Un homosexual ruso denuncia persecución y atroces torturas sufridas en Chechenia
Maxim Lapunov, de 30 años de edad, se ha atrevido a narrar públicamente el calvario padecido
Después de que las autoridades rusas y chechenas negaran durante meses las informaciones del rotativo ruso, Nóvaya Gazeta, sobre muertes, desapariciones, torturas y arrestos masivos de homosexuales en la república norcaucásica de Chechenia, una de las víctimas, Maxim Lapunov, de 30 años de edad, se ha atrevido a narrar públicamente el calvario padecido. Ha sido el único por el momento, pese a las amenazas recibidas. Lo hizo el lunes a través del canal de televisión de Nóvaya Gazeta en una comparecencia en compañía de defensores de los derechos humanos y entrevistado por la periodista Elena Miláshina.
“Me apalearon durante mucho tiempo con pesadas porras de goma mientras me daban patadas y golpeaban con los puños”, cuenta Lapunov refiriéndose al primer día de arresto en un lúgubre sótano en la que, según sus impresiones, debió ser la Dirección General de la Policía de Chechenia en Grozni. “Pude oír los gritos de dolor de otros detenidos”, aseguró. A él no le aplicaron descargas eléctricas, pero, según su testimonio, sí a otros que allí se encontraban.
Lapunov, natural de la ciudad siberiana de Omsk, se trasladó hace dos años a Chechenia por motivos de trabajo y todo iba bien hasta que, el 16 de marzo pasado, fue detenido por dos agentes cuando se encontraba en un centro comercial. El joven asegura que no llevaba una vida abiertamente homosexual, por lo que no relacionó el arresto con tal circunstancia.
Sin embargo, ya en las dependencias policiales, fue increpado por ser gay. “No deberían existir personas como tú en el mundo (…) no merecéis la consideración de ser humano”, cuenta Lapunov que le espetaron sus torturadores durante el interrogatorio. El suelo de aquella cámara de los horrores, añadió, “estaba encharcado de sangre (…) los detenidos llegaban sin cesar”.
“Me acusaron de haberme instalado en la república con la idea de seducir a chicos chechenos y me conminaron a que identificase a mis amigos y a todos los que pudieran tener vínculos con homosexuales”, declaró. El martirio se prolongó por espacio de 12 días y luego fue liberado bajo la advertencia de que lo pasaría “muy mal” si contaba a alguien lo sucedido. “Cuando salí de allí no podía andar, me movía casi arrastrándome”, cuenta Lapunov. Según sus palabras, “tuve que estampar mis huellas dactilares en una pistola”, forma de intimidación para hacer creer que con el arma será asesinado alguien y él terminará siendo acusado del crimen.
Nóvaya Gazeta publicó la pasada primavera varios artículos sobre casos de persecución a homosexuales en Chechenia, república rusa de mayoría musulmana, incluyendo tres supuestas ejecuciones extrajudiciales y la existencia de cárceles secretas para recluirlos y torturarlos. La cerrazón de las autoridades chechenas impidió a la prensa hacer sus averiguaciones mientras que la investigación judicial ordenada por Putin insiste en que no hay pruebas de tales atrocidades.
Las organizaciones rusas LGTB opinan los contrario y aseguran que por lo menos 40 gais han tenido que ser sido evacuados de Chechenia y enviados al extranjero. Human Rights Watch (HRW) ha acusado en un informe a la Policía de Chechenia de detener, torturar, golpear y humillar a decenas de hombres homosexuales y bisexuales en un intento por “excluirles” de la sociedad.
La defensora del pueblo, Tatiana Moskalkova, estuvo el mes pasado en Chechenia para investigar los hechos. Se reunió con el líder de la república, Ramzán Kadírov, quien siempre ha negado las denuncias de desapariciones, ajusticiamientos sumarísimos y persecución de miembros de las minorías sexuales, pese a que tachó una vez de “demonios” a los gais. Moskalkova dijo que llevaría el caso al Comité de Instrucción, pero no hay todavía en curso ninguna nueva investigación judicial al respecto.
El pasado mes de junio, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo dictaminó que la ley vigente en Rusia contra la “propaganda homosexual” entre los menores es “discriminatoria” y “alienta la homofobia”.