Ni Cassandra…

EMILIA LANDALUCE

Durante la Revolución Cultural en China (1966-1976), muchos hijos les pusieron las orejas de burro a sus padres. A algunos, por ejemplo, les obligaban a pasar horas de rodillas sobre cristales rotos; a otros, les paseaban por las calles o les descoyuntaban con el avión.

Ahora, gran parte de esos estudiantes son hombres capitalistas que tratan de olvidar (y sabiamente, nadie habla de ello aunque no falten libros de Historia para recordarlo) la humillación a la que un día sometieron a sus mayores. Por cierto, Mao también se murió en la cama. Es difícil decir exactamente el punto en el que comienza la deriva hacia la barbarie.

Hasta hace relativamente poco, lo políticamente correcto (o PC, como abrevian ya en EEUU) había sido un marco de convivencia formidable. Esencialmente porque implicaba un consenso bastante lógico y mayoritario. Por ejemplo: matar está mal; desobedecer las leyes, también. Ahora incluso eso se cuestiona, por lo que no es de extrañar que también muchos desconfíen de esas nuevas realidades (aunque no lo sean tanto) que incluye lo PC. Ya en 1993, Camille Paglia alertaba de la «guardia roja», y no por militancia menstrual, en la que se estaba transformado el feminismo. «Lo que frecuentemente llaman patriarcado suele ser a veces civilización, un sistema diseñado por hombres pero que ahora también pertenece a las mujeres».

Muchas se sienten hoy ajenas al feminismo. Quizás porque la última tendencia consiste en transformarlo en una teoría del deseo o en un debate de identidades afectivas que traiciona al internacionalismo (en algunos países nacer mujer es un infierno) y a la defensa de la libertad que siempre ha caracterizado al movimiento.

Algo análogo pasa con otro tipo de sensibilidades y, al igual que el cainismo, no es un problema exclusivo de España. Es taan fácil que te llamen facha [o tránsfobo].

Lo malo de las guardias rojas o pardas es que suelen obligar a la mayoría razonable a ponerse del lado de los energúmenos. Ni Cassandra ni Arsuaga merecen tanta atención. Sí, las orejas de burro.