El ‘gay power’ del PP y su despedida de soltero en Bali

El presidente en el enlace de Javier Maroto

Mariano Rajoy brinda con Jvier Maroto (2d) durante la investidura de éste como alcalde de Vitoria en 2011

Mariano Rajoy brinda con Jvier Maroto (2d) durante la investidura de éste como alcalde de Vitoria en 2011. MUNDO

Les guardé el secreto durante semanas, con lo mal que digiero yo un sigilo, un cerrar el hocico, un callarse las ‘intimités’ ajenas. Pero la actualidad me arrolla, antojadiza, y no tengo más remedio que soltar lastre. Ahora y aquí. Cuajado agosto, conocí en estas vacaciones a Javier Maroto, ex alcalde de Vitoria, vicesecretario sectorial del PP y símbolo de la ‘gay revolution’ en Génova, donde andan con el ‘plan renove’ para dinamizar el voto en la Tierra Media, que viene a ser el centro. Iba Maroto con su ‘noviodetodalavida’ y una jubilosa cuadrilla de amigotes, muy mosqueteros con ese ‘total look’ de ‘juventudes’, a darlo todo (como servidor, por otra parte). Coincidimos varias noches en bares y fiestas y cosas noctámbulas, pero no alimenté mis crónicas de veranillo con aquellas juergas, pues en mala hora me arrulló un ‘nosequé’ de ética periodística. Lo cual: que nuestras tanganas quedaron en pólvora mojada.

Pero ese paraíso no iba a durarnos siempre, y en lo que hemos regresado a los quehaceres de septiembre está el país en un frenesí del carajo por la boda gay del siglo, la de Maroto y Josema, que se celebra hoy en las Vascongadas con todo el relumbrón del amor ‘homoeterno’. Y ahora, sí que sí, mi pluma pide paso.

Viene a resultar que el casorio ha desatado un tremebundo debate en las tripas del PP a cuenta de Rajoy (animador oficial de bodas, de toda la vida) y lo conveniente de su asistencia. Que si ha de acudir a amparar a los novios, que si debiera quedarse en Moncloa. Mariano duda, se excusa, recula a la gallega, y al fin confirma. Y para avivar el guirigay, el otro gran baluarte homosexual del partido, Iñaki Oyarzabal (que también estuvo allí durante las vacaciones, séase dicho, aunque él ni bebe, ni fuma, ni frecuenta vicio alguno), ha salido a defender a los novios, pues lo suyo “no es una boda gay, es una boda a secas” (fin de la cita).

A mí, que no soy nadie, Rajoy me desentona en el convite, él que encabezó las protestas contra el libre albedrío en los altares civiles, él que recurrió la Ley del matrimonio igualitario y, a los dos meses, estaba arrepintiéndose por dentro, no fuera el Constitucional a darle la razón a su partido. Pues resultó que el asunto no fue para tanto, como vaticinaban Rouco e Isabel Tocino, y Mariano respiró hondo y tranquilo cuando la justicia rechazó el recurso y nos dejó, a los maricones de España, casarnos con quien nos placiera o placiese.

Yo que usted, Mariano, me quedaba en Palacio dándole a la Liga. Pues dicen los viborillas de la ‘realpolitik’ que va a hacerse la foto porque en este 2015, añada electoral, un selfie gay es un filón. Un caramelito en el albor de las urnas. Como si el matrimonio homosexual necesitase ahora el patrocinio del gran líder. Aunque pudiera ser, qué sé yo, que Rajoy tan sólo pretenda ser testigo de la boda de un amigo, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas. Y amén.

Mas la culpa no es del presidente. El tropiezo, menudo yerro histórico, es tuyo, Maroto. Que militas, comes y respiras de un partido que en su día se opuso a tu derecho al amor libre. De gay a gay, de Javier a Javier, te digo lo que no te dije en la playa mirándote a los ojos, pues será que yo también soy un cobarde: mientras otros se llevaron las hostias, se partieron el pecho y la ideología, se dejaron la dignidad y los dientes desde la cuarentena franquista, mientras ocurría todo eso, insisto, los de la gaviota estaban de ‘manifa’ en la Puerta del Sol, después de misa, cacareando con globos apocalípticos el fin de la familia. Y ahora, con todos los derechos bien horneados, calentitos, venís la ‘nouvelle vague’ de la clase política a pillar cacho. Que aproveche pues el langostino. Y si se terciase, ahora que somos colegas de ‘vacances’, quedo a la espera de la foto del querubín con el que espero culminéis la parentela.