Condenan a 7 años a un argelino que apuñaló con saña a su novio para robarle

El ataque tuvo lugar mientras la víctima dormía en su piso de Basauri y horas después de que pusiera fin a la relación

La Audiencia provincial de Bizkaia ha condenado a siete años y medio de cárcel a un hombre de nacionalidad argelina por tentativa de homicidio, tras apuñalar con saña a su novio en la vivienda de este en Basauri con el fin de robarle y horas después de que le hubiese dicho que quería poner fin a la relación. No ha quedado probado que el agresor quisiera ocasionar la muerte de Javier, su pareja, pero el fallo concluye que era consciente de la alta probabilidad de que con el ataque, al que no puso fin hasta media hora después de su inicio, podía lograrlo.

A pesar de que la defensa pidió la absolución alegando que su cliente tenía las facultades mentales mermadas en ese instante por el consumo de grandes cantidades de droga y alcohol, este extremo no ha sido demostrado. El condenado también deberá resarcir con 40.200 euros a su exnovio, con quien salía desde hacía tiempo. No obstante, según testificó Javier, a pesar de que le invitaba a menudo a su vivienda, nunca le proporcionó una llave por su carácter violento. Una vez le estalló una botella de cristal en la cabeza y tuvieron que darle siete puntos de sutura.

La sentencia considera probado que la pareja accedió sobre la una de la madrugada del 12 de agosto de 2013 al piso de Javier, donde en aquellos días se alojaban dos chicos que son hermanos y que permanecían en el salón. La pareja se fue al dormitorio y, según la versión de Javier, le dijo a su novio que quería poner fin a la relación, sin que éste aparentemente se lo tomase mal. Sin embargo, a las 4.00 horas, cuando ya todos los inquilinos se habían ido a dormir, percibió que su pareja le metía un cuchillo entre los muslos al tiempo que le pedía dinero y empuñaba con la otra mano un bisturí. Acto seguido, le introdujo unos calcetines en la boca para que no gritara y los pegó con cinta adhesiva, mientras le acuchillaba repetidamente cara, cuello, brazos, muslos y glúteos, sin que la víctima pudiese zafarse del ataque.

Tal fue el ensañamiento que, cuando el agresor observó que se rompió el filo del cuchillo fue a la cocina para coger uno nuevo y seguir apuñalando a su pareja. Finalmente, Javier consiguió librarse de la mordaza y pedir ayuda, momento en el que el condenado huyó de la vivienda llevando en una bolsa dinero sustraído a su novio. Este se dirigió a la habitación de los hermanos que tenía alojados y llamaron a los servicios de emergencia.

‘Sufrí siete años de maltrato físico y mental’

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Nacho, de 38 años, ganó un juicio contra su marido por malos tratos. JOSÉ CUÉLLAR

Tiene 38 años, es homosexual y fue una de las primeras personas en la Comunidad Valenciana que denunció un caso de violencia de pareja entre personas del mismo sexo. Y ganó el juicio. “Durante siete años sufrí maltrato físico y psicológico por parte del que entonces era mi marido: humillaciones, vejaciones y agresiones. Me mató la autoestima“, relata Nacho, como prefiere que le llamen. Confiesa que perdió el control de su vida, que tuvo dos intentos de suicidio y que hoy, después de que todo haya acabado, e incluso después de que esté rehaciendo su vida con otro hombre, sigue en tratamiento psiquiátrico.

“El maltrato empezó después de casarnos. Estuvimos año y medio de novios y la relación fue perfecta. Luego empezó todo. Las dos primeras veces fueron agresiones físicas y durante los años siguientes fue maltrato psicológico: me controlaba, me vejaba y minó mi autoestima”. Cuando ocurrió la última agresión no estaban juntos, sino intentando recuperar la relación. Firmaron la separación en 2013 y durante un año y medio trataron de retomar la relación. “Quise hacerlo porque, pese a todo, le quería con toda mi alma y tenía mucha dependencia de él”, confiesa. En junio de 2014 terminó todo: “Me agredió nuevamente y fue entonces cuando me atreví a denunciar”.

Tras esa última agresión, Nacho contactó con su abogada. “Después fui al centro de salud, donde me exploraron y me hicieron un parte de lesiones que llevé a la Guardia Civil de Burriana (Castellón). Un día después se celebró el juicio”, relata. No hubo una sentencia firme porque los abogados y el fiscal llegaron a un acuerdo: una multa de 150 euros, trabajos sociales y una orden de alejamiento.

Su abogada, María Jesús Bodí, reconoce que no sabían cómo tratar una situación de este tipo. Al final, siguieron el mismo protocolo que con un caso de violencia de género, por lo que la redacción está en femenino. Por eso, cree que “es importante que la ley se modifique, al menos en la redacción. Es un componente para avanzar”, opina Bodí.

En España, la violencia entre parejas de personas del mismo sexo aún no ha salido del armario y, como afirman los expertos, está en una situación en la que se encontraba hace años la violencia de género.

El psicólogo Juan Macías Ramírez, cofundador del Servicio de Atención a la Violencia Intragénero (Savi), explica que “la evolución sociocultural que en estos años se ha producido con la mujer” a la hora de identificar una situación de maltrato y sentir el respaldo profesional, legal y social, “no ha tenido lugar con las víctimas de violencia en parejas LGTB”, las siglas que agrupan a lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, “donde existe todavía una dificultad para identificarlas y reconocerlas”.

Comunidades autónomas como Extremadura quieren reconocer como violencia de género este tipo de maltrato. Sin embargo, y en opinión de Anes Orellana, psicóloga del grupo Babalon Psicoterapia, “no se deben mezclar las violencias. Cada cual necesitaría su normativa y abordaje específico, ya que no estamos hablando de lo mismo”.

La violencia entre parejas del mismo sexo en España es todavía invisible. De hecho, hay ciertas confusiones con la terminología. No se puede llamar violencia de género, «porque violencia de género implica violencia a una mujer por el hecho de ser mujer, donde se incluye, por supuesto, la pareja», afirma esta especialista. Aquí se usa como sinónimo violencia intragénero, pero el término más internacional sería violencia de pareja entre personas del mismo sexo. Anes Orellana explica que es en EEUU y los países anglosajones donde existe más legislación y programas específicos. También en Alemania y Francia se están realizando algunos proyectos.

En nuestro país se está empezando a tener en cuenta este tipo de violencia por parte, principalmente, de las asociaciones LGTB. Pero todavía las administraciones “no tienen conciencia de estos casos. Es necesario empezar a hacerlo y, sobre todo, empezar a formarse”, afirma.

Una de las razones de la falta de visibilidad es que apenas hay estudios al respecto.

Otro elemento que influye es que la orientación sexual “puede ser un elemento de chantaje” en este tipo de relaciones -“Te voy a sacar del armario en tu trabajo si me dejas” o «”e lo voy a decir a tu madre”-.

“Igualmente, la homofobia, interiorizada a nivel familiar o social, debilita y hace más vulnerable a la persona implicada en una relación violenta”, explica Macías Ramírez.

Por ello, los expertos insisten en que es importante asistir a centros de ayuda específica, preguntar en las diferentes asociaciones LGTB y valorar cada situación. Se trata de tomar conciencia de la situación y de que la persona recupere el control sobre sí misma. “Cuando se ejerce la violencia, una persona quiere tomar el poder sobre la otra. Por tanto, el trabajo consiste en devolver a la persona el poder que se le ha quitado“, explica Macías Ramírez.

Ahora, pasados unos meses de la celebración del juicio, Nacho se pronuncia tajante sobre la violencia intragénero. “Animo a toda persona que esté en iguales o similares circunstancias a las que estuve yo a que no tengan miedo. Que denuncien. Que tomen de nuevo las riendas de su vida“.