Donostia acoge desde hoy un congreso sobre el Sida para tratar de arrojar luz sobre el tema

El congreso se celebrará hasta el viernes en el palacio del Kursaal. Cada día habrá ponencias que colgarán en internet en los próximos días para tratar de hacer llegar los conocimientos de los expertos a otros profesionales de todo el mundo.

2015-05-06, Donostia. HIESAren Kongresu Nazionalaren prentsaurrekoa. Irudian, FÈlix LÛpez Salamancako Unibertsitateko Sexualitatearen Psikologia katedraduna.  06-05-2015, San Sebasti·n. Rueda de prensa del Congreso Nacional del SIDA. En la imagen, el catedr·tico de PsicologÌa de la Sexualidad de la Universidad de Salamanca, FÈlix LÛpez.

El catedrático Félix López, uno de los ponentes en la primera jornada. (Juan Carlos RUIZ / ARGAZKI PRESS)

Cada día hasta el viernes, el Kursaal acogerá conferencias de expertos que tratarán sobre el Sida cada uno en su ámbito. Hoy es el turno de Félix López y Chema García. López es Catedrático de Psicología de la Sexualidad por la Universidad de Salamanca. La mayoría de los contagios por VIH que se dan actualmente son debido a las relaciones sexuales. La sociedad lo sabe y, a pesar de ello, corre riesgos. ¿Por qué?. Esa es la pregunta que le toca responder y que brevemente ha resumido en la rueda de prensa de presentación que ha tenido lugar esta mañana.

En su opinión, el mayor problema es que aún hoy se trata el tema de la sexualidad con ocultismo. Ni las familias, ni la sociedad, ni los colegios lo tratan con naturalidad. «El silencio hace que en una relación se evite hablar de los riesgos», opina. Ha comentado a modo de ejemplo que hace poco le llamaron de un instituto para que fuera a dar una conferencia sobre sexualidad. Al preguntar, junto con qué otras ponencias iba a ofrecer la suya, le indicaron que había otra de alcoholismo y otra de drogadicción. «¿Por qué no me pusieron con la conferencia sobre medioambiente?», ha comentado dejando claro en qué posición queda la sexualidad.

Asimismo, ha indicado que el correr riesgos es algo propio de la naturaleza humana. «Tenemos la capacidad para razonar y para tomar buenas decisiones, pero eso no significa que seamos siempre consecuentes. El sexo nos da uno de los placeres más intensos. Cuando la mente piensa en un placer inmediato y seguro y lo pone frente a un riesgo probable y que no será inmediato no es fácil ser coherentes», ha afirmado.

Chema García, experto en epidemiología y una de las personas que mejor conocen la realidad del VIH en el mundo, ha sido mucho más práctico y ha dado datos. A él le corresponde responder a si es posible erradicar el Sida en 15 años y él opina que no se erradicará pero que es posible llegar a tener un gran control sobre la enfermedad. Para conseguir que en 2030 el 90% de los enfermos estén en tratamiento y tengan la carga viral suprimida –por lo que no podrían contagiar a nadie– es importante actuar en las zonas de mayor incidencia. «La incidencia es diferente según los países. En los desarrollados se dan más casos en las relaciones homosexuales, mientras que en África en algunas zonas hay una incidencia del 20% y en otras de un 1%. Hay que actuar en los lugares donde más hay», ha afirmado.

Expertos reclaman voluntad política para controlar el sida en 2030

CONGRESO EN DONOSTIA

El sida podría estar controlado en 2030, si para ese año el 90 % de los infectados está diagnosticado, el 90 % tiene tratamiento y el 90 % de estos últimos cuenta con una carga viral indetectable, unas metas que requieren voluntad política e inversiones de 24.000 millones de dólares anuales, frente a los 18.000 millones actuales.

BILBAO.  La denominada “regla de los tres 90” es uno de los puntos que explicará el epidemiólogo de la OMS Jesús María Calleja en su intervención en el XVII Congreso Nacional sobre Sida e Infecciones de Transmisión Sexual que reúne desde hoy hasta el próximo viernes a más de 500 expertos en el palacio del Kursaal.

Organizado por la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida (Seisida), el seminario, que incluye por primera vez el abordaje de las infecciones de Transmisión Sexual, ha sido presentado hoy por el presidente del comité organizador, Daniel Zulaika, que ha destacado que el 90 % de las nuevas infecciones por VIH se produce a través de las relaciones sexuales.

El nivel de epidemia, con 35 millones de infectados en el mundo, no ha registrado variaciones, pero sí el porcentaje de mortalidad, que se ha reducido en un 25 %, mientras las nuevas infecciones en adultos han bajado en un 15 % en adultos y en un 40 % en niños, ha explicado Calleja.

A estos datos se suma que las personas que reciben tratamiento retroviral han pasado de 300.000 en 2002 a 13 millones en 2013 y se calcula que alcanzarán los 15 millones este año.

En España el número de personas con VIH es de 150.000, de las cuales 100.000 están en tratamiento, mientras en el País Vasco las nuevas infecciones por este virus en 2013 fueron de 142.

El experto de la OMS se muestra “optimista” sobre la posibilidad de llegar al control de la enfermedad dentro de 15 años, una situación que se daría cuando el umbral de las nuevas infecciones no superara las 200.000 anuales, muy por debajo de las 2,1 millones de la actualidad.

Sin embargo, al poner en marcha las estrategias de lucha contra la enfermedad hay que tener en cuenta las diferencias en los niveles de incidencia, por lo que ha insistido en la necesidad de “reducir la vulnerabilidad en poblaciones clave”, precisamente el lema del congreso que esta tarde inaugura el consejero de Sanidad, Jon Darpón.

Así, en los países ricos los colectivos homosexuales registran un mayor número de casos, mientras en África “hay zonas con un 15 % de incidencia y otras con el 0,1%.”

En este sentido, ha destacado que los países donde se practica la circuncisión el nivel de sida es menor porque esta práctica protege del VIH en un 80 %.

El catedrático de Psicología de la Sexualidad de la Universidad de Salamanca, Félix López, que intervendrá en el seminario con una ponencia sobre “¿Por qué asumimos riesgos en nuestras relaciones sexuales?”, ha explicado que la sociedad de consumo “ha favorecido” la concepción del tiempo de ocio como “tiempo de locura”.

“El ocio se asocia al consumo de drogas o alcohol” y en este contexto “es difícil asumir” los riesgos que puede tener una practica de sexo sin control, ha señalado.
En este sentido ha incidido en que la sexualidad no se trata en la familia y en la escuela se hace de “forma anecdótica” al tiempo que ha criticado que los gobiernos aseguran que es necesaria la educación en este tema “pero luego no hacen nada”.

López ha agregado que se ha pasado de una situación de “represión” a otra en la que existe una “presión” que establece que para ser saludable es “obligatoria y necesaria” la actividad sexual “en la adolescencia, la juventud, e incluso entre los mayores”, ha señalado.

La sexualidad se convierte así en algo “furtivo”, un terreno de donde habría que sacarla para acercarla al mundo de “lo saludable y sin riesgos”, ha concluido.

Un observatorio vigilará la violencia por identidad y orientación sexual

Celebración de la aprobación de la ley catalana contra la homofobia el pasado 24 de octubre

Celebración de la aprobación de la ley catalana contra la homofobia el pasado 24 de octubre. / ALBERT GARCÍA

Los ministerios de Sanidad y de Interior han presentado esta mañana el Observatorio contra los Delitos por Orientación en Identidad Sexual, ya rebautizado como contra la LGTB-Fobia (LGTBcorresponde a lesbianas, gais, transexuales y bisexuales). La medida —similar a la que se tomó en su momento con la violencia de género— servirá para conocer al detalle una situación a la que el último informe sobre delitos de odio del Ministerio del Interior puso en cifras: de los 1.285 delitos de odio (ataques o agresiones por raza, identidad sexual, orientación sexual, sexo, país de origen, discapacidad), el 39,9% se cometieron por motivos de orientación (a gais, lesbianas y bisexuales) e identidad sexual (a transexuales). El 37% fue por racismo y xenofobia, el 15,5% contra discapacitados, el 4,9% contra creencias y prácticas religiosas, el 1,9% por antisemitismo, y el 0,9% por aporofobia (contra los pobres).

En el acto han participado el secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez; la secretaria de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, Susana Camarero Benínez; el juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska; el presidente del Movimiento contra la Intolerancia, Esteban Ibarra, y otros representantes de diferentes asociaciones y colectivos.

Los colectivos están muy preocupados por el aumento de estos ataques que perciben y que, además, en muchos casos se producen a jóvenes. Estos muchas veces asumen la igualdad legal con la social, y resultan agredidos cuando se manifiestan. El último caso fue elataque repetido a cuatro chicos en Madrid, la madrugada del 28 de abril.

Uno de los objetivos del observatorio, auspiciado por el colectivo Colegas, es que los agredidos denuncien. Según los datos de los representantes de Interior y Sanidad, solo acude a comisaría un 10% de los atacados. “El dar a conocer esta realidad, dar a conocer los delitos de odio y que se hable de ello ayuda a la gente y es construir sociedad”, ha dicho Grande-Marlaska. “Hago un llamamiento a que nadie se quede callado. Que todo el mundo denuncie porque eso es lo que necesitan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para actuar”, señaló el secretario de Estado de Seguridad. El observatorio contará con una web, stoplgtbfobia.org.

Pero el observatorio nace con una traba. La principal federación LGTB de España, la FELGTB, está fuera. “No tenemos conciencia de que haya nada detrás”, afirma su presidente, Jesús Generelo. La FELGTB no “entiende” a qué viene este anuncio, cuando ellos llevan un año trabajando precisamente con el Ministerio de Sanidad en un proyecto, Redes contra le Odio, que otro observatorio.

Al margen de la precipitación o interés electoralista de este anuncio, y de su posible duplicidad, la inquietud por la homofobia es clave en los colectivos. Por ejemplo, estuvo muy presente en el debate que con representantes de los seis partidos políticos con mayores opciones de obtener representación en la Comunidad y la ciudad de Madrid (PP, PSOE, IU, UPyD, Ciudadanos y Podemos) organizó el Colectivo de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales de Madrid (Cogam) el pasado lunes. De hecho, la reunión empezó con el mensaje de apoyo de Sofía Miranda (Ciudadanos) a los cuatro jóvenes agredidos. En él todos los representantes propusieron, al nivel de sus competencias, la elaboración de una ley contra la discriminación por orientación e identidad sexual, aunque esta “debería ser estatal”, dijo el representante de UPyD, Gabriel López, candidato a la Asamblea de Madrid.

Era la primera vez que a uno de estos debates —que Cogam intenta organizar periódicamente— acudía un representante del PP, Ángel Garrido, número dos en la lista para la Asamblea de Cristina Cifuentes. Garrido admitió que su partido “arrastra una losa de una actitud” respecto a los ciudadanos LGTB “que no ha sido la más adecuada”, e insistió en recalcar el perfil más abierto de Cifuentes y él. “Fue un error nuestro recurso al Constitucional” contra el matrimonio igualitario, dijo.

Ese tono llevó a los representantes del PSOE y de IU (Carla Antonelliy Julián Sánchez) a optar por “mirar el futuro” y no insistir en posturas del PP en el pasado, como su repetida oposición a que se elabore una ley integral para las personas transexuales, que incluya una discriminación laboral positiva, defendió Antonelli, y que el PP ha frenado en la Asamblea de Madrid esta legislatura varias veces.

Ninguno de los grupos apostó por un observatorio como el que se ha anunciado hoy, pero María Espinosa, de Podemos, sí que propuso que las Administraciones se implicaran en marcar la conmemoración del 17 de mayo —precisamente el Día Mundial contra la LGTB-fobia— y el 1 de diciembre, Día Mundial contra el Sida.

Otros puntos en que los seis representantes estuvieron de acuerdo fueron en que, bien recuperando la asignatura de Educación para la Ciudadanía que la última ley educativa, la del ministro José Ignacio Wert, quiere eliminar, o con otro sistema se enseñe desde pequeños a los niños que “hay familias con dos papás o dos mamás” —dijo la representante de Ciudadanos—, y coincidieron en que el ideario de un colegio no puede negarse a incluir esta cuestión, que afecta a los derechos humanos.

El Gobierno insta a las víctimas silenciosas de delitos de odio a que denuncien

Susana Camarero, secretaria de Estado de Servicios Sociales e Igualdad.

Susana Camarero, secretaria de Estado de Servicios Sociales e Igualdad.

Romper el muro del silencio es el objetivo de todos los colectivos que luchan contra la lacra de la violencia machista. Derrumbar los miedos de la mujer para que denuncie a su maltratador. Una situación homóloga a la que sufren las personas que por su raza, su orientación sexual o su religión son agredidos impunemente. Según los datos del Ministerio de Interior, en 2014 se contabilizaron 1.285 casos de los llamados delitos de odio. El Gobierno ha hecho un llamamiento hoy a estos colectivos agredidos a que den el paso y denuncien. “Que nadie se quede callado, que nadie tenga miedo”, ha apuntado Francisco Martínez, secretario de Estado de Seguridad.

Cuatro de cada diez casos fueron por la orientación sexual y el 37% por motivos racistas o xenófobos. “Hay que romper el desconocimiento y la desconfianza”, ha añadido Susana Camarero, secretaria de Estado de Servicios Sociales e Igualdad en la presentación del Observatorio Español contra la LGBTfobia.

Una iniciativa de la Confederación Española de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (Colegas) que nació en enero y que cuenta con el apoyo de los ministerios de Sanidad e Interior. Este Observatorio, que espera contar con el apoyo del resto de las organizaciones que luchan contra la intolerancia, pretende mejorar la asistencia e información a víctimas LGBT de delitos de odio, sensibilizar a agentes sociales y fuerza de seguridad sobre la diversidad sexual y la gestión de este tipo de delitos de odio; mejorar la asistencia e información a víctimas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales (LGBT); potenciar la denuncia y concienciar sobre los beneficios de acudir a una comisaría o un juzgado de guardia.

Además, pretende elaborar una guía de información sobre este tipo de delitos que afecta a todas las edades. Camarero ha recordado que el 25% de las víctimas tenía menos de 18 años. “Es un grupo de riesgo”, ha apuntado. La secretaria de Estado ha añadido que se está trabajando en los colegios y se está haciendo un análisis en las aulas del acoso homofóbico y la preparación de un protocolo de actuación.

Por otra parte, Camarero ha asegurado que las campañas de concienciación sobre violencia de género entre los más jóvenes “han aflorado” más casos de esta lacra entre las adolescentes. “Han ayudado a que denuncien y a sus familias a darse cuenta de que sus hijas o hermanas estaban siendo víctimas de violencia de género, a que haya más órdenes de protección y que más jóvenes que ejercían esa violencia estén pagando por ello”, ha afirmado la secretaria de Estado de Servicios Sociales e Igualdad.

Sexo, el gran olvidado del corazón

En una o dos semanas se puede retomar el sexo tras un infarto

En una o dos semanas se puede retomar el sexo tras un infarto. / CLINICAL TRIALS

“Debes aprender a vivir de nuevo”, recuerda Luís. “La vuelta a la vida normal es muy difícil porque al principio te asusta todo, no te atreves ni a caminar… y con el sexo sucede lo mismo. Tienes un miedo atroz a que cualquier cosa te pueda volver a provocar un infarto”. Sucedió hace cinco años, a sus 46, mientras jugaba a tenis con un amigo. Luís sufrió un ataque de corazón del que rápidamente fue tratado en el hospital y al que sobrevivió sin secuelas importantes. Hoy en día, de todos los miedos a los que se enfrentan los supervivientes de un infarto, uno es particularmente obviado por los cardiólogos: el sexo. “Yo no hablé nunca de este tema con mi médico. Ni él ni yo lo sacamos. Ahora visto en perspectiva, creo que hablarlo me habría ayudado”, afirma.

Su caso no es aislado. Héctor Bueno, cardiólogo del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, ha participado en un estudio con más de 3.500 infartados americanos y españoles que demuestra que el sexo es un tema tabú en las conversaciones entre médico y paciente. “Tenemos a los pacientes abandonados en este tema”, confiesa Bueno. “Les hablamos de la dieta, el ejercicio físico, las pastillas, los factores de riesgo como la tensión, el colesterol, la diabetes, el tabaco… pero ni una palabra de sexo. Y cuando sí se habla, muchas de las recomendaciones que dan los propios cardiólogos son erróneas. Y más cuando el paciente es una mujer”.

Los resultados de esta investigación, publicada en la prestigiosa revistaCirculation y realizada en infartados jóvenes (menores de 55 años), ponen sobre la mesa un importante problema de comunicación entre cardiólogo y paciente. Según este trabajo, en España solo un 13% de las mujeres y un 17% de los hombres reciben asesoramiento sobre cómo y cuándo reanudar su vida sexual al mes de haber sufrido un infarto. De estos, a más de la mitad, y especialmente a las mujeres (al 83% de ellas), se les recomiendan restricciones como tener “un sexo limitado, “un rol pasivo” o “el ritmo cardíaco bajo”. Bueno y sus colegas se echan las manos a la cabeza ante estos datos. “Estas sugerencias son ridículas y no tienen ninguna base científica. Solo pueden achacarse a un exceso de prudencia debido a la ignorancia”, denuncia por teléfono el cardiólogo. “Es nuestra obligación tranquilizar al paciente y aclararle que el riesgo de sufrir un infarto debido la actividad sexual es bajísimo”.

La vuelta al sexo

La sexóloga Miren Larrazabal, presidenta de la FESS (Federación Española de Sociedades de Sexología) asegura que los beneficios emocionales y físicos de reanudar la vida sexual son importantísimos. “La enfermedad te despersonaliza, te cosifica, te hace sentir un número y perder tu esencia de ser humano, por lo que tras una crisis de salud el sexo placentero no solo te sube la autoestima sino que te vuelve a conectar con la vida”, asegura la experta.

Gracias a los avances en el diagnóstico y el tratamiento de los problemas cardiovasculares cada vez son más las personas que sobreviven a un ataque de corazón y pueden reincorporarse en unas pocas semanas a su vida habitual. En lo que a sexo se refiere, “como recomendación promedia y siempre y cuando no haya complicaciones”, matiza Bueno, y según las directrices oficiales de las sociedades americanas y europeas de cardiología: en una semana o dos se puede retomar con seguridad, sin ninguna medida de prevención excepcional.

Pero no son pocos los pacientes que tras un año siguen sin atreverse a retomar las relaciones sexuales. Numerosos estudios revelan una correlación directa entre recibir el claro consejo del médico y el lanzarse a la piscina. Uno de ellos lo firmaba en el año 2012 Stacy Lindau, ginecóloga en la Universidad de Chicago y primera autora del trabajo en el que también ha participado Héctor Bueno. “Los pacientes tienen la confianza de que su médico es quien mejor conoce su corazón y valoran su permiso para reanudar su vida sexual”, explica Lindau.

Este estudio incluía el seguimiento al año de pacientes un poco más mayores de 55 años de edad y ponía de relevancia que al sexo no le pesan los años. “La edad por sí sola no determina si una persona es sexualmente activa o no, ni el valor que le da al sexo. Los pacientes deben ser aconsejados independientemente de su edad, género o si tienen o no pareja”, insiste Lindau. Además, en esta investigación los científicos descubrieron que un año tras el infarto, la supervivencia de aquellas personas que habían reanudado su vida sexual no era menor que la de aquellas que no volvían a mantener sexo. “Esta evidencia puede ayudar a disipar el miedo de los pacientes a sufrir un infarto durante el coito”, espera la ginecóloga.

Como subir escaleras

Como promedio y en general, el esfuerzo metabólico que requiere el acto sexual no es mucho mayor que el de subir un par de pisos por la escaleras, es decir unos 3 o 4 METS, y no varía de manera importante cuando se comparan diferentes posturas sexuales. “Los METS son las unidades que utilizamos para medir cuánto trabaja el corazón, y dependen de la tensión arterial y la frecuencia cardíaca”, explica Rut Andrea, cardióloga del Hospital Clínic de Barcelona. “En mi experiencia, sí que los pacientes me comentan a menudo los problemas que tienen en retomar su vida sexual, quizás no a la visita del mes, pero sí más tarde”, aclara en su despacho. “Más los hombres que las mujeres que, o lo llevan mejor o no lo explican”.

En el día a día, Andrea se encuentra que ,además del miedo, uno de los problemas recurrentes a los que se enfrentan los pacientes hombres es la disfunción eréctil. Según la cardióloga, “en la mayoría de casos la causa es psicológica y la situación mejora con el tiempo”. Otros son debidos al efecto secundario de los fármacos que deben tomar estos pacientes, sobre todo los betabloqueantes que son hipotensores. Y una tercera causa es la propia enfermedad vascular. “Si tienes dañadas las arterias que irrigan el corazón también puedes tener mala circulación de la zona abdominal hacia abajo, y eso causa disfunción eréctil”, explica Andrea.

Si la disfunción no remite con el tiempo y se achaca a una causa orgánica, Andrea deriva sus pacientes al urólogo. “Algunos de ellos, no aquellos que sufren dolor torácico con tan solo caminar, pueden beneficiarse del efecto del fármaco sildenafil, el famoso viagra”, explica la cardióloga. Pero es importante saber que dicho fármaco está contraindicado con otros como los nitratos (la también conocida cafinitrina) ya que juntos pueden producir una hipotensión arterial marcada y un síncope. “En urgencias vemos algunos casos de este tipo: hombres que tras tomar viagra y tener una relación sexual sufren dolor torácico, se agobian y toman nitroglicerina. Estos pacientes sufren una pérdida de conocimiento y un susto tremendo”, avisa Andrea.

Sobre los problemas sexuales de las mujeres se sabe menos. “En cardiología todo está menos investigado en mujeres porque se las incluye menos en los ensayos clínicos”, denuncia Andrea. El porqué de esta diferencia de conocimiento entre géneros Héctor Bueno lo achaca a los intereses de la industria que clásicamente ha investigado a los hombres porque tenía algo que ofrecer para la disfunción eréctil y nada o poco a los problemas de las mujeres. “Debemos prestar más atención a las necesidades de las pacientes, porque no sabemos si son las mismas que las de ellos”, explica Bueno. “Es muy triste que sean ellas las que reciban más restricciones cuando en realidad existe aún menos evidencia de que tengan que tener cuidado que los hombres”.

Además, el paciente no está solo, muchos de ellos y ellas tienen pareja, y numerosas investigaciones recogidas por las guías de lassociedades americanas y europeas de cardiología avisan de que, a menudo, “la preocupación de la pareja es incluso mayor que la del paciente y es importante que se la incluya cuando se aconseja sobre retomar la actividad sexual”.

Dolors las ha visto pasar de todos los colores y su marido, tras dos infartos y con cicatrices por todo el cuerpo, también. Cuando él superó el segundo ataque y todo fue volviendo a la normalidad, “él quería, pero yo pensaba en el sexo y me moría de miedo”, recuerda. Poco a poco, comprobando que no pasaba nada y con cuidado, como si volvieran a aprender a caminar, todo volvió a su cauce. Dolors y su marido sí recibieron en todo momento consejo de su cardiólogo sobre qué hacer y qué no. “Nos tocó un doctor muy humano que no tenía problema en hablar del tema. Me sentí muy apoyada en todo momento”, recuerda.

Para Bueno, está claro que lo importante es sobrevivir, pero también que la mayoría de pacientes “tenían una vida sexual activa antes del infarto y la quieren seguir teniendo después”, afirma. Los resultados del estudio, en el que también han participado la Sociedad Española de Cardiología y el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), han destapado que para muchos pacientes con infarto la vuelta al sexo aún no tiene un final feliz. “Es un tema que preocupa y asusta. Espero que esta investigación pueda servir para cambiar algo que es tan importante y a la vez tenemos tan descuidado”, concluye esperanzado Bueno.

En una o dos semanas se puede retomar el sexo tras un infarto

En una o dos semanas se puede retomar el sexo tras un infarto. / CLINICAL TRIALS

Comment: Why polyamorous marriages are the next step to equality

Polyamorous activist and writer Redfern Jon Barrett writes for PinkNews on the need for legal recognition of relationships including three or more people.

Redfern Jon Barrett Headshot

Redfern Jon Barrett is an polyamorous activist

In March I submitted the following question to Green Party leader Natalie Bennett for the Pink News Q&A:

“At present those in a ‘trio’ (a three-way relationship) are denied marriage equality, and as a result face a considerable amount of legal discrimination. As someone living with his two boyfriends in a stable long-term relationship, I would like to know what your stance is on polyamory rights. Is there room for Green support on group civil partnerships or marriages?”

Bennett’s response this weekend that she is ‘open’ to discussion on the topic has since made national news, with the BBC, Independent, Buzzfeed, Telegraph, and even the Daily Mail picking up on the story. It has been met by both sympathy and outrage: as I write thisa Metro poll shows public support for polyamorous unions to be at 42%, the Mirror at 52%, whereas fundamentalist Christians have (predictably) announced it as a sign of the end times. Regardless of the response, it is the first time the prospect of legal polyamorous unions has been discussed by leading politicians and the mainstream press.

As a polyamorous activist and author, it’s an issue I’m very familiar with, and for me and my family, it’s one which affects many aspects of our lives. Our trio is happy and stable, but lacking basic legal protections the home we have built together could easily come under threat—unconventional families face discrimination in employment, services, and housing. If one of the men I love and have built my life with were to fall ill, I would have no right to visit him in hospital.

At the centre of the issue lies a fundamental inequality: monogamous relationships have legal rights and protections whilst nonmonogamous ones do not. Yet we have the opportunity for a straightforward solution: why not take the now-defunct concept of civil partnerships, and open them to polyamorous households? Each registered family would receive the same partnership rights as any other form of union, and be subject to the same obligations. Most importantly, it would provide legal recognition and protection to the increasing number of alternative households in Britain today.

For many this seems like a radical concept, and perhaps unsurprisingly, many of the arguments against it closely mirror those against same-sex relationships in general: that we’re unnatural, that our relationships are unstable and unhealthy (of course leading to incest and bestiality), even that our love will invoke the wrath of a furious God. Simply replace ‘same-sex’ with ‘polyamorous’, and the whole debate looks painfully familiar.

In fact, LGBT communities have a long history of polyamory—one dating all the way back to Lord Byron and the Shelleys, continuing through to Harvey Milk and the Radical Faeries. A 2006 studyshowed that 28% of lesbians, a third of bisexuals, and almost two thirds of gay men are open to nonmonogamous relationships. As any polyamorous bond will automatically involve at least two men or two women, all feature some form of same-sex relationship. Polyamorous families are queer families.

At the same time, the arguments in favour of marriage for same-sex couples also apply to trios. Parents should not face losing custody of their children because they’re in a nonmonogamous relationship. Families shouldn’t risk losing their home because inheritance rights favour ‘traditional’ couples. No-one should suffer being barred from their partner’s funeral because their love isn’t recognised.

All loving, adult relationships are valid. As has often been argued during the long struggle for marriage rights, none of us choose whom we fall in love with. Our only choice lies in whether we stand up to discrimination, or ignore it. Gay or straight, lesbian or bi, monogamous or polyamorous, all of us deserve to live and love equally to one another. All of us deserve recognition under the law.

Yes, this will be a battle, but we’ve battled before. Yes, it seems a long way away, but twenty years ago the prospect of two husbands or two wives legally wedding one another seemed equally remote. Each new generation grows more open-minded, tolerant, and accepting than the one before, and I believe that we are sympathetic and capable enough to provide the legal protections polyamorous families need.

Right now we have a historic opportunity to ensure that equality is for all of us. Love is love, regardless of how many share it. A family is a family, whether it has two members or five. In the end, monogamous or not, all LGBT people deserve equal rights—and if the past decades have proved nothing else, it’s that we are very good at fighting for them.

Redfern Jon Barrett is a polyamorous activist and writer with a doctorate in queer theory. His novel The Giddy Death of the Gays and the Strange Demise of Straights is being published with Lethe Press, scheduled for release this June. More information about his work is available at redjon.com.

As with all comment, this does not necessarily reflect the views of PinkNews.

La homofobia no es increíble

pikara magazine

Viajaba en el autobús delante de una niña acompañada por dos mujeres; pongamos que eran su madre y su abuela. Le estaban preguntando si Eneko es su novio. Y ella contestó: “No, Eneko es mi amigo. Leire es mi novia”. Y las adultas, rápidamente, la intentaron sacar de su error: “¿Cómo va a ser eso? Eneko es tu NOVIO. Leire es tu AMIGA”. Y la niña: “No, no. Eneko es mi AMIGO, Leire es mi NOVIA”. Me tuve que bajar, no sé cuánto más duraría el toma y daca ni si a esas mujeres se les llegó a pasar por la cabeza que su niñita, efectivamente, identificaba conscientemente como su novia a una niña y como su amigo a un niño.

El pasado fin de semana, unos homófobos agredieron físicamente al grito de “maricones” a cuatro chicos gays que paseaban por el centro de Madrid. El pasado 7 de abril, los periódicos vascos se hicieron eco de una agresión similar en Getxo: un activista gay estaba tomando algo en una terraza con su novio ( se estaban besando, dice Deia) y un individuo decidió insultarle y golpearle con una silla. Pocos días después de leer esa noticia, me contaron que un grupo de hombres había perseguido de noche por las calles de un barrio de Bilbao a un conocido mío gritándole (adivinad) maricón.

La gente progre se ha escandalizado mucho con la noticia de que la justicia europea avala poder excluir a los homosexuales como donantes de sangre, “siempre que haya evidencia científica y que la decisión sea proporcionada”. Las redes sociales se han inundado de personas que lo califican de “increíble”.

La prensa, incluso hasta el ABC, se escandaliza también con que haya “personas intolerantes” que reaccionan con violencia ante un beso entre dos hombres. Ajá, qué increíble, qué sorprendente que en pleno siglo XXI pasen estas cosas. Parece mentira.

Pues a mí, en cambio, estos episodios me revuelven, me entristecen, me indignan, pero no me sorprenden. No me parecen mentira, sé que son verdad. Sé que la homofobia y la lesbofobia no son sucesos puntuales cometidos por individuos inadaptados, no. La vivimos todo el rato. La vivimos cuando vamos de la mano con nuestra pareja por la calle y sentimos miradas y sentimos miedo de cruzarnos con alguien que decida insultarnos o golpearnos. La vivimos en cada comida familiar, en la que ya no nos preguntan si salimos con alguien porque no quieren escuchar la respuesta. La vivimos cada vez que alguien, incluso de nuestro grupo de amistades, dice cosas como “yo no soy homófoba, pero tampoco entiendo por qué algunos tienen que llevar un letrero luminoso”. Como si ella, acompañada de su marido y su bebé, no llevase un letrero luminoso, ese que le permite expresar su amor en cualquier lugar sin miedo a que la insulten o la golpeen.

A los gays y a las lesbianas, a los maricas y a las bolleras, nos duele cuando un homófobo insulta o golpea. Pero también nos duele que personas “tolerantes” nos digan cosas como (me pasó recientemente): “Pues chica, yo es que no entiendo a quién le tiene que importar con quién te acuestas”, como si la cosa se redujera a eso. Como si ser lesbiana fuera un vicio privado, como si fuera solo cuestión de preferencias sexuales, comparable a que te gusten los juguetes eróticos o los azotes. No es con quién me acuesto. Es quién soy (entre otras cosas). Es con quién (o quienes) decido compartir mi vida. Es cómo la lesbofobia afecta a mi identidad, a mi autoestima, a mi derecho al placer. A vivir tranquila, vaya.

Y si te desahogas con tus amigas hetero “tolerantes” después de una charla en la que tu madre te ha dicho que, ella que te ha parido, sabe que no eres lesbiana, que estás equivocada y que no tiene interés en conocer a tu pareja porque es una mujer, puedes recibir consejos biempensantes como “Pues explícales que tú te enamoras de las personas”. Qué bonito, de las personas. Claro, mucho más digerible que asumir que tu hija es BO-LLE-RA.

Y al ABC le escandaliza que haya gente que llama “maricones” a los gays por la calle, al mismo tiempo que mantiene una línea editorial contraria a la diversidad sexual. Nos extrañamos de que, en una sociedad en la que se sigue considerando que la heterosexualidad es lo normal, algunas personas agredan a los diferentes. Hasta el más macho estará de acuerdo en que está mal perseguir a un gay por la calle llamándolo maricón. Ese mismo macho, en cambio, te llamará exagerada si le afeas por llamar “maricón” a su colega que no quiere beber más chupitos o que se le acerca para darle un abrazo. Son bromas entre amigos, ese “maricón” es cariñoso. Y cuando el “maricón” se dirige al árbitro o al jugador del equipo que detesta, ya no es cariñoso, pero es irrelevante, es un decir, como “gilipollas”, como cualquier cosa. Eres una exagerada si dices que eso es homofobia.

Y luego está la invisibilidad. Ya sabes, cuando nadie te insulta ni te hostia porque la cuestión es que ni te ve. Las lesbianas sabemos mucho de esto. Y por eso gritamos cosas como “No somos amigas, nos comemos el coño”. Y por eso no nos agreden por ir de la mano pero sí cuando empezamos a morrearnos en una plaza.

Las personas bisexuales también saben de invisibilidad. Lo sabe mi amigo B., cuyos colegas se llaman “marica” entre ellos o hacen bromitas sobre el sexo anal sin dase cuenta de que le están ofendiendo. Lo sabe mi amiga C., madre y emparejada con un hombre, que asiste a los comentarios homófobos de su familia sin atreverse a decirles que a ella le gustan las mujeres, que también se ha enamorado de mujeres y se ha acostado con ellas porque, entre otras cosas, no la tomarían en serio.

Las noticias sobre las transfusiones de sangre hablan de “los homosexuales”. A las feministas se nos trata de convencer de que en castellano el masculino se puede utilizar como genérico. Pero claro, luego nos damos cuenta de que no siempre es genérico. Que a veces “los homosexuales” incluye a las lesbianas y a veces no. Esta vez parece que no. Que solo los gays son estigmatizados como población de riesgo. Las lesbianas no contraemos el VIH. O eso creemos, porque no parece que sea prioritario (ni en las campañas de prevención del sida) aclarar si es que podemos estar tranquilas o es que siempre se olvidan de nosotras. En el imaginario colectivo, tampoco follamos, o solo en pelis porno pensadas para inspirar las pajas de los hombres hetero.

Ni siquiera las activistas que defendemos los derechos sexuales y reproductivos tenemos información clara y fiable sobre el riesgo real de contagio de enfermedades de transmisión sexual entre mujeres. Nos hemos encontrado con ginecólogas que nos han metido miedo y nos han dicho que usemos parches de látex para todo, nos hemos encontrado con ginecólogas que nos han llamado neuróticas por pedir pruebas de ITS siendo lesbianas y nos hemos encontrado con ginecólogas que se cortocircuitaban cuando les decíamos que no usamos ningún método anticonceptivo porque nos acostamos con mujeres.

Al menos según las noticias sobre la decisión europea, no se habla de “hombres que tienen sexo con hombres” (lo que incluiría a bisexuales o a gente que se define de otras maneras o de ninguna)  y no se habla de prácticas sexuales concretas (por ejemplo, si el sexo anal implica mayo riesgo, ya sea entre gays o heteros). Al hablar de (varones) “homosexuales”, se delimita que existe un grupo concreto al que se le atribuyen cualidades de riesgo; interpreto que la promiscuidad. No se señalan las prácticas sino a las personas. Si te defines como gay, eres un peligro. Puro estereotipo, puro estigma. Por ser “los diferentes”. Nunca jamás me he encontrado con una política pública que señale a los heterosexuales como población de riesgo de nada. ¿Qué extraño, no? ¿No era que ser hetero o homosexual son simples opciones sexuales, igual de respetables? ¿Hay un colectivo heterosexual, como hay un colectivo LGTB? ¿Funcionan en comunidad? ¿Tienen guetos?

Incluso en círculos feministas resulta muy difícil explicar que la heterosexualidad no es simplemente una opción sexual, sino una norma social que oprime a quienes la incumplimos. Como dice Brigitte Vasallo, “la heterosexualidad es el mundo”:

Es la medida de lo correcto, lo aceptable, lo moral, lo sano. En ningún lugar del planeta se mata a personas por ser heterosexuales ni se aplican terapias de correción a su orientación sexual. No se debate si la crianza en el seno de una familia hetero afecta negativamente a las criaturas. No han sido necesarias luchas y manifestaciones para el matrimonio heterosexual, ni para las pensiones de viudedad heteros, ni para la desgravación en la declaración de la renta de las ganancias comunes. Nadie interpela, insulta, o recrimina a las personas heterosexuales por ir cogidas de la mano por la calle, o por besarse en el transporte público.

Cuando la ginecóloga te pregunta si usas anticonceptivos o es que quieres quedarte embarazada, la respuesta es muy simple si eres hetero. Si no, una triste citología se convierte en todo un acto de activismo y visibilización. Las criaturas de las parejas heteros no tienen que lidiar con el profesorado y con sus compañeros y compañeras de clase que narran incansablemente un tipo de familia que no es la suya. Los padres y madres heteros no tienen que inventar estrategias para que sus hijos e hijas vivan su especificidad con alegría, a pesar de la homolesbotransfobia imperante. Por ser hetero no te echan de los trabajos, ni te dejan de hablar tus amistades, ni te apalizan tus padres. No tienes que salir del armario, porque no hay armario. No te preguntas en la adolescencia qué narices te pasa, porque siendo hetero, no te pasa nada, simplemente. Eres «normal» y tienes todas las narraciones del mundo, todas las películas, todas las novelas, todas las canciones hablando de ti, confirmándote. No hay un símil hetero para los términos «marica», «bollera» o «travelo». No hay insulto asociado a la heterosexualidad.

No existe la «heterofobia» como no existe la «hombrefobia», porque las fobias explican algo más grande que las simples manías personales. Cuando hablamos de homolesbotransfobia nos estamos refiriendo a unas inclinaciones que vienen legitimadas por toda una maquinaria de producción de conocimiento y de discurso respaldada por todas las instituciones: desde la academia y el sistema educativo, que sigue narrando las prácticas e identidades sexuales en términos de normalidad (hetero) y excepción, hasta el sistema legal y judicial, con infinidad de leyes discriminatorias, hasta los productos culturales que estigmatizan la diferencias sexual y de género, pasando por la cotidianidad del lenguaje homolesbotránsfobo que se perpetúa en expresiones de apariencia anodinas y fondo discriminador.

Vaya, que cuando la niña del autobús no sea corregida si dice su novia es Leire, cuando haya protagonistas de Disney que se enamoran de personajes de su mismo sexo, cuando el bullying escolar homolesbotránsfobo sea excepción y no norma, cuando las familias de intentarnos convencer de que lo que nos pasa es una fase, cuando una actriz no tenga que salir del armario porque simplemente va con su novia a la alfombra roja con total normalidad, cuando no nos entren sudores fríos al decir el nombre de nuestra pareja a alguien que acabamos de conocer, cuando no nos dé miedo que nuestro jefe o nuestra casera “se entere”, cuando nos podamos morrear tranquilamente en la calle sin que una señora diga “qué vergüenza” y un señor nos diga que qué sexy, que si queremos un trío… Cuando todas esas cosas dejen de pasar, igual podemos pensar que la homolesbotransfobia es cosa de tres o cuatro intolerantes. Mientras tanto, querida lectora o lector hetero tolerante, la próxima vez que te escandalices por una noticia sobre homofobia, pregúntate qué estáis haciendo en tu día a día para que lo normal sea la diversidad.

¿Quién fue el verdadero asesino de Pasolini?

José María García López, autor de ‘Pasolini o la noche de las luciérnagas’

José María García López, autor de ‘Pasolini o la noche de las luciérnagas’. / R.C.

Pier Paolo Pasolini, director de cine, escritor, dramaturgo, poeta, ensayista, es uno de los genios indiscutibles y más controvertidos del siglo XX. Comunista y homosexual confeso en tiempos donde ambas identidades eran peligrosas, Pasolini murió brutalmente asesinado en 1975, al parecer, a manos de un tal Pelusi, el único acusado y condenado por el crimen. Pero ¿se debió su muerte a un conflicto entre chaperos que se fue de las manos o tuvo más que ver con el intento de callar una voz demasiado crítica con los entresijos del poder?

A su muerte, Pasolini escribía un libro, ‘Petróleo’, en el que investigaba una trama que ya había costado la vida de dos personas: Enrico Mattei, un político de izquierdas que luchaba contra la injerencia de las grandes empresas petrolíferas en Italia, y Mauro de Mauro, un periodista de investigación. Además de todo esto, hay que destacar la afiliación comunista del cineasta, en un tiempo en el que el fascismo y la mafia estaban determinados a impedir la pujanza del partido en la política italiana.

Con esta urdimbre, José María García López crea una inquietante novela, ‘Pasolini o la noche de las luciérnagas’ (Nocturna), en la que una criminóloga y un profesor intentan esclarecer la verdadera causa de la muerte del escritor, lo que termina por convertirse en una obsesión que les lleva a sumergirse en el complejo mundo que habitaba: su obra literaria y cinematográfica, su relación con artistas e intelectuales de la época, su controvertida posición política, su pederastia confesa, su compleja relación familiar, esa lacerante creencia católica de la que nunca se libró, un miedo constante a acabar como finalmente acabó… y, sobrevolándolo todo, una conspiración política y mafiosa que Pasolini denunciaba en ‘Petróleo’, su obra inconclusa y que servirá de hilo conductor a los investigadores para intentar buscar la verdad que nunca salió a la luz.

Porque la investigación de la muerte del director de cine nunca quedó totalmente esclarecida o, al menos, no solo fue responsabilidad de quien acabó en la cárcel por ella. Tanto es así que en 2010 se habló de un capítulo desaparecido de ‘Petróleo’, que, según los expertos, conduciría directamente a los asesinos del propio Pasolini. Y en 2014, finalmente, se reabrió el caso de asesinato para que fuera investigado según los parámetros científicos actuales.

José María García López, filólogo y habitual colaborador en publicaciones periódicas con artículos sobre cine, teatro, arte y actualidad, es autor de varios libros de poesía con los que ha obtenido diversos galardones, entre ellos el premio Rafael Alberti por su obra ‘Memoria del olvido’. Ha publicado hasta la fecha siete novelas.