Acusan al delegado de Vivienda con Madrazo de repartir pisos por amiguismo

El juicio contra Txema Gonzalo y Jon Alonso por su gestión en la Cámara de la Propiedad descubre una supuesta red de complicidades políticas, personales y económicas

Txema Gonzalo y Jon Alonso, ayer, en la sala de vistas

Txema Gonzalo y Jon Alonso, ayer, en la sala de vistas. / I. PÉREZ

El exportavoz de Ezker Batua (EB), Serafín Llamas, vivió durante una larga temporada de manera presuntamente irregular en uno de los pisos de la extinta Cámara de la Propiedad en Bilbao, que fue rehabilitado y amueblado con fondos del organismo a pesar de que en ese momento se encontraba ya en proceso de liquidación. ¿Por qué vivía en un edificio que había pasado a ser de titularidad pública? «Porque se había separado recientemente» de su pareja, el hermano de Txema Gonzalo, que era el exdelegado territorial de Vivienda en Bizkaia en la época en la que Javier Madrazo dirigía ese departamento, su compañero de filas en EB y, en último término, la persona que había recibido el encargo de liquidar la Cámara de la Propiedad Urbana de Bizkaia como corporación de derecho público -proceso iniciado en febrero de 2006- para integrar sus bienes en la Administración.

Esta fue una de las principales revelaciones que dejó ayer el inicio del juicio que se sigue en la Sección Segunda de la Audiencia de Bizkaia contra el propio Txema Gonzalo y contra Jon Alonso -un trabajador contratado por el primero- a raíz de las numerosas irregularidades de gestión detectadas por el Tribunal Vasco de Cuentas Públicas (TVCP). Los testimonios recabados en la vista pública de ayer dejaron al descubierto una supuesta red de complicidades de carácter personal, político y económico que se tejieron al calor del proceso de liquidación de la Cámara y que fue la base de las supuestas irregularidades que se juzgan ahora.

La Fiscalía pide para Gonzalo 5 años y 9 meses de prisión -además de una inhabilitación absoluta por 9,5 años- por unos supuestos delitos de malversación de caudales públicos y prevaricación. En el caso de Alonso, que fue contratado como contable, el Ministerio Público pide 4 años y 9 meses de prisión -y 8 años de inhabilitación absoluta- por cooperación en la malversación.

«Decidles que ya soy Lucía, estoy preparada para que se rían o aguantar lo que sea»

«Empiezas a ver el día a día y ves que tiene sus inquietudes de niña», afirma el padre de una menor de cuatro años en situación de transexualidad en Gipuzkoa y a la que un juzgado ha autorizado su cambio de nombre

 

Agustín Arandia, padre de una menor de cuatro años en situación de transexualidad al que un Juzgado de Tolosa ha autorizado el cambio de nombre por otro femenino (de Luken a Lucía), ha reconocido que ni él ni su mujer tenían ni idea sobre la transexualidad de su hija cuando ésta manifestó las primeras actitudes, ya que pensaban que esto solo se daba en personas adultas.

«En infancia no lo veías. Aunque nos enteramos luego, cuando nos informamos, de que la sexualidad se fija entre los dos, tres o cuatro años. Ahí se fija, y uno ya se siente niño o niña, hombre o mujer. Y, después, a veces, tiende a dar esa confusión de orientación sexual. Eso ya viene con las hormonas y es cuando se decide si te atrae un tipo de persona u otro, hombre o mujer, pero la identidad sexual a los dos, tres, cuatro años está decidido», ha explicado.

Arandia ha afirmado que su hija, que ha pasado de llamarse Luken a ser Lucía, era una menor normal que empezó a preferir juegos y juguetes femeninos. «Entendíamos que era un juego y no había ningún impedimento, ningún problema. Pero fue curioso cuando empezó a hablar en euskara, en euskera los adjetivos son neutros; y ella se pasó muy rápidamente al castellano, sobre todo para referirse a ella misma, como guapa, alta, lo que sea. Al principio, le correjías, aunque te mosqueabas, y empezamos a pensar que detrás había algo», ha señalado.

«Una niña con pene»

Tras consultar con varias asociaciones, empezó a encajarles «el tema» por las preguntas que hacía y cómo explicaba que se sentía. Finalmente, le plantearon la posibilidad de que igual tenían «una niña con pene». «Nos encajó, y a ella justo le tocó el momento en que la escuela les explicaban lo que eran niños y niñas, la diferenciación entre pene y vulva. A ella algo no le encajaba y preguntó: Yo tengo pene, ¿pero puedo ser una niña?. Hablamos y fue la conclusión», ha asegurado.

Arandia ha recordado que Lucía siempre tendía a lo que socialmente se entiende como femenino, «rosas, princesas, todo ese tipo de cosas», y que, tras confirmarse la noticia, fue un choque para él y su mujer, -«ante lo desconocido, siempre el miedo»-, pero rápidamente vieron lo que hay que hacer. «Empiezas a ver el día a día y ves que es una niña más, que tiene sus inquietudes de niña. ¿En un futuro qué va a tener?, pues, bueno, ya veremos los problemas que le van a venir. Y en nuestro caso, lo tenemos claro, lo que tenemos que hacer es el acompañamiento, informarle, darle herramientas, el que se quiera, que ni estás en un cuerpo equivocado, ni tienes nada mal. Estás en una situación que no es la más habitual, es rara, pero existe y tú eres perfectamente una mujer», ha sentenciado.

Fue Lucía la que primero pensó en cambiar su nombre, que fue elegido por su hermano mayor. «Dijo: sólo llamadme Lucía en casa, solo en casa. Fuera seguiré siendo una niña, pero seguiré llamándome Luken», aseguró. Al cabo de un mes, ha recordado su progenitor, volvió a dirigirse de nuevo a ellos y les explicó: «Ahora, por favor, id a la escuela, a donde Lourdes, la profesora, y le decís, que ya soy Lucía, que estoy preparada para que se rían, o aguantar lo que sea».

Ese nombre ya no existe

No obstante, la documentación oficial seguía llamándola Luken, por lo que iniciaron los trámites para cambiar definitivamente de nombre. «En el pediatra, en la escuela, en el pueblo, se la trataba como niña, pero, a la hora de recetarle un antibiótico, aparecía su nombre antiguo. Y a ella le chirriaba; a ella y al hermano mayor, que leía, y decía ¡pero este nombre ya no existe!. Ya es Lucía ahora», ha recordado.

Arandia se ha felicitado por la aceptación que ha tenido su hija entre los otros menores de la localidad, a quienes les chocaba más «el cambio de nombre que el decir que era una niña», porque entre los niños ha sido algo «muy natural». «Ya sabemos los crueles que pueden ser o no. Los niños son unos lienzos en blanco que están absorbiendo. Prejuicios tenemos más los adultos que los niños», ha aclarado.

Preguntado sobre si la menor hablar de que se va a cambiar de sexo en el futuro, ha dicho que «habla porque lo vé», sin conocimiento de causa, y dice que «yo igual me quito el pitilín», o habla de «cuando me salgan las tetas». Arandia ha subrayado que Lucía no sabe todavía lo que son estas cosas, como «quitarte el pitilín, que es una operación quirúrgica muy potente».

“Ya soy Lucía; estoy preparada para las burlas”

El padre de la niña transexual de cuatro años asegura que no sabían de su transexualidad porque pensaba que solo se daba en adultos

Agustín Arandia, padre de una menor de cuatro años en situación de transexualidad al que un Juzgado de Tolosa (Gipuzkoa) ha autorizado el cambio de nombre por otro femenino (de Luken a Lucía), ha reconocido que ni él ni su mujer tenían ni idea sobre la transexualidad de su hija cuando esta manifestó las primeras actitudes, ya que pensaban que esto solo se daba en personas adultas.

“En infancia no lo veías. Aunque nos enteramos luego, cuando nos informamos, de que la sexualidad se fija entre los dos, tres o cuatro años. Ahí se fija, y uno ya se siente niño o niña, hombre o mujer. Y, después, a veces, tiende a dar esa confusión de orientación sexual. Eso ya viene con las hormonas y es cuando se decide si te atrae un tipo de persona u otro, hombre o mujer, pero la identidad sexual a los dos, tres, cuatro años está decidido”, ha explicado.

En declaraciones a Europa Press Televisión, Arandia ha afirmado que su hija, que ha pasado de llamarse Luken a ser Lucía, era una menor normal que empezó a preferir juegos y juguetes femeninos.

“Entendíamos que era un juego y no había ningún impedimento, ningún problema. Pero fue curioso cuando empezó a hablar en euskara, en euskera los adjetivos son neutros; y ella se pasó muy rápidamente al castellano, sobre todo para referirse a ella misma, como guapa, alta, lo que sea. Al principio, le correjías, aunque te mosqueabas, y empezamos a pensar que detrás había algo”, ha señalado.

Tras consultar con varias asociaciones, empezó a encajarles “el tema” por las preguntas que hacía y cómo explicaba que se sentía. Finalmente, le plantearon la posibilidad de que igual tenían “una niña con pene”.

“Nos encajó, y a ella justo le tocó el momento en que la escuela les explicaban lo que eran niños y niñas, la diferenciación entre pene y vulva. A ella algo no le encajaba y preguntó: Yo tengo pene, ¿pero puedo ser una niña?. Hablamos y fue la conclusión”, ha asegurado.

“Siempre tendía a lo femenino”

Arandia ha recordado que Lucía siempre tendía a lo que socialmente se entiende como femenino, “rosas, princesas, todo ese tipo de cosas”, y que, tras confirmarse la noticia, fue un choque para él y su mujer, -“ante lo desconocido, siempre el miedo”-, pero rápidamente vieron lo que hay que hacer.

“Empiezas a ver el día a día y ves que es una niña más, que tiene sus inquietudes de niña, su problemática y su mundo es el que es, el cercano. ¿En un futuro qué va a tener?, pues, bueno, ya veremos los problemas que le van a venir. Y en nuestro caso, lo tenemos claro, lo que tenemos que hacer es el acompañamiento, informarle, darle herramientas, el que se quiera, que ni estás en un cuerpo equivocado, ni tienes nada mal. Estás en una situación que no es la más habitual, es rara, pero existe y tú eres perfectamente una mujer”, ha sentenciado.

Fue Lucía la que primero pensó en cambiar su nombre, que fue elegido por su hermano mayor. “Dijo: solo llamadme Lucía en casa, solo en casa.  Fuera seguiré siendo una niña, pero seguiré llamándome Luken”, aseguró.

Al cabo de un mes, ha recordado su progenitor, volvió a dirigirse de nuevo a ellos y les explicó: “Ahora, por favor, id a la escuela, a donde Lourdes, la profesora, y le decís, que ya soy Lucía, que estoy preparada para que se rían, o aguantar lo que fuera”.

No obstante, la documentación oficial seguía llamándola Luken, por lo que iniciaron los trámites para cambiar definitivamente de nombre. “En el pediatra, en la escuela, en el pueblo, se la trataba como niña, pero, a la hora de recetarle un antibiótico, aparecía su nombre antiguo. Y a ella le chirriaba; a ella y al hermano mayor, que leía, y decía ¡pero este nombre ya no existe!. Ya es Lucía ahora”, ha recordado.

Arandia se ha felicitado por la aceptación que ha tenido su hija entre los otros menores de la localidad, a quienes les chocaba más “el cambio de nombre que el decir que era una niña”, porque entre los niños ha sido algo “muy natural”. “Ya sabemos los crueles que pueden ser o no. Los niños son unos lienzos en blanco que están absorbiendo. Prejuicios tenemos más los adultos que los niños”, ha aclarado.

Preguntado sobre si la menor hablar de que se va a cambiar de sexo en el futuro, ha dicho que “habla porque lo vé”, sin conocimiento de causa, y dice que “yo igual me quito el pitilín”, o habla de “cuando me salgan las tetas”. Arandia ha subrayado que Lucía no sabe todavía lo que son estas cosas, como “quitarte el pitilín, que es una operación quirúrgica muy potente”.

“Quiero que en el ‘cole’ me llamen Lucía, estoy preparada para las burlas”

Arandia afirma que su hija era una menor normal que empezó a preferir juegos y juguetes femeninos

Lucía, en el centro junto a dos de sus hermanos, juega con sus padres Agus Arandia y Abi Labaien, en su casa de Asteasu.

Lucía, en el centro junto a dos de sus hermanos, juega con sus padres Agus Arandia y Abi Labaien, en su casa de Asteasu.

Agustín Arandia, padre de una menor de cuatro años en situación de transexualidad al que un Juzgado de Tolosa ha autorizado el cambio de nombre por otro femenino (de Luken a Lucía), ha reconocido que ni él ni su mujer tenían ni idea sobre la transexualidad de su hija cuando ésta manifestó las primeras actitudes, ya que pensaban que esto solo se daba en personas adultas.

ASTEASU. “En infancia no lo veías. Aunque nos enteramos luego, cuando nos informamos, de que la sexualidad se fija entre los dos, tres o cuatro años. Ahí se fija, y uno ya se siente niño o niña, hombre o mujer. Y, después, a veces, tiende a dar esa confusión de orientación sexual. Eso ya viene con las hormonas y es cuando se decide si te atrae un tipo de persona u otro, hombre o mujer, pero la identidad sexual a los dos, tres, cuatro años está decidido”, ha explicado.

En declaraciones a Europa Press Televisión, Arandia ha afirmado que su hija, que ha pasado de llamarse Luken a ser Lucía, era una menor normal que empezó a preferir juegos y juguetes femeninos.

“Entendíamos que era un juego y no había ningún impedimento, ningún problema. Pero fue curioso cuando empezó a hablar en euskara, en euskera los adjetivos son neutros; y ella se pasó muy rápidamente al castellano, sobre todo para referirse a ella misma, como guapa, alta, lo que sea. Al principio, le correjías, aunque te mosqueabas, y empezamos a pensar que detrás había algo”, ha señalado.

Tras consultar con varias asociaciones, empezó a encajarles “el tema” por las preguntas que hacía y cómo explicaba que se sentía. Finalmente, le plantearon la posibilidad de que igual tenían “una niña con pene”.

“Nos encajó, y a ella justo le tocó el momento en que la escuela les explicaban lo que eran niños y niñas, la diferenciación entre pene y vulva. A ella algo no le encajaba y preguntó: Yo tengo pene, ¿pero puedo ser una niña?. Hablamos y fue la conclusión”, ha asegurado.

Arandia ha recordado que Lucía siempre tendía a lo que socialmente se entiende como femenino, “rosas, princesas, todo ese tipo de cosas”, y que, tras confirmarse la noticia, fue un choque para él y su mujer, -“ante lo desconocido, siempre el miedo”-, pero rápidamente vieron lo que hay que hacer.

“Empiezas a ver el día a día y ves que es una niña más, que tiene sus inquietudes de niña, su problemática y su mundo es el que es, el cercano. ¿En un futuro qué va a tener?, pues, bueno, ya veremos los problemas que le van a venir. Y en nuestro caso, lo tenemos claro, lo que tenemos que hacer es el acompañamiento, informarle, darle herramientas, el que se quiera, que ni estás en un cuerpo equivocado, ni tienes nada mal. Estás en una situación que no es la más habitual, es rara, pero existe y tú eres perfectamente una mujer”, ha sentenciado.

Fue Lucía la que primero pensó en cambiar su nombre, que fue elegido por su hermano mayor. “Dijo: solo llamadme Lucía en casa, solo en casa. Fuera seguiré siendo una niña, pero seguiré llamándome Luken”, aseguró.

Al cabo de un mes, ha recordado su progenitor, volvió a dirigirse de nuevo a ellos y les explicó: “Ahora, por favor, id a la escuela, a donde Lourdes, la profesora, y le decís, que ya soy Lucía, que estoy preparada para que se rían, o aguantar lo que fuera”.

No obstante, la documentación oficial seguía llamándola Luken, por lo que iniciaron los trámites para cambiar definitivamente de nombre. “En el pediatra, en la escuela, en el pueblo, se la trataba como niña, pero, a la hora de recetarle un antibiótico, aparecía su nombre antiguo. Y a ella le chirriaba; a ella y al hermano mayor, que leía, y decía ¡pero este nombre ya no existe!. Ya es Lucía ahora”, ha recordado.

Arandia se ha felicitado por la aceptación que ha tenido su hija entre los otros menores de la localidad, a quienes les chocaba más “el cambio de nombre que el decir que era una niña”, porque entre los niños ha sido algo “muy natural”. “Ya sabemos los crueles que pueden ser o no. Los niños son unos lienzos en blanco que están absorbiendo. Prejuicios tenemos más los adultos que los niños”, ha aclarado.

Preguntado sobre si la menor hablar de que se va a cambiar de sexo en el futuro, ha dicho que “habla porque lo vé”, sin conocimiento de causa, y dice que “yo igual me quito el pitilín”, o habla de “cuando me salgan las tetas”. Arandia ha subrayado que Lucía no sabe todavía lo que son estas cosas, como “quitarte el pitilín, que es una operación quirúrgica muy potente”.

“Mamá, aunque tenga pene ¿puedo ser una niña?”

Lucía, con sus hermanos. Ellos le ayudaron a elegir el nombre cuando decidió que no quería llamarse Luken

Lucía, con sus hermanos. Ellos le ayudaron a elegir el nombre cuando decidió que no quería llamarse Luken EL MUNDO

«Mamá, ¿aunque tenga pene puedo ser una niña?». Abigail Labayen asegura que su hija, a quien bautizaron como Luken (Lucas en euskera), le soltó esa frase cuando sólo tenía tres años. «Desde siempre le había gustado socialmente lo que es femenino: los juguetes, los disfraces, los vestidos… Comenzó como un juego al que no pusimos objeción, pero con tres años empezó a usar el castellano en casa para poder llamarse en femenino, porque el vasco, que es lo que habla nosotros, los adjetivos son neutros. Decía: ‘Soy guapa, soy una niña…’».

Abigail Labayen, 33 años, y su marido, Agustín Arandia, 36 años, ambos ingenieros, padres de cuatro niños de entre siete y tres años, se pusieron entonces a buscar información sobre lo que le sucedía. Hablaron con asociación Chrisallys, que agrupa a familiares de menores transexuales, y con otros especialistas, de modo que cuando Lucía hizo la pregunta -«Amá, ¿aunque tenga pene puedo ser una niña?»- su madre tuvo claro qué responderle: «Le dije: ‘Sí, puedes ser una niña, Lucía. Existen niñas con vulva y niñas con pene‘. Y la cara de alegría que puso con sólo tres años… Son de esos detalles que te hacen saber que no nos estamos equivocando».

Porque los padres fueron más allá del reconocimiento a su hija que podía ser lo que quisiera y el 24 de septiembre pasado, cuando Lucía aún tenía cuatro años -cumplió cinco el 20 de diciembre-, solicitaron a un juzgado de Tolosa (Guipúzcoa) que le permitiera a la pequeña cambiar el nombre de Luken por el de Lucía en el Registro Civil y por tanto en toda su documentación.

Aunque el auto no ha trascendido hasta ahora, el juzgado de instrucción 3 de Tolosa resolvió sólo un mes después, el 28 de octubre, a favor de la petición apoyándose en los informes médicos y en los testimonios de sus profesores y hasta el de la alcaldesa de Asteasu, el pueblo de 1.500 habitantes donde viven. «Luken presenta un cuadro clínico de disforia de género, que implica en el menor la existencia de una identidad femenina que exterioriza, no sólo físicamente, si no en su comportamiento, a pesar de su corta edad, siendo tratado como mujer», dice el auto.

De este modo, Lucía se convertía en la persona transexual de menor edad que consigue el cambio de nombre en el Registro Civil en España. Al menos 30 menores lo habían logrado antes, pero ninguno tan joven como ella.

– ¿Tan claro tenían que Lucía era una niña?, ¿no han pedido el cambio demasiado pronto?, preguntamos a la madre.

El DNI de Lucía

El DNI de Lucía. EL MUNDO

Hace un año hizo el tránsito social a niña en todos lados. El médico de familia comenzó a tratarla como niña y por su nombre. No teníamos intención de pedir la tramitación legal porque no veíamos necesidad. Pero sucedía, por ejemplo, que el pediatra la trataba en femenino pero ella veía las recetas con nombre de chico y eso le hacía mella, a ella y a sus hermanos mayores, que también sufrían. Se daban estas situaciones cotidianas que, aunque explicabas, causaban ansiedad a los niños. Y los amigos nos decían: ‘Si vais en un avión, ¿qué pasa? Porque tiene nombre masculino pero su apariencia es de niña‘».

La normalidad que refiere Abigail sobre cómo han encajado sus hijos -todos chicos- el cambio de género de la hermana es sorprendente: «De hecho, el nombre de Lucía lo escogieron entre los hermanos. Fue en las Navidades de 2014. Ella dijo: “Igual me tengo que cambiar el nombre”. Y ellos le daban ideas hasta que el mayor dijo “Lucía”, y a ella le encantó aunque nos hizo una petición: “Soy una niña con pene pero me sigo llamando Luken”. Un mes después, estábamos viendo la película Frozen y dijo: ‘Mamá, quiero que mañana llaméis a la escuela y digáis que me llamen Lucía. Ya estoy preparada para hacer frente a las burlas’. ¡Con cuatro años! Es que la escuchas hablar y te sorprende la madurez con la que expresa sus sentimientos».

Otra frase habitual que Lucía -para quien el asunto de su género quedó arreglado el día que le cambiaron el nombre en el perchero del colegio– repite a veces como un mantra es: «Amá, cuando nacisteis me mirasteis el pitilín y pensasteis que era un niño, pero ahora me miráis el corazón y sabéis que soy una niña».

Respecto al futuro de la pequeña, sobre si emprenderá el cambio físico y cuándo, Abigaíl dice: «Su padre y yo somos espectadores, lo que vamos a hacer es informarla y apoyarla». Por lo que sí van a luchar, aseguran, es por quitar la “M” de “masculino” que luce en su DNI junto al nombre de Lucía. Para el cambio de género en la documentación se requiere ser mayor de edad y al menos dos años de tratamiento hormonal o la operación de cambio de sexo.

Precisamente los principales partidos, salvo el PP, informa Elena Mengual, contemplan en sus programas electorales la reforma de la Ley 3/2007 para eliminar estos requisitos del diagnóstico de disforia de género y los dos años de tratamiento hormonal, además de ampliar los beneficiarios de la misma (por ejemplo, a los menores y a personas extranjeras en sus tarjetas de residencia), así como otras medidas.

«Si mi hija sigue con ese DNI y en estos años quiere participar en el equipo femenino de cualquier deporte, ¿podrá hacerlo? Porque su documentación dice que su género es masculino, y eso es muy duro», dice su madre.