Megarricos con orgullo LGTB
Es una noticia difícil de olvidar. Hace tres años, un magnate de Hong Kong ofreció 95 millones de euros al hombre que pudiera curar a su hija, Gigi Chao, enferma de lesbianismo. Ella, ignorando a su padre -enfermo él, a todas luces-, se había comprometido en Francia con su pareja de toda la vida. “Me casaré con un hombre cuando tú también lo hagas”, respondió al viejo, que presumía de haberse acostado con 10.000 mujeres.
Estados Unidos is different. El año pasado, Forbes incluyó un nuevo género en su tradicional clasificación mundial de adinerados: 1.473 hombres, 172 mujeres y Jennifer Pritzker, “la única milmillonaria transexual conocida”, como la definió la revista norteamericana.
Bautizada como James Pritzker (1950), en 2013 Jennifer Natalyahizo público lo que ya sabían los otros 10 milmillonarios de su familia. Prefería seguir viviendo como mujer que como hombre. Teniente coronel de la armada ya retirada, judía, divorciada y con tres hijos, debe su fortuna al conglomerado industrial Marmon Group (hoy, de Warren Buffett) y la cadena de hoteles Hyatt, creada por su abuelo Abram N. Pritzker. A riesgo de ser ejecutada, Jennifer ya no podrá alojarse en sus hoteles de Arabia Saudí, entre otros lugares.
Será que el dinero lo apaña casi todo y añade una pátina de normalidad a lo que de común se juzga diferente e insano y se persigue, pero nunca la igualdad legal había recorrido tanto trecho en Estados Unidos como estos últimos años. Hoy, el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en 32 estados y en tres jurisdicciones tribales.
Que décadas de lucha colectiva tienen el mérito en un 99,9% está fuera de duda. Pero, bien desde ese activismo social, bien aplicando la lógica del capital y las libertades individual y económica en un sentido radical y amplio, en ese empeño han puesto su granito de arena también algunos megarricos.
Más allá de los conocidos gays -todos varones- que pueblan la relación habitual de ricos, los David Geffen (productor de Nirvana y Bob Dylan y fundador de Dreamworks), el inversor anarcoliberal Peter Thiel (PayPal, Facebook), Tim Gill (Quark), Tim Cook (Apple), Stefano Gabbana yDomenico Dolce, el empresario textil Michael Kors, David Wenner(revista Rolling Stone) o Chris Huges (fundador de Facebook), es destacada la contribución a la causa LGTB de Jon Stryker.
En los años 40, su abuelo, el cirujano Homer Stryker, inventó una cama de uso hospitalario con múltiples funcionalidades. Hoy, Stryker Corporation (Kalamazoo, Michigan) es un gigante mundial del material médico.
En 2000, Jon, propietario del 30% de la empresa, salió del armario y, casi al tiempo, daba vida a la Arcus Foundation, que combina la defensa de derechos LGTB como uno más de los Derechos Humanos, con la protección de los grandes primates. Un subtipo de colobo incluso lleva su nombre. Su aportación dineraria a la causa arcoíris supera los 250 millones de dólares.
Financieros pro-gay
En un sistema acostumbrado a fagocitar comportamientos y sacarles el jugo, es curiosa la contribución del financiero Paul Singer, fundador del fondo buitre Elliott Management, que ha llevado el debate legal sobre el matrimonio homosexual a Wall Street y al corazón del Partido Republicano, la derecha radical yanki, donde sólo un 40% es partidario.
En la última cumbre de Davos, Singer consiguió que una veintena de grandes financieros y banqueros de Nueva York firmaran a favor. Lloyd Blankfein (Goldman Sachs), John Mack (Morgan Stanley) y Daniel S. Loeb (Third Point) fueron algunos de ellos. Singer no es gay, pero su hijo Andrew sí, como también lo son los hijos de otros popes de las finanzas, como Tom Steyer (Farallon Capital) o el propio Mack.
Ser rico y salir del armario es cualquier cosa menos complicado en Estados Unidos. No es así en China y en Rusia, los dos países que le siguen en número de multimillonarios. En un país donde la homofobia pone de acuerdo a la iglesia, a los nacionalistas, a los cabezas rapadas y a Vladimir Putin, ningún oligarca osaría dar el primer paso, y menos en el palco del Arsenal o del Chelsea.
Y en China, donde el colectivo LGTB cobra fuerza, también está por ver quién será el primer desarmariado. Hace dos meses, en la primera feria del trabajo LGTB celebrada en Shanghai, únicamente multinacionales occidentales ofrecían puestos de trabajo a un colectivo al que sólo Alibaba, de Jack Ma, ha mostrado gestos de apoyo.
Ser multimillonario y salir del armario debería ser también de todo menos complicado en España, más cuando se cumplen diez años desde que dos personas pueden casarse sin importar el género. Nadie lo ha hecho.
A nadie importan las preferencias sexuales de nadie, pero tampoco las afecciones políticas y, menos aún, las religiosas. Y, sin embargo, no faltan ni han faltado nunca las mantillas, capillas, hermandades, obras pías, panteones, donaciones y adhesiones públicas a la fe de los ricos españoles. Igual en la política.
Por eso y más, hay que reconocer que sería realmente ejemplar y metafísicamente alentador que, sin darle mayor importancia, un gran constructor, un contratista del Estado o el presidente de un club de fútbol, que la hija de un banquero o de un empresario de la industria textil, pregonara a los cuatro vientos su homosexualidad, bisexualidad o transgénero.