Nacer hombre, sentirte mujer

La obra ‘Envasadas’ habla de la aceptación, de sentirte diferente, de identidad. Se representa los viernes en El umbral de la primavera de Madrid.

Elena Triviño, Pilar Barrera y Zaloa Zamarreño con el enigmático frasco.

Elena Triviño, Pilar Barrera y Zaloa Zamarreño con el enigmático frasco.

MADRID.- Dos mujeres, una mesa y un tarro de cristal que no está vacío. Así comienza Envasadas, una obra de teatro a caballo entre el pequeño y el gran formato que se representa todos los viernes en la sala madrileña El umbral de la primavera. A simple vista, el contenido del frasco podría ser una extraña salchicha descompuesta, aunque por el aspecto del bote parece que en un pasado albergó algún tipo de fruto en almíbar. En un acercamiento, de estos en los que tienes que guiñar el ojo para asegurarte de que lo que ves es lo que parece, descubres su contenido: un pene.

En realidad es una salchicha, pero como se trata de teatro, nuestra imaginación hace el resto. ¿Por qué un falo está dentro de un bote de cristal? Puede parecer mentira, pero eso no es lo importante, o al menos no tanto como para explicar el significado de la función. Sobre el escenario, una madre visita a su hija. Aunque tiene aspecto femenino, nació hombre. Hace diez años que no se ven.En el último reencuentro la hija era hijo. La obra, que dura 20 minutos, es un cúmulo de revelaciones entre ambas en busca de una aceptación que ninguna tuvo.

No vamos a tirar más de la manta. Si acaso, un dato: el padre nunca llevó bien el travestismo de su hija. Sobre este tema, la aceptación, hemos hablado con Elena Triviño, directora del espectáculo, Pilar Barrera y Zaloa Zamarreño, ambas actrices y desde Escocia con Javier Esteban, autor del texto y codirector. “La historia parte de un hecho real, el dramaturgo tenía una compañera de trabajo que un día le confesó que había sido hombre. Él se quedó flipado porque jamás hubiera pensado que esa mujer tan femenina pudiera haber sido masculino en el pasado”, explica la directora.

Prácticamente nos pasamos la vida pretendiendo ser aceptados: el trabajo, los amigos… y la familia. Nuestros padres son los primeros en los que buscamos aprobación, y más tarde, los primeros contra los que nos revelamos. “El amor de una madre con su hijo lo supera todo, aunque hay excepciones”, asegura Barrera, que hace de madre en la ficción. La mayoría de los padres que rechazan a sus hijos lo hacen, sencillamente, porque son diferentes. Qué tontería, ¿verdad? ¿Se imaginan a todos iguales? ¿Cómo podríamos distinguirnos? Algunos padres encuentran en lo que hace la mayoría una especie de camino hacia la seguridad que garantice el éxito de sus hijos. Es mejor ser médico que actor. Con lo primero encuentras trabajo y con lo segundo, pan y agua.

Reivindicar las diferencias

Ahora que se acercan las fiestas del orgullo gay en Madrid, la primera semana de julio, reivindicar nuestras diferencias parece justo y necesario. Y sobre todo, tener el valor para aceptarte. Caso difícil, porque algunos han crecido bajo la tutela de unos progenitores inquisidores que tienen un sentido de la ética propio de la época de Franco.

Afortunadamente, hablamos del pasado, las nuevas generaciones presumen de ser más tolerantes. Aunque queda camino por recorrer, un elevado número de ciudadanos trata el tema con naturalidad. “Hoy ya no es tabú”, asegura Triviño mientras hace una pausa y recuerda la labor de Pedro Zerolo, socialista que hace unos días falleció a causa de un cáncer y “una persona buena que luchó por los derechos de los homosexuales y los transexuales”. Barrera, que se mete en la conversación, recuerda que hace no muchos años debatir este tema era impensable: al colectivo se le trataba como “unos viciosos y no podían entender que una persona naciera de un sexo y se sintiera de otro”. Ahora las cosas son diferentes. Porque lo son, ¿verdad?

Es por ello que acercarse bizco y difuso al frasco y descubrir un pene no aporta mucha información. Es solo un detalle escabroso. Lo práctico de la función es el debate posterior. Esa fue la intención de Esteban, que escribe desde su piso en Escocia, reivindicar un discurso que nunca debe cesar, y de hacerlo será porque hemos aceptado las múltiples identidades. A él también la sociedad le ha impedido ser él mismo. Estudió Publicidad y Relaciones Públicas, y tuvo que emigrar para poder trabajar, pero no en lo suyo, ni remotamente. No es partidario de usar etiquetas. A la pregunta de ¿a qué te dedicas? Responde de esta forma: “soy incapaz de responder. Digamos que soy escritor que se dedica a muchas más cosas: unas para pagar la hipoteca y otras para pagar la luz”.

ALFONSO ÁLVAREZ-DARDET