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Iruñan arratsaldeko 8etan Udaletxe Plazan ospatuko den elkarretaratzera parte hartzera ere deitzen du

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La revolución de la familia

Los hogares están sufriendo una metamorfosis de puertas adentro. Año tras año crecen las familias monoparentales, las homoparentales, las parejas del mismo sexo, las de hecho, los nacimientos extramatrimoniales…

UN REPORTAJE DE MARTA MARTÍNEZ – Domingo, 12 de Junio de 2016

Imagen de una familia paseando por la calle

Imagen de una familia paseando por la calle. Foto: Jose Mari Martínez

ITZIAR decidió ser madre en solitario hace dos años. “Es algo que he tenido claro siempre. Con 33 años me vi preparada y con muchas ganas y se dio la circunstancia de que en esos momentos no tenía pareja, pero no me pareció un obstáculo, así que me puse a ello”, explica esta bilbaina. Un año y medio después nació su hijo, “lo más grande que he hecho nunca”. Itziar, profesora de instituto, es miembro de la Asociación de Madres Solteras por Elección (MSPE), que cuenta con medio centenar de socias en Euskadi. Están organizadas, realizan actividades de ocio con sus hijos “para que las madres compartan sus experiencias y para que los niños jueguen entre ellos y conozcan a otros niños en las mismas circunstancias que ellos”, pero también reclaman su espacio en la sociedad. “Cada vez más mujeres deciden ser madres en solitario y queremos que se nos tenga en cuenta. Este último año nos hemos reunido con partidos políticos para exponerles nuestra situación, porque nos damos cuenta de que ni siquiera se percatan de esta realidad. Están empezando a enterarse de que existimos”, sostiene esta mujer bilbaina.

El número de familias monoparentales crece año tras año; actualmente rozan los dos millones en el Estado español, uno de cada diez hogares. Sin embargo, Itziar se queja de que “todavía no ha calado del todo que los modelos de familia están cambiando y que ya no todo se ajusta a ese patrón de dos adultos y uno, dos o tres niños”. Y pone un ejemplo, “un pequeño detalle que no lo es tanto”: “En los polideportivos no puedo beneficiarme del típico abono familiar, porque contempla la familia como compuesta por dos adultos”.

Itziar sostiene que “el hecho de tener cierta seguridad económica me animó a lanzarme a la aventura”. Cuenta, además, con el apoyo de sus padres para conciliar vida laboral y familiar. Sin embargo, no todos los hogares monoparentales son por elección o no todas las personas que desean tener descendencia en solitario pueden asumir el coste que supone la crianza de un hijo. Y es ahí donde las políticas públicas juegan un papel fundamental. En este sentido, Save the Children alertó el año pasado de que el 38% de los núcleos familiares monoparentales vive por debajo del umbral de la pobreza.

Al igual que las familias monoparentales, crece también el número de hogares homoparentales, las personas que viven solas, las parejas del mismo sexo, las parejas de hecho, los hijos nacidos fuera del matrimonio y las familias reconstituidas -compuestas por dos adultos que forman un nuevo núcleo familiar, en el que uno de los miembros, o los dos, aporta hijos de una relación anterior-. La diversidad gana terreno a lo que hasta hace unos años se consideraba la familia tradicional, es decir, el matrimonio heterosexual con hijos, una metamorfosis que se viene gestando en los hogares desde hace 40 años.

“Todo empieza en los años 70, cuando empieza a haber menos control por parte de la Iglesia. La gente empieza entonces a organizar su vida con criterios propios, empieza a elegir si quiere casarse o no, si quiere tener hijos o no, cuándo los quiere tener, cosas que antes no se elegían porque venían dadas por las normas culturales y sociales. A partir de entonces, ese control empieza a relajarse”, explica Joseba Zalakain, director del SIIS Centro de Documentación y Estudios. Según el sociólogo, las políticas públicas “siempre van por detrás de los cambios”, por lo que su adaptación a esta nueva realidad social es lenta. “Las políticas han respondido con bastante rapidez a los cambios que tienen que ver con derechos civiles como en el caso de las parejas de hecho, las uniones de personas del mismo sexo, pero en el terreno de los derechos sociales han ido más despacio. Probablemente lo que más les ha costado es adaptarse a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, ahí han respondido bastante mal”, explica Zalakain.

MENOS MATRIMONIOS Emili, de 33 años, y Guille, de 41, esperan su primera hija para agosto. Inmersos en los preparativos del parto, la llegada del bebé a sus vidas y los planes para adquirir una vivienda propia, el matrimonio no entra en sus planes. “La opción tradicional de matrimonio no representa lo que somos o lo que son las parejas ahora. Una pareja se supone que se basa en el amor y el apoyo mutuo, dos personas con un proyecto de vida en común, ¿por qué tenemos que jurar nuestro amor eterno ante un ayuntamiento?”, asegura Emili. “Porque de la Iglesia ni hablamos”, aclara.

“Antes, una de las dos personas, tradicionalmente la mujer, dependía económicamente del marido y si no estabas casada con ese señor no te quedaba pensión. Pero a día de hoy la situación ha cambiado. Nosotros trabajamos los dos, tenemos independencia económica y solvencia. Ahora mismo estamos pensando en comprarnos una casa, en cómo va a ser el parto y cómo va a ser nuestra hija, está tan claro que Guille y yo somos pareja… ¿De verdad tengo que demostrarlo?”, reflexiona. “Puede que el matrimonio esté en desuso y que actualmente haya otra manera de unirse. Además, que no es tan sencillo, no es cosa de un día. Tienes que elegir fecha en el ayuntamiento, y a ver para cuándo te dan, tienes que llevar testigos y tienes que pagar”, continúa. Emili aboga por simplificar las cosas: “A mí me vale con firmar en un registro, más que nada para tener derechos sobre él en caso de que le pasara algo y al revés”.

Las cifras corroboran que esta opinión está en auge. Así, de los 17.000 matrimonios anuales que tenían lugar en 1975 en Euskadi, se pasó a 10.000 apenas seis años después. Actualmente, la cifra se sitúa en 7.500. De ellos, además, una aplastante mayoría, el 76,5% son civiles. El número de matrimonios decrece cada año, mientras que aumenta el de parejas de hecho. Los hijos extramatrimoniales también son una tendencia al alza. En Euskadi representan cuatro de cada diez nacimientos anuales.

Otra realidad que ha cambiado con el paso del tiempo es el de la maternidad. Hoy en día, la media de edad en que las mujeres tienen hijos en Euskadi está en 32,6 años. Asimismo, la tasa de fecundidad de la población vasca se sitúa en 1,38 hijos. “Se ha producido un retraso en la emancipación y esto ha dado lugar a un retraso en la edad de tener hijos. Y cuanto más tarde empiezas con el primer hijo más difícil es tener dos o tres”, explica Zalakain. Las estadísticas señalan que el número de hogares aumentó el año pasado, pero su tamaño se redujo una vez más. En Euskadi, los hogares están compuestos por una media de 2,39 personas, por debajo de la estatal (2,51).

FAMILIAS RECONSTITUIDAS Otro de los tipos contemporáneos de hogares es el de las familias reconstituidas. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), 2,3 millones de personas en el Estado español son separadas o divorciadas -en 2014, se produjeron siete rupturas por cada diez matrimonios-. Asimismo, en diez años (2001-2011), los núcleos reconstituidos con hijos menores de 18 años aumentaron en el Estado más de tres puntos porcentuales y ahora representan el 7,4% del total de las parejas.

La versión más habitual de familia reconstituida es la conformada por una mujer que aporta en exclusiva los hijos al nuevo hogar -el 71%-, mientras que en el 25,6% de los hogares reconstituidos son del hombre en exclusiva. Las familias en las que los dos miembros de la pareja han aportado hijos propios suponen el 3,4%. Los sociólogos denuncian la invisibilidad estadística de estas nuevas familias, que influye en su escaso reconocimiento. Cada vez más, señalan, los hijos comparten temporalmente dos hogares reconstituidos a su vez, en una fórmula que llaman “familia constelación” y que resulta indetectable en el censo dada la imposibilidad de inscribir a un menor en dos hogares.

Zurekin gaude, Laura!

Gaur, ekainak 7, epaitzen dute Laura Bugalho, sindikalista, feminista eta ekintzaile trans

Laura Bugalhok 2010. urtean jaso zuen Ehgameko Urrezko Hiruki saria, etorkin transexualen aldeko egindako lanagatik

Laura asko behar du herri honek!!

Laura asko behar dugu guk!!

laura-bugalho

Laura Bugalhok 11 hilabeteko espetxe-zigorra itundu du Fiskaltzarekin, etorkinei laguntzeko agiri-faltsutzeagatik

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CHICO O CHICA, UN HORIZONTE MUY VARIADO QUE NO SE LEE ANTES DE LOS SEIS AÑOS

Young woman lives in a man's body illustration

Gasteiz, Irun… Varios casos recientes han sacado a la luz preguntas nuevas para asuntos que en realidad son antiguos, pero quedaban ocultos o estigmatizados. ¿A qué edad se define una persona como hombre o mujer? ¿Qué hacer si no coincide con su cuerpo?

Cada tiempo trae sus nuevas preguntas. Hasta hace unos años, la cuestión de la identidad de género se resolvía primero en el momento del parto y, ahora, en la ecografía. Una ecuación sin margen de duda: pene=niño, vagina=niña. Jesús Estomba (representante de Gehitu y del servicio Berdindu del Gobierno de Lakua) lo definió ayer como «el oráculo»: a partir de ese momento tan importante, todo el resto terminaría llegando «automáticamente», quedaba ya plenamente determinado (la preferencia sexual, la forma de ser, la ubicacion en el mundo…). Sin embargo, la realidad siempre es mucho más compleja y se revela cada vez con más claridad y más temprano. En los medios proliferan últimamente los casos de padres y madres decididos a cambiar a sus hijos e hijas de género, e incluso de sexo.

De todo ello se habló ayer en una mesa redonda en Donostia, organizada por el Colegio Oficial de Enfermería de Gipuzkoa. Junto a Estomba se sentaron Javier Gómez Zapirain, profesor de la Facultad de Sicología de la UPV y experto en estos temas, y Oihana Etxabe, matrona y máster en Sexología. El asunto resulta tremendamente amplio, como se verá en las siguientes líneas, pero el gancho de la charla era lo más perentorio, ese tema de actualidad y casi de cierta ansiedad generalizada: ¿A partir de qué edad se determina la identidad sexual?

Gómez Zapirain se animó a darle respuesta: desde los tres años se ha construido de forma básica, pero hasta los seis años no se asienta. Contó como anécdota ilustrativa el caso del hijo de un amigo que a los cuatro años decía: «De mayor seré mujer, porque quiero ser médico». El pequeño asociaba el concepto de género al de profesión porque su madre efectivamente era médica, por lo que quedaba claro que su afirmación no tenía mayor valor.

A partir de los seis años, los conceptos se van estabilizando, aunque la adquisición de la identidad sexual se prolongará hasta los 13-14, según explicó con la ayuda de un gráfico. Pero ocurre que entre medio llega la pubertad, el desarrollo corporal, que obviamente será una fuente de problemas si la identidad del menor («cómo se percibe a sí mismo, su verdad», en palabras de Etxabe) no se corresponde con lo que refleja su cuerpo. Zapirain admitió que «si estuviésemos seguros, sería mejor empezar desde aquí, desde los seis años, y no hacerles pasar por eso», pero no resulta una decisión fácil y además «¿quién la toma?», dejó en el aire.

El poder de la identidad propia

El tema se va desarrollando socialmente y como prueba en la CAV acaba de «salir del horno» un protocolo para ayudar a «menores trans» en las escuelas, explicó Estomba. Se intuye que hay situaciones duras, pero Gómez Zapirain quiso dejar claro que también existe mucha gente que afronta estos procesos sin mayores problemas: «Muchos no necesitan un sicólogo para nada», remarcó. Desde su experiencia, Estomba añadió que habitualmente se trata de «personas jóvenes con mucha fortaleza interna, una determinación increíble, y que solo necesitan información».

Lo realmente importante es apuntalar la identidad, coincidieron los tres expertos. Ese «trans» no es en realidad más que «un tránsito para mantener el protagonismo, para ser yo», resumió Gómez Zapirain. Entre otras múltiples anécdotas, este profesor recordó la primera vez que quedó con personas transexuales para una cuestión de trabajo. Era en una cafetería. «Cuando entraron por la puerta, no tuve dudas de que eran quienes habían quedado conmigo, porque ví a unos hombres vestidos de mujer. Pero a los cinco minutos ya sabía que eran mujeres, no había duda alguna, la identidad es tan poderosa…»

En paralelo consideraron esencial que la sociedad acabe entendiendo que las opciones de identidad de género o identidad sexual no son solo dos, en la medida en que «hay tantas maneras de ser hombre o mujer como personas somos», dijo el profesor. La matrona confirmó que «no existen dos biografías sexuales iguales, sino tantas sexualidades como personas». Así que Gómez Zapirain abogó por tomarse los conceptos de masculinidad y feminidad como dos meras balizas que marcan los límites del camino y «sirven para orientarnos», pero entre las que cabe absolutamente todo.

Siendo así la realidad, apuntó que lo que toca es ir sustituyendo el «modelo de congruencia» que ha regido desde siempre –y que ejemplificó con el test de personalidad MMIP que mide la masculinidad o feminidad de cada uno y aún se sigue usando– por un «modelo andrógino», en el que se asuma que todo se mezcla en nosotros y nosotras mucho más de lo que se parece y se acepta. «Hay toda una gama entre los dos sexos», recordó Etxabe. Una gama que empieza en cuestiones físicas como que el vello corporal no es exclusivo de los hombres ni estos son siempre más altos que las mujeres, y que se traslada del mismo modo a la orientación sexual (hetero, homo, bi…). Al fin y al cabo, los genitales masculinos y femeninos son solo variantes de un mismo elemento común inicial, las gónadas.

Una de las discusiones que nunca faltan en este terreno es la de si el género nace con la persona o se hace, es decir, el debate entre «los biologicistas, que solucionan rápido este tema, y los culturalistas, como las feministas, que dicen que es la cultura la que define el género. ¿Y qué decimos los sicólogos? –continuó Javier Gómez Zapirain–. Pues que ni una cosa ni la otra… o las dos juntas. Para mí esto es como lo que nos enseñaron de pequeños sobre la superficie, que es la base por la altura. Es la superficie lo que importa, la resultante. Así que esa discusión es un poco bizantina, no sirve de mucho a la hora de la práctica», zanjó.

La «factura social» y el futuro

Hubo coincidencia también en señalar que se va avanzando en todo esto, pero queda mucho por hacer. Para Estomba, esta realidad tan plural se ha intentado encajar en un marco conceptual muy reducido «como si fuera el zapato que se probaban las hermanas de Cenicienta. Y claro, no cabe». De ahí se deriva lo que llama «la factura social» que se sigue pagando, y en la que incluye tanto los ataques a la diversidad que no cesan como la necesidad continua de implantar normas legales, medidas educativas, protocolos, presupuestos, campañas…

Que la normalización queda lejos lo esbozó Gómez Zapirain al señalar que todo será más fácil el día en que la sociedad asuma por ejemplo que hay mujeres con pene. En la misma línea, Estomba apuntó que «si alguien tiene que ‘transitar’, quizás sea la sociedad», no los y las actuales «trans».

PRÓXIMOS RETOS: LESBIANAS INVISIBLES, INTERSEXUALES…

Euskal Herria ciertamente parece más avanzada que su entorno si nos ceñimos a algunos datos aportados por estos tres expertos. Etxabe citó positivamente la Unidad existente en el Hospital de Cruces para cuestiones como la transexualidad y Estomba apuntó el nuevo protocolo para centros educativos o las reformas legales ya materializadas, tras recordar que hasta 1993 la OMS mantuvo la homosexualidad catalogada como enfermedad.

Con todo, Gómez Zapirain matizó que cuando empezó en la profesión hace 30 años siempre oía que «la sexualidad es algo delicado» y hoy día, a punto ya de jubilarse, sigue escuchando lo mismo: «¿Por qué no podemos hablar de la sexualidad como hablamos de si va a haber terceras elecciones o no?», se preguntó. Y, por su parte, Estomba indicó que todavía les llegan «madres a las que se les han fundido los plomos porque su hijo les ha dicho que es gay».

Entre las cuestiones que le preocupan en el presente y futuro, el miembro de Gehitu y Berdindu aludió al déficit en la visibilización de las lesbianas. Junto a ello, hizo algunos apuntes preocupantes y a la vez emotivos sobre cuestiones como la intersexualidad, es decir, las personas que nacen con una ambigüedad genital. Aportando a la audiencia algún ejemplo bastante triste, censuró que todavía haya quien esté «jugando a ser dios» mediante el deplorable sistema de resolver estos casos a golpe de bisturí, aunque en el fondo Estomba se declara consciente también de que el problema de fondo es una intolerancia social hacia esa ambigüedad, como expresión algo más compleja de la diversidad.

«Es un auténtico drama lo que ha pasado con algunos menores intersexuales. Se ha optado por hacerles vaquero o indio, uno de los dos», reflejó con una metáfora cruda pero real.

MUNDUKO MEDIKUAKek Senegal eta Euskadiko LGTBI taldeen arteko jardunaldiak antolatzen ditu

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