Fillon propone recortes sociales y rechaza la adopción en parejas gais
El ex primer ministro lidera las primarias con el programa más conservador de la derecha francesa
Los votantes conservadores franceses dejaron claro el domingo pasado que quieren una derecha clásica, ortodoxa, católica. Ni centrista, como propone Alain Juppé, ni escorada a la ultraderecha, como quería Nicolas Sarkozy. Los electores prefieren a François Fillon, el más conservador, el más clásico, capaz de atraer a todo el arco de la derecha: desde los moderados hasta los más duros. Fillon ganó la primera vuelta con el 44%, según resultados preliminares, frente al 28% de Juppé y el 20% de Sarkozy.
Ex primer ministro entre 2007 y 2012, ministro seis veces y en puestos políticos desde los 23 años, Fillon transmite a sus 62 años el discurso propio de un dirigente duro y firme ante el terrorismo o la migración; liberal en sus recetas económicas y agresivo en su empeño de rebajar logros sociales y ciudadanos.
El hombre con grandes posibilidades de ser el próximo presidente de la República, porque capitalizaría el apoyo electoral para frenar al Frente Nacional de Marine Le Pen, quiere endurecer la ya controvertida reforma laboral dando mayor protagonismo a los acuerdos internos en las empresas. Por ejemplo, para que puedan saltarse el límite legal de 35 horas laborales por semana. El único margen sería las 48 horas que como máximo fija también la ley.
En su afán por adelgazar el peso del Estado, pretende reducir en 100.000 millones el gasto público (hoy en el 54,6% del PIB, uno de los más altos del mundo) o eliminar medio millón de puestos de funcionarios (hay 5,6 millones). Los que queden deberán trabajar al menos 39 horas por semana, cuatro más que ahora. También quiere retrasar a 65 años la edad de jubilación (ahora en 62).
Por el contrario, se propone rebajar y suprimir impuestos y cargas sociales a las empresas para que se ahorren 50.000 millones de euros en cinco años. En la actual legislatura socialista, la rebaja ya ha sido de 40.000 millones. Hasta aquí, el programa es muy similar al de su rival en la segunda vuelta, Alain Juppé.
Frente al yihadismo y el islamismo radical, la mano dura es la única fórmula de Fillon. Quiere expulsar de Francia a todo sospechoso con doble nacionalidad y prohibir el regreso a los franceses que hayan ido a combatir a Siria o Irak. También es partidario de prohibir el burkini, a pesar de que el Consejo de Estado rechaza ese veto.
En política exterior, Fillon pretende recomponer las relaciones con Rusia. Las sanciones por la anexión de Crimea no las ve con buenos ojos. Y quiere una alianza con Moscú, y hasta con el régimen de Bachar el Asad, para acabar con el Estado Islámico (ISIS en sus siglas en inglés).
La vena conservadora también es nítida con respecto a la política europea. Planea un referéndum sobre el reparto de refugiados entre los países de la Unión Europea, como el de Hungría el mes pasado. También plantea consultas populares sobre la reducción de escaños parlamentarios, la reforma territorial, la desaparición de regímenes especiales de jubilación o la introducción en la Constitución de un necesario equilibrio presupuestario.
Católico practicante, hijo de militantes conservadores y padre de cinco hijos, Fillon se ha mostrado muy comprensivo con la Manif pour Tous, el exitoso movimiento de la derecha contra el matrimonio homosexual. Por eso, se propone prohibir la adopción por parte de parejas gais, hoy legal en Francia.
“Fillon es una síntesis casi perfecta de las derecha”, asegura el analista e historiador Benoît Pellistrandi. “Seduce al núcleo duro y a los centristas, pasando por los democristianos”.