EL MUNDO: ¿Cómo y cuándo hay que operar a un transexual?
- El proceso es complejo, dura toda la vida y tiene que ser supervisado
- Consiste en una terapia hormonal que tiene que ser controlada médicamente
- Además, va acompañado de una serie de intervenciones quirúrgicas
Considerada hace años como enfermedad mental y ahora denominada disforia de género por el nuevo manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, el DSM V, la transexualidad ha sido objeto de múltiples definiciones que, según los expertos, lo único que hacen es confundir. No tiene nada que ver, como se podría llegar a pensar, con la homosexualidad, la bisexualidad ni tampoco con la intersexualidad. Se trata de una discordancia entre biología y género, es decir, cuando una persona no se identifica con el sexo con el que biológicamente ha nacido sino con el opuesto.
Y de casos está lleno el mundo. El último ha sido el soldado Manning que, tras ser condenado a 35 años de cárcel por sus filtraciones a Wikileaks, asegura que quiere ser mujer.
“En Estados Unidos no existe una sanidad pública como la nuestra, algo que puede ser un inconveniente, al menos, en cuanto a la transexualidad se refiere, ya que no hay protocolos reglados sobre este tema”, asegura a ELMUNDO.es el endocrino Antonio Becerra, coordinador de la Unidad de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) de la Comunidad de Madrid y profesor en la Universidad de Alcalá. Una situación similar a la de Manning en nuestro país no hubiera pasado, mantiene este especialista, ya que los protocolos están mucho más avanzados, reglados y controlados.
Actualmente, en España existen nueve Unidades de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) pero sólo cuatro realizan intervenciones quirúrgicas genitales. Las unidades más destacadas son la de Madrid y la de Málaga. Esta última fue la primera que se fundó en nuestro país, en el año 1999. No obstante, estatalmente, no hay ninguna unidad de referencia.
Concretamente, en la UTIG de la Comunidad de Madrid, formada por un equipo multidisciplinar de profesionales procedentes de los hospitales La Paz y Ramón y Cajal, se han atendido a unas 800 personas desde que empezó a funcionar en el año 2007. “Cada año vemos alrededor de 120 personas en nuestra unidad, cuando los estudios oficiales al respecto hablan de unas 60 personas anualmente”, explica Becerra.
Las edades de las personas atendidas por esta unidad oscilan entre los cuatro o cinco años hasta los 68. Los menores de edad ocupan el 5% de todos los casos, puntualiza este experto, aunque los protocolos de las unidades públicas españolas establecen que la intervención quirúrgica de cambio de sexo no se puede realizar antes de los 18 años. No obstante, la ley sí que permite esta operación a menores de edad, pero debe haber una sentencia judicial favorable. De hecho, hay estudios que constatan que cada vez son más los menores que solicitan un tratamiento de este tipo.
Pasos del proceso
El proceso es largo y complejo y tiene que estar controlado de por vida. En primer lugar, se realiza un diagnóstico psicológico. Se valora caso por caso y, principalmente, se trata de “normalizar (calmar) la situación y de no precipitarse”, explica el especialista. Las circunstancias personales son muy diversas, por ejemplo, hay personas con hijos en el que el proceso, a nivel psicológico, puede ser más complicado.
La terapia hormonal se realiza una vez esté clara y consensuada la evaluación psicológica por todos los miembros del equipo multidisciplinar, algo que suele darse entre los tres y seis meses de la primera consulta. “Una vez transcurrido este periodo, se realiza la terapia hormonal cruzada, de hombre a mujer, y de mujer a hombre”, matiza. Las hormonas se administrarán siempre que no exista un problema médico que contraindique esta terapia, que consistirá en hormonas femeninas (estrógenos) para ellos y masculinas (testosterona) para las mujeres.
Por último, se lleva a cabo el tratamiento quirúrgico que, en el caso de hombre a mujer, incluiría mamoplastia, vaginoplastia, eliminación de la nuez y una operación de las cuerdas vocales para el cambio de voz. En el caso inverso, de mujer a hombre, habría que hacer una extirpación de las mamas, útero y ovarios, y por último una faloplastia (reconstrucción estética de los genitales masculinos externos, pene y testículos).
La faloplastia es mucho menos demandada ya que los resultados aún no son del todo satisfactorios, según afirma Becerra. Pero eso sí, “la apariencia física externa que se produce en el caso de mujer a hombre es mucho más satisfactoria, por regla general, que al revés pues en el cambio de hombre a mujer puede haber ligeros rasgos que permanecen”, expone.
No para todos
Pero no todo el mundo quiere pasar por un proceso transexualizador, como formalmente se llama a todos los pasos necesarios para el cambio de género. “Y no por eso dejan de ser transexuales”, mantiene Lola Martín, socióloga y sexóloga del Programa de Información y Atención a Homosexuales y Transexuales de la Comunidad de Madrid. Hay transexuales que por razones médicas y, sobre todo, personales no realizan el proceso completo, “pero se siguen llamando y son transexuales, no tienes por qué llegar hasta el final”, afirma.
Martín, quien es también autora de varios libros publicados sobre esta temática, mantiene que no existe una edad concreta en la que se toma conciencia de la transexualidad. Cada persona es un mundo y, como tal, asume su propio proceso cuando le llega.
La experta alude al doctor argentino Edgardo Menvielle, investigador en el ‘Children’s National Medical Center’ (EEUU) quien habla de comportamientos de género diversos: “Hay niños que mantienen desde muy pequeños un comportamiento de género variante y, según datos de EEUU, esos niños en su edad adulta han sido tanto transexuales, homosexuales y heterosexuales”. Eso sí, “hay muchos casos de ‘manual de libro’, pero cada persona es un mundo”. En gran parte, afirma esta experta, el género es construido socialmente.
“No se sabe el origen de la transexualidad, puede estar influido por muchos aspectos: hormonales, cromosómicos, familiares, sociales, etc. Se nace, no se hace. Pero lo único que está claro es que no es ninguna enfermedad”, concluye Becerra.