EL FEMINISMO PUNK NO HA MUERTO
Si llegan a contarme hace años que pandillas opacas de mujeres iban a ejercer violencia física, premeditada y no asumida contra objetivos incomprensibles, valiéndose tramposamente de estrategias feministas, me habría parecido un chiste. Violencia enmascarada en autodefensa, nunca proporcional ni espontánea, nunca contra agresores de verdad ni a petición de sus víctimas. Violencia que bloquea ser respondida con una doble treta perversa: transformar los argumentos feministas en sentencias inapelables emitidas unilateralmente por estas cruzadas. Y valerse a la vez del reparo que los hombres a quienes ellas atacan o cuyas agresiones presencian tendrán en repelerlas públicamente. Te podemos pegar porque somos feministas pero tú no podrás defenderte porque somos mujeres. ¡Infame! Atrapadas en nuestras propias eternas paradojas, ¿vamos a cerrar filas para que ellas abran cabezas?
La obsesión de esta nueva táctica que combina el hoolliganismo cobarde y el lobby llorón parece ser acorralar a los que son definidos como machos enmascarados, que abogan por un cambio social que desintegre el binarismo de género. Eso sí, hombres con polla. Los transexuales quedan misteriosamente fuera de toda crítica, ¡Simone de Beauvoir debe estar arañando su tumba! Para vosotras, el nuevo enemigo son los hombres críticos con la masculinidad patriarcal. Vais a señalarlos, en parte, porque a los machos de verdad no os atrevéis ni a toserles. Para ello, lucís en la red un esencialismo bobo prefeminista que ensalza a las mujeres y envilece a los hombres.
Un ejemplo: una avanzadilla irrumpe en un concierto en Madrid contra los chicos del grupo Penetración Sorpresa. Les bañan con un cachi de orina, les lanzan compresas manchadas con su regla. No les gusta el nombre ni alguna de sus letras. Logran que se les cancelen varios conciertos. La fracción lobby exige al grupo que pida perdón y envía sus canciones al juzgado. Si no les apoyas, eres feminicida. Penetración Sorpresa: iría a vuestros conciertos con el Cojo Manteca y Wendy O’Williams si aún vivieran. El feminismo punk no ha muerto.