Que no te engañen: cinco cosas que debes saber sobre transexualidad infantil
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La campaña del autobús tránsfobo de HazterOir pretende negar la transexualidad infantil por “motivos biológicos”, según su presidente
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El propio juez que ha ordenado que no circule también ha confundido identidad de género con orientación sexual
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¿A qué años se expresa la identidad? ¿Los menores pueden cambiar su nombre? ¿Cuándo se comenzó a hablar de la transexualidad infantil?
Una persona transexual es aquella a la que al nacer se le asigna una identidad sexual que no es la suya (lo que ha confundido el juez en la sentencia sobre el autobús tránsfobo con orientación sexual). El autobús de la organización ultracatólica HazteOir incluye estas frases: “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen”. Según el propio presidente de la entidad: “El mensaje habla de biología”.
Históricamente, la mayoría de niños que tienen pene son niños, y la mayoría que tiene vulva son niñas, pero esto no es siempre y necesariamente así: a muchas personas se les adjudica el sexo erróneo. La OMS define así la transexualidad infantil: “Incluye una fuerte aversión por parte del niño a su anatomía o características sexuales, un fuerte deseo de las que coinciden con el género experimentado y fantasear con juguetes, juegos, actividades o compañeros de juego que son típicos del género experimentado en lugar del sexo asignado”.
¿Cuándo expresan los niños su identidad de género?
Depende de cada uno y de su entorno, pero algunos lo verbalizan desde los dos o tres años, según explican a eldiario.es algunas madres: “Soy niño” o “mírame a los ojos, soy una niña”, dicen a los adultos, o se miran al espejo y se repiten: “Soy guapa”. Pilar Sánchez, la madre de Gabriela, respondió a la pregunta “¿cuándo supo tu hija que era una niña?” con otra: “¿Desde cuándo te sientes tú un chico?”.
La OMS define que para que se considere transexualidad infantil “la incongruencia debe haber persistido durante aproximadamente dos años y no se puede diagnosticar antes de los cinco”.
El punto de partida es la conquista del lenguaje. A partir de ahí, los niños con más fuerza o ímpetu o que tienen un ámbito familiar más favorable lo expresan antes. “Otros se callan y no dicen ni pío e interiorizan que están equivocados en lo que sienten”, explica una madre: “Entonces crecen con culpa y con vergüenza y viven vidas ocultas hasta que explotan”. Los suicidios de transexuales que no pudieron expresar su identidad sigue siendo un tema tabú.
¿Es necesario que haya un cambio de apariencia?
No. Ocurre que asociamos el género a una apariencia, y esto puede llevar al sufrimiento a quien no adopta los rasgos elementales de la apariencia masculina o femenina. Esto puede ocurrir con más virulencia en la adolescencia, así que los niños y niñas transexuales pueden recibir bloqueadores hormonales al inicio de la pubertad. Prima siempre el interés superior del menor.
¿Estamos ante un cambio de paradigma?
Juan Gavilán, autor de Infancia y transexualidad (Catarata, 2016), explicaba en una entrevista con eldiario.es que el “modelo biomédico y patologizador” estaba en retroceso y en vías de ser sustituido por un modelo “sociocultural” abanderado por la rebeldía de un grupo de madres de menores que dejaron de esconder lo que son. Pilar Sánchez, la madre de Gabriela, contaba aquel día que una psiquiatra de la UTIG llegó a culpabilizarla por “querer tener una hija”. “Yo no quiero para mi hija ningún disfraz. ¿Por qué lo voy a vivir como un trauma si no es nada malo? Lo malo es la transfobia, cómo el entorno acoge a los niños trans”, denuncia una madre.
En este proceso de “despatologización”, el discurso biomédico basado en el diagnóstico, la evaluación, la hormonación y la intervención, está siendo rechazado por el movimiento asociativo.
El propio comisario europeo de Derechos Humanos exigió que se dejara de tratar a los transexuales como enfermos, pero quedan escollos: el manual de diagnóstico de trastornos mentales, el DMS V, dejó de considerar la transexualidad como enfermedad mental en 2013, pero el texto de referencia de la OMS la mantiene en el ICD-10. La revisión del documento está en proceso y se va a considerar “incongruencia de género”.
Si esto es una revolución, ¿cuándo y cómo comenzó?
La transexualidad ha estado muy asociada a la marginalidad porque la sociedad pensaba que eran raros o viciosos. Las asociaciones de familias con niños trans dan la vuelta al argumento: lo que conduce a la marginalidad es que la sociedad no te permita ser quien eres.
Los niños trans, presentes en todas las culturas a lo largo de la historia, solo han empezado a mostrarse como son recientemente gracias a varios factores. Uno de ellos, la mayor preocupación por sus emociones. “Cuando te pones a su altura y le escuchas, el niño dice y cuenta”, dice una madre.
Otro factor han sido las redes. Antes la madre podía contarlo a su entorno y recibir una respuesta fría o incluso de reprobación. Las redes facilitan encontrar a los iguales y así han surgido asociaciones: Chrysallis, la primera en España familias con niños transexuales, se funda en julio de 2013. A partir de entonces surge Transhuellas, Fundación Daniela, Asociación Arela… En 2014 Chrysallis presenta el documental El Sexo Sentido. El tema se mediatiza y los padres ven que sus hijos no son seres extraños. El fenómeno sigue al alza y es global: la edición internacional de National Geographic acaba de dedicar su número de enero a la “revolución de género”.
¿Qué avances legislativos se han producido?
Se han aprobado leyes autonómicas en Andalucía, Castilla-La Mancha, Madrid o País Vasco, pero no hay una ley estatal, aunque ya está habiendo contactos de grupos políticos para desarrollarla. Entretanto, se aprueban normativas sectoriales en materias transferidas, como la educación, y ya hay varias comunidades con protocolos educativos y médicos para identidad de género. Estos protocolos convierten en ilegal un caso como el de Gabriela, a la que un colegio de Málaga no permitió vestirse con un uniforme de niña.
Tampoco se ha modificado la legislación del registro para que permita corregir el sexo en los documentos públicos. Los padres se quejan de la intromisión en su intimidad que supone tener que explicar al conductor del autobús o en un aeropuerto que su hija es una niña aunque el DNI diga lo contrario.
Hay iniciativas legislativas para corregir esto. Es cada vez más frecuente la admisión del cambio de nombre (de uno propio de niño a otro de niña, o viceversa) pero de momento son algunos jueces quienes están abriendo camino para amparar también el cambio de la mención registral del sexo. Los criterios no son unívocos: un juez de Torremolinos puede denegar el cambio de nombre en el DNI de Alexa, mientras que apenas a cien kilómetros otro dicta que negar a los menores un cambio registral del sexo es “negarles una vida plena y libre”.