Bizkaiko Ekainaren 28 Koordinakundeak Bilbon manifestatzera deitzen du, maiatzeren 17an Homofobiaren aurkako eguna dela eta

 

 

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Pinkwashing, desahucios ilegales y censura: así utilizan los Estados el festival Eurovisión

Artículo publicado por RUBÉN SERRANO en EL SALTO DIARIO

Eurovisión 2019 pasará a la historia como un ejemplo de propaganda política. Pero esta instrumentalización no es marca únicamente de Israel. Rusia, Ucrania y Azerbaiyán ya utilizaron el festival para favorecer sus intereses.

Miki, que representa a España en el festival Eurovisión de este año, que se celebra en Tel Aviv.

El pasado 4 de mayo, es decir, a diez días de que arrancara Eurovisión y tras un ataque de Hamás en el que murieron cuatro civiles israelíes, Israel bombardeó Gaza y acabó con la vida de 21 ciudadanos palestinos.

Ese mismo día, a escasos 71 kilómetros, en Tel Aviv, empezaron los ensayos de Eurovisión 2019. La llamada al boicot por parte de figuras políticas, partidos y artistas de Reino Unido, Irlanda, Suecia e Islandia se quedó en nada: ninguno de los 41 países participantes ha cancelado su estancia allí y los preparativos han seguido su curso con total normalidad.

Eurovisión 2019, que celebra este martes 14 de mayo su primera semifinal, pasará a la historia como un ejemplo descarnado de propaganda política por el uso que Israel ha hecho del certamen para lavar su imagen pública y blanquear la ocupación de Palestina ante los ojos de todo el planeta.

Sin embargo, esta instrumentalización no es únicamente propia del país de Oriente Próximo: Rusia, Ucrania y Azerbaiyán hicieron lo mismo cuando acogieron el festival. Es una tendencia clara: en los últimos años, el país organizador de Eurovisión ha utilizado el festival a su servicio, para vender al mundo una versión afín a sus intereses, poderes e influencias.

Las intenciones que tenía Israel con el concurso se hicieron evidentes desde que Netta le dio la cuarta victoria al país el año pasado. Tras recoger el trofeo, espetó en directo: “Muchas gracias por aceptar las diferencias entre nosotros. Gracias por celebrar la diversidad. Amo mi país”. El llamado pinkwashing, el uso de un discurso de respeto e igualdad hacia la causa LGTBI para ser percibido como un actor moderno y tolerante, había empezado inmediatamente. Dos días después de su triunfo, el Ejército israelí asesinó a 58 manifestantes palestinos en vísperas del 70 aniversario de la creación del Estado de Israel.

El presidente Benjamín Netanyahu hizo campaña para que el festival se celebrara en Jerusalén, ciudad históricamente divida entre Israel y Palestina, con el objetivo de dejar claro a quién pertenece la ciudad. Preocupada por una posible espantada, la Unión Europea de Radiodifusión (UER), responsable del certamen, avisó a Netanyahu : “Si los países se niegan a participar, Eurovisión no se realizará en Jerusalén”. Finalmente, la jugada maestra de Netanyahu se frustró pero la televisión pública del país, KAN, supo aprovechar este giro de guion.

Israel sabe que su imagen está en juego. El año pasado 186 millones de espectadores en todo el mundo conectaron con Lisboa para ver el festival. Así, KAN ha reunido a sus iconos patrios para recordarle al público el valor y la impronta israelí: la modelo Bar Refaeli presentará la gala, la estrella de Hollywood Gal Gadot hará acto de presencia, el multimillonario Sylvan Adams ha pagado un millón de dólares para que Madonna actúe en la final y ha aprovechado que Tel Aviv es el paraíso del gaycapitalismo europeo para promover su marca turística, lo que se ha traducido en un sobrecoste del precio de las entradas que no todos los eurofans han podido pagar.

En un texto que sigue más vivo que nunca, el politólogo y sociólogo francés Sami Naïr escribía en 2006 que Israel ya había conseguido su propósito de legitimarse como estado. “Es posible tratar de destruir un pueblo con la complicidad silenciosa del mundo entero […]. Delante de nuestros ojos, el pueblo palestino es aplastado bajo las bombas. Los sucesivos gobiernos de Israel han ganado. No frente a los palestinos, ya que estos siguen resistiendo, sino frente a los gobiernos del mundo entero y frente a la opinión pública internacional”, remarcó.

Israel busca ahora revalidar esa legitimidad.

EXPROPIACIONES Y VETOS

Pero Israel no es el único que se ha servido de Eurovisión para presentarse al mundo en todo su esplendor. En 2012, Bakú (Azerbaiyán) acogió el certamen y las autoridades del país realizaron “desahucios ilegales, expropiaciones y demoliciones de edificios” para construir el estadio donde se celebró Eurovisión, tal y como denunció Human Rights Watch. El resultado que se vio en las pantallas fue un impactante recinto que se iluminaba por fuera con la bandera de cada país. Una ambición de una magnitud equiparable al descomunal escenario que levantó Moscú en 2009, uno de los más inmensos que se recuerdan.

Las maniobras de ambos países responden a la táctica de demostrar el poder blando que tienen. El catedrático Joseph Nye explicó este concepto en su libro Bound to lead (1990) en el que se refiere a la capacidad de un actor político de convencer y atraer a los otros hacia su bando. Así, lejos de usar herramientas militares o económicas (poder duro), los países usan las herramientas culturales y las políticas exteriores para levantar admiración y erigirse como ejemplos a seguir. De ese modo, se entienden las superproducciones a nivel escenográfico y las propuestas musicales con un marcado cariz internacional que envían al festival países del Este europeo como Ucrania, Armenia, Azerbaiyán y Rusia.

La anexión rusa de la península de Crimea —hasta 2014, de Ucrania— también evidenció en el certamen el poder blando de ambos países. Tras una apretada votación entre los dos Estados, Jamala consiguió finalmente la victoria por Ucrania en 2016 con “1944”, una canción que denunciaba la deportación de los tártaros de Crimea durante el estalinismo. Al año siguiente, Kiev se convirtió en la sede del festival y consiguió que Rusia no participara al prohibirle la entrada al país a la representante rusa.

El último capítulo surgido del enfrentamiento de Crimea se ha vivido este mismo año: Ucrania se vio obligada a retirarse de Eurovisión después de que su representante, Maruv, se negara a firmar el abusivo contrato que le imponía la televisión pública nacional. Según expuso la cantante de ascendencia rusa, firmar suponía convertirse en una “esclava”, ya que el canal la obligaba a cancelar los conciertos que tenía programados en Rusia, ceder los derechos de la canción y le prohibía hablar con la prensa sin autorización previa.

La politización de Eurovisión en Ucrania dio un giro radical cuando Jamala sometió a examen a Maruv en la gala de selección nacional y le preguntó con un evidente enfado:“¿Crimea es Ucrania?”. La nerviosa repuesta la dejó satisfecha: “Es Ucrania, por supuesto”.

TERRITORIOS SIN DERECHO A ESTAR

Eurovisión también ha servido para dejar claras las líneas rojas territoriales y establecer a quién se le considera un Estado y a quién no. Una forma de sustentar esa legitimidad es a través de las banderas que se ondean en el estadio. En 2016, Estocolmo (Suecia) albergó el certamen y publicó una lista de banderas prohibidasdentro del recinto, entre las que se encontraban tanto la del Estado Islámico como las locales y regionales de cada país (Crimea, Kosovo, Palestina y la ikurriña). Los suecos sí que permitieron el acceso de las banderas de los países participantes, de países no participantes pero miembros de la ONU, de la Unión Europea y la LGTBI.

Ese mismo año, la intérprete de Armenia, Iveta Mukuchyan, ondeó en directo una bandera que la organización vetó, la de la República de Artsaj (también conocida como la región de Nagorno-Karabaj), un territorio con mayoría de población armenia pero que pertenece a Azerbaiyán y que aún es motivo de disputa entre ambos países. La UER no tardó en responder: condenó “firmemente” el uso de la bandera y anunció que sancionaría a Armenia por “dañar” la imagen del certamen. Por otro lado, Turquía, que lleva años sin participar, canceló a última hora la emisión de la edición de 2013 debido al beso lésbico que tenía lugar durante la actuación de Finlandia. Se desconoce si la UER tomo medidas contra el país.

Según el sociólogo alemán Max Weber, el afán de tener poder se debe al honor social que provoca. En ese sentido, participar en el certamen otorga identidad como nación, repercusión a nivel global y reconocimiento de que existes y de que formas parte de algo colectivo. En 2007, al año siguiente de que Montenegro votara en referéndum su independencia, Serbia debutó en solitario en Eurovisión y ganó. En cuestión de meses había pasado de aceptar la separación a presentarse a un competición de más de 40 países y alzarse con la corona.Ese ejemplo de éxito nacional es el que buscan Kosovo y Escocia. Sin embargo, no lo tienen tan fácil. La provincia serbia declaró su independencia del país balcánicoen 2008 pero no cuenta con el reconocimiento de todos los estados de la ONU —España se lo niega— y eso dificultaría su participación en el concurso. Respecto a Escocia, la BBC se opone a que cada año la televisión de cada una de sus cuatro naciones constituyentes (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte) elija al o a la abanderada británica y se reserva para ella esa decisión.

El tablero geopolítico europeo está repleto de conflictos abiertos y no todas las piezas que hay en él disponen del mismo poder y capacidad de decisión. Por eso, no es de extrañar que aprovechen cualquier oportunidad que se les presente, como la celebración del festival,para poner encima de la mesa su agenda e intereses. Eurovisión nació en 1956 para unir a una Europa devastada y dividida por la Segunda Guerra Mundial. Un certamen cuya naturaleza es tender puentes entre los diferentes estados (y no estados) que lo conforman siempre será político, aunque venga revestido de música y televisión. Eurovisión es una celebración anual y, como señala Paul B. Preciado en Un apartamento en Urano(2019), “una celebración sirve para recordar lo que de otro modo sería olvidado y para olvidar lo que debería recordarse”.

Cuba: los gays, en la diana castrista

La dictadura cubana ha reprimido una marcha en La Habana en favor de los derechos homosexuales

Activistas por los derechos LGBTI participan en una marcha, el pasado sábado, en el Paseo del Prado en La Habana (Cuba). Ernesto Mastrascusa EFE

La dictadura cubana ha reprimido una marcha en La Habana en favor de los derechos homosexuales. Lo ocurrido es preocupante porque representa una grave marcha atrás en los avances que creían haber alcanzado estos últimos años en la isla los colectivos LGTBI. No sorprende que un régimen tan abyecto como el castrista, que pisotea sistemáticamente los derechos humanos, reaccione así contra ciudadanos que abogan por su libertad. Pero, como decimos, inquieta asistir a esta involución. El triunfo de la revolución cubana condenó a campos de trabajo forzosos a los gays, considerados como “degenerados”. Pero desde finales de los 90 se producía cierta apertura en materia de identidad sexual. El castrismo vuelve a enrocarse en sus esencias.

El sacerdote rebelde: los homosexuales en la Iglesia son una realidad que no desaparecerá

Andrew Foreshew-Cain vestido con la sotana de la iglesia antes de dejar el sacerdocio en 2017.

Durante 20 años, el reverendo  fue vicario. Sin embargo, en 2017 protagonizó una salida abrupta ¿Su delito? Tres años antes se había casado con Stephen, su pareja. Tras su boda, siguió en la iglesia de St Mary with All Souls, en Kilburn, y en la de St. James, en West Hampstead, pero afirma que no pudo encontrar un nuevo destino porque lo habían puesto en una “lista negra”.

En 2017 decidió dejar el sacerdocio y acusó a la Iglesia Anglicana por su “homofobia institucional”. Era muy consciente de que esta afirmación tan contundente le impediría volver.

Mientras que los sacerdotes heterosexuales de la Iglesia Anglicana pueden casarse y tener relaciones sexuales, se espera que los miembros del clero homosexuales permanezcan solteros y célibes. “Defender el celibato [para los miembros homosexuales del clero]”, señala Foreshew-Cain “implica que Dios sólo te aceptará si no tienes relaciones sexuales, es decir, tienes que renunciar a lo que todos queremos, que es ser amados por alguien y poderlo amar a nuestra manera”. Hace una pausa para poder medir sus palabras. “Creo que la posición de la Iglesia es abusiva”, concluye.

Desde que hace un año y medio optó por dejar el clero, vive en la plácida localidad de Chapel-en-le-Frith, en Derbyshire, y restaura una descuidada vicaría de estilo georgiano. Al parecer esta experiencia le ha permitido crear algo que no pudo encontrar en la iglesia: un hogar para él y su marido. Ahora, va a regresar al sacerdocio. En otoño, se convertirá en el capellán de Lady Margaret Hall, un colegio de la Universidad de Oxford que funciona fuera de la jurisdicción de la Iglesia Anglicana. “Siento como si estuviera listo para volver a ser sacerdote, pero tal vez un tipo diferente de sacerdote”, explica.

Es poco probable que el regreso de Foreshew-Cain, al igual que su estancia en la iglesia, transcurra en silencio. En abril, él y una coalición de miembros del clero LGTBQ lanzaron la Campaña por un Matrimonio Igualitario en la Iglesia de Inglaterra, que aboga por el derecho de los homosexuales a casarse en su parroquia local y exige que a los miembros homosexuales del clero que se casen se les permita ejercer su ministerio.

Lo que está en juego, argumenta, no es sólo su relación con la Iglesia Anglicana, o incluso con los cristianos LGTBQ de todo el país, sino el futuro de la Iglesia Anglicana en la sociedad británica.

Según la encuesta British Social Attitudes (actitudes sociales de los británicos), sólo el 2% de los jóvenes se identifican con la Iglesia Anglicana. En un contexto en el que la asistencia a los servicios religiosos ha disminuido en los últimos años, Foreshew-Cain ve los temas en torno a los miembros del clero y fieles LGTBQ como un reflejo de una crisis de identidad más amplia de la iglesia.

En su opinión, o bien se aferra a las interpretaciones conservadoras de las Escrituras y mantiene a sus fieles [más conservadores] o avanza hacia un anglicanismo progresista que pueda atraer a una nueva generación de creyentes. “No estamos perdiendo fieles porque ya no creen en Dios. Estamos perdiendo fieles porque ya no creen en la iglesia”, puntualiza. “A menos que la Iglesia acoja a gays y lesbianas con los brazos abiertos, y también a sus familiares y amigos, seguiremos perdiendo feligreses”.

Deriva conservadora de la iglesia

Foreshew-Cain nunca quiso ser sacerdote. “Crecí con una imagen del clero que era una mezcla entre una tía solterona a la que no se le puede decir ‘joder’ y un miembro de la policía moral que sabe todo lo que hiciste el sábado pasado por la noche, con quién lo hiciste, cuánto tardaste y que está disgustado y decepcionado contigo. Nada de eso me atraía”.

Él y sus cuatro hermanos fueron bautizados, su madre fue bendecida en la iglesia después de cada parto y las cruces colgaban de las paredes de la casa familiar en Hertfordshire. Sin embargo, no iban a la iglesia. “Éramos culturalmente cristianos”, señala. A los 17 años, una iglesia se cruzó en su camino. Asistió a un servicio local y se involucró en la Unión Cristiana dos años después, cuando fue a la universidad en Aberdeen. Allí conoció a su primer novio, que estaba preparándose para el sacerdocio presbiteriano.

“Nos enamoramos”, recuerda. Fueron felices durante tres años, tras lo cual sus caminos se separaron. Amar a un hombre y amar a Dios nunca fue una fuente de conflicto. “Nunca he visto una contradicción y sigo sin verla”, dice.

Dependía de un vicario que sabía de su relación y nunca se entrometió para que acabara con ella. Sus compañeros de iglesia también lo apoyaron. “No experimenté ningún tipo de homofobia”, recuerda. Según cuenta Foreshew-Cain, la amplia aceptación que tuvo no fue un hecho aislado dentro de la Iglesia Anglicana, sino más bien una muestra del anglicanismo imperante en esa época.

“La Iglesia Anglicana es ahora una organización muy distinta a la de mis inicios. El liberalismo progresista que dominó la iglesia desde los años 50 ha sido reemplazado por una especie de evangelismo mucho más seguro de sí mismo, que a menudo es muy conservador”.

Ese cambio ha sido documentado con detalle. En Estados Unidos, evangélicos carismáticos como Billy Graham han conseguido movilizar a los cristianos estadounidenses a través de sermones apasionados y una inteligente colaboración con los medios de comunicación de masas. En el Reino Unido, figuras como el Reverendo John Stott han instado a los evangélicos a no abandonar la Iglesia de Inglaterra, como se había propuesto en los años sesenta, sino a transformar la iglesia a su imagen. De hecho, el actual arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y un número creciente de obispos se identifican con la tradición evangélica.

Andrew Foreshew-Cain junto a su esposo.

El resurgimiento del conservadurismo en el seno de la Iglesia de Inglaterra chocó con las formas más antagónicas de activismo y liberación gay después de que en 1967 se despenalizaran parcialmente las relaciones íntimas entre personas del mismo sexo. Las marchas del orgullo comenzaron en la década siguiente, mientras que el inicio de la epidemia del SIDA en los años ochenta generó un debate público en torno a la sexualidad.

La creciente visibilidad de los homosexuales y transexuales en la sociedad obligó a la Iglesia Anglicana a definir su posición. En 1991 publicó los Issues in Human Sexuality [cuestiones sobre sexualidad humana], un documento que traza una delicada línea entre la compasión y la aceptación de los “homófilos” dentro de la iglesia.

En la Conferencia de Lambeth de 1998, una reunión mundial de todos los obispos anglicanos del mundo que se celebra cada diez años, volvió a debatirse la cuestión de la sexualidad. La Resolución 1.10, que fue aprobada por abrumadora mayoría, establece que “las personas que se sienten homosexuales” son “amadas por Dios” y “miembros plenos del Cuerpo de Cristo”, pero que, sin embargo, la “práctica homosexual” es “incompatible con la Escritura”. Para la Iglesia Anglicana, poner énfasis en el celibato era un compromiso entre sus facciones enfrentadas. En cambio, para Foreshew-Cain, fue una renuncia del deber de la iglesia de cuidar a su clero y a sus fieles homosexuales.

El suicidio de Lizzie Lowe, punto de inflexión

Foreshew-Cain recuerda el suicidio en 2014 de Lizzie Lowe, una adolescente cristiana de Manchester de 14 años que había intentado reconciliar su fe con su sexualidad. Antes de quitarse la vida reconoció ante sus amigos que era lesbiana y que temía el rechazo de su iglesia local. Desde su muerte, sus padres y el rector de la iglesia a la que acudía se han convertido en defensores de la igualdad de trato para las personas LGTBQ en la Iglesia. St James and Emmanuel, la iglesia de la joven en Didsbury, ha ayudado a formar el primer decanato inclusivo. En 2018, la iglesia fue la sede del primer Día del Orgullo Gay de Didsbury.

“En la última década he visto y hablado con muchos jóvenes que están tratando de reconciliar su sexualidad y su fe, que terminan autolesionándose, intentan suicidarse o que sufren depresión y enfermedades mentales”, indica Foreshew-Cain. “Porque si crees que Dios te condena por tu esencia y que tienes que ser algo diferente de lo que eres, ¿dónde te lleva este sentimiento?” Se detiene. “Lizzie no fue la única, y no será la última.”

Por otra parte, las declaraciones de las figuras más importantes de la Iglesia Anglicana no han contribuido a aliviar las preocupaciones del sacerdote. Welby anunció recientemente que las parejas del mismo sexo no serían invitadas a la conferencia de Lambeth en 2020, mientras que los cónyuges heterosexuales si lo estarían. Afirmó que le dolía su decisión y lamentaba los conflictos que sacudían a la iglesia.


“Honestamente, muchos de nosotros en la comunidad queer estamos hartos de los hombres heterosexuales, blancos y cisgénero que hablan de su sufrimiento cuando lo infligen a otras personas”, afirma Foreshew-Cain. “Es como si un compañero abusivo te golpeara y dijera: ‘Esto me duele más a mí que a ti'”.

Describe una situación de desorden en el seno de la Iglesia Anglicana, que consigue mantenerse unida por una ambigüedad cuidadosamente cultivada entre los altos mandos. Afirma que los obispos que silenciosamente expresan su apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo, más tarde a puerta cerrada votan en contra de cualquier liberalización hacia el clero gay y lesbiano en el sínodo. Los feligreses, cansados de debates que no llevan a ningún sitio, están abandonando una iglesia que se contradice. Y a los jóvenes anglicanos, que quieren ser aceptados en las parroquias locales, estos debates institucionales en torno al lugar que merecen en la iglesia, les causa un intenso dolor.

Foreshew-Cain se muestra escéptico y no espera grandes cambios, al menos no hasta después de la próxima Conferencia de Lambeth en 2020. Sin embargo, cree que tarde o temprano la Iglesia tendrá que enfrentarse con la realidad y ya no es posible encontrar un término medio [para satisfacer a la comunidad LGTBQ], pero sin provocar un cambio radical dentro de la iglesia. “Estas campañas no van a desaparecer. Los homosexuales de la iglesia no van a desaparecer. Y el interrogante moral sobre la integridad de la iglesia no va a desaparecer. Sólo se va a volver más intenso”.

Bilbao La Vieja acogerá el primer hotel para el colectivo LGTBIQ+

El edificio cuenta con unas vistas privilegiadas a la ría y al Casco Viejo.Foto: Jose Mari Martínez

BILBAO– El esplendor turístico que experimenta Bilbao no cesa de proporcionar titulares. Tras su inminente desembarco en Donostia, la cadena Axel Hotels, dirigida específicamente a la comunidad LGTBIQ+ a pesar de ser heterofriendly, recalará próximamente en Bilbao La Vieja después de haber firmado un acuerdo con la promotora Loiola Gestión Inmobiliaria. El primer hotel de la firma catalana en la villa, que sumará 110 habitaciones, se emplazará en el número 3 del muelle de La Merced. Está previsto que las obras, que contemplan la demolición del inmueble, comiencen en octubre, aunque el proyecto deberá recibir antes el visto bueno definitivo del pleno del Ayuntamiento de Bilbao.

Según ha podido saber este periódico, la promotora Loiola se mantendrá como propietaria de la parcela mientras que Axel Hotels explotará el nuevo establecimiento mediante un contrato de arrendamiento de 25 años. El proyecto contempla que la fachada se engrane dentro de un lenguaje arquitectónico de marcado carácter industrial, con ladrillo caravista y amplias cristaleras. Según el esbozo, el establecimiento contará con cinco plantas -una menos que el edificio actual- y una sexta retranqueada. En la planta baja, la recepción, el bar y la zona de restauración conformarán un espacio dinámico en el que también habrá un spa. La azotea contará con solarium y piscina con cubierta retráctil, que será única en Bilbao.

El objetivo de la promotora es comenzar los trabajos de demolición el próximo octubre. El pasado 6 de marzo el estudio de detalle de la iniciativa empresarial fue presentado ante la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Bilbao, que dio su aprobación inicial avalándose en un informe positivo de Demarcación de Costas. A pesar de ello, la institución dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica requería subsanar algunos flecos, al estar ubicado en el ámbito marítimo-terrestre. Una vez sea ratificado por esta institución, el proyecto deberá pasar por un pleno ordinario del Consistorio bilbaino.

El visto bueno definitivo de la iniciativa contempla el derribo del edificio que no dispone de ninguna protección -a pesar de estar situado junto a la antigua fábrica de harinas La Ceres, el primer edificio industrial construido con estructura enteramente realizada en hormigón armado en Euskadi- y una vez que vuelva a levantarse buscará aportar uniformidad a la fachada marítima. Teniendo en cuenta que el Ayuntamiento no volverá a celebrar un pleno ordinario antes de septiembre, con el nuevo gobierno al mando, es viable que las previsiones de la promotora de iniciar las obras en octubre se cumplan.

UBICACIÓN ESTRATÉGICAMediante el acuerdo firmado, Loiola Gestión Inmobiliaria amplía su posición en el sector hotelero de Bizkaia. Actualmente finaliza un hotel en la antigua residencia de los jesuitas en Bilbao, donde la cadena Sercotel se implantará con un hotel de 61 habitaciones en la calle Canciller Ayala y una residencia para mayores. En palabras de Juan Ituarte, director de Negocio No-Residencial de Loiola, el acuerdo con Axel Hotels significa “no solo un mayor posicionamiento de la empresa en el sector de la promoción hotelera, sino que constituye en sí mismo un proyecto emblemático para Bilbao, que encaja de lleno en la regeneración de esta parte de la ciudad que se va a transformar con la llegada del tren de alta velocidad y la eliminación de la trinchera que separa Bilbao La Vieja del Ensanche”.

Que la zona en la que se establecerá Axel Hotels está en boga lo confirman los establecimientos hoteleros abiertos a lo largo de este 2019. Justo al otro lado de la ría, compartiendo vistas a la ría, el Hotel Tayko, donde Martín Berasategui regenta su único restaurante en la villa, abrió sus puertas en enero. Hace apenas un mes fue el turno del NYX Hotel Bilbao, ubicado a poco más de 300 metros, en El Arenal bilbaino, con una oferta de 109 habitaciones. Sin embargo, la transformación urbana que percibirá de Bilbao La Vieja no es el único motivo por el que la firma catalana se ha decantado por este barrio que, junto con el Casco Viejo, se ha erigido como una de las zonas de ambiente predilectas por el colectivo LGTBIQ+.

Precisamente, se trata de un nicho de mercado turístico muy preciado, al que los agentes locales y las instituciones vizcainas llevan tiempo queriendo hincar el diente debido al elevado poder adquisitivo que, según diversos estudios, ostentan las personas que lo conforman. De hecho, la marca Bilbao Bizkaia formada por el Ayuntamiento y la Diputación ha participado varias veces en Fitur Gay para presentar la escena LGBTIQ+ de la ciudad y del territorio.

El cantante mexicano Vicente Fernández rechaza un trasplante por temor a que el donante fuera “homosexual”

El artista, que debía ser intervenido a causa de un cáncer,desató la polémica al declarar en una televisión local que no aceptó un trasplante de hígado porque no sabía la orientación sexual de su donante, ni si se trataba de una persona “drogadicta”.

El cantante mexicano durante una de sus actuaciones. | Instagram

El cantante mexicano Vicente Fernández, icono de la música ranchera, ha rechazado recibir un trasplante de hígado por temor de que el donante fuera “homosexual o drogadicto”, de acuerdo a las informaciones publicadas por el diario local Excélsior. En una entrevista para el programa Primera Mano, Fernández aseguró haber hablado con el equipo médico y haberles dicho: “Yo no me voy a dormir con mi mujer con el hígado de otro güey. No sé si era homosexual o drogadicto'”.

El intérprete, padre del también cantante Alejandro Fernández, señaló que fue durante una gira mundial cuando le detectaron una ‘bolita’ en las dos vías biliares, por lo que tuvo que suspender sus conciertos. La ‘bolita’ se trataba de un cáncer, por lo que el pasado 2 de mayo le dijeron que iba a ser necesario someterse a una cirugía.

La operación consistía en un trasplante y, para fortuna del artista, el equipo de sanitarios había conseguido un hígado compatible. Sin embargo, Fernández decidió no someterse a la cirugía y abandonó el hospital de Houston donde permanecía ingresado. “No me querían dejar salir, me dijeron: Es que ya encontramos su hígado compatible, ya viene el oncólogo”, apuntó el cantante en la entrevista.

 

Vivir deprisa, amar despacio: Feroz y carnal ‘contrametáfora’ del sida

Christophe Honoré completa en su última película una alegoría liberadora, gay, desaforada y triste de los años 80, un tiempo marcado a fuego por el VIH

Pierre Deladonchamps y Vincent Lacoste, en ‘Vivir deprisa, amar despacio’.

Mantenía Susan Sontag que las metáforas, como los mitos, también matan. Y, para demostrarlo, presentaba en sacrificio su propio cuerpo invadido, que no simplemente afectado, en un acto de guerra por células cancerosas. Y seguía: «La enfermedad mortal por excelencia es aquella que roza del modo más escandaloso los límites de la ética. La historia nos permite asociaciones entre la lepra y la pobreza, la peste y la higiene, la sífilis y la promiscuidad de los hombres, la tuberculosis y la reclusión de las mujeres. En todos estos casos, las víctimas han sido confundidas con el verdugo y sobre ellas han recaído las privaciones de la vida civil». Luego vendría el sida y la estigmatización metafórica del homosexual, del drogadicto o de un continente entero, el africano, alcanzó el más sucio y sangrante de los paradigmas. Los tiempos de expansión posmoderna en los 80 y 90 encontraron la respuesta liberal conservadora en la imagen y castigo de una plaga algo más que sólo bíblica.

Vivir deprisa, amar despacio, de Christophe Honoré, se revuelve contra todo este sistema codificado (o no tanto) de dominación. Hace tiempo que el director vive empeñado en construir su propia pauta; en fabricar su intransferible y muy personal respuesta a cada uno de los códigos y hasta lenguajes que prefiguran su condición de homosexual. Si buena parte del arte que convivió con el estigma del sida se empeñó en refutar el cuerpo degradado tal y como lo presentaban los medios y el poder de los medios, Honoré, un paso más allá, se esfuerza en retratar la dinámica de esos mismos cuerpos entregados al fondo mismo del sexo, del amor vivido a flor de piel, del furor de las almas que chocan, se descubren y, finalmente, se incendian. La idea es construir un auténtico y muy carnal tratado sobre el acto de amar alrededor del sida. Pero sin pedagogías, sin convertir cada fotograma en manifiesto político. O, al revés, y como mantendría Godard: «No es decir: ‘Yo cineasta voy a hacer películas políticas’, sino, por el contrario, voy a realizar políticamente películas políticas».

En efecto, lo que cuenta es el desplazamiento de significados, la anulación de todas y cada una de las metáforas que, en efecto, matan. Y eso, aunque parezca lo contrario, es un acto políticamente político. Por furiosa y auténticamente homosexual.

MIRAR A LOS OJOS DEL SIDA

Cuenta Honoré que, a pesar de que en películas anteriores ya se había ocupado de la enfermedad (lo hizo de forma directa o indirecta en Siempre juntos (todos contra Leo), Las canciones de amor, Hombre en el baño o en Métamorphoses), ésta la siente el autor de alguna manera como la primera. Y no tanto por su centralidad en el relato como por el tono, por la forma como aparece a modo de motor mismo de la pasión amorosa. «Creo», reflexionaba Honoré en Cannes donde presentó la película, «que la distancia en el tiempo ha sido necesaria. Es como un trauma que necesita su periodo de incubación. Pertenezco a una generación cuyas primeras experiencias sexuales tuvieron lugar a mediados de los 80. Muchos escapamos del sida, pero estuvo muy presente en nuestras vidas. Fue parte de nuestra existencia y nuestra educación. Vi amigos que enfermaron y otros que murieron, pero no creo que me pudiera considerar un testigo de nada. Estaba demasiado cerca para eso. No tenía la distancia adecuada. Han tenido que pasar 20 años para que pueda mirar a los ojos del sida y de mí mismo sin sentimiento ni de culpa ni de venganza; asumiéndolo como lo que fue». Y en su reflexión, sin duda, queda reflejado el tono a la vez transparente, por objetivo y distante, y apasionado, por perfectamente intransferible. Y autobiográfico incluso.

La película, para situarnos, cuenta la historia de un escritor maduro, además de infectado, padre de un hijo y testigo de demasiado dolor. Él (enorme Pierre Deladonchamps) vive en París. Un buen día se enamora de un joven (Vincent Lacoste) procedente de eso que el tiempo ha dado en llamar las provincias. Los dos están convencidos de que lo mejor de sus vidas está por llegar. Y en este convencimiento viven un amor provocadoramente libre, esencialmente divertido (por gay), carnalmente profundo. Y lo que vale para su romance, sirve exactamente igual para una película que se quiere libre, divertida y profunda. También triste, pero ¿qué historia de amor no es triste? El resultado es con diferencia la mejor película de uno de los autores que más nos ha castigado con su lacerante mismidad.

Por otro lado, la película forma parte de un tríptico tan peculiar como ambicioso. En realidad, la cinta es el segundo trabajo que completa la primera entrega en forma de novela de Ton père (Tu Padre). Aquí narraba en primera persona la historia de un padre homosexual que intenta pasar a limpio su vida entera de la mano de aquellos autores que antes que él escribieron sobre el sida. La tercera parte fue una obra de teatro estrenada en septiembre, Les idoles (Los ídolos), donde, y de la misma manera, el autor regresaba a la generación de artistas de los años de Mitterrand; a aquellos cuya vida quedó marcada por el doble juego del amor y la muerte, de la sensualidad y la enfermedad. Los convocados en el escenario eran todos hombres que se fueron demasiado pronto: Jean-Luc Lagarce, Bernard-Marie Koltès, Herve Guibert, Serge Daney, Cyril Collard y Jacques Demy.

Pero más allá de las resonancias internas, están las otras, las de fuera. La película se presentó un año después de que Robin Campillo estrenara 120 latidos por minuto, también una película sobre el sida en los años de plomo, y también una cinta en la que el sida se levanta como excusa más que como solo consecuencia. Se cuenta el movimiento de los activistas que a principios de los años 90 lucharon por hacer visible el sida. Y la estrategia es recorrer el trayecto que va desde el fragor del movimiento puramente político a un calor mucho más íntimo y cercano. En efecto, esta obra maestra vive exactamente en el reconocimiento y descripción de un sentimiento que empieza exigido únicamente por la necesidad de justicia y acaba en la pudorosa y libre cercanía de, otra vez, la carne. El amor. Por supuesto, es cine social, pero, y esto es lo relevante, construido no como proclama o ofensa sino como celebración.

«Me sorprendió que tuviéramos la misma idea, pero lo comprendí rápido», dice Honoré. Y así es. Las dos películas viven de la necesaria aniquilación de las metáforas. O, mejor, de la sustitución del mito por la carne. Todo lo que aniquila el mito, lo resucita la piel.

La profesora de Vox increpada por sus alumnos, acusada de adoctrinar con tesis homófobas y antiabortistas

Su clase de 2º de ESO en un instituto malagueño le impidió la entrada al grito de “ultraderechista, tú no entras”

Inmaculada Enríquez, en un acto ProVida. / FACEBOOK

El pasado martes, un grupo de alumnos de alumnos de 2º de ESO increpó al grito de “Ultraderechista, tú no entras” e impidió la entrada en clase de una profesora por ser militante de Vox. Los hechos sucedieron en el I.E.S. Bezmiliana, en Rincón de la Victoria (Málaga), un centro que supone un reto para la dirección como consecuencia de la falta de institutos en el municipio, albergando alrededor de 1.500 alumnos y alumnas, es decir, unos 600 más para lo que fue concebido.

La profesora de Lengua y Literatura Inmaculada Enríquez, que acude como número 20 de Vox en las próximas elecciones municipales, asegura que “como son menores, yo no hablo de política con mis alumnos”. Algo con lo que no está de acuerdo la madre de uno de los alumnos sancionados por los hechos: “Los adoctrina, hace gala de pertenecer a Vox, les habla de la contrariedad de ser gay, de que es una enfermedad; les habla de catolicismo y de lo importante que es llegar virgen al matrimonio como hizo ella”.

Enríquez niega que se produzcan tales conversaciones en sus clases de Lengua y Literatura, si bien se reconoce “católica y catequista en la parroquia” así como “miembro de un grupo ProVida, habiendo rezado el rosario a las puertas de un abortorio”, dedicando las tutorías a inculcar sus valores. La profesora, que subraya que “todos mis alumnos están en la asignatura de Religión”, admite que “les hablo de los valores de la familia tradicional, que es la célula de la sociedad, y si ésta se disgrega, enferma y si lo hace, la sociedad entera enferma. Yo no voy a defender una familia que no sea la tradicional”.

Desde su punto de vista, “adoctrinar es que mi compañero Antonio Moreno de Podemos [actual concejal en la oposición y ex primer teniente de alcalde en la primera mitad de legislatura] traiga al centro charlas de la asociación Arcoiris”, en favor de la igualdad de derechos del colectivo LGTBI.

En este mismo sentido, Enríquez apunta durante el transcurso de esas tutorías “también hablamos de la importancia de la virginidad o del aborto. Me preguntan qué sucede si les violan y les contesto ¿qué culpa tiene el niño?”.

Por su parte y a pesar de que según afirma la madre del alumno este adoctrinamiento “se viene produciendo desde el primer trimestre”, en ningún momento se ha elevado queja alguna al centro o a la misma profesora por, según precisa, “miedo a que le cogiera manía a mi hijo”.

Versiones contradictorias

Las versiones de los hechos acaecidos el pasado martes son contradictorias. Si la maestra identifica a uno de los sancionados como cabecilla de la rebelión en la que el alumnado gritó consignas del tipo “¡Presos políticos libertad!”, “¡Catalunya libre!” o “¡PSOE ganador!”, la progenitora indica que su hijo tan sólo se sumó al resto.

La madre asegura que “mi hijo advirtió a la profesora que sus compañeros no la iban a dejar entrar por ultraderechista y llegó a clase cuando ya había empezado todo, sumándose”. En contraposición, Enríquez indica que fue este alumno quien lideró la revuelta y el resto, “que también gritó y pegó puñetazos en las mesas, actuó como borregos por el cachondeo”.

A pesar de que los hechos todavía se están investigando contando con los testimonios de toda la clase, la madre, que indica que “en ningún momento justifico los hechos”, se teme la expulsión, algo que considera desproporcionado, “sobre todo porque mi hijo tan sólo fue uno más, tal y como confirman otros alumnos”.

“Aunque ya no depende de mí”, matiza Enríquez, “sí que estoy de acuerdo con esta medida, porque no podemos dejar que suceda más; me lo dicen otros profesores compañeros, también de Vox, que me animan, incluso, a que denuncie”, añadiendo que “soy de Vox, pero decir que soy ultraderechista o de extrema-derecha es insultarme”. Mientras la docente considera que se trata de un hecho muy grave, que ha escalado hasta la dirección de su partido -“estoy esperando la llamada de Santiago Abascal”-, la madre cree que “se ha victimizado”.

En este sentido, fuentes docentes del centro aseguran “que la Dirección se enteró del incidente por la prensa antes que por la profesora”. Según indican, la docente “llamó al coordinador de Vox en Rincón de la Victoria” –que fue número 2 al Senado por Málaga- y éste fue quien llamó a los medios provinciales, que fueron los que al contrastar la noticia dieron el primer aviso a la Dirección. Estas mismas fuentes aseguran que las quejas en relación al supuesto adoctrinamiento conservador por parte de Enríquez se vienen sucediendo a lo largo del curso, incluso, de propios compañeros. Según ha podido saber Público.es, la Inspección de Educación ha visitado el instituto esta misma mañana.

Ondarroa limpia la pintura arrojada sobre el monolito en recuerdo de Ekai

Concentración en la plaza del Ayuntamiento de Ondarroa en recuerdo de Ekai (EFE)

ONDARROA. Pese a que no dejaron escrito ningún mensaje, el acto ha sido interpretado por el Consistorio y la familia como una reacción de odio hacia las personas transexuales, según ha dicho hoy a Efe un portavoz municipal.

El joven Ekai Lersundi se quitó la vida cuando estaba en espera de recibir tratamiento hormonal en la Unidad de Género del Hospital de Cruces.

Después de que desconocidos mancharan con pintura el monolito levantado por el Ayuntamiento en su recuerdo, el Consistorio de Ondarroa ha condenado con contundencia estos hechos, ha expresado de nuevo su apoyo a la familia de joven y ha dicho que continuará trabajando en favor de la igualdad y contra la discriminación.