ámbito”, explican.  Aunque Miren había previsto anunciarlo a sus compañeros de clase un viernes, terminó haciéndolo un miércoles y, según el testimonio de sus padres, dar a conocer su decisión la hizo “la persona más feliz del mundo”.

Para terminar y como posdata, los padres de Miren reconocen que tienen un gran lío en casa con el tema de los nombres y quitan importancia a que se produzcan equivocaciones. Con todo, garantizan que “la práctica ayuda”. “Cuantas más veces dices Miren, más quieres a Miren. Pruébalo y verás”, animan en un escrito en el que apelan a valores como el respeto, la solidaridad y la generosidad.

La emotiva carta de los padres de una niña transexual de Zornotza al resto de padres de la ikastola

Con esta carta los padres de una niña transexual de Zornotza, detallan a los progenitores de los y las compañeras de aula, el camino recorrido por la niña y piden respeto a su decisión.

 

Esta es la carta del aita y la ama de una zornotzarra de cinco años que pese haber nacido con pene su primera frase fue «ni neska naiz» – yo soy una niña-. Ahora, cinco años y un mes después de su nacimiento, sus progenitores se dirigen con esta carta a los padres de los y las compañeras de aula para que a partir de ahora todas y todos le llamen por su verdadero nombre, el nombre elegido por la niña, y no con el nombre, que como ellos mismos reconocen, le asignaron por error; «¡Cómo no íbamos a equivocarnos si le asignamos su sexo fijándonos únicamente en sus genitales!», aseguran sus padres.

La carta, que ha tenido gran difusión en Facebook, descubre el camino realizado por la niña desde su nacimiento hasta ahora. Destaca cómo a su temprana edad, era capaz de diferenciar los espacios y las personas con las que se sentía a salvo y podía dejar «ver su secreto». «Ella ha marcado los tiempos. Sus tiempos. Ella ha decidido qué hacer en cada momento. Nosotros nos hemos limitado a acompañarle, a arroparle… Al principio, solo se manifestaba como chica cuando se sentía protegida, en espacios de confort (nuestra casa, la casa de aitite y amama, el baserri de amama, donde izeko y osaba o de vacaciones, donde nadie sabía si era niño, niña, de Zornotza o de Sebastopol…). El siguiente paso le llevó a vestirse como lo que se siente y como lo que es, una niña, en aquellas ocasiones en que ella, observadora, había detectado que la gente se vestía de forma… especial… Si nos hubiésemos encontrado este agosto, habríais visto a nuestra hija con un bikini naranja, un vestido blanco o una falda rosa. Lo que queremos explicaros con estos ejemplos es que pasaba automáticamente a ser niña en el preciso instante en que se sentía a salvo del ‘qué dirán’, en cuanto se sentía acompañada por las personas que ya conocíamos su ‘secreto’: “Ni neska naiz”».

El último gran paso lo dio en las pasadas vacaciones de Semana Santa pidiendo a sus padres que la llamaran por el nombre elegido por ella misma. Pero en el escaso mes que ha pasado desde entonces, se ha sentido segura y arropada para presentarse también en la ikastola. Y esta carta es muestra de ello.

Con esta carta los padres se dirigen al resto de progenitores de la Ikastola Zornotzako Andra Mari para pedir respeto a la decisión de la niña y para que le traten como lo que es, una niña. « No estamos en posición de exigiros nada, y menos aún en aquello que incumba a la educación de vuestros hijos e hijas, –asegura la carta–. Tampoco os pedimos comprensión, aunque mentiríamos si dijéramos que no la agradeceríamos. Sí nos atrevemos a animaros a que respetéis la decisión que ha adoptado libre y felizmente y a que, a partir de ahora, le llaméis por su nombre y le tratéis como lo que es y lo que quiere ser, una persona normal y feliz».

Los progenitores de la niña muestran mediante esta carta una gratitud inmensa hacia la labor realizada desde la Ikastola, «de quienes hemos recibido un trato exquisito en lo profesional e impagable en lo humano. ¡Nos equivocamos al asignarle el sexo, pero no nos equivocamos al elegir la Ikastola!» se congratulan en la carta.

La bandera arcoíris, sustituida por una franquista en un colegio público de Benalmádena

Bandera de España con el águila de San Juan, en el CEIP Jacaranda

Una bandera de España con el águila de San Juan ondeó todo el domingo en el colegio público Jacaranda de Benalmádena (Málaga). No se sabe quién, pero alguien la colocó allí en sustitución de la bandera arcoíris, que había sido izada en el CEIP el pasado 17 de mayo, con motivo de la celebración del Día contra la homofobia y la transfobia. Podemos Benalmádena ha interpuesto una denuncia ante la Policía Nacional.

Nadie sabe quién colocó la bandera con el águila de San Juan en el colegio, pero debió de ocurrir el sábado por la noche. Enrique García, concejal de Podemos en la localidad y tercer teniente de alcalde, explica que recibió una llamada de la portavoz del partido a mediodía del domingo. Fue en ese momento cuando grabaron el vídeo que puede verse en el Facebook de Podemos Benalmádena y que precede a esta información . El mismo domingo por la tarde interpusieron la denuncia.

El ambiente se había caldeado durante la semana en un grupo local de Facebook, en el que algunos usuarios discutieron sobre la conveniencia o no de que ondeara en el colegio la bandera arcoíris. Originaria de las fiestas del orgullo de San Francisco, desde los años 70 la bandera arcoíris se utiliza como símbolo LGTBI.

El águila de San Juan fue incorporada por primera vez al escudo de armas de Isabel la Católica. Franco la recuperó después de años en desuso, igual que hizo con otros símbolos de los reyes católicos con los que pretendía arrogarse una supuesta legitimidad histórica. Dejó de ser oficial en 1981. No es un símbolo franquista, pero Franco lo hizo suyo, y a día de hoy se asocia a la dictadura.

“Retirar una bandera arcoíris, que lleva implícita una lucha por la igualdad y poner otra con el águila de San Juan se puede contemplar como incitación al odio contra un colectivo”, opina Enrique García. La Ley de la Memoria Histórica prohibió la exhibición de símbolos preconstitucionales en edificios de administraciones públicas. “Una bandera expuesta al público [por un particular] no es delito, pero en un edificio público ya es otra cosa”, opina el concejal.

La actual Ley de Banderas es de 1981. IU planteó recientemente una  proposición de ley para modificar la norma y dar amparo legal al uso de otras banderas, recogiendo la posibilidad de que las administraciones públicas puedan colocar temporalmente enseñas, banderas, símbolos históricos, distintivos y cualquier otra “manifestación gráfica de la libertad de expresión” con los límites genéricos y respetando los derechos fundamentales, los derechos humanos y la memoria histórica. La bandera arcoíris ya colgó de un lateral del Congreso de los Diputados en junio de 2015 para celebrar el Día del Orgullo. También ha ondeado en el balcón de muchos ayuntamientos.

Enrique García cree que quien cambió una bandera por otra no tiene nada que ver con nadie del colegio Jacaranda. El lunes a las 8 de la mañana la bandera con el águila de San Juan aún ondeaba del mástil. Habían cortado la cuerda y eso dificultó la retirada.

BESTE SEXUALITATEAK 2018

EHGAMek, Basauriko Sozial Antzokiarekin batera, “Beste Sexualitateak” zine emaldia antolatzen du, ekainaren ostegunero

 

BESTE SEXUALITATEAK 2018

EHGAMek, Basauriko Sozial Antzokiarekin batera, “Beste Sexualitateak” zine emaldia antolatzen du, ekainaren ostegunero